Los chuetas en tres novelas españolas: Los muertos mandan (Vicente Blasco Ibáñez), Primera memoria (Ana María Matute) y Dins el darrer blau (Carme Riera)

The Xuetes/Chuetas in Three Spanish Novels: The Dead Command (V. Blasco Ibáñez), School of the Sun (A.M. Matute) and Dins el darrer blau (C. Riera)

Belén Holgado Cristeto

bhcristeto@yahoo.es

Investigadora independiente

ORCID: 0000-0001-5872-6259

Recibido: 19-1-2020 | Aceptado: 23-6-2020

http://dx.doi.org/10.30827/meahhebreo.V69i0.1047

Resumen

El objeto de este artículo es analizar la imagen de los chuetas en tres novelas españolas de tres épocas diferentes: Los muertos mandan (1908), de Vicente Blasco Ibáñez, Primera Memoria (1959), de Ana Mª Matute y Dins el darrer blau 1 (1994), de Carme Riera. Una cuestión llamativa es que los prejuicios se han prolongado hasta nuestros días, no por el hecho de ser descendientes de judíos, sino por ser chuetas, lo cual nos retrotrae a los acontecimientos sucedidos en el siglo XVII, cuando tuvieron lugar los célebres autos de fe.

Palabras clave: Chuetas; apellidos; Mallorca; novelas; personajes; estereotipos; discriminación.

Abstract

The article analyses the image of the Chueta in three Spanish novels from three different periods: The Dead Command (1908) by Vicente Blasco Ibáñez, School of the sun (1959) by Ana Mª Matute and Dins el darrer blau (1994) by Carme Riera. One striking issue that emerges in the analysis is that the prejudice that has extended to the present day is not due to the fact that the Chuetas are descendants of Jews, but because they are Chuetas. This, in turn, harks back to the events of the seventeenth century and the infamous autos-da-fé.

Keywords: Chuetas; surnames; Majorca; novels; characters; stereotypes; discrimination.

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Holgado Cristeto, B. (2020), Los chuetas en tres novelas españolas: Los muertos mandan (Vicente Blasco Ibáñez), Primera memoria (Ana María Matute) y Dins el darrer blau (Carme Riera). Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos. Sección Hebreo, 69: 95-114. doi: 10.30827/meahhebreo.V69i0.1047

1. Introducción

La palabra ‘chueta’ (en mallorquín ‘xueto’), es el diminutivo de ‘jueu’ o judío, y aparece por primera vez en 1688 durante los procesos en los que varios judíos dicen pertenecer a la «casta y generación de los de la calle del Sagell que comúnmente llaman Xuetas», es decir: «lo mesmo que christianos nuevos, conversos de judíos» (Selke, 1972: 17). Otros autores sostienen que el nombre puede proceder de xuia, xulla o chuya (tocino), en clara referencia a la abstinencia del consumo de carne de cerdo entre los judíos. Este apelativo tiene paralelo a la designación de judíos y conversos con el apelativo ‘marrano’ (Braunstein, 1972: 93). El Dictionari català-valencià-balear recoge ambas hipótesis, pero considera que el origen más probable es el diminutivo de jueu 2.

Después de la conquista cristiana, a finales del siglo XIII, se ubicó a los judíos de Palma en el denominado Call menor, que comprendía las calles de Sant Bartomeu, del Segell y de la Platería. En la centuria siguiente, en 1303, el rey Jaime II de Mallorca, asesorado por el obispo Desjardí, ordenó el traslado de los judíos a un nuevo barrio, el Call mayor o nuevo, situado en unas calles que eran propiedad de la orden del Temple que llegaban hasta el convento de Santa Clara. Estaba rodeado por una muralla y tenía cuatro puertas, la principal de ellas en la esquina entre las calles del Sol y Montesión.

En 1391 se produjo en Mallorca un asalto a la judería, lo cual ocasionó que la mayoría de los judíos se convirtiera al cristianismo. Hombres de las villas de la parte foránea con muchos y diversos hombres de la ciudad —anotó en uno de sus protocolos el notario Mateo Salzet testigo de la invasión— entraron en el call judaico y lo arrasaron. En la invasión fueron muertos unos 300 judíos entre hombres y mujeres, como escribe A. Santamaría Arández (1997: 225). Los conversos y los judíos sobrevivientes tuvieron que dar un tanto por ciento de sus propiedades a Juan I y pagar los censalers de la aljama. Los conversos se organizaron como colectivo, con sus representantes para que administraran lo recolectado para pagar las obligaciones fiscales, lo que fue el origen de la cofradía de San Miquel (Oeltjen, 2013: 133-164).

En 1435 acabaron de convertirse el resto de los judíos. En 1488 y 1516, la Inquisición persiguió a algunos miembros de la comunidad acusándoles de judaizar. Las persecuciones contra los conversos provocaron que muchos de ellos huyeran, que la actividad económica se viera afectada y que hubiera una menor recaudación de impuestos.

En el siglo XVII, los conversos vivían en la parroquia de Santa Eulalia, en las calles Bolsería, Sagell y Argentería (Platería), de ahí que se les llamara como gentes del Sagell o des Carrer, otros en la zona de la calle Monjas y de San Bartolomé. Vivían, curiosamente, en lo que anteriormente había sido el call menor.

En el mapa de la ciudad de Antoni Garau, que data de 1644, podemos comprobar dónde se encuentran El Segell (o Sagell), o La Calle, señalado en color rojo, y la denominada ‘Casa negra’ o sede de la Inquisición, indicada en color azul.

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/6/6c/Xuetes_a_Ciutat.png

Palma de Mallorca en la época en que se sucedieron los hechos
(https://es.wikipedia.org/wiki/Chueta).

En esta época los conversos adquieren cierta relevancia económica y comercial: se crean sociedades mercantiles de ámbito local e internacional, las caixes de seguretat o compañías aseguradoras, muy relacionadas con las compañías dedicadas a la importación de productos, porque los judeoconversos mantenían relaciones comerciales con otras sociedades radicadas en Livorno, Roma, Marsella, Ámsterdam, Esmirna, etc. ya que existía una endogamia económica y social entre los conversos, que seguían manteniendo relación con sus parientes judíos de otros lugares (Pons, 2007: 271-294).

El hecho de que los chuetas tuvieran esta situación económica tan singular, con fluidas relaciones con Holanda, Francia, Génova e Inglaterra, provocó la envidia de sus conciudadanos (Cortijo, 2013). Mientras que la sociedad se dividía en una boyante clase de comerciantes, que importaba productos de Italia y de otros lugares del mundo, y algunos miembros de la nobleza, los payeses sufrían una terrible época de hambruna (Porcel; 2002: 50). Esta situación sirvió de acicate a los acontecimientos que se sucederían a partir de 1677 y que supusieron las confiscaciones de los bienes (casas, mercaderías, censos y créditos) de los chuetas por parte del Santo Oficio, lo que implicó un duro golpe a la economía de la isla, paralizando el comercio y perjudicando a los deudores de los confiscados. La especulación alteró los precios de propiedades y mercancías, y en la subasta de los bienes confiscados abundaron los casos de corrupción (Cortijo, 2011).

La primera persecución en el XVII se produjo desde 1677 a 1679 y se denominó ‘La Complicidad’, en ella jugó un papel fundamental un tal Raphael Cortés, ya que hizo de espía o ‘malsín’ (delator), informando al Inquisidor de cada uno de los pasos de los habitantes de La Calle. Así, el Inquisidor supo que un grupo de conversos tenía por costumbre reunirse los domingos a merendar en el huerto de Pedro Onofre Cortés, pariente del ‘malsín’, y que se negaban a comer guisos que llevaran tocino. Se ordena destruir el huerto y, en 1679, se celebra un auto de fe, los bienes de los acusados fueron confiscados y entraron en prisión.

La segunda persecución y castigo tuvo lugar entre 1687 y 1691, que fue denominada como ‘La Cremadissa’, y comienza cuando un grupo de criptojudíos decide escapar, a pesar de que a los chuetas les estaba prohibido salir de la isla. Reúnen dinero para pagar al capitán de un barco inglés, pero un temporal impide la huida y regresan a la ciudad, donde son apresados. En 1691, se celebran nuevos autos de fe 3, Rafael Valls «Maior», Catalina Tarongí y Rafael Benito Tarongí fueron quemados vivos por reafirmarse en sus creencias; cinco mujeres y dos hombres se negaron a abjurar; otros dos de ellos reconocieron que eran judíos pero al final renegaron, y los 24 restantes dijeron que no eran judíos ni judaizaban, pero fueron sentenciados igualmente (Santamaría, 1997: 251). Resultado de ello: a veintiún reconciliados 4 se les condenó a morir en garrote y luego a ser quemados; a cuatro relajados y a tres en ausencia se les sentenció a morir en efigie y en sus huesos 5 y a otros se les aplicaron diversas penas y confiscaciones.

El relato de los hechos aparece en la obra del jesuita Francesc Garau, La Fee Triunfante en quatro autos celebrados en Mallorca por el Santo Oficio de la Inquisición en què an salido ochenta i ocho reos, i de treinta i siete relaiados solo uvo tres pertinaces 6, reeditado en 1755, en 1931 y en 1984, que sirvió a lo largo de los siglos para discriminar a la comunidad chueta. En este libro aparece la descripción minuciosa de la agonía y muerte en la hoguera de Rafael Valls, que aparece detallada en las tres novelas que vamos a tratar:

Ni le bastó al Valls la estoica insensibilidad afectada, que va mucho de hablar a obrar y donde llega fácil la lengua, no acompaña siempre el corazón. Mientras llegó solo el humo, era una estatua; en llegado la llama, se defendió, se cubrió y forcejeó como pudo y hasta que no pudo más. Estaba gordo, como un lechonazo de cría y encendiéndose en lo interior de manera que aun cuando no llegaban las llamas, ardían sus carnes como un tizón y reventando por medio se le cayeron las entrañas como a Judas. Crepuit medius et difusa sunt omnia viscera cius. Actuum I, 18. (Garau, 1984: 51).

En el siglo XVIII, entre unas 200 y 400 familias chuetas vivían segregadas en el Call del Sagell, dedicándose al comercio, préstamo, tejeduría, platería, importación y exportación, pero eran excluidos de oficios públicos, estudios universitarios y difícilmente podían ingresar en órdenes religiosas.

El 12 de febrero de 1773, los diputados chuetas Juan Bonnin, Tomás Aguiló, Tomás Cortés, Francisco Corteza, Bernardo Aguiló y Domingo Cortés, solicitan al rey Carlos III que se les concedan los mismo derechos civiles que al resto de ciudadanos de Mallorca. Esta petición tiene como resultado que el rey firme las reales cédulas por las que a los habitantes del Call se les permite vivir donde deseen, se prohíbe que se les insulte y maltrate, se les permite ejercer las artes, oficios y labranza de igual manera que lo hacen los demás vasallos del Reino y se les declara aptos para el servicio de mar y tierra en el Ejército y Armada y para cualquier otro servicio del Estado (Riera, 1975).

A pesar de la autorización del rey para que pudieran vivir en otras zonas, los chuetas prefirieron seguir en el Call. No fue hasta 1820 cuando los sambenitos, con los nombres y apellidos de los condenados en aquellos autos de fe y que estaba expuestos en el claustro del Real Convento Santo Domingo, fueron quemados.

A inicios del siglo XXI se han contabilizado entre dieciocho mil y veinte mil ciudadanos en Mallorca con apellidos chuetas. En el año 2001, la Universidad de las Islas Baleares realizó una encuesta y el resultado fue que, del cien por cien de los encuestados, un treinta por ciento no se casaría nunca con un chueta y un cinco por ciento dijo no querer tener amigos chuetas (Porcel, 2002: 73), sin embargo, en la actualidad, hay pocos jóvenes a los que les importe que alguien lleve uno de estos apellidos, quizás porque la llegada de turistas y de inmigrantes ha diluido ese hecho diferenciador en una sociedad tan homogénea como era la de la isla (Miró, 2019). De hecho, la calle Platería, donde vivían y trabajaban los chuetas, ha perdido la esencia que le dio nombre. Las platerías y joyerías han dado paso a alojamientos turísticos, a comercios de alemanes y suecos donde se venden jabones orgánicos, tiendas de pizza al corte, móviles… Solo entre los mallorquines mayores resuena la palabra chueta con sus antiguas connotaciones.

¿Cuáles son esos apellidos chuetas que han marcado tan dramáticamente a generaciones de mallorquines? Hay una copla que cantaban los niños mallorquines y que servía para memorizar los apellidos despreciados. Falta el décimo quinto, Valleriola, porque ya no queda nadie que lo lleve. La copla es la siguiente:

Es tan xuetó
que va a néixer a son Forteza
de petit era Bonnin
i de gran se va a fer Fuster
amb sos amics era Cortés
i pretenia de Valentí
se passejava amb un brotet
de Tarongí a sa solapa;
per refresc bevía Pinya
amb son jocs era un Miró
cuan se posá malalt
demaná un Aguiló
pero sa mort era tan Segura
Que va morir de Picó
l’enterraren a n’es fosar
d’en Valls en Martí en Pomar

(Tous, 2007: 127-128)

Es importante matizar que hay en Mallorca otros muchos apellidos de origen judío, pero no son considerados chuetas: Vidal, Salom, Bofill, Homar, Maimó, Durán, etc. Chuetas son, exclusivamente, los conversos judaizantes descendientes de aquellas personas condenadas en los autos de fe expuestos anteriormente.

2. Breve resumen del argumento de las tres novelas

2.1. Es posible que el interés de Blasco Ibáñez por los judíos y chuetas estuviera relacionado con la campaña a favor de los sefardíes que llevó a cabo el doctor Pulido a principios del siglo XX y que fue apoyada por numerosos intelectuales de la época, como Galdós, Unamuno, Menéndez Pelayo y el mismo Blasco Ibáñez, entre otros. Tal y como relata Blasco Ibáñez en el prólogo dedicado al lector de Los muertos mandan, en 1902 realizó un viaje a Mallorca y le llamó la atención la división en castas, lo que atribuyó al aislamiento de la isla, y la existencia de los chuetas.

Efectivamente, en Mallorca existían diferentes castas: por un lado, estaban los forasters, es decir: los que son de fuera de la isla; luego estaban los butifarras. Blasco Ibáñez lo relata así en la novela: «El abuelo aún había alcanzado los tiempos de verdadero señorío, cuando ser butifarra era en Mallorca algo que colocaban las gentes entre Dios y los caballeros» (p. 45).

Otra de las clases era la de los caballeros, que era la nobleza tradicional, pero que estaba supeditada a los anteriores; les seguían los mossons, compuesta por los médicos, abogados, notarios, etc., que prestaban sus servicios a las familias ilustres (p. 46). Más abajo estaban los mercaderes y los payeses. Los chuetas formaban un grupo aparte, caracterizado por su endogamia, por los oficios que realizaban y porque se les impedía acceder a ciertos lugares y distinciones. Dentro de los chuetas estaban los denominados orella baixa y los orella alta, estos últimos pertenecían la clase acomodada (Porqueres, 2001).

Los muertos mandan transcurre a principios del siglo XX y el protagonista es Jaime Febrer, un ‘butifarra’ cuyos antepasados dieron gloria al país y se enriquecieron comerciando con mercancías traídas de todo el mundo. Jaime Febrer ha vivido una juventud libertina, viajando y jugándose la herencia en los casinos de las grandes capitales, por lo que está completamente arruinado. Para hacer frente a las deudas, decide contraer matrimonio con una muchacha que tenga fortuna, eligiendo a la hija del chueta don Benito Valls, aunque suponga un deshonor para su apellido. El hermano de Benito Valls, Pablo, es uno de los mejores amigos de Jaime Febrer y se opone a la boda con su sobrina Catalina.

Febrer, en la segunda parte de la novela, opta por refugiarse en una torre en Ibiza, donde los antiguos aparceros de la finca de su familia le cuidan. Poco a poco va enamorándose de la hija del payés, Margalida, y llega a enfrentarse a muerte con sus otros pretendientes, estando a punto de morir. Gracias a la intervención de su amigo el chueta Pablo Valls, Febrer salda sus deudas e inicia una nueva vida casándose con Margalida.

Blasco Ibáñez tuvo que leer la obra de Francesc Garau, La Fee Triunfante, pues las menciones que hace a los acontecimientos del siglo XVII coinciden plenamente con lo descrito en dicho libro.

2.2. Primera memoria, de Ana Mª Matute, nos sitúa en tiempos de la Guerra Civil, y el tema es el paso de la infancia a la edad adulta. Matia y su primo Borja viven con su abuela y la madre de Borja en la isla de Mallorca, donde llegan las noticias lejanas de la guerra y donde los habitantes sufren los ‘paseos’ y el miedo que provocan los hermanos Taronjí. Matía entabla amistad con Manuel, un chueta despreciado por todos, cuyo padre ha sido despeñado en uno de esos ajustes de cuentas tan propios de las guerras civiles. Al final, Borja acusa falsamente a Manuel de haber robado y acaba siendo injustamente internado en un reformatorio. En la novela también aparece el libro La Fee Triunfante, aunque es denominado como ‘el libro de los judíos’, que Matia y Borja leen a escondidas:

En sus rebuscas encontró el libro de los judíos, aquel que describía cómo los quemaban en la plazuela de las afueras, junto al encinar, cuyas palabras me recorrían la espalda como una rata húmeda, cuando en la barca o en la penumbra del cuarto de estudio, sin luz casi, con el balcón abierto al declive […] (Matute, 2018: 34).

2.3. En el último azul, Carme Riera, nos remonta al siglo XVII, a la época en la que tuvo lugar el intento de huida de los chuetas y los consiguientes autos de fe por los que fueron condenados a muerte. La autora nos traslada a la vida de La Calle, con una multitud de personajes reales y ficticios: el traidor Rafael Cortés, el valeroso Valls, el portugués Peres que ayuda a la dama Aina Cortés, etc. A diferencia de las otras dos novelas en las que los personajes objeto de este trabajo son descendientes de judíos cuyos antepasados se convirtieron al cristianismo y practican la religión católica, Carme Riera se centra en los conversos que continuaron practicando la religión mosaica a escondidas, acto que marcó a las generaciones sucesivas de descendientes de conversos que, por el simple hecho de poseer uno de los apellidos marcados con el sambenito, les abocaría a la discriminación y oprobio durante siglos.

Joan Oleza (2000, 17-51) sostiene que es probable que Carme Riera no conociera la obra de Blasco Ibáñez Los muertos mandan cuando escribió En el último azul, a pesar de que relatan el suceso que une a las tres novelas: los autos de fe y la muerte en la hoguera de los condenados. Sin embargo, en una entrevista realizada por Reina Roffé, la misma Carme Riera declaraba que sí conocía la obra de Blasco Ibáñez:

Los llamados chuetas todavía existen en Mallorca. Actualmente, conforman una minoría ya más integrada. Pero hasta hace muy poco fueron ignorados y rechazados, y lo fueron durante muchísimos siglos. Y pensé cómo era posible que una minoría de antiguos judíos, que llegaron, incluso, mucho antes que los cristianos a Mallorca, tuvieran una situación de opresión en una isla pequeña como es Mallorca. A mí, que me interesan las minorías y los marginados, este tema –por otra parte, riquísimo- me dio pie para escribir. Además, es un tema que ha sido poco tratado. Alguna novela hay, por ejemplo, Los muertos mandan, de Blasco Ibáñez, que trata de la cuestión, pero no del modo en que yo la he tratado, sino de una manera más superficial y alejada (Roffé, 2001: 104).

Hemos visto que las tres novelas tienen tres puntos coincidentes: personajes chuetas, la isla de Mallorca y el libro de Francesc Garau. De esos tres puntos, es la ubicación espacial la que determina la situación de los personajes, de manera que, más que como una coordenada espacial, la isla de Mallorca aparece personalizada, como si fuera un personaje más, caracterizado por su aislamiento, por sus ancestrales costumbres y por su inmovilismo.

La cuestión chueta es algo exclusivamente de Mallorca, no se da en ninguna de las otras islas y nos llama la atención el peso de la tradición que se ha perpetuado a lo largo de los siglos, de ahí que Blasco Ibáñez titulara a su obra Los muertos mandan, porque quería recalcar que, en la isla, el peso de los ancestros condicionaba la vida de los vivos.

En Mallorca hay dos catolicismos: uno para los nuestros y otro para los demás. […] (p. 68).

̶ Bien empleado les está, por cobardes, por tener demasiado amor a esta isla, a esta Roqueta en la que hemos nacido. Por no abandonarla se hicieron cristianos, y hoy que lo son de veras les pagan a coces […] (p. 68).

El aislamiento de este pedazo de España rodeado de mar servía para mantener intacta el alma de otras épocas […] (p. 70).

El alma de la Roqueta era aún la misma que en aquellos tiempos. Persistía el odio de religión y de raza. Por algo vivían aparte, en un pequeño pedazo de tierra aislado por el mar […] (p. 76).

Pero Mallorca, la amada Roqueta, tenía un alma todavía viva, el alma de otros siglos, cargada de odios y preocupaciones. Las gentes eran tales como habían nacido, tales como fueron sus padres, y así habían de seguir en el ambiente inmóvil de la isla, que no lograban conmover lejanas y tardas ondulaciones venidas de fuera […] (p. 91).

Ana María Matute, en Primera memoria, dice de Mallorca:

Ésta es una isla vieja y malvada. Una isla de fenicios y de mercaderes, de sanguijuelas y de farsantes. Oh, avaros comerciantes. En las casas de este pueblo, en sus muros y en sus secretas paredes, en todo lugar, hay monedas de oro enterradas (p. 21).

Y en En el último azul, Carme Riera define a la capital:

La ciudad hostil que les rechaza y les ahuyenta, pero que es la suya. La de sus padres y los padres de sus padres, y de los abuelos y tatarabuelos, y aún más allá, más lejos: la ciudad adonde llegaron, cuando empezó la diáspora, sus antiquísimos antepasados. Conocen cada una de sus piedras, todas las grietas de sus muros. Con los ojos cerrados adivinan sus calles, se saben de memoria las fisuras, las manchas de las fachadas. […] Bajo el campanario de Santa Eulalia, el Segell y la Argentería, sus calles; gente de La Calle, les llaman […]. (pp. 162-163).

3. Descripción y adjetivización de los personajes chuetas

Unido a los quince apellidos infamantes, los mallorquines no chuetas atribuyen a los chuetas una serie de características físicas, de manera de ser, y una determinada inclinación a ciertas profesiones. Tienen nariz grande, ojos acuosos y claros y pelo rojizo. Son cobardes, ávidos de dinero, esconden sus riquezas, trabajan todo el día y no disfrutan. Además, son tacaños, egoístas, viven todos juntos y mal, son hipócritas, son beatos, no son de fiar, son serviles, son astutos y se arriman a los que mandan (Laub, 1987) 7. Al leer esta descripción no podemos evitar pensar en la imagen tradicional del judío que se ha dado en las diferentes culturas y que aparece en Los Protocolos de los Sabios de Sión.

A mediados de los años sesenta del siglo pasado, hablar de los chuetas seguía siendo un tabú en Mallorca. Un mallorquín acabó reconociendo ante el investigador Kenneth Moore que, aunque los chuetas eran católicos, no eran buenos cristianos, pues solo estaban interesados en hacer dinero y «tienen una forma judía de entender la vida. Son torpes, estúpidos y no tienen imaginación. Tienen aspecto judío… En realidad, son un grupo bastante odioso» (Moore, 1987: 12).

Otro de los muchos casos de discriminación se produjo también en el siglo XX, como cuenta Laub (1987: 174-5), cuando el rector del colegio de La Sapiencia rechazó a un postulante de origen chueta y afirmó: «Yo les puedo decir en seguida quiénes son, aparte del nombre, por sus facciones y por su condición mental y psicológica. Cuando […] participan en un grupo donde no son mayoría, no se integran. Por eso quizás en el colegio, por egoístas y materialistas, no se les admitía».

Según el estudio de Álvarez Chillida (2002: 82), entre los mallorquines, la idea es que los chuetas se aíslan de los demás, se hacen las víctimas, son ambiciosos y tienen malas intenciones. Son hipócritas, en el fondo se sienten superiores a los demás y son ricos, pero esconden lo que tienen. Otra de las características atribuidas a los chuetas es que tratan de disimular su apellido, para ello firman con una inicial, o intentan no hablar del tema.

Kenneth Moore (1987: 7) le preguntó a un taxista mallorquín sobre los chuetas, y este le contestó:

Los chuetas tienen malos modales. Son físicamente feos y muy sucios, esa es la verdad. Los chuetas no son realmente ricos, pero viven bien como comerciantes acomodados. Residen en la calle de Platería y en el barrio que se encuentra entre esa calle y la catedral. La gente antigua vive en la parte antigua de la ciudad. Son buenos católicos y lo han sido durante siglos […]. La mayoría de los chuetas se casan entre sí.

En el imaginario colectivo, desde hace siglos, encontramos opiniones coincidentes sobre las características del judío, converso o no. Los judíos son astutos, mañosos, orgullosos, cavilosos, tienen una inteligencia inclinada a objetivos malévolos, se dedican al comercio sirviéndose del engaño, son pusilánimes, miedosos y avaros (Orobitg, 2003: 125-155).

Los chuetas, al verse recluidos en La Calle, solo se relacionaban entre ellos y, al prohibírseles ejercer casi todo tipo de profesiones, solo pudieron dedicarse al comercio, a la joyería y a la exportación e importación de productos, también se produjo que los matrimonios mixtos constituyeran un tema tabú, con lo que hasta mitad de los años setenta del siglo XX no existían matrimonios entre chuetas y no chuetas (Arnau i Segarra, 2003: 481).

Respecto a los personajes de las novelas, resultaría prolijo hablar detalladamente de cada uno de ellos, especialmente en el caso de En el último azul, en el que intervienen una treintena de personajes chuetas, de ahí que haya realizado una relación con los aspectos destacados que los autores indican sobre ellos y que se ajustan a los estereotipos existentes sobre esta comunidad. Así vamos a atender a las descripciones físicas, de carácter y de actividad económica que aparecen en los párrafos de las tres novelas.

3.1. Descripción física: Pelirrojos o rubios 8, ojos claros y nariz prominente.

Los muertos mandan: «Su rostro delataba su origen. Las patillas rubias y canosas» (p. 67).«[…] unos ojos de párpados prolongados, con pupilas de ámbar o de oro, según era la luz, en las que parecían flotar algunos puntos de color de tabaco» (p. 67). «[…]su perfil semita, su curva y pesada nariz» (p. 67)

Primera memoria: «Los Taronjí, con sus botas altas, sus guerreras a medio abotonar, rubios y pálidos, con sus redondos ojos azules, de bebés monstruosos, y sus grandes narices judaicas» (p. 28). «Había sol en el color de su pelo quemado, seco por su fuego, en franjas como de cobre. ‘Pelirrojo como todos ellos –dio Borja, entonces-. Pelirrojo. Chueta asqueroso’» (p. 40). «Era una mata de cabellos espeso, de un rojo intenso, llameante; un rojo que podía quemar, si se tocase. Más fuerte, más encendido que el de su hijo Manuel. Era un hermoso cabello liso, cegador bajo el sol» (p. 58).

En el último azul: «Se trata de tu primo ̶ sonreía el sastre frunciendo una nariz de martillo con mueca sarcástica». (p. 42). «[…] los ojos acerados, de un azul intenso, tan distinto de los ojos de cobarde azul de la mayoría de los habitantes del Sagell» (p. 57). « ̶ Vienen malos tiempos. ̶ ¿Cómo lo sabéis? – Lo huelo. Adonay nos dotó de grandes narices por alguna razón. ¿No crees?» (p. 62)

3.2. Carácter:

3.2.1.Cobardes y sumisos:

Los muertos mandan: «Los otros chuetas, atemorizados por varios siglos de persecución y menosprecio, ocultaban su origen». (p.67). «Ella, la infeliz muchacha de La Calle, la chueta, habituada a ver a los suyos plegados y temerosos bajo el peso de un odio tradicional» (p. 83). «Los abuelos de Catalina estaban tal vez recluidos en el barrio de la Calatrava, fabricando objetos de plata, temblando ante la idea de que los payeses pudieran bajar en son de guerra a Palma, encorvándose pálidos de miedo ante el Gran Inquisidor» (p. 99). «No era como los de su raza, inmóviles en la misma postura durante siglos, reproduciéndose sobre el montón de su vileza y su cobardía, sin fuerzas ni solidaridad para levantarse e imponer respeto» (p. 101). «[…] o procuraban hacerlo olvidar con su mansedumbre» (p. 67). «Era don Benito Valls. Saludó a Febrer con voz lenta y opaca, cortando varias veces sus palabras para sorber el aire. Hablaba humildemente, celebrando con grandes extremos el honor que le hacía Febrer al aceptar su invitación» (p. 77).

En el último azul: «Esta gentecilla es ruin y corta de alcances. En cuanto nos hubiéramos dado cuenta de su cobarde huida, les hubiéramos incautado igualmente cuanto dejaban» (p. 219)

3.2.2.Hipócritas:

En el último azul: «Aquella mujer, toda dulzura, era un hipócrita como tantos otros habitantes de La Calle» (p. 237). «Aunque aquellas hipócritas mintiesen, el Tribunal contaba con los testimonios en su contra que vecinas y criadas habrían de aducir en cada caso» (p. 276).

3.2.3.Beatos:

Los muertos mandan: «Los chuetas de ahora eran los católicos más fervorosos de Mallorca, llevando a sus creencias a un fanatismo semita» (p. 68).

3.2.4.Avaros:

Los muertos mandan: «¿Para qué necesitan los chuetas tener dignidad como cualquiera de nosotros? Con tal que no les toquen la bolsa o la mujer, se dan por contentos» (p. 99). «¡Y pensar que dentro de poco las manzanas de la usura vendrían a profanar tanta cosa venerable!» (p. 114).

En el último azul: «A los de vuestra raza el dinero os haría cometer los peores crímenes, pero en este caso no es sólo una cuestión de dinero» (p. 341).

3.2.5.Deicidas:

Explica Hibbs-Lissorgues (2010) que «El judío era una entidad monolítica cuyos atributos estaban fijados para siempre. Partiendo de un hecho histórico cuya validez no se averiguaba, es decir la responsabilidad directa de los judíos en la muerte de Cristo, se elaboraba una verdad que tenía fuerza de dogma: la maldad del pueblo judío que determinaba su comportamiento y justificaba la intolerancia y el odio de los que era objeto». De hecho, en Mallorca, siempre se ha conocido a los chuetas como ‘mata Cristos’ o ‘clava Cristos’. Una de las cancioncillas antichuetas tradicionales era:

Quan a Jesús clavaren

Picó picavà

Miró mirava

En Valls duia la bandera

i tots els altres xuetes

anaven darrera 9.

Los muertos mandan: «Yo reniego de la sangre que va a mezclarse con la de la gente vil, matadora de Cristo, y me quedo con la mía, con la de mi padre, que cavará conmigo pura y honrada» (p. 107).

En el último azul: «Somos los primeros en odiar a los judíos que mataron a Cristo» (p. 226). «Las conversaciones, que poco tiempo antes andaban llenas de judíos que mataron a Jesús, judíos infames que nos chupan la sangre» (p. 263). «Los judíos mataron al Señor, asesinaron a los profetas, se rebelaron contra Dios y le mostraron su odio, ultrajaron su ley, se resistieron a la gracia, renegaron de la fe de sus padres. Comparsa del diablo, raza de víboras, delatores, calumniadores, obcecados, levadura farisaica, sanedrín de los demonios, malditos execrables, lapidadores, enemigos de todo lo bueno» (p. 295).

3.3. Actividad económica:

En el siglo XVII los chuetas seguían dedicándose a los oficios que tradicionalmente habían desempeñado: comerciantes, botigueros, marchantes, negociantes, sastres, curtidores, actividades relacionadas con el textil, zapateros, plateros y jaboneros (Santamaría, 1997: 245)

3.3.1.Ricos:

Los muertos mandan: «Don Benito Valls, el rico chueta, le apreciaba mucho» (p. 63). «Los dos habían gastado el dinero con prodigalidad. La única diferencia estribaba en que Valls había sabido ganarlo igualmente con el genio activo de su raza» (p. 76). «El rico chueta avanzaba los labios» (p. 78)

3.3.2.Platero, prestamista, sastre, zapatero, comerciante:

Los muertos mandan: «De seguir judíos esparciéndose por el mundo como lo hicieron otros, tal vez serían a estas horas personajes y banqueros de reyes en vez de estar en las tiendecitas de La Calle fabricando bolsillos de plata» (pp. 68-69).

Primera memoria: «El portal del zapatero y la tienda de los Taronjí tenían los maderos puestos en su ventana-escaparate» (p. 73).

En el último azul: «[…] le abordó Xim Valleriola, el sastre, que aquella mañana parecía más cargado de espaldas que nunca» (pp. 41, 42)

3.3.3.Hábiles para los negocios:

Los muertos mandan: «Había peleado con los más feroces usureros de la isla, insultando a unos, venciendo a otros en astucia, valiéndose de la persuasión o de la bravata, avanzando dineros para satisfacer los créditos más urgentes, cuyos tenedores amenazaban con el embargo y la venta» (p. 257). «Entre los dos montaremos un negocio: hay donde escoger. Yo siempre llevo la cabeza atiborrada de proyectos: es cosa de la raza» (p. 285).

4. Los novelistas frente a sus personajes

En los tiempos en los que Blasco Ibáñez escribió sus novelas Luna Benamor y Los muertos mandan, la sociedad se dividía en los escasos filosemitas, seguidores de Ángel Pulido, y los que estaban de acuerdo con el profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca, Joaquín Girón y Arcas, autor de La cuestión judaica en la España actual (1906), en la que calificaba a Pulido como anticatólico (Rozenberg, 2010: 96) y sostenía todos los clichés tradicionales en contra de los judíos.

Algunos autores han señalado que existía cierto antisemitismo en Blasco Ibáñez y que se mostraba más proclive hacia el pasado árabe de la Península que hacia el judío. En Los muertos mandan, las descripciones positivas siempre se relacionan con elementos árabes, como sucede con el personaje de Pèp Arabi, padre de Margalida, cuya descripción y apellido delata sus antepasados moros: «[…] unos ojos africanos de intensa negrura». «El muchacho avanzaba su cabeza de pequeño moro…» (p. 26) «Allí experimentaba la misma sensación de bienestar del árabe que se acoge a un solitario morabito […]» (p. 154).

En Luna Benamor, novela que narra los amores entre la hebrea gibraltareña Luna Benamor y un joven cristiano, vuelven a aparecer estereotipos negativos sobre los judíos: son avaros, ricos, retorcidos, con gran nariz, deicidas (Balboa, 2018: 153-167):

Zabulón era ya viejo, pero una negrura vigorosa retardábase en él, […] revelador de un alma fanática, de una fe dura como la del antiguo populacho de Jerusalén, siempre pronto a apedrear o crucificar a los nuevos profetas (Blasco Ibáñez, 1924: 35).

En Los muertos mandan, sin embargo, Blasco Ibáñez muestra una mayor misericordia hacia sus personajes, especialmente hacia el amigo de Jaime Febrer, Pablo Valls, casi convirtiéndole en el héroe de la novela.

Por su parte, en la novela de Ana María Matute, el tema de los chuetas es rozado casi de manera aparentemente casual. Sin embargo, si le dedicamos una mirada más profunda, inunda toda la trama. Por un lado, están los hermanos Taronjí, que son esos chuetas crueles que siembran el terror entre los habitantes de la isla; por otro lado, está Manuel, esa víctima propiciatoria, también chueta, cuyo nombre nos trae reminiscencia de Cristo (Emmanuel), sacrificado por la mentira del retorcido y maligno primo de Matia y por la cobardía de Matia. Aunque parezca que Ana María Matute construye un relato distanciado, realmente se posiciona al lado de esa víctima inocente y desvalida y consigue que el lector también sienta conmiseración e indignación por la injusticia contra Manuel, sus padres y sus hermanos.

En cuanto a Carme Riera, su postura es la de una observadora crítica con la sociedad mallorquina de aquella época y muestra empatía con las víctimas, de modo que el lector acaba decantando sus simpatías hacia determinados personajes, admirando la entereza de Gabriel Valls, y su rechazo hacia otros, como sucede con el malsín Costura o con el padre Amengual. Aunque todos los personajes tienen sus claroscuros, pues ni son enteramente buenos ni enteramente malos, quizás eso los hace más humanos y reales.

La clave de la motivación de Riera al escribir esta novela histórica la encontramos en su ‘Nota’ final: «A todos ellos, me parece que los mallorquines de buena voluntad debemos pedir perdón. Ésa es también una de las intenciones de la novela» (Riera, 1996: 389).

La autora dijo en una entrevista que los nobles mallorquines estaban en contra de que se persiguiera a los judaizantes y que les confiscaran los bienes, ya que hacían negocios con ellos, añadía que eran los payeses los que realmente estaban contra los chuetas (Rotger, 1993: 73). Esto le valió las críticas 10 más agrias del editor e historiador mallorquín Lleonard Muntaner i Mariano quien, en el prólogo al libro Xuetes y antixuetes de Francesc Riera Montserrat (1993) llega a decir:

Carregar sobre les espatlles del poble de Mallorca la responsabilitat de l’antixuetisme és ingenuïtat i ximpleria. Aquesta és la versió que manipulen els indocumentats amb bolígraf. L’escriptora Carme Riera pensa que ens pot escometre amb una allau de desbarats. L’antixuetisme té com a màxim responsable el poder polític, econòmic o de prestigi- aleshores en mans dels grups hegemònics: els botifarres i la clerecia 11.

Otros investigadores, sin embargo, señalan que la novela de Carme Riera sirve para actuar como un acto de reconciliación entre las dos partes de la sociedad mallorquina (Gilmour, 2011).

5. Conclusiones

Nos hemos preguntado al principio sobre cuál era el origen de la discriminación sufrida por los chuetas a lo largo de tantos siglos y por qué se produjo concretamente en Mallorca y no se da en ninguna otra parte, y la respuesta la podemos encontrar en las palabras del inquisidor de En el último azul:

Nosotros no perseguimos judíos, Gabriel Valls, no te equivoques. Perseguimos cristianos que no saben serlo. Si os hubieseis ido de estas tierras en el momento de la expulsión, podríais seguir practicando vuestros falsos ritos sin que nadie os castigara. Sólo con la palabra y el ejemplo podríamos convertiros […] (p. 343).

Los célebres quince apellidos son los descendientes de aquellos hombres y mujeres juzgados en los autos de fe y castigados cruelmente. Trescientos veintiocho años después, todavía resuenan los ecos de la discriminación sufrida por esta minoría mallorquina. Llamar «chueta» a alguien continúa, entre la gente mayor, considerándose un insulto y la historia del pasado sigue levantando ampollas en ciertos sectores sociales que se niegan a reconocer que apartaron de la vida normal a unos ciudadanos por el mero hecho de llevar un apellido determinado.

Ya hemos analizado el tratamiento dado por tres novelistas a esos personajes apellidados: Valls, Taronjí, Cortés, etc., que reflejan los estereotipos enraizados en nuestra civilización y que dividen la sociedad en «nosotros» y «los otros», esos que viven en La Calle, que son orfebres, zapateros, sastres o prestamistas; que tienen grandes narices y ojos claros, que son avarientos y hábiles negociantes.

Solo la llegada del turismo en los años setenta y ochenta ha conseguido que se vaya diluyendo la diferencia y ha permitido que los chuetas puedan ocupar cargos públicos, estudiar en colegios que, hasta bien entrado el siglo XX, les estaban vedados, ejercer todas las profesiones, etc. Pero, como he dicho, el tema sigue siendo polémico, pues solo con leer los artículos aparecidos en revistas y periódicos mallorquines tras la publicación de la novela de Carme Riera, ya nos damos cuenta de que aún arden rescoldos.

Incluso en los años 80 y 90, en la Plaza Mayor de Palma, pudieron verse algunas pintadas sobre el busto del periodista Gabriel Fuster i Mayans, caricaturas de los chuetas con enormes narices y apelativos de ‘judío’, o las cruces gamadas que aparecieron en el Call cuando se emitió Holocausto en TVE.

Lo que sí queda patente es que las obras literarias no dejan de ser un reflejo de la sociedad en la que se escriben y que describen. Una obra nos indica cuáles son los prejuicios y los clichés que el autor, o el lector, o ambos, tienen hacia ciertos sectores sociales y que se han ido forjando a través de los siglos.

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1. En castellano: En el último azul

2. Xuetó, -ona m. if. Xueta || 1 (Mall.). Fon.: ʃuətó, ʃuјətó (mall.). Intens.: xuetonàs, xuetonarro, xuetonet, xuetonot. Etim.: aparentment, derivat dim. de xueta, però probablement el procés ha estat invers: xuetó és deformació vulgar de juetó (forma medieval que significava ‘jueu petit’, ‘fill de jueu’, derivada de jueu de la mateixa manera que llobató de llop corpetó de corb), i xueta es deu haver format per regressió damunt xuetó. Els etimòlegs havien partit fins ara de la base de considerar xueta xuieta com a derivat de xuia, ‘cansalada’, i es fundaven en els casos que ocorren en diverses llengües, de donar-se als jueus noms ofensius que signifiquen ‘porc’ o ‘carn de porc’; així ho havien admès Eguílaz Glos. 377, Spitzer (BDC, XI, 134) i Corominas DECast, s. v. marrano. A Mallorca és general la creença en aquest origen xueta xuia, i la gent l’explica dient que els jueus relapses i reconvertits, durant les primeres generacions de llur estigmatització, menjaven xuia (cansalada) públicament per fer veure la realitat de llur conversió al cristianisme. Però davant el gran ús i gairebé predomini de la forma xuetó damunt xueta, sembla més probable que el vertader origen hagi estat juetó (dim. de jueu) i que la s’hagi convertit en secundàriament, per analogia de xuia, per haver estat relacionat el mot amb la cansalada per aquella tendència general a indagar si els conversos menjaven porquim. De xuetó s’hauria format xueta per una simple regressió, afavorida per la circumstància que la forma xuieta resultava més acostada a xuia que xuetó (http://dcvb.iecat.net).

3. Sobre las declaraciones de los acusados y el proceso inquisitorial véase la obra de Selke, 1972.

4. Los reconciliados eran los que habían abjurado de sus errores y se ‘habían reconciliado’ con la Iglesia mediante el auto de fe. En el caso de que hubieran sido reincidentes (relapsos), su destino era ser estrangulados en el garrote vil y luego quemados; si eran impenitentes, se les quemaba vivos. Su condena era ejecutada por el brazo secular.

5. Si el condenado había muerto, se desenterraban sus huesos y se quemaban. Si había huido, se le condenaba en ausencia y se ejecutaba la sentencia quemando una estatua.

6. Disponible en https://books.google.cat/books?id=jrVUyBAT6MsC&printsec.

7. El diccionario de Alcover y Moll define ‘xueta’ como: «3. adj. Persona astuta, embullosa, enganyadora (Men.); cast. taimado, pícaro» (http://dcvb.iecat.net/).

8. Esta era una de las características que ya en el XVI y XVII achacaban a los judíos y descendientes de judíos. Por ejemplo, el mismo Lope de Vega se burlaba de Cervantes atribuyéndole sus orígenes judíos por tener la barba de color rojo (Sánchez Portero, 2010).

9. Cuando clavaron a Jesús / Picó picaba / Miró miraba / Valls llevaba la bandera /y todos los demás chuetas/ iban detrás (http://llinatgepico.com/cancons-antixuetes/).

10. Véase el artículo de Bartomeu Mestre i Sureda (la referencia figura en la bibliografía final) en el que se percibe claramente la confusión existente entre lo que es una novela de ficción y la realidad, así como la politización que llega hasta el insulto personal hacia la novelista.

11. «Cargar sobre los hombros del pueblo de Mallorca la responsabilidad del antichuetismo es ingenuidad y tontería. Esta es la versión que manipulan los indocumentados con bolígrafo. La escritora Carme Riera piensa que nos puede acometer con un alud de disparates. El antichuetismo tiene como máximo responsable el poder político, económico o de prestigio, entonces en manos de los grupos hegemónicos: los butifarras y el clero».