Los impactos del narcoparamilitarismo sobre la convivencia comunitaria en Aguadas, Caldas (1999–2006)1

The impacts of narco-paramilitaries on community living
in Aguadas, Caldas (1999-2006)

Federico Guillermo Muñoz

Universidad del Valle, Cali, Colombia
fgmc0825@gmail.com

Abstract

Armed, social and political conflict has hit the department of Caldas (Colombia) for decades. This article explores some political, social and armed dynamics in a small town located in the north side, Aguadas, that suffered narcoparamilitary domain since 1999. The front Cacique Pipintá controlled the territory and caused multiple victimization, having forced displacement, exile and dispossession among the most traumatic processes. Working as a public servant of the state became very risky, and considered as military objectives of the narcoparamilitary front. This context is framed in the phenomenon of parapolítica, which showed a variety of alliances for political, economic and military power. All these events were suffered by a woman, who is the main voice of this article: her vision and interpretations of the events constitute a fundamental empirical evidence to understand what happened in Aguadas between 1999 and 2006.

Key words: Aguadas, Caldas, armed conflict, exile, forced displacement, narcoparamilitary.

Resumen

El conflicto armado, social y político ha golpeado al departamento de Caldas (Colombia) desde hace varias décadas. Este artículo profundiza en algunas dinámicas sociales, armadas y políticas en un pequeño municipio ubicado al norte, Aguadas, que sufrió el dominio narcoparamilitar a partir de 1999. El frente Cacique Pipintá controló el territorio y fue el gestor de múltiples hechos de victimización, teniendo al desplazamiento forzado, al destierro y al despojo entre los procesos más traumáticos. Trabajar como servidor público del Estado se convirtió en algo muy arriesgado, al ser considerados como objetivos militares del frente narcoparamilitar. Este contexto está enmarcado en el fenómeno de la parapolítica, que evidenció una diversidad de alianzas por el poder político, económico y militar. Todos estos hechos fueron sufridos por una mujer, que es la principal voz de este artículo: su visión y las interpretaciones de lo acontecido se constituyen en una evidencia empírica fundamental para comprender lo sucedido en Aguadas entre 1999 y 2006.

Palabras clave: Aguadas, Caldas, conflicto armado, destierro, desplazamiento forzado, narcoparamilitarismo.

1. Breve nota introductoria

La vida es generalmente como normal, entre comillas,
no es sino que usted cumpla las normas de ellos.

Elvia Duarte

El presente texto se concentra en algunos impactos2 que el dominio narcoparamilitar ejerció sobre las y los habitantes de Aguadas. El control territorial, social y político que se vivió entre 2000 y 2005 en el norte de Caldas tiene unas explicaciones que se remiten a la influencia de esta estructura armada sobre la clase política caldense. De ahí que el artículo haga particular énfasis en el desarrollo del fenómeno de la parapolítica en este departamento.

La principal voz que tomamos como fuente para documentar lo sucedido fue la de una mujer víctima del destierro, quien vivió directamente los impactos del accionar narcoparamilitar, y que a través de su testimonio proporciona cuantiosa evidencia empírica, que contribuye a ampliar las versiones de lo sucedido en el norte de Caldas.

Se comenzará con un breve análisis del contexto general de Aguadas, para luego enfatizar en la situación de conflicto armado, social y político en este territorio entre 1999 y 2006. Seguidamente se narrará de forma sintética el proyecto narcoparamilitar que se desplegó en la zona, agenciado por alias ‘Ernesto Báez’, al que consideramos como una de las personas que más podría esclarecer la historia del narcoparamilitarismo en el norte de Caldas, concretamente de la estructura que comandó, el Frente Cacique Pipintá.

Luego se describirá el contexto de violencia política y desplazamiento forzado en Caldas entre 1999 y 2006, profundizando en algunos casos de servidores públicos que fueron victimizados. Finalizaremos con una sección dedicada a ilustrar y documentar el fenómeno de la parapolítica en Caldas, que consideramos es un enmarañado capítulo pendiente de esclarecer.

2. Una mirada panorámica a algunas dinámicas sociales y políticas en Aguadas

Las Fiestas de la Iraca, el Encuentro de Escritores Aguadeños, el Festival Nacional del Pasillo Colombiano y el Encuentro Nacional de Danza, hacen de Aguadas un municipio que se caracteriza por su amplia agenda artística. Si a esto se le suma el típico sombrero aguadeño, el pionono3 y las artesanías elaboradas por las mujeres, podríamos llegar a considerar a este pueblo del norte de Caldas como un representante de las costumbres del Eje Cafetero caldense, que basa su economía en la producción de artesanías y el mercado cafetero.

Aguadas fue «el primer municipio del departamento de Caldas fundado durante el proceso de colonización antioqueña en 1808, conserva muchos elementos propios y autóctonos, que testimonian la identidad de esta región; tal es el caso del Centro Histórico, ubicado en la zona urbana, declarado como Monumento Nacional en 1983 por mantener el estilo colonial antioqueño en su arquitectura, con casas señoriales de balcones y portones con hermosas tallas en madera, techos generosos en teja de barro, sostenidos por paredes de tapia y bahareque» (Alcaldía de Aguadas, 2010).

Limita al norte con los municipios antioqueños de La Pintada, Abejorral, y Sonsón, al sur con los caldenses Pácora y Salamina, al oriente con Sonsón, Salamina y Pensilvania (Caldas) y al occidente con Caramanta y Valparaíso (Antioquia). Se encuentra a 126 kilómetros de Manizales, está 2170 metros sobre el nivel del mar y su extensión total es de 47.971 kilómetros cuadrados [área urbana de 96.93 Km2]. Aguadas tiene 24.308 habitantes, 10.267 ubicados en la cabecera municipal y 14.041 en la zona rural (Departamento Administrativo Nacional de Estadística – DANE, 2010). Presenta un porcentaje bajo 23.21% de necesidades básicas insatisfechas, 15% en cabecera y 29.65% en área rural.

Fue un pueblo golpeado por la crisis cafetera,4 que terminó afectando gravemente su economía rural. Un estudioso en los temas de la tierra dimensiona lo sucedido con el sector cafetero durante pasadas décadas: «el valor de la producción del café que era del 14,1% del PIB agropecuario en 1970 descendió al 8,4% en 1997 con una caída del área cafetera del 13,9% en relación con 1980 y un 18,8% respecto a 1970» (Machado, 1999: 53).

Aguadas también ha sido impactado por los efectos del conflicto armado, social y político, tanto por la violencia guerrillera como por la respuesta paramilitar. Hay un detalle que no puede ser omitido y de entrada debe ser expuesto, si se pretende comprender el contexto de violencia política5 en Aguadas, pequeño, apartado y aparentemente tranquilo pueblo caldense.

Iván Roberto Duque, mejor conocido como ‘Ernesto Báez’ en el mundo del paramilitarismo, nació en Aguadas, en una familia conformada por catorce hermanas y hermanos; una de ellas, Luz Idalba Duque de Gómez,6 fue alcaldesa de dicha localidad entre 1992 y 1994, representando al partido Conservador, su esposo Iván Darío Gómez también fue alcalde en la década de los ochenta. El poder que llegó a ejercer ‘Báez’ sobre la zona fue de inmensas proporciones. Don Iván Roberto, dirían algunas personas del pueblo. ‘El Doctor’, le llamaban también.

Nada que sucediera en Aguadas podía ocurrir sin su aquiescencia, quien osara penetrar la zona sin su consentimiento tendría que someterse a la respuesta del gran ideólogo político del paramilitarismo en Colombia, que sin piedad asesinó, desapareció y desplazó forzadamente a miles de personas durante varios años en el norte de Caldas. Esto a pesar de manifestar en varias oportunidades que él nunca ha empuñado un arma y que su contribución se limita a los discursos políticos.

Lo que más asombra de lo ocurrido en Aguadas, es lo poco que se sabe al respecto a nivel nacional, y la escasa repercusión que tuvieron los hechos acaecidos en esta zona de operaciones, primero de la guerrilla y luego del paramilitarismo. En dicha localidad el silencio imperó por largo tiempo, las muertes se comentaban y comentaron en voz baja y muchas personas prefirieron huir, antes que afrontar el adverso contexto que se vivía.

Uno de esos casos, precisamente en el que ahondaremos en este documento, fue el de Elvia Duarte,7 mujer de 41 años,8 quien debió huir luego de recibir amenazas directas, además de sufrir el asesinato de un hermano y el destierro de otro. La decisión no fue sencilla, pero muy probablemente ella era la siguiente, así que no lo pensó mucho y junto con su abuela tuvo que desplazarse forzadamente. Su abuela la había criado desde los dos años, cuando murió su madre. Primero huyó Elvia, a un lugar que prefiere ocultar, luego junto con su abuela se radicaron en Cali (Valle del Cauca), donde algunas familiares vivían desde hacía muchos años.

Los abuelos de Elvia, junto a sus ocho descendientes, habían llegado a Aguadas cuarenta años atrás, procedentes de Abejorral y Sonsón, pueblos antioqueños ubicados muy cerca del norte de Caldas y donde casi toda la familia había nacido, a excepción de Elvia, la única que nació en Aguadas; al igual que su padre, de quien prefiere no llevar el apellido.

Elvia, delgada y de tez blanca, reflexionó sobre las características de su grupo familiar: «el prototipo de la familia paisa: muy unida, que gira en torno a los padres, hay mucho respeto, hay mucha unión, hay mucha cooperación entre los miembros de la familia. Y va como en jerarquías, los padres, los hermanos mayores. Es una familia muy tradicional, donde normalmente se reúne la gente para comer, el papá tiene su silla preferida en el comedor, que es intocable. Al papá es al que le sirven primero…» (Entrevista 6, agosto 17 de 2009).

Una familia con costumbres machistas, heredadas por varias generaciones: «a las niñas en los hogares tradicionales les inculcan mucho que tienen que aprender a cocinar, que tienen que aprender a atender bien a los hermanos. De hecho, mi abuela decía, ‘es que los hombres son de la calle y las mujeres de la casa y ustedes no tienen por qué estar por ahí’. El machismo impera. Las familias paisas son bien machistas, allá todavía se ve mucho eso» (Entrevista 6, agosto 17 de 2009).

Luego de su proceso de victimización, actualmente Elvia está muy bien, logró comprar una casa, tiene un empleo estable en un centro de salud de Cali, estudia Trabajo Social en la universidad y coordina la Fundación Brazos Abiertos, integrada por víctimas de destierro. Pero para poder llegar a esa situación tuvo que soportar muchos impactos, el más fuerte, sin duda, la muerte de su abuela, unos pocos días después de haberse trasladado a su nueva casa, ubicada en un barrio del popular sector del Distrito de Aguablanca en Cali.

La querida abuela sólo pudo disfrutar unos pocos días la comodidad que significó por fin poder independizarse de la casa de la hermana de Elvia, donde vivieron varios años. Ahí llegaron luego del destierro y permanecieron hasta lograr conseguir el dinero para comprar la casa, que se reunió a partir de un subsidio de vivienda al que Elvia pudo acceder por ser víctima de desplazamiento forzado, un subsidio que no le alcanzó, por lo que tuvo que acudir a un préstamo familiar para completar el monto necesario para adquirir vivienda propia.

3. Contexto de conflicto armado, social y político en Aguadas (1999–2006)

‘Karina’, la mediática ex comandante afrocolombiana del Frente 47 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y Gestora de Paz en el segundo gobierno de Álvaro Uribe (2006–2010), se movió durante mucho tiempo por las montañas de Aguadas y del fronterizo departamento de Antioquia. Ella sembró el terror en la zona y llegó a ser muy temida entre aguadeñas y aguadeños. Y no fue gratuito ni simulado el temor que se sentía hacia esta líder subversiva, ya que fue artífice de muchos secuestros, de múltiples extorsiones y boleteos, además de continuo abigeato en la zona. También se afirma que durante un tiempo las FARC (frentes 9 y 47) controlaron los sembrados de amapola que crecían en la vereda Tierra Fría, zona alta y montañosa de Aguadas. En 1997 se descubrieron unos cultivos muy grandes en esta área (Entrevista 7 con Elvia Duarte, agosto 23 de 2009).

Su verdadero nombre es Elda Nellys Mosquera, militó durante 24 años en las FARC, hasta que desertó en mayo de 2008, pero sólo en 2002 la inteligencia militar logró identificarla plenamente. A propósito de los mil millones de pesos de recompensa que se ofrecían por información que condujera a su captura, un artículo de esa época afirmaba: «tiene procesos por secuestro, homicidio agravado, lesiones personales, concierto para delinquir, hurto y terrorismo en los departamentos de Risaralda, Caldas, Antioquia y Chocó, en donde tienen su radio de acción los 250 miembros del frente que ella comanda» (Revista Semana, 2002).

‘Karina’ logró dominar parte de la zona rural de Aguadas por mucho tiempo, convirtiendo a las personas que vivían en apartados lugares montañosos en quienes corrían el mayor riesgo: «la guerrilla, pues uno sabía que existía, pero ya como en los montes, en la parte ya rural y uno prácticamente no los conoce», recordó Elvia (Entrevista 2, junio 23 de 2009).

Claro que si algunas personas de Aguadas se trasladaban a ciertas zonas apartadas, como aquella vez que Elvia fue a visitar a una sobrina que trabajaba como enfermera en una vereda, podían toparse con la guerrilla, que tenía una particular relación con la comunidad: «ellos iban allá a los servicios normales. De hecho, yo veo que la comunidad a ellos los quiere. […] Pese a todo el mal que han hecho. […] Ellos no eran tan visibles como de pronto sucede con las AUC [Autodefensas Unidas de Colombia], que son como más visibles y todo el mundo ya sabe, y es una convivencia. […] Con la guerrilla están más en el monte, en la zona totalmente rural. Ellos tienen contacto con campesinos y son más de… Yo pienso, como de vigilar y como de actuar, porque ellos buscan la manera de actuar y de hacer hostigamientos. Es como más una cosa de inteligencia…» (Entrevista 8, septiembre 19 de 2009).

Y en medio de la estrategia de distribución territorial, que ponen en práctica algunos grupos armados ilegales en Colombia, si en la zona rural estaban las FARC, en el área urbana y algunos corregimientos de Aguadas, como Santiago de Arma, donde residía Elvia desde los 14 años, el control territorial, social y político estaba en manos de los paramilitares comandados por ‘Ernesto Báez’. Mientras tanto, la postura pasiva del Ejército y la Policía hacia las acciones del paramilitarismo aumentaba la sospecha de una posible complicidad.

Habría que preguntarse, ¿por qué se preparaban operativos militares y se desplegaban numerosas unidades para combatir y expulsar a las FARC del área, pero se era indiferente ante las atrocidades que cometía el paramilitarismo en la zona urbana y en algunos corregimientos, como Arma?

A propósito de esta presunta connivencia, Elvia evoca una conversación que tuvo en Arma con un suboficial del Ejército, durante la única llegada masiva de militares que ella recuerda: «él me preguntó ‘¿cómo está la zona?’ Y yo le dije, ‘no sé cómo está porque yo no salgo de mi casa. Pues si no saben ustedes, que son los investigadores. Yo le devuelvo la pregunta, ¿usted cómo encuentra la zona?’ Y dice, ‘no, acá no pasa nada’» (Entrevista 7, agosto 23 de 2009). Pero la cercana relación era bien conocida por la población aguadeña, que se indignaba, pero callaba, al enterarse de las fiestas que hacían miembros de la fuerza pública con paramilitares, en dos fincas de la zona (Entrevista 8, septiembre 19 de 2009).

Más adelante profundizaremos en el periodo en que los paramilitares dominaron el corregimiento de Arma, donde Elvia vivía con su abuela y dos de sus hermanos. Su influencia se extendía a la zona urbana de Aguadas y parte del norte de Caldas. Entre 1999 y 2006, el paramilitarismo ejerció su poder sobre la movilidad de las y los habitantes de Aguadas, pero también sobre su forma de pensar y expresarse. En Aguadas casi nadie denunciaba lo que estaba sucediendo. El miedo propiciaba el silencio y la prudencia era más conveniente que andar buscando problemas, la muerte o en muchos casos el destierro.

Es posible que la situación fuera similar a la descrita por una investigadora académica que ha estudiado el destierro en Caldas: «…la coacción es tan poderosa que las alternativas existentes son obedecer y someterse, morir o salir del territorio como un modo de negación y rechazo a la forma de vida impuesta, pero también como única salida para conservar o mantener la vida y la dignidad humana» (Palacio, 2004: 86).

Algunas de estas silenciosas personas eran campesinas y campesinos que se dedicaban a cultivar sobre todo café, pero también productos de pan coger, como tomate, pepino, árboles frutales de maracuyá, naranja, mandarina y papayuela, y en la región de tierra fría, papa; otras destinaban su tiempo a alimentar cerdos, pollos y por la tierra fría, ovejos. También la ganadería ocupaba un destacado lugar en la economía aguadeña.

Elvia describe de forma general a su terruño: «el municipio de Aguadas es un pueblo muy cívico, de clima frío y se destaca por las tradiciones de las personas que les gusta mucho el trabajo artesanal, el trabajo con la paja. Esos saberes, en las familias que son típicas de Aguadas, pasan de generación en generación. […] Aguadas es un pueblo también de tradición muy campesina, tiene todos los climas y creo que esa es una ventaja muy grande que beneficia mucho a la comunidad» (Entrevista 1, junio 17 de 2009).

Precisamente fue esta comunidad la más afectada con la seguidilla de secuestros,9 el recurrente pago de extorsiones y el robo de cientos de cabezas de ganado, delitos todos cometidos por las FARC. ¿La solución pensada? Armar un escuadrón de paramilitares que repeliera la amenaza guerrillera, que se ensañaba contra la comunidad aguadeña.

Históricamente, las actividades de la guerrilla en Caldas se remiten a la presencia en los años ochenta del Ejército Popular de Liberación (EPL) y el M–19, en el occidente, en límites con Risaralda. A finales de dicha década, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) hace presencia en Manizales y Chinchiná, pero diversifica su accionar y composición a comienzos de los noventa. Las FARC comienzan a operar con intensidad en esta década, concentrando por varios años sus acciones bélicas en el oriente antioqueño y en la carretera Bogotá-Medellín [al igual que el ELN], siendo Caldas el departamento más afectado del Eje Cafetero por el impacto del conflicto armado interno.

La arremetida guerrillera en el Viejo Caldas es reciente, como lo comprueban las cifras del Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario, ya que «…la presencia de organizaciones alzadas en armas que en 1985 se registraba en 2% de los municipios cafeteros, diez años más tarde se extiende al 53%. […] En el 2000 se triplica la actividad armada en el Viejo Caldas respecto de los niveles registrados durante la década del noventa» (Vicepresidencia de la República, 2001: 148–149).

Para la guerrilla, dominar parte de la cordillera y ampliar su control político, económico, social y ante todo geográfico, no era una cuestión de poca monta, de ahí la importancia de lograr moverse por la zona montañosa del Viejo Caldas y de Aguadas [veredas Río Arriba y Mermita, en límites con el oriente antioqueño].

Su relevancia geoestratégica ha sido estudiada por Miguel Borja, quien reflexionó sobre algunas particularidades de este territorio: «…la región constituye un cruce de caminos y un espacio de integración de diversas regiones. Ahí radica la importancia para la geopolítica de la guerra, pues el control del Antiguo Caldas permite dominar buena parte del país […] En el momento en que la guerra se desplaza hacia el Antiguo Caldas, puede afirmarse desde el punto de vista de la geopolítica de la guerra, que el conflicto está tocando el pivote geopolítico, el cruce de caminos y de economías desde cuyo dominio puede generarse el control de la nación» (Borja, 2004: 223).

4. La respuesta a la amenaza guerrillera: semblanza de uno de los personajes que más podría esclarecer la historia del narcoparamilitarismo en el norte de Caldas

Colombia nos prefiere en la política, que dando bala.

Ernesto Báez10

El ‘éxito’ que tenían el paramilitarismo y las cooperativas de seguridad rural, conocidas también como Convivir, en el vecino departamento de Antioquia, contagió a quienes venían siendo afectados por el accionar de la guerrilla en Caldas, que pensaron en la implantación de esas estructuras armadas como la respuesta más adecuada para contrarrestar el inmenso poder que la guerrilla tenía para entonces. Un caso específico es el del suroeste de Antioquia, donde operaban «las autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, con sus grupos de choque instalados en Betania, Valparaíso, Andes, Jardín y Caramanta. Los grupos paramilitares «Colombia sin guerrilla» y «la metro» y siete asociaciones convivir, con su respectiva licencia y aprobación» (López, 1999: 76).

La idea tomó fuerza y de esta manera en el Eje Cafetero «durante la administración Samper11 se crearon Convivir en 15 municipios de Caldas, en 3 de Risaralda y en 3 del Quindío. La presencia de grupos de autodefensa desde los años ochenta coincide con municipios donde se crearon cooperativas de seguridad…» (Vicepresidencia de la República, 2001: 150-151).

La histórica influencia del narcotráfico y sus costumbres en el Viejo Caldas, tras el impacto de la crisis cafetera, coadyuvó a que se ambientara la idea de las Convivir como una efectiva solución contrainsurgente. Tampoco se debe olvidar que La Dorada (Caldas) fue uno de los centros de operaciones de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio, que tenían como epicentros a los municipios de Puerto Triunfo (Antioquia) y Puerto Boyacá (Boyacá).

Además de Ramón Isaza, uno de los promotores del paramilitarismo en esta zona del país fue el vehemente ideólogo político Iván Roberto Duque, ex militante del partido Liberal y quien fue uno de los fundadores en 1989 del partido político Movimiento por la Reconstrucción Nacional (Morena), que lo catapultó hasta ser Concejal de Puerto Boyacá.

Él había llegado como asesor y tiempo después fue Secretario General de la Asociación Campesina de Ganaderos y Agricultores del Magdalena Medio (Acdegam), organización embrionaria de las autodefensas en esa zona, que fue fundada, entre otros, por Pablo Emilio Guarín, Representante a la Cámara por el partido Liberal, asesinado en 1987, y por el narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha, alias ‘El Mexicano’ (Corporación Observatorio para la Paz, 2002).

Uno de los principales artífices del surgimiento del paramilitarismo en el norte de Caldas fue ‘Ernesto Báez’, como quiso que le llamaran una vez salió de la cárcel, y a quien, por su determinante influencia en la zona estudiada, debemos dedicarle un espacio en este análisis de contexto.

Nacido en Aguadas el 9 de mayo de 1955, profesor de Química del Colegio Nuestra Señora de Manizales, debe su histrionismo12 como orador a sus estudios de Derecho en la Universidad de Caldas, donde se graduó como Abogado (Periódico El Colombiano, 2005).

Tras su incursión en la política como representante del paramilitarismo en el Magdalena Medio, ofició como Secretario de Gobierno de Boyacá y asesor jurídico de dicha gobernación. Antes había sido Alcalde de La Merced, al norte de Caldas. En 1994 fue encarcelado por presunta creación de grupos paramilitares y cargos de homicidio múltiple, ya que se le sindicaba de colaborar en el asesinato de Jairo Hernández, Concejal de Puerto Boyacá, ocurrido en 1991.

Fue en Puerto Boyacá y Puerto Triunfo, en el marco de afianzar el enfoque político de las autodefensas, donde conoció a Pablo Escobar, ‘El Mexicano’ y profundizó su relación con Fidel Castaño, histórico fundador de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, organización antecesora a las Autodefensas Unidas de Colombia, que tiempo después catapultaron sus hermanos Vicente y Carlos. También en dicha zona se planeó parte del exterminio del partido político de izquierda Unión Patriótica y los ejércitos contrainsurgentes creados fueron entrenados por mercenarios israelíes e ingleses (Periódico El Espectador, 2009).

No fue casualidad que una vez salió de la cárcel Modelo, ‘Báez’ se reuniera con Carlos Castaño, quien afianzaba la mentalidad contrainsurgente en el país, sin duda, el artífice de haber posicionado el paramilitarismo como una forma de pensar y abordar la vida social. Carlos y ‘Báez’ fueron grandes amigos, y mientras el de Amalfi (Antioquia) consolidaba su poder en Córdoba y Urabá, el de Aguadas pensaba cómo influir política y militarmente en el territorio nacional, pero particularmente en el norte de Caldas.

Luego de compartir dos años en el Bloque Metro, con Carlos Mauricio García, alias ‘Rodrigo Doble Cero’, adhiere en 2000 al Bloque Central Bolívar (BCB), donde se unen ‘Ernesto Báez’, Carlos Mario Jiménez, ‘Macaco’ y Rodrigo Pérez, ‘Julián Bolívar’, máximos comandantes de esta agrupación, que tenía autonomía de las AUC. El BCB se constituyó en un bloque muy poderoso, que llegó a tener «5500 hombres y 29 frentes en 10 departamentos» (Revista Semana, 2004). Para 2004 algunas fuentes le atribuían presencia en 22 departamentos (Revista Semana, 2006).

El BCB dominaba zonas estratégicas para la producción de cocaína, como el Bajo Cauca antioqueño, sur de Bolívar, bajo Putumayo, Catatumbo y Nariño. Para la época, en Caldas los cultivos de coca «se localizan principalmente en los municipios de Samaná, Pensilvania, Norcasia y en las zonas de San Diego, Berlín y Florencia, que limitan con el suroeste de Antioquia», pero con cifras insignificativas frente al promedio nacional (Defensoría del Pueblo, 2003).

Antes de organizar la llegada a Caldas, el BCB desplegó su poder en otros lugares, como por ejemplo el departamento de Bolívar, donde ‘Báez’ creó en Simití la Escuela Superior de Estudios Políticos Fidel Castaño, en la que dictaba cursos a los comisarios políticos. Su anhelo siempre fue ser Senador de la República, como varias veces lo manifestó abiertamente: «eso fue antes de que la Corte Constitucional nos tumbara la sedición [incluida de forma preliminar en la Ley de Justicia y Paz]. El senador iba a ser yo» (Periódico El Espectador, 2009).

‘Báez’ se acogió a los beneficios de la Ley de Justicia y Paz13 tras su presunta ‘desmovilización’, junto a 1921 paramilitares, de los frentes Nordeste Antioqueño, Bajo Cauca y Magdalena Medio, del Bloque Central Bolívar, el 12 de diciembre de 2005 en la vereda San Cristóbal, del corregimiento Santa Isabel, municipio de Remedios, Antioquia (Presidencia de la República – Oficina del Alto Comisionado para la Paz, 2006: 60).

En las múltiples versiones libres ante la Fiscalía, ha insistido en declararse sólo como un comandante político, que jamás empuñó un arma, ni asesinó, desapareció o desplazó forzadamente alguna vez. Sólo 33 meses después aceptó un cargo, en diciembre de 2009, por concierto para delinquir agravado. Sacándole el cuerpo a su responsabilidad militar, llegó a manifestar: «yo toda la vida he sido un gurú político y respiro política por los poros» (Periódico El Espectador, 2009). Algunos comunicados de las AUC los firmaban Salvatore Mancuso y ‘Ernesto Báez’, a nombre de la Dirección Política de ese grupo.

Lo cierto es que se resiste a aceptar cualquier responsabilidad en las acciones militares, con afirmaciones como la siguiente, típica de su particular histrionismo, mezcla de hilaridad e histeria: «mis manos no están manchadas de sangre y nunca tuve injerencia en la tropa» (Revista Cambio, 2009b).

Pero las autoridades tienen serios indicios que la realidad fue bastante distinta, ya que se le atribuyen 18 delitos, 13 de los cuales cometió presuntamente en Caldas. Concretamente se le atribuyen 28 homicidios, 22 cometidos en territorio caldense. Tiene pendientes dos condenas por concierto para delinquir. Se encuentra preso en la cárcel de Itagüí (Antioquia).

5. El Frente Cacique Pipintá: estructura que operó en Aguadas, pero que nunca se desmovilizó

Elvia no recuerda la fecha precisa de la llegada del paramilitarismo a Aguadas, pero sí sospecha las razones de su arribo: «yo creo que era porque ya habían muchos secuestros de hacendados de la zona, había mucho robo de ganado; pienso que esas cosas fueron las que generaron la presencia de estos actores armados allá» (Entrevista 2, junio 23 de 2009).

Los orígenes del Frente Cacique Pipintá, zonas de operación y campos estratégicos de su accionar, son descritos por la Vicepresidencia de la República, que lo caracteriza como una «agrupación cuya naturaleza está muy asociada al narcotráfico, que sin embargo ha tratado de incidir en la política regional y local, particularmente en el norte del departamento, especialmente en Aguadas» (Vicepresidencia de la República, 2006: 8)

El portal de Internet Verdad Abierta, que ha hecho un sistemático análisis del paramilitarismo en Colombia y el proceso de ‘desmovilización’, también ha documentado cómo y cuándo surgió esta agrupación, que en su comienzo (1998) se llamó Frente Caldas, y que posteriormente extendió su radio de acción a varios municipios del Eje Cafetero. «Esta estructura paramilitar surgió en 1998 por disposición estratégica de Carlos Mario Jiménez Naranjo, alias ‘Macaco’, máximo líder del Bloque Central Bolívar. Su propósito era hacer presencia en los departamentos de Caldas y Risaralda, su tierra natal, y encomendó su dirección política a Iván Roberto Duque Gaviria, alias ‘Ernesto Báez’» (Verdad Abierta, 2011a).

En sus inicios, el Frente Cacique Pipintá fue una estructura dependiente del Bloque Metro, que operaba en Antioquia bajo el mando de alias ‘Rodrigo Doble Cero’. Pero la influencia del BCB no podía dejar de llegar al centro, occidente y norte de Caldas, departamento de las entrañas de ‘Ernesto Báez’: «el Cacique Pipintá, […] compuesto por unos 120 hombres y cuatro escuadrones de contraguerrilla que actúa en los municipios de Aguadas, Pácora, La Merced, Salamina, Filadelfia, Aranzazu, Neira, Manizales, Villamaría, Chinchiná y Palestina. En 2001, este frente inundó a Aguadas con un panfleto en el que notificaba a candidatos al Congreso, concejales, funcionarios y al alcalde, que declaraba indeseables a los políticos corruptos y clientelistas. Los calificaba como «engendros criminales más nocivos que la guerrilla»» (Revista Semana, 2006).

Su presión comenzó con estos panfletos, también pintaban grafitis amenazantes, las personas perdieron su libertad, ya que no podían estar sino hasta determinada hora en la calle y los hombres no podían llevar el pelo largo, ni aretes puestos; incluso a una persona que no se quiso quitar un arete que llevaba puesto, le cortaron una oreja (Entrevista 5, agosto 15 de 2009).

Se encargaban de propagar comentarios, rumores y chismes sobre las personas incluidas en unas listas, elaboradas por ellos, con los nombres de quienes declaraban objetivo militar, y que tenían dos opciones: huir o morir asesinadas. Luego comenzaron los asesinatos selectivos, las desapariciones forzadas y los destierros.

La presión del Pipintá influenciaba de forma determinante en el diario vivir: «ellos son personas común y corriente, es normal usted entrar a una cafetería y encontrarse un personaje de estos, es más, hasta te pueden ofrecer una gaseosa. O los encuentras en las esquinas. En mi caso, que arreglaba ropa, era muy normal encontrar una persona de esas que fuera a que yo le arreglara un pantalón. Porque ellos están dentro de la comunidad. […] La vida es generalmente como normal, entre comillas, no es sino que usted cumpla las normas de ellos» (Entrevista 4, agosto 2 de 2009).

Uno de los centros de operaciones de este frente era el corregimiento de Arma, estratégicamente ubicado a 45 minutos del casco urbano de Aguadas, una zona más ganadera que cafetera. Ahí se movían tres estructuras, mimetizadas en la comunidad. Los combatientes eran identificados por el comandante que los tenía bajo su mando. Es decir, un ‘paraco’ [como les decían en la zona] era de tal comandante. Los jefes tenían sus casas y carros en Arma (Entrevista 8, septiembre 19 de 2009).

El grupo afirmó haber llegado por los sucesivos secuestros y vacunas que debían pagarle los hacendados a las FARC.14 Y arribaron a implantar el terror sobre la comunidad y a intimidar a punta de asesinatos selectivos, desapariciones forzadas y destierros.

El Banco de Datos del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep, 2004) registra la arremetida paramilitar en Caldas durante 2001, 2002 y 2003; específicamente en Aguadas se presentaron los siguientes incidentes en 2001: septiembre 10, una persona ejecutada y posteriormente descuartizada; septiembre 22, tres personas asesinadas y la pintada del grafiti: «muerte a sapos de la guerrilla»; los lugareños afirmaron que los paramilitares tenían una lista de 20 personas para asesinar. En septiembre 24, una persona asesinada; en noviembre 1, dos personas asesinadas; y el 30 de diciembre fue asesinado el Concejal Francisco de Paula López.

En 2002 se incrementaron los asesinatos: dos personas el 4 de febrero; una mujer el 21 de junio; dos personas más el 26 de agosto; otra persona el 30 de agosto; al día siguiente una víctima más; el 5 de septiembre dos personas; en septiembre 29 asesinaron a otra; y el día siguiente a dos más. En 2003 al parecer baja la intensidad, sólo son reportados cuatro asesinatos, en marzo 30, abril 3, y dos el 28 de agosto (Cinep, 2004).

Otras fuentes, como el Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario, detalla el número de homicidios cometidos en Aguadas durante el periodo en que llega el Frente Cacique Pipintá a la zona. Según cifras de la Policía Nacional, en estos años se presentó un aumento en las muertes violentas [entre paréntesis]: 2000 (28), 2001 (28), 2002 (38), 2003 (47) (Vicepresidencia de la República, 2004: 25).

Pese a la dimensión y gravedad de estos casos, la cifra de homicidios puede ser mayor, ya que se debe recalcar que una forma de actuar que tuvo el Frente Cacique Pipintá fue asesinar en Aguadas pero dejar los cuerpos de las víctimas en municipios aledaños del vecino departamento de Antioquia; también tenían estrategias para desaparecerlos, al respecto Elvia recordó:

Allá se asesinaban tres o cuatro personas, asesinaban dos. Sino que el modus operandi de estas personas es como de pronto muy inteligente; decían, ‘es que asesinaron tantas personas, pero las tiran en diferentes partes, o las tiran al río’. Es como muy complicado. […] Resulta que nosotros estamos en medio de varios municipios, entonces no es sino pasar el río y queda en jurisdicción de otro municipio, Abejorral, La Pintada y algunas zonas rurales de Sonsón. ¿Entonces qué hacen? Asesinan acá y tiran el muerto allá, entonces ese muerto ya no va a aparecer en el registro de Aguadas (Entrevista 2, junio 23 de 2009).

Ampliando su recuerdo, agregó:

eso es una estrategia que ellos hacen, porque a veces… Que cuando los políticos hacen pacto con ellos, dicen: ‘maten, pero no me ensucien la zona’; entonces los muertos los pone este municipio pero los registra otro. […] Por ejemplo, la mayoría de muertos de mi corregimiento todos los encontraban en Abejorral. […] Es pasar el río [Cauca]15 y allá al otro lado está su muerto, entonces le corresponde a La Pintada; o pasar el río [Arma] y le corresponde a Abejorral, y listo (Entrevista 2, junio 23 de 2009).

Evadiendo el compromiso firmado en el Acuerdo de Santa Fe de Ralito del 15 de julio de 2003, para desmovilizar todos los grupos paramilitares, el Frente Cacique Pipintá, dependiente del Bloque Central Bolívar, nunca desmontó su estructura militar y política. Es más, dejó esperando al Alto Comisionado para la Paz, Luis Carlos Restrepo, y a la comunidad internacional, que llegaron el 15 de diciembre de 2005 a la vereda La Esperanza, de Santuario, Risaralda (Periódico El Tiempo, 2005).16

En su momento, se argumentaron «problemas logísticos» y Restrepo añadió que los comandantes ‘Báez’ y ‘Macaco’ «dijeron que no tenían capacidad de mando sobre ellos» (Periódico El Colombiano, 2005A). Ese día se desmovilizó el Frente Mártires de Guática, pero el Cacique Pipintá nunca llegó (Presidencia de la República – Oficina del Alto Comisionado para la Paz, 2009a: 251-252).

Se continuó así viviendo la tensa calma que siempre se sintió en Aguadas, donde muchas personas habían naturalizado la situación de dominio paramilitar, que pese a ser repudiada por la gran mayoría de habitantes, no dejaba de tener sectores que expresaran manifestaciones de simpatía hacia su manera de operar:

En el pueblo la gente estaba, digamos entre comillas, como acostumbrada a convivir con los grupos que estaban haciendo presencia ahí. […] Es una contradicción, pero hay gente que se acostumbra y hasta se sienten protegidos por la presencia de estos grupos. Decían que se acababan los ladrones, que se acababa la delincuencia, que ellos estaban era para proteger a los pobres. Gente que de pronto no tiene una visión política o que no van más allá de las consecuencias, sino que lo que ven y lo que escuchan y ahí se quedan. De pronto no les ha tocado dar su cuota, entonces lo ven como muy normal y hasta chévere (Entrevista 3, julio 20 de 2009).

Sobre la manera en que eran identificados como personas que podían ejercer justicia, también agregó:

lo que a mí me parecía inconcebible es que se sentían protegidos, mucha gente se sentía protegida; por ejemplo, las familias donde de pronto habían niñas y la chica andaba con el comandante o con uno de rango alto de esos grupos, ‘ah no, es que mi hija anda con el ‘duro’ de ahí’. Entonces era como una manera de tener poder dentro de la misma comunidad. ‘Es que conmigo no se puede meter porque mi hija anda con los duros’. […]

La gente que de pronto se ampara en que… ‘No es que como ese se me robó una gallina, entonces yo le voy a echar los paracos’. O, ‘como esa muchacha se metió con mi marido, entonces yo le voy a echar los paracos’. […] La gente sabe que lo normal es tenerles miedo y lo normal es que ellos son muy violentos y que son sin escrúpulos para matar una persona por nada, para desterrarla, entonces era como una manera de, ‘es que si yo soy amiga de ellos, entonces yo voy a estar ‘uno a’, porque conmigo nadie se va a meter y yo voy a tener mucho poder’ (Entrevista 4, agosto 2 de 2009).

Relacionamos esta situación analizada con una reflexión hecha por Maria Cristina Palacio, quien caracterizó este tipo de contextos como unos donde impera el orden de facto, que reemplaza al Estado, porque «ante su debilidad y limitada efectividad como garante del orden social, se facilita la inserción de otros mecanismos de control social que impulsan los diferentes actores del conflicto armado; quienes buscan ganar una ‘legitimidad, aunque sea ilegal’, a costa de sustentar sus estrategias violentas en la necesidad de la seguridad y la tranquilidad que el Estado no brinda, pero que ellos sí están en condiciones de ofrecer» (Palacio, 2004: 105).

Las autoridades sabían de la presencia y formas de operar del paramilitarismo en Arma, al punto que algunas funciones que debía cumplir el Estado eran ejecutadas por el Frente Cacique Pipintá, que no sólo ejercía un dominio territorial y político, sino también un control social, sobre el pensamiento y la vida de las personas. Configurando lo que, a modo de hipótesis, proponemos como un orden social alterno:17

De hecho, muchos problemas que debían resolver las autoridades, los resolvían ellos. Un ejemplo: cuando hacían un hurto, cualquier ciudadano se robaba algo, entonces no iban a las autoridades, sino que iba la persona y le decía al paramilitar, entonces el paramilitar iba y le decía al implicado: ‘bueno, usted se ‘abre’18 o lo matamos, o tiene que devolver las cosas’. Era de una manera directa y siempre hacían ir la persona o si no la persona aparecía muerta. […] Ellos llegan a tener tanto dominio que ya hasta las cosas familiares… Cuando hay violencia intrafamiliar, cuando hay conflictos de pareja, hasta ellos se inmiscuyen en ese tipo de cosas. […] Hay personas que le dicen al esposo, ‘si usted me la sigue ‘montando’,19 entonces yo voy donde el comandante y le digo’. Eran dominando absolutamente como todo (Entrevista 8, septiembre 19 de 2009).

6. Algunos impactos del desplazamiento forzado en Caldas (1999 – 2006)

Hemos expuesto el análisis del contexto en que desplegaban sus acciones la guerrilla de las FARC y el paramilitarismo en el norte de Caldas, organizaciones que generaron múltiples impactos sobre la población civil. Esta situación de conflicto armado, social y político propició una crisis humanitaria de inmensas proporciones, que se evidenció en el desplazamiento forzado20 de miles de personas en todo el Eje Cafetero, constituyéndose Caldas en el departamento más afectado (Castrillón y Palacio, 2005).

En comparación con otros territorios donde el conflicto armado arreció, en el Eje Cafetero no se presentó una situación tan grave; pero la escalada de la confrontación armada en este territorio es evidente, si analizamos las cifras de personas víctimas de desplazamiento forzado recepcionadas en el periodo 1999-2005. Es fundamental revisar con detenimiento la forma en que se multiplicaron los procesos de desplazamiento forzado en Caldas a partir de 2001, cuando se comenzó a afianzar el paramilitarismo en el departamento. Las tablas 1 y 2 evidencian las variaciones.

Tabla 1. Personas expulsadas del departamento de Caldas

Año

Víctimas de desplazamiento forzado

1999

153

2000

665

2001

4947

2002

19.896

2003

7567

2004

6654

2005

8864

Fuente: Elaborada por el autor, tomando las cifras del estatal
Registro Único de Población Desplazada-Acción Social

Tabla 2. Personas recepcionadas en el departamento de Caldas

Año

Víctimas de desplazamiento forzado

1999

102

2000

1288

2001

3842

2002

12.999

2003

5546

2004

4669

2005

4075

Fuente: Elaborada por el autor, tomando las cifras del estatal
Registro Único de Población Desplazada-Acción Social

A esta situación de destierro se le debe agregar el alto número de homicidios: Aguadas fue el municipio más violento del norte de Caldas entre enero de 2000 y abril de 2006, registrando 45 de las 106 muertes violentas que se presentaron;21 cerca estuvo Salamina con 33, pero muy lejos el resto de poblaciones del norte, Aranzazu (11), Filadelfia (8), Pácora (6) y La Merced (3) (Vicepresidencia de la República, 2006: 29).

De igual manera, la desaparición forzada fue otra práctica desplegada por los grupos paramilitares que operaban en Aguadas, aunque no se cuente con cifras oficiales que respalden la magnitud de este crimen. Nos apoyaremos entonces en testimonios que evidencian la existencia de las víctimas de desaparición forzada en Aguadas. Es un ejercicio que consideramos contribuye a documentar procesos de recuperación de la memoria histórica, que en ocasiones pasan desapercibidos. Emergen entonces emprendedores de la memoria (Jelin, 2002), como el padre Jairo Salazar.

Elvia recordó una forma de honrar a algunas personas de las que nunca se volvió a saber nada acerca de su paradero: «el padre [Jairo Salazar] invitó a la comunidad a que todos los que habían sido víctimas o les habían asesinado a un miembro de su familia, que llevaran la foto, que iban a hacer un mural para conmemorar… Como un homenaje a las víctimas, hubo una misa y una homilía muy linda. La gente colocó su fotico» (Entrevista 3, julio 20 de 2009). Muchas personas llegaron y varias paredes fueron cubiertas con imágenes de las víctimas.

Jairo Salazar era el párroco de la iglesia de la Inmaculada Concepción de Aguadas y se constituyó en una voz de denuncia del accionar paramilitar. A propósito del asesinato del Alcalde Iván Rincón, el religioso manifestó su preocupación, en unas declaraciones entregadas al periódico La Patria: «desde hace tres años operan fuerzas oscuras que han dejado unas 80 personas muertas y un alto número de familias extorsionadas y otras desplazadas» (Periódico La Patria, 2003a).22

Elvia recuerda lo fundamental que fue su influencia sobre la comunidad, ya que denunciaba los hechos y hacía caer en cuenta a la gente de la gravedad de la situación: «era el que más le tiraba duro [al Frente Cacique Pipintá] y el que se daba la ‘pela’ por la comunidad. El que invitaba a la gente y hacía campañas de visibilización y colocaban murales grandísimos de la gente que asesinaban. Decía ‘esto no puede seguir siendo así’. Las homilías y los entierros de las personas asesinadas eran muy conmovedores, eran impresionantes. Él decía: ‘no podemos permitir de que en nuestro territorio lleguen estos tipos a matarnos la gente, no lo podemos permitir’. Él les tiraba muy duro y a él le mandaban muchas amenazas, le mandaban sufragios y tarros de formol» (Entrevista 3, julio 20 de 2009).

Desde el púlpito deploraba la grave situación y animaba a «las multitudes de gente que iban» a la eucaristía del domingo a repudiar las acciones del paramilitarismo, o a quienes le escuchaban en la radio, por la Voz de Aguadas y la Voz del río Arma, y lo veían en Tele Aguadas: «en las misas él invitaba, decía tal día vamos a hacer una marcha, traigan pañuelos blancos y nos vamos a concentrar en tal parte y vamos a rechazar el accionar, la presencia de estos grupos. Él decía: ‘fuera de aquí, no los queremos, no queremos que nos estén matando la gente’» (Entrevista 4, agosto 2 de 2009).

Según Elvia, la forma de actuar y proceder del padre Jairo Salazar propició reflexiones en varias personas en Aguadas, acerca de lo que se estaba viviendo, y las acciones que promovía contribuyeron a honrar la memoria de las víctimas.23 Esta labor fue considerada como una afrenta para los paramilitares, quienes lo obligaron a abandonar el pueblo. Pero los múltiples impactos de la violencia narcoparamilitar, que impulsaron la huida del párroco de Aguadas, no solamente fueron infligidos sobre las autoridades religiosas, muchas autoridades políticas y servidores públicos fueron amenazadas, desterradas y asesinadas.

7. El riesgo de trabajar como servidor público en Aguadas: seguidilla incesante de asesinatos

El dominio histórico de la política caldense estuvo durante mucho tiempo en manos de dos políticos de antaño, el liberal Víctor Renán Barco y el conservador Omar Yepes Alzate, quienes manejaron los poderes electorales en este departamento durante décadas. También de manera muy tímida el Movimiento Obrero Independiente Revolucionario (MOIR) tuvo presencia política en Aguadas.

La mayoría de políticos asesinados en Caldas pertenecían a las toldas ‘barquistas’ o ‘yepistas’. Aguadas era de hegemonía conservadora, pero el barquismo también era fuerte. Pero al momento de asesinar no hubo distingo de militancia política. El narcoparamilitarismo en el norte de Caldas asesinó políticos de todos los orígenes y estirpes. Hay características particulares del asesinato político como herramienta de intimidación, pero sobre todo como una forma de despejar dudas acerca de quiénes tenían más poder en la zona.

En Aguadas no sólo fue asesinado el Alcalde conservador Iván Rincón en agosto de 2003, hecho que se constituyó en la mayor afrenta contra la institucionalidad, sino que representantes de distintos niveles del Estado y políticos de diversos movimientos cayeron en medio de la estrategia político – militar del Frente Cacique Pipintá: desaparecer a todas las personas que no se sometieran a su dominio. Funcionarios de los poderes Ejecutivo (Alcalde), Legislativo (Concejal) y Judicial (Fiscal) fueron asesinados en este pequeño pueblo caldense.

De esta manera, el accionar narcoparamilitar se evidenció, por ejemplo, el 30 diciembre de 2001, en la vereda El Oro, de Aguadas, donde fueron asesinados el Concejal liberal Francisco de Paula López, ex Presidente del Concejo, conocido como ‘el padre’ [ya que había sido cura], y Fabiola Ospina, su esposa, quien había sido Concejal de Aguadas. Esta familia había sufrido ya el homicidio de Gabriel Ospina Gutiérrez, ex Tesorero del municipio de Aguadas, también liberal y sobrino del ‘padre’ López, asesinado el 31 de agosto de 2001 en Medellín, a donde huyó luego de salvarse de un atentado perpetrado en Aguadas.

Parte de la comunidad aguadeña estimaba a López. Elvia, que pasaba a saludarlo cuando iba al casco urbano de Aguadas, lo recuerda con cariño: «él era muy amable, me contaba historias, me contaba cosas del Concejo. […] Él era una persona cercana a mis afectos, el ‘padre’ López. Y con él había como mucha relación, porque él formulaba… Le mandaba medicamentos a la gente y eran medicamentos muy efectivos, entonces todo mundo lamentó la muerte de él, más que todo por eso. Uno desde niño siempre tenía la imagen del ‘padre’ López como la persona que lo curaba, como el médico, prácticamente. Era una persona muy amable, muy sociable» (Entrevista 8, septiembre 19 de 2009).

Fueron muchas más las muertes, por ejemplo el 26 de octubre de 2001 fue asesinado Augusto Soto, funcionario de la Fiscalía General de la Nación en Aguadas. En agosto de 2002, asesinaron en Aguadas a Nelson González Grisales, hermano del Representante a la Cámara Oscar González Grisales, para entonces militante del Movimiento Liberal barquista.

Pero como afirmábamos, hubo un hecho que estremeció a la comunidad de Aguadas. El 3 de agosto de 2003 fue asesinado por dos sicarios, en el parque principal del corregimiento de Arma, el Alcalde conservador Iván Rincón Henao, hecho que conmocionó a la sociedad aguadeña, ya que el político era admirado y querido por gran parte de la gente del pueblo.

Él se había trasladado hasta Arma para inaugurar la obra de pavimentación de las calles del parque principal, y encontró la muerte en la madrugada, luego que le propinaran dos tiros, tras un corte en el fluido eléctrico, y mientras algunos hombres de su seguridad se habían ido a calmar una riña entre dos mujeres. De 46 años, casado y con dos hijos, Rincón era muy conocido entre la comunidad, ya que trabajó durante varios años en la Caja Agraria. Había sido elegido el 14 de abril de 2002 con 7065 votos, sacándole más de 6000 votos al candidato que ocupó el segundo lugar.

Elvia no se dio cuenta del asesinato en la madrugada, porque al ser una persona casera y alejada del ambiente festivo de la noche, no quiso participar en la gran celebración que se preparó para inaugurar la obra pública. Pero a la mañana siguiente, una vecina le contó la impactante noticia, que aún le cuesta trabajo comprender: «pasados ya muchos años, yo creo que en Aguadas tampoco logran, ni logramos, asimilar por qué pasó eso. La verdad es que Iván era un personaje muy reconocido en Aguadas, había ganado mucha credibilidad entre la comunidad, de hecho él fue elegido una vez y luego lo volvimos a reelegir, y de verdad que en el momento en que ocurrió eso, todo mundo quedó impactado y como paralizado, porque fue una cosa que causó mucho impacto y mucho repudio y que la gente siempre se preguntaba de dónde viene y por qué y qué pasó ahí. […]

Es algo que todavía me sigo preguntando, porque si es por la gestión que él estaba realizando, pues Aguadas tenía problemas y todo, pero él estaba llevando un buen gobierno y la gente estaba contenta. Y nos parecía una persona muy honesta, entonces es algo que todavía yo creo que todo mundo se pregunta qué pasó ahí. No tenemos la respuesta» (Entrevista 3, julio 20 de 2009).24

El diario La Patria de Manizales dedicó dos editoriales seguidos al homicidio de Rincón, los días 4 y 5 de agosto de 2003. En el texto del segundo día se afirma: «la muerte apunta a la nuca de los caldenses. Son asesinados indistintamente ciudadanos comunes y funcionarios públicos que han prestado su servicio a la sociedad. Lo que faltaba era que los criminales traidores y pérfidos asestaran el golpe mortal en la persona de un alcalde. Y ya lo hicieron. Asesinaron al de Aguadas porque cumplía con su promesa de funcionario que se debe a su comunidad sin distingos. Seguramente la vida honesta en la función pública causaba estorbos en el camino de los delincuentes» (Periódico La Patria, 2003).

Otra muerte ocurrió el 21 de mayo de 2004, en la galería (plaza de mercado) de Manizales, cuando fue asesinado Fernando López Ramírez, Concejal de Aguadas, quien pese a huir hasta la capital caldense, no logró salvarse de las amenazas del Frente Cacique Pipintá. Elvia lo recuerda muy bien: «él vivía en Aguadas y luego se fue. Yo a él lo conocí en unas farmacias. Él inicialmente tenía unas farmacias, luego se fue vinculando al campo político, fue elegido Concejal, creo que era como independiente. […] Yo sabía que él inicialmente se había ido y pues… Pasó lo que ya le tenían pronosticado. [Dicen] que él se había tenido que ir por que se había puesto por ahí de ‘boquiabierto’; era lo que comentaban en el argot popular» (Entrevista 2, junio 23 de 2009).

El portal de Internet Verdad Abierta retomó una noticia del periódico La Patria de Manizales y narró los hechos: «los paramilitares desterraron al concejal del municipio en el 2003, cuando denunció nexos de los delincuentes con políticos de Aguadas. Inicialmente le hicieron un atentado en el pueblo, del cual se salvó. Pero un año después, acudió a una cita en Manizales, donde lo asesinaron» (Verdad Abierta, 2009b). Ramiro López Ramírez, hermano del Concejal, también fue asesinado en Aguadas cuatro días después, el 25 de mayo.

Finalmente, se deben sumar los homicidios de dos hermanos de la familia González Grisales: Jorge Iván, en noviembre de 2004, en la vereda Blanquita de Aguadas, y el Senador liberal Óscar, «la mano derecha de Víctor Renán Barco,25 es un Congresista también de Aguadas, de una familia aguadeña, casado con una profesora del Liceo. Y sé que lo asesinaron en una oficina en Manizales», recordó Elvia (Entrevista 2, junio 23 de 2009). Fue en marzo 18 de 2005, en la céntrica sede del directorio local de su partido.

Algunas pistas indican que fue la estructura dependiente del Bloque Central Bolívar quien cometió la mayoría de estos asesinatos: «‘Alberto Guerrero’, comandante del frente Cacique Pipintá, confesó que participó en el asesinato del congresista Óscar González Grisales; en el del alcalde de Aguadas Iván Rincón Henao, y en el del concejal del mismo municipio Fernando López Ramírez. Además, que mandó a matar a 13 personas en Quinchía (Risaralda)» (Verdad Abierta, 2009b). En cambio, ‘Ernesto Báez’ ha negado tajantemente su participación en el asesinato de Iván Rincón, al punto de haber manifestado que prefiere su salida del proceso de ‘Justicia y Paz’ antes que admitir este hecho.

Elvia, quien conoció de primera mano lo ocurrido en Aguadas, ya que su familia sufrió múltiples daños a causa del Frente Cacique Pipintá, y ella vivenció un proceso de destierro, concluyó: «allá la situación era muy compleja. Como le digo, allá asesinaron profesores, asesinaron mujeres, asesinaron políticos, campesinos…» (Entrevista 2, junio 23 de 2009).

8. Parapolítica en Caldas: enmarañado capítulo pendiente de esclarecer

Los tentáculos de ‘Ernesto Báez’ en Caldas lograron cooptar (Garay, 2008) a varios políticos, que a cambio de votos, firmaron su alianza con el Frente Cacique Pipintá. El caso del fenómeno de la parapolítica (Romero, 2007) en Caldas tiene rasgos particulares, ya que miembros de distintas colectividades confluyeron en la estrategia de proselitismo armado que desplegó el narcoparamilitarismo en gran parte del territorio nacional.

Un hecho clave fue el ‘Pacto de La Merced’, surgido a partir de una reunión en un sitio conocido como El Tambor, donde se afirma que participaron ‘Ernesto Báez’ y los políticos liberales Dixon Ferney Tapasco y Enrique Emilio Ángel. Al respecto, el diario de circulación nacional que aventura la hipótesis afirmó: «la investigación constató, a partir de las confesiones de la comandante política Eurídice Cortés Velasco, alias Diana, y los ‘paras’ Luis Ariolfo, alias Cony, y Carlos Vélez, alias el Comandante Víctor, como Ernesto Báez ordenó que en los municipios del norte de Caldas debía votarse por el hoy condenado ex senador Enrique Emilio Ángel y que al detenido congresista Dixon Ferney Tapasco le corresponderían los municipios de Riosucio, Supía, Marmato, Chinchiná y Manizales» (Periódico El Espectador, 2008).

Es probable que sus orígenes liberales propiciaran las alianzas de Báez con políticos que militaban para ese partido en la región; analicemos algunos resultados de las investigaciones de la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía General de la Nación. El primer capturado fue Enrique Emilio Ángel, quien pagó una condena de 45 meses de prisión y una multa de más de 1000 millones de pesos por vínculos con grupos paramilitares (Corporación Nuevo Arco Iris, 2009).

De igual manera, Jairo Alberto Llano fue detenido por vínculos con el Frente Cacique Pipintá (Revista Cambio, 2009). A Llano lo reemplazó Juan Pablo Sánchez, quien fue capturado por los mismos vínculos (Periódico La Patria, 2009). También se desarrollan procesos judiciales en los casos de Dixón Ferney Tapasco, quien renunció a su fuero como congresista, y su padre, Ferney Tapasco. Antes de su muerte, el histórico Senador Víctor Renán Barco venía siendo indagado preliminarmente (Revista Semana, 2008).

En el Partido de la U también han sido investigados por la Corte Suprema de Justicia la ex senadora Adriana Gutiérrez (Periódico El Tiempo, 2007) y el representante a la Cámara Mauricio Lizcano, ambos por presuntos vínculos con el narcoparamilitarismo.

A nivel municipal, es llamativo el caso de La Dorada, uno de los feudos en el Magdalena Medio caldense de Ramón Isaza, histórico comandante de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio. Tanto el ex alcalde liberal Orlando Echeverry, como la ex Presidenta del Concejo, Maribel Galvis, del Partido de la U, se desmovilizaron en 2005 con las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio. Esta última se ha convertido en célebre personaje, al aparecer en una foto, en plena plaza pública de La Dorada, durante un acto de campaña, con la ex senadora Adriana Gutiérrez y con el entonces senador de la U y ex ministro de Hacienda, Óscar Iván Zuluaga, quien fue absuelto por la Corte Suprema de Justicia (Verdad Abierta, 2009c); esto, a pesar del conocimiento público de un intercambio de correos electrónicos entre ‘Ernesto Báez’ y el ex congresista de La U (Revista Semana, 2007).

Adriana Gutiérrez, Óscar Iván Zuluaga y Carlos Arturo Clavijo llegaron al Congreso de la República en 2002 gracias al aval que les dio el movimiento Convergencia Popular Cívica, partido político que tuvo influencias en zonas de dominio paramilitar, como el bajo Cauca antioqueño, el Magdalena Medio y Caldas. La fórmula de Clavijo, quien fue presentado y apoyado por ‘Báez’ en plena plaza pública [según lo registra un video] fue Rocío Arias, representante a la Cámara que fue condenada por sus vínculos con las AUC, quien ya pagó su pena y se encuentra en libertad (Revista Cambio, 2009 A).

Además, dos alcaldes han sido investigados por vínculos con el narcoparamilitarismo, el liberal Justo Capera, quien se encuentra detenido (Verdad Abierta, 2009 D); y Cesar Alzate, del partido de La U, prófugo de la justicia. El ex alcalde de La Dorada, Jaime Gutiérrez Ángel, del partido de La U, fue absuelto por la Fiscalía luego de casi ocho meses de detención (Periódico La Patria, 2009a).

Pese al contexto reseñado, dejaremos para la reflexión una llamativa frase del fallecido Senador liberal Víctor Renán Barco, quien subestimando la inteligencia de muchas personas afirmó: «no creo que en La Dorada los movimientos ilegales pudieran ejercer influencia. El 90 por ciento del electorado es urbano y las AUC ejercen influencia en la zona rural» (Periódico El Tiempo, 2007).

Hay indicios que luego de su aparente ‘desmovilización’, ‘Ernesto Báez’ continuó moviendo sus tentáculos para lograr influir en la política caldense, al punto que su accionar generó la reacción en noviembre de 2005 del entonces Presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, que le ordenó al Comandante de la Policía, Jorge Daniel Castro: «capture a los integrantes de los grupos de autodefensa que intervengan en política. Si el señor [Ernesto] ‘Báez’, mientras no se culmine este proceso y no tenga el visto bueno de la justicia y no se hayan desmovilizado todos los integrantes de su grupo, va a intervenir en política en Pácora, Salamina, Aguadas o en cualquiera de esos municipios de Caldas, captúrelo, general Castro, bajo mi responsabilidad política» (Revista Semana, 2006).

‘Báez’ nunca negó su injerencia en la zona, es más, la confirmó tranquilamente: «he ejercido la política en otros departamentos y cometí un error de lesa patria al mostrarme indiferente a lo que ocurre aquí. Hace casi un año exploro el acontecer político de Caldas y creo que es hora de sumarme a un grupo de amigos que manifestaron su propósito de trabajar en esta empresa de renovación de las costumbres políticas de mi departamento (Periódico La Patria, 2005).

Las influencias de ‘Báez’ en Aguadas al parecer no sólo se debían a que este municipio lo vio nacer, sino a que contaba con el apoyo de políticos y terratenientes de la región. Una investigación hecha por la revista Semana profundiza al respecto: «todo político que quiera hacer algo en ese pueblo [Aguadas] tiene que contar con el visto bueno de ‘Báez’ y de ‘Los Cocholos’ que se mueven en época electoral comprando a 50.000 pesos el voto», afirma un político de la región. ‘Los Cocholos’ son miembros de una familia de la zona muy cercana a ‘Báez’, y tienen fuertes vínculos con el narcotráfico. A finales de los 80 miembros de ese grupo fueron investigados por narcotráfico, pero el caso no prosperó. A principios de agosto de 2004 Semana reveló el descubrimiento de dos modernas aeronaves, incluido un jet, en un complejo cocalero cerca de Simití, sur de Bolívar, perteneciente al BCB. Las aeronaves eran de los amigos de ‘Báez’, ‘Los Cocholos’» (Revista Semana, 2006).

Elvia hace referencia a algunos personajes, que desplegando el método indicial (Ginzburg, 2008) nos permite conjeturar deben ser ‘Los Cocholos’: «[Gente] de Aguadas, que se fueron y luego volvieron, llegaron a comprar fincas. […] Ellos eran los que mandaban y los que decían matemos a este, eliminemos a este; ellos eran los que direccionaban todo el actuar terrorista en el pueblo. […] Los que llegaron allá es gente que eran del pueblo, de Aguadas, concretamente una familia, pero que no voy a decir el nombre; ellos estuvieron un tiempo en Estados Unidos, llegaron con mucho poder, hubo uno de ellos que se postuló para la alcaldía pero igual no quedó. Y decían que manejaban concejales y todo. […] Era una familia muy humilde, muy pobre, unos miembros de esa familia se fueron para Estados Unidos, luego se involucraron con gente de mucho poder de las autodefensas y ellos venían como los ‘delegados’ de los altos rangos de los paramilitares y eran los que venían a direccionar todo. Incluso de gente más poderosa que ‘Ernesto Báez’» (Entrevista 3, julio 20 de 2009).

También profundizó en la influencia de esta familia, que retornó a Aguadas en el año 2000, sobre la comunidad aguadeña: «lo que pasa es que allá llegaron unos personajes que eran de Aguadas y se habían ido y llegaron con mucho dinero. […] Narcotraficantes. Entonces fue de una manera tan arrolladora, tan impresionante, que fue como un monstruo que fue y se devoró a una palomita que estaba indefensa y que necesitaba protección.

Entonces allá llegaron y, ‘¿tú necesitas trabajo? Entonces te damos trabajo. ¿Estás enfermo?’ En navidad les daban muchas cosas. Entonces, a veces la misma necesidad de la gente hacía que vieran a esas personas no como delincuentes, sino como el gran salvador que está calmándole el hambre a una persona o que le está ayudando a esta persona o que compró la súper hacienda y que tiene trabajando a 70 u 80 personas. Sin mirar el trasfondo, sin mirar el daño que estaban haciendo» (Entrevista 8, septiembre 19 de 2009).

El poder desplegado por ‘Los Cocholos’ no es una historia sensacionalista de prensa o un mito inventado por algún habitante de este pueblo, como el del ‘Putas de Aguadas’. La Vicepresidencia de la República [aunque confunde su nombre] también analizó el accionar de esta agrupación, que logró articular sus intereses políticos y militares con los del Frente Cacique Pipintá:

No se tienen indicios de su fecha de llegada a Aguadas, no obstante se presume que en la medida en que el narcotráfico tiene tradición en este municipio, sus raíces se remontan al menos a una década atrás; esta estructura se ha fortalecido en los últimos años y una característica que presenta en estos municipios, y particularmente en Aguadas, es que se han involucrado en los negocios legales y tienen amplia influencia en la política local. […] En la actualidad, los «Chócolos» (sic) y el frente Cacique Pipintá inciden de manera significativa en el poder local de Aguadas. Según algunas entrevistas, en los años recientes ha habido candidatos que no se han podido presentar a los debates electorales por no contar con el aval del frente Cacique Pipintá o de los ‘Chócolos’ (sic) (Vicepresidencia de la República, 2006: 28-30).

El periódico El Tiempo ya los había identificado desde 2005: «Los Cocholos: una adinerada familia de la región que han vinculado con el tráfico de drogas, y una presunta fuente de financiación del BCB, bloque que siempre ha admitido que se nutre de los tributos de la narcoeconomía. […] A finales de los 80, miembros de ese grupo fueron investigados por narcotráfico, pero el caso no prosperó. «Los Cocholos son los traquetos del pueblo. Allá no hay cultivos ilícitos, pero ellos manejan las rutas. Todas sus propiedades están localizadas en zonas dominadas por paramilitares», señala un político del departamento de Caldas que exigió el anonimato por razones de seguridad» (Periódico El Tiempo, 2005a).

Por otro lado, también existen rumores en la zona, y alguna información se ha ventilado en los medios de comunicación [sobre todo en la sección de opinión de lectores], sobre el llamado ‘Pacto de Misas’, en el que habrían participado paramilitares del Frente Cacique Pipintá y el político aguadeño Pedro Javier Misas, quien trabajó en la Gobernación de Caldas. Al respecto, no profundizaremos, por escasez de información confiable.

Como se puede analizar, el poder del narcoparamilitarismo en Aguadas fue de inmensas proporciones y estamos ante un caso de dominio territorial, social, comunitario, pero sobre todo político – militar, de una agrupación armada sobre una comunidad rural y urbana. Un ejemplo más de la injerencia del narcoparamilitarismo en la política local, un ejemplo evidente del fenómeno de la parapolítica en Caldas.

9. Conclusiones

En Aguadas, luego de implantar el terror, los paramilitares del Frente Cacique Pipintá pudieron haber legalizado capitales ilícitos, a través de la compra masiva de tierras, por medio de sus aliados terratenientes y a la vez testaferros [los Cocholos]. Esta tierra pudo haber sido usada para varios fines: ampliar las propiedades que ya poseían o de pobladores ya instalados, buscar la valorización futura de los predios y modificar la imagen que tenían ciertos lugareños de sus aliados terratenientes, que eran percibidos como narcotraficantes por parte de algunos miembros de la comunidad. Es un caso similar a lo analizado por el área de Memoria Histórica de la CNRR en Trujillo (Valle del Cauca), donde se indica que «la tierra comenzó a transformar su función social, convirtiéndose en un medio de representación social que posibilita el reconocimiento y posicionamiento del narcotraficante en el conjunto social» (Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, 2008: 122).

Desconocemos con precisión la construcción de corredores geográficos de movilidad para el transporte de insumos químicos, armas, medicinas, tropas y/o alimentos. Esta modalidad, el aprovechamiento militar del territorio, que se enmarca en una de las motivaciones del despojo, pudo haberse presentado en la zona rural de Aguadas para tal fin, teniendo en cuenta la relevancia geoestratégica del Viejo Caldas, que ha descrito Borja (2004).

Ligado al control territorial, está el control social sobre las comunidades, que se manifiesta por ejemplo, en la restricción de la libre movilidad por el territorio y la autonomía para tomar decisiones. En Aguadas coincidieron algunas formas de proceder de los paramilitares a su llegada, que consistieron en sembrar el terror en la comunidad, a través de: amenazas, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas, torturas [con el objetivo de sacar información y en ocasiones realizadas en presencia de la comunidad], cobro de vacunas, secuestros y masacres.

Llama la atención la forma en que en Aguadas se implementó un ‘reglamento’, que restringía la libertad de las personas. Algunas de estas formas de proceder propiciaron el destierro de muchas víctimas y ambientaron el escenario del despojo de tierras. También hubo confinamiento de algunas comunidades, a quienes sólo les permitían el ingreso de determinada cantidad de alimentos.

En el corregimiento de Arma, además de estas prácticas, se utilizaron grafitis, panfletos y se elaboraron listas de posibles objetivos militares, con el fin de intimidar a la comunidad. Se implantó la práctica de propagar rumores, comentarios y chismes, acerca de las personas que integraban dichos listados. El miedo llevó a algunas personas a estar encerradas en sus casas después de las seis de la tarde. Los reglamentos prohibían que los hombres jóvenes lucieran aretes o llevaran el pelo largo. En ciertos casos, se acudía a comandantes paramilitares para que resolvieran diferencias, problemas personales y algunos conflictos familiares, como la violencia contra la mujer; hechos que eran ‘conciliados’ a través de las advertencias de los paramilitares.

Con respecto al aseguramiento de zonas para el ejercicio del poder público y privado, el aprovechamiento político electoral del territorio se evidenció en Aguadas, donde algunos servidores públicos de los poderes judicial, legislativo y ejecutivo fueron cooptados, asesinados o desterrados, configurándose, en palabras de Osorio (2009), «un orden social local y regional, regido por las lógicas del actor hegemónico», en este caso los paramilitares del Frente Cacique Pipintá, como abiertamente lo expresó ‘Ernesto Báez’. A esto deben sumárseles los efectos de la parapolítica en este departamento, donde varios congresistas, ediles y alcaldes se aliaron con el actor armado y posteriormente fueron condenados o se encuentran inmersos en procesos judiciales.

En el caso estudiado, el de Elvia y su grupo familiar, se presentó un fortalecimiento de las relaciones familiares, en medio de la agresividad citadina, sufriendo penurias compartidas y con incertidumbres generadas por múltiples necesidades materiales y espirituales. A este panorama debe sumársele un evidente deterioro en la salud física y mental de las víctimas, a quienes les cambiaron radicalmente sus hábitos de sociabilidad. El desgaste psíquico influyó en las víctimas y sus familiares, generando problemas de desestabilización a nivel de la salud, como altos niveles de estrés, síntomas de depresión, e incluso pudo incidir en el fallecimiento de la abuela de Elvia.

Algunos familiares de las víctimas optaron por no huir, resistiendo en sus zonas de origen, como fue el caso de un hermano de Elvia. También se han presentado algunos deseos, materializados en intentos, por retornar a las zonas de donde tuvieron que huir.

Elvia proviene de un entorno familiar influenciado por costumbres machistas, donde debió soportar, sobre todo durante su niñez, el sometimiento a las herencias patriarcales de sus ancestros, quienes consideraban que la mujer debía cumplir con las labores del hogar, tener un comportamiento social similar al que siempre habían tenido las mujeres en la zona y escasas posibilidades de autonomía, en clara desventaja frente a los hombres de similares generaciones.

La familia puede constituirse en un recurso que apoya e impulsa, es decir en un mecanismo de afrontamiento a los impactos, como en el caso de Elvia, que fue acogida por su hermana en Cali, quien le brindó la vivienda por varios años. Pero, en caso contrario, la familia puede ser una fuerza que frena y disminuye, por el desgaste que generan los conflictos.

Con el destierro, algunos miembros de la familia pierden autonomía, al depender de la solidaridad de otros familiares, coterráneos o conocidos. Se presentan daños, por ejemplo en el deterioro de la convivencia y en la salud, sobre todo la mental; daños psíquicos que pueden terminar en traumas, donde hay pérdida de la capacidad de comportarse y de actuar de forma autónoma.

Aunque existe la posibilidad que se presenten virajes en los sueños e intentos de realización en el campo laboral, no siempre éste es un escenario negativo o adverso, ya que en el caso de Elvia, el destierro se constituyó en una oportunidad para salir adelante, comprar casa, acceder a un empleo estable y adecuadamente remunerado, además de poder cumplir con su anhelo de ingresar a la universidad a estudiar Trabajo Social.

Un campo que no pudo ser abordado en el presente artículo, fue la forma en que Elvia decidió conformar una organización de población víctima del destierro, constituyéndose además, en miembro fundadora y representante legal, y siendo percibida por las víctimas asociadas como una persona que ejerce liderazgos en los procesos. En su labor ha logrado gestionar beneficios en salud, alimentación, empleo, educación y vivienda, luego de haber interactuado de forma permanente en diferentes espacios con instituciones del Estado, participado en proyectos ejecutados por ONG, reuniones con sectores comunitarios, agencias multilaterales y de cooperación internacional y compartiendo reflexiones con miembros de la Academia.

El fenómeno de la parapolítica incidió en Caldas, modificando su mapa electoral y las posibilidades de acceder a un cargo público del Estado, mediante elección popular o libre nombramiento. La intimidación por razones políticas, mediante el asesinato y el destierro, fue una práctica que se generalizó en el norte de Caldas, y en el caso de Aguadas se evidencian las dificultades que tuvieron aquellos servidores públicos que decidieron no aliarse con el Frente Cacique Pipintá e intentar ejercer sus funciones de forma independiente y honesta.

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Recibido: 12/03/2014 Aceptado: 13/05/2014

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Muñoz, Federico G. (2014) Los impactos del narcoparamilitarismo sobre la convivencia comunitaria en Aguadas, Caldas (1999–2006), Revista de Paz y Conflictos, nº 7, pp. 279-309.

sobre el autor about the author

Federico Guillermo Muñoz. Docente e Investigador - Programa académico de Estudios Políticos y Resolución de Conflictos. Miembro del grupo de investigación Sujetos y Acciones Colectivas - Escuela de Trabajo Social y Desarrollo Humano, Universidad del Valle, Cali, Colombia.

NOTAS

1. Este artículo tomó sus insumos principales del estudio de caso «Aguadas (Caldas): escenario de horror y destierro que no se ha esclarecido. Reconstrucción de la historia de una familia víctima del narcoparamilitarismo, incluido en el trabajo de grado para optar al título de Magíster en Sociología, titulado Reconstrucción de las trayectorias de vida de tres víctimas de destierro. Estudio de casos (sin publicar), Universidad del Valle, Cali, Colombia.

2. Los impactos son sobre la vida en sociedad, que hemos enfocado en este artículo al ámbito político-social, espacio donde se concentra nuestra mirada analítica. Quienes infligen el daño, en este caso una estructura narcoparamilitar llamada Frente Cacique Pipintá, lo hacen con la intención de desestructurar la convivencia comunitaria en diversos espacios de la vida en sociedad (familiar, gremial, político-social, colectivo y productivo)

3. Postre típico de Aguadas, es un pastel que tiene un relleno de arequipe, dulce de guayaba y brevas.

4. Tras recuperarse de esta crisis, recientemente el café cultivado en las empinadas laderas de Aguadas, en medio de escarpados terrenos llenos de abismos, a los que sólo se llega en moto o chiva, fue catalogado como «el mejor del mundo». Se hizo merecedor de este galardón en la feria de cafés especiales de América, en Houston (Estados Unidos), en la que compitió junto a 70 muestras de 10 países. En Aguadas 376 parcelas están certificadas con el sello Rainforest. Además, del prestigio internacional, la carga de café se paga mejor. El premio se sumó al reconocimiento que le hizo la Unesco al paisaje cafetero como nuevo Patrimonio Cultural de la Humanidad. Algunas de las particularidades del café que se cultiva en Aguadas, es que crece debajo de diversos árboles, como nogales, carboneros, quiebrabarrigos, y en medio de un ecosistema que alberga más de 130 especies de aves. Una ironía es que este café no lo disfrutan en Colombia, ya que «se va casi en su totalidad para Suiza (80%) y el resto para EE.UU. Acá no se prueba. Es curioso: Colombia fabrica el mejor café del planeta pero el paladar de los colombianos tiene pocas oportunidades de degustarlo» (Periódico El Espectador, 2011).

5. Tomamos la definición que propone el Cinep de la violencia política: «se entenderá por Violencia Política aquella ejercida como medio de lucha político–social, ya sea con el fin de mantener, modificar, sustituir o destruir un modelo de Estado o de sociedad, o también con el fin de destruir o reprimir a un grupo humano con identidad dentro de la sociedad por su afinidad social, política, gremial, étnica, racial, religiosa, cultural o ideológica, esté o no organizado» (Cinep, 2008: 6).

6. Durante las elecciones de 2011, Luz Idalba Duque contó con el aval del partido Conservador, quien no encontró problemas en que fuera hermana de alias ‘Ernesto Báez’ (Revista Semana, 2011). Un diario de circulación nacional expresó su preocupación sobre dicho aval, de la siguiente manera: «En Aguadas (Caldas), Iván Darío Gómez estuvo en la alcaldía en los años 80, y su esposa, Luz Idalba Duque, en el período 1992–1994. Ahora, Duque se postuló nuevamente, lo que ha generado polémica porque es hermana de Iván Roberto Duque, alias ‘Ernesto Báez’, ex jefe de las Auc. ‘Báez’, cuando aún no había colaborado en la gestación de los grupos paramilitares, fue alcalde de La Merced (Caldas)» (Periódico El Tiempo, 2011). Finalmente Duque fue elegida alcaldesa, al obtener 3711 votos. En segundo lugar quedó Alexander Pineda, del partido Liberal, con 3211 votos. Llama la atención la cantidad de votos en blanco (260), nulos (610) y no marcados (333) (Registraduría Nacional del Estado Civil, 2011).

7. Nombre cambiado por solicitud de ella.

8. Edad que tenía al momento de escribir el trabajo de grado mencionado.

9. En el caso del departamento de Caldas, según cifras de la Vicepresidencia de la República (2001), los secuestros aumentaron de 20 en 1997 a 68 en 2000. En Aguadas pasaron de 0 en 1997 a 4 en 1999.

10. Periódico La Patria, 2011.

11. El liberal Ernesto Samper Pizano gobernó Colombia entre 1994 y 1998, fue un periodo muy álgido, debido a las acusaciones sobre la financiación de su campaña electoral con dólares provenientes del narcotráfico, concretamente del Cartel de Cali.

12. Desplegado por ejemplo en el Congreso de la República, cuando manifestó: «con el corazón expuesto al escrutinio de Dios y de la nación, ante Ustedes, a nombre del Estado Mayor y de todos los miembros de las Autodefensas Campesinas, vengo humilde a pedir perdón a todos los familiares y amigos de las víctimas adversarias y propias de esta guerra triste de la patria. Perdón a los caídos inocentes de la larga tragedia fratricida. Perdón a los Colombianos que han padecido material y espiritualmente la violencia. Nos refugiamos hoy en la infinita bondad de Jesucristo, el misionero del amor y la misericordia, para que por su intercesión divina, Colombia escuche nuestra súplica» (‘Ernesto Báez’, durante su intervención en el Congreso de la República, julio 28 de 2004).

13. En junio de 2010, el Tribunal Superior de Bogotá, a petición de la Fiscalía 14 de la Unidad de Justicia y Paz y de la Corte Suprema de Justicia, decidió excluir de la Ley 975 de 2005 a ‘Ernesto Báez’. Las razones que motivaron la decisión se fundamentaron en la negativa de ‘Báez’ a aceptar cargos por homicidio y a que presuntamente continuaba delinquiendo desde la cárcel, luego de su presunta desmovilización, al interferir en la campaña política en Caldas, previa a las elecciones al Congreso en 2006, incumpliendo así su compromiso con la ley. Para ampliar detalles consultar (Verdad Abierta, 2010). Báez apeló la decisión que implicaba su expulsión del proceso de ‘Justicia y Paz’, y finalmente en agosto de 2011 se decidió que podía continuar con su colaboración judicial para el esclarecimiento de los hechos y la intención manifiesta de reparar a las víctimas. Al continuar en ‘Justicia y Paz’ podrá ser condenado a pagar solamente entre 5 y 8 años de cárcel (Verdad Abierta, 2011).

14. Aunque una de las tácticas que desplegaron fue la de hacerse pasar como guerrilleros, con el propósito de verificar si las personas engañadas eran amables y colaboradoras con la insurgencia. Luego de comprobar esa presunta colaboración, procedían a asesinar a dichas personas, solamente basados en la sospecha.

15. Muchos cadáveres fueron desmembrados y arrojados al río Cauca, de acuerdo con la versión que le dio el «exparamilitar Nelson Enrique Toro Arcila, alias ‘Fabio’, a un fiscal de la Unidad Nacional de Justicia y Paz durante diligencia de versión libre realizada en Medellín…» (Verdad Abierta, 2011a).

16. Causa mucha curiosidad y asombro que pese a no haber entregado formalmente las armas en una ceremonia de desmovilización, algunos miembros del Pipintá vienen siendo investigados en el contexto del proceso de ‘Justicia y Paz’, que está concentrado en aquellas personas a las que el gobierno de Uribe postuló para acceder a los beneficios de una ley que intentó desplegar algunos mecanismos de la justicia transicional. Al respecto, revisar (Verdad Abierta, 2009). Claro que también algunos han sido condenados luego de surtir un proceso en la justicia ordinaria (Verdad Abierta, 2010a.

17. Donde se implantan diversas formas de someter a la población al dominio de una estructura armada, que con la intención de aumentar su poder y propagar el miedo como estrategia paralizante, despliega acciones de control territorial (dominio de determinados espacios de socialización), control político (cooptando autoridades locales mediante pactos, o chantajeándolas con amenazas de muerte) y control social, que se ejerce sobre el libre desarrollo de la personalidad en la cotidianidad.

18. Significa que tiene que irse del pueblo.

19. Intimidando, amedrantando, atacando.

20. Utilizamos el término desplazamiento forzado, en razón de que así se identifica en los registros oficiales. Pero en otros escritos hemos propuesto una categoría alterna, destierro, que hace énfasis en el valor estratégico de la tierra, y que se relaciona directamente con los procesos de despojo, que configuraron una contrarreforma agraria y diversos conflictos rurales (por la tierra y el territorio) en los últimos años en Colombia. Al respecto, estudiar Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre Desplazamiento Forzado (2009).

21. A pesar de la práctica generalizada de arrojar los cuerpos de las víctimas a poblaciones aledañas, como lo mencionamos anteriormente.

22. A esta información se pudo acceder luego de realizar un ejercicio de análisis documental (revisión de prensa) en la Biblioteca Luis Ángel Arango de la ciudad de Bogotá (Notas de campo, julio 2009).

23. La Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía en Manizales ha intentado promover jornadas de atención de víctimas del frente Cacique Pipintá en su intención de reconstruir lo sucedido y esclarecer los hechos victimizantes. En Aguadas se realizó una en febrero de 2009, donde escucharon los testimonios de 517 personas (Verdad Abierta, 2009a).

24. Tampoco ‘Ernesto Báez’ ha querido contribuir en procura de esclarecer los hechos que rodearon el asesinato de Rincón. El periódico La Patria de Manizales expresó su frustración por la falta de interés de Báez para colaborar en la reconstrucción de la verdad en Caldas: «Caldas se quedará definitivamente sin conocer la verdad detrás de los crímenes del frente Cacique Pipintá y los nombres de sus cómplices. Este grupo no se quiso desmovilizar en el proceso de paz y tras su derrota militar, sus jefes intentaron acercarse al Gobierno para negociar beneficios a cambio de contar lo que sabían, pero no hubo respuesta. […] Pero detrás de este desalentador panorama, se podría señalar a un responsable: Iván Roberto Duque Gaviria, alias ‘Ernesto Báez’. En sus manos estuvo la posibilidad de que los paramilitares caldenses se desmovilizaran a tiempo, pero sus planes fueron otros» (Periódico La Patria, 2011).

25. Y a quien el periódico La Patria lo cataloga como «amigo entrañable» de ‘Ernesto Báez’ (Periódico La Patria, 2011).