Gravet, Catherine (coord.) (2013). Traductrices et traducteurs belges. Mons: Université de Mons, 470 pp.

Elisabeth Stévaux

estevaux@ugr.es
Universidad de Granada

Dados los escasos (re)conocimientos del patrimonio literario nacional en el diminuto país multilingüe y multicultural que es Bélgica, no podemos sino celebrar la publicación de esta obra colectiva coordinada por la profesora Catherine Gravet, de la Universidad de Mons, cuyo Servicio de Comunicación escrita inaugura una colección titulada “Trabajos y documentos” con el retrato de cinco traductoras y diez traductores nacidos o afincados en Bélgica, bajo la pluma de veintiún retratistas, en su mayoría docentes de esta misma universidad. No nos equivoquemos, sería apresurado concluir que sus sucesivos avasallamientos históricos, sus conocidos conflictos lingüísticos e instituciones internacionales han llevado este país, con una larga tradición en la formación de traductores e intérpretes, a honrar más a sus mediadores que a sus autores, si bien en este caso tocan ambos palos.

Traductrices et traducteurs belges sigue la senda emprendida por Delisle (1999, 2002): nos introduce primero en la intimidad de Marie Delcourt, Hélène Legros, Ángeles Muñoz, Françoise Wuilmart, Marguerite Yourcenar, así como Maurice Carême, Alexis Curvers, Jacques De Decker, Eugène Hins, François Jacqmin, Maurice Maeterlinck, Pierre Poirier, Alain van Crugten, Robert Vivier y Emmanuel Waegemans, centrándose en su formación, su entorno, su personalidad, sus inclinaciones, sus encuentros, las influencias que les marcaron y su profesión para luego determinar tanto qué les llevó a traducir e intentar elucidar sus objetivos –sean confesos, secretos o inconscientes– como sus métodos de trabajo. ¿Qué han traducido? ¿Por qué? ¿Para quién? ¿En qué circunstancias y bajo qué condiciones? ¿Fueron fieles o no al texto fuente? Son las preguntas que esta obra interdisciplinar plantea y pretende contestar a través del cotejo del original y su(s) (re)traduccion(es), la consulta de los archivos conservados sobre su persona y su labor, su correspondencia, los artículos de prensa o investigación y de crítica literaria o entrevistas a los traductores o su entorno.

Anne Godart nos ofrece el primer retrato: Maurice Carême (1899-1978), poeta belga que generaciones de escolares han recitado en las aulas, y por ende encasillado como autor de literatura juvenil tan aplaudido como criticado. Compaginó su labor de maestro de primaria con numerosas traducciones de poetas flamencos, esmerándose de todo corazón en transmitir el mismo deslumbramiento en el lector francófono que el descubrimiento de la poesía flamenca le había producido. Esta prolífica y desconocida labor de pasador de culturas no se limitó a la poesía flamenca, de la que nos ofrecen un fragmento cuyo cotejo con una retraducción más tardía de Liliane Wouters ilustra las delicadas decisiones a las que se ve confrontado un traductor de poesía. Se aventuró también en la traducción del ruso de fábulas de S. Mikhailov, que acometió con colaboradores especialistas de esta lengua que desconocía.

Benoît d’Ambrosio (Universidad de Lieja) firma el retrato de Alexis Curvers (1906-1992), novelista y ensayista que se estrenó en el mundo de la literatura de la mano de la traducción de obras medievales del patrimonio mundial. D’Ambrosio se centra en la relación “vampírica” que existe entre la labor traductora de Curvers y su labor creativa personal.

La reflexión sobre la traducción para el teatro (Shakespeare, Strindberg, Chejov, Woody Allen) vuelve a cobrar protagonismo con el retrato y la entrevista que ofrece Thilde Barboni de Jacques De Decker, nacido en 1945, crítico literario, novelista, dramaturgo, y actor en sus años mozos, quién acuñó la expresión de “ingravidez lingüística”.

Marie Delcourt (1891-1979), primera mujer en ser nombrada profesora de filología clásica en la Universidad de Lieja en 1941 y traductora de la obra integral de Eurípides para la prestigiosa “Bibliothèque de la Pléiade” de la editorial Gallimard viene retratada primero por Evi Papayannopoulou, que da cuenta de su viaje a Grecia en 1930, cuyas imágenes nos transmiten los sentimientos de los eruditos de la época. Si Marie Delcourt realizó su sueño, el proyecto de traducción de la obra fruto del mismo no suscitó el interés de las editoriales griegas, a pesar de los esfuerzos de esta historiadora del arte. Pierre Ragot (Paris, ÉPHÉ), con una amplia bibliografía y numerosos ejemplos comentados y cotejados, nos introduce en la pasión que comparte con Delcourt por la religión y los mitos griegos, el humanismo de la Antigüedad y su fecunda labor traductora.

Anne Delizée y Olga Gortchanina nos revelan la otra cara de Eugène Hins (1839-1923), más conocido por su militancia en la Asociación Internacional de Trabajadores y como librepensador. La represión lleva al políglota a exiliarse varios años a Rusia y a su vuelta compaginó sus actividades de pedagogo, periodista y crítico con la traducción de Dostoievski, Melnikov, Shevchenko, Gógol o Andreiev, entre otros autores. Partiendo de la hipótesis que Hins privilegia los “filtros de color” de Mounin, las autoras comparan fragmentos de distintas traducciones con otros traductores.

Sabrina Parent nos presenta a François Jacqmin (1929-1992), poeta cuyos padres se refugiaron cerca de Londres y que ejerció de traductor en la empresa siderúrgica Cockerill. Uno no puede quedar indiferente ante las anotaciones, reflexiones o correcciones de los proyectos de traducción de Jacqmin, ligados al mundo del arte.

El retrato de Hélène Legros (1874-1933) por Catherine Gravet y Pauline Stockman es estremecedor y hace hincapié en las condiciones de su trabajo. Víctima de su sordera, de su salud precaria y de su educación, gracias a amigas como Marie Delcourt, Aline Mayrisch de Saint-Hubert o Jean Dominique, ligadas a otros intelectuales como André Gide, revisó la traducción de Indienfahrt de Waldemar Bonsel y tradujo a Sigmund Freud (Über den Traum) o Dostoievski, trabajos que impregnó de su sello como muestran las autoras.

Dos traducciones: Ruysbroeck el Admirable, místico flamenco del siglo XIV que descubre a través de Huysmans y Novalis, romántico alemán, acompañan y nutren las primeras obras reconocidas internacionalmente del dramaturgo simbolista Maurice Maeterlinck (1862-1949), retratado por Hubert Roland (F.R.S./FNRS-UCLouvain). La tensión entre la literalidad y la libertad re-creativa así como la conciencia de la evolución de la traducción en función de las épocas en la traducción de Ford o de Macbeth, por ejemplo, marcaron su trayectoria de autor y mediador.

Ònia Camprubi y Geneviève Michel (Barcelona) retratan a Ángeles Muñoz, pasadora de memoria, que con 20 años huyó del franquismo en 1968 y cuyo acento español en francés la alejó de la escena teatral belga para llevarla a la traducción al francés de las obras teatrales de Valle-Inclán, Sanchis Sinisterra, Cunillé, entre otros autores, y a la traducción al español de autores belgas. Su profundo compromiso por la memoria histórica la llevó también a la subtitulación de películas como Niños (2002) o Aguaviva (2005) de José Luis Peñafuerte.

Laurence Pieropan nos depara el retrato de Pierre Poirier (1889-1974), abogado defensor de los derechos de los artistas y humanista que obró por el acercamiento entre Bélgica e Italia y tradujo a los tres grandes autores italianos del siglo XIV Petrarca, Dante y Boccaccio.

Desde tres perspectivas distintas más actuales, Anne Godart y Corinne Leburton, Thilde Barboni así como Carola Henn retratan a Alain van Crugten, germanista y eslavista nacido en 1936 cuya labor traductora compaginada con su docencia de lenguas extranjeras y la escritura empezó con textos técnicos y comerciales. Se propulsó con la traducción del polaco de Witkiewicz o Pankowski y siguió su ascensión al reanudar su trabajo con el neerlandés –o flamenco– de su infancia con el descubrimiento de Hugo Claus, de quién pasó a ser el traductor oficial con Le Chagrin des Belges (1985) y La Langue de ma mère de Tom Lannoye, traducción publicada en 2011. Por su parte, con un enfoque muy crítico, Carola Henn se centra en las dificultades lingüísticas que entrañan la traducción al francés (van Crugten) y al alemán (Piron en 1986 y Hüsmert en 2008, respectivamente) de las referencias culturales o realia del éxito internacional de Claus.

Robert Vivier (1894-1989), poeta, ensayista y ferviente traductor de poesía durante 60 años es presentado por Laurent Béghin (Marie Haps). Nos entrega valiosas reflexiones sobre el dilatado proceso traductor de Vivier a quien pocas lenguas se resistían.

Benoît Van Gaver retrata a Emmanuel Waegemans, nacido en 1951, uno de los escasos traductores del ruso al neerlandés que fundó su propia editorial, Benerus.

Nadia D’Amelio firma el retrato de Françoise Wuilmart, germanista y reconocida estrella de la traducción literaria europea, docente en el ISTI de Bruselas desde 1989, militante activa a favor de la formación (fundadora del CETL) y el reconocimiento de los traductores literarios. Experimentada traductora de Ernst Bloch, Jean Améry o Zweig, entre otros autores, Wuilmart hace un llamamiento por la investigación sobre la interacción entre la forma y el sentido.

Marguerite Yourcenar (1903-1987) cierra esta galería de retratos bajo la pluma de Mireille Brémond (Universidad de Aix-Marseille) y Georges Fréris (Universidad Aristote de Tesalónica). En su abundante y variada labor traductora no exenta de contradicciones, coexisten los encargos (Virginia Woolf y Henry James) y los flechazos (Cavafis o Mishima, entre otros autores), que la llevaron a trabajar con co-traductores conocedores de la lengua fuente.