La casa judía en Toledo: apuntes sobre diseño y funcionalidad

The Jewish house in Toledo: about design and functionality

Arturo Ruiz Taboada

arruiz01@ucm.es

Universidad Complutense de Madrid

ORCID ID: 0000-0002-7957-2954

Recibido: 24-2-2021 | Aceptado: 21-4-2021

https://doi.org/10.30827/meahhebreo.v70.22568

Resumen

La arqueología judía en entornos urbanos se ha convertido en un complemento necesario a la información proveniente de las fuentes históricas. La intervención arqueológica en una vivienda medieval de la judería de Toledo ha permitido conocer la evolución del espacio doméstico desde su fundación en el siglo XIV, hasta su transformación a partir de 1492. El sótano de la casa conserva una serie de estructuras de tipo industrial, las primeras de esta naturaleza asociadas a ambientes domésticos judíos. Además, se han contextualizado diverso material cerámico y fauna pertenecientes a la fase medieval, junto con materiales de reformas posteriores.

Palabras clave: Arqueología urbana; arque­ología judía; casa; sótano; arquitectura; candiles

Abstract

Jewish archaeology in urban environments has become a necessary complement to the information from historical sources, which are often biased, as they tend to only describe a specific moment within a broad time frame. The excavation of the basement of a medieval house has revealed the different uses and repurposing of a 14th-century household in the Jewish quarter of Toledo and its evolution after 1492. In the basement of the house, a series of industrial-type structures were documented, the first of this nature associated with Jewish domestic environments. In addition, diverse ceramic and faunal remains belonging to the medieval foundation of the house have been contextualized, together with materials from later renovations.

Keywords: Urban archaeology; Jewish archaeology; household; basement; architecture; domestic lamps

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Ruiz Taboada, A. (2021), La casa judía en Toledo: apuntes sobre diseño y funcionalidad. Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos. Sección Hebreo, 70, 51-75. https://doi.org/10.30827/meahhebreo.v70.22568

1. Introducción

El estudio arqueológico del número 13 de la calle de San Juan de Dios, medianera con la sinagoga del Tránsito o de Samuel Leví, ha permitido conocer en profundidad la transformación de una vivienda medieval en la judería de Toledo (fig. 1). La singularidad de este trabajo radica en que es la primera vez en la que se contextualiza arqueológicamente un espacio doméstico judío en la ciudad. El hecho de que se trate de una intervención urbana, pone de manifiesto la complejidad del estudio arqueológico en este tipo de entornos, en constante transformación. Para el análisis, se parte de la premisa de que no existe una arquitectura judía propiamente dicha ni en Toledo ni en el resto de juderías de Sefarad y sí un conjunto de elementos propios que se incorporan a la construcción y ornamentación propias de cada momento (Ruiz Taboada, 2014). Tampoco existe un Toledo judío, musulmán o cristiano y, por extensión, carpetano, romano o visigodo, sino un conjunto de restos materiales que caracterizan un asentamiento humano a lo largo del tiempo.

Analizar aspectos concretos del pasado de la ciudad resulta complicado por la falta de datos empíricos representativos, mínimamente recogidos en múltiples tratados de arqueología, arte o historia. En concreto, para entender la casa judía, contamos con publicaciones clásicas que abarcan de forma teórica tanto el diseño como la distribución interna de las viviendas medievales en general (Téllez, 1948; Porres Martín-Cleto, 2002; Izquierdo Benito, 2003; Passini, 2004; 2017a, entre otros). El problema radica en que, muchas veces, los datos históricos no se corresponden con el registro material y, rara vez, abarcan cuestiones sobre pertenecía a una comunidad, funcionalidad, periodización y espacios de habitación. La arqueología se ha convertido en complemento necesario de la información contenida en las fuentes escritas, cuyo análisis se limita a una fotografía puntual de un instante en su larga trayectoria, sin tener en cuenta contextos o cuestiones de diacronía y sincronía.

Los trabajos arqueológicos en el número 13 de San Juan de Dios han consistido en la demolición de la casa contemporánea que se servía de la medieval como cimiento y la delimitación de su espacio bajo patio 1. La excavación se ha centrado tanto en el sótano como en la planta baja (fig. 2). En este sentido, se ha podido restituir el trazado y distribución de la casa medieval desaparecida y documentar en su sótano un área industrial compuesta de diferentes cubetas de ladrillo o excavadas en la roca. Además, el estudio arqueológico tanto de los materiales como de la arquitectura ha permitido establecer la fecha de fundación de la vivienda, siglo XIV, así como las diferentes reformas sufridas a lo largo de la historia. Entre ellas destaca la documentada entre los siglos XV y XVI, coincidiendo el Edicto de Expulsión de 1492.

La decadencia de la judería se inicia con el pogromo de 1391, que marca el principio de la emigración judía. En el siglo XVI muchas de las casas se reforman o sustituyen por otras, a instancias de los nuevos propietarios no judíos (Ruiz Taboada, 1999). En otros casos, estas viviendas, junto con otros edificios de este barrio, son abandonadas. Esta tendencia favoreció la proliferación de grandes construcciones como San Juan de los Reyes en el siglo XV o el hospital de San Juan de Dios en el XVI, y generó descampados que acabarían convirtiéndose en ensanches, plazas o jardines, como el actual paseo del Tránsito (fig. 1). El resultado fue un barrio «nuevo», aunque diferente del que había sido, con sectores deprimidos y ruinosos, que renegó de su pasado judío y que no volverá a recuperar protagonismo hasta su revitalización en los siglos XIX y, sobre todo, XX (Ruiz Taboada, 2014).

2. La judería de Toledo y el «problema» de la arqueología urbana

La judería se localiza en el sector oeste de Toledo y está recorrida por las actuales calles del Ángel y Santo Tomé, eje viario principal que conecta con el resto de la ciudad hasta llegar a la plaza de Zocodover (fig. 1, 17). En este eje debían situarse los accesos que formaban parte de la cerca o muralla que definía su perímetro, hoy perdido. Una de estas puertas es la del Cambrón (o Bab Al Yahud) salida hacia el oeste de esta parte de la ciudad (fig. 1, 11). Por ella se canalizaba tanto la actividad industrial como funeraria extramuros 2. Recientemente se ha descubierto una segunda puerta a escasos metros al este de la primera, relacionada con una reforma del perímetro de la judería en el siglo XIV (Ruiz Sabina et al., 2015) 3, localizada entre la desaparecida parroquia de San Martín (junto a la puerta del Cambrón) y el monasterio de San Juan de los Reyes (fig. 1, 10). Por su parte, la puerta Sueca o Assueca (hoy desaparecida) cerraba la judería por el este, entre las iglesias de El Salvador y Santo Tomé (Passini, 2004)(fig. 1). Este eje, a su vez, dividiría a la judería en dos barrios: la Alacava al norte y el núcleo central al sur. La vivienda objeto del presente trabajo pertenece a este núcleo central, junto a la sinagoga de Samuel Leví o Tránsito y a escasos metros de la sinagoga de Santa María la Blanca (fig. 1).

Esta descripción de la judería es meramente orientativa puesto que ha sido objeto de múltiples transformaciones a lo largo del tiempo. De un lado, su consolidación como barrio en época andalusí, de la que existen noticias sobre la construcción de la primera cerca en el año 820 por Muhachir Ibn Al-Qatil. De otra, su esplendor en los primeros siglos de la Edad Media cristiana, con la consiguiente expansión de sus límites. Por último, el posterior retroceso, cuyo exponente máximo es la guerra civil entre Pedro I y su hermano Enrique y el pogromo de 1391, que marcan el inicio de su decadencia (Ruiz Taboada, 2014: 100).

Además de la cuestión cronológica, uno de los principales problemas de las juderías españolas es la constante transformación urbana a las que se ven sometidas. En el caso de Toledo, dicha transformación se percibe en la proliferación de gran número de construcciones de nueva planta a partir de los siglos XV y XVI (fig. 1). Entre ellas se encuentran San Juan de los Reyes (s. XV), el hospital San Juan de Dios (s. XVI), la escuela de Artes (s. XIX), la fábrica de Harinas (s. XIX), la casa museo del Greco o la casa museo de Victorio Macho (s. XX), junto con ensanches y plazas como el paseo del Tránsito o la calle Reyes Católicos.

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Figura 1. Localización de los lugares mencionados en el texto. 1. Número 13 de San Juan de Dios, 2. Sinagoga de Samuel Leví o del Tránsito, 3. Sinagoga de Santa María la Blanca, 4. Posible sinagoga del Sofer, 5. Sinagoga de los Golondrinos, 6. Número 3 de Caños de Oro, 7. Baño de Virgen de Gracia, 8. Casa del Judío (Travesía de la Judería 4), 9. Fábrica de Harina, 10. Puerta oeste de la judería y parroquia de San Martín, 11. Puerta del Cambrón, 12. Paseo del Tránsito, 13. Monasterio de San Juan de los Reyes, 14. Escuela de Artes y Oficios, 15. Hospital San Juan de Dios, 16. Posible ubicación de la puerta de Assueca, 17. Calles del Ángel y Santo Tomé, 18. Museo del Greco.

Los documentos escritos, junto con la arqueología, son la principal fuente de información de los acontecimientos históricos que influyeron en el origen, desarrollo y ocaso de las juderías (Blasco, 1988). En Toledo, la turbulenta historia de la judería ha derivado en que su pasado material sea hoy difícilmente identificable. Las sinagogas del Transito y Santa María la Blanca son las únicas arquitecturas medievales conservadas en su totalidad (fig. 1). El resto de registro material judío, aunque severamente alterado, se conserva bajo tierra o fosilizado en arquitecturas más recientes.

En los últimos años se han multiplicado las excavaciones arqueológicas con motivo de la construcción o reforma de viviendas. El resultado es la publicación de artículos y monografías como La judería de Toledo: un tiempo y un espacio por rehabilitar (Passini e Izquierdo Benito, 2014), clave para entender la trascendencia de los restos materiales judíos conservados y las excavaciones desarrolladas en este contexto 4. El libro recoge diferentes actuaciones arqueológicas, algunas de las cuales serán objeto de mención en este artículo, al tiempo que sintetiza la información referida a urbanismo, arquitectura y mundo funerario judío en Toledo.

Las juderías disponían de lugares comunitarios como sinagogas, baños, hornos de pan o carnicerías, además de viviendas y arquitecturas diversas. Por tanto, el catálogo de restos arqueológicos es también muy amplio: baños, sinagogas, arcos, muros y estructuras de diverso tipo, con las reservas que se pueda tener sobre su autenticidad y adscripción cultural. En este sentido, nos encontramos con posibles baños rituales como el descubierto en uno de los patios del Museo Sefardí (López Álvarez y Palomero Plaza, 1989), los baños del paseo Virgen de Gracia (Porres Martín-Cleto, 2002), posibles sinagogas, hasta hace poco únicamente conocidas por fuentes históricas, como los Golondrinos (Caballero García y Sánchez Peláez, 2007; Caballero García, 2014a) y Sofer (Barrio, 2014), o restos de los diferentes cierres de la judería como el de la fábrica de Harina (Sánchez Peláez, 2014) o la ya comentada, entre la puerta del Cambrón y San Juan de los Reyes (Ruiz Sabina et al., 2015)(fig. 1).

Por su parte, el espacio doméstico se encuentra conservado en casas como la denominada «del judío» (Maqueda García Morales, 2014: 126), que luego analizaremos en profundidad, el número 3 de Caños de Oro (Ruiz Taboada, 2014) o construcciones de nueva planta, post expulsión, como la localizada el número 6 de la calle Hospedería de San Bernardo (Ruiz Taboada, 1999).

La arqueología está poco a poco recuperando parte del registro material judío oculto bajo tierra y está tomando el relevo a las fuentes históricas. No es lo mismo intervenir en una judería habitada que en un despoblado. Del primer caso, Toledo ilustra perfectamente esta problemática. Las intervenciones arqueológicas se ven condicionadas tanto por la superposición de arquitecturas y depósitos estratigráficos, la mayoría de los casos muy alterados, como por la imposibilidad de plantear excavaciones en área, debido a las transformaciones sufridas por el callejero. El resultado es que la planta de las edificaciones históricas no siempre coincida con el actual catastro. Además, la ausencia de un plan director que regule dichas intervenciones dificulta generar proyectos de investigación arqueológicos, teniendo que ir siempre a remolque de proyectos de arquitectura que, la mayoría de las veces, no contemplan, de inicio, la reintegración de restos arqueológicos. El papel de la administración, que es quien regula este tipo de obras, se limita a aplicar las normas de patrimonio vigentes, viéndose desbordada por los problemas de gestión reales (Ruiz Taboada, 2019). Como ejemplo, el caso de la sinagoga de los Golondrinos. Esta sinagoga se localizada en los números 29 y 31 de la calle de las Bulas en Toledo (fig. 1) y ocupa dos fincas. La excavación arqueológica del año 2005 se circunscribió a una de ellas, el número 29 (Caballero García y Sánchez Peláez, 2007; Caballero García, 2014a). La intervención permitió constatar arqueológicamente la existencia de este espacio sinagogal, ya conocido por fuentes históricas (Passini, 2011). Hasta aquí todo correcto, el problema fue que el proyecto arquitectónico contemplaba la construcción de apartamentos y una plaza de garaje en el mismo lugar. De esta forma, para habilitar el garaje se procedió a la demolición de parte del muro de cierre oeste de la sinagoga, junto con su esquina sur oeste. La consecuencia fue la pérdida irreversible del sector de la sinagoga conservado en el número 29. En la actualidad, la sinagoga únicamente se conserva en el número 31.

En los yacimientos no urbanos si es posible otro tipo de planificación arqueológica. Como ejemplo, el proyecto arqueológico de judería de Lorca ha permitido conocer de forma unitaria tanto el desarrollo urbano como la arquitectura religiosa y los contextos domésticos de la judería medieval (Gallardo Carrillo y González Ballesteros, 2009; Eiroa et al., 2017). En este caso, fue posible investigar, gestionar y difundir el patrimonio judío, donde la arquitectura fue únicamente un medio y no un fin en si mismo, como sucede en ciudades como Toledo.

La excavación del número 13 de la calle San Juan de Dios aporta una nueva pieza al complejo puzle de la arqueología judía en Toledo. La casa no difería en diseño a las del resto de la ciudad, con una o varias plantas repartidas en torno a un patio central y con uno o dos aljibes, además del sótano.

3. La casa

El número 13 de San Juan de Dios únicamente conserva la fase medieval en el sótano y la planta baja, con una distribución en torno a un patio central que coincide con una bóveda octogonal en el sótano. El aljibe mantiene parte del sistema de recogida de agua de lluvia, mediante dos canales o albañales que derivaban en un recipiente filtro o sifón. Se desconoce cuál sería el acceso a la casa desde la calle y si la vivienda poseía más de una planta (fig. 2).

El sótano se distribuye en torno a una bóveda octogonal rebajada sobre colgantes, con unas dimensiones de 4,20 x 4,00 m (fig. 4). Esta bóveda comunica con varios pasillos y salas laterales. El acceso medieval al sótano se localizaba en una de estas salas laterales (figs. 2 y 4, E10) 5. En época moderna se cambia la configuración interna del sótano, tapiando la entrada medieval (figs. 2, 3 y 4, E10) y abriendo una nueva (fig. 2 y 4, E9).

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Figura 2. Final de la excavación de la planta baja y aljibe (Foto Basilio Muñoz Cambrón) y fotorestitución. Circulación interna del sótano y localización de los accesos en las fases I, II y III.

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Figura 3. Planta de la escalera y resto de peldaños de acceso al sótano en época medieval (estructura 10, B1).

Durante la excavación del sótano se documentaron una serie de estructuras en ladrillo y otras excavadas en la roca que, como veremos, sugieren un uso industrial del espacio. Entre las estructuras rupestres (fig. 4, E3, E4, E5, E8, E9, E10) destaca un asiento para tinajas, en el interior de la bóveda octogonal (fig. 4, E8). Aunque la mayoría de estas estructuras se encuentran arrasadas, la estructura 10 es la más interesante puesto que se localiza bajo la escalera de acceso original y aún conserva parte de un tabique que le servía de cierre y un revoco a base de cal (fig. 4, E10).

Además, se han documentado tres cubetas de decantación por altura en ladrillo (fig. 4, E1, E2 y E6), sin que haya sido posible establecer la actividad relacionada con ellas. Las estructuras 1 y 2 se encontraban comunicadas entre sí por un albañal. Ambas estructuras se encontraban colmatadas de escombro y abundante material cerámico y fauna, del que posteriormente hablaremos. Por último, el hecho de que la estructura 2 forme parte de la cimentación del muro medianero, de época contemporánea, indica que el ancho del pasillo en época medieval era mayor.

Con respecto a la cubierta de este sótano, únicamente se conservan la bóveda octogonal central y dos de medio cañón localizadas en sendas salas laterales, aunque se ha documentado el arranque de una tercera en el pasillo de acceso (fig. 2 y 4, B1, B2 y B3). Se desconoce el tipo de cierre de los dos pasillos restantes que hoy presentan un forjado contemporáneo. Este mismo tipo de forjado altera los cierres de las bóvedas B1 y B2 al reconvertir en época contemporánea, parte del pasillo de acceso en carbonera (fig. 2 y 4, B2a).

En la fase medieval, la bóveda central tenía tres accesos: el arco de entrada relacionado con la escalera de bajada (fig. 4, A), un segundo abierto a una pequeña sala abovedada (fig. 4, E) y un tercero de similares proporciones por el que se accedía a los dos pasillos laterales (fig. 4, 5 y 6, B). Este último, a su vez, poseía dos hojas con las claves a diferente altura diseñadas para adaptarse a un cambio de nivel entre la solera de la bóveda central y uno de los pasillos laterales (fig. 4, B y B´). En la fase medieval, este cambio de nivel se salvaba mediante una rampa mientras que, tras la reforma del siglo XVI, la rampa se sustituye por tres peldaños de escalera (fig. 4, E7 y fig. 8), coincidiendo con el recrecido general del sótano (tabla II). En el momento de iniciar la intervención, alguna de estas entradas permanecían tapiadas, a estos accesos hay que añadir un cuarto contemporáneo, generado a partir de un roto en uno de los lados de la bóveda (fig. 4, E11 y 5).

Además de esta comunicación interna, el sótano cuenta con tres hornacinas en uno de los pasillos laterales. Las hornacinas, de tamaño diferente, posiblemente fueron empleadas como lucernarios o repisas. De ellas, sólo dos son contemporáneas de la fase medieval (fig. 4, C y D). La tercera se genera a partir de un roto en el muro, coincidiendo con la habilitación de la escalera de acceso tras la reforma del siglo XVI (fig. 4, F). De entre todas las hornacinas destaca la de mayor tamaño, con la clave señalada con cuatro ladrillos horizontales (fig. 4, C).

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Figura 4. Restitución de la planta medieval del sótano y estructuras del número 13 de San Juan de Dios. Estado actual del sótano en el momento de realizar la intervención (1). Planta de la denominada «casa del judío» (2) según R. Maqueda. Hornacina con la clave señalada (C).

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Figura 5. Aspecto de la bóveda central y acceso contemporáneo (E11) antes de iniciar los trabajos arqueológicos, con el acceso B aún tapiado (izquierda) y E (derecha).

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Figura 6. Vista del arco tapiado que permitía la comunicación interna del sótano, acceso principal (izquierda) y roto en el muro (derecha).

4. Interpretación del espacio bajo patio

La distribución y diseño de la bóveda octogonal central del sótano se relaciona con un uso industrial, el primero de estas características contextualizado arqueológicamente en la judería. Los sótanos medievales de Toledo eran concebidos bien para salvar el desnivel del terreno, como establos, zonas de almacenamiento, bodega u otros (Blázquez Miguel, 1989).

La ausencia de datos arqueológicos sobre esta tipología de sótano y su escasa mención en las fuentes históricas ha impedido conocer su desarrollo. El hecho de que el sótano del número 13 de San Juan de Dios cuente con una bóveda octogonal, lo hace diferente a otros de similares características y cronología. Hasta el momento, hay documentadas un limitado número de bóvedas octogonales en Toledo, construcción únicamente presente en la judería. J. Passini es el autor que más ha estudiado dicha tipología, proponiendo diversos usos bien como baños rituales (2017a) o como espacios de culto en relación con los momentos finales de la presencia judía en la ciudad (sinagogas clandestinas)(2017b). Como veremos, ninguna de estas interpretaciones se ajusta a lo documentado en el registro arqueológico.

La exclusividad de la bóveda octogonal bajo patio en la judería de Toledo convierte a este tipo de cubierta en fósil director judío. Hasta ahora, el único fósil director propio de este mundo, en su vertiente funeraria, había sido el lucillo o bóveda de medio cañón que conforma el cierre subterráneo de las tumbas. Recordemos que este tipo de cierre subterráneo únicamente está presente en el cementerio judío bajo medieval del cerro de la Horca y en el de conversos, de este mismo credo, del circo romano (Ruiz Taboada, 2016).

El común denominador de la mayoría de bóvedas, catalogadas por J. Passini, radica tanto su posición central con respecto a la casa y el resto de dependencias del sótano, como las dimensiones y su diseño octogonal. Un aspecto que no se ha tratado y que considero relevante, es la planta trapezoidal presente en todas ellas que, como veremos, puede estar relacionada con la funcionalidad para la que fueron concebidas (tabla I). A la vista de todos estos datos cabría preguntarse si el escaso número de bóvedas de estas características y la similitud de los diseños pudiera responder, bien a que se trate de un mismo constructor o a un uso y necesidades concretas.

Además, la excavación en el número 13 de San Juan de Dios ha permitido contextualizar alguno de los elementos asociados como aperturas de luz o estructuras soterradas. De una parte, la mayoría presenta una apertura cenital u occulus. Dicha apertura no debe ser entendida como casual o mera cuestión ornamental, sino parte del diseño funcional del sótano en su conjunto. En concreto, su presencia está relacionado con la necesidad de evacuar humos, independientemente del aporte de luz natural que genera. De otra, se ha constatado que bajo esta arquitectura prolifera diverso tipo de estructura soterrada. En cuatro de las nueve bóvedas octogonales conocidas, se han documentado diversos espacios de almacenamiento subterráneos (tabla I): un aljibe en Virgen de Gracia 8, Santa Ana (Sánchez-Chiquito de la Rosa, 1996) y San Juan de Dios 18 y el asiento para tres tinajas en San Juan de Dios 13. Un cuarto aljibe también se ha localizado en una sala lateral a la bóveda del nivel superior del Museo del Greco (calle Alamillos del Tránsito 20). Aunque se desconoce si en el resto de bóvedas existen estructuras similares, la presencia de estas estructuras soterradas permite considerar estas bóvedas centrales no sólo como lugares de distribución y paso, sino parte del espacio industrial bajo patio de estas viviendas medievales.

LOCALIZACIÓN

DIMENSIONES

ESTRUCTURAS SOTERRADAS

Santa Ana (Consejería de Cultura)

4,36 x 3,30 m

aljibe

Virgen de Gracia 8

3,90 x 2,90 m

aljibe

Virgen de Gracia 18

3,35 x 3,40 m

no se conoce

Calle del Ángel 2

3,80 x 3,80 m

no se conoce

Calle del Ángel 3

no se conoce

Calle San Juan de Dios 18

3,60 x 3,20 m

aljibe

Calle San Juan de Dios 13

4,20 x 4,00 m

tinajas

Alamillos del Tránsito 20 (Museo del Greco)

4,70 x 4,30 m

no se conoce

Travesía de la Judería 4 (casa del judío)

3,90 x 3,60 m

no se conoce

Tabla I. Sótanos con bóveda octogonal rebajada sobre colgantes en la judería de Toledo (según J. Passini, 2017) y descripción del número 13 de San Juan de Dios según A. Ruiz Taboada.

Sea como fuere, el modelo de distribución interna propuesto para el número 13 de San Juan de Dios podría ser aplicado al resto de sótanos similares de la judería para determinar si existe un común denominador en su diseño. Por poner un ejemplo, contamos con un ejemplo parecido al expuesto en el número 4 de la Travesía de la Judería, conocido popularmente como casa del judío. Esta casa conserva un sótano de similares dimensiones y distribución interna al del número 13 de San Juan de Dios, con una bóveda octogonal, también provista de occulus central (Maqueda García Morales, 2014). Además, ambos sótanos se pueden considerar gemelos desde un punto de vista estructural, al reproducir la misma distribución interna: bóvedas, aljibe, escalera de acceso y hasta la entrada habilitada tras una reforma posterior (fig. 4, 2). Con respecto a esta última, resulta significativa la reutilización de una viga con inscripción en hebreo documentada en el roto del muro para habilitar el nuevo vano. Su tipología y leyenda permite determinar su procedencia, el zaguán de la sinagoga del Tránsito, que ya documentó en su momento F. Pérez Bayer 6.

Las coincidencias entre la travesía de la Judería 4 (casa del judío) y la calle San Juan de Dios 13 obligan a reflexionar sobre la verdadera función de este tipo de sótanos (fig. 4). La interpretación sobre la funcionalidad del primero, propuesta por su excavador, no tiene en cuenta todos estos condicionantes y se limita a aceptar la explicación propuesta para este tipo de espacios por J. Passini (2017a), otorgando un uso como posible mikwé (Maqueda García Morales, 2014), interpretación difícil de sostener en base al contexto arqueológico.

En definitiva, la bóveda octogonal del 13 de San Juan de Dios responde a un diseño medieval de sótano centralizado, destinado a un aprovechamiento industrial del espacio. Dicha actividad se servía de las diferentes estancias colindantes y la propia bóveda para su desarrollo. La documentación de varias cubetas de decantación, en ladrillo, tres asientos para tinaja y una serie estructuras semiexcavadas en la roca, junto con el occulus y el diseño trapezoidal de la bóveda para favorecer la ventilación en el interior, así lo sugieren. Por desgracia, el alto nivel de arrasamiento tanto de los muros como de las estructuras interiores impide precisar sobre el tipo de actividad desarrollada. Como ejemplo, aunque se han documentado cubetas similares como las del San Juan de Dios 13 en Toledo, relacionadas con diferentes usos industriales (García Sánchez de Pedro, 2018; Ruiz Taboada y Azcárraga Cámara, 2016), es de esperar que futuras intervenciones arqueológicas aporten nuevos datos a este respecto.

5. Fases constructivas

La casa posee diferentes reformas desde su fundación hasta nuestros días. Las bóvedas y estructuras de la planta sótano pertenecen a una fase medieval (fase I). El sótano sufre una importante remodelación en el siglo XVI (fase II). Ya en el siglo XX se demuelen los niveles superiores de la vivienda y se construye una nueva casa (fase III)(tabla II):

Fase I. Vivienda medieval (s. XIV). Conserva las bóvedas del sótano y las trazas de la planta baja. El acceso a los sótanos en esta fase se realizaría por una escalera situada en un lateral (noreste sureste)(fig. 4, E10). De este primitivo acceso se excavaron tres peldaños de la escalera (fig. 3). Desde un punto de vista constructivo, la bóveda central octogonal es de ladrillo, sobre muros a base de cajones de mampostería entre doble verdugada. Una fábrica similar la encontramos en la cercana sinagoga del Tránsito, fechada a mediados del s. XIV, lo que sugiere que la construcción de la vivienda pudiera formar parte de una misma actuación urbanística en el entorno. El material cerámico asociado a esta primera fase corrobora esta cronología. Por las características de las estructuras conservadas en el sótano se deduce un aprovechamiento industrial de este espacio (fig. 7).

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Figura 7. Vista aérea de las estructuras E6 y escalón (izquierda) y E5 (derecha).

Fase II. Reforma moderna (segunda mitad del siglo XVI). En este momento se cambia la escalera de acceso situándola en el pasillo sureste, se colmatan de escombro las estructuras medievales y se recrece el nivel de suelo (fig. 4, E7 y E10). Además, con esta colmatación, fechada por numismática, desaparece la funcionalidad para la que fue concebido el sótano medieval, desconociendo el aprovechamiento posterior (fig. 8). Sobre este uso posterior, por fuentes históricas, sabemos que la casa cambia de propietario a partir de 1492. Hemos visto como J. Passini ha sugerido en diferentes momentos que la tipología de bóveda octogonal responde a una funcionalidad concreta, bien relacionada con un mikwé (Passini, 2017a) o con un espacio sinagogal oculto (Passini, 2017b). Para esto último, el autor se basa en un texto de Eliyahu Capsali, que cuenta cómo en 1523 proliferó la práctica del judaísmo en el espacio doméstico privado, tras los asaltos de 1391 «los judíos … tuvieron sinagogas bajo el suelo de sus casas…» (Passini, 2017a).

Aunque ambas propuestas son sugerentes, carecen de proyección en el registro arqueológico. Recordemos que este tipo de bóvedas son anteriores y que su diseño se relaciona con otros usos (fase I). Cuestión aparte es establecer en qué se transforman estos sótanos en los siglos XV y XVI. Sin descartar un uso clandestino asociado a esta tipología de bóveda, en la judería ya existen evidencias materiales de prácticas clandestinas. Como ejemplo, el fragmento de sefer torá descubierto oculto tras un arco en el número 3 de la calle de Caños de Oro, fechado entre finales del XV e inicios del XVI y que lo relaciona bien con prácticas criptojudías o de otra índole, como persecuciones religiosas (Ruiz Taboada, 2014).

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Figura 8. Entorno de E7 tras la reforma del siglo XVI, nuevo pavimento.

Fase III. Se corresponde con la demolición de las plantas superiores de la vivienda medieval conservando su sótano. Por el relleno contemporáneo generado se estima que la nueva casa se construye durante década de los 60 del siglo pasado. En la reforma del sótano se modifica la circulación interna y se amplia uno de los pasillos laterales (fig. 4, E12), abriéndose un nuevo paso en la bóveda octogonal (fig. 4, E11). Además, se clausura uno de los accesos de esta bóveda (fig. 4, E7: fig. 8). En esta fase también se remodela la entrada al sótano (fig. 4, E9).

FASE I

FASE II

FASE III

E1 (posible fragmento de janukkía)

E2 (candiles de cazoleta)

E2 (cimiento)

E3

E4

E5

E6

E7 (moneda de Felipe II)

E8

E9

E9 (acceso moderno)

E9 (acceso contemporáneo)

E10 (acceso medieval)

E10 (clausura)

B1

B2

B3

E11(roto en el muro)

E12 (ampliación de pasillo)

B2a (carbonera)

Tabla II. Fases constructivas de las estructuras del sótano

6. El registro material en el contexto de la casa judía

El único material arqueológico documentado proviene del interior de las estructuras 1 y 2 (fig. 4 y 10), con jarritas, platos y escudillas comunes muy fragmentadas, fauna, así como un borde de mortero de caliza, entre otros. De este material, destacamos el fragmento de policandil descubierto en el interior de la estructura 1 y tres fragmentos de diversas lámparas de cazoleta y un pie, de la estructura 2 (fig. 9 y 10), que serán objeto de análisis. También se ha documentado material moderno en el interior de las estructuras 7, 8 y 10, relacionado con el escombro derivado de la reforma de la casa en el siglo XVI.

Hoy ya nadie discute que no existe una materialidad exclusiva judía y sí un conjunto de modas y tendencias adaptadas a cada tiempo (Ruiz Taboada, 2014). A la hora de identificar tradiciones judías se debe recurrir a aspectos de tipo religioso que, directa o indirectamente, tienen reflejo en su cultura material (Romero, 1998). Esta forma de vida, frente a otros credos, ha perdurado sin apenas alteración hasta nuestros días. Así, textos, arquitecturas, ornamentos y objetos ceremoniales constituyen los principales soportes materiales para identificar arqueológicamente tradiciones o hábitos judíos. Pese a cierto escepticismo reinante a la hora de su adscripción cultural (Castaño, 2014), poco a poco se van añadiendo nuevos artefactos que multiplican el registro conocido.

J. Eiroa plantea la existencia de diferentes indicadores arqueológicos para identificar poblaciones medievales judías: el estudio de las juderías, sinagogas y baños rituales, los cementerios y el registro material, con la fauna como principal fuente de información (Eiroa, 2016). No obstante, hay cierto recelo a la hora de asumir que pueda existir una verdadera arqueología judía en un país secularmente empeñado en anular cualquier vestigio de su presencia. El poner de acuerdo a arqueólogos, historiadores y filólogos quizá, constituya la base para avanzar en el conocimiento de este mundo.

En el caso de la arquitectura, aunque como hemos visto no existe una propiamente judía, si hay una adaptación temporal de la misma a las necesidades concretas de cada comunidad. Para entender dicha adaptación contamos con diferentes ejemplos de diseños o estructuras directamente relacionadas con ella. Por citar alguno, los lucillos o cierres abovedados subterráneos antes descritos, característicos de un tipo de tumba relacionada únicamente con el mundo judío, presente en ciudades como Toledo y Sevilla (Ruiz Taboada, 2017). Otro, los sótanos con bóveda octogonal rebajada sobre colgantes, tratados en este artículo. Estos diseños son propios del mundo judío e inusuales en otras confesiones presentes en la ciudad (Ruiz Taboada, 2014; Passini, 2017a).

La realidad es que el registro material judío es tan amplio que cualquier intervención arqueológica que se plantee en el interior de una judería puede y debe aportar nueva información. En Toledo, además de las arquitecturas, los objetos de uso cotidiano constituyen una importante fuente de información. Hasta el momento, se han descubierto en contextos arqueológicos toledanos tanto telas (Ruiz Taboada, 2013: 82; Caballero García, 2014a), cerámicas (Caballero García, 2014b), ornamentaciones (Muñoz Garrido, 2016) e incluso documentos, como el fragmento de sefer torá antes descrito o las enseñanzas bíblicas descubiertas en el número 7 de Santa Úrsula (Ruiz Taboada, 2014).

En otros casos, elementos que forman parte del ritual de las casas como la mezuzá, localizada en la jamba derecha de la puerta de acceso, o las lámparas rituales. En el caso de las janukkiot, son los materiales más reconocibles en el registro arqueológico y más polémicos. Estas lámparas están relacionadas con la fiesta Janukká o de las Luces, que conmemora la purificación y reinauguración del templo de Jerusalén en el 165 a. C., tras la victoria de los macabeos sobre los seleúcidas y que se prolonga durante ocho días. La celebración rememora el prodigio ocurrido durante la reinauguración del templo en el que una única carga de aceite, que en condiciones normales se consume en un día, dio para alimentar un candelabro durante ocho (Romero, 1998). Como veremos, en el número 13 de San Juan de Dios se ha documentado un fragmento de cazoleta perteneciente a un policandil que ilustra la problemática de identificar este tipo de materiales en contextos arqueológicos.

Por último, la fauna constituye otro de los indicadores para analizar estas poblaciones judías (Valenzuela-Lamas, 2014; Grau-Sologestoa y García-García, 2018). El estudio arqueozoológico preliminar en el número 13 de San Juan de Dios, realizado por los doctores Verónica Estaca-Gómez y José Yravedra, que será objeto de publicación específica, identifica un conjunto faunístico compuesto de 337 restos, dividido en dos unidades: estructura 1 con 37, y estructura 2 con 300. Habiéndose documentado los taxones de Ovis/Capra, Bos taurus, y Gallus gallus y Margaretifera margaretifera. En el primero predominan restos de ovicápridos, seguido de bóvido y de las gallinas, así mismo con estos restos se han podido documentar la existencia de 4 individuos, de los cuales hay un individuo adulto para cada taxón y un juvenil de ovicáprido. En el caso de la estructura 2, la cabaña ovicaprina es la mejor representada, le sigue en importancia los bóvidos y las aves, con un único resto de malacofauna (Margaretifera margaretifera). De los 15 individuos documentados, 10 son de ovicápridos, todos ellos adultos salvo un juvenil. Le siguen en número de individuos las gallinaceas donde se han documentados dos gallinas adultas y un gallo adulto y, por último, un individuo adulto de bóvido. Los ovicápridos de ambos conjuntos presentan abundantes marcas de cortes y muescas, que indican el consumo de tuétano.

7. La muestra de candiles

La pieza más llamativa, que pudiera ser relacionada con un uso ritual, es un fragmento de cazoleta perteneciente a un policandil circular, descubierto en el interior de la estructura 1 (figs. 9 y 10). Se trata de una cerámica melada en ambas superficies sobre un borde plano, formando parte de un recipiente circular (fig. 9). Por el tipo de soporte se la cataloga como policandil circular. El hecho de ser una forma cerrada permite reconstruir su diseño con precisión. La reconstrucción ideal sugeriría la conexión con otras cazoletas que partirían del borde plano y unidas entre sí por un apéndice o cordón aéreo (fig. 9). De este soporte, únicamente se conserva parte del labio, estrecho y plano, y el arranque de la pared del recipiente, con suave inclinación hacia el centro. El pico del candil conservado se orienta al exterior, quedando ligeramente exvasado con respecto al borde (fig. 9; tabla III).

El recipiente cerámico que debía servir de soporte al candil estaba, a su vez, melado en ambas superficies, con un diámetro de borde de 19 cm. La naturaleza circular del soporte sólo da opción a que existan ocho lámparas, con 5,5 cm de diámetro aproximado, cada una de ellas.

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Figura 9. Fragmento de cazoleta y propuesta de restitución del policandil de la calle San Juan de Dios 13 (Toledo)

FICHA TÉCNICA

Partes conservadas

Borde plano y exvasado, pie y candil

Tipo de soporte

Ataifor

Diámetro de la lámpara individual

5,5 cm

Longitud en el eje de la piquera

9 cm

Diámetro de la escudilla

19 cm

Pasta

Fina, desgrasante fino/medio, ocre rojiza (cocción oxidante)

Acabado

Vidriado melado (interior y exterior)

Técnica

Mixta (mano para la piquera, torno para el recipiente)

Cronología

ss. XIV-XV

Tipología

Cazoleta que pudo formar parte de un policandil

Tabla III. Ficha técnica del candil.

El hecho de que no se conserve la pieza completa y que carezca de contexto ritual, impide afirmar que se trate de una lámpara asociada a la fiesta Janukká 7. La documentación de este tipo de lámparas en contextos arqueológicos judíos no está exenta de polémica. Poco o nada se sabe de la tipología peninsular de estas lámparas, puesto que suelen aparecer muy fragmentadas en contextos arqueológicos. Únicamente contamos con paralelos modernos o contemporáneo, cuyos diseños se establecen en torno a dos familias: candelabros y de pared. Estas últimas formadas de una pieza vertical en cuya base están los recipientes para las candelas (Romero, 1998: 125). Por desgracia, aún no se ha descubierto ninguna de estas formas completa, lo que ha provocado que algunas de ellas hayan sido objeto de restauraciones dispares. Este es el caso de las janukkiot de Teruel, cuya restitución incluye una novena lámpara de mayor tamaño o samás (Atrián Jordán, 1981) o Lorca, también de nueve candiles lineales (Eiroa, 2016). Una mayor credibilidad ofrece la de Puigcerdá, aunque de diseño diferente (Valenzuela-Lamas et al., 2014).

Lo cierto es que tanto la identificación como la morfología de estas lámparas genera todo tipo de dudas. Resulta cuestionable asumir que todo candil de pie con un tipo de piquera concreta pertenezca a una janukkía. Como ejemplo de esta variedad de policandil, sin ser janukkía, contamos con la lámpara circular hallada en Lorca compuesta de varios candiles (Pujante Martínez y Gallardo Carrillo, 2004).

Es lógico preguntarse, por tanto, qué resto material pertenece a una janukkía y qué a una lámpara común. De hecho, la iluminación en el mundo judío es un tema complejo que ofrece multitud de variables, lo que hace que cualquier elemento relacionado con la iluminación artificial deba ser analizado con la debida cautela (Gutwirth, 2017). El que además el soporte sea cerámica, también ha servido para poner en cuestión su adscripción ritual, puesto que las escasas representaciones con las que contamos en el mundo medieval únicamente muestran diseños en metal (Eiroa, 2016). Aún así, el autor de este trabajo sostiene que las lámparas cerámicas interpretadas como janukkiot se asocian a ambientes judíos y presentan sensibles diferencias con otros tipos de luminaria, estas sí, tratadas ampliamente en la bibliografía especializada.

Los contextos doméstico y la tipología son los que deben condicionar cualquier interpretación que pueda darse de estos objetos. Lámparas de este tipo en registros arqueológicos son frecuentes en las excavaciones de las diferentes juderías peninsulares. Entre los hallazgos más representativos, además de los de Lorca (González Ballesteros, 2014), contamos con los de la judería de Calatayud (Cebolla Berlanga et al,. 2016), Teruel (Atrián Jordán, 1981), Barbastro (Juste Arruga y Motis Dolader, 2014) o Tudela (Bienes, 2008), entre otras. En Toledo, pese a la trascendencia de su judería, no hay ninguna documentada, a excepción del caso que nos ocupa.

Este fragmento de candil no es el único descubierto en la excavación del 13 de San Juan de Dios. En la estructura 2 se han podido documentar fragmentos de diversas lámparas (fig. 10). Estos otros candiles, contemporáneos con el material de la estructura 1, son comunes en el registro doméstico judío y, por extensión, el medieval. La forma más habitual es la cazoleta de tendencia abierta, base plana y paredes rectas, con parte del borde vuelto y pinzado para generar la piquera que albergaría la mecha. Junto a estos fragmentos, apareció un cilindro hueco a modo de pie que sobresale en altura del fondo de un posible ataifor (fig. 8, 1). Este cilindro formaría parte de un tipo de lámpara diferente a las anteriores y su diseño podría tener relación con el descrito para reconstruir el policandil de la estructura 1. El cilindro aparece montado sobre la base cóncava de un recipiente de paredes curvas abiertas, sobre un pie anular. Presenta un vidriado melado en ambas superficies (fig. 10, 1).

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Figura 10. Estructura 2, candiles descubiertos en el interior de la estructura y detalle del cilindro perteneciente a un policandil (1).

Con respecto al taller cerámico del que pudieron provenir todas estas piezas, Toledo en época medieval y moderna cuenta con producción alfarera propia (Ruiz Taboada y Fernández del Cerro, 2008). Al igual que ocurre con el resto de elementos culturales judíos, no parece que exista una alfarería específica para esta comunidad. Las producciones cerámicas de esta época suelen compartir diseños y aparecen repartidas por toda la ciudad (Caballero García, 2014b).

8. Conclusión

La arqueología judía se está convirtiendo en un complemento indispensable para contrastar la información recogida en las fuentes históricas. Dichas fuentes carecen, en muchos casos, de una visión de conjunto, al describir únicamente casos o momentos puntuales, sin tener en cuenta el contexto o el amplio desarrollo temporal de los acontecimientos que relatan.

Con respecto a la vivienda analizada en este artículo, los habitantes de la casa son clave para entender su desarrollo a lo largo del tiempo. Aunque no se puede hablar de una arquitectura judía, si es posible identificar alguna de las señas identidad que caracterizan a esta población, presente en la mayoría de los municipios peninsulares desde la antigüedad hasta 1492.

La judería Toledo no conserva arquitecturas de época romana, visigoda o andalusí, aunque si cristiana. La excavación del número 13 de la calle San Juan de Dios ha permitido conocer tanto la fecha de fundación de la vivienda, fijada a mediados del siglo XIV, como las diferentes reformas a lo largo de la historia, uso y funcionalidad.

Por fuentes históricas conocemos los principales acontecimientos que debieron influir en la vida de la casa. Entre ellos, la peste de 1348, el pogromo de 1391 o la guerra civil entre Pedro I y Enrique. Estas mismas fuentes, rara vez mencionan aspectos cotidianos, ni del diseño o división del espacio doméstico o de la actividad y reformas de la vivienda. En definitiva, carecemos de información de lo más importante: sus habitantes. Las fuentes únicamente se limitan a hacer un retrato puntual de un instante. Por poner un ejemplo, hemos visto como los sótanos de muchas de estas viviendas se los asocia bien con prácticas criptojudías o con espacios destinados a baño ritual, u otros. La visión diacrónica que ofrece la arqueología obliga a tomar con la debida cautela tales interpretaciones, puesto que olvidan que los contextos de los que parten cuentan con un amplio desarrollo temporal. Es decir, lo que vale para un tiempo no es aplicable a otro ni se puede mezclar.

A veces olvidamos que la vivienda judía y, por extensión, las juderías, tienen un ámbito temporal limitado, no más allá de 1492. A partir de esta fecha, los habitantes de la casa dejan de ser judíos en favor de los nuevos inquilinos, bien conversos, bien cristianos provenientes de otros barrios o de otras ciudades. Desde ese momento, no cabe hablar ya de juderías. Los restos materiales se convierten así en la única prueba de su pasado.

La casa analizada cuenta con diferentes fases de ocupación. La más antigua es la que ha generado un mayor volumen de información. Se caracteriza por albergar una zona industrial en el sótano, definida a partir de un gran número de estructuras en ladrillo y excavadas en la roca. En dos de estas estructuras (1 y 2), se han documentado abundante material cerámico y fauna. Además, se ha identificado el acceso medieval al sótano, hoy desaparecido, y se ha constatado que la distribución interna del espacio subterráneo cuenta con otros paralelos en el barrio, como el número 4 de la Travesía de la Judería.

La segunda fase se caracteriza por la reordenación del espacio bajo patio: apertura y clausura de vanos, cambio de escalera de acceso al sótano y elevación del nivel de suelo. El recrecido del pavimento se fecha por numismática en el siglo XVI. En este sentido, el artículo ha analizado la funcionalidad de los sótanos de la judería y ha cuestionado alguna de las interpretaciones dadas.

La última fase corresponde a la casa contemporánea que se sirve del sótano medieval como cimentación, alterando completamente su estructura y distribución interna. Esta última fase ilustra las transformaciones de las casas de la judería y muestra la problemática a la hora de interpretar estas arquitecturas.

Con respecto al material cerámico documentado, el artículo se centra en el análisis de los candiles. Entre ellos, destaca el fragmento de cazoleta hallado en la estructura 1 perteneciente a un policandil, con vástago o asidero central, con base o peana y un cuerpo curvo, donde sobresaldrían las cazoletas en el borde. Se discute si la pieza pudiera formar parte de una janukkía. Lámpara ritual o no, el trabajo incorpora una nueva pieza al debate sobre este tipo de objetos rituales.

La recuperación de la memoria judía pasa por la correcta investigación, gestión y difusión de su registro material. El estudio de las juderías, junto con los cementerios, deben ser el estandarte de la nueva arqueología judía. De su consolidación teórica y metodológica depende el futuro de esta disciplina.

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1. Este trabajo está dedicado a Jordi Casanovas Miró (1953-2020). La intervención arqueológica se ha desarrollado dentro del proyecto de reordenación y adecuación de la oficina única del Museo Sefardí de Toledo, promovido por la Gerencia de Infraestructuras y Equipamientos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte durante los años 2019 y 2020. En ella han participado Construcciones y Desarrollos TUDMIR y Patrimonio Inteligente. La coordinación de los trabajos arqueológicos ha corrido a cargo de Ángel Palomino y Juan Gallardo, Fernando Pardo como dirección facultativa, Juan Carlos Adeva Jefe de Obra, y Carmen Álvarez como directora del Museo Sefardí. Los materiales arqueológicos se encuentran depositados en el Museo Sefardí de Toledo.

2. El cementerio se localizaba a más de un kilómetro de la puerta del Cambrón, en el paraje denominado como cerro de la Horca.

3. El tramo descubierto en julio de 2014 posee 8 m de longitud, de 2,86 m de anchura y, al menos, 4 m de altura. Según sus excavadores, la presencia de sillares esquineros indica la existencia de un vano o puerta de gran porte. Su construcción se relaciona con Enrique de Trastámara que la ordenó construir ante las protestas de los toledanos en 1366. Los restos de esta cerca aún son visibles en el plano de Arroyo Palomeque a inicios del XVII, puesto que tras la excavación se volvieron a tapar.

4. Una primera sistematización del legado material judío en Toledo fue recogido en el monográfico de López Álvarez e Izquierdo Benito (1998).

5. Hoy en día, este acceso ha desaparecido al estar severamente dañado por la cimentación de la casa contemporánea, conservando únicamente tres de los peldaños que formaban el arranque de su escalera.

6. Estas vigas en su posición original aparecen en el dibujo de F. Palomares de 1752. Agradezco a Gema Alonso Jiménez la información a este respecto.

7. Agradezco tanto a los evaluadores ciegos de la revista como a José Ramón Ayaso los comentarios hechos al borrador de este artículo.