Tinta y tiempo,
la metacanción en la
producción de Jorge Drexler
Tinta y tiempo, Metasong in Jorge Drexler’s Production
Micaela Moya
Universidad de Salamanca
https://orcid.org/0000-0002-3175-8661
Recibido: 30/04/2024
Aceptado: 23/09/2024
https://orcid.org/0000-0002-3175-8661
Resumen
En este artículo nos proponemos analizar las distintas manifestaciones
de la metacanción en la producción del uruguayo Jorge
Drexler. En este sentido, primero indagaremos sobre algunas de las
manifestaciones de la metaliteratura para, luego, centrarnos en dos trabajos
que reflexionan en torno al incipiente concepto de metacanción:
De Miguel (2021) y Baños Saldaña y Sánchez Ungido (2023). Partiremos de estas
aproximaciones para proponer nuestra propia definición de metacanción.
A partir de ella, analizaremos textualmente un conjunto de canciones de Jorge
Drexler en las que se reflexiona sobre el propio proceso de creación. El
recorrido diacrónico por la obra de Drexler nos permitirá no sólo mostrar sus
distintas miradas sobre el acto de crear canciones, sino también pensar en su
obra en un sentido general y, finalmente, aportar a los estudios de la metacanción, todavía poco transitados.
Palabras
clave: Metacanción, Jorge Drexler, canción de autor en español,
metaliteratura.
Abstract
This paper aims to analyze the various manifestations
of metasong (metacanción)
in the work of the Uruguayan artist Jorge Drexler. To this end, I will explore
some manifestations of metaliterature and focus on two case studies that delve
into the emerging concept of metasong: De Miguel
(2021) and Baños Saldaña
and Sánchez Ungido (2023). We will propose our own
definition of metacanción within the framework of aforementioned studies. Based on this definition, we will
conduct a textual analysis of a selection of Jorge Drexler’s songs that reflect
on the creative process in itself. A diachronic
examination of Drexler's work will allow us not only to showcase his various
perspectives on the act of songwriting, but also to consider his oeuvre in a
broader sense, ultimately contributing to the relatively underexplored field of
metacanción studies.
Key words: Metasong, Jorge
Drexler, Spanish Singer-songwriter, Song, Metaliterature.
“El acto de
creación es el pasaje de la nada al ser.
O sea, estás en una hoja en blanco, no hay
nada y
si tenés suerte, un rato después, hay algo ahí, se materializa
algo.
En ese
sentido, sí que es una cosmogenésis, la creación de
un microuniverso”
(Jorge
Drexler, Caja Negra)
La
reflexión sobre el acto de creación está presente desde el comienzo de los
tiempos. En este sentido, el pasaje de la nada al ser, como lo describe Drexler
en la cita que hemos elegido de epígrafe, puede explicarse de distintos modos
¿Serán las musas? ¿Será fruto de la inspiración? ¿O producto de la paciencia y
del trabajo del poeta-cantautor? ¿De dónde llegan las canciones? A Drexler le
importa especialmente reflexionar sobre el propio quehacer. No por nada
titulará su último disco (y también a la canción homónima) “tinta y tiempo”.
Sin duda, una toma de posición sobre lo que implica la creación poética, que aunque a veces llegue de lugares desconocidos, siempre
requiere el trabajo y la paciencia del cantautor o, lo que es lo mismo, tinta y
tiempo.
Jorge Drexler (Montevideo, 1964) no necesita ya mayores
presentaciones. El cantautor uruguayo, aunque a él mismo no le guste este
término,[1] cuenta
con más de diez discos. El último de ellos es el que da nombre a nuestro
trabajo: Tinta y tiempo (2022).
Drexler también tiene un premio Oscar, que le fue otorgado en 2005 por la
canción “Al otro lado del río” que compuso para la película Diarios de motocicleta, dirigida por
Walter Salles. Su importancia en la
escena de la canción en español es innegable y su producción, en constante
movimiento (no por nada dirá en una de sus canciones que “estamos vivos porque
estamos en movimiento”) tiende redes[2]
con otros actores del campo musical tan diversos entre sí como Joaquín Sabina,[3] C.
Tangana[4] o el
argentino Kevin Johansen.[5] Jorge Drexler
es, desde nuestro punto de vista, una de las voces indispensables de la canción
en español.
En
este estudio nos proponemos analizar las canciones de Drexler en las que se diseña
una poética de autor para detectar cambios y evoluciones. Además, con este
trabajo buscamos también profundizar los estudios en torno a la metacanción, aún incipientes.
La galaxia
meta y los aportes en torno al concepto de metacanción
La literatura desde
sus comienzos se ha mirado a sí misma y esta actitud comprende todos los
géneros literarios. Ramón Pérez Parejo señala que: “esta tendencia de autoindagación y crítica del lenguaje estuvo siempre
presente en la actividad literaria desde sus orígenes, incluso en las
manifestaciones escritas que aún no distinguían entre poesía, filosofía e
historia” (2002: 12). Sin embargo, la crítica especializada comenzará a indagar
y teorizar sobre el fenómeno autorreferencial en la década de 1970. Para Marta
Ferrari, un posible inicio de estas teorías es la introducción del término
“metalenguaje” (2001: 13). Productivo será para nuestro análisis recuperar la
noción de metaliteratura, que Leopoldo Sánchez Torre define del siguiente modo:
“la metaliteratura propiamente dicha se caracteriza por el hecho de que la
reflexión sobre la literatura no es un tema más, sino el principio
estructurador del sentido del texto” (1993: 65). Igualmente
interesante será recuperar algunas de las concepciones de metapoesía,
según Pérez Parejo
la
poesía que se tiene a sí misma como objeto o asunto, que habla de sí,
interrogándose, mirándose al espejo, en suma, un tipo de poesía que deja de
interesarse por la realidad objetiva o la intimidad y reflexiona sobre la
propia creación poética (2002: 11).
Por su parte,
Federico Peltzer la entiende como aquellos textos en
los que “el poeta desnuda las vicisitudes del acto creador, los interrogantes
que lo asedian; lo que siente como poético y la manera de llevarlo a cabo a
través de la obra” (1994: 19). Aunque no es objeto de este trabajo incidir en
otros conceptos teóricos en torno a la galaxia meta, resultan antecedentes
ineludibles a la hora de reflexionar en torno a la metacanción.
En torno a los estudios específicamente acerca de la metacanción encontramos dos aportaciones, ambas muy
recientes. Por un lado, el capítulo de Emilio de Miguel, “Metacanción
en la canción de autor en español” contenido en Entre versos y notas: canción de autor en español (2021) y por el
otro, la intervención de Guillermo Sánchez Ungido y José Ángel Baños Saldaña en
el último congreso CELEHIS (2022), titulada “‘Un veneno cruel y violento’. La
nueva (meta) canción de autor en español”.
En su artículo, De Miguel propone un recorrido propio y
fecundo por distintas manifestaciones de la metacanción.
Comienza su estudio emparentando este género con otras formas metaliterarias y
afirma: “si hoy podemos hablar de metacanción, es
porque desde mucho tiempo atrás se viene reflexionando y escribiendo a
propósito de distintas formas metaartísticas y, en
concreto, de metaliteratura, con sus lógicas particularizaciones: metaficción, metateatro, metapoesía” (2021:
42). Aunque, desde el comienzo, asume la intención de sobrepasar las
posibilidades del género en un sentido estricto:
El objetivo de este
estudio no se ajusta con toda probabilidad al análisis de lo que podría
entenderse sensu stricto como metacanción. Para que una pieza pudiera obtener tal
consideración quizás deba atenerse a lo establecido por los estudiosos de lo metaartístico y, en consecuencia, podrían denominarse así
únicamente las creaciones cuyas características coincidieran con aquellas
“obras de literatura, teatro, cine, fotografía o cómic, [que] han vuelto el
espejo de la representación hacia sí mismas para representarse, dotándose así
de una dimensión reflexiva que identificamos anteponiendo el prefijo meta al
arte o medio específico” (Pardo García, 2017: 409).
Por adelantar algunos
de los modos en que las muestras que analizaré rebasan los límites teóricos de
la metacanción, es seguro que comprobaremos no solo
la indicada posibilidad de autorreferencia, sino varias otras maneras de
ruptura del convencionalismo conforme al cual, cuando escuchamos una canción,
recibimos un producto que se nos entrega, ajenos nosotros mismos a las
circunstancias en que está elaborado (2021: 41)
De esta manera, la
definición que propone De Miguel contempla otras posibilidades y se plantea lo
suficientemente abierta para que ingresen en ella distintas manifestaciones:
Entenderé así por
piezas musicales que pueden catalogarse bajo tal denominación aquellas en que
se encuentre como rasgo principal un componente introspectivo, activo en tal
grado que la reflexión del autor sea explícita y afecte a la esencia misma de
la pieza que compone. Igualmente consideraré metacanción
aquellas composiciones que incluyan referencias directas al proceso de creación
de la pieza estudiada o que contengan reflexiones explícitas del cantautor
sobre su actividad y/o sobre las normas del arte que está practicando. Y sin la
pretensión de agotar la complejidad de posibilidades existentes, indico que
obtendrán igualmente la consideración de metacanciones
aquellas en que un personaje cumpla alguna función impropia del mundo
imaginario al que pertenece, así como las creaciones en que el autor se
convierta en personaje visible y activo de la obra (2021: 47).
Partiendo de esta definición,
De Miguel propone un recorrido posible (el investigador enfatiza, a lo largo
del artículo, que su planteamiento no pretende cerrar las posibilidades de la metacanción)[6]
que contempla dos grandes grupos: “Metacanción y
otras rupturas en composiciones de tema amoroso” y “El cantautor en el espejo
de sus canciones”, conjunto más afín con la teorización estricta de la metacanción. De Miguel incluye distintas subcategorías en
cada una de estas constelaciones, algunas más cercanas a la propia definición
de la metacanción (“El cantautor escribe que está
escribiendo” en el primer grupo o “El cantautor y sus circunstancias” en el
segundo) y otras que se alejan de la definición en el sentido más estricto e
inciden en estas otras formas de ruptura del convencionalismo que menciona el
investigador (nos referimos a grupos como “Lirismo y lucro” de la primera
colección o “El autor intertextualiza” del segundo).
El principal aporte de Emilio de Miguel es, sin dudas, la
definición propuesta que abre el panorama permitiendo el ingreso de otras
formas, no estrictamente contenidas dentro de la metaliteratura. Asimismo, es
de destacar la loable intención del profesor de Salamanca por sistematizar y
generar categorías para pensar en un universo heterogéneo. De igual modo, el corpus
elegido por el investigador resulta de interés, dado que propone un
panorama amplio de la canción en español: se analizan canciones de Javier
Krahe, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Víctor Manuel, Fito Cabrales, Robe
Iniesta, Manolo García, Luis Eduardo Aute, Nacho Vegas, Silvio Rodríguez, Pablo
Milanés y Jorge Drexler.
Por otra parte, Guillermo Sánchez Ungido y José Ángel Baños
Saldaña presentaron en el marco del VII Congreso Internacional CELEHIS de
Literatura Española /Latinoamericana / Argentina una comunicación titulada
“‘Un veneno cruel y violento’. La nueva (meta) canción de autor en español”.
Allí los profesores se plantean la relevancia de estudiar la construcción del
autor en la metacanción. Entienden que la importancia
de enlazar la metacanción con la metapoesía
tiene que ver no tanto con la búsqueda de la familiaridad entre géneros, sino,
más bien, con la idea de la autorreflexión como una preocupación antropológica
universal y, por tanto, con su carácter performativo. En este sentido, resaltan la necesidad
indagar en la voluntad comunicativa. Los especialistas repasan distintas
teorizaciones producidas acerca del fenómeno metapoético
(Martín Estudillo, Pérez Parejo, Prieto de Paula, Bagué
Quílez y Rodríguez Rosique, Baños Saldaña), concepto
al que luego diferencian de otras teorizaciones como las autopoéticas
(Casas, Sánchez Torre), por las que toman partido porque suponen siempre un
acontecimiento cultural en sí mismo.[7]
Asimismo, los investigadores destacan el doble valor de la
canción de autor: el musical y el literario, y señalan que estas esferas tienen
que relacionarse entre sí y que debemos buscar el punto de roce. Afirman que
las nuevas voces como el Kanka, Ismael Serrano, Rozalén, Vanesa Martín, entre
otras, continúan, con más o menos fidelidad, las líneas maestras iniciadas por
Krahe, Sabina, Serrat, Rosa León, Paco Ibáñez o incluso Bob Dylan para enlazar
poesía y canción no solo a través de la palabra, sino también en la propia
intención de actuar por medio de un texto para concienciar, para protestar o
para diseñar una imagen de colectivo opuesta a la de otros. Para los
investigadores la clave está en diferenciar entre la performatividad (el acto
creativo en sí) y la perfomance (la producción
habilidosa y reflexiva). En este sentido, sostienen que lo real de la canción
de autor se construye precisamente desde la autoconsciencia y desde la
retórica, desde una performatividad y una autoficción que se acoge a unas convenciones
genéricas. Para Baños Saldaña y Sánchez Ungido, la canción de autor está
abriendo sus fronteras a través de recursos como la ironía, que desestabilizan
la propia experiencia estética. Los investigadores concluyen que debemos buscar
nuevas vías de análisis a la canción de autor porque hay que considerarla como
un hecho performativo, como un fenómeno cultural y no como un componente
únicamente textual.
Su corpus de trabajo incluye canciones de autores
contemporáneos como Juaninacka, Rayden,
Xoel López, Ismael Serrano, Rosalía y J. Balvin y C.
Tangana. Aunque el enfoque del trabajo es interesante, consideramos que los
autores no ejecutan, a lo largo de su ponencia, el abordaje que proponen para
el estudio de la metacanción, sino que esbozan un
rápido análisis textual de los ejemplos proporcionados y se detienen a pensar
qué imagen de cantautor se delinea en cada caso. Asimismo, echamos en falta una
definición clara de lo que se entiende por metacanción
porque, aunque se señala que se encuentra en línea con el concepto de autopoética, no se proponen distinciones o matizaciones
entre este y el de la metacanción. El punto más
productivo de este trabajo es la construcción de un corpus más contemporáneo,
que sigue al que analiza De Miguel, y la propuesta de realizar un análisis del
hecho performativo en sí.
Partiendo de estas aportaciones, entendemos a la metacanción como aquella canción[8]
construida en torno a la reflexión sobre el propio quehacer poético o, en otras
palabras, como aquella canción que desnuda su procedimiento y muestra su propia
construcción. Coincidimos con De Miguel en que la metacanción
se encuentra en la estela de los estudios en torno la metaliteratura y bajo
estos mismos presupuestos teóricos es que nos proponemos estudiarla. En este
sentido, el enfoque que se utilizará será esencialmente textual, solo se hará
una breve referencia a la música cuando se encuentre una correspondencia con
dicho análisis. Aunque compartimos con Sánchez Ungido y Baños Saldaña la
necesidad de pensar a la canción de autor como un objeto cultural, en un
sentido performativo, creemos que este trabajo excede a nuestra propia
concepción de metacanción. Si es sobre la escritura
de la propia canción sobre lo que se reflexiona en las metacanciones,
el trabajo se deberá hacer, desde nuestro punto de vista, sobre el propio
texto. El enfoque de los investigadores será iluminador para pensar en los
bordes de la metacanción: para qué se escribe, cuál
es la imagen que el autor diseña sobre sí mismo fuera de la canción, cómo
influye la música y de qué manera la performance abre o incorpora otros
sentidos. Sin embargo, como señalábamos, lo que nos interesa es la metacanción stricto sensu, es decir, la canción que
reflexiona sobre su propio proceso de escritura.
La metacanción en la obra de Jorge Drexler
La obra de Jorge Drexler
está llena de canciones que se miran a sí mismas para reflexionar sobre el
propio quehacer. Podría, incluso, decirse que este es uno de los grandes temas
que cruzan la obra del cantautor, ya que la temática aparecerá con mucha
frecuencia en los discos del autor uruguayo.
Nos proponemos realizar un recorrido desde las primeras a las últimas metacanciones para rastrear los vaivenes de una poética en
constante movimiento. Nos ocuparemos sólo de un corpus compuesto
estrictamente por metacanciones,[9] aunque somos conscientes de
que existe un amplio conjunto compuesto por aquellas canciones que involucran
reflexiones de tipo metapoético, pero que no
estructuran la composición, que no estudiaremos en esta ocasión.[10]
A partir del análisis textual de la producción del uruguayo, intentaremos
demostrar, en línea con las aportaciones de De Miguel
y Sánchez Ungido y Baños Saldaña, la fecundidad de la metacanción
en la canción de autor en español.
Si
seguimos un orden cronológico, en esta sección de metacanciones
“puras” nos encontramos inicialmente con “Dos colores: blanco y negro” del
disco Vaivén (1996). Emilio de Miguel la recupera sobre el final de su
artículo y afirma sobre ella:
Jorge Drexler nos ha dejado un
brillante testimonio, tan metafórico como realista, del proceso de creación de
una pieza. Estableciendo una audaz analogía entre canción y pintura, y
manteniendo ese soporte retórico con gran coherencia a lo largo de la composición,
informa de la evolución que ha sufrido una de sus creaciones desde un ideal
punto de partida hasta la verdad de lo realmente ejecutado (2021: 80-81).
Tal como señala De
Miguel, la canción de Vaivén (1996) propone un proyecto de canción que
muta y se transforma desde sus intenciones iniciales hasta el producto final.
La analogía con la pintura se hace evidente desde la primera propuesta,
construida en primera persona del plural (será la pareja amorosa la que
acompañe al sujeto poético en esta figuración): “Nuestra primera intención /
era hacerlo en colores: / una acuarela que hablara /
de nuestros amores”. Este arranque pleno de color, que se refuerza con otras
imágenes como “un colibrí polícromo parado en el viento / una canción arcoíris
/ durando en el tiempo”, marca un escenario muy optimista que “habría de casar
con el ilusionado contenido que pretende transmitir, a saber, una positiva
vivencia amorosa” (De Miguel, 2021: 81). Se incluye también a un tercer actor
en esta escena, el director de la banda (que parece ser el propio sujeto
poético) que “silbando bajito, / pensaba azules y rojos para el valsecito”. Sin
embargo, una serie de circunstancias que están asociadas a cuestiones externas
a quienes escriben, hacen que la canción que se desdibuje y los planes se
arruinen: “Pero ustedes saben, señores, muy bien cómo es esto / no nos falló la
intención, pero sí el presupuesto”. La canción, entonces, abandona los colores
de manera paulatina (“fuimos quitando primero de nuestra paleta / una mirada
turquesa de marco violeta/ luego, el carmín de las flores encima del piano/ una
caída de sol cuando empieza el verano”), hasta quedarse “en blanco y negro /
esta canción /quedó en blanco y negro / con el corazón”. De este modo, la
primera intención “ya no fue más que un viejo recuerdo” y la canción queda
deslucida y el sujeto poético, decepcionado. En este sentido, la canción que
recibimos es el recuento de un proceso que no alcanza el final esperado. No
podemos dejar de recurrir a las palabras de Emilio de Miguel que sintetiza,
mucho mejor que nosotros, el carácter de “Dos colores: blanco y negro”:
Creo que estamos ante un caso original
y brillante de ejercicio metacancioneril. Pocas
veces, en efecto, tendremos una información tan franca y al tiempo tan poética
del proceso por el que un proyecto concebido con las más altas aspiraciones
acaba siendo el producto, ya no tan ideal, que finalmente recibimos […]. Todo
ello, no es necesario insistir, es muestra consumada de metacanción,
puesto que las afirmaciones allí expresadas sobre la canción que escuchamos
son, en definitiva, la canción que recibimos. Estamos ante un caso de madurez
compositiva, con logrado entrecruce de lucidez y confesión. Es decir, ante una
muestra depurada de metacanción (2021: 82).
“Milonga paraguaya”,
perteneciente al disco Llueve (1997),
es la segunda canción dentro de esta serie. En este caso, se establece un
diálogo con la propia canción: la milonga paraguaya es la destinataria. Su
propio género[11] y
especialmente su gentilicio la convierte en “prima lejana de Mangoré”, una clara referencia al guitarrista paraguayo
Agustín Pío Barrios Ferreira, también conocido como Nitsuga
Mangoré. Este diálogo que se establece con la
canción,[12] y
especialmente con una proveniente del género milonga, puede encontrar un claro
antecedente en una canción que ha versionado y grabado en más de una ocasión
Jorge Drexler, “Milonga de ojos dorados” del uruguayo Alfredo Zitarrosa. En numerosas ocasiones, Drexler ha reconocido la
influencia vital de Zitarrosa en su formación
musical, compartida por toda su generación. En este sentido, el diálogo íntimo
con la milonga paraguaya que propone Drexler se parece mucho al tono que emplea
Zitarrosa en “Milonga de ojos dorados”, pero mientras
el último establece un vínculo con la milonga para preguntar por su amada y
para pedirle que lo ayude a encontrarla y reconquistarla,[13] Drexler lo utiliza como un
puntapié para pensar en la propia construcción de la canción. De este modo,
primero le pregunta a la milonga por los mensajes que le está dando la noche,
incomprensibles para un sujeto incapaz de recogerlos: “¿Qué me estará queriendo
decir / la noche / que no lo sé?”.
Luego,
el cantautor da cuenta de que la escritura de la canción involucra no sólo la
música, sino también, y de manera decisiva, a los sentimientos: “Yo miro a mi
guitarra / busco en las grietas del corazón”. Para cerrar la estrofa se plantea
lo ridícula que resulta su interlocutora a la que, sin embargo, no abandonará
hasta el final: “Cómo estaré de solo / que estoy hablándole a una canción”. La
búsqueda se reproduce también en el papel en blanco que, a pesar de que pasa el
tiempo, sigue sin estrenarse: “Pasa un segundo / como pasa una página en blanco
/ que no estrené”. La consciencia del inexorable fracaso del poeta se hace
evidente en “paso la vida / buscando un verso / que nunca encontraré”. Sin
embargo, el optimismo vuelve sobre el final porque frente a una situación de
completo desamparo (solo, varado y lejos del mar), el sujeto poético entiende
que “aunque no tenga nada / tendré a esta copla esperándome”. La llegada de los
versos parece intempestiva, pero a la vez paciente porque la copla espera al cantautor
en donde esté, como si le perteneciera sólo a él. Sobre el final, se describe a
la milonga paraguaya como una mujer (otro punto de contacto con la milonga de Zitarrosa) y el cantautor le pide: “abre tus brazos / y
suéltate el pelo”. Así, se confirma que es a ella a quien se busca, a quien se
venía buscando desde el comienzo. Aunque el tiempo parece erigirse aquí como un
factor fundamental en la construcción de la canción, es cierto que los versos
parecen llegar solos, como inspirados por una fuerza superior que no se
identifica. El cantautor, aunque tiene la certeza de que estarán, no puede
apurar la llegada de la copla ni tampoco es capaz de encontrar el verso
preciso. No obstante, frente a estas dificultades, sobreviene un final
tranquilizador en el que se produce una reunión, construida en la canción a la
manera de un encuentro amoroso, entre la milonga y el cantautor, que permite
sellar el proceso de creación. Esta vez, la milonga paraguaya parece responder
a las necesidades del poeta.
La
siguiente metacanción que encontramos en un recorrido
diacrónico por la obra de Jorge Drexler es “Que el soneto nos tome por
sorpresa”. Esta canción, que no está incluida en ninguno de los discos del
uruguayo, forma parte de la banda sonora de la película Lope (2010).[14]
Tal como su propio paratexto indica y, en línea con la temática de la película
que aborda la vida del Fénix, la canción sigue este molde estrófico. La única
variación es que los tercetos, que son el estribillo de la canción, se repiten
al final. De hecho, cabe señalar que este texto se escribe con la intención de
ser sólo un soneto y su conversión a canción es posterior y motivada por el
director de la película.
El
soneto tiene un marcado carácter metapoético, igual
que el clásico “Un soneto me manda hacer Violante…” de Lope de Vega. También
comparte con el soneto de Lope la idea de que el poema es una suerte de espacio
al que el poeta puede entrar. En el primer terceto dice Lope de Vega: “Por el
primer terceto voy entrando, / y parece que entré con pie derecho, / pues fin
con este verso le voy dando” (1968: 194). Drexler, en cambio, abre su soneto
recuperando esta idea: “Entrar en este verso como el viento / que mueve sin
propósito la arena / como quien baila que se mueve apenas /por el mero placer
del movimiento”. Este inicio, más allá del guiño intertextual a Lope, marca
cierta voluntad del sujeto poético: aunque, como veamos en versos posteriores,
el soneto provenga de un lugar inaccesible para el autor, es vital su voluntad
inicial de escribirlo. Por el otro lado, las comparaciones que se construyen
nos muestran que la escritura no tiene un propósito (como no la tiene el viento
cuando mueve la arena), pero aun así provoca placer (como el que tiene quien
baila sólo por el placer del movimiento). El segundo cuarteto también incide en
la falta de un propósito concreto: “Sin pretensiones sin predicamento / como un
eco que sin querer resuena”, pero también otorga a la palabra un poder
trascendente, ajeno a la voluntad del autor: “dejar que cada sílaba en la
oncena / encuentre su lugar y su momento”. El estribillo insiste en esta última
idea, es decir, en que el soneto llega desde un lugar ajeno al sujeto poético,
como una sorpresa, ya consumado: “Que el soneto nos tome por sorpresa / como si
fuera un hecho consumado”. Luego, el poema esbozará, en los tercetos, una serie
de comparaciones entre la sorpresa que provoca la llegada del soneto y la que
provocan otros elementos como los rompecabezas (“como nos toman los
rompecabezas / que sin saberlo nacen ensamblados”). Otra comparación se
establecerá con el amor, que llega sin que sepamos de dónde ha venido, igual
que el verso: “Así el amor, igual que un verso empieza, / sin entender desde
donde ha llegado”. Este ejercicio metapoético,
devenido metacancioneril, es dentro de toda la
producción de Drexler aquel en el que hay un mayor apego por las formas
estróficas (únicamente comparable es el caso de “Milonga de moro judío” que,
bajo pedido de Joaquín Sabina, se escribe en décimas espinelas). Además, su
primigenio carácter literario es evidente en los diálogos que establece el
texto con la tradición española del Siglo de Oro y muy especialmente con Lope
de Vega.
También
en 2010 se publica el noveno álbum del cantautor uruguayo, Amar la trama (2010).
Allí nos encontramos con “Las transeúntes” que incide especialmente en las
condiciones de composición. De este modo, se nos muestra a un cantautor que
recibe distintos estímulos externos mientras intenta escribir su canción. Estos
lo distraen de su tarea y dificultan la concreción su composición. Emilio de
Miguel ubica acertadamente a “Las transeúntes” en la estela de “No hago otra
cosa que pensar en ti” de Joan Manuel Serrat, que también da cuenta de un
accidentado proceso creativo (2021: 64-65). En la canción de Drexler, las
distracciones tienen que ver esencialmente con lo que pasa en la calle a la que
el cantautor observa, desde su balcón, mientras intenta escribir: “mirando
desde mi balcón, las transeúntes/ haciendo de cuenta que estoy tomando apuntes
/ y ella busca algo en su cartera / y yo me digo ya llegó la primavera / y la
maceta enfrente se llenó de brotes / y allá abajo el barrio se llenó de
escotes”. Los progresos que el cantautor va realizando también son puestos de
manifiesto en la canción (“y la tarde se escapa / verso adentro”), pero el tono
general sigue siendo el de la dificultad y el desaliento: “y yo sigo buscando /
sin encontrar mi centro / y pongo ladrillo sobre ladrillo /y sigo sin dar con
el estribillo”. Los estímulos externos van creciendo porque las transeúntes, a
ojos del cantautor, se organizan para formar una coreografía: “las transeúntes
se han organizado / tienen el deambular sincronizado/ y van haciendo su
coreografía / con las rodillas del color de la alegría / cada farola tiene ya
su bailarina / y la banda viene entrando por la esquina”. Es curioso apuntar
que, justo después de este verso, efectivamente ingresa en la canción una banda
que cambia por completo su tono musical. El fracaso de la escritura de esta
canción, de tono claramente amoroso como se puede apreciar en el estribillo,[15]
queda evidenciado sobre su final: “y las musas huyen si las asedias / y otra
canción que va a quedar a medias”. De esta manera, Drexler sostiene que la
palabra debe llegar naturalmente y la insistencia en su búsqueda puede resultar
contraproducente.
La
misma idea reaparece en la siguiente canción que integra nuestro corpus,
“La noche no es una ciencia exacta” del álbum Bailar en la cueva (2014).
Aquí se afirma: “Una canción aparece de pronto/ y se clava en el alma como un
cuerpo extraño”. Esta vez, la metacanción bucea, de
nuevo, sobre el proceso inconcluso de una canción que se quiere escribir, pero
fracasa y no llega a buen puerto. Sin embargo, mientras que el tono de “Las
transeúntes” era animado y alegre, “La noche no es una ciencia exacta” carga con
una mirada más pesimista, tanto desde la letra como desde la música. El sujeto
poético elige un contexto que, a simple vista, parece idóneo para la creación
poética: “vine hasta al mar con la noche en la mira / mis lentes de cerca, mi
guitarra rota / con una hoja en blanco que en blanco quedaría intacta”. Los
elementos están dispuestos y el cantautor insiste en su búsqueda: “llamaba a la
puerta con todas mis armas / con algunos vicios, algunas virtudes / pensé para
mí que cumplía los pasos de un pacto / pero la musa no pacta”. La musa se le
niega de nuevo, como en “Las transeúntes”.
Ante
el fracaso claro, el cantautor se cuestiona a sí mismo cómo con tanta
experiencia insiste en buscar la canción y no sabe que debe esperar a que esta
llegue sola: “yo debería a esta altura saberlo / yo debería ya tenerlo claro a
mis años / una canción aparece de pronto / y se clava en el alma como un cuerpo
extraño”. La soledad no logra su cometido, no trae la anhelada canción, sino,
por el contrario, otros elementos no deseados: “la soledad no traía canciones /
traía demonios, resaca, tormenta / traía el extraño regalo de ser un eterno
autodidacta”. Este autodidacta concluye la canción aprendiendo que ni la noche
ni hacer canciones son ciencias exactas y, por lo tanto, no hay método que
valga.
Salvavidas
de hielo (2017)
es el siguiente trabajo de Jorge Drexler y allí se incluyen dos metacanciones: “Abracadabras” y “Quimera”. La primera de
ellas, que el uruguayo canta junto a Julieta Venegas, va a incidir en el
trabajo del cantautor. Frente al corpus previo en el que el cantautor
sólo parecía responsable de ponerse en la situación de escritura porque la
canción siempre llegaba de manera inesperada, aquí se hace énfasis en el
proceso de hacer la canción: “ponemos nota
sobre
nota / palabra sobre palabra / con un deseo preciso”. En un trabajo que parece
minucioso, metódico y hasta manual, también hay un factor esencial que excede
completamente al cantautor: “que surta efecto el hechizo de nuestros
abracadabras”. El paso del tiempo y la paciencia del cantautor también serán
esenciales para lograr que la canción sea efectivamente mágica: “dejamos que el
tiempo pase / buscando dar a una frase esa fuerza misteriosa”. Otro punto
interesante de esta metacanción, y que hasta el
momento no había sido abordado en la producción de Drexler, tiene que ver con
la recepción de las canciones, igualmente misteriosa para el cantautor que
desconoce el efecto que pueden tener sus canciones: “¿Y a dónde van las
canciones? / que soltamos en el viento / llevando a qué corazones, quién sabe
qué sentimientos”. Todavía con la duda de si el hechizo funcionará y qué
efectos tendrá, el cantautor no sólo celebra la propia escritura, sino que
incita y anima a la de otros: “quien tenga un verso que dar / que abra la mano
y lo entregue / que a la flor de la poesía / no hay melancolía que no la
riegue”. El hechizo puede surtir efecto o no, pero el cantautor no dejará de
intentarlo.
Desde
su propio título, “Quimera” nos anticipa el imposible. Asistimos a la
exploración de un sujeto-cantautor que emprende una búsqueda tan imposible como
incesante: “te salgo a buscar, quimera / mariposa de papel / te pienso seguir
buscando / la vida entera”. Esta vez encontramos una descripción mucho más
detallada de las características de este sujeto que se autofigura
como “un pescador de sueños” y “un catador de auroras”, características ambas
que inciden en el carácter etéreo de la búsqueda. La descripción de sus
actividades, igualmente vinculadas con el campo semántico de lo volátil, lo
ubican claramente como un cantautor (de ahí que quede claro que la quimera que
se busca es, en realidad, la canción y por eso podamos adscribirla dentro de
nuestro corpus metacancioneril): “la vida
cantando nubes / buscando que el cielo rime / dejando en la hoja en blanco /
cicatrices que el tiempo imprime”. Marcado el carácter de metacanción
está también con los escasos elementos con los que emprende la búsqueda este sujeto
poético: “No cuento más que con mi empeño / y esta pluma voladora”. A
diferencia de otros casos que hemos analizado, aunque se sabe desde el inicio
(incluso desde su paratexto) que la búsqueda persigue un imposible, el carácter
de la composición es sereno y optimista y el sujeto poético asume, con
felicidad, este trabajo incesante.
Finalmente,
nos encontramos con la canción que da título a este trabajo y también al último
álbum de Jorge Drexler, “Tinta y tiempo” (2022). Drexler escribe esta baguala,
según declara en numerosas ocasiones en entrevistas y conciertos, en un momento
de crisis compositiva producto de la pandemia COVID 19. El paratexto nos
anticipa las dos necesidades básicas para la escritura de la canción: tinta y
tiempo. Este binomio se repite como un mantra a lo largo de toda la canción,
incluso alterando su orden: es tanto tinta y tiempo (el uso que prevalece) como
tiempo y tinta.[16]
Aunque, en ocasiones, estos elementos entran en conflicto con el propio
cantautor que pierde la paciencia: “pero me cuesta esperar / y cuando toca
decantar / lentamente lo que siento / yo me impaciento”. Esta frustración se
supera porque el sujeto poético elige volver a intentarlo y vencer al
desaliento (“luego lo vuelvo a intentar”). Aunque el foco será el trabajo,
también se incide en que la llegada de la canción excede a las facultades del
cantautor, tal como hemos apuntado en otras composiciones: “nunca sé /ni por
qué / ni cuándo. / Esa voz / yo no la / comando” y “cada cuento / si ha de
pintarse, se pinta” (versos en los que, como en “Dos colores: blanco y negro”,
se recurre a un símil con la pintura). Un último aspecto para destacar de esta metacanción es la imagen que desarrolla el cantautor sobre
sí mismo y sobre su propia producción poética. Se entiende aquí esta como un
intento, volátil y móvil, que puede modificarse, en línea con la noción de
búsqueda incesante que se proponía “Quimera”: “lo que dejo por escrito / no
está tallado en granito / yo apenas suelto en el viento / presentimientos”. El
propio cantautor plantea las dificultades de esta búsqueda, en la que se
encuentra también perdido: “Y al final, siempre ando a tientas /sin brújula en
la tormenta”. Pese a todo esto, es consciente, y de ahí su repetición incesante
hasta el cierre de la canción, que la canción solo vendrá con el tiempo y la
tinta, que implican, claro está, su paciente trabajo.
Conclusiones
En
el final de nuestro recorrido, también signado por el tiempo y la tinta, no
queda más que reforzar el carácter autorreflexivo de la producción de Jorge
Drexler, que se mira (parafraseando a Sánchez Torre) constantemente en el
espejo de la canción. Habrá que resaltar también algunas líneas que se repiten
en este recorrido diacrónico por la obra del uruguayo: la llegada de la canción
no puede ser controlada por el propio cantautor, que debe esperarla con
paciencia. Aun así, consciente de su fracaso, el músico no abandonará nunca
(como lo demuestran las sucesivas metacanciones) esta
búsqueda. Es consciente de que el tiempo hará lo propio y traerá, tinta
mediante, la canción esperada. De hecho, podríamos afirmar que la última de las
canciones analizadas, “Tinta y tiempo”, da cuenta de una madurez compositiva en
tanto logra encontrar en estos dos elementos los cimientos de la canción,
mostrando así lo esencial del trabajo del cantautor, aunque sin olvidar el
carácter misterioso de la llegada de la canción. Por otro lado, este recorrido
nos permite dar cuenta de la versatilidad de Drexler, un cantautor que
experimenta con distintos géneros musicales y ritmos, como podrá comprobar
quien escuche esta selección de canciones. La experimentación, incluso, también
lleva, como vimos, al uruguayo a probar distintos moldes estróficos clásicos
como el soneto. De ahí la proliferación de metacanciones:
en una poética en constante movimiento la reflexión y revisión sobre la propia
práctica se vuelve esencial y, a la vez, incesante.
Por
otra parte, este trabajo nos ha permitido demostrar que el terreno de la metacanción es muy fecundo en la última canción de autor en
español. La obra de Drexler nos revela, además, que existe un amplio corpus de
textos que responden a la definición más estricta de metacanción:
la canción que reflexiona sobre sí misma y sobre su proceso de construcción.
Teoría y práctica a la vez, la metacanción de Jorge
Drexler nos invita a seguir recorriendo la galaxia meta.
Referencias
bibliográficas
BAÑOS SALDAÑA, José Ángel; y SÁNCHEZ UNGIDO,
Guillermo [CELEHIS UNMdP] (25 de marzo de 2023). Mesa
temática literatura española. Coordina: Facundo Giménez [Vídeo]. Disponible
en: https://www.youtube.com/watch?v=Y2hoRv5cYm0&t=1316s
CERVANTES, Xavier (6 de mayo de 2022).
‘Cantautor’ es una palabra que no me gusta: suena como 'choripán' (entrevista a
Jorge Drexler). Ara [en línea]. Disponible en https://es.ara.cat/cultura/musica/cantautor-palabra-no-gusta-suena-choripan_128_436
2500.html#:~:text=%C2%A1Y%20me%20encanta!,chorip%C3%A1n%2C%20como%20gomaespuma.
DREXLER, Jorge (1996). “Dos colores: blanco y
negro” [canción] en Vaivén.
DREXLER, Jorge (1997). “Milonga paraguaya”
[canción] en Llueve.
DREXLER, Jorge (2010). “Que el soneto nos tome
por sorpresa” [canción]
DREXLER, Jorge (2010). “Las transeúntes”
[canción] en Amar la trama.
DREXLER, Jorge (2014). “La noche no es una
ciencia exacta” [canción] en Bailar en la cueva.
DREXLER, Jorge (2017). “Abracadabras” y
“Quimera” [canciones] en Salvavidas de hielo.
DREXLER, Jorge (2022). “Tinta y tiempo”
[canción] en Tinta y tiempo.
FERRARI, Marta (2001). La coartada metapoética José Hierro, Ángel González, Guillermo Carnero.
Mar del Plata: Martín.
MAÍZ, Claudio (2011). Las re(d)vistas
latinoamericanas y las tramas culturales: Redes de difusión en el romanticismo
y el modernismo. Cuadernos del CILHA, 14, 75-91. Disponible en https://revistas.uncu.edu.ar/ojs3/index.php/cilha/article/view/4166
MIGUEL MARTÍNEZ, Emilio de (2021). Metacanción en la canción de autor en español. En NOGUEROL
JIMÉNEZ, Francisca; y SAN JOSÉ LERA, Javier Francisco. Entre versos y notas:
canción de autor en español (41-92). Salamanca: Universidad de Salamanca.
OTHEGUY, Martín (17 de febrero de 2011).
Aguafuertes montevideanas. Entrevista con Jorge Drexler. Montevideo Portal. Disponible
en https://www.montevideo.com.uy/Tiempo-libre/Entrevista-con-Drexler-uc131602
PELTZER, Federico (1994). Poesía sobre poesía
(En la literatura argentina contemporánea). Buenos Aires: Botella al mar.
PÉREZ PAREJO, Ramón (2002). Metapoesía
ficción: claves de una renovación poética (Generación de los 50- Novísimos).
Madrid: Visor.
SÁNCHEZ, Leopoldo (1993). La poesía en el
espejo del poema: la práctica metapoética en la
poesía española del siglo XX. Oviedo: Universidad de Oviedo.
VEGA, Lope de (1968). La dama boba. La niña
de Plata. Madrid: Espasa-Calpe.
Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0.
[1] “Cuando llegué a España me
decían cantautor, que es una palabra que no me gusta: suena como choripán, como
gomaespuma” (Cervantes, 2022).
[2] Entendemos
las redes según Claudio Maíz, quien señala que: “Las redes en general lo son en
tanto y en cuanto sea posible la identificación de un objetivo común, un
lenguaje más o menos homogéneo y las políticas de amistad que animan las
relaciones” (2011: 76).
[3] La relación entre Drexler
y Sabina ha sido puesta de manifiesto por el uruguayo en numerosas ocasiones.
Cabe recordar que gracias al impulso que Sabina le dio al entonces
otorrinolaringólogo uruguayo, Drexler decide dejar a un lado su profesión como
médico y mudarse a España para dedicarse de lleno a la música. Una muestra muy
concreta de esto, que narra los entretelones de este viaje, es la canción-oda
que le dedica al cantante de Úbeda en su disco Salvavidas de hielo, “Pongamos que hablo de Martínez”. También
Drexler ha contado en numerosas ocasiones que fue Sabina quien lo inspiró a
escribir la “Milonga del moro judío”.
[4] En el último tiempo las
colaboraciones entre ambos fueron frecuentes, tal como vemos en “Hong Kong” o
más visiblemente en “Nominao” de El
madrileño, el disco que C. Tangana sacó en 2021, o “Tocarte” incluida en el
nuevo disco de Drexler, Tinta y tiempo (2022)
[5] Kevin Johansen y Drexler
han colaborado en numerosas ocasiones. Por citar algunos ejemplos, Drexler
escribe y canta junto con Johansen “No voy a ser yo”, perteneciente al disco City Zen (2004) del argentino. También en
2022, Drexler ha grabado junto con Johansen la canción de Leonard Cohen
“Suzanne”.
[6] “El material
que podemos analizar es tan cuantioso que, a buen gusto, muchos lectores estarán
sumando aportaciones propias a la selección que ofrezco” (2021: 80).
[7] Los
investigadores entienden que la autopoética supone una autorreflexión
consciente y una isotopía meta (por este motivo, estudian canciones enteras que
reflexionan sobre la canción y no fragmentos). Además, este concepto les es más
productivo porque, al no tener una distinción genérica, les permite situar un
conjunto de textos autorreflexivos de distinto tipo en una misma constelación
pragmática (Lucifora, Scarano).
[8] En este
sentido, compartimos con Baños Saldaña y Sánchez Ungido la necesidad de
estudiar canciones completas y no fragmentos que, desde nuestro punto de vista,
no podrían ingresar en esta categorización.
[9] Entendidas, como la hacen
Baños Saldaña y Sánchez Ungido, como composiciones íntegramente dedicadas a
reflexionar sobre el propio quehacer.
[10] Algunos
ejemplos de canciones en donde hallamos reflexiones metapoéticas, aunque no se
trata de metacanciones en sentido estricto son: “Edén” y “Tatuaje” de La luz
que sabe robar (1992), “Eco” del disco homónimo (2004), “Una canción me
trajo hasta aquí” de Amar la trama (2010) y “Oh, algoritmo” y “Amor al
arte” de Tinta y tiempo (2022).
[11] No será la única vez que
Drexler cultive este género y tampoco la última que decida nominar a su canción
como tal. Su producción cuenta también con la “Milonga del moro judío”. También
ha grabado versiones de la “Milonga de ojos dorados” de Alfredo Zitarrosa.
[12] Cabe
destacar que el hecho de que la metacanción se produzca a partir de un diálogo
es una de las tantas formas que estudia Emilio de Miguel bajo el epígrafe “El
cantautor dialoga”. Allí nos propone un recorrido por algunas canciones de
Krahe y de Aute en las que la interlocutora es la musa, otra de Krahe en la que
se establece una conversación con sus músicos, una metacanción de Aute en la
que habla con un amigo y una última del mismo autor en la que el diálogo se
tiñe de connotaciones sociales.
[13] Los primeros versos de la
canción ya dejan claro este pedido y el tono de súplica que el cantautor
establece con la milonga: “Milonga de ojos dorados / cantale a la que yo
quiero; / tu corazón compañero, / musical y acompasado, / vaya volando a su
lado / y dígale que no puedo vivir”.
[14] La historia de esta canción es curiosa. No se trata de
un encargo directo de parte de la dirección de la película. Jorge Drexler
estaba presente en las grabaciones porque su esposa, Leonor Watling, era una de
las actrices protagónicas y él estaba en el set cuidando a su hijo. En este
contexto, entabla una fuerte amistad con el director de la película, Andrucha
Waddington. Además, Drexler, según él mismo confiesa, había empezado a leer a
Lope de Vega con vehemencia para empaparse del proyecto en el que participa su
mujer. La reunión de estos dos factores lleva a que le escriba un soneto a
Waddington, como el regalo de un amigo. Sin embargo, tal como declara el propio
Drexler, el director tenía otra idea para este soneto: “Fue un regalo personal,
porque yo uso mucho los versos para comunicarme con los amigos. A los dos o
tres meses de esto, Waddington me llama y me dice: ‘Estoy editando la película
y no paro de leer el texto. ¿Por qué no le ponés música y lo colocamos en los
créditos?’” (Otheguy, 2011, s/p).
[15] Nos
referimos a los siguientes versos: “Y entonces me pregunto / ¿Qué es lo que
viste en mí? / ¿Qué es lo que te hizo abrir así? / Tus miedos, tus piernas, tu
calendario / las siete puertas sagradas de tu santuario / la extraña luz de tu
cámara oscura / el infranqueable cerrojo de tu armadura”.
[16] Es curioso
apuntar que Drexler juega también con el orden de los términos para dar nombre
a sus giras. Mientras que la primera, en la que se presenta el disco, se llama
como él “Tinta y tiempo”, su segunda vuelta se llama “Tiempo y tinta”.