Roitman, A.D. (2016) Del Tabernáculo al Templo. Sobre el espacio sagrado en el judaísmo antiguo. Estella: Verbo Divino. 328pp. ISBN 978-84-9073-243-4

Jaime Vázquez Allegue

jvazquez@cesag.org
CESAG – Universidad Pontificia Comillas

El nombre de Adolfo Roitman está irremediablemente vinculado a los manuscritos del Mar Muerto. Sus varias décadas al frente del Santuario del Libro, en donde se custodian los textos más relevantes de la literatura de Qumrán, lo han convertido en una de las referencias internacionales más destacadas en el mundo de los estudios sobre los escritos encontrados en la ribera del Mar Muerto a mitad del siglo XX, y también han hecho de él uno de los grandes conocedores del judaísmo de la época del Segundo Templo.

Si el nombre de Roitman está vinculado a los manuscritos del mar Muerto, también lo está, por extensión, al Templo y a los espacios sagrados que forman parte de la reflexión que los hombres de Qumrán desarrollan a la hora de plantearse su identidad religiosa en el contexto de un judaísmo en crisis como lo era el del cambio de era. Así lo muestran documentos como el Serek Ha-Yahad (QS), el Documento de Damasco (CD) la Carta Halákica (4QMMT) y, de manera especial, el Rollo del Templo (11QT) donde se refleja el debate del nuevo Templo en el desierto, sobre la comunidad como Templo, o sobre las nuevas dimensiones que para los autores de los manuscritos adquirieron unos sacerdotes sin espacio físico sagrado pero con la nueva dimensión de templo espiritual.

Roitman es, por tanto, la figura más indicada para hacer un estudio sobre ese recinto sagrado que tanto ha determinado el judaísmo a lo largo de su historia. Y así lo hace en el libro Del Tabernáculo al Templo. Sobre el espacio sagrado en el judaísmo antiguo, que acaba de publicar la editorial Verbo Divino.

La obra está dividida en siete capítulos, emulando la simbología del número bíblico. El capítulo introductorio comienza con una reflexión del autor sobre el espacio sagrado como un hecho cultural. Pone en evidencia la necesidad, común en las grandes religiones, sobre todo en las monoteístas, de buscar y, a la vez de crear, un lugar físico para convertirlo en sagrado y hacer de él un referente localizable para ejercitar las artes de la liturgia y la ritualidad. Desde este punto de vista, Roitman defiende la trascendencia que otorga la existencia de un espacio sagrado a toda experiencia religiosa. El carácter natural o artificial de los espacios sagrados queda sometido a la sacralidad que de ellos hacen quienes escenifican su fe en un lugar concreto. De esta forma, sostiene Roitman, el espacio sagrado adquiere una categoría religiosa hasta llegar a convertirse en reflejo de una religiosidad concreta o de una identidad específica. Así, el judaísmo, en el momento que focaliza su liturgia en el perímetro del Templo de Jerusalén, la fe se vuelve identidad y ésta, a su vez, tradición.

El capítulo primero inicia un recorrido por las diferentes experiencias religiosas vividas en el judaísmo antiguo que la literatura bíblica ha definido como entornos sagrados. El primero de ellos fue el monte Sinaí, el espacio sagrado por antonomasia, primigenio para Israel. El Sinaí-Horeb es un templo sagrado natural, escenario de la revelación divina, pero es, al mismo tiempo, punto de partida de un itinerario religioso que pone en marcha la tradición de un pueblo que comienza a diseñar su historia por medio de la memoria colectiva. Roitman, con el rigor que le proporcionan las fuentes bíblicas, apunta al Sinaí como el primer gran Templo no estable para Israel, el primer espacio sagrado para vivir una religiosidad todavía en ciernes. Para el autor, el olvido de la identificación geográfica sobre la localización del Monte Sinaí-Horeb, forma parte de un proceso vinculado a la memoria colectiva de Israel que hace que, a pesar de no estar identificado un escenario concreto, la tradición popular mantiene como referencia sagrada algún lugar de la geografía de la península del Sinaí, aunque este lugar no haya quedado fijado o no esté delimitado.

En el capítulo segundo, el espacio sagrado se centra en el Tabernáculo del desierto como un santuario móvil sobre el que se asienta la religiosidad y como escenario que representa la revelación divina. Con una esmerada precisión, Roitman hace un exhaustivo análisis de la forma y arquitectura del Tabernáculo, de sus funciones y cómo era utilizado. De esta forma, el autor nos ofrece una síntesis de la historia del elemento religioso a la luz de los relatos bíblicos y de lo que los historiadores, arqueólogos y biblistas han ido aportando a propósito de la Tienda del encuentro y del Tabernáculo en los últimos años, para concluir que la referencia al Tabernáculo del desierto como santuario portátil pudo haber sido retomada por los israelitas en el exilio cuando el Primer Templo había sido destruido y el pueblo se encontraba, como en el desierto, sin un espacio sagrado fijado en un lugar determinado. Roitman establece una original conexión entre esta situación de improvisación geográfica como lugar de oración y de reunión, y la idea institucional de la sinagoga como casa de reunión y de oración.

En el capítulo tercero, el autor presenta el Primer Templo a la luz de lo que narran los textos bíblicos y de lo que historiadores y arqueólogos afirman. De ahí que Roitman sitúe el Primer Templo entre el mito y la historia. El mito de los comienzos de la institución y de su construcción tal y como relatan los textos bíblicos y la historia de un edificio que aunque no fuera exactamente como se describe en la literatura, fue un edificio que se convirtió en referente religioso para toda la población. El hecho de que hasta el presente no se hayan encontrado restos de la construcción, objetos de la liturgia o algún otro elemento que certifique la historicidad del espacio, la comparación con otros documentos y con los restos de otros santuarios proporciona suficientes argumentos como para establecer con cierto margen de seguridad que la información que tenemos en los textos bíblicos puede tener un fondo histórico considerable. A este respecto, Roitman ofrece un estudio comparado minucioso sobre las características del Templo salomónico tal y como es presentado en los diferentes textos bíblicos y las posibilidades de credibilidad histórica en lo que a dimensiones y estructura se refiere. Y analiza el desarrollo de la importancia religiosa y política que fue adquiriendo el recinto sagrado a lo largo de su vigencia hasta su destrucción. Los textos bíblicos en general y el libro de los Salmos como manual de la liturgia cultual, son referentes ineludibles a la hora de establecer un proceso de reconstrucción y la historia de la evolución del lugar sagrado. La poesía preexílica del libro de los Salmos es un ejemplo para hacernos una idea espacial y hasta para reconstruir la liturgia que se celebraba en el Primer Templo, y apreciar de qué manera el recinto sagrado se fue convirtiendo en un referente cada vez más importante hasta llegar a ser el centro de la vida de la ciudad de Jerusalén. En este capítulo, el autor esboza una elaboración histórica sobre la caída y destrucción del Templo y su presencia en la memoria colectiva de la Diáspora. Así, el exilio babilónico obliga al pueblo hebreo a desarrollar un nuevo concepto de religiosidad sin Templo que conducirá a la aparición de una nueva dimensión teológica que es la expectativa escatológica. Sin Jerusalén y sin Templo, el pueblo comienza a diseñar una Jerusalén celestial y un Templo en el más allá. La literatura poética de los salmos exílicos vuelve a ser un referente que evidencia los cambios que se fueron produciendo con el paso del tiempo. El Exilio, es este sentido, se convierte en clave de interpretación del pasado y, a la vez, fundamento para construir el futuro. Echar una mirada a la historia para no volver a cometer los mismos errores y ver en el futuro un tiempo de esperanza que carga de ilusión el presente que vivió el pueblo hebreo en el exilio.

El cuarto capítulo centra su atención en la primera parte de la historia del Segundo Templo de Jerusalén, la época persa. Tras el exilio de Babilonia y el consiguiente retorno, se produce un ejercicio de reconstrucción que se plasma en la edificación del Templo de Zorobabel. Con más elementos históricos y arqueológicos de trabajo de los que se dispone con respecto al Primer Templo, Roitman esboza un recorrido por la historia y arquitectura de este nuevo recinto sagrado contrastando, de forma magistral, los datos bíblicos, los datos arqueológicos y los datos históricos. El resultado es una de las descripciones más rigurosas y objetivas que se han hecho de lo que fue o pudo ser el Segundo Templo antes de su gran reforma que vivió en el cambio de era. Al mismo tiempo, el autor compara la idiosincrasia del nuevo Templo con el samaritano del monte Garizim a la luz de la documentación que hay sobre este último.

El capítulo quinto de la obra está dedicado a la segunda parte de la historia del Segundo Templo de Jerusalén que corresponde a la época helenista y romana, de Alejandro Magno a Pompeyo. Esta etapa de la historia del Templo es, sin duda, la más representativa desde el punto de vista histórico tanto a nivel documental como bíblico. Las injerencias de tradiciones griegas, las luchas macabeas, las sucesiones que combinan sacerdocios religiosos con gobiernos políticos establecen un entramado documental riquísimo que hace del recinto sagrado un referente ineludible en la historia del cambio de Era. En este período, el autor destaca la reforma del Templo por Herodes el Grande a través de una descripción detallada de su arquitectura y el significado religioso que determinó la nueva concepción del espacio sagrado. La reforma del Segundo Templo otorgó al espacio nuevo no sólo para la oración y la liturgia sino, también, para el estudio de la literatura sagrada y de otros textos complementarios. De esta forma, el Templo se convierte en algo más que en el lugar de oración por excelencia: adquiere una nueva dimensión docente que garantiza la transmisión de la cultura y de la identidad.

El sexto capítulo del libro, antes de las conclusiones, es una reflexión por parte del autor sobre la necesidad de existencia de un lugar sagrado que represente la tradición de un pueblo y sirva de espacio para plasmar las creencias y rituales de una religión. Así, ante la desaparición del Templo de Jerusalén en el año 70 de la Era común, y el riesgo de la supervivencia del judaísmo que eso implicaba, Roitman establece diversas estrategias que hacen que la teología judía se vea desarrollada desde nuevas perspectivas. Por un lado, la alternativa de mantener un judaísmo que mira a otros templos alternativos como el samaritano del monte Garzim, el templo de Hircano en ‘Arâq el-Emîr y el templo de Onías IV en Heliópolis. Por otro lado, y como segunda alternativa de supervivencia de un judaísmo sin Templo, la aparición de una apocalíptica judía que fundamenta su teología en la llegada de un Templo escatológico en un lugar distinto y a la vez distante. Una teología, presentada como tercera estrategia y que ya se había comenzado a desarrollar de forma paralela a la vigencia del Templo de Jerusalén a cargo de los hombres de Qumrán, mediante la que habían encontrado en la Nueva Jerusalén una alternativa al recinto sagrado de la urbe, en el desierto, como vemos reflejado en escritos como las descripciones de la Nueva Jerusalén (NJ: 1Q32; 2Q24; 4Q554-4Q555; 5Q15; 11Q18) o el mismo Rollo del Templo (11QT).

El análisis de esta tercera estrategia nos muestra al autor como uno de los mayores conocedores de la literatura de los manuscritos del Mar Muerto, por el estudio detallado que hace de los textos relacionados con el Templo y por el desarrollo teológico de una nueva concepción del tiempo y del espacio en clave escatológica que reflejan los manuscritos y que trasladan el Templo físico a la comunidad del desierto, haciendo de ella el nuevo espacio sagrado en donde vivir como anticipación a una novedosa expectativa de futuro. Una expectativa doble que por un lado tiene en la comunidad la manifestación del nuevo Templo y en el desierto el espacio en donde desarrollarse. Y tiene en la imaginación la esperanza de un Templo celestial más allá.

Para Roitman, la cuarta estrategia tras la desaparición del Templo físico de Jerusalén, paralela a las otras tres (templos alternativos, creación de una teología basada en un Templo escatológico y aparición de la comunidad de Qumrán como nuevo Templo), se vio reflejada en las protestas simbólicas contra el Templo, todavía en vigor: en primer lugar la de Juan Bautista, como reclamo de una alternativa al sacerdocio que exigía un cambio radical a través de la conversión y el bautismo. Y, en segundo lugar, la de Jesús de Nazaret como profeta escatológico, que se posiciona en actitud paradójica hacia el Templo que se sistematiza en el gesto de la expulsión de los mercaderes del recinto.

Al final del libro, el autor ofrece una recapitulación de cada uno de los capítulos de la obra recordando los elementos clave de la historia del Templo de Jerusalén desde su génesis hasta su desaparición. Esta recapitulación pone en evidencia la capacidad pedagógica del autor a la hora de establecer con claridad, de forma progresiva y con rigor académico, el trabajo de investigación que hace a lo largo de sus páginas. Si bien el libro está lleno de referencias, citas y alusiones a obras y figuras destacadas en el mundo de los estudios bíblicos y judíos, convirtiendo el texto en una monografía de erudición máxima, el final confirma la capacidad de traducir la erudición al lenguaje popular. De esta forma, el autor consigue un doble objetivo: una obra para intelectuales expertos en la materia y un libro que consigue divulgar el conocimiento poniéndolo al alcance de todos.

Dos apéndices ponen el punto y final a este estudio. El primero, aborda el ideal del desierto en la época bíblica y postbíblica. Un ideal que surge en la propia literatura bíblica y que tiene su manifestación en el retiro al desierto de Judá que un grupo de judíos hace como opción de vida alternativa a un judaísmo institucional y oficial como el que se vivía en Jerusalén. El segundo, dedicado a la reflexión sobre dos figuras, la de Abrahán y la del rey David, como dos figuras clave en la historia bíblica y en la tradición judía que interpretan el santuario de formas diferentes a través de la compra de la cueva de Makpelá, por un lado; y de la adquisición del espacio y posterior construcción del lugar sobre el que se edificará el Templo de Jerusalén, por el otro. Dos historias presentadas de forma paralela.

El libro concluye con una bibliografía sistemática de las obras que han sido utilizadas en la investigación, que evidencian el rigor con el que el autor ha trabajado. Una bibliografía completa en la que se encuentran todas las referencias más importantes que se han ido publicando en las últimas décadas y el estado actual de la investigación en que se encuentran los estudios relacionados con el Templo de Jerusalén. Casi una treintena de páginas ponen de manifiesto el rigor que ha tenido el autor en su trabajo.

Nos encontramos ante una obra clave para el futuro de los estudios bíblicos y judíos. Adolfo Roitman ha hecho un esfuerzo por sistematizar en una obra el trabajo de siglos de investigación sobre todo lo que tiene que ver con el Templo de Jerusalén. Un trabajo que desde estas líneas queremos elogiar y agradecer. No conozco ninguna otra obra con estas características y trabajada con el rigor que lo hace el autor. También quiero felicitar a la editorial Verbo Divino por haber publicado esta obra que, sin duda, será un referente ineludible en el futuro, cada vez que se quiera conocer y estudiar el Templo. Estamos ante una obra de cabecera, un buen trabajo que será citado durante muchos años.