Gil Delgado, Óscar (2015) Arquitectura de Santa María la Blanca. Mezquita, sinagoga e iglesia en Sevilla. Colección Textos de Doctorado. Serie Arquitectura, número 49. Sevilla: Editorial Universidad de Sevilla-IUACC, 262 páginas. ISBN 978-84-472-1809-7

José R. Ayaso

jayaso@ugr.es
Universidad de Granada

Óscar Gil Delgado compagina la docencia en la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad de Sevilla con la actividad profesional en el campo de la arquitectura patrimonial, campo en el que ha llevado a cabo la restauración de diversos edificios religiosos. La obra que aquí comentamos es su tesis doctoral, que nace presisamente del proyecto de restauración de la iglesia de Santa María la Blanca de Sevilla, una joya del barroco sevillano con una compleja historia que Gil Delgado ha reconstruido y dibujado.

Es de todos conocido que Fernando III, en el momento de iniciar el repartimiento y repoblación de Sevilla, cedió a los judíos que se asentaron en la ciudad tres mezquitas de barrio para que las transformasen en sinagogas. Dos de ellas se convirtieron en templos cristianos tras las matanzas provocadas en 1391 por las prédicas incendiarias de Ferrán Martínez, arcediano de Écija, entonces la maxima autoridad de la iglesia hispalense: Santa María la Blanca y Santa Cruz. La tercera se mantuvo como sinagoga prácticamente hasta la expulsión de 1492, cuando se trasladó a ella la parroquia de San Bartolomé. La iglesia de Santa Cruz fue destruida durante las guerras napoleónicas: el solar donde estuvo es ahora la plaza del mismo nombre. San Bartolomé sufrió, si no me equivoco, los efectos del célebre terremoto de Lisboa, que tanto afectó a la costa atlántica andaluza, y fue totalmente reedificada en el XVIII. Por último, Santa María la Blanca fue sometida a una completa reforma barroca que, hasta los trabajos de Óscar Gil, se suponía que no se había quedado en lo meramente decorativo sino que había afectado de manera muy profunda al edificio original.

Ya algunos estudiosos y arquitectos, como Rafael Mazano Martos, habían lanzado la hipótesis de que en el edificio actual se conservaba la sinagoga mudéjar, pero no pasaron de ser meras suposiciones. Con el inicio de los trabajos de restauración empezaron a aparecer las pruebas que apuntaban en esa dirección. Cuando se descolgó una de las copias de Murillo del falso crucero de la iglesia y se picó el revoco del muro, aparecieron las arquerías mudéjares de la sinagoga. La inspección de las cubiertas del templo ocultadas por la falsas bóvedas de yeso, la excavación del suelo y del altar mayor, el estudio de los edificios anejos, como la vivienda del párroco, etc. proporcionaron toda la información necesaria para reconstruir la historia del edificio.

El estudio de Óscar Gil nos ofrece un análisis completo del edificio (urbano, espacial, constructivo, epitelial y temporal), que complementa con la necesaria información sobre la historia urbana de Sevilla y de sus edificios religiosos: la documentación sobre las otras dos sinagogas, la orientacion de las parroquias sevillanas que fueron tambien mezquitas antes de la conquista, etc. Todo ello acompañado por un material gráfico exhaustivo. El lector aprecia perfectamente cómo el edificio ha evolucionado desde una mezquita de barrio, de planta cuadrada y tres naves, a una sinagoga mudéjar de tres naves también, pero de planta rectangular y con diferente orientación; y de ésta a una iglesia gótica, con las modificaciones que la práctica del rito católico impusieron al edificio en el siglo XV, hasta llegar a la última gran transformación, la extraordinaria decoración con yeserías en el siglo XVII que termina por configurar el edifcio tal como lo conocemos.

Decía el poeta Juan Gelman que «uno escribe para enterarse de las cosas» . Hace unas semanas Rosa Montero afirmaba algo similar: que escribía para aprender. En efecto, el acto de planear la escritura, de estructurar las ideas, nos hace descubrir claves en las que antes no habíamos reparado. Lo mismo se puede decir de dibujar: para entender un edificio no hay mejor manera que dibujarlo desde todos los puntos de vista. Eso es lo que ha hecho Óscar Gil. La falta de buenas planimetrías es un problema que lastra el estudio y conocimiento de las sinagogas que se conservan y de aquellos edificios todavía en pie de los que se sospecha que pudieron haber sido sinagogas en el pasado.

El desvelamiento de la sinagoga oculta en Santa María la Blanca ha sido una gratísima sorpresa para todos los que nos interesamos en la historia de los judíos en España. Y el trabajo de Óscar Gil es sin duda una notable aportación al conocimiento de la arquitectura sinagogal en la Edad Media hispana que ha abierto un campo de estudio de las sinagogas desde la arquitectura que va a aportar mucha información en el futuro. Espero que cunda el ejemplo. Pienso, en concreto en el caso de la iglesia de Santiago de Lucena que restauró Rafael Manzano Martos en los años 70 y que él denomina en sus informes «la sinagoga».