Reseña de / Review of
Rodríguez Posada, Adolfo (2023). Post-literatura.
Ontología débil, fragmentarismo y reticularidad en la
narrativa mutante española (2003-2022). Gijón: Ediciones Trea. ISBN
978–84-19823–46‑5. 242 pp.
Roxana Ilasca
Université
de Tours
https://orcid.org/0000-0003-0314-5064
Recibido: 28/05/2024
Aceptado: 22/09/2024
https://doi.org/10.30827/impossibilia.282024.30968
La aceleración temporal que las sociedades contemporáneas experimentan,
sobre todo a partir de principios del siglo XXI, también ha dejado sus huellas
sobre la teoría y crítica literarias. Estas últimas décadas, la necesidad de nombrar
las cosas, delimitar épocas, identificar y describir nuevos movimientos y
paradigmas ha llevado a una multiplicación de las conceptualizaciones y
terminologías que intentan describir los fenómenos literarios más recientes. El
excelente estudio de Adolfo Rodríguez Posada tiene el mérito de haber
conseguido reunir, sistematizar y explicitar, mediante la “post-literatura”,
las diferentes nociones acuñadas para analizar la literatura española del siglo XXI. Su gran logro es,
por lo tanto, haber conseguido armar un marco teórico y un aparato crítico a
partir de una síntesis de propuestas variadas, diseminadas en tesis doctorales,
artículos científicos y monográficos, sin tener que jerarquizar, seleccionar,
descartar, sino conciliando las perspectivas de los diferentes investigadores
de la literatura exocanónica. El autor retoma los
principales conceptos acuñados para describir la escritura mutante con el
objetivo de explicarlos, relacionarlos, darles cierta coherencia dentro de una
teoría que permita acercarse a esas obras desde un punto de vista analítico. Así
pues, circulan en este libro nociones como “afterpop”
o “pangea”, empleados a menudo para designar la época
y la estética del siglo XXI, al lado de términos que explicitan la poética
mutante: fragmentariedad, reticularidad, literatura
expandida, rasgos recesivos, fractalidad, etc.
Ya desde la
introducción, Rodríguez Posada puntualiza su propuesta conceptual y explica
detalladamente la noción de “post-literatura”, cuya morfología –entrecomillada y con guion– no es
anodina: “[s]on marcas que determinan justamente la
funcionalidad del concepto” (2023: 17). Se trataría, pues, de “aquel arte
verbal representativo de principios del siglo XXI que es el resultado de una
transformación estética de los rasgos esenciales y genéricos de la escritura”
(2023: 14). Esta definición llama la atención principalmente sobre tres
aspectos. Primero, la expresión “arte verbal” designa un tipo de literatura cuyo principal –aunque ya
no exclusivo– modo de expresión lo constituye la palabra escrita. Por otro
lado, este mismo término también enfatiza la transformación estética que se
está dando en el ámbito literario: la mutación hacia “otra cosa”, puesto que la
literatura deja de emplear únicamente el verbo en la creación, lo cual supone
que la “post-literatura” es una fase de transición de la ficción y de lo literario
hacia prácticas creativas que rompen con las coordenadas tradicionales del
texto (2023: 16). Por lo tanto, el investigador anticipa además las
posibles críticas que se le podrían hacer en cuanto a su propuesta conceptual y
aclara, en la introducción, que se trata de un concepto provisional, “una
herramienta de trabajo”, una “noción operatoria, para definir una práctica
literaria en transición” (2023: 16). Por último, la definición subraya la
necesidad de identificar las principales características de la “post-literatura”, como la apropiación, la hibridación, el fragmentarismo o la reticularidad (2023: 21).
En la primera
parte de su trabajo, “Hacia una teoría de la ‘post-literatura’: fundamentos y
mutaciones de una ontología débil del arte verbal”, Rodríguez Posada busca
proponer una base teórica sólida para el estudio de las obras mutantes,
definidas como el resultado de esta fase de transición, o sea como una síntesis
entre dos estados: entre la literatura contemporánea tardomoderna, por un lado,
y el arte verbal pangeico, no-literario, por el otro
(2023: 50). El corpus escogido por Rodríguez Posada para su estudio crítico se
constituye de varios textos mutantes, como Circular (2003) de Vicente
Luis Mora –y sus reediciones ampliadas–, Nocilla Dream
(2006) de Agustín Fernández Mallo, Aire Nuestro (2009) de Manuel Vilas, #despacio
(2012) de Remedios Zafra, Standards (2013) de
Germán Sierra, Vistas olímpicas (2021) de Natalia Carrero y Membrana
(2021) de Jorge Carrión.
Esta sección
también propone una genealogía –la integración de las obras mutantes en una
tradición vanguardista y experimental–, unos rasgos distintivos y, sobre todo,
algunos conceptos y nociones que permitan analizarlas, sin obviar la constante
tensión entre literariedad y no-literariedad que las caracteriza. El libro
llama la atención sobre la incompatibilidad entre la teoría literaria –aquí, la
narratología– y la escritura “post-literaria”, la cual ha dinamitado las
coordenadas básicas del texto narrativo: la unidad discursiva del relato, la
unidad genérica, la focalización y la posición del narrador o el papel
actancial de los personajes.
La
“post-literatura” se erige como arte verbal que “neutraliza la función poética
y con ella la literariedad” (2023: 28). Desde esta óptica, Rodríguez Posada
subraya la inadecuación de la teoría literaria clásica, basada en “los
principios estructurales de la novela: intriga, narrador, focalización,
protagonistas, actantes, etc.” (2023: 27-28) con la “post-literatura”, que se
caracteriza por una “ontología débil”, es decir, una concepción del texto
literario que rechaza esos rasgos literarios fuertes. Así pues, las coordenadas
fundamentales de las obras mutantes son la fragmentariedad y la reticularidad, que se substituyen a la trama y a los
personajes. El investigador advierte que no hay que confundir la ontología
débil de la “post-literatura” con la “literatura débil”, mediocre, desprovista
de valor literario, sino que hay que entender el concepto como herencia de las
vanguardias de principios del siglo XX y de la literatura experimental, o sea
como una propuesta estética que cuestiona el concepto de novela y su poética
asentada. Se subraya que el fenómeno de debilitamiento de lo literario no se
debe únicamente a la adopción de una estética experimental –“el espíritu de
vanguardia”–, sino también a “la pérdida de hegemonía que han tenido la
escritura y el texto como transmisores centrales de la cultura”, o sea al paso
del textocentrismo al imagocentrismo
(2023: 63). El concepto de literatura se expande para incluir otras formas de
expresión, desde la fotografía hasta los medios digitales. Esta expansión se debe,
por lo tanto, a un nuevo contexto para la creación en el siglo XXI: Internet y
las nuevas tecnologías.
La
“post-literatura” modifica no solo los rasgos de la escritura, sino también los
patrones de lectura. Según apunta Rodríguez Posada, en el caso de las obras
mutantes, “la recepción no consistiría tanto en interpretar el significado del
texto a partir de la lectura minuciosa y atenta, sino en pensar y reflexionar
sobre la obra, leer su naturaleza en definitiva, como objeto estético” (2023:
76). En otras palabras, estas obras invitan a una lectura teórica, reflexiva,
más bien que hermenéutica, interpretativa.
Estas
observaciones no impiden al investigador postular la posibilidad de un análisis
textual, al notar que, aun así, es posible identificar tanto rasgos
estilísticos típicos de cualquier creación literaria, como técnicas literarias
específicas en las obras, que sientan las bases de una estética o una ars poética mutante. El autor enumera
elementos como la fragmentación, la reticularidad, la
hibridación, la apropiación, la materialidad de la escritura, la mezcla de alta
cultura y cultura pop, etc. (2023: 79-80), rasgos a los que hay que añadir «la
concepción material de la escritura», o sea la exploración del potencial
gráfico, visual de las palabras en la página, como «elemento esencial dentro de
la praxis poética» de los autores mutantes (2023: 105).
En la segunda
sección del libro, que versa sobre el fragmentarismo en la narrativa mutante
española, Rodríguez Posada propone un análisis extenso de lo que llama el pilar
fundamental de “una teoría narratológica ‘post-literaria’” (2023: 139). La
técnica del fragmentarismo es una herramienta que le permite al crítico
analizar el texto mutante debilitado ontológicamente por la ausencia de rasgos
narratológicos tradicionales. Cierto, no se trata de una herramienta nueva,
como bien señala el investigador; sin embargo, su uso se ha generalizado en la
narrativa del siglo XXI. Al distinguir tres tipos de fragmentarismo
–discursivo, estructural y pragmático–, el autor busca sistematizar una teoría
del fragmento que facilite su instrumentalización a la hora de analizar los
textos mutantes, puesto que la gran dificultad relacionada con este concepto es
su función de “perfecto cajón de sastre donde caben todo tipo de
especulaciones, sin establecer distinciones” (2023: 140). Lo que interesa
respecto a la literatura mutante es una categoría en particular, el
fragmentarismo reticular, el cual se arma a partir de “un conjunto inconexo de
fragmentos textuales de toda índole integrados dentro de una estructura
reticular mayor” (2023: 147). El hecho de sentar estas bases teóricas de
lo fragmentario le permite al autor pasar a la práctica y proponer un estudio
minucioso de las obras que constituyen su corpus y que responden, de una u otra
forma, a los criterios del fragmentarismo reticular.
En resumidas
cuentas, el trabajo de Rodríguez Posada es una sólida propuesta tanto teórica
como crítica para ahondar en una narrativa que, por su carácter fuertemente
experimental y no-narratológico, no ha podido disfrutar de muchos estudios. En
definitiva, quizá haya que considerar este volumen como una representación
especular de la propia narrativa mutante: una investigación constituida de
piezas –conceptos, teorías, enfoques y aproximaciones– cuya coherencia procede
de las relaciones reticulares que su autor consigue establecer de manera
ejemplar.
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