La narración y su finalidad en
dos novelas testimoniales sobre el acoso laboral y sexual femenino en la
España del siglo XXI
The Narration and Its Purpose in Two Testimonial Novels about Female Mobbing
and Sexual Harassment in 21st Century Spain
Milica
Lilic
Universidad
Internacional de La Rioja, milica.lilic@unir.net
ORCID:
0000-0003-3813-3549
DOI: http://doi.org/10.30827/RL.v0i26.15929
La narratividad de las
novelas testimoniales, aparte de contar con una implicación parcial del
autor-narrador y un elevado elemento de subjetividad, adquiere dos niveles
fundamentales de representación: uno centrado en la historia del narrador y
otro en la del personaje principal. Además de analizar el discurso narrativo de
las novelas testimoniales Hay algo que no es como me dicen de Juan José
Millás y No, mi general de Irene Lozano, el presente estudio pretende
explicar el texto literario a partir de elementos extratextuales,
interpretándolo como producto social. Esto quiere decir que la propia temática
sobre el acoso laboral y sexual femenino de las obras en cuestión, junto con la
intención discursiva de narradores homodiegéticos y, en ocasiones, autodiegéticos,
convierten una intrahistoria particular en un discurso tanto ejemplar como
denunciatorio.
Palabras clave:
ejemplaridad; intrahistoria; narratividad; novela testimonial.
ABSTRACT
The narrativity of testimonial novels, apart from
counting on a partial involvement of the author-narrator and a high element of
subjectivity, acquires two fundamental levels of representation: one focused on
the story of the narrator and the other on the story of the main character. In
addition to analyzing the narrative discourse of the testimonial novels Hay
algo que no es como me dicen
by Juan José Millás and No, mi general by Irene Lozano, this study aims
to explain the literary text from extratextual elements, interpreting it as a
social product. This means that the very theme of female mobbing and sexual
harassment in the cited novels, along with the discursive intention of
homodiegetic and, on occasions, autodiegetic
narrators, turn a particular inner history into an exemplary and denunciatory
discourse.
Keywords: exemplariness; inner history; narrativity; testimonial novel.
1. Introducción
Aunque el
fenómeno del acoso laboral y sexual, interpretado como una manifestación de
relaciones (desequilibradas) de poder en el trabajo, no es característico del
siglo xxi, el proceso de
globalización ha aumentado el nivel de preocupación por esta problemática. En
las últimas décadas, el acoso se ha convertido en un tema ampliamente tratado
por numerosos estudios de psicología y sociología, y ha resultado ser una parte
obligatoria de la legislación vigente y los protocolos de muchas instituciones
y organizaciones. La conciencia de su importancia ha aumentado hasta tal punto
que ha comenzado a percibirse como el tema recurrente en la literatura actual,
lo que quiere decir que algunos escritores contemporáneos lo han detectado como
un problema social emergente que debería reflejarse en sus obras.
Sin embargo, en cuanto a los estudios que combinan el
concepto del acoso laboral y sexual con la literatura actual, se observa una
brecha en el campo, ya que se ha realizado poca investigación que reúna estos
dos aspectos. Tal situación ha creado una necesidad de mayor comprensión e
investigación sobre este tema, de manera que el presente estudio pretende unir
estos dos campos, centrándose en particular en las historias individuales sobre
el acoso sexual y sistemático en el lugar de trabajo, relatadas en novelas
testimoniales de la España del siglo xxi.
La naturaleza denunciadora y la noción de compromiso social de este tipo de
novelas implican el proceso de cuestionar y abandonar los juicios y las
concepciones sobre la novela como algo exclusivamente literario, permitiendo
acercar el estudio a las cuestiones sociales.
Asimismo, dado que las mujeres a menudo carecen de poder y
confianza en sí mismas y que se les ha enseñado a mantener el abuso verbal, la
humillación o las agresiones físicas en silencio, se concluye que se enfrentan
a múltiples niveles de discriminación en el lugar de trabajo. Esto quiere decir
que, en comparación con los hombres, hay más probabilidad de que sean ellas las
víctimas de acoso laboral y, en especial, sexual, por lo que este estudio
tendrá un enfoque de género, es decir, tratará dos novelas en particular cuyos
personajes principales son mujeres: Hay algo que no es como me dicen. El
caso de Nevenka Fernández contra la realidad de Juan José Millás (2004) y No,
mi general de Irene Lozano (2015).
2. La escritura testimonial y narración
de las obras
Tanto Millás como
Lozano construyen sus novelas sobre una base extraoficial. Aunque parten de un
caso real de acoso (el de Nevenka Fernández tuvo lugar entre 1999 y 2001 en el
Ayuntamiento de Ponferrada y el de Zaida Cantero entre 2008 y 2014 en el
Ejército español), obvian los datos oficiales y narran la historia desde la
perspectiva de la víctima, esto es, extraen del anonimato una intrahistoria particular,
convirtiendo sus obras en un testimonio literario. Tratando historias reales se
someten automáticamente a una prueba de verificación, esto es, se convierten en
textos referenciales:
Todos los textos referenciales conllevan, por lo tanto, lo que
yo denominaría ‘pacto referencial’,
implícito o explícito, en el que se incluyen una definición del campo de lo
real al que se apunta y un enunciado de las modalidades y del grado de parecido
a los que el texto aspira (Lejeune 76).
De ahí que las intenciones de los dos autores se basen, en
primer lugar, en ofrecer datos verificables, reuniendo material informativo
para su novela y reconstruyendo el pasado. Esto queda reflejado a lo largo de
ambas obras con numerosas referencias a fechas y lugares concretos, leyes,
informes de psicólogos y psiquiatras a los que acudieron las protagonistas,
distintos estudios sobre el acoso[1], artículos publicados en
periódicos y otras fuentes extratextuales[2].
Esto hace que la escritura documental de ambas obras sea de carácter
biográfico, que permite un diálogo constante entre la protagonista de la
historia y el escritor que la transcribe.
Aparte de un discurso documental, la naturaleza testimonial
de las dos novelas también permite uno novelesco. Esto quiere decir que, aunque
la noción de responsabilidad sea inevitable, se observan recursos propios de la
ficción, entre ellos la falta de la continuidad cronológica, el monólogo
interior y las repeticiones. Así, en cuanto al “tiempo” del relato[3], en las dos obras se detectan
las discrepancias entre la historia (el tiempo y el orden real en el que
sucedieron los hechos) y el relato (interpretado como el orden que el autor
elige para narrar dichos sucesos). Hay algo que no es como me dicen empieza
in medias res, situando al personaje de Nevenka en una rueda de prensa,
donde dimite públicamente y acusa de acoso sexual a su jefe, el alcalde Ismael
Álvarez. Este enfoque tiene una interpretación doble: Millás parece insistir en
la norma periodística que requiere la prioridad de los hechos fundamentales,
por una parte, pero evita la estructura lineal, siguiendo las normas de la
ficcionalidad, por otra. No, mi general, por su parte, empieza in
extrema res, revelando el destino de Zaida tras estar expuesta primero al
acoso sexual ejercido por su superior, el teniente coronel Isidoro José de
Lezcano-Mújica, y luego sistemático, durante seis años: “Como única vía
de escape para acabar con esta sinrazón, Zaida ha solicitado la salida del
Ejército” (Lozano 12). La finalidad de este enfoque también es doble: criticar
el sistema y despertar la empatía en el lector.
Los desfases temporales son constantes en las dos obras. Se
reflejan en la inserción de episodios representativos y la abundante presencia
de analepsis o prolepsis. Estas técnicas, aparte de subjetivar los hechos,
sirven para defender a la víctima, ya que los dos autores procuran crear un
escenario en el que pueden demostrar que la protagonista no solamente es la
víctima de su acosador directo, sino también de todo un sistema fundado en el
machismo, así como de las circunstancias personales y familiares que influyeron
en la formación de su personalidad sumisa y obediente. Esto quiere decir que
tanto Millás como Lozano en ningún momento mantienen una postura neutral, sino
que recurren a los saltos temporales y a una estructura cíclica de su obra para
indagar en el caso y proteger a la víctima.
2.1. Niveles de narración
En las dos
novelas se superponen constantemente dos niveles diegéticos: la historia del
narrador y la de la protagonista. El narrador investiga e informa sobre los
sucesos, la protagonista es el objeto de esa investigación. En ese sentido, se
puede hablar de dos trayectorias paralelas del relato. La primera es la
singular, que recorre la protagonista desde su dependencia de un sistema hasta
la lucha contra el mismo. En este nivel, se observa la transformación interior
por la que pasan tanto Nevenka como Zaida, ya que, como afirma Fauquet
partiendo de los estudios de György Lukács, “el héroe
de toda novela sufre dos transformaciones: la primera lo hace pasar de la
ignorancia al conocimiento de sí mismo; y la segunda lo lleva de la pasividad a
la acción” (263). Así, estando en la fase de la ignorancia, las protagonistas
tienden a culpabilizarse y justificar la conducta del acosador, por lo que se
mantienen pasivas. Solo cuando alcanzan la fase de autoconocimiento y pasan de
la ingenuidad al saber, pueden actuar, identificando el problema y
enfrentándose al acosador. De ahí que esta trayectoria singular de ambas
protagonistas obtenga una dimensión modélica, misma que permite llegar al
segundo nivel, donde el relato se vuelve ejemplar y se interpreta como una
representación de un fenómeno más general –el acoso laboral y sexual–,
conseguida generalizando un caso concreto. De esta forma se establece un vaivén
constante entre el caso concreto y la descripción de los mecanismos y las
consecuencias del acoso.
Aparte de la alusión a estudios concretos realizados sobre
el acoso y la mención de datos estadísticos sobre la presencia del fenómeno en
la sociedad actual, ese nivel de generalización se consigue a través del
lenguaje neutral y generalizador. En ese sentido, la obra de Millás abarca las
siguientes afirmaciones que, aparte de acercar el fenómeno de acoso al lector,
sirven para criticar la pasividad general del sistema: “Uno de los problemas de las víctimas de
acoso es que se sienten culpables en lugar de víctimas” (18); “[…] los juzgados
están llenos de denuncias por acoso que rara vez dan el salto a la prensa”
(21); “Cualquier trabajadora que haya defendido su integridad frente a un jefe
es considerada entre nosotros una mujer conflictiva” (38); “El acoso no se
produce de un día para otro; es un proceso lento” (46); “El primer acto del
depredador es paralizar a su víctima para que no se pueda defender” (101). No,
mi general, por su parte, utiliza este recurso con la misma finalidad:
“Tampoco acabará aquí la historia del acoso sexual en el Ejército ni la del
abuso de poder” (15); “El hecho de que hasta el momento ninguna soldado en la
unidad haya denunciado acoso sexual probablemente esté relacionado con su
situación precaria dentro del Ejército” (32); “Ser testigo de un delito implica
encontrarse en un dilema: o denuncias o te conviertes en cómplice. Si no, al
menos intervienes” (35); “[…] en el Ejército español tiene razón quien lleva
estrellas en la guerrera. Punto.” (42); “[…] en el Ejército los galones
acompañan a la razón” (53); “Es un sentimiento común en todas las víctimas: hay
momentos en que se sienten culpables” (172).
Estos ejemplos demuestran, además, la abundante presencia
del presente gnómico, que sirve como herramienta para expresar realidades que
no están condicionadas temporalmente, esto es, para apoyar la narración
generalizadora de las obras.
2.2. Mecanismos de la narración
Siguiendo el
planteamiento de Genette, la distancia narrativa en las dos obras en cuestión,
como parte del “modo” que sirve para regular la información narrativa, se
caracteriza por un narrador que no pretende ocultar su presencia ni mostrar que
se trata de una imitación (showing) donde la
historia supuestamente se cuenta sola. Este enfoque, denominado telling, permite ordenar la información e
intervenir a la historia:
Ciertamente, el telling es
un tipo de narración más mediata (el narrador se interpone con comentarios o,
simplemente, porque tiene un mayor o menor conocimiento de la situación, entre
la diégesis y el lector) y más condensada (ya que la realidad “tal cual” suele
ser desordenada y la condensación u ordenación sólo puede darse en aquellos
relatos que acepten el telling, esto es, la
presencia ordenadora de un narrador más o menos explícito) (Castany
Prado 11).
Efectivamente, el autor-narrador de Hay algo que no es
como me dicen y No, mi general se caracteriza por una instancia
narrativa muy marcada, ya que interviene constantemente y hace sentir su
presencia a lo largo de toda la obra. La forma en la que ordena la información
es tanto peculiar, ya que lo hace desde la perspectiva de la víctima,
contradiciendo la versión oficial. Por otra parte, desde el nivel narrativo se
concluye que, aunque este narrador no haya participado en muchas de las
historias que narra (situaciones de acoso, conversaciones con médicos expertos,
relaciones con compañeros de trabajo, situaciones familiares, etc.), sí está
presente como personaje de acción (conversaciones con la protagonista, o bien,
con otros personajes relevantes al caso). Esto quiere decir que observa los
acontecimientos desde el exterior, pero los analiza desde dentro, esto es, se
caracteriza por ser narrador intradiegético.
Aparte de Irene Lozano y Juanjo –el narrador que lleva el
mismo nombre, aunque incompleto, que el autor de Hay algo que no es como me
dicen–, como narradores principales de las dos obras, las dos protagonistas
también toman la voz narrativa. Así, el último
capítulo de No, mi general, titulado “Adiós a las armas” está escrito y
firmado explícitamente por Zaida, donde esta resume la experiencia vivida y
agradece especialmente el apoyo de la autora de la novela. Nevenka, por su
parte, relata en primera persona su experiencia en Inglaterra. Antes de
iniciarse su discurso narrativo, Millás explica brevemente los motivos del
exilio de su protagonista e introduce de forma explícita su narración: “Este es
su relato” (183). Este cambio de narradores en ambos casos, esto es, la
narración en primera persona sobre el abandono definitivo del Ejército y el
exilio al extranjero como resultado directo y definitivo del acoso, se
interpreta como una estrategia para enfatizar las consecuencias de esta
conducta social adversa, subrayar el concepto de la víctima inocente y conectar con el lector en un nivel más íntimo.
En ese sentido, cabe mencionar que ambos autores-narradores
establecen el contacto recurrente con los lectores, como recurso de primer
grado (aparte de los constantes diálogos y monólogos) para provocar el
sentimiento de formar parte de la historia y vivirla de cerca. Millás, usando
esta técnica, procura, además, intensificar su postura en la obra y afirmar el
carácter machista del acosador de Nevenka: “No había ninguna posibilidad,
insisto, de que ese hombre no acabara con ella en la cama. Eso lo sé yo, lo
sabe usted, lector, y lo sabe cualquiera con dos dedos de frente” (115).
Lozano, por su parte, le hace una serie de preguntas al lector, invitándolo a
reflexionar sobre la realidad de las mujeres acosadas en el Ejército:
¿Por qué nunca denunciaron? ¿Sabían de antemano que en las
Fuerzas Armadas tiene más posibilidad de arruinar su carrera la militar que
denuncia que el mando denunciado? ¿No será que la mujer acosada sufre el doble
castigo de verse menospreciada y vilipendiada por sus superiores? En suma, ¿no
será esta una guerra invisible que está teniendo lugar dentro de las Fuerzas
Armadas españolas sin que lo veamos, y cuyas víctimas no denuncian por miedo?
¿No será el clásico ambiente de impunidad en el que tiene más miedo a las
consecuencias la víctima que el culpable? ¿No será un caso de doble victimización?
(128).
Partiendo de este mecanismo de involucrar al lector en los
sucesos, los dos autores atribuyen a sus obras una función ética, ya que, como
afirma Sánchez Zapatero, “[…] la intención de recordar y hacer presentes en el
discurso sobre el pasado a aquellos cuya voz fue negada por su condición de
víctimas o perdedores responde a un imperativo moral” (395).
2.3. La voz del narrador
El hecho de que
el autor-narrador sea interno a la historia que narra, esto es, que esté
presente como personaje, lo convierte en narrador homodiegético (narración
realizada por Irene Lozano o Juanjo) y, ocasionalmente, autodiegético
(narración realizada por Zaida o Nevenka). Tanto Millás como Lozano optan por
una investigación parcial y ese enfoque homodiegético para demostrar que su
narrador no es omnipresente, matizando así el carácter autoritario de su
discurso y dejando espacio para la duda que, a su vez, exige una participación activa del lector: “Se trata de una estrategia
destinada a construir su etos, demostrando que
obra de buena fe, sin que estos matices cuestionen su interpretación de los
hechos (Fauquet 269). Por ello, en su reconstrucción de la historia, transmiten
su propio juicio, o bien, recurren a la repetición, como uno de los procedimientos
más significativos de los relatos testimoniales: “Si en ellos se omite
información sobre los testigos y los procesos de investigación, las
reiteraciones se ejercen sobre otras zonas: acumulan datos sobre los culpables,
insisten en los sujetos, en las acusaciones y en la defensa” (Amar Sánchez, El relato de los hechos 112). En ese
sentido, el autor-narrador de Hay algo que no es como me dicen a menudo
ofrece varias versiones de un mismo acontecimiento, construyendo así
progresivamente la historia. Quizás el ejemplo más claro de esta técnica quede
reflejado en la reconstrucción de la situación más grave de acoso sexual que
Nevenka sufrió, ya que permite construir el escenario que justifique los actos
de la protagonista y su incapacidad de reaccionar ante la agresión sexual. Por
otra parte, Lozano en su narración recurre a las repeticiones para llamar
especial atención sobre la injusticia que sufre Zaida y para apuntar a lo que
considera la problemática clave en la estructura militar: “Las estrellas de su uniforme
le dan la razón” (47); “Así funciona: cuantos más galones, mayor credibilidad”
(79); “El que tiene más rango tiene mayor credibilidad” (92); “En la Academia
les enseñaban que la credibilidad de cada cual dependía de su rango” (106); “El
principio resultaba sencillo: a mayor rango, mayor credibilidad” (106); “[…]
tiene más credibilidad quien tiene más rango” (162).
El hecho de que los autores-narradores escriban desde su
presente y sean partícipes activos de la historia hace que a lo largo de las dos
obras se detecten ecos autobiográficos[4],
que pretenden dar más legitimidad y credibilidad al relato. De esta forma,
además, desaparecen los límites entre el sujeto de la escritura (el autor) y el
de la enunciación (el narrador).
3. La finalidad del discurso narrativo
La escritura
testimonial de las dos novelas implica una intervención constante y una
investigación profunda de los autores, ya que estos no pretenden simplemente
transcribir los hechos, sino explicarlos desde la perspectiva de la víctima y
luchar contra la verdad oficial. De esta forma, resalta el compromiso literario
de las obras, ya que el narrador, y con él el autor, interpreta su novela y la
presenta al lector como una resistencia a los discursos manipulados y parciales
que sitúan a la víctima en la posición de culpable. Así, construyen una nueva
versión de la realidad, “[…] con la que se denuncia la «verosimilitud» de otras
versiones” (Amar Sánchez, La ficción del testimonio 447). Esa intención
de contraponer la versión de la novela a las oficiales tiene una dimensión
polémica, donde el concepto de la víctima inocente se contrapone al de la
criminalización de la víctima. De ahí que esa denuncia que implican las dos
novelas vaya acompañada de una tonalidad crítica, incluso a momentos satírica,
y una clara subjetividad narrativa:
En consecuencia, quien ha sido testigo –y víctima– de la
barbarie, de la intolerancia, de la violencia o del horror y ha comprobado cómo
su dolor ha sido ignorado al mismo tiempo que la intolerancia con la que se le
trató ha sido legitimada hace de su testimonio –y del relato de la verdad de
los hechos que incluye– un elemento a favor del conocimiento y de la ética
(Sánchez Zapatero 389).
Esto quiere decir que, además de contradecir la verdad
absoluta, las dos obras promueven las motivaciones éticas y ejemplificadoras.
En ese sentido, es de especial importancia el mencionado concepto de la víctima
inocente, que Philippe Hamon (190), ensayista francés
y especialista en la autobiografía, explica considerando dos ejes distintos: el
moral y el narrativo. En el primero se oponen el inocente y el culpable, y se
desarrolla un vínculo de simpatía entre el inocente, que es el personaje
positivo, y el lector. El eje narrativo, por su parte, está constituido por la
pareja víctima-vencedor. Aunque aparentemente el vencedor de las novelas en
cuestión, el que triunfa en la historia, es el acosador, se intuye que las
protagonistas, en un nivel más trascendental, también desempeñan este papel.
Inician su trayectoria desde el estatus de la víctima, oponiéndose al acosador
como vencedor en una situación de acoso, pero terminan superando el trauma,
ganando el juicio y rehaciendo sus vidas, hecho que las convierte en triunfadoras.
Así, bajo el título “Los restos de Nevenka”, el
primer capítulo de Hay algo que no es como me dicen evidencia ese papel
de víctima de la protagonista. Sin embargo, en otro punto extremo está el
último capítulo titulado “Nace la otra Nevenka”. Este esquema sugiere que “el
camino recorrido por Nevenka es un proceso vital inverso, de la muerte al
renacimiento” (Fauquet 264). Aun así, el autor-narrador señala que ese triunfo
de Nevenka no ha sido total, ya que la historia termina “[…] con la víctima feliz,
pero exiliada, y el agresor protegido por la solidaridad y el cariño de los
suyos” (Millás 202). El triunfo de Zaida también es matizado, ya que, aunque
recupera su fuerza mental, se ve obligada a abandonar lo que siempre ha
sido su vocación: “[…] no quiero dedicar mi existencia a demonstrar mi
inocencia a un sistema que me presupone culpable de antemano” (Lozano 249).
Aparte de este valor documental del discurso narrativo de
las dos novelas, que convierte la historia singular en una problemática de carácter
colectivo, las escenas con argumentos fuertes, abundantes en detalles y con una
tensión dramática, generan el efecto novelístico que permite que el lector
conozca el espacio y el ambiente en el que se desarrollan los sucesos y
simpatice con la protagonista, o incluso, se sienta identificado con ella.
3.1. El discurso sublime de los títulos
“Hay
algo que no es como me dicen” es la frase que marca una serie de sucesos de la
vida de Nevenka, una joven inocente que desde su infancia seguía plenamente el
sistema de valores establecido por su familia y la sociedad a la que
pertenecía. El referente en esta frase es la primera persona del singular (“me”), es decir, la propia Nevenka que, a causa de haber
sido víctima del acoso sexual, consiguió desarrollar una opinión propia y darse
cuenta de las mentiras y los engaños que se plasmaban a lo largo de su vida.
Poniendo el título de la obra en primera persona, el autor le da voz a la
protagonista y le posibilita defenderse. Paralelamente, esa trayectoria de la
metamorfosis presentada en el título se aplica también al autor, quien ha
pasado desde la manipulación de los medios de comunicación sobre el “caso
Nevenka” hasta la necesidad de recurrir a una investigación profunda para
construir una nueva realidad y escribir un libro. Sin embargo, como bien
concluye Fauquet, se puede identificar un tercer referente para la primera
persona, que es el lector:
En efecto, gracias a un discurso modalizado, el narrador procura que el lector haga suya la
frase «Hay algo que no es como me dicen», incitándolo a reconocer la
parcialidad de los discursos ajenos y a cuestionar su veracidad. La actitud del
narrador ante los discursos institucionalizados parece, pues, modélica, en una
óptica pragmática de enseñanza al lector (269).
El subtítulo del libro, El caso de
Nevenka Fernández contra la realidad, presenta una técnica que el autor ha
empleado para destacar el carácter heroico de la protagonista. Aquí, la
realidad la representan todos los actores del caso (los padres de Nevenka, sus
compañeros del trabajo, los amigos, la prensa y el sistema, precedidos todos
por el alcalde), quienes optan por proteger su propia verdad distorsionada y
culpar a la víctima. Por ello, Nevenka, como la única que se opone a esa
realidad, ya no tiene que demostrar que fue víctima del acoso sexual, sino que
no fue ella la que lo provocó. En ese sentido, es de especial importancia la
explicación que ofrece el autor-narrador sobre este subtítulo:
En cierto modo, y de la misma manera en la
que los tribunales norteamericanos se empiezan las sesiones con el anuncio ‘El
pueblo contra Fulano de Tal’, en este caso, parodiando esa fórmula, podrían
haber comenzado diciendo: ‘El caso de Nevenka Fernández contra la realidad’
(Millás, 2013 94).
El título de No, mi
general, por su parte, es muy
sugestivo, ya que nace como reacción a la frase que representa la base del glosario militar: “Sí, mi
general”. La negación firme de este lema, utilizado para mostrar la obediencia
dentro del sistema jerárquico militar, señala
el espíritu rebelde de la víctima ante la sumisión absoluta, hecho que
se interpreta como un acto heroico, por una
parte (nivel individual), y demuestra que el acoso sexual se ejerce en el
Ejército, aunque las denuncias apenas se dan, por otra (nivel colectivo).
El “no” del título va dirigido a la figura que está al mando de la totalidad de las fuerzas
armadas de un país. Por eso, desobedecer a la máxima instancia de los rangos
militares representa la magnitud de la problemática, ya que, como pretende afirmar la autora-narradora a lo largo
de toda la obra, las posibilidades de que una mujer sea creída y protegida por
sus mandos superiores son muy bajas y porque el sistema militar carece de
normas y protocolos que podrían facilitar la denuncia y defender los derechos
de la víctima.
3.2. La naturaleza ejemplar del
discurso narrativo
Los dos niveles
de narración (la historia del narrador y la de la protagonista) y la doble
función del discurso (denunciadora y educativa) conllevan una naturaleza
ejemplar de las dos obras, constituida sobre tres niveles principales: el
compromiso ético del autor-narrador-personaje, la imagen modélica de la
protagonista, y el alegato contra un sistema fundado en el machismo. Los tres
niveles sobrepasan los límites de lo individual y obtienen un carácter
colectivo. Así, en el primero, aparte de hacer referencia a la investigación
realizada y su implicación real y parcial en el caso, el autor-narrador de
ambas novelas afirma la importancia de ese compromiso colectivo de su obra: “Es
una experiencia personal, pero refleja un estado de cosas que urge cambiar”
(Lozano 13); “Ella había abierto con su actitud un camino del que en un futuro
se beneficiarían otras mujeres en una situación semejante a la suya” (Millás
196).
En cuanto al segundo nivel, tanto Nevenka como Zaida
consiguen superar el estatus de la víctima y denunciar una práctica todavía
tabú en la sociedad española. Por ello, sus personajes no se definen solo por
representar un prototipo de mujer acosada, sino también por actuar como modelo
a seguir[5]. Esto se relaciona
directamente con el tercer nivel, donde se denuncia una estructura
organizacional machista y la manipulación de la realidad a través de un
discurso político y mediático. De ahí que el autor-narrador de Hay algo que
no es como me dicen dirija una crítica a la esfera política del país y
denuncie el interés parcial de la prensa y la distorsión de la información: “No
leí ningún editorial sobre el caso, quizá porque a ningún periódico le pareció
extraño o enfermizo que la víctima se hubiera exiliado mientras el verdugo leía
el pregón de las fiestas en su pueblo” (Millás 199). Lejos de tratarse de un
caso aislado en el Ejército, la autora-narradora de No, mi general insiste
en el carácter colectivo del caso de Zaida, ya que este se diferencia de las
demás historias únicamente por haberse dado a conocer públicamente: “Zaida ya
no es responsable sólo de su vida, sino de la vida de muchas mujeres” (Lozano
232). Con esto, pretende señalar que el papel de su obra también es advertir
sobre la situación de las mujeres en el Ejército.
3.3.
La aproximación social desde la narratividad feminista
Partiendo del
concepto de la crítica feminista, que ofrece lecturas feministas de textos que
consideran imágenes y estereotipos de mujeres en la literatura (Showalter 182),
se concluye que la narración de las dos obras ronda alrededor de los patrones
de conducta impuestos en el orden social de género. Así, las dos protagonistas
se han educado y formado en base a una mentalidad fundada en el machismo (el
ámbito familiar patriarcal en caso de Nevenka y el Ejército en caso de Zaida),
por lo que han desarrollado un alto nivel de obediencia y han adoptado unas
normas de comportamiento correspondientes a su condición de mujer. Por otra parte,
el perfil de los acosadores en las dos novelas está fuertemente marcado por una
actitud misógina, que se refleja en el propio lenguaje que estos utilizan[6]. En ese sentido, es de
especial importancia la intervención de los narradores homodiegéticos, quienes,
apoyándose en una serie de herramientas lingüísticas y psicoanalíticas,
estudian desde dentro los perfiles de los agentes involucrados en el acoso. De
esta forma, no solamente subrayan la imagen misógina de los antagonistas, sino
que también apuntan a los problemas de una sociedad todavía fuertemente
influenciada por el patriarcado: “Hay muchos
mundos posibles: en el de Lezcano, ‘la
gente’ son los hombres. Y luego están las
mujeres” (Lozano 129); “No había una sola empresa española que se
arriesgara a contratar a una mujer que había denunciado a su jefe por acoso
sexual” (Millás 182).
Así, partiendo de la propia temática de las novelas, su
estructura, el lenguaje y los recursos retóricos utilizados, los
autores-narradores han conseguido crear un discurso estereotipado que conduce a
una visión profunda de la imagen del acosador y su antítesis, la acosada. En
términos más generales, este enfoque feminista y la naturaleza socialmente
comprometida de las dos novelas permiten criticar el sistema y advertir sobre
la importancia del fenómeno de acoso sexual en la sociedad moderna, de modo que
cumplen con la función elemental de la teoría literaria feminista y los
estudios de género, “[…] en tanto que permiten abrir la obra artística a su
dimensión social y a su capacidad de transformación de las mentalidades”
(Vivero Marín 115).
De esta forma, contando con herramientas de otras
disciplinas –el análisis histórico y económico, la sociología, la psicología y
la lingüística–, se puede relacionar la situación real de las mujeres con su
representación en los textos, mostrar la influencia de las conductas del
patriarcado dominante sobre los derechos de las mujeres y cuestionar los
complejos roles sociales y de género. Aplicando este planteamiento se observan
distintos rasgos y finalidades de la narratividad feminista que ofrecen las dos
novelas en cuestión:
- Se muestra la forma en que ambos autores-narradores tratan a
sus protagonistas y pretenden representar su versión de la historia.
- Se presenta la forma en que se lee e interpreta un texto,
dependiendo del género del lector (en caso de lectoras, estas novelas pueden
usarse como material educativo o libros de autoayuda).
- Se reclama la voz femenina como una valiosa contribución a
la literatura, especialmente en cuestiones socialmente comprometidas en las que
las mujeres fueron marginadas o ignoradas anteriormente.
- Se critica el enfoque patriarcal y marginalizador
de la mujer en el mercado laboral.
4. Conclusiones
El análisis
paralelo de estas dos novelas testimoniales sobre el acoso femenino ha
demostrado que existe una estrecha relación entre la dinámica del discurso
narrativo y el texto literario interpretado como producto social. Así, estas
obras introducen una nueva forma de interpretar las manifestaciones del acoso
laboral y sexual, permitiendo que el lector, a través de un caso real, conozca
sus rasgos principales. No obstante, como ha quedado demostrado, la naturaleza
de estas novelas no es solo informativa, sino también educativa y ética, ya que
las protagonistas se interpretan como figuras heroicas, estatus que les permite
actuar de modelo para el lector, y en especial, la lectora. De ahí la
importancia de la perspectiva feminista que se contrapone al papel estereotipado
de la mujer en el ámbito laboral. Finalmente, la dimensión denunciadora de las
dos novelas radica en la manipulación del sistema y la fórmula a través de la
que la víctima se convierte en culpable por su propio acoso. Todas estas
funciones de las dos obras (informativa, educativa, ética, feminista y
denunciadora) se cumplen gracias a las técnicas a las que los autores recurren
para construir y narrar sus historias, hecho que afirma la relevancia del
enfoque narratológico planteado en el estudio del acoso laboral y sexual en la
narrativa testimonial de la España actual.
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Date of reception: 18/09/2020
Date of acceptance: 12/12/2020
Citation: Lilic, Milica. “La narración y su finalidad en dos novelas
testimoniales sobre el acoso laboral y sexual femenino en la España del siglo
XXI”. Revista Letral, n.º 26, 2021, pp. 177-194. ISSN 1989-3302.
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license.
[1] Millás cita un fragmento del libro El acoso moral de
Marie-France Hirigoyen, haciendo referencia incluso a la página en la que este
figura (106).
[2] Como prueba documental del acoso ejercido, Lozano introduce
en el libro una copia escaneada de la solicitud de permiso que Zaida rellenó
para ausentarse unos días de un curso que estaba realizando, misma copia por la
que se le acusaría por un delito de falsificación y deslealtad (215).
[3] Gérard Genette en Figuras III, obra publicada en
1989, afirma que el argumento de cada obra podría reducirse a una única acción.
En ese sentido, el resumen de las obras en cuestión podría ser: “Nevenka/Zaida
sufre el acoso sexual en el lugar de trabajo”. Según este planteamiento, el
relato narrado por Millás y Lozano no es más que una ampliación literaria del
verbo “sufrir”. De ahí que el relato se pueda estudiar partiendo de los rasgos
característicos del verbo: “tiempo”, “modo” y “voz”.
[4] Aparte de expresar su postura subjetiva, la narradora
Lozano afirma que también es autora de la novela: “Se trata de nuestra versión:
lo que ella me ha contado y lo que yo he comprobado, he visto y he vivido junto
a ella” (14). Asimismo, para dejar clara su implicación real en el caso,
menciona explícitamente su nombre y posición laboral: “Ha visto en redes
sociales que una diputada de UPyD, Irene Lozano, ha defendido el caso de Zaida,
y en las semanas previas al verano de 2013 se decide a escribirme un correo”
(217). Millás, por su parte, hace numerosas alusiones al proceso de creación de
su obra: “Por mi parte, recuerdo haber mantenido una atención irregular al
suceso […]” (24); “La verdad es que mi interés por el «caso Nevenka» tenía
altibajos” (37); “Fue la «metamorfosis» que yo atribuía a Nevenka, y el
silencio que se había establecido en torno a ella, lo que provocó mi interés”
(27); “Tras escribir la columna y enviarla al periódico, me puse a hacer
gestiones para localizar al abogado de Nevenka” (28); “Necesitaba conocer a la
joven y hablar con ella antes de tomar decisiones” (32).
[5]
El personaje de Nevenka reflexiona, en primera persona, sobre los motivos que
tenía para denunciar públicamente a su agresor: “Me lo debo a mí misma y se lo
debo a todas las mujeres que ahora mismo pueden estar viviendo una situación
tan terrible como la que yo he vivido” (Millás 15). De igual forma y con el mismo
objetivo de conectar con el lector y convertir una intrahistoria particular en
la representación de una problemática emergente de la sociedad actual, el
personaje de Zaida se hace la pregunta: “¿Cuántas soldados mujeres estarán
sufriendo algo parecido sin poder ni rechistar porque la situación obliga a
todas a no arriesgarse a perder el puesto de trabajo?” (Lozano 73).
[6] En la obra de Millás, la tonalidad de Ismael Álvarez hacia
Nevenka siempre es amenazante y dirigida desde una posición superior que, según
él creía, estaba justificada por su condición de hombre: “Eres un poco
histérica, no te voy a violar ni nada parecido…” (159); “¿Te da miedo quedarte
sola conmigo?” (159); “¿Es que tú nunca has compartido habitación con un amigo?
¡Hija, no te voy a violar…!” (171). Los diálogos entre Lezcano y Zaida se
caracterizan por una tonalidad muy similar: “–¿Cuáles serán mis funciones?
–Pues ya sabes, como una secretaria, una de esas secretarias de falda corta”
(Lozano 29).