La configuración de la voz poética de Josefina de la Torre a través de sus primeros poemarios

The Configuration of Josefina de la Torre’s Poetic Voice through her First Books

Marina PATRÓN SÁNCHEZ

Universidad Complutense de Madrid, España

mpatron[at]ucm.es

Impossibilia. Revista Internacional de Estudios Literarios. ISSN 2174-2464. No. 22 (mayo 2022). Monográfico. Páginas 129-154. Artículo recibido 20 enero 2022, aceptado 19 abril 2022, publicado 30 mayo 2022

Resumen: Josefina de la Torre (1907-2002) fue una artista polifacética que desarrolló varios trabajos: escribió novelas y relatos, fue cantante lírica, actriz de teatro, cine, radio y televisión; adaptó guiones, fue dobladora, reportera y dirigió una boutique. Pero, sobre todo, fue poeta. Aunque solo publicó cuatro poemarios en vida, su Poesía completa demuestra que De la Torre nunca dejó de escribir desde que con siete años compusiera su primer poema. Con este trabajo buscamos presentar y analizar la configuración de su voz poética a través de los primeros poemarios que ordenó (Poesías ingenuas, 1918; Versos y estampas, 1927; y Poemas de la isla, 1930), en los que combina elementos y estructuras de la lírica tradicional con imágenes y temas vanguardistas. Asimismo, señalaremos algunos hechos biográficos que influyeron en su elaboración, arrojando más luz sobre la vida de la poeta canaria, que aún presenta muchas sombras.

Palabras clave: poesía siglo xx, poesía escrita por mujeres, mujeres del 27, mujeres modernas, Modernismo, vanguardias siglo xx, Edad de Plata de la Literatura Española

Abstract: Josefina de la Torre (1907-2002) was a multifaceted artist who wrote novels and short stories, was as a lyric singer, theater, cinema, radio and television actress, a doubler and a reporter. She also adapted scripts and she even ran a boutique. But, above all, she was a poet. Although she only published four poetry books in her life, the edition of her Poesía completa proves that she never stopped writing since she composed her first poem at the age of seven. With this paper we try to present and analyze the configuration of Josefina de la Torre’s poetic voice through her first books (Poesías ingenuas, 1918; Versos y estampas, 1927 and Poemas de la isla, 1930), where she combines elements and structures from the traditional Spanish Literature with vanguardist images and topics. We will also point out some biographical facts that influenced the elaboration of these poems, shedding more light on the life of the poet from the Canary Islands, which still has many shadows.

Keywords: poetry from the 20th century, poetry written by women, women from the 27th, modern women, Modernism, 20th century vanguards, Spanish literature Silver Age

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Introducción

Josefina de la Torre Millares (Las Palmas de Gran Canaria, 1907-Madrid, 2002) ha sido, hasta hace poco, una de esas figuras femeninas prolíficas y fascinantes, aunque poco conocidas del periodo denominado Edad de Plata de la literatura española (Mainer, 1983). El caso de De la Torre es además llamativo por su versatilidad: no solo destacó por su poesía, sino también por su dedicación al teatro, al cine (donde fue actriz, dobladora, ayudante de dirección y reportera),1 la radio y la televisión; ofreció varios conciertos como soprano lírica en los que fue muy aclamada,2 escribió más de diez novelas y varios relatos3 e incluso participó en el mundo de la moda durante unos años, dirigiendo la boutique de la diseñadora vasca Asunción Aguirre.4 A pesar de esta multiplicidad creativa, De la Torre defendió siempre que ella era, sobre todo, poeta.5 Aunque a lo largo de su vida publicó solo cuatro poemarios —Versos y estampas (1927); Poemas de la isla (1930); Marzo incompleto (1968)6 y Medida del tiempo (1989)—7 gracias a la edición de su Poesía completa (2020) en dos volúmenes hemos podido constatar cómo ella no dejó nunca de escribir poesía desde que con siete años compusiera sus primeros versos,8 e incluso llegó a ordenar dos poemarios que quedaron inéditos: Poesías ingenuas (1918) y Mi dolor (ca. 1980-1987).

A pesar de que se han publicado varios estudios parciales sobre su obra poética (Bellver, 2001; Campos-Herrero, 2007; Domínguez Santana, 2021; Hernández Quintana, 2001; Llarena, 2007; Martín Fumero, 2010, 2019, 2021; Miró, 1999; Millares, 2001, 2007; Navarro Santos, 2007; Patrón Sánchez, 2020; Puente, 2007), hay algunos aspectos en los que aún no se ha profundizado. Con este trabajo buscamos aportar una nueva visión al estudio de la poesía de Josefina de la Torre adentrándonos en la configuración de su voz poética a través de la lectura de los primeros poemarios que ordenó (Poesías ingenuas —al que dedicaremos especial atención por haber permanecido inédito hasta ahora—, Versos y estampas y Poemas de la isla) señalando aquellos temas, elementos, formas métricas e influencias que la constituyen, y corroborar si su poesía puede situarse entre el Modernismo canario y la Generación del 27, como han señalado algunos críticos.9 Asimismo, en el caso de De la Torre, obra literaria y vida se encuentran muy ligadas, por lo que también indicaremos algunos de los hechos biográficos que influyeron en la configuración de estos primeros poemarios, arrojando así algo más de luz sobre la biografía de la poeta canaria, que aún presenta muchas incógnitas.

El nacimiento de una vocación y primeras publicaciones (1907-1924)

Para comenzar el estudio de la poesía de Josefina de la Torre empezaremos por referirnos a su infancia, pues fue allí donde despertó su vocación. Desde muy pequeña la poeta destacó por su facilidad para el arte. Su hermana María Rosa escribió en sus memorias que, tras haberse esmerado los hermanos en preparar un espectáculo de bienvenida para sus progenitores:

lo que más llamó la atención de nuestros padres fue, como siempre, por su extraordinario sentido artístico y musical y su precocidad, la actuación de Josefina, entonces “La Pepa”. Cantó, con poquísimos años, el aria de La Traviata, recitó, bailó e hizo innumerables imitaciones. Era una criatura realmente excepcional (Torre Millares, 2007: 45).

De la Torre perteneció a una de las familias más relevantes de Las Palmas y gozó de una infancia privilegiada. Tanto por la rama materna como por la paterna se puede encontrar numerosos familiares ilustres que destacan no solo en el ámbito de la cultura, sino también en el plano político y comercial de la isla. Su madre, Francisca Millares, provenía de una larga estirpe de músicos y dramaturgos que continúa hasta hoy, hasta el punto de que, esta especial sensibilidad para el arte que parece transmitirse de generación en generación se ha denominado “millarismo” (Reverón Alfonso, 2007: 44); y su padre, Bernardo de la Torre, que también poseía cierto talento musical, tuvo un papel fundamental en la construcción del Puerto de la Luz, que dio pie a la modernización de la isla, y fue uno de los empresarios más importantes de Las Palmas (Reverón Alfonso, 2007: 42). Es por todo esto por lo que Josefina y sus hermanos (ella era la menor de seis) recibieron una esmerada educación cultural y musical con vocación internacional. Su infancia estuvo marcada por las reuniones, tertulias y representaciones organizadas tanto en su casa como en la de su tío Luis Millares Cubas, célebre novelista y dramaturgo (Ríos, 2008: 38-39). Así, la pequeña Josefina creció rodeada de pintores, escritores, músicos y poetas que alentaron su vocación y pudo desarrollarse sin apenas encontrar dificultades. “Todos, o casi todos los recuerdos de mi niñez, son felices. Me sabía mimada y querida. Y todos festejaban mis gracias de niña, haciendo augurios para el porvenir”, recordaba la poeta en uno de sus manuscritos inéditos.10 Sin embargo, la figura fundamental en su evolución como artista es la de su hermano Claudio, novelista, dramaturgo y director de teatro y cine. Gracias a él, Josefina pudo conocer y admirar a los poetas modernistas canarios, así como a varios de los miembros de la Generación del 27. Asimismo, fue el encargado de revisar sus textos y guiar sus gustos y lecturas desde la infancia.11

Ya hemos señalado que escribió su primer poema con tan solo siete años. En su diario de 1917 recogió este hecho: “Una tarde, de pronto, sin darme cuenta hice un poema. Bajé corriendo a escribirlo y se lo dediqué a Alonso Quesada. Fue mi primer verso y se titulaba ‘La sombra de la maja’”12 (Schlueter, 2007: 55). Este primer acercamiento a la creación poética pone de relieve algo que se va a mantener a lo largo de toda su vida: la imposibilidad de concretar en qué consiste la poesía, a la que sin embargo recurrirá de manera constante. Es algo que se presenta de forma inesperada y que está íntimamente ligada a lo inefable, tal como ella misma recogió en su “Poética” para la edición de 1934 de la antología de Gerardo Diego: “[La poesía] Está tan unida a tanto misterio, que, por desconocida, nunca me había parado a pensar en lo que era. Sólo [sic] a sentir qué es” (Torre, 1991: 616). Comenzaba de esta forma su amor por las letras. Su deseo de expresarse era tal que incluso dictaba a sus hermanas los versos que se le ocurrían y les pedía que recogieran para ella composiciones que le gustaban. Así podemos verlo en varios de los poemas conservados en su archivo, como el titulado “¡Adiós para siempre la niña bonita…!” que comienza: “A mi hermano Néstor le dedica este verso su hermana Pepa. Yo, Paquita, lo he escrito, mientras ella lo dictaba” (FJT JMSL 4).

Esta precocidad poética le llevó a ordenar su primer poemario en 1918, con solo once años, titulado Poesías ingenuas.13 Estaba previsto que llevara un prólogo de sus tíos Luis y Agustín Millares, que finalmente no fue incluido. Esta primera compilación, dedicada a sus padres, está compuesta por treinta y nueve poemas en los que sobresalen el gusto por la canción y los elementos populares del romancero. Lo primero que llama la atención es que todos los poemas están titulados y fechados14 (práctica que luego abandonará) y la gran mayoría está dedicada a miembros de su familia y amistades, aportándole así un tono muy íntimo. Pese a ser un poemario tan temprano ya se puede rastrear algunos de los motivos que van a permanecer constantes en su obra.

Estos primeros versos están plagados de hermosas mujeres misteriosas, como en “La sombra de la maja” (Torre, 2020a: 41) y en “La rubia” (Torre, 2020a: 44), a imitación del estilo romántico decimonónico, que tanto gustaba a De la Torre. Gran admiradora de Ramón de Campoamor y Gustavo Adolfo Bécquer,15 vemos cómo imita su estilo16 en “La mujer que no existe” (Torre, 2020: 54), en clara alusión a la rima xi, en la que el poeta rechaza a una mujer rubia y a otra morena y le entrega su amor a una mujer incorpórea e inexistente que no puede corresponderle. Frente a los tres serventesios becquerianos, De la Torre escoge para esta composición una estructura a caballo entre el romance y el villancico, con una serie de versos que se repiten a modo de estribillo y una rima que se va alternando de manera libre. También tiene una destacada importancia la representación de niñas y jóvenes muertas, como en el caso de “¡Adiós para siempre la niña bonita…!” (Torre, 2020a: 42), “La rubia” (2020a: 44) y “La voz del retrato” (2020a: 96), pero también “Lo que es la muerte” (Torre, 2020a: 69), dedicada a su hermana María de la Encarnación, que nació cuando Josefina tenía siete años y murió a los cuatro meses.17 A la “nena” no solo le dedicaría el poema mencionado, sino también la estampa xii de Versos y estampas, donde la muerte de la hermana se funde con la de la abuela Encarnación Millares.18

De Poesías ingenuas destacamos la presencia de varios elementos propios de la tradición del villancico, como las alusiones a “la rubia” y “la morena” (identificadas con miembros de su familia), así como la constante aparición de los ojos como un componente clave del amor y de la belleza femenina (Sánchez Romeralo, 1969). Ellos son los protagonistas de los poemas “Mírame con tus ojos morenilla” (Torre, 2020a: 48), en el que este verso se repite en estribillo; “Tus ojos claros… serenos” (2020a: 50), “Tus ojos” (Torre, 2020a: 79) o “Dos mirares” (Torre, 2020a: 56). Es muy probable que estos poemas estuvieran influenciados de manera directa por las composiciones musicales de la época,19 en especial “Mírame con tus ojos morenilla” que guarda una gran semejanza con la canción popular canaria Tus ojos, morena, recogida por J. de Juan del Águila (1974: 75). En ellos encontramos la tradicional súplica de amor en la que el poeta reclama la mirada de la amada, aunque poseen diferente extensión: mientras que la canción popular es muy breve —tan solo consta de una estrofa de cuatro versos—, De la Torre lo desarrolla en su poema en el que también introduce versos de vuelta con leves modificaciones.

El tema principal de este primer poemario es el amor romántico —que no creemos que sea “adolescente”, como lo ha calificado Domínguez Santana (2021: 114), sino más bien idealizado— que se entremezcla con el afecto por sus hermanas y primas, a quienes van dirigidos estos poemas. Pero no solo encontramos un amor triunfal y optimista, sino también la decepción, como en el caso de “La niña loca” (Torre, 2020a: 71), “Lágrimas” (2020a: 73) o “Desengaño amoroso” (74). Asimismo, en el poema “Lo que yo siento” (59) podemos apreciar cómo la voz poética comienza esa lucha por encontrar las palabras exactas con las que expresarse: “No, no, no es eso…/ lo que yo siento,/ es una cosa inmensa…/ pero no es eso!” se lamenta. También en “¡Triste soñar!” (89) la voz poética se interroga angustiada sobre su propia sensibilidad, que no termina de entender: “¡Oh Dios mío!/ ¿Qué es esto/ que siento en esta vida?/ ¿Una cosa tan triste/ que no tiene sonrisa…?”. El gusto por la canción, por el romance y por la repetición de versos, como en el poema “¡Por eso vivo!” (46) se va a mantener a lo largo de su poética, aunque con distinta intensidad.

Podemos aventurarnos a afirmar que este poemario es un compendio de recuerdos y afectos infantiles, de juego y experimentación, y quizás, debido a esto, De la Torre nunca consideró publicarlo una vez superada esta etapa. Toda la alegría de su infancia parece condensarse en el poema “La sala de mi casa” donde señala que “allí alegramos todos nuestra casa,/ allí es donde gozamos de la vida” (64) Dentro de este ambiente tan acogedor hay una figura que destaca por encima de todas: la de su hermano mayor, Néstor Claudio.20 A él le dedica el poema “Es mi hermano” (77) en el que describe cómo es su relación, llena de afecto y de admiración compartida.

Debemos señalar que, durante estos primeros años de escritura, se está produciendo en Canarias lo mejor de la poesía modernista insular gracias al círculo surgido en torno a Domingo Rivero (Padorno, 2008: 21), y que incluye a los grandes amigos de Claudio, Alonso Quesada, Tomás Morales y Saulo Torón. De la Torre sintió una gran admiración por ellos y además de a Quesada, a Morales también le dedicó un poema (publicado en La Jornada el 9 de abril de 1924) y con Torón mantuvo la amistad hasta la muerte del poeta en 1974.21 Es por esto por lo que sus versos y su presencia van a ser la gran primera influencia en la poesía de De la Torre, sobre la que volveremos más adelante.

El primer poema que ella publicó fue “A la muerte de don Benito [Pérez Galdós]”22 el 20 de enero de 192023 en el periódico La Jornada de Las Palmas, en el que el tono infantil no oculta la profunda tristeza que le produce la desaparición de “[…] Aquel viejo/ que estaba cieguito,/ aquel que me gustaba/ porque daba el cariño”. De esta forma y hasta la publicación de Versos y estampas, irán apareciendo en prensa varios de sus poemas, tanto ese mismo año de 1920, como en 1923 y 1924. En este último24 recibió un gran elogio de Margarita Nelken en el artículo titulado “La poetisa niña Josefina de la Torre Millares” (1924). En él recogía varios poemas de la autora y los analizaba como una manera de animarla a que continuara escribiendo versos.

Asimismo, en 1924, Claudio de la Torre recibió en Madrid el Premio Nacional de Literatura por su novela En la vida del Señor Alegre (Torre, 1924). Josefina, su madre y su hermana María Rosa viajaron a la capital con motivo de la celebración y allí Claudio abrió a su hermana pequeña las puertas de un nuevo círculo cultural: el de la Generación del 27. En este viaje, De la Torre conoció a Rafael Alberti y a Federico García Lorca, con los que intercambió poemas; a Pedro Salinas, con quien mantuvo una sincera amistad hasta el estallido de la guerra civil; así como a Juan Chabás, con el que a punto estuvo de casarse,25 entre otros. Todos ellos tendrían una influencia decisiva en la configuración y evolución de su voz poética. Gracias a este viaje a Madrid, De la Torre también entró en contacto con las nuevas corrientes artísticas vigentes en ese momento, así como con la nueva situación social de la que comenzaban a disfrutar las mujeres; hechos que van a condicionar de manera irremediable la formación de su carácter y su espíritu inquieto e independiente. Tal y como podemos leer en la biografía que escribió para la antología de Gerardo Diego en 1934, nuestra poeta afirma que: “Juego al tenis. Me encanta conducir mi auto, pero mi deporte predilecto es la natación. He sido durante dos años presidenta del primer Club de Natación de mi tierra. Otras aficiones: el cine y bailar” (Torre, 1991: 616). De esta manera se afirmaba como una mujer moderna y reivindicaba su posición en el espacio público, que lucharía por mantener a lo largo de toda su vida a través de su trabajo.

Versos y estampas (1927)

El primer poemario publicado por Josefina de la Torre fue Versos y estampas, que vio la luz en el emblemático año de 1927 como octavo suplemento de la revista malagueña Litoral, fundada por Manuel Altolaguirre y Emilio Prados. Este, además, estaba precedido por un espléndido prólogo de Pedro Salinas titulado “Isla, preludio, poetisa”, en el que le otorgaba el sobrenombre de “muchacha-isla” que ostentaría con orgullo toda su vida. De la Torre sentía una gran admiración por el poeta madrileño, a quien también consideraba como su maestro.26 Sin embargo, el libro lleva la entrañable dedicatoria a su hermano y mentor: “Para Claudio este libro mío, suyo”.

La originalidad de este primer poemario reside en su apuesta por mezclar prosa y verso, en lo que fue pionero Juan Ramón Jiménez con su Diario de un poeta recién casado (1916) y que después culminarían los poemas en prosa de Carmen Conde en Brocal (1929) y Júbilos (1934). A las xvi estampas en prosa que articulan el poemario se le oponen diecisiete poemas (todos ellos numerados), además de un romance que divide el libro en dos partes. Las estampas, que De la Torre comenzó a escribir en 1914,27 parten de un recuerdo de la infancia, donde aparecen desprovistas del velo de la ingenuidad ante la mirada adulta de la poeta, en lo que parece ser una despedida de la niñez. En ellas encontramos sus juegos predilectos (estampas i, iv o v); momentos familiares (iii, xi, xiii);28 fechas destacadas, como la noche de fin de año y el carnaval isleño (vii, x, xvi); algunos de los episodios más tristes de su infancia, como la muerte de su hermana (xiii) y personajes que le producían terror, como el perro de la estampa ii. Tal y como su nombre indica, estas composiciones en prosa son verdaderas estampas, ya que en ellas prima el cromatismo y la recreación sensorial, dando lugar a auténticas escenas pictóricas. Pero todo ello está marcado por la sencillez formal y el intimismo que caracteriza toda su escritura. Tal y como defiende Marianela Navarro:

en la prosa poética se concentra toda la espontaneidad de la expresión infantil, con sus diminutivos y emocionadas exclamaciones, con sus enumeraciones, con esas conjunciones ilativas que invaden continuamente el discurso, con esa sintaxis tan reiterativa y simple como cálida y llena de vida (2007: 219).

En cuanto a los poemas, estos mantienen una estructura más tradicional, semejante a la de los villancicos, pero con rima libre. La temática también cambia: ahora todo está impregnado por el espíritu insular y los elementos naturales son protagonistas. De esta manera sus versos se ven inundados por el sol, el mar, la playa, el viento y la arena de su infancia en Las Palmas. El tono que rige el poemario está marcado por la ilusión y la esperanza juveniles que se reflejan sobre todo en el carácter lúdico de algunos poemas. La voz poética busca fundirse con lo observado y crea hermosas imágenes como en el poema 1:

Sobre la superficie
del mar encandilado
[…]
saltan algunos peces
que dejan sobre el agua,
al caer, una onda.
Así, a trechos, bordado
el mar por esta aguja
parece que sonríe […] (Torre, 2020a: 112).



Esta naturaleza que rodea a la poeta es amiga y cómplice de sus recuerdos y sus sensaciones, de tal forma que en algunos poemas parece dialogar de forma directa con ella (como en los poemas 5, 6, 11 y 14, y así queda retratada en los poemas 2, 4, 7, 9, 16 y 17. Los poemas 3, 8, 12, 13 y 15 apelan más al sentir de la poeta, a su tristeza y su incertidumbre, a sus esperanzas de encontrarse con ese “tú” que a veces se cuela entre sus versos y en el que parece depositar todos sus anhelos. Un caso diferente es el “Romance del buen guiar” (Torre, 2020a: 129), que sirve de “Intermedio” al libro. Este es un extenso poema narrativo que, como su nombre indica, está compuesto por versos octosílabos con rima asonante en los versos pares (intercalando en su mayoría finales en -ar y en -ad) que recupera las visiones de las mujeres fantásticas de los poemas románticos que veíamos en Poesías ingenuas.

En este primer poemario —que recibió numerosas y elogiosas críticas que señalaban a De la Torre como una de las voces canarias emergentes (cf. Giménez Caballero, 1927) y se admiraba su originalidad (cf. Salazar, 1928)—, podemos rastrear de una forma más clara la influencia del Modernismo canario. Este estaba marcado por el intimismo lírico heredado del romanticismo y por el tratamiento poético del mar, en el que Tomás Morales es el referente con su Oda al Atlántico (1919), que Josefina leyó siendo niña. También debemos mencionar la inclinación de Alonso Quesada por la poesía tradicional, tal y como se evidencia en sus “Romances orales” dentro de El lino de los sueños (1993), y por la exaltación nostálgica de los recuerdos que plasma a través de los colores de la naturaleza, como también hemos visto en De la Torre. A pesar de que algunos críticos han querido alejar su poesía de la Generación del 27 (Santana, 1989; Padorno, 2007), nosotras opinamos como Martín Fumero, quien sostiene que Josefina establece “un enriquecedor diálogo entre la tradición y la vanguardia” (2010: 352) en el que está presente la huella de este grupo, sobre todo en Poemas de la isla. Como veremos a continuación, este poemario guarda muchos paralelismos con Marinero en tierra (1919) de Alberti (1929) y con las Canciones (1924) y el Romancero gitano (1928) de Lorca, con los que comparte temas, estilo y formas métricas. En cuanto a Salinas, muchos son los críticos que han señalado su influencia como una “obviedad estética” (Díaz-Plaja, 1971: 90-91).

Poemas de la isla (1930)

El 2 de octubre de 1930, el Heraldo de Madrid anunciaba que “La poetisa Josefina de la Torre —la figura femenina más destacada de la nueva literatura— tiene un libro de poemas, cuyo título se reserva, en una importante editorial barcelonesa”. Ese nuevo poemario es Poemas de la isla, que vio la luz a finales de ese mismo año en la editorial Altés.29 En la configuración, preparación y coste de la edición tuvo un papel clave Juan Chabás, quien por entonces residía en la ciudad condal y estaba preparando su boda con la poeta, por lo que decidió asumir la gestión y el pago de la edición. Sin embargo, la ruptura del compromiso en junio de 1930 supuso el desentendimiento de Chabás respecto de la edición, lo que al parecer retrasó su distribución hasta 1931.30

Poemas de la isla está formado por cincuenta y dos composiciones intituladas y está considerado como “el conjunto de poemas más vanguardista de la poesía canaria” (Martín Fumero, 2010: 428). Aunque mantiene la base intimista, la métrica sencilla con versos libres de rima asonante, las formas estróficas de las canciones asonantadas y los versos de vuelta —como en el poema “Déjame que te lo diga” (Torre, 2020a: 161)—; este poemario posee un tono más depurado con unos versos abstractos e intelectualizados que evidencian la influencia de las vanguardias y de la Generación del 27, como adelantábamos. Este poemario, dedicado a sus padres,31 gira en torno a la necesidad de encontrar la palabra concreta para alcanzar una forma de expresión pura. Por esta razón, la conciencia de estilo está presente de manera explícita a través de poemas de extensión breve y concisa, en los que abundan las repeticiones, los encabalgamientos y las exclamaciones. Los recuerdos ya no tienen tanto peso y la poeta los cambia por sus impresiones al contemplar el mar, el atardecer y los fuertes brazos de los marineros. En Poemas de la isla De la Torre vierte su necesidad de expresarse, de escribir una poesía pura que esté compuesta por “Mi palabra nada más” (Torre, 2020a: 161), lo que no le impide recurrir a imágenes y metáforas audaces y surrealistas como en el poema “Crines de la noche” (2020a: 191), en el que el galope del caballo se identifica con el avance de la madrugada; o como en “La cintura para el brazo” (210) que podría calificarse de composición cubista por el juego que traza entre distintos elementos: “Brazo, cintura, paréntesis,/ interrogación doblada”. Tampoco renuncia al futurismo, y como otras autoras y autores de la generación, dedica poemas al automóvil, como en “Doble foco de luz uniformado” (203), y a la velocidad, como en “Blanco, uniforme, números. Abierto” (206).

El uso de los diminutivos que ya se había dado en el primer poemario, irrumpe con fuerza en los textos en los que describe su figura, un tema innovador en su obra, pues la poeta toma conciencia de su cuerpo y disfruta observándolo. Nos lo cuenta en “Mi falda de tres volantes” (211) y en “Caminito azul” (179).

A pesar de que la acogida por parte de la crítica de Poemas de la isla fue más atenuada respecto a Versos y estampas, con este libro De la Torre consiguió consagrarse como poeta de pleno derecho. Sin embargo, con el estallido de la guerra civil, su publicación poética se irá espaciando, con varias incursiones en prensa hasta la publicación de Marzo incompleto en 1968 y, después, Medida del tiempo en 1989. No obstante, no olvidamos dos grandes hitos en su carrera literaria: su inclusión en la ya mencionada antología Poesía española. Antología (Contemporáneos) de Gerardo Diego en 1934 y en la de Poètes espagnols d’aujourd’hui editada el mismo año por Mathilde Pomès, en las que ella es la única mujer que aparece dos veces, reivindicando así su estatus de poeta nacional e internacional (Garcerá, 2020: 27).32

La poesía para De la Torre era un acto espontáneo, algo inefable, que no podía ser explicado, pero en ella encontraba no solo una vía de expresión, sino también de aprehensión de su entorno. Su poesía es una “escritura de la transparencia” (Millares, 2001: 14) que busca transmitir su mirada sobre todo lo que la rodea, así como lo que alberga en su interior. Es por esto por lo que el intimismo es uno de los pilares fundamentales sobre los que se asienta su poética: desde el comienzo de su producción, con Poesías ingenuas, hemos visto cómo experimenta y juega con la poesía, creando composiciones que tratan sobre el amor y la muerte imitando el estilo de los romances y los villancicos; pero también su especial sensibilidad y su imaginación exaltada se evidencian en aquellas composiciones más del gusto romántico, protagonizadas por mujeres misteriosas y etéreas. Aunque este poemario fue ordenado con apenas once años, ya sienta algunas de las bases sobre las que se va a erigir su voz poética, entre las que destacan: la sencillez expresiva, la predilección por las formas estróficas clásicas, los versos breves, la rima asonante y el abundante empleo de encabalgamientos y repeticiones.

Este intimismo y este tono lúdico se mantiene en Versos y estampas,33 en que, sin embargo, encontramos una conciencia estética más marcada. En este poemario, con el que De la Torre irrumpió en el panorama poético de 1927, se atreve a mezclar de manera audaz la prosa y el verso para entablar un diálogo con sus recuerdos de infancia, trascendidos por los elementos insulares. Estos últimos crean el escenario por el que transita la voz poética, y convierten, de esta manera, a De la Torre en la representante insular de la Generación del 27. Por su particular isla van sucediéndose distintos momentos y personajes destacados de su infancia, que ella evoca desde su madurez, instaurando así otro de los pilares fundamentales de su poética: la memoria, donde sus primeros años de vida tienen un lugar preeminente, ya que la poeta no va a dejar de revisitarlos en todos sus poemarios, convirtiéndose así en “su Ítaca añorada” (Millares, 2001: 13). Y, aunque los temas cambian, las formas estróficas se mantienen. Frente a las estampas en prosa, que se caracterizan por su profunda intimidad, su cromatismo y la recreación sensorial que llevan a cabo; los poemas son, en su mayoría, composiciones breves, que imitan la estructura de los villancicos y de las canciones asonantadas para crear un ritmo ágil y dinámico con el que capta no solo la naturaleza que la rodea, sino también su intimidad. Además, en este poemario De la Torre también recurrirá al uso de los diminutivos para acentuar aún más el tono infantil de sus recuerdos.

Poemas de la isla (1930) es un poemario de mayor madurez con el que De la Torre quiere asentar su voz poética. A través de los versos que contienen este libro, la poeta se lanza a la búsqueda de la palabra concreta para conseguir una expresión depurada. La isla se mantiene como el telón de fondo de este poemario, que capta la inquietud de la artista por encontrar su “palabra nada más”, y de nuevo su intimidad se va a entremezclar con los elementos de la naturaleza. Lo que diferencia a este poemario frente a los otros dos es que De la Torre va a fundir en él su gusto por la métrica tradicional con los nuevos movimientos vanguardistas. Así, aunque los versos octosílabos son preponderantes, junto al empleo de encabalgamientos, repeticiones y versos de vuelta, en algunos poemas encontramos una sintaxis y una rima completamente libres, junto a metáforas que rozan el surrealismo, como en “[…] Las ventanas/ altas, abiertas, desnudas,/ suicidas de madrugada” (Torre, 2020a: 164), o el cubismo, como en su comparación de los brazos con



[…] círculos del aire,
tiovivos del momento,
ruedecita de fortuna,
ondas de la superficie (2020a: 210).


Se mantienen la memoria y el amor como temas destacados, pero es sobre todo esa lucha que comenzaba con el poema “Lo que yo siento” de Poesías ingenuas por encontrar la expresión certera lo que más espacio va a ocupar en Poemas de la isla. Como vemos a partir de “Déjame que te lo diga” (Torre, 2020a: 161), la voz poética establece un diálogo con un tú imaginario para conseguir una comunicación clara y desnuda. Es una discusión a través de la cual De la Torre consigue dotar a sus poemas de un tono depurado, manteniendo la sencillez formal y expresiva, que no abandona del todo el tono lúdico e infantil que encontrábamos en Versos y estampas. Con este poemario, De la Torre consiguió consagrarse como poeta y ser reconocida como tal, al lado de los autores que tanto admiraba y que tanto influyeron en su obra, como Morales, Quesada, Salinas, Alberti y García Lorca.

Conclusión

A través de la lectura de los tres primeros poemarios ordenados por Josefina de la Torre hemos comprobado cómo surgió su voz poética y cómo fue asentándose hasta convertirse en una de las más valoradas antes del estallido de la guerra civil, no solo por su originalidad insular, sino también por la cercanía de su escritura y su mirada íntima sobre el mundo. Su obra primera se sitúa entre el Modernismo canario y la Generación del 27, debido a la influencia de sus primeras lecturas en la isla de Las Palmas de Gran Canaria y sus posteriores visitas a Madrid, donde entró en contacto con las vanguardias del momento. Así, en los tres primeros poemarios que ordenó, Poesías ingenuas, Versos y estampas y Poemas de la isla, las formas métricas clásicas, como los romances, los villancicos y las canciones asonantadas, se entremezclan con composiciones de rima libre, con metáforas audaces y temas inéditos y modernos, como son la representación del propio cuerpo o los inventos de la modernidad, como los automóviles.

Desde Poesías ingenuas hasta Poemas de la isla, Josefina de la Torre va erigiendo los pilares sobre los que se sustenta su poética y que se van a mantener a lo largo de toda su obra. El primero de ellos es el intimismo, ya que sus poemas recogen su mirada sobre el mundo, su manera de sentir y sus propias vivencias. Muy relacionado con este está la memoria, pues la poeta no dejará de evocar su infancia y los recuerdos serán una fuente constante de inspiración. Otro de los pilares fundamentales sobre los que se sustenta su poética es la isla, telón de fondo de muchos de sus poemas, como un espacio privilegiado al que la poeta no deja de acudir para evocar sus mejores momentos. Si en Versos y estampas la isla se convertía en su seña de identidad, en Poemas de la isla se consagra como la representante insular de la Generación del 27, lo que la convierte, además, en uno de los máximos exponentes de la genealogía femenina canaria (Garcerá, 2020: 29).

Como hemos podido comprobar, aunque la poesía para De la Torre fue algo que siempre estuvo muy ligado a lo misterioso e incognoscible, la artista canaria no dudó en experimentar y en recurrir a ella para volcar toda su sensibilidad y consiguió crear una voz poética personalísima y única, que la señalan como una de las poetas más destacadas de principios del siglo xx.

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1Sobre su dedicación al mundo del cine, ver (Ramírez Guedes, 2001, 2008; Patrón Sánchez, 2022).

2Entre otros, podemos mencionar el “Concierto de 1900”, ofrecido en el Teatro María Guerrero en 1935; o el “Concierto del Milenio” celebrado en la Residencia de Estudiantes un año después.

3Las novelas que publicó bajo el seudónimo “Laura de Cominges” han sido reeditadas en el volumen Las novelas de Laura de Cominges (2021), al igual que la novela que publicó en la colección La Novela del Sábado, Memorias de una estrella. Algunos de sus textos en prosa pueden encontrarse en las antologías Hojas sueltas/Scattered leaves (2002) y Cuando ayer no puede ser mañana (2021).

4Así se recoge en Spain’s American Weekly Guidepost (Dunn, 1968: 23).

5Sirva como ejemplo la entrevista concedida a Julián Lago; a la pregunta de si es actriz o poeta, De la Torre le responde: “De ser alguna de las dos cosas, soy poeta [...] Aunque para mí la poesía ha sido siempre lo primero, he tenido una desmedida afición al teatro” (Lago, 1972).

6En 1945 De la Torre publicó una primera versión de este poemario en la revista Fantasía: semanario de la invención literaria (1945). Martín Fumero (2019) ha analizado las diferencias entre las dos versiones.

7Esta obra apareció, junto con los otros tres libros, en una edición de la Biblioteca Básica Canaria con el título de Poemas de la isla.

8Este hecho fue recordado por ella misma en diversas entrevistas, como en la realizada por E. Checa (1997).

9Este juicio también sirvió como título para el homenaje celebrado por el centenario de su nacimiento: Josefina de la Torre, modernismo y vanguardia.

10Este lleva por título Nuevas estampas (Diario de ayer y hoy) y se conserva en el Fondo Josefina de la Torre en la Casa-Museo Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria, bajo la signatura JMSL 198.

11Declaraciones de la propia autora (cf. Checa, 1997). La colaboración de Claudio y Josefina de la Torre fue muy extensa, pues juntos emprendieron diversos proyectos, tanto literarios como teatrales, entre los que destacan la fundación del Teatro Mínimo en 1927 en su casa de la playa de Las Canteras; la editorial La Novela Ideal entre 1938 y 1944; así como la de su propia compañía teatral, la Compañía de Comedias de Josefina de la Torre en 1946. También firmaron juntos varias adaptaciones y trabajaron codo con codo en el cine y la radio.

12Sobre este poema, confesaba a su hermano Claudio: “Sospecho que debí inspirarme en la música de Granados, que por entonces cantaba la hermana mayor con su voz hermosa y cálida” (Fondo Josefina de la Torre (FJT) signatura JMSL 198).

13Domínguez Santana ha estudiado los elementos líricos que aparecen tanto en este poemario como en Versos y estampas (siendo este último en el que más se detiene) para establecer el imaginario infantil de la autora y concretar “los componentes y temas de su memoria individual infantil presentes en su primera poesía” (Santana, 2021).

14Esto nos permite datar la escritura de este primer poemario entre 1916 y 1919.

15De la Torre durante toda su vida fue una gran admiradora del poeta hispalense, llegando a participar en el homenaje que le rindió la Asociación de Amigos de Bécquer en febrero de 1949, así como a impartir una conferencia-recital en marzo de ese mismo año.

16En “A la manera de Bécquer”, De la Torre replica la rima xli cambiando el verso final: en vez de “¡No pudo ser!”, ella enuncia triunfante “¡Tuvo que ser!” (Torre, 2020b: 277).

17Este hecho traumático también fue recogido por María Rosa en sus memorias, quien sitúa el nacimiento de la pequeña el 25 de marzo de 1915 y su muerte el 4 de agosto del mismo año. Se le dio el nombre de Encarnación por haber nacido el día de esta festividad y por la muerte de la abuela materna, que llevaba el mismo nombre, tres días después de que naciera su nieta (Torre Millares, 2007: 63). Claudio de la Torre también le dedicó un poema a la pequeña en su único poemario El Canto diverso (1918).

18Sobre su abuela, Josefina escribe en su Diario sobre mi vida: “Apenas si recuerdo su figura, y sin embargo, está tan presente en mi vida como algo muy conocido y querido” (FJT).

19“Contaba Josefina que siempre que había algo aceptable en el teatro solían llevarla y cuando regresaba a su casa, se ponía a imitar a las artistas que había escuchado. Así nacieron sus particulares funciones nocturnas, que ofrecía a su familia en el comedor, después de cenar” (Schlueter, 2007: 45).

20Claudio de la Torre comenzó firmando sus trabajos con su primer nombre, Néstor. Sin embargo, terminó cambiándolo por el segundo para no ser confundido con su primo, el pintor Néstor de la Torre (Schlueter, 2007: 33).

21La última vez que los dos poetas coincidirían sería en la conmemoración a los cincuenta años de la muerte de Tomás Morales organizada en Las Palmas en 1971.

22Al insigne novelista también le dedicó el poema “Cuando hablan las piedras” recogido en Poesías ingenuas (Torre, 2020: 91).

23A pesar de este hecho, su precocidad poética ya era conocida en el mundo literario gracias al artículo de Nelken (1917), titulado “Una poetisa de ocho años” que recogía su poema “¡Adiós, para siempre/ la niña bonita!”.

24De la Torre conoció a Nelken en abril de 1924 durante su viaje a Madrid y de su buena relación se desprende el tono más cercano de este segundo artículo. Podemos conocer los sucesos de este viaje gracias al esbozo biográfico que escribió la propia De la Torre y que se conserva en su archivo (JMSL 167).

25A este respecto y sobre las cartas que De la Torre y Chabás intercambiaron entre 1924 y 1931, ver (Hatry, 2016).

26En su diario inédito de 1932 conservado en el FJT (JMSL 214), la poeta recoge varios de sus encuentros con Salinas: las prácticas de declamación en su casa, los paseos por la Casa de Campo intercambiando poemas y los libros que le recomendaba.

27Así lo cuenta ella misma en su Diario de mi vida, conservado por Selena Millares.

28En esta estampa, Josefina recuerda en su Diario de mi vida que, en 1915, durante uno de sus viajes, sus padres enviaron a su hermano Bernardo desde Londres un abrigo que le quedaba muy grande, aunque la abuela y la tía de los niños pensaron que así sería la moda inglesa y le llevaron de paseo con él. La anécdota, al parecer, causaba siempre mucha risa al ser evocada en familia.

29A pesar de que el libro fue impreso en Barcelona, en la cubierta aparece “Las Palmas de Gran Canaria”. Según Millares, “la universalidad de su intimismo lírico daba cuenta, de ese modo, de su condición de orgullosa ‘hija de la isla’” (2007: 181).

30Salvo por el ya citado artículo (Hatry, 2016), las cartas que Chabás envió a Josefina permanecen inéditas. Desde aquí agradezco a Selena Millares, heredera y administradora de la herencia de la poeta, que me permitiera consultarlas ya que he obtenido mucha información para completar mi investigación.

31La dedicatoria prevista por De la Torre era “A mi madre, aquí; a mi padre, allá cerca”, ya que Bernardo de la Torre había fallecido en abril de 1929; pero por error, los libros se imprimieron con la dedicatoria: “a mi padre, allá lejos”. En una carta inédita del 31 de agosto de 1930, Claudio le aconseja a su hermana que en cada ejemplar que dedique tache ese “lejos” y lo corrija con su letra, así podrán ver “la falta garrafal”. “Esto es importante porque la dedicatoria ahora es estúpida”, le escribe. Ella hizo caso a su hermano como se puede apreciar en la copia que se conserva en microforma en la Biblioteca Nacional de España (DGMICRO/3974).

32En 1941, sus poemas también serían traducidos al italiano por Carlos Bo en Lirici spagnoli y en 2018 lo serían al árabe (Hadi Sadoun, 2018). Además, Poemas de la isla ha sido traducido al inglés por Carlos Reyes (Torre, 2001) y al francés por Richard Clouet (Torre, 2021).

33La propia De la Torre confesaba a Valbuena Prat: “Hice mi libro sin darme cuenta, sin pensar siquiera en que había de ser motivo que ocupara a los críticos. Todavía hoy me parece un juego” (Prat, 1968: 708).

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