Olave Rodríguez, S.A. & Vázquez Atochero, A. (2022). El imaginario de maestro y su incidencia en
el proyecto de vida en estudiantes de la media de una escuela normal rural en Boyacá-Colombia.
MODULEMA. Revista Cientíca sobre Diversidad Cultural, 6, 24-39. http://dx.doi.org/10.30827/
modulema.v6i.24037
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quizá por razones meramente instrumentales y de desesperanza, la difícil tarea de formar
hombres sociales y competentes en todos los campos de desarrollo psicosocial y formativo. Se
ha jado el estereotipo de que el maestro es el ejemplo a seguir, que como formador de las
generaciones su imagen debe ser intachable y de allí suponer que todos quieren imitarlos. No
obstante, se han olvidado de la humanidad propia del maestro, de sus deseos y desencantos,
de sus rabias y sus debilidades, de su existencia como ser imperfecto.
Martínez (2016) señala que hay muchos discursos sobre los maestros y se les encasilla en un
lenguaje aséptico de la calidad, simplicándolos y reduciendo su labor en cierto protagonismo
y causa principal de los problemas sociales. Se ha asumido con el tiempo, que quien ejerce
la docencia debe demostrar cómo debe comportarse el sujeto educado, como n último
de lo que se esperaría de alguien que pasa por la escuela y que a nivel generacional debe
guardar una compostura observada por todos, señalada y juzgada cuando no encaja en los
cánones sociales y culturales de una nación. Desde su forma de vestir, modesta y recatada
que inspire respeto y conlleve a la veneración por su patrón de conducta, una forma hablada
que se diferencie del vulgo y de lo popular que represente el lenguaje de los cientícos y los
cultos, y genere una brecha entre los educados y los no educados y, por último, un sujeto que
motive las buenas maneras y siempre tenga la respuesta apropiada a los cuestionamientos
que se le hagan. Así, el maestro está enmarcado en una imagen cliché, con la difícil tarea de
denir e inculcar lo que está bien y lo que está mal, y donde se enajena cada vez más de su
personalidad y su identidad personal.
El maestro sufre constantemente una serie de ataques desde lo legislativo y curricular,
minimizando e instrumentalizando la práctica pedagógica, hasta el punto de decirle al
docente, a través de estándares y competencias, lo que debe enseñar (González, 2019),
pero a su vez, lo culpa de la calidad educativa, producto de querer copiar modelos de otras
naciones muy distintas a la nuestra; así, los docentes, en voz de Angus (2013), han quedado
atrapados en la “política de la culpa” entrando en el juego de las concepciones de lo que es
un buen maestro a partir de la restricción de su trabajo.
Las expectativas de los estudiantes y la sociedad frente a los docentes como modelos morales
es una carga adjudicada por la comunidad educativa y los gobiernos, un maestro, siendo
una persona viva y real, ciertamente no puede ser impecablemente ideal y como resultado
la sociedad, gran parte de las veces, se decepciona de los maestros y los maestros de ellos
mismos y, como resultado, hay una decepción de su profesión (Kestere & Kalke, 2015), de
tal manera que el docente no sabe cuándo es docente, sino hasta que entra en el juego de
lucir y adaptarse a las reglas impuestas, sin darse cuenta que, como lo señala Böhm (1987),
un maestro se convierte en maestro y educador cuando trabaja del lado de la naturaleza,
observando y estudiando las necesidades del niño en cuanto a sus procesos de aprendizaje; de