MODULEMA | ISSN: 2530-934X | VOLUMEN 5. EDITORIAL. PÁGINAS 1-3 | 2
multiculturalidad, diversidad cultural, cohesión social, partes interesadas, autoridades
públicas, integración social, inclusión y medidas positivas. Es evidente que, si no hay
precisión terminológica, no puede haber rigor en los objetivos a conseguir (Olmos,
Rubio y Contini, 2015).
Ningún hecho puede abordarse sin una adecuada conceptualización y esta claricación,
es, desde hace muchos años, una de las demandas formativas del profesorado en el
ámbito de la gestión de la diversidad cultural. No ocurre esta misma situación en el
contexto político, en el que estas nuevas nociones que se van generando, se utilizan,
en muchas ocasiones, con poca rigurosidad y con excesiva demagogia (Barbieri, Partal
y Merino, 2011), convirtiéndose en un elemento clave en los mensajes que se desean
proyectar en la sociedad, sin contar con un acuerdo generalizado en cuanto al uso de
estos vocablos.
Esta poca precisión favorece la intencionada desinformación que promueven los
populismos xenófobos, en auge en toda Europa, convirtiéndose en una de las señas de
identidad de estos grupos y que se refuerzan a través de la manipulación de las redes
sociales (Mesa, 2019) y de la teoría de la propaganda (Tarín, 2018). Es evidente que a
menor claridad teórica, mayor manipulación ideológica.
Otro de los riesgos del escaso conocimiento conceptual de la gestión de la diversidad
es, según Van Dijk (2005), que el conocimiento común (Common Ground) que posee
cada grupo cultural sobre el resto de los que conviven en una misma sociedad, supere
la “mera creencia” u “opinión” y se convierta en una creencia “verdadera”, que inuya
en las opiniones y los comportamientos de cada uno de ellos; que pase del discurso a
la ideología.
Está claro que el lenguaje, con la aparición de términos negativos, es la primera
demostración de prejuicio o discriminación hacia cualquier colectivo y a través del
que se va elaborando, con el uso del discurso, una imagen perjudicial del mismo. Un
ejemplo de ello es el empleo habitual de la expresión “inmigrante ilegal”, que, además
de ser incorrecta (ninguna persona es ilegal en ningún país, sino que se encuentra
en una situación transitoria irregular), está llena de connotaciones negativas que
pueden repercutir en la opinión de las personas que la emplean o la escuchan de forma
constante. El aumento de las enfermedades o de la criminalidad en el país receptor,
con la llegada de inmigrantes, son otros de los prejuicios que se han ido asumiendo
socialmente, debido a la falta de rigor cientíco en el tratamiento de la diversidad
cultural.
Profundizar en la precisión terminológica, nos proporcionará mayores destrezas en
esta tarea. Si queremos aanzar en estas sociedades plurales, valores compartidos,
comunes y universales, los agentes políticos deben considerar, como parte importante