Discurso y poética en las
canciones de la Movida:
una aproximación desde la
Retórica cultural[1]
Discourse and Poetics in the Songs of the
Movida:
an Approach from the Cultural Rhetoric
Antonio Portela Lopa
Universidad de Burgos
https://orcid.org/0000-0002-6277-5448
Recibido: 15/05/2024
Aceptado: 23/09/2024
https://doi.org/10.30827/impossibilia.282024.30885
Resumen
Este artículo analiza las canciones de la Movida desde la
perspectiva de la Retórica cultural. Se propone una metodología transdisciplinar que integra aspectos
lingüísticos, musicales, visuales y pragmáticos para comprender la comunicación
musical como un acto persuasivo y estético. Se analizan los recursos retóricos, con especial atención al lenguaje figurado. Se muestra cómo se configura la identidad en la enunciación
de la música de la Movida y la de su público mediante
la poliacroasis. Asimismo, se estudia, por un lado, la interdiscursividad en
las relaciones de esta música con el
cine o
la publicidad y, por otro, la que se
constata en las traducciones y los usos paródicos.
Palabras clave: Retórica cultural, Análisis del
discurso, interdiscursividad, música popular, poesía.
Abstract
This article analyzes songs
of the Movida from the perspective of Cultural Rhetoric. It proposes a
transdisciplinary methodology that integrates linguistic, musical, visual and
pragmatic aspects to understand musical communication as a persuasive and aesthetic
act. Rhetorical
resources are analyzed, with special attention to figurative language. It shows
how identity is configured with a particular focus on the enunciation of the
music of the Movida and that of its audience through polyacroasis. It also studies,
on the one hand, the interdiscursivity in the relationship between this music
and cinema or advertising and, on the other hand, the interdiscursivity found
in translations and parodic uses.
Keywords: Cultural rhetoric,
Discourse analysis, Interdiscursivity, Popular Music, Poetry.
Introducción
El caudal de discursos que conforman la cultura de
una época determinada debe ser entendido como un continuum. Se ha
señalado que “la propia sociedad puede ser entendida como discurso, como un
gran texto. […] y es susceptible de ser representada comprehensivamente por el
discurso retórico” (Albaladejo, 2001: 276).
Las prácticas culturales se interrelacionan formando un entramado unitario: la
política, el arte, la música. La lengua y sus manifestaciones marcadamente
retóricas están sometidas también a ese torrente discursivo, y en épocas
marcadas por grandes acontecimientos se propician cambios en el arte de
lenguaje. En el caso de España, se halla en la Transición el último gran
acontecimiento
Quizá esta distensión discursiva pueda explicarse
por la búsqueda de una lengua postraumática tras la dictadura. La adopción del
coloquialismo entre las clases dirigentes (inaudito hasta el momento) para
acercarse a la juventud sitúa definitivamente al lenguaje de aquella España en
el antirretoricismo que domina la lengua de la segunda mitad del siglo XX
(García Berrio en Chico Rico, 2015: 308-309). La música de la Movida, por su
impacto renovador en España, tiene mucho que ver en esa renovación. La lengua presente
en ella se sitúa en el mismo momento fundacional que buena parte de la
sociedad. La retórica del NO-DO (con su ampulosidad adjetiva, sus ablativos
absolutos como marca retórica de poder) da paso al tuteo de los invitados a La
Edad de Oro. Este es el contexto en el que se insertan las canciones que
abordaremos en estas páginas.
La delimitación cronológica de la Movida, entre 1978
y finales de la década de los 80, parece estar más clara que su categorización
estética, que es amplia e imprecisa (Marí, 2009).
No obstante, está suficientemente asentada en el ámbito académico. Monografías
como la de Ríos Longares o Lechado García
atestiguan la pertinencia de este término, así como desde la sociología con
estudios como los de Val Ripollés. También desde los Estudios culturales: los
dosieres del Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies y Cuadernos
Hispanoamericanos (2003 y 2021) demuestran el interés que despierta. Sin
embargo, se sigue enfrentando con la renuencia de los protagonistas del
movimiento, como apunta Escalada (2003: 13).
Lenore cree que se trató de un período de continuación más que de ruptura,
heredero “de las políticas culturales y turísticas de Manuel Fraga”. Reconoce,
no obstante, que dio lugar a un “estilo de vida hedonista y rompedor” (Lenore, 2019: 6), aspectos que serán decisivos
en el discurso musical que veremos.
Con epicentro en Madrid, pero con focos destacables
en capitales como Vigo, Bilbao o Barcelona, hoy la Movida se entiende como la
plasmación española de un movimiento global que entroncaba con prácticas
provenientes de culturas juveniles foráneas, como ha señalado Algaba Pérez
(2020). El cine, el cómic, el arte o la música, prácticas culturales a las que
la Movida añadía trazos nacionales, eran, en lo esencial, concreciones de la
posmodernidad favorecidas por el contexto posfranquista (Maginn 1998; Bessière 2008; García-Torvisco 2012).
Metodología
La naturaleza multimodal de la música (especialmente
la popular) requiere una metodología transdisciplinar para su análisis. Una
canción pop es un objeto cultural conformado por diversos discursos. Por ello,
en su dimensión comunicativa, deben considerarse, junto a los musicales y los
lingüísticos, elementos paralelos que se citan en el proceso de comunicación
musical: los aspectos performativos, visuales (la imagen proyectada por el
artista, videoclips, las portadas de discos y hasta elementos tipográficos,
como en los lyric videos), etc.
Como en el caso del texto literario, el texto
musical coloca a emisores y receptores en “posiciones comunicativas especiales”
(Albaladejo, 2013). La canción puede
analizarse desde la moderna retórica, ya que está abierta “a otras formas de
comunicación discursiva y perlocutiva en el ámbito lingüístico y en ámbitos no
verbales como el visual y el musical” (Albaladejo,
2005: 20). Y, dentro del texto musical, el componente lingüístico está
modulado con diversos grados de poeticidad. La letra de la canción está sujeta
a las convenciones y herramientas del arte de lenguaje y su naturaleza, por
tanto, es cercana a la poesía.
Por ello, la Poética y la Retórica, como ciencias
que se encargan del análisis y de la explicación de los procedimientos
lingüísticos que otorgan su categoría al arte de lenguaje, son opciones
adecuadas para afrontar el análisis de las canciones. La relación entre música
y retórica, así, es más estrecha en sus lenguajes de lo que puede pensarse (Tizón Díaz 2018; López Cano 2008; Pérsico 2009; Simón
Montiel 2006; Lara 1996).
La atención a los elementos pragmáticos y culturales
resulta esencial para una cabal comprensión del fenómeno. Por ello, la Retórica
cultural desarrollada por Albaladejo, que atiende estos elementos, recorrerá
las páginas de este artículo. Permite el análisis de las instancias del
discurso musical en su dimensión de arte del lenguaje. También se acerca a
disciplinas como el Análisis del discurso o los Estudios culturales. Desde esta
perspectiva transdisciplinar abordaremos en las siguientes páginas algunos de
los intereses principales de la Retórica cultural, como la retoricidad, el
lenguaje figurado, la poliacroasis (la representación explícita de la audiencia
plural en el discurso) o la interdiscursividad.
El discurso
musical de la Movida: nuevas poéticas para nuevas audiencias
Las letras de las canciones de La Movida han sido
objeto ya de varios estudios. El más importante es el mencionado de Ríos
Longares (2001), exhaustivo compendio organizado temáticamente desde un enfoque
sociológico. El de Díaz Ruiz (2021) participa del mismo principio temático,
delimitando el corpus a cuarenta canciones. El presente estudio parte de ellos
para analizar esta música desde una perspectiva retórica y discursiva, aunque
nuestro corpus es forzosamente más restringido. Lo ceñimos a ciertos estilos
musicales que eclosionaron en la Movida: el punk, la new wave, el
dark (y sus variantes), la electrónica o el glam. Aunque algunos
autores sí los incluyen (Val Ripollés, 2017), quedan fuera algunos estilos
musicales relacionados con el rock urbano (heavy, rock sinfónico, etc.), cuyo
desarrollo fue anterior.
El discurso musical de la Movida es fundamentalmente
de estirpe punk, circunstancia que tendrá consecuencias importantes en
el plano lingüístico. Pero se ha señalado la importancia del glam para
entender la singularidad de esta época. Fouce Rodríguez califica este
movimiento en España como “aproximación esteticista al punk” (2004). Partiendo de esta premisa, las señas de
identidad de la Movida musical se resumen en despreocupación, apoliticismo,
hedonismo, provocación, “militancia […] en la frivolidad” (Lenore, 2019: 17) y hasta actitud carnavalesca
(Urrero Peña, 2003).
La propia génesis punk-glam del fenómeno
impide considerarlo como un movimiento de masas, aunque la suerte mediática
haya sido grande. Si no entendemos que la Movida era fundamentalmente underground
(Fouce Rodríguez, 2004), contracultural
(Labrador Méndez, 2017) o subcultural (García Naharro, 2012) y, por lo tanto, de
vocación minoritaria, no es posible entender los discursos artísticos derivados
de ella y la significación social de la música de esta estética. Su carácter
radicalmente juvenil permeará la construcción discursiva que puede verse en el
conjunto de canciones que repasaremos en este artículo. Lo ejemplificamos con
dos aspectos esenciales del discurso desde la Retórica cultural: la
construcción del lenguaje figurado y la poliacroasis.
Función poética y lenguaje figurado
La teoría literaria debate sobre la pertinencia de
otorgar el estatuto de poema a las letras de las canciones. Aunque consideramos
que existe en ellas la intención de construir un artefacto lingüístico
autosuficiente, parece más apropiado aplicarles el concepto de liricidad (Badía Fumaz, 2022: 342). Desde la óptica
lingüístico-discursiva hablaremos de poeticidad, tomando los presupuestos de la
función poética de Jakobson, que implican un grado de consciencia especial
sobre la forma del mensaje compartida por emisor y receptor. Las canciones, en
definitiva, se mueven en el arte de lenguaje, ese “espacio especial cuyas leyes
lingüísticas, comunicativas y culturales son diferentes de las de la vida
cotidiana” (Chico Rico, 2015: 316).
La heterogeneidad de las canciones impide hablar de
usos lingüísticos y recursos generales, pero no de tendencias. El discurso punk,
no hay duda, marca el macroestilo, tendente al grado cero de la retórica. Pero
si bien esta búsqueda se constata en el punk combativo posterior
(Eskorbuto, La polla records), el punk de la Movida está tamizado por
otros discursos musicales y culturales que lo alejan (con excepciones) de los
usos lingüísticos asociados a la parresía. No nos detendremos en recursos
suficientemente estudiados como la rima (empleada por la práctica totalidad de
las canciones del movimiento) o el verso medido para dotar de poeticidad a las
canciones (Martínez Cantón, 2011).
Expondremos otros recursos de poeticidad.
El primero de ellos es la enumeración, que no solo
es un recurso sintáctico sino también rítmico. Adquiere asimismo un carácter
simbólico, ya que en algunas canciones se emplea para retratar la velocidad de
la vida contemporánea, donde se suceden vertiginosamente acontecimientos e
imágenes. Es el caso de “Crisis” de Alaska y Dinarama, construida sobre una
sucesión de términos financieros y apocalípticos (“guerra”, “crimen, robo,
extorsión, rapto, atraco, violación”). En conjunto, reflejan el aturdimiento del
sujeto contemporáneo ante tiempos inciertos: “Ventas, rentas, saldos, hipotecas
/ Alquila, compra, vende, arrenda / Oferta, demanda, valores en alza” (1983).
La actio completa el sentido de la canción, acentuando las connotaciones
negativas en la interpretación de Alaska al adoptar un tono más grave de lo
habitual en su registro.
La misma figura vertebra “Reacciones”, de Alaska y
los Pegamoides: “Reacciones, contracciones, hay leyes fijas no escritas /
situaciones, posiciones, de vida media infinita / diagramas, teoremas, matrices
inmersas en reglas / adiciones, sucesiones de hoy” (1982). Aunque de carácter
más críptico, es posible detectar que toma como motivo la teoría del caos, del
que toma incluso el lenguaje matemático. El texto se acerca así a la
enumeración caótica propuesta por Spitzer para la poesía contemporánea, encontrando
así una equilibrada mímesis que refleja la incertidumbre.
La modulación de la voz tiene también un papel
fundamental en la enumeración de “El eterno femenino” de La Mode. Fernando
Márquez dulcifica su registro para integrarse en el universo de lo femenino:
“Mitos, mujeres, galgos y ciudades, / musas, pintores, gatos y novelas, /
reinas, banqueras, hadas y estudiantes, / discos, estrellas, robots y
japonesas” (1982).
La enumeración se modula cinematográficamente en
“Nuclear sí”, de Aviador Dro. El enunciador representado se suma al apocalipsis
del paisaje, yermo y mortal: “Nuclear sí, por supuesto / nuclear sí, cómo no”.
Cada verso (dodecasílabos en su mayoría), recitado con el tono robótico
deshumanizado habitual en este grupo, ejerce de plano cinematográfico: “Con
nubes de estroncio cobalto y plutonio / Yo quiero tener envolturas de plomo / Y
niños mutantes montando en sus motos”. Pero, en medio de ese panorama de muerte,
una adjetivación en anteposición se yergue como un oasis: “Desiertas ruinas con
bellas piscinas” (1982).
Entre las figuras de pensamiento destaca la ironía.
Se trata de la figura de pensamiento que mejor define el período, acorde con la
mentalidad punk, ya que, con ella, el sujeto enunciador toma distancias
con la realidad. Permite rechazar el compromiso directo. Pensemos en “El bote
de Colón”, donde se adopta el lenguaje propio de la publicidad para asumir con
humor la mercantilización de la vida contemporánea: “¡Qué satisfacción / ser un
bote / de Colón”. La misma estructura exclamativa con finalidad irónica se
encuentra en “Viva el metro” de Kaka de Luxe: “¡Qué ilusión, ha subido el
metro! / ¡Qué ilusión el tener un medio / aún más tonto de gastar dinero!”
(1983).
Este recurso también estructura “Voy a ser mamá”,
del efímero dúo Almodóvar & McNamara. En el título ya se contiene la
ironía, en este caso combinada con un adynaton. Lo imposible no frena el deseo,
y así lo demuestra suave tono con el que se canta el comienzo, donde se
enumeran los cuidados que recibirá el bebé: “Sí, voy a ser mamá / Voy a tener un bebé / Para jugar con él”. Sin
embargo, en el siguiente verso el radical cambio de tono acompaña las
verdaderas intenciones de los gestantes: “Para explotarlo bien. / Lo vestiré de
mujer, / lo incrustaré en la pared, […] / le enseñaré a vivir de la
prostitución” (1983). Su ironía y crudeza invitan a pensar en una actitud
radical contra la institución familiar, más que en un mensaje reivindicativo
por la igualdad LGTBI.
Entre los intereses centrales de la Retórica
cultural se encuentra el lenguaje figurado (Albaladejo, 2013). En él entran en juego aspectos culturales en el proceso de
producción e interpretación de los sentidos. Si bien de manera general el
discurso de la Movida es propenso al lenguaje recto, como lenguaje poetizado no
es ajeno a la traslación. Pensemos en algunas composiciones de Golpes Bajos
(“El azul del mar inunda mis ojos / […] contra las rocas se estrellan mis
enojos”, en “Malos tiempos para la lírica”, de 1985, o Radio Futura (“Rasgué el
velo de la oscuridad / nadie vio en mis ojos / el brillo de un cuchillo del
azar”, dicen en “Tormenta de arena”, 1984).
Nos detenemos en la alegoría, por su poder
plurisignificativo en el lenguaje poético (Albaladejo,
2003). Un grupo de canciones juega con la doble interpretación que
permite. Es el caso de “Fiesta de los maniquíes”, de Golpes Bajos, donde el
hieratismo de los objetos humanoides se compara con la actividad de los humanos
en el fulgor de la fiesta: “Rígidos los cuerpos / los maniquís bailan / con el
rojo de sus labios” (1984). En “El jardín” (1982), de Alaska y los Pegamoides,
la doble lectura adquiere una significación más lúgubre. La dificultad de salir
de ese vergel y algunas de las imágenes (“No conviene andar descalzo / Por el
jardín / Las serpientes viven libres”) remiten al mundo de la droga.
“Qué público más tonto tengo”: poliacroasis y nueva
estética
La poliacroasis permite analizar cómo el emisor
configura en el discurso la imagen de su auditorio, sea este colectivo o
individual, y acoge como parte del proceso de recepción la multiplicidad de
interpretaciones, ya que cada oyente interpreta “desde sus propias convicciones
y posiciones ideológicas, políticas, sociales, psicológicas, éticas y
estéticas” (Albaladejo, 2009: 3).
Incluye, por tanto, la dimensión cultural de la recepción como interés de la
retórica.
Kaka de Luxe testimonia en varias canciones la
poliacroasis. Una de las textualizaciones más rotundas se encuentra en “Qué
público más tonto tengo”: “Pero qué público más tonto tengo / […] /
Decididamente / No sé por qué aguanto a esta gente / Que la tengo enfrente”
(1983). Este desprecio por el auditorio entronca con las vanguardias más
radicales de principios del siglo XX, reivindicando la radical libertad del
artista no sujeto a los gustos populares: “Yo estoy aquí y canto lo que quiero
/ Y si queréis más dejo de cantar” (1983). Al convertir el acto de comunicación
en un acto de provocación el público debe tomar partido, por cuanto no presenta
una “realidad coincidente con los valores cívicos, con los principios
generalmente aceptados por la sociedad” (Albaladejo,
2001). Para hacer el desafío más efectivo, incluye la llamada ilocución
dividida (consistente en que “el orador dirige fragmentos de su discurso a
grupos de oyentes”, en Albaladejo, 2010: 928)
insultando a los distintos géneros del auditorio (“Aguantando a un montón de
bobos / A un montón de lelas”). No es posible la indiferencia ante la nueva
estética. En ese mismo disco se puede observar otro caso de representación
generacional de la poliacroasis. “Pondré mil voltios en tu lengua” actúa como manifiesto
y revulsivo de la nueva estética: “Levantarás tu cuerpo del asiento / Y
bailarás como nunca mi ritmo /Todos quieren aparentar / Unos juegan a ser
políticos […] Nosotros a estar en la Nueva Ola […] / Seguís muertos,
¡Conectaros!” (Kaka de luxe, Las canciones malditas, 1983).
Perdidos en la
galaxia interdiscursiva
Si algo refleja la música de la Movida es la
permeabilidad a otros discursos. Esta “galaxia discursiva” (Chico Rico, 2015: 312) permite estudiar los
elementos culturales que contienen los discursos, y explica la “producción en
conexión con la configuración cultural de la sociedad y de su recepción” (Albaladejo, 2009: 16). De ahí la importancia
de estudiar la interdiscursividad como fundamento de la misma. Dejamos para
otras entregas la inclusión de secuencias textuales dentro de las canciones, y
que son interesantes desde el punto formal. El diálogo, por ejemplo, estructura
canciones como “La línea se cortó” (1982) o “Me voy a Usera” (1983). Ofrece una
valiosa información sociolingüística, pero el propósito de este apartado es
analizar cómo la Movida musical se inserta en la constelación discursiva de la
que nace. Repasamos a continuación algunos de los fenómenos presentes.
Discurso cinematográfico: género negro, anticipación
y distopía
Estos años pueden calificarse definitivamente como
audiovisuales. Son los del triunfo del videoclip como modo de comunicación
musical. Asentada definitivamente la “retórica visual” (Navarro Romero y María Gómez Alonso, 2017: 84), el videoclip se
define todavía por su gran dependencia del lenguaje cinematográfico. Pero, a su
vez, las canciones pueden elaborarse cinematográficamente. Lo ejemplifico
tomando como referencia el género negro y el de ciencia ficción.
El mundo detectivesco y del crimen dio lugar a
canciones basadas en la macroestructura noir. “Perlas ensangrentadas”
(Alaska y los Pegamoides, 1983) es el ejemplo más claro de comunicación
audiovisual asentada en los clichés del género negro. La narración nos sitúa ya
in medias res: “La interrogué en el camerino / Sobre la muerte de René /
Me contestó con evasivas / No sé, no sé, no sé, no sé”. Tras el asesinato, la
artista confiesa la verdadera dimensión de la trama criminal: “René fue solo un
instrumento / Una fachada nada más / A mí me llegará el momento”. La deuda con
la retórica visual del cine negro se constata en el estribillo, donde dos
imágenes metonímicas se superponen como dos planos: “Perlas ensangrentadas /
Flores pisoteadas”. La narración de la canción se complementa con la del
videoclip, que participa plenamente de la estética del cine de detectives de
los años cincuenta adoptando, entre otros elementos, el blanco y negro (fig. 1
y 2).
Fig. 1 y 2: Fotogramas de “Perlas ensangrentadas”
(0:01 y 2:36)
Unos años después, en “La funcionaria asesina”
(1986), van más allá en el género para participar del cine gore y los
asesinos en serie. Se narra en primera persona la doble vida de una servidora
pública que mata por aburrimiento. Con inquietante título especular tomado del
filme El resplandor (1980), el gore ya había servido de marco en
“Redrum” (Alaska y los Pegamoides): “Sangre en la sábana, un espejo roto, /
voces cacofónicas, formas estrambóticas, / redrum...” (1982).
Fig. 3: Fotograma de “Ojos a tu alrededor” (2:51)
Un curioso ejemplo de obra relacionada con este
género es el que propusieron La Mode en “Amor En Taxi / Asesinato En El
Ascensor / Aquella canción de Roxy” (1985), una triple pieza musical que narra
la historia de un crimen pasional. La tercera parte, “Aquella canción de Roxy”,
ya formaba parte de su álbum de 1982, pero consiguen resignificarla al
insertarla como desenlace. La parte central es narrada con una elipsis de gran
efectividad, dejando al oyente un ambiguo desenlace: “El viaje terminó en la cama
de un hotel / por deshacer el amor / ya no habrá próxima vez / ahora estás
frente al ascensor/ recordando su edad / una rubia va a entrar”.
También a través del cine llega la influencia de la
ciencia ficción y los mundos distópicos, vertebrando obras como las de Aviador
Dro. Describen un futuro fundamentalmente deshumanizado y solitario (“Ahora tu
cuerpo yace hibernado / en una cápsula espacial”) no exento de adanismo: “Yo me
siento una vez más / el triunfo de la creación” (1982a). Otros títulos son
suficientemente descriptivos de estas tendencias, como “Cita en el asteroide” o
“Néstor el Cyborg” (1983). Este proceso de exaltación de lo posthumano cimentó
ya los inicios del grupo: “Ella es de plexiglás / Y por eso me gusta más / Está
hecha de metal / Y por eso me gusta más”, cantaban ya en 1980.
Un caso extremo de deshumanización se encuentra en
el proyecto Esplendor Geométrico, grupo pionero del industrial. El nombre del
grupo, inspirado en el manifiesto de Marinetti, es ejemplo de un proceso de
abstracción. Sin embargo, su propuesta distópica parte de lo contemporáneo,
especialmente de la estética comunista: en ella apenas aparece el hombre que
mueve las fábricas y es motor de la producción. En coherencia con esta
estética, la mayor parte de sus composiciones son instrumentales, pero sus títulos
(“El acero del partido”, “Héroe del trabajo”, “Muerte a escala industrial”, “La
ciudad de los héroes rojos”) son transparentes al respecto: paisajes
industriales, el valor del trabajo por una causa ideológica sin espacio para el
individuo o la soledad.
Televisión y publicidad
En el discurso musical de la movida se constata una
sólida relación interdiscursiva con la publicidad. Sin duda, se materializa en
el estribillo-eslogan “qué satisfacción / ser un bote de Colón” de Alaska y los
Pegamoides (1982). El hipnótico sintetizador, que imprime un ritmo frenético en
espiral, traduce el del lenguaje publicitario más agresivo. Volverán a
emplearlo en la adjetivación de “Rosa y verde”: “Lo vi anunciado en televisión,
/ detergente mágico, / poderoso, blanqueador. / Salí a la calle con intención /
de hacer mío sin tardar / el milagro hecho jabón” (1982). La inclusión de las
marcas en el texto de las canciones será un recurso frecuente —“empujando mi
carrito, lleno de Quench y Mielitos” (1982)—, de alegre exaltación consumista,
contrastarán con la melancólica desolación sobre los horizontes de Esplendor
Geométrico. El vértigo de la sucesión publicitaria parece dar motivos para la
fascinación cultural: “anuncios de galletas policromadas / anuncios de neveras
y tostadas / anuncian corazones de batidora / anuncian la mejor computadora. Y
es lo que siempre digo, y es lo que siempre dicen: la televisión es nutritiva”
(Aviador Dro, 1982a). Y, si bien la televisión y sus formatos ofrecen un
arsenal de temas, también prestan recursos expresivos, a menudo con intención
irónica. Así se constata en el empleo de fórmulas fonéticas como las de
“Nocilla, qué merendilla”, donde Siniestro Total cantan a modo de eslogan: “es
la merendilla que nos gusta más / es tan suavecita, qué gusto nos da” (1982).
Traducción
La traducción es otra de las formas de
interdiscursividad y, en el caso de estas canciones, existe un grupo de
canciones interesante tanto desde el punto de vista cultural como desde el
lingüístico. La adaptación de canciones foráneas es un reflejo de la idea que
hemos apuntado anteriormente de la Movida como concreción española de
movimientos extranjeros. Repasaremos algunas de las versiones y sus soluciones.
Una de los más conocidas es la que Las Vulpess
hicieron de “I wanna be your dog” (Iggy Pop), reconvertida en “Me gusta ser una
zorra” (1982) como alegato feminista sobre el poder del sexo sobre el amor: “Si
tú me vienes hablando de amor / […] Mira, imbécil, que te den por culo”. Se da
en la versión del grupo bilbaíno el fenómeno de la homofonía para reforzar el
cambio de significado: el grito “C’mon” se transforma en “Cabrón”, conservando
el número de sílabas y el vocalismo. Siguiendo a Dembeck (2015), puede considerase en este caso que la
homofonía tiene implicaciones político-culturales, más allá de las
lingüísticas.
“Divina (Los bailes de Marte)”, de Radio Futura
(1980), prefiere abrazar una homofonía silábica más que fonética para adaptar
el contenido de la canción original. “Divina, estás / programada para el baile
/ y en la brillante nave te deslizarás” traduce muy cercanamente el contenido
original de T. Rex: “You gonna look fine / Be primed for dancing / You're gonna
trip and glide” (1972). Sigue el mismo patrón “La modelo” de Aviador Dro, que
parte de “The model” de Kraftwerk (1978). Pero, en sintonía con la estética del
grupo, se acentúa el carácter robótico de la protagonista: “Es la modelo de la
gran ciudad / […] Ella posa en la televisión / Nada puede cambiar su misión”.
Siniestro Total radicalizan la traducción adoptando
solo el núcleo temático o la melodía. El mejor ejemplo es el de “Miña terra
galega”, cuya melodía proviene de “Sweet Home Alabama” de Lynyrd Skynyrd. La
relocalización gallega implica cambios también en el paisaje: frente a “Sweet
home, Alabama / Where the skies are so blue”, “Miña Terra Galega / donde el
cielo es siempre gris”. Más radical es la versión de “My whole world is falling
down”, de Brenda Lee, que, transformada en “Si yo canto” (1984), se desintegra
en puras notas musicales: “Aunque digan los demás / Que desafino mucho / Si,
si, si bemol / Si, si, do, sol, sol”.
Parodia
La esencia despreocupada de la Movida se mueve con
soltura en otro territorio con el que completaremos el fenómeno de la
interdiscursividad. La parodia se define por ser el “envés de los códigos
retóricos y culturales compartidos” (Fernández
Rodríguez y Navarro Romero, 2018: 202). La música de la Movida la asume
como vehículo comunicativo por su condición carnavalesca. Así queda constatado
en la parodia de estilos musicales como la ranchera en “Moquito a moco”, del
dúo Almodóvar & McNamara (1983). El texto parodiado concreto parece encontrarse
en la ranchera “Poco a poquito”, cantada por María Elena Marqués, si bien el
único parecido se encuentra en el pleonasmo del título. Se apunta más bien a
una parodia del género en sí y de la imagen del amor convencional que retrata
la ranchera.
Los Nikis parodian el género historiográfico en “El
imperio contraataca”, título tomado del conocido hipotexto cinematográfico de
la saga de Star Wars, por lo que la parodia actúa por deslocalización de
referentes. Aparece el lenguaje historiográfico en el verso “1582: el Sol no se
ponía en nuestro imperio”, cuyo tono fervoroso es inmediatamente matizado por
el sarcasmo del verso posterior: “Me gusta mucho esa frase”. La vuelta al
patriotismo en los siguientes versos (“Con los Austrias y con los Borbones / Perdimos
nuestras posesiones”) es reconducida de nuevo en posteriores versos y en el
estribillo: “Seremos de nuevo un Imperio” (1985).
Otros discursos tradicionales (o tradicionalistas)
son objeto también de parodia. En el caso de “A fun fun, a fan fan” de
Siniestro Total, que parodia el género del villancico, y que se introduce un
elemento disonante: “Afunfún, afanfán / Es cosa muy normal / Afunfún, afanfán /
Es cosa muy normal / Todos los pastores llevan sus regalos / Todos menos uno
que es requetemalo” (1982). En el caso de “(I Left My Heart in) El Palmar de
Troya” se parodia el título de la canción de Frank Sinatra “I left my heart in San
Francisco”, pero inclinando hacia lo trash: “Por fin conoce al Papa
cismático / Se nota enseguida que es muy simpático / Se lleva a Clemente al
pesebre / Para darle celos a Lefevre” (1983).
Conclusiones
La representación de textos musicales que se ha
analizado en estas páginas ha permitido comprender cómo se configura la
comunicación musical en tiempos de cambios culturales, y cómo el discurso
musical se encuentra en interdependencia con la constelación discursiva que
forma la sociedad. Por otra parte, el examen de estas canciones desde la
Retórica cultural ha permitido ver la configuración de una identidad, que, como
es sabido, tiene en la música uno de los elementos más importantes (Bravo, 2023). A través de estas canciones se
constata de manera particular que este discurso funciona como “un espacio de
construcción de la identidad y de los distintos aspectos de ésta, como puede
ser la ideología o la pertenencia a un determinado grupo social” (Chico Rico, 2015: 318).
La textualización de las instancias que participan
en la comunicación musical ha permitido detectar las variaciones estéticas. De
ahí que se haya concedido importancia a la poliacroasis y a su representación
en el texto musical, porque atestiguan los cambios sociales y los gustos entre
productores y consumidores, entre artistas y audiencia. Esto permite incluir
rupturas de las convenciones en la comunicación musical, como el insulto al
público o la exaltación de valores socialmente reprobados (drogas, prostitución
o explotación infantil). Y, en ocasiones, las canciones adquieren el estatuto
revulsivo y revolucionario: pueden llegar a ser violentas llamadas
simbólicas para promover un radical giro en los gustos en la audiencia.
La aplicación del concepto de interdiscursividad
revela la cercanía, cuando no homogeneidad, que subyace en las prácticas
culturales. Ciertas parcelas de la creación comparten un tejido discursivo que
construye un espacio cultural donde productor y receptor comparten un
repertorio de elementos culturales y unas reglas de uso común, de modo que se
origine una comunidad discursiva. Como se ha visto, junto a los movimientos y
géneros musicales foráneos que configuran lingüísticamente estas canciones,
encontramos la presencia de discursos culturales como el cine, la moda o el
arte (o ciertas tendencias dentro ellas, para ser exactos). La Poética de la
Movida se edifica lingüísticamente sobre modos directos, y su rechazo (con
excepciones) del lenguaje retórico, imprime al estilo un carácter entre crudo e
inocente. Sin duda, los cambios históricos de la Transición propiciaron esta
procacidad, que se dio por concluida cuando se institucionalizó. Pero, hasta
entonces, hubo tiempo de configurar un discurso que podría resumirse con el
título de una de las novelas de Belén Gopegui: Deseo de ser punk.
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[1]
Este artículo es un resultado de +PoeMAS, “MÁS POEsía
para MÁS gente. La poesía en la música popular
contemporánea”, proyecto de investigación con
financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación (PID2021-125022NB-I00),
coordinado en la UNED por Clara I. Martínez Cantón y Guillermo Laín
Corona, entre septiembre de 2022 y agosto de 2025.