Lafarga, Francisco y Pegenaute, Luis (eds.) (2013).
Diccionario histórico de la traducción en Hispanoamérica.
Madrid: Iberoamericana/Vervuert, 515 pp.

Juan Jesús Zaro Vera

jjzaro@uma.es
Universidad de Málaga

El equipo investigador liderado por los profesores Lafarga y Pegenaute publicó en 2009 el Diccionario histórico de la traducción en España, una obra de consulta fundamental para la historia de la traducción en nuestro país, necesaria y largamente esperada. Ahora sale a la luz este Diccionario histórico de la traducción en Hispanoamérica, un libro que complementa el anterior y que incide en un terreno mucho más inexplorado, como es el de la historia de la traducción en los países americanos de lengua castellana. Tal como señalan los autores en la introducción, “no se han establecido contrastes entre la historia de la traducción desarrollada en España e Hispanoamérica”, y tampoco “se ha tenido suficientemente en cuenta el espacio hispanoamericano a la hora de estudiar la historia de la traducción española, a pesar de que se dan fenómenos que superan claramente las fronteras nacionales”. No puedo estar más de acuerdo. Es verdad que estas conspicuas carencias en los estudios históricos de la traducción españoles están siendo cubiertas poco a poco, afortunadamente, desde ambas orillas del Atlántico, pero también es cierto que aún queda mucho por hacer. Paradójicamente, en términos comerciales, la industria editorial española, y en concreto el sector de libros traducidos, le debe mucho a Hispanoamérica. Como señalan Nayelli Castro y Danielle Zaslavsky en la entrada dedicada a México, “la literatura del mundo llega a México traducida desde España por grandes consorcios editoriales como Anagrama y Mondadori” (p. 271). Pero, como se sabe, no siempre fue así, y en otras épocas fueron las traducciones publicadas en América las que se leyeron en España.

Uno de los mayores aciertos de este proyecto ha sido precisamente el de contar con un equipo donde predominan los investigadores hispanoamericanos para que narren su propia historia. Desde un punto de vista simbólico, este gesto adquiere un gran valor en estos momentos, en los que el futuro de la traducción en los países de habla castellana es objeto de debate, y en los que también se cuestiona la supremacía editorial de España. Es también destacable la honradez intelectual de los editores cuando reconocen algunas pequeñas lagunas de este Diccionario, por ejemplo, la ausencia de entradas de países hispanoamericanos como Bolivia, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, que carecen de ellas al no haberse podido encontrar colaboradores que participaran en el proyecto. También se advierte de la falta de entradas relativas a distintos traductores. Personalmente, echo de menos ciertos nombres como los argentinos Floreal Mazía, Miguel Cané, Patricio y Estela Canto y Juan Rodolfo Wilcock, y los mexicanos Juan José Utrilla y Carlos Gerhard, entre muchos otros. Por otro lado, cuestiones que son, o deberían ser, verdaderos ámbitos de investigación en la historia de la traducción hispanoamericana afloran en la propia estructura y contenido del Diccionario: la traducción de las lenguas indígenas, el papel de los intérpretes en la conquista, las asimetrías entre la actividad traductora de unos y otros países, las épocas de esplendor (sobre todo en Argentina y México en los años cincuenta del siglo XX), la labor destacadísima de ciertas editoriales (como la venezolana Monte Ávila Editores, que tiene su propia entrada), y el histórico papel de los traductores españoles exiliados en América, de los cuales se incluyen algunas figuras importantes (como Antonio Alatorre o Juan David García Bacca) pero no todas (por ejemplo, Ricardo Baeza, que sí figura en el Diccionario español, o Ernestina de Champourcín).

Puede afirmarse, por tanto, que este Diccionario es una herramienta necesaria y utilísima, pero perfectible, y hacemos votos porque no sea sino un primer intento de recopilar información hasta ahora dispersa y, en numerosas ocasiones, ilocalizable o difícil de localizar. Desde aquí felicitamos al equipo investigador que lo ha hecho posible, y lo animamos a que continúe en esta senda investigadora, quizá con una segunda edición ampliada de este Diccionario.