Jordi Casanovas Miró. Memoria de un erudito entrañable

Jordi Casanovas Miró. Remembering a Lovable Person and a Wise Man

Sílvia Planas Marcé

splanas@ajgirona.cat

Institut d’Estudis Nahmànides, Girona

Jordi Casanovas (A Prieto 2019 - Sagunt).

A inicios del mes de septiembre de 2020, en este año extraño y triste, recibí un encargo del amigo José Ramón Ayaso: escribir un texto en recuerdo y memoria sobre el querido Jordi Casanovas Miró. Nos había dejado unos meses antes, justo cuando acababa de ser nombrado Presidente de la Societat Catalana d’Estudis Hebraics, una entidad en la que, estoy segura, hubiera podido realizar un gran trabajo, tanto de contenido —era experto en todos los temas que se tratan en esta Societat, dedicada al estudio e investigación de la cultura judía catalana— como de continente —era sabio, generoso, conciliador, amable, correcto, con gran sentido del humor, de muy buen trato, muy tierno y muy simpático—. El cargo se le hizo muy corto y su muerte truncó grandes cosas que hubieran podido pasarle al estudio del patrimonio judío catalán e hispánico. Su partida dejó un hueco enorme en el campo de la historia y la cultura judías, pero también en el camino de todas las personas que nos dedicamos a estos temas y que aprendimos a quererlos y a entenderlos teniendo en él a uno de nuestros principales guías.

Jordi Casanovas era doctor en filología semítica por la Universitat de Barcelona y especialista en epigrafía hebrea medieval hispánica, probablemente el mejor de su tiempo en este tema. No había lápida con inscripción hebrea que Jordi no conociera, que no hubiera estudiado, traducido, transcrito, fotografiado. En cuanto se hallaba algún fragmento, alguna piedra con un texto epigráfico hebraico, muchos éramos los que sabíamos bien que había que llamar a Jordi inmediatamente. Y él acudía, y observaba, y leía, y pensaba, y al final, interpretaba. Después te contaba con voz tranquila —pero siempre emocionada— la conjetura histórica y arqueológica que le despertaba aquel hallazgo. Algunas veces intentaba contenerse, por humildad y prudencia, aunque —a menudo— no podía disimular su emoción ante un nuevo retazo de pequeña historia particular, que intuía y trataba como una parte de esa gran historia compartida, la de las comunidades judías que habitaron la Península en época medieval.

Trabajó como museólogo durante veintinueve años en el Museu Nacional d’Art de Catalunya/MNAC, donde se ocupaba, poniéndole pasión y profesionalidad, como en todo lo que hacía, del registro y gestión de colecciones. Era buen conocedor de los secretos mejor guardados de los fondos museísticos, de los detalles y las características de las esculturas, de las inscripciones —hebreas o latinas—, de los objetos, de las piezas de arqueología y de las obras de arte. En esa línea realizó un estudio importante de los avatares que sufrieron las colecciones de arte y el patrimonio arqueológico durante la Guerra Civil española. Era un hombre sabio y curioso al que le interesaba todo: la historia, la arqueología, la ciencia, la cultura, el patrimonio. Era una persona generosa, que entregaba su saber de manera altruista y sincera, que no se enojaba nunca, que ayudaba siempre, que tenía en todo momento una palabra tierna y amable, que se reía con los ojos y que actuaba siempre con y desde el corazón. Y se fue demasiado pronto, demasiado de prisa, demasiado todo…

Pocos días después de recibir el encargo de escribir estas líneas en su recuerdo, llegaban al Institut d’Estudis Nahmànides (Call de Girona) 93 cajas que su querida Odile había llenado con todos los libros y documentos de su biblioteca personal. Estaban todas perfectamente ordenadas, con un texto y un número que identificaban el contenido. Los libros de Jordi fueron tratados con cariño respetuoso y paciencia infinita por su compañera de vida, que dedicó los meses de verano a recoger y guardar los volúmenes, ayudada por su hermana Gisela, su hijo Augusto y su alumno Albert Prieto. «Es lo que habría querido Jordi», me dijo en cuanto la llamé para decirle que los libros ya habían llegado al Institut; «él seguro que estará contento de que estén aquí, porque van a tener una función, un uso, una vida». Una biblioteca personal es siempre una puerta al alma de quien la ha ido construyendo paso a paso, a lo largo de toda una vida. Poder disfrutar ahora de la de Jordi Casanovas será un honor grande y nos remitirá para siempre al recuerdo entrañable de su propietario.

Aquel día abrí una de las cajas al azar, dentro había tres archivadores de color verde oscuro, con etiquetas escritas con la letra bonita de Jordi, que describían los contenidos: Sinagogas. Inscripciones. Material Arqueológico. Empecé con el de Sinagogas, me quedé atrapada por los textos inéditos en los que Jordi recogía reflexiones sobre las piedras sinagogales de diversos puntos de la Península Ibérica y de las inscripciones hebraicas que él transcribía, traducía, contextualizaba e interpretaba. Leí con ganas, tomé notas, aprendí mucho, sentí curiosidad, quería leer más…, al final, viendo todas las cajas de mi alrededor, decidí que no tenía el tiempo suficiente para poder disfrutar de verdad con todo lo que contenían y devolví los archivadores a la caja, cerrándola —de momento— a la espera de que podamos proceder a la catalogación de todo el material. Esperemos que pronto esté a disposición de todo el público, ya que será, seguro, una base importante para avanzar en el conocimiento del patrimonio hebraico catalán e hispánico. La donación de su biblioteca es la culminación simbólica de toda una vida de ayuda, colaboración y estima por el Institut d’Estudis Nahmànides, el Museu d’Història dels Jueus y el Call de Girona. Ninguno de los tres mencionados sería lo mismo sin las aportaciones precisas y acertadas, generosas y exhaustivas, de Jordi Casanovas.

El Museu d’Història dels Jueus/MHJ, que exhibe una de las colecciones lapidarias hebraicas de época medieval más interesantes y completas de toda la Europa occidental, no sería el mismo. Esas «Piedras con nombre» son la base del Museo, la colección que lo construye y le da entidad. Proceden del antiguo cementerio judío de la ciudad, el Montjuic de Girona, y antes de estar expuestas aquí lo estuvieron en el claustro de Sant Pere de Galligants, que acoge el Museu d’Arqueologia de Catalunya-Girona (antiguo Museu Provincial d’Antiguitats i Belles Arts de Girona, fundado en 1846). Se instalaron en el MHJ en julio del año 2000, en el que fuera el primer ámbito museizado del edificio. Para realizar la instalación museológica se recurrió a Jordi Casanovas. Como siempre, vino rápido y se puso a trabajar. En su labor, fue atento, efectivo, preciso y genial. Le debemos la actualización de transcripciones y traducciones de textos epigráficos que ya habían sido estudiados y traducidos en el pasado. Pero él dio una nueva vida a esos textos bellísimos y profundos que nos hablan de las personas, de las vidas, de los sentimientos y de la historia de la comunidad judía de la Girona medieval. El trabajo del Dr. Casanovas fue más allá y se centró también en la descripción de aquellos elementos epigráficos, en la localización del cementerio judío en el que se depositaron originariamente, en el estudio del ritual mortuorio de las comunidades judías medievales, en el sentido profundo de la vida y de la muerte para la población judía medieval.

Así reza la traducción de la última lápida ingresada en la colección gerundense, realizada por Jordi Casanovas en 2004:

Llanto, lamentos y elegías entonaré por la madre y los hermanos / pues el día en el que se fundió con la tierra quedaron abatidos y desconcertados / se afligieron y se cubrieron de tinieblas los sirvientes, el Sol, y los astros del cielo / esté su alma en el bien junto con los que cantan alabanzas en la casa de Dios / el día diecisiete del mes de siwán del año cuatro mil y 958 de la Creación del mundo, día de angustia / día de oscuridad y tiniebla, cuando fue reclamado a la Comunidad Celestial el inteligente, encantador y escogido Rabí Selomo, bendito sea su recuerdo, hijo del noble rabí Yosef ben Teqa, de veintidós años. Y derramarán por él llanto amargo y será su amargura por él como la amargura por un primogénito. Venga la paz / sobre el lecho del que ha caminado en la rectitud, repose y se levante para recibir su suerte al fin de los días. Amén (mayo- junio de 1198).

Al igual que Girona, las ciudades de Besalú y Castelló de Empúries también le deben a Jordi Casanovas detalladas interpretaciones de las inscripciones hebraicas que nombran a las personas judías que un día habitaron sus calls. Fue el autor de la primera transcripción y traducción de la lápida más antigua hallada la zona, que perteneció a Rahel, hija de Rabí Yosef, de Besalú y le fue dedicada en el año 1090 de la Era Común, en un epitafio con este texto: «Estela sepulcral de Rahel, hija de Yosef. Murió en el año 850, el 8 de Adar». De la joven Rahel conocemos muy pocos datos, pero el Dr. Casanovas la nombró y, así, perpetuó su memoria. También las lápidas del «fossar dels jueus» de Castelló de Empúries le deben mucho a Jordi Casanovas. Leyó y transcribió los epitafios que recuerdan a Regina y a Bonadona, a Vidal y a Selomó, a Hayyim y a Isaac, a Rovén y a David; rabinos ellos, «señoras» ellas; judías y judíos que vivieron y murieron en la villa condal de Empúries y que tienen sepultura en el cementerio judío, en los siglos XIII y XIV. Castelló era otra de las grandes pasiones de Jordi, con su call antiguo y sus sinagogas tan bien documentadas, con sus elementos patrimoniales hebraicos que remiten a una comunidad judía importante, de cultura excelsa y de historia particular y diferente. También se dedicó al estudio de las inscripciones y restos arqueológicos hebraicos de Tàrrega y Tortosa, poniendo al descubierto nuevos datos e interpretaciones que contribuyen al conocimiento y divulgación de la historia judaica de esas localidades y de toda Cataluña.

Igualmente, Lucena, Toledo, y otras muchas ciudades del Estado español, le deben a Jordi Casanovas su puesta en escena en cuanto a inscripciones y epigrafía hebrea. En ese campo, su trabajo se extiende a toda la península Ibérica, y culmina en una obra magna: Las inscripciones funerarias hebraicas medievales de España ("Monumenta Palaeographica Medii Aevi", Series hebraica, 1), publicada por Brepols en 2004. En ella recopila todas las inscripciones funerarias hebraicas de la Península Ibérica halladas hasta el momento y realiza un estudio exhaustivo de cada una, continuando, profundizando y mejorando significativamente la obra insigne que Cantera y Millás publicaran en 1956. Un año después publicó Epigrafía Hebrea (Real Academia de la Historia, 2005), un buen complemento de Las inscripciones funerarias. También fue autor de diversos artículos relativos a nuevos hallazgos, pero le faltó tiempo para finalizar un último estudio sobre una lápida descubierta en Girona en 2017, en una pequeña tienda reformada de una calle del casco antiguo, que muestra una inscripción escueta, limpia y clara, fechada por Jordi a finales del siglo XIV, escrita en memoria de rabí Yosef de Béziers. En cuanto se halló esa lápida, le llamamos. Vino rápido. Leyó el texto, hizo fotos, se emocionó. Al cabo de una semana nos mandaba su versión con una transcripción precisa y detallada, y nos comunicaba que prepararía un artículo sobre ella. No pudo ser…

Jordi era el referente generoso, atento, sabio, al que acudíamos cuando se producía un hallazgo epigráfico relativo a la vida judía medieval en Girona y en toda Cataluña. Sólo había que llamarle o escribirle, contándole que había aparecido una inscripción que no sabíamos o no podíamos interpretar correctamente. No pasaba mucho tiempo hasta que se personaba en el lugar, fuera donde fuera, y armado con las mismas dosis de conocimiento que de pasión, curiosidad e interés —lo uno le llevaba siempre a lo otro—, miraba, leía, pensaba, traducía, contextualizaba; a menudo, ponía en relación aquella inscripción reciente con alguna otra más antigua, trazaba lazos entre el nombre escrito en la piedra y los datos de los documentos de los archivos, y nos ayudaba a interpretar y a contar la historia de las comunidades judías que forman parte de nuestro pasado y de nuestra identidad colectiva.

También el Institut d’Estudis Nahmànides le debe mucho a Jordi Casanovas Miró. Su última visita a Girona fue el día 30 de mayo de 2019; dio una excelente conferencia en el contexto de la exposición temporal «Piedras con nombre», proyecto que había asesorado con gran conocimiento. Con el título Què ens diuen les pedres dels fossars jueus. Raons d’una vocació habló sobre las lápidas hebreas procedentes del cementerio de Montjuïc en Girona y se refirió a la «vocación», ese sentimiento que le acompañaba siempre y le hacía ser como era: un erudito apasionado e interesante.

Fue autor de estudios imprescindibles para el conocimiento del patrimonio judaico, algunos de los cuales fueron publicados por el Institut d’Estudis Nahmànides, entre ellos destaca la traducción al español del libro de Elka Klein, Documents hebraics de la Catalunya medieval (2004). Así mismo, publicó trabajos que hoy enriquecen la biblioteca del Institut, como el Libro de cuentas de un prestamista judío gerundense del siglo XIV (1990), o Aspectos cotidianos de la relación entre judíos y cristianos: la imagen que del judío tiene el cristiano (2005). Su palabra clara y su mente abierta, junto con su gran saber y generosidad, lo llevaron a ser un buen embajador de su querida Girona, ciudad que llevaba en el corazón, y a ella se refería siempre con palabras de elogio y de cariño a partes iguales.

Gracias a su generosidad, y a la de su querida Odile, la radiante esencia de Jordi Casanovas seguirá brillando en todos los proyectos de estudio y salvaguarda del patrimonio judío catalán. En los espacios llenos de historia del call de Girona «las piedras clamarán y resonarán las vigas del enmaderado», en ellos el nombre de Jordi Casanovas Miró se unirá a los bellos caracteres hebraicos de las lápidas y permanecerá, como aquellos, y para siempre, en el recuerdo de la ciudad que fuera conocida como «Ciudad Madre de Israel».