Los Estudios Judíos en Europa central después de la Shoá 1
Günter Stemberger
guenter.stemberger@univie.ac.at
Institut für Judaistik. Universität Wien
En los más de 70 años que han transcurrido desde el final de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto (Shoá, en hebreo), los estudios judíos han ido ganando preeminencia como parte integrante del mundo académico en Austria, Alemania y, con un cierto retraso, también en los demás países de Centroeuropa, experimentando un desarrollo significativo. Antes de presentar la historia de la disciplina y su estado actual, es preciso hablar de sus antecedentes, a fin de poder entender mucho mejor los avances más recientes.
1.Antecedentes
En general, el comienzo de los estudios judíos –la Wissenschaft des Judentums («Ciencia del Judaísmo»)– se suele situar en la actividad de Moses Mendelssohn, en la segunda midad del siglo XVIII. Pocos años después sus objetivos se concretizaron en la figura de Leopold Zunz (1794-1886), quien en 1818 publicó un breve tratado con el título Etwas über die rabbinische Litteratur («Algo sobre la literatura rabínica» ). Para él, la literatura rabínica consistía en «toda la literatura de los judíos en su mayor extensión» 2, la cual tenía que ser estudiada independientemente de si era reconocida como tal por la tradición judía o no. Este personaje fue el motor decisivo en la fundación de la Verein für Cultur und Wissenschaft der Juden («Asociación para la Cultura y la Ciencia de los Judíos» , 1819) de Berlín. Como editor estuvo a cargo de la Zeitschrift für die Wissenschaft des Judenthums («Revista de la Ciencia del Judaísmo» , 1822-23). En la introducción general a dicha revista, Immanuel Wolf definió el objeto de la nueva ciencia en estos términos:
«Todas las circunstancias, particularidades y contribuciones de los judíos en lo relativo a la religión, la filosofía, la historia, la jurisprudencia, la literatura en general, a su vida civil y a todos sus asuntos humanos». 3
Así pues, desde el principio entendieron la ciencia al servicio de la emancipación judía y de la reforma interior de la comunidad judía.
Casi contemporáneamente, en el año 1821, el teólogo protestante Johann Georg Diefenbach (1757-1831) publicó un informe sobre el empleo de profesores judíos de Teología con todos los honores y las ventajas del resto de docentes en las universidades cristianas:
«También ha llegado el momento en nuestra época científica, cuando todo exige un tratamiento científico, cuando el judío ya no quiere permanecer a ciegas en sus tradiciones, sino que al menos las quiere ver ordenadas de una forma científica… Para que sea agradable, este regalo ha de proceder de una mano amiga. ¡Que el maestro de los judíos sea un judío!» 4
Diefenbach esperaba de esta medida una reforma de la religión judía que, en su opinión, todavía producía «una fea sombra en nuestro periodo ilustrado». Posteriormente en esta misma obra Diefenbach se planteaba la pregunta acerca de si se les debía conceder a los judíos tener sus propias universidades. Aunque inmediatamente daba una respuesta negativa, insistía en que no había que excluir a los judíos de las universidades estatales, no sólo como estudiantes, sino también en calidad de profesores. Por eso, no se les podía exigir a los judíos el bautismo como condición previa para participar en la vida universitaria, sino que se debía aspirar a alcanzar una base religiosa común mediante una reforma del cristianismo. Se oponía, por tanto, a la conversión de los judíos cultos al cristianismo, ya que de este modo la multitud judía restante se hundiría aún más en la miseria: los judíos cultos han de permanecer en la comunidad de sus correligionarios.
Abraham Geiger (1810-1874), uno de los reformadores más importantes del judaísmo, especialista tanto en los orígenes de la tradición bíblica y de la historia judía como del cristianismo primitivo, reclamó la existencia de una facultad judía, 5 demanda secundada varias veces por Ludwig Philippson en su Allgemeine Zeitung des Judentums («Periódico generalista del judaísmo» ) desde el año 1837. El ya mencionado Leopold Zunz escribió en 1848 al ministerio prusiano de cultura y religión para proponer una cátedra de historia y literatura judías en la Facultad de Filosofía de la joven Universidad de Berlín. Desde su punto de vista, la existencia de una Facultad de Teología era una cuestión indiscutible, porque proponía una orientación estrictamente secular de la Ciencia del Judaísmo. Sin embargo, la Facultad redactó un informe negativo argumentando como principal motivo que la universidad tenía una sola cátedra de historia, que ni siquiera había una cátedra de historia alemana o prusiana. En cambio, la Facultad sí estaría a favor de una habilitación en historia y literatura judías. En ese mismo año el ministerio denegó tal propuesta. 6
Como reacción al rechazo de integrar la Ciencia del Judaísmo en las universidades estatales, los reformadores judíos buscaron una solución alternativa: la fundación de seminarios teológicos judíos, que estuvieran destinados principalmente a la formación de rabinos. De hecho, en 1829 ya se había establecido el Colegio Rabínico de Padua y en 1854 se inauguró el Jüdisch-Theologische Seminar («Seminario Teológico Judío» ) de Breslau (hoy Wrotzlaw, en Polonia), donde el gran estudioso de la literatura rabínica, Zacharias Frankel (1801-1875), fue el primer director. Esta institución tenía un carácter conservador (una tendencia representada en la actualidad por el Jewish Theological Seminary de Nueva York). A estas instituciones les siguió la Hochschule für die Wissenschaft des Judentums («Academia por la Ciencia del Judaísmo» ) de Berlín, de tendencia marcadamente liberal, y desde los comienzos abierta también a las mujeres e incluso a los cristianos. Otra institución, también establecida en Berlín, fue el Rabbinerseminar für das orthodoxe Judentum («Seminario Rabínico del Judaísmo Ortodoxo» ), fundado en 1873 por Esriel Hildesheimer (1820-99), quien antes había dirigido una Yeshivá ortodoxa de Eisenstadt, una pequeña comunidad judía en la parte occidental de Hungría (hoy perteneciente a Austria); allí los estudios predominantes eran los rabínicos. Más en la línea de Breslau fueron el Landesrabbinerseminar («Seminario Rabínico Nacional» ) de Budapest (1877) y el Israelitisch-theologische Lehranstalt («Seminario Teológico Israelita» ) de Viena (1893). Aunque en estas páginas no podemos entrar en detalles, se ha de señalar que las diversas denominaciones de estas instituciones reflejan sus tendencias religiosas y en ocasiones también la situación política del momento. Lo habitual era que muchos de sus estudiantes asistieran al mismo tiempo a las universidades, frecuentemente como alumnos de las especialidades de Estudios Semíticos o Filología Clásica. Durante los años del poder nazi todas estas instituciones fueron suprimidas, de modo que después de la guerra ya no existieron comunidades judías que continuaran la tradición (con la excepción de Budapest, que bajo el gobierno comunista quedó como único seminario rabínico de la Europa Oriental, pero con muy pocos estudiantes, provenientes de todos los países bajo este régimen).
2.Las décadas posteriores a 1945
En el siglo XIX ya se habían establecido Instituta Judaica en las facultades de Teología Protestante de las Universidades de Berlín (1883, con Hermann L. Strack) y Leipzig (1886, con Franz Delitzsch). Al principio estuvieron al servicio de la evangelización de judíos, pero ya en los albores del siglo XX el estudio de las fuentes judías para conocer mejor el mundo del Nuevo Testamento pasó a ser prioritario y, así, también fueron empleados docentes judíos, aun cuando sólo con el tiempo renunciaron oficialmente al objetivo de su misión. Bajo la dirección de Johannes Hempel las ideas nacional-socialistas predominaron en el instituto de Berlín, pese a que en la práctica se encontraba en una situación de casi inactividad. El instituto de Leipzig fue cerrado en 1938. En el año 1946 el Instituto Judaico de Berlín reanudó sus actividades en la Humboldt-Universität durante unos pocos años. En Münster, Karl Heinrich Rengstorf estableció en 1948 un Institutum Judaicum que debía proseguir la tradición de Leipzig, cuyas tareas centrales fueron la edición continuada de la Misná («Giessener M.» ) y de otros textos rabínicos (Tosefta y midrasim halákicos), y poco después la investigación sobre las obras de Flavio Josefo. Josefo también fue el centro de interés en Tubinga: su producción más conocida fue una edición bilingüe del Bellum Judaicum de este historiador. Al mismo tiempo, el Institutum Judaicum aspiraba a dotar de un mejor conocimiento del judaísmo contemporáneo a los estudiantes de Teología. El Instituto por la Iglesia y el Judaísmo, creado en 1960 en la Kirchliche Hochschule de Berlín –y desde 1994 parte de la Humboldt Universität de esta ciudad– tenía intereses parecidos, relacionados con los problemas derivados del diálogo entre judaísmo y cristianismo, cuya discusión todavía perdura en la actualidad.
Única y exclusivamente después de la Segunda Guerra Mundial y bajo el efecto de la Shoá ha sido instituida una Judaística en sentido estricto en las facultades de Filosofía y Letras de algunas universidades de lengua alemana; es decir, una Judaística que al menos en teoría estudia el judaísmo en su dimensión histórica, religiosa y cultural desde los inicios hasta la época actual (y no sólo como contexto histórico y cultural del Nuevo Testamento). El fundador de toda la Judaística alemana fue sin duda Kurt Schubert (1923-2017), que unas semanas antes del final de la Guerra obtuvo su doctorado en Filología Oriental por la Universidad de Viena con una tesis sobre Hamurabbi. Exento de servir en el ejército alemán por motivos de salud, participó, como servicio sustitutorio, en un cuerpo de bomberos que le permitió disponer de tiempo para estudiar. Ya en el colegio había manifestado su oposición a la política de Hitler, sobre todo en lo que respecta al antisemitismo, por lo que casi para demostrar su solidaridad con los judíos decidió estudiar lengua y literatura hebreas como parte importante de su formación en Filología Oriental. Integrante del pequeño movimiento de oposición católico, logró impedir en los últimos días de la Guerra en Viena que el edificio central de la universidad se convirtiera en el último baluarte de las tropas alemanas, entrando en contacto con el ejército ruso que ya había ocupado parte de la ciudad. Ésta es la razón de que pocos días después de la toma definitiva de Viena en el mes de Abril de 1945, cuando en Alemania la guerra todavía se extendería por dos semanas, el comandante ruso, el mariscal Blagodatow, le encargó al joven doctor en Filología, Kurt Schubert (¡con tan sólo veintidós años!), la reapertura de la universidad. Así, el día 2 de mayo 1945 Schubert la llevó a cabo como acto simbólico con un curso de hebreo. Después de unas semanas, en las que desempeñó la función de rector, se normalizó la situación: fue elegido un nuevo rector y él obtuvo una posición de asistente en el Instituto de Filología Oriental, donde en 1948 presentó su habilitación en Filología Hebrea. 7 No obstante, todavía quedaba un largo y tortuoso camino hasta que los estudios judíos encontraran su lugar definitivo en el marco del Instituto de Filología Oriental. Al principio, Schubert se dedicó a enseñar no sólo la lengua, sino también la historia y la cultura hebreas, materias que le interesaron mucho más que la filología en sí misma. Poco después, conoció a un superviviente polaco del Holocausto que le ayudó a ampliar sus conocimientos, le enseñó hebreo moderno y también le descubrió algunos ámbitos de la literatura hebrea, tanto la tradicional –sobre todo los comentarios bíblicos de Rashi y el siddur (el devocionario tradicional)– como la literatura hebrea moderna. Simultáneamente la suerte también contribuyó a que los estudios judíos se desarrollaran. En el año 1949, inmediatamente después de la fundación del Estado de Israel, en reconocimiento a sus méritos por el rescate de la biblioteca del Seminario Rabínico de Viena durante la Guerra, Schubert fue oficialmente invitado por el gobierno israelí a visitar el país. Durante las semanas de su estancia en Israel no sólo pronunció su primera conferencia en hebreo en la Universidad Hebrea –en este período los edificios de la universidad bien se encontraban en mano de los árabes o en su mayoría todavía no se habían construido. La conferencia de Schubert tuvo lugar en el piso privado de Gershom Scholem, el ilustre especialista en la mística judía. Los contactos personales con numerosos especialistas judíos fueron fundamentales, a los que les sumamos hechos tan relevantes para Schubert durante esas semanas como los hallazgos de manuscritos en unas cuevas de los alrededores de las ruinas de Qumrán, que en los años siguientes se convertirían en su objeto de interés en sus publicaciones y su enseñanza. Ya en el mismo año publicó una primera panorámica general de estos descubrimientos en el periódico oficial del gobierno austríaco (¡la primera presentación de Qumrán en Europa!). De hecho, Johann Maier, el especialista alemán en la literatura de Qumrán más reputado, fue un alumno de Schubert. En 1959 Schubert recibió finalmente el nombramiento como profesor extraordinario (con el apoyo político, pero con la oposición de muchos profesores de la facultad que consideraban que la Judaística no podía ser una disciplina académica, digna de una antigua universidad como la de Viena).
Las primeras cátedras e institutos de Judaística fueron fundados en los años sesenta del siglo pasado. La primera cátedra fue establecida en la Universidad Libre de Berlín por Jacob Taubes (1963/4), un repatriado judío (que anteriormente había enseñado en Nueva York), una excepción dentro de la nueva disciplina. Sin embargo, como a Taubes los estudios judíos no le interesaban tanto como la filosofía, sobre todo la hermenéutica, tras un breve periodo se trasladó al Instituto de Filosofía. Por este motivo, un discípulo de Kurt Schubert, el ya mencionado Johann Maier, le sustituyó durante dos años, antes de tomar posesión de la nueva Cátedra de Judaística en la Universidad de Colonia en 1966, fundada especialmente para Schubert, que prefirió quedarse en Viena, donde por fin él también consiguió su cátedra (con el apoyo político de Bruno Kreisky, más tarde canciller federal de Austria).
A continuación, otras instituciones le concederían su espacio a los estudios judíos. En 1970 se fundó el seminario de Judaística de la Universidad de Frankfurt. En Suiza otro discípulo de Schubert, Clemens Thoma, recibió una cátedra de «Estudios Bíblicos y Judaística» en el contexto de la Facultad de Teología; así, una entidad privada facilitaba la integración en un contexto universitario de otro profesor judío, una situación excepcional en una facultad católica, que se ha mantenido hasta hoy en día. Además, otros departamentos de Judaística menores (en general un profesor titular sin asistentes) fueron establecidos en las Universidades de Múnich y de Friburgo en el marco de los Estudios Orientales.
3.Enfoques más recientes
Hasta la década de los ochenta del siglo pasado el ámbito de los Estudios Judíos en los países de lengua alemana era muy reducido. Sin embargo, en los últimos años ha ido ganando espacio, por un lado, gracias al establecimiento de cátedras anexas en los institutos que ya existían (Berlín, Viena, Colonia); por el otro, debido a la fundación en 1979 y la extensión continua de la Hochschule fuer Jüdische Studien («Escuela Superior de Estudios Judíos» ) de Heidelberg, la única institución de Judaística en Alemania bajo el control de las comunidades judías (del Consejo Central de los Judíos en Alemania), pero financiada casi en su totalidad por el Estado. Aunque dicha institución está vinculada a la Universidad de Heidelberg, posee un estatuto independiente y goza del derecho de otorgar doctorados. Desde el inicio, el programa de la Hochschule ha sido la enseñanza y la investigación del judaísmo en toda su historia y en todos sus desarrollos religiosos y culturales. Hoy hay diez profesores, en su mayoría judíos (requisito obligatorio para las materias principales como Biblia, Talmud y halajá). Ofrece no sólo cursos generales de Judaística, sino también asignaturas destinadas a futuros profesores de educación religiosa, cantores y otros funcionarios de las comunidades judías; incluso se ocupa de la parte académica de la formación de rabinos. No obstante, la gran mayoría de sus estudiantes no son judíos.
Otra institución dedicada a la formación de rabinos es el Abraham-Geiger-Kolleg, un colegio rabínico en Potsdam (fundado en 1999), asociado a la Universidad de Potsdam, que en su Facultad de Filosofía incluye un instituto de estudios judíos con cátedras en los campos de religión y filosofía judías, de literaturas judías y de historia judía. Más reciente es la fundación, en el marco de la misma facultad, de la School of Jewish Theology con cinco cátedras y otras posiciones académicas. Como en otras facultades de teología, el profesorado tiene que ser judío 8. Una cátedra centrada en la historia judía existe también en el Instituto de Historia de la Universidad de Múnich. Otras nuevas y similares instituciones son el Instituto de Estudios Judíos de la Universidad de Dusseldorf, con cuatro cátedras –incluso una para la lengua y literatura yiddish–, y los institutos de Judaística de las Universidades de Halle y Erfurt. Desde el año 2014 existe también un instituto de filosofía y religión judías en la Universidad de Hamburgo.
También se incorporaron posiciones de profesores asociados en otras universidades pertenecientes a diversos contextos académicos, de tal manera que sería preciso completar esta enumeración con las recientes creaciones en Suiza: en la Universidad de Basilea la Judaística forma parte de dos facultades, la de Filosofía y la de Teología; más reducidos son el programa de estudios judíos ofrecido conjuntamente por las Universidades de Berna y de Zúrich o los cursos de las Universidades de Lausana y Ginebra. En Austria también se imparten cursos sobre temas judíos en diversas universidades, pero sólo en Viena se ofrecen los estudios completos de Judaística.
Se puede ampliar esta panorámica con la oferta de estudios judíos que nos brinda la República Checa (en Praga se ofrecen estudios judíos en tres facultades: Filosofía, Teología Protestante y Teología Husita; ésta última con un programa más amplio) y Hungría (Universidad de Budapest, Universidad del Europa Central en Budapest y la Universidad Católica Paszmany en Budapest y Piliscaba).
Esta exposición, breve pero completa, nos da ya una idea de la vitalidad de los estudios judíos en Centroeuropa, de modo que a continuación ofreceré una descripción del carácter de estos estudios.
4.Judaística: sus contenidos y su lugar en el marco de la universidad
Hasta los años ochenta del siglo pasado, todos los programas de estudios judíos de las universidades de lengua alemana eran continuadores de las ideas de Kurt Schubert, el impulsor principal de todo este desarrollo (no voy a tratar aquí el caso de los estudios en algunas facultades de Teología, mucho más limitados, donde la Judaística fue casi siempre una disciplina auxiliar de los Estudios Bíblicos). El modelo de Schubert estaba basado en la Ciencia del Judaísmo del siglo XIX, propuesta por Leopold Zunz y plasmada en las instituciones judías de Berlín, Breslau y de otros centros judíos –todos ellos destruidos durante la dictadura nazi. Consistía en un programa universal que comprendía la historia, la religión y la cultura judías desde el período bíblico hasta la época actual, incluso la política y sociología del Estado de Israel, el antisemitismo moderno o las relaciones entre judaísmo y cristianismo. Según su concepción, la Judaística se caracterizaba por ser una disciplina profundamente humanística al servicio de una sociedad libre de xenofobia y antisemitismo. Como creía en la mejora de la sociedad por el saber, este profesor no sólo continuó enseñando en la universidad muchos años después de su jubilación, sino que lo hizo también en otras tantas instituciones de educación más popular.
Naturalmente su ideal de estudio de una Judaística en toda su amplitud sólo lo pudo desarrollar de manera fragmentaria y sobre todo en sus inicios, cuando prácticamente se encontraba sólo en la institución. Además de los cursos y seminarios especializados para estudiantes con ciertos conocimientos de hebreo y arameo, también tenía por costumbre ofrecer ciclos de dos años para presentar una visión global de la historia judía y de la religión desde la Biblia hasta la época actual. La herencia de las academias rabínicas en el programa de la Judaística se basó ante todo en tratar los textos tradicionales en su idioma original, como sucedía en general con la Orientalística; en este caso el Talmud de Babilonia en hebreo-arameo. Para todos era obligatorio dedicarle una hora diaria a su estudio, sin que se fijara un cierto límite de tiempo, hasta la presentación de la tesis doctoral. Como sucedía por tradición en el mundo judío, todos los esfuerzos se concentraban en el Talmud de Babilonia (sólo cuando entré a formar parte de la plantilla del profesorado se incluyó en el currículum el estudio de la Misná, el Talmud de Jerusalén y los midrasim –los comentarios rabínicos a la Biblia). También los escritos de Qumrán o la filosofía medieval y el Zohar fueron obras centrales. Otros campos de estudio –tan populares en España– como las traducciones arameas de la Biblia, el Targum, la historia de la Filología Hebrea o la poesía hebrea no formaron nunca parte de su programa. Con el aumento del número de profesores en el Instituto de Judaística de Viena se integraron otros campos: los samaritanos, otros textos rabínicos, el arte judío o la literatura yiddish, aunque el peso lo continuaban teniendo los textos hebreos y arameos.
Otros centros de estudios judíos siguieron, de hecho, el modelo de Viena, con algunos cambios y adaptaciones debidos sobre todo a las posibilidades de personal en cada instituto. Sin embargo, este modelo ya no era el único. El interés por el judaísmo crecía también en las universidades que no ofrecían cursos de hebreo o arameo posbíblico, en el campo de la historia o de la literatura alemana, o también en la sociología y la politología. En la Universidad de Duisburg, en 1974, se le encargó a un alumno de Kurt Schubert que planificara un modelo donde todas las disciplinas interesadas en el judaísmo pudieran contribuir a la creación de un programa doctoral común de «Estudios Judíos» , una solución que ya existía en los Estados Unidos (si bien allí en otras condiciones, por la dedicación de numerosos profesores judíos a una gran variedad de disciplinas, que en su mayoría conocían la tradición religiosa y la lengua hebrea). Se pensó como una solución provisional destinada a una universidad con posibilidades limitadas, pero, a pesar de todo, interesada en un estudio especializado del judaísmo.
Unos años más tarde se constituyó un programa de estudios judíos en la Universidad de Potsdam, cuyos responsables proponían el modelo de Duisburg en contraposición fundamentalmente al modelo tradicional de la Judaística, de la que criticaban el estar demasiado supeditada a los textos y la filología. Frente a esta Judaística abogaban por los «Estudios Judíos» , libres de la carga de una filología considerada inútil y de la tradición religiosa. En estos primeros años del nuevo modelo de Estudios Judíos el ideal consistió en un acercamiento al judaísmo sin religión y sin hebreo: todo aquel interesado en uno u otro aspecto del judaísmo –historia, sociología, arte, literatura, teatro o cinematografía– podía incorporar sus cursos al programa de Estudios Judíos. Esta solución no sólo resultaba práctica, debido a las propias limitaciones, sino también suponía una posición ideológica, un judaísmo secular y sin contacto con sus tradiciones.
La tan polémica circunscripción de los primeros años ha ido dando paso a una posición más pragmática. El programa de los nuevos institutos de Estudios Judíos en Potsdam, Düsseldorf o Halle es ahora muy parecido al de la Judaística tradicional, donde se insiste en la necesidad de un cierto conocimiento del hebreo y (aunque menos) del arameo, y donde las particularidades de cada centro inciden en el énfasis que se pone en los estudios, pero no la esencia. El proceso de Bolonia ha contribuido a estandarizar los estudios, a pesar de las muchas diferencias que subsisten. En nuestro caso, el instituto de Viena, el hecho de que dispongamos de profesores especializados en las cuatro épocas principales del judaísmo –Segundo Templo, periodo rabínico, Edad Media y judaísmo actual– ha desembocado en una situación en la que todas las épocas tienen el mismo peso y en la que los estudiantes pueden elegir, sobre todo en los cursos de Máster. Se entiende que ese desarrollo va en detrimento de los períodos que antes se privilegiaban, esto es, el judaísmo rabínico y medieval.
Por último, quisiera hacer una reflexión sobre el lugar de la Judaística o de los Estudios Judíos/Hebreos en el marco de la universidad. En sus inicios, la Judaística en Viena formaba parte del departamento de Orientalística, junto al Oriente Antiguo, los estudios árabes y turcos y del Islam. Este origen marcó su carácter especialmente filológico, aunque sin perder su conexión con la historia y la religión –que en los estudios árabes y turcos apenas tenían relevancia. La situación política contribuyó a la separación de la Judaística del Instituto de Orientalística, una independencia que ya se había asumido con normalidad en Colonia, Berlín y Frankfurt; tan sólo las instituciones más pequeñas, como las de Friburgo o Múnich, y las fundaciones más recientes, como Halle o Bamberg, se mantenían en el marco común de la Orientalística. Por otra parte, los Instituta Judaica tuvieron siempre más limitaciones debido al propio contexto de las facultades de Teología Protestante (o Católica, como en el caso excepcional de Lucerna). En las facultades de Filosofía era (y sigue siendo) normal que el credo de los profesores, así como el de los estudiantes, no tenga ninguna importancia. En el Instituto de Viena enseñan profesores judíos, cristianos y personas sin filiación religiosa; hay estudiantes judíos estrictamente ortodoxos, seculares o muy asimilados, otros son musulmanes (con frecuencia con becas de países árabes), cristianos o de otra confesión. Si bien no suelen preguntar abiertamente por esta cuestión, en la mayoría de los casos se hace patente la religión de cada uno por uno u otro motivo. Incluso se da el caso de que un cierto número de estudiantes prefieren tener un profesor judío (sobre todo un rabino) al considerar que su enseñanza va a ser más auténtica.
Siempre resulta difícil cumplir con un programa que abarque la Judaística en su totalidad, que enseñe todos los aspectos del judaísmo, sin una metodología coherente y unificada, por lo que en algunas universidades se prefiere una Judaística más especializada. Así, también se encuentran posiciones destinadas a profesores de Judaística en el contexto de la historia (Múnich), de la ciencia de las religiones (Potsdam, Erfurt, Bochum), de la literatura alemana (como los estudios de yiddish en Tréveris y Düsseldorf) o de las literaturas europeas. En cierta medida, todos estos puestos pueden justificarse, pero no por ello están exentos de polémica. Por ejemplo, es casi imposible estudiar a Kafka como autor alemán judío sin conocer la tradición de la Cábala, tan importante en algunas de sus obras. Similares limitaciones se presentarían al estudiar la sociología judía sin conocer el desarrollo de las instituciones comunitarias judías a lo largo de su historia.
Un enfoque más problemático tiene como resultado la tendencia de algunas universidades de definir la Judaística como una «ciencia regional» , convirtiéndola en parte de los estudios del Oriente Medio. Está claro que el judaísmo tiene su origen en el Oriente Próximo antiguo, pero su expansión por todo el Imperio romano como también por el Imperio persa, y después por todo el mundo islámico y cristiano, ha desembocado en tantos procesos de aculturación que ya no es posible separar la historia y las tradiciones judías de la historia de España, Alemania o Europa y América en general. El judaísmo no se puede limitar a un fenómeno regional, tal y como ha pretendido la Universidad de Frankfurt, sin considerar, por un lado, que la ciudad de Frankfurt tiene una comunidad judía populosa y arraigada y, por otro, que algunos mecenas judíos tuvieron una importancia central en la refundación de la Universidad hace ya un siglo; sólo gracias a las protestas surgidas por todo el mundo se ha impedido la puesta en marcha de este proyecto. Si queremos estudiar la Judaística, en el más amplio sentido del concepto, como disciplina filológica, histórica, religiosa y cultural, su lugar ideal sería, en mi opinión, las facultades de Filosofía y Letras (tal y como fueron concebidas en su origen). No obstante, siempre y cuando se tenga en cuenta tal complejidad, pueden darse otras buenas soluciones.
La tendencia casi general en nuestros días privilegia el periodo moderno frente a las épocas más antiguas del judaísmo, hecho que responde a las expectativas de la mayoría de nuestros estudiantes y a las que ineludiblemente hemos de atender. No obstante, también es nuestro deber insistir en que un buen conocimiento del judaísmo clásico, rabínico, es imprescindible para comprender los fenómenos actuales como parte de su herencia. Lo mismo se ha de decir sobre el manejo de las lenguas, condición necesaria para acercarse a este periodo. Con esta opinión no estoy afirmando que se haya de dar mayor relevancia al pasado, sino que debemos llegar a un compromiso que nos lleve a encontrar el equilibrio. Esta postura vale también en lo tocante al papel que debe jugar la religión de cada individuo; es más, no es necesario ser una persona religiosa para estudiar el judaísmo, pero es preciso tener una cierta sensibilidad a la hora de abordar algunos temas tan importantes para quienes la religión ocupa un papel central en su vida. Muchas manifestaciones del judaísmo moderno pueden percibirse como completamente seculares, pero con frecuencia tienen raíces religiosas. El respeto por otras formas de vida y otras orientaciones es, sin duda, una condición fundamental para emprender cualquier estudio, en especial cualquier estudio humanístico como es la Judaística.
1. Agradezco a la Dra. Lorena Miralles Maciá la revisión de mi texto español. Una versión anterior en alemán fue publicada en Verena Lenzen (ed.), Das Studium des Judentums und die jüdisch-christliche Begegnung. V&R unipress, Göttingen 2013, 27-39.
2. Leopold Zunz, Etwas über die rabbinische Litteratur. Berlín 1818, p. 5 n. 1.
3. Immanuel Wolf, «Ueber den Begriff einer Wissenschaft des Judenthums» . Zeitschrift für die Wissenschaft des Judenthums 1 (1922), pp. 1-24, p. 1.
4. Johann Georg Diefenbach, «Jüdischer Professor der Theologie auf christlicher Universität. Eine Aufgabe für christliche Staaten» . Erstes und zweites Heft. Gießen 1821, pp. 14-15.
5. Abraham Geiger, «Die Gründung einer jüdisch-theologischen Facultät, ein dringendes Bedürfniß unserer Zeit» , Wissenschaftliche Zeitschrift für jüdische Theologie 2 (1836), pp. 1-21.
6. Los documentos son publicados por Ludwig Geiger, «Zunz im Verkehr mit Behörden und Hochgestellten» . MGWJ 60 (1916), pp. 245-262.321-347, pp. 335-341.
7. Kurt Schubert, Die Wiedereroeffnung der Universität Wien im Mai 1945 (Wiener Universitätsreden, Neue Folge 1), Wien 1991.
8. http://www.juedischetheologie-unipotsdam.de.