Memoria, tradición, intertextualidad, narración y compromiso político: los
romances flamencos conmemorativos de los asesinados por el falangismo
Memory, Tradition,
Intertextuality, Narration and Political Engagement: The Flamenco Romances
Commemorating Those Murdered by Falangism[1]
Florian Homann
Universität Münster
https://orcid.org/0000-0001-5238-1923
Recibido:
03/07/2024
Aceptado:
23/09/2024
https://doi.org/10.30827/impossibilia.282024.30694
Resumen
Las letras flamencas tradicionales suelen ser
transmitidas oralmente, anónimas e impregnadas por un profundo lirismo. Sin
embargo, también existen nuevos textos compuestos por poetas para el cante, con
un aumento desde los años 70, incluidos varios romances narrativos. A nivel
textual, resulta relevante en qué medida y con qué fines estos se orientan
hacia los patrones precedentes de las letras tradicionales que conforman la
memoria colectiva flamenca para responder a la pregunta de qué funciones comunicativas
pueden cumplir. Metodológicamente, los estudios sobre memoria e
intertextualidad se combinan con investigaciones sobre el romancero, género
literario épico-lírico con una llamativa narratividad, y el flamenco como
cultura musical popular contemporánea. Los textos examinados configuran los
soportes literarios de distintos cantes en modalidades musicales que suelen
usar romances como base textual, enfocando este estudio un romance compuesto
por José Heredia Maya y cantado por El Piki en un álbum de homenaje a Blas
Infante.
Palabras clave: romances flamencos, cante
flamenco y letras nuevas, poesía tradicional flamenca, José Heredia Maya,
Antonio Cuevas el Piki, Blas Infante.
Abstract
Traditional flamenco lyrics are usually transmitted orally, anonymous
and impregnated by a deep lyricism. However, there are also new texts composed
by poets for flamenco singing, with an increase since the 1970s, including
several narrative romances. At a textual level, it is relevant to
what extent and for what purposes these are oriented towards the preceding
patterns of the traditional lyrics that form the flamenco collective memory in
order to answer the question of what communicative functions they can fulfill.
Methodologically, studies on memory and intertextuality are combined with
research on the romancero, an epic-lyrical literary genre with a
striking narrativity, and flamenco as a contemporary popular musical culture.
The examined texts are the lyrics of different cantes in
musical modalities that usually use romances as their textual
basis, focusing this study on a romance composed by José
Heredia Maya sung by El Piki in a tribute album to Blas Infante.
Keywords: Flamenco Romances, Flamenco Singing and New Lyrics,
Traditional Flamenco Poetry, José Heredia Maya, Antonio Cuevas el Piki, Blas
Infante.
El
concepto de intertextualidad describe las relaciones entre distintos textos que pueden
cumplir diversas funciones y crear múltiples
significaciones; entre otras, las referencias a otros textos de la tradición
cultural pueden tener un propósito memorístico (Lachmann, 2010: 301). El
flamenco, como música popular contemporánea, tiene su propia memoria. Además
del nivel textual, la dimensión musical de las referencias intertextuales es
crucial en el flamenco: si un cante suena a antiguo, más estimula a recordar y
homenajear a artistas anteriores en la larga tradición flamenca. Esto lleva a
que suela emplearse como base literaria un tipo de poesía denominada popular y
tradicional, de transmisión oral. La música en la que las letras antiguas son
interpretadas es lo que actualiza y mantiene viva la memoria. Desde siempre, se
cantan también romances o más bien fragmentos de los textos romancísticos
antiguos y tradicionales (Suárez, 1989: 566). En general, el romancero se
define por su carácter narrativo y a menudo ha cumplido funciones noticiosas,
propagandísticas y políticas desde su origen medieval (Piñero, 2008: 16).
Desde la cristalización del flamenco en el siglo XIX,
prevaleciendo el romanticismo, ha persistido el tópico de que el cante flamenco
solo admite letras netamente líricas. Aunque es
cierto que a menudo se emplean coplas breves, estudios recientes contradicen
esta idea generalizada al detectar una narratividad en muchos casos de letras
antiguas y nuevas (Homann, 2021: 327). De todas
formas, el fenómeno de la fragmentación de las letras en la tradición oral,
omnipresente en el flamenco para incrustarlas en los patrones complejos de la
respectiva música, provoca que las letras cantadas se recorten drásticamente y
se pierdan muchos elementos narrativos. De los romances tradicionales suelen
emplearse determinados fragmentos, reducidos en varios casos a unas unidades
mínimas de cuatro versos octosílabos, que se interpretan como estrofas autónomas y
en las que domina un marcado lirismo.
Otro estereotipo es que solo se canten letras populares
–del pueblo, sin otra autoría conocida– y arcaicas, una creencia que se vio
reforzada principalmente durante la dictadura franquista, cuando la creación de
letras nuevas –con posibles contenidos políticos de relevancia contemporánea–
fue mal vista. No obstante, desde los años 70 ha aumentado la creación de
nuevos soportes literarios para el cante, entre los que se pueden encontrar
también algunos romances de nueva creación, entonados según una correspondiente
forma musical del flamenco, sea a palo
seco como tonás y/o martinetes,
sin acompañamiento musical, o de manera más animada como soleares antiguas bailables, normalmente acompañados
por la guitarra,
también denominados corridos.
En vista de lo expuesto, surgen las preguntas generales
de si estos romances compuestos por poetas son realmente narrativos y qué
funciones comunicativas pueden cumplir. Basándose en ello, este estudio se guía
por las siguientes preguntas de investigación: ¿qué expresan estos nuevos
romances y qué efectos tiene la transmisión de sus mensajes en la memoria
cultural? Gracias a su valor sociocultural en el contexto español, el flamenco
puede ejercer un importante efecto simbólico en la lucha contra el autoritarismo
y en la preservación de la memoria de la resistencia,
por ejemplo, contra el franquismo. Para lograr estos efectos, las nuevas
letras para el cante, específicamente si abordan aspectos sociopolíticos, ¿cómo
se componen por parte de los poetas en términos de forma, estilo e
intertextualidad? En otras palabras, resulta relevante indagar en esta
cuestión: ¿en qué medida influyen, junto a los patrones musicales, ciertos
aspectos relacionados con la memoria y la tradición oral del cante en la
composición de los nuevos romances flamencos?
Para contestar a estas cuestiones, se recurre
a varios ejemplos de cantes a palo seco
y corridos, modalidades flamencas en
los que se suelen entonar romances, de autores y cantaores como José Domínguez Muñoz El
Cabrero y dúos como Francisco Moreno Galván y José Menese o José Heredia Maya y
Antonio Cuevas El Piki. En comparación con tres
textos de los artistas mencionados y cantados a palo seco, se examina en particular el corrido “Romance de la primavera”, publicado por Heredia Maya y El
Piki en el álbum conceptual Homenaje a
Blas Infante (1977), con letras nuevas e incluso la mención de su autoría: en la contraportada del LP, tras los nueve temas, figura
el nombre del activista por los derechos humanos y poeta gitano, algo para nada
habitual en el mundo flamenco. Además, los soportes literarios de este álbum
se han publicado en su Obra poética
completa (Heredia Maya, 2013: 261-274).
En relación con la mencionada anonimidad de las letras
tradicionales del cante, para los proyectos que enriquecen el caudal lírico del
cante con nueva poesía compuesta, en general, se puede considerar válida la
afirmación de la bailaora Leonor Leal con respecto a las letras del proyecto Ceremonial:[2]
“La poesía de este espectáculo terminó perdiendo su autoría de tanto como se ha
escuchado y de tantas versiones diferentes que de ella se han extendido. De
hecho, muchos bailaores de generaciones posteriores la hemos asumido como
popular” (2016: 75). De ahí resulta este interrogante: los romances analizados,
en especial el del poeta gitano, ¿también dan la impresión de proceder de la
tradición oral flamenca y no de la pluma de su autor? ¿Qué motivos e indicios
textuales hay para pensar así? Y, por último, ¿qué
efectos crea esto, con respecto a la memoria cultural?
Según
los estudios recientes sobre la memoria, existe una estrecha relación entre los
recuerdos, su narración y, en la literatura, la referencia a una memoria
colectiva a través de manifestaciones intertextuales. Basándose en que la
literatura constituye la memoria de una cultura, Lachmann (2010: 301) explica
que la intertextualidad revela cómo una cultura, como el mismo mundo flamenco,
se reescribe y redefine constantemente a través de sus signos. Si se traduce al
cante la suposición de que cada texto literario concreto, como un elemento
memorístico, remite al macroespacio de la memoria que representa a una cultura
en su totalidad (Lachmann, 2010: 301), cada letra
de la tradición oral nuevamente cantada remite a la memoria colectiva y recrea
las cosmovisiones del mundo flamenco. La memoria de un colectivo se puede
dividir en una dimensión comunicativa, asociada al pasado reciente y
transmitida en conversaciones orales cotidianas entre aproximadamente tres
generaciones, y una dimensión cultural y más oficial, relacionada con los mitos
y rituales de la cultura ubicados en un horizonte temporal lejano del pasado (Assmann, 2018: 13). Al referirse a personalidades
conocidas públicamente y glorificarlas, el contenido de una memoria colectiva
también puede modificarse de tal forma que se dé voz a los grupos representados
por estas personalidades para que puedan expresar sus experiencias. Esto es
especialmente relevante en el contexto de los cambios de régimen tras las
dictaduras, cuando las personas asesinadas cuyas vidas y muertes violentas
fueron silenciadas anteriormente son recordadas e incorporadas a la dimensión
cultural de la memoria, que depende de las prácticas rituales y de la
transmisión viva de los mitos (Assmann, 2018: 35).
El mundo flamenco está intrínsecamente ligado al ritual y al mito, constituyendo no solo un género musical,
sino también una forma de vida arraigada en la tradición y la cultura del sur
de España (Pantoja, 2020: 267-308). Los ritos y los mitos desempeñan un papel
importante en la práctica interpretativa del arte, ya sea en la forma en que se
transmiten las técnicas musicales de generación en generación, en las leyendas
que rodean a los grandes artistas, o en la atmósfera mítica que envuelve las
actuaciones flamencas en vivo. Así, su memoria específica se vincula en gran
medida a esta dimensión cultural.
Gracias a la compleja relación entre intertextualidad,
memoria, ritual, mito y poesía (Assmann, 2018: 28-33), el soporte literario de
un cante no tiene por qué ser nuevo, sino que se ofrecen las antiguas coplas
tradicionales, reconocibles y citables, para poder recordar con su uso además
momentos conmemorables del pasado compartido, de la historia del flamenco. Con
respecto a las letras tradicionales que se suelen emplear en el flamenco, los
elementos intertextuales, como las abundantes fórmulas poéticas lexicalizadas,
ayudan a establecer la aceptación de las letras como patrimonio propio del
colectivo.
A pesar de la llamativa lirificación de las letras del
cante (Pantoja, 2020: 54), el romancero sigue siendo una de las bases
literarias más relevantes para el flamenco, particularmente por su vertiente
gitana (Suárez, 1989). Por un lado, esta presencia de romances antiguos destaca
la importancia de la tradición y la influencia intertextual de las formas
literarias anteriores en el mundo del cante. Por otro lado, una implicación que conlleva trabajar a nivel académico
con el romancero es la necesidad de considerar su narratividad. En general,
se trata de una manifestación cultural cuya interpretación musical desempeña un
papel relevante y que, no obstante, en los contextos filológicos, se aborda
como un género específico de literatura oral, definido primordialmente por sus
aspectos textuales; el originario romancero viejo se compone de poemas
narrativos procedentes de los cantares de gesta y otras baladas (Díaz, 1991:
21). Sin embargo, debido al fragmentarismo reinante, la conciencia sobre esta
narratividad se ha perdido en gran medida desde que se canta en el flamenco.
Huellas de romances siguen presentes en casi todos los palos, no obstante,
prevalecen, grosso modo, dos tipos de interpretación musical, uno más
festivo y otro más triste. Castaño (2007: 198)
indica un modo de ejecución amartinetado al que opone el ritmo más alegre de la soleá bailable, en
la que se suelen entonar los romances corridos
tradicionales en el contexto de la boda gitana (Suárez, 1989: 581).
Con respecto a los más trágicos cantes a palo seco,
existe consenso en que las letras de los martinetes y
tonás derivan del romancero,
aunque los elementos narrativos originales no sean para nada fácilmente
detectables, y se relacionan con la comunidad gitana. Para explicar esta
conexión, nos basamos en la premisa de que se trataba en su origen de romances
creados y transmitidos exclusivamente en la oralidad, con unos contenidos
noticiosos y tristes, narrando los acontecimientos más desgraciados para los gitanos
del siglo XVIII, como la Prisión General de los Gitanos de 1749, que fue
borrada de la historiografía oficial española hasta su redescubrimiento a
finales del siglo XX (Zoido, 1999). A su vez, esto
permite concluir que los textos de nueva creación, siguiendo los moldes
estructurales de los de la tradición, se ofrecen para conceder voz a los
oprimidos, silenciados y olvidados por la memoria oficial.
También existe en el ámbito musical flamenco,
particularmente en el contexto de las fiestas nupciales gitanas, la práctica de
cantar romances corridos de un tono
más alegre. El término corrido
es un indicio de que en estas ocasiones los romances se recitan de manera
relativamente íntegra. La función narrativa de estos romances –considerados
sagrados, que solo se cantan en la boda– es limitada a lo esencial de su
contexto, la celebración de la virginidad de la novia (Suárez,
1989: 581-583). El relato sirve para narrar una anécdota con moraleja,
recordando a cuidar la honra gitana, por lo que los romances, recortados a este
núcleo temático, se combinan con las alboreás,
del mismo contenido. En la mayoría de los casos, el desarrollo de la trama del
romance original se ha eliminado durante la transmisión oral, de manera tan
radical que las versiones gitanas suelen ser las más breves versiones
registradas de romances en el ámbito hispanohablante (Piñero,
2008: 54).
La música con la que se han grabado los romances, desde
Antonio Mairena, el primero en editarlos en disco, pasando por los miembros de
las míticas familias gitanas inmortalizadas en el primer volumen de la Magna Antología del Cante Flamenco con
el título “Romances o corridos / Cantes sin guitarra” en 1982, hasta los
intérpretes actuales, marca la pauta tal y como viene de la tradición gitana.
En el flamenco, los fragmentos de los antiguos romances
que se han usado por estos cantaores reconocidos mencionados constituyen
elementos con una alta carga simbólica y ritual, por lo que entran en el canon
literario del cante, es decir, forman la dimensión literaria de la memoria
cultural flamenca en la que se pueden orientar los creadores de nuevas letras
para el cante. Todavía en el siglo XXI, la mayoría de las letras que se pueden
escuchar en recitales y sesiones flamencas en vivo proceden de la tradición
oral. Sin embargo, debido a factores mercantiles, entre otros, es común
encontrar nuevas letras en los discos publicados, una tendencia que se puede
observar desde los años 70.
Durante
el largo periodo del franquismo, la innovación a nivel textual fue escasa. Sin
embargo, tras 1974 se puede observar un verdadero auge de letras nuevas, de las
que algunos ejemplos de romances se analizan a continuación.
El
pionero en crear nuevos soportes literarios fue Francisco
Moreno Galván para que los interpretara, entre otros cantaores, José Menese.
Martín (2018: 280) destaca la labor del poeta y
artista de La Puebla de Cazalla sobre todo por su gran conocimiento de la
tradición flamenca, de la que se nutre su propia obra. Esto le permitió retomar
las fórmulas más conocidas y valoradas de letras viejas para crear las suyas
que se ajustan estilísticamente a la misma tradición. Este juego intertextual
le posibilitó crear nuevas letras con una temática adaptada a la actualidad de
la represión franquista ya en los 60. El texto de nueva creación más famoso que
se ha cantado en clave flamenca y publicado aún bajo el gobierno de Franco en
el emblemático año de movimientos sociales liberadores de 1968, es el “Romance de Juan García”, escrito por Galván y cantado
en el álbum Menese por el cantaor de
La Puebla.
Este romance relata en veinte versos octosilábicos la
historia del héroe ficticio Juan García,
representando al pueblo español que se oponía al régimen franquista y que había
sido silenciado durante la dictadura. Es llamativo que Martín (2018: 116) no
presente el texto en estrofas autónomas de cuatro versos sino en forma de una
tirada no estrófica, característica formal del romancero viejo (Díaz, 1991:
22), otro indicio de que se trata de un verdadero romance coherente y
narrativo. No obstante, solo los primeros dieciséis hemistiquios tienen la
característica asonancia en -ó- en los versos pares, detalle que indica
la inseparable conexión entre las partes del relato, y las últimas cuatro la
rima asonante en -á-. Por lo tanto,
la última estrofa constituye una unidad por sí, una cuarteta de conclusión y
despedida en forma de una fórmula flamenca transformada del modélico remate de
los martinetes tradicionales,
guardando obvias relaciones intertextuales con sus hipotextos al jurar la
verdad en primera persona. Con esta excepción, la voz del poema cuenta el
relato como un narrador heterodiegético en tercera persona. Esto lo acerca a lo
que se entiende por “romances históricos antiguos [con] carácter de noticiosos”
(Piñero, 2008: 16) y contradice, en el mundo flamenco, las presuposiciones
tanto de la expresión exclusiva por un yo lírico como de la absoluta ausencia
de elementos narrativos.
Hay consenso en los estudios realizados hasta la fecha en
que la forma en que Moreno Galván compuso su texto propició que la versión
cantada posteriormente por Menese como martinetes
recordara sobremanera a los cantes tradicionales. Martín (2018: 118) elabora
cómo cada unidad de cuatro versos octosílabos corresponde musicalmente a una
forma particular de interpretación y aclara la conexión entre el cante de
Menese y unas versiones anteriores de Rafael Romero El Gallina de distintas
coplas, atribuidas a su vez a cantaores legendarios como Tomás Pavón. Además,
visualizando el proceso de creación con una fotografía del manuscrito original
del poeta, Martín (2018: 117) muestra cómo Galván retomó la tradición oral de
los cantes e incorporó varias fórmulas flamencas de los más conocidos textos de
tonás y martinetes como referencias intertextuales, que cumplen una función
esencial para que los oyentes reconozcan estas letras como tributarias de la
tradición canónica flamenca. Solo gracias a esta “poesía hecha en Moreno
Galván, a partir de la tradición misma” (Martín, 2018: 280), se posibilitó la
aceptación de estos cantes por el público, a pesar del rechazo aún omnipresente
de innovaciones, consideradas en el flamenco traiciones a la tradición. Para
ello, Moreno Galván usó la conocida estrategia de prácticamente todos los
poetas que crean letras para el cante de “dejar hablar al arte y esconder el
artista” (Martín, 2018: 280). Así, no fue silenciado por cantar un texto nuevo
porque desde siempre se ha valorado su manera tradicional de interpretarlo y
las letras de Galván se ofrecen como un modelo a seguir para futuros creadores
de letras.
En consonancia con que los cantes a palo seco derivan de romances que originariamente
perpetúan la memoria de la persecución de los gitanos, el modelo romancístico
se presta a recordar la persecución de figuras pertenecientes a colectivos
marginalizados y oprimidos y a homenajear a los asesinados, estilizándolos como
héroes. Mientras que Moreno Galván inventó un personaje ficticio, compartiendo
su nombre con el machadiano Juan de Mairena y su apellido con el primero de
Lorca, que “responde a un arquetipo” (Martín, 2018: 118) para representar a
todos los perseguidos durante la dictadura, también se pueden salvar del olvido
a las figuras realmente existentes que fueron asesinadas por el falangismo.
En relación con el romancero, a partir del
tardofranquismo se realizan homenajes flamencos a los intelectuales opuestos al
franquismo. En este ámbito, la conmemoración de los
poetas asesinados y su heroificación como símbolos del antifranquismo llega a
su cumbre en el flamenco con la figura de Lorca. Debido a su asesinato en
agosto de 1936 y las dificultades a la hora de publicar su obra poética durante
la dictadura, el flamenco, en su vertiente conectada con el romancero, ofrece
un marco óptimo para desarrollar sutilmente la imagen del artista granadino
como poeta flamenco, que se convierte en un emblema del pensamiento
antifranquista andaluz. Los proyectos realizados en los 70,[3]
fomentando la entrada de sus poemas, ante todo romancísticos, en el caudal de
las letras flamencas son conocidos como los primeros en recuperar su voz
anteriormente silenciada. Los textos interpretados ni siquiera tienen por qué
tener un contenido explícitamente político, caso de los del Poema del cante jondo o del Romancero gitano, para destacar el
compromiso social realizado a través de la interpretación de sus versos.
La medida alta en la que los cantes a palo seco pueden ser usados para la conmemoración de los
intelectuales asesinados se pone de manifiesto en un ejemplo concreto de los
años 90. El Cabrero canta por tonás en un
recital en vivo unas letras de nueva creación con el título “Mataron al poeta”.[4]
Como es común en estas ocasiones, no
hay indicios sobre la autoría, atribuida al cantaor, aunque muchos
aficionados sostienen que la mayoría de las letras nuevas cantadas por él
proceden de la pluma de su mujer y gerente Elena Bermúdez.
Frente a la mayoría de los géneros musicales modernos, el anonimato de la
autoría de las letras ha sido desde siempre el gran deseo de los poetas
flamencos, como lo vuelve a expresar, entre muchos otros, Leonor Leal (2016: 75): “no
debe haber un orgullo más grande para un poeta que aquello que un día dio a luz
se llegue a convertir en hijo de todo un pueblo”. Asimismo, les posibilita
a los cantaores del así denominado flamenco
protesta, referenciando a la emergente canción protesta de los años 1960 y
70, introducir sus ideas sutilmente en el mundo flamenco en forma de letras de
nueva creación, disfrazadas de las composiciones tradicionales del caudal
lírico. El Cabrero, uno de los representantes más notables de esta corriente
del cante, canta un texto breve de doce versos sobre las muertes de los poetas
Lorca y Hernández,[5]
equiparando las consecuencias de sus estas a nivel político y simbólico.
Imitando a nivel musical los cantes tradicionales, la instancia narrativa
denuncia cómo las fuerzas del poder político han eliminado continuamente a los
intelectuales, así como silenciado las voces poéticas disidentes y avivado el
miedo en la sociedad, para concluir que, incluso en la actualidad, la
hipocresía sigue alimentándose de quienes han perdido la vida, perpetuando
estas letras de tonás la memoria de
los resistentes fallecidos.
La extrema brevedad del texto y la rima distinta
confirman que las nuevas letras compuestas para el cante a palo seco no siguen necesariamente los moldes del
romancero, aunque sí tienen una estructura narrativa más bien coherente. Dado
que los romances originales del siglo XVIII en esta modalidad flamenca se han
fragmentado tanto a lo largo de dos siglos de tradición oral que su base
textual completa es prácticamente invisible en las interpretaciones actuales,
los poetas que componen nuevos textos para estos palos tienden a centrarse en
crear una base textual que facilite la interpretación a nivel musical en lugar
de conservar el marco formal de los textos romancísticos más largos.
En general, el cantaor granadino El Piki,
muerto en 1980 bajo circunstancias no aclaradas –aunque varios indicios apuntan
hacia un asesinato políticamente motivado– es conocido hoy en día ante todo por
sus colaboraciones con el poeta Heredia Maya al cantar sus letras, en
particular por su participación en el proyecto Camelamos Naquerar, espectáculo flamenco reivindicativo
de Mario Maya estrenado en 1976 (Eder-Jordan, 2015: 64). Un año después, los
dos producen el álbum temático Homenaje a
Blas Infante dedicado al político malagueño y “reconocido Padre de la
Patria Andaluza” (Cataño, 2021: 7), reputado, además de por su andalucismo,
tanto por ensayista aficionado al flamenco (Ríos, 2016: 56) como por autor del escrito Orígenes
de lo flamenco y secreto del cante jondo. Infante, autor de la trascendental obra El ideal andaluz en que se basa gran parte del regionalismo
andaluz, fue asesinado por representantes del falangismo en agosto de 1936 en
Coria del Río debido a sus convicciones políticas, lo que convierte este
homenaje en un proyecto marcado por su profundo compromiso.
Considerando las innovaciones realizadas por Heredia Maya
y su afinidad a letras realmente narrativas, la base de las “Tonás de la verde y blanca” del mencionado álbum
conceptual de El Piki es también un
texto que, aunque coherente, tiene las mismas estructuras formales que las tonás de El Cabrero. Se trata también de
unas letras conmemorativas, expresando cómo el asesinato y posterior
renacimiento metafórico de Blas Infante ha creado un tipo especial de
resistencia autonomista en el pueblo andaluz. Se dirige directamente al
personaje retratado, vinculado a los aspectos vitales de la naturaleza: “si
sembraron tu muerte/ de silencios y de orillas,/ de tu muerte nacerá/ un pueblo
de rabia con vida” (Heredia Maya, 2013: 270). Sigue la misma línea de argumentación
que posteriormente retomaría El Cabrero, al afirmar que, pese al silenciamiento
pretendido, “no podrán quebrar la razón que nos asiste” (Heredia Maya, 2013:
270). Existe esta esperanza de que su misión se reanude a pesar de que
presuntamente “mataron hace siglos” (Heredia Maya, 2013: 270) al personaje, que
así queda mitificado en la memoria cultural. En general, la memoria cultural,
fundacional para la identidad colectiva de un grupo, suele traspasar el pasado
de cien años, por lo que este verso ubica a Infante en los tiempos de la
fundación de la identidad andaluza. No obstante, al relacionar directamente el
asesinato del fundador mitificado con unas pretensiones metafóricas, por parte
de sus rivales, de aniquilar, mediante el mismo silenciamiento, a las voces de
los miembros del colectivo que sigue luchando por sus ideales en la actualidad,
también destaca su relevancia para la memoria comunicativa: “Nos matan a cada
instante” (Heredia Maya, 2013: 270). De todas formas, al unir Infante al
colectivo heterogéneo formado por “gañanes, campesinos, estudiantes y
albañiles” (Heredia
Maya, 2013: 270), consigue superar este simbólico deceso y transformar la
memoria colectiva.
Vuelven a encontrarse las alusiones a los elementos propios
de la naturaleza frecuentemente empleados en la poesía flamenca, cuya vitalidad
manifiesta las perspectivas optimistas de futuro en la mencionada creencia en
la supervivencia y en la liberación de la opresión, visualizadas en el color de
la esperanza: “Por el olivar, que verde,/ blanco y más verde,/ banderas de
libertad” (Heredia Maya, 2013: 270). En síntesis, con múltiples referencias a
los motivos característicos de la lírica tradicional del cante, vinculada a
Andalucía, el texto cuenta cómo el héroe mitificado resucita en la memoria y su
lucha se reanuda en el presente. Debido al fragmentarismo y la lirificación de
las letras del cante, muchos textos nuevos para los cantes a palo seco, excepto el compuesto por Moreno Galván,
difícilmente pueden considerarse auténticos romances a nivel métrico (Homann,
2021: 436). Tampoco se cantan las tonás de
manera corrida por El Cabrero y El Piki, aunque sigan desarrollando una
estructura al menos en parte narrativa. Sin duda, cumplen la función esencial
de mitificar y homenajear a los perseguidos y silenciados.
Además de los cantes
a palo seco, existe la otra modalidad, más festiva, de entonar romances. En
algunas categorizaciones de los palos flamencos, esta forma de cante incluso
lleva el nombre del género literario, cuando estos romances se cantan de forma
corrida y según la música de las soleares antiguas bailables. Aún en la actualidad, la
mayoría de las letras de este palo, incluso las grabadas en los discos, son
retomadas de la tradición oral y no dejan lugar a dudas de su extraordinaria
intertextualidad con la que se homenajea ante todo a la vertiente tradicional
gitana y los cantaores mitificados, conocidos por su sobresaliente
interpretación y transmisión de la memoria colectiva de la etnia.
Sin embargo, existe también
un romance de nueva creación, compuesto por el gitano José Heredia Maya y
entonado con la misma música que las versiones calés tradicionales provenientes
de las fiestas nupciales. En toda su obra, el artista
se ocupa extraordinariamente de la representación del pueblo gitano y de su
identidad (Heredia Aguilar, 2023), combinando estos temas con otros asuntos
sociopolíticos. Refiriéndose al poemario Penar
ocono, Jiménez Belmonte afirma que este activista intelectual utiliza
especialmente “la poesía social de los años sesenta [como] un vehículo ideal”
(2022: 389) en la divulgación de sus ideas políticas para dar voz a la
comunidad romaní, traumatizada por un persistente antigitanismo
institucionalizado. El proceso de duelo
colectivo emprendido en su momento por los poemas logró “una repercusión política
y social real” (2022: 397), incluso en la imagen de la alteridad de los sujetos
subalternos. En este romance, a través del recuerdo del ejemplo de una figura
individual, da voz a otro colectivo subalterno en España, los oprimidos y
silenciados por el falangismo, con semejante urgencia política en la época de la Transición.
Acompañado por la guitarra
de Diego Carrasco, El Piki canta el “Romance de la primavera”, séptimo corte
del álbum conceptual e innegablemente narrativo a nivel textual, de forma
corrida. Métricamente, el texto consta de veinte versos octosilábicos con la
típica asonancia romancística en los versos pares, de los que los 16 primeros,
divididos en cuatro cuartetas, tienen de hecho la misma rima en -ó-, afirmando su coherencia, así como una
fórmula de despedida a modo de resumen en tres versos de arte menor. Así, a
nivel formal, coincide exactamente con el romance compuesto por Moreno Galván.
Aunque el autor de las letras esté nombrado en la carátula del disco y estas se
publiquen en su libro de obras poéticas, también este romance da la impresión
de provenir de la oralidad y no de la pluma de un poeta. Esto se debe a la
abundancia de fórmulas intertextuales, retomadas tanto de las letras del cante
flamenco como del propio romancero, género literario que debe su emergencia en
la Edad Media a varias funciones: además de la divulgación de noticias,
sobresalía su función propagandística. Los nobles pretendían difundir una
imagen positiva de sí mismos y ser retratados como héroes para inmortalizar su
memoria en la cultura del reino, lo que a su vez es una función original de
toda poesía: perpetuar la fama (Assmann, 2018: 39). La
forma del romance narrativo es, por tanto, perfecta para recordar el asesinado
héroe del texto, Blas Infante, y mitificar su nombre con múltiples
referencias intertextuales en la memoria cultural.
Ya la primera cuarteta
evidencia la inscripción en la tradición romancística popular: “Venía al alba
de caza/ con su escopeta de sol/ hiriendo a la noche oscura/ cuando nos vimos
los dos” (Heredia Maya, 2013: 273). Las imágenes simples y directas con destacada
simbología en el imaginario popular son muy características para el romancero
viejo, germen de gran parte de la poesía popular española: el alba es
omnipresente en los inicios de una multitud de romances y lleva consigo un
brillo o una luz especial, que se puede traducir con la esperanza de buenos
sucesos y la aparición de los grandes héroes. Este primer verso recuerda, entre
una multitud de ejemplos, tanto a la introducción del “Romance del conde
Olinos”, que dice “Madrugaba el conde Lino, mañanita de San Juan” (Díaz, 1991:
277) como a la del “Romance de la infantina”, que inicia con que “A cazar va el
caballero, a cazar como solía” (Díaz, 1991: 260). Ambos romances tradicionales
se retoman frecuentemente en el flamenco gracias a su aptitud en el contexto
nupcial de interpretación. También existe una inseparable conexión del alba con
los corridos gitanos, que suelen entonarse en la madrugada del último día de la
boda, de lo que deriva el nombre de los cantes de alboreá. Mientras que, en el romancero tradicional la imagen del
caballero en la caza suele aludir a la conquista amorosa por parte del
protagonista, temática también omnipresente en los romances flamencos, en el
texto cantado por El Piki el protagonista heroico y mitificado derriba
metafóricamente la oscuridad de la noche y su aparición puede ser trasladada a
un nivel político. Aquí puede establecerse una relación directa con la
“primavera” del título, metáfora universal y atemporal, que –con su implícito
florecer de la naturaleza– sugiere un nuevo comienzo en el ciclo natural de
luchas, aludiendo además a que la muerte de Franco inició una nueva época en la
que se pueden retomar las ideas silenciadas por el sistema franquista.
Los cuatro versos
siguientes traducen el tema universal del señor injusto como antagonista de la
trama al contexto contemporáneo de Blas Infante, ocupado toda su vida en el
problema del reparto de la tierra en Andalucía (Cataño,
2021: 24). La mención de tres hombres anónimos sirve para que refuercen
como testigos la veracidad del relato: “La mañana se adentraba./ Nos
encontramos los dos/ con tres hombres que venían/ de servir a un mal señor”
(Heredia Maya, 2013: 273). Y ya, saltándose un relato que los receptores deben
imaginarse, se oye “por las ciudades del sur” el grito de combate, núcleo de la
historia en la que el protagonista aparece con su nombre, prácticamente
resucitando, y su presencia inspira a luchar por la libertad de la región,
incluso en épocas posteriores, gracias al renacimiento de sus ideas en los 70:
“Viva Andalucía libre/ e Infante su defensor” (Heredia Maya, 2013: 273). La
referencia al rápido paso del tiempo en el verso siguiente da un sentido de
unidad a los movimientos de resistencia en diferentes momentos históricos,
subrayando la continuidad de la lucha y la invulnerabilidad del pueblo unido,
lo que también es característico de la canción protesta de los años 60 y 70, en
su apogeo mundial, al resaltar el momento “cuando ya éramos legión./ Cuando un
pueblo se levanta/ no lo vence ni el león” (Heredia Maya, 2013: 273). En el contexto español, el
león es fácilmente reconocible como fuerza omnipresente desde el Cid con su
variedad de romances derivados del cantar épico (Díaz, 1991: 134-141); así, la
referencia otorga al héroe mitificado poderes sobrehumanos.
Ya hemos visto en el texto
compuesto por Moreno Galván que, en el cante flamenco, la penúltima cuarteta de
un romance nuevo suele tener otra rima, como es el caso de la copla asonantada
aquí en -é- que resume el mensaje del
“Romance de la primavera” como conclusión, que consiste en un llamamiento a
mantener viva la resistencia y a difundir las ideas políticas cantando por toda
Andalucía: “Desde Almería cantando/ hasta para los
de Moguer” (Heredia Maya, 2013: 273). La mención de las provincias
de Almería y Huelva, al representar dos extremos geográficos de Andalucía,
sugiere, por un lado, que la reivindicación del andalucismo entonada en clave
flamenca tiene un alcance amplio y puede resonar en las todas las regiones del
origen de la cultura flamenca. La región
y el flamenco musical están indisolublemente unidas: sin considerar la
“realidad histórica, social, económica y cultural” andaluza, el cante se
convertiría en un “hecho cultural inexplicable” (Ríos, 2016: 53). Por otro
lado, no hay duda de que Moguer también hace referencia
a Juan Ramón Jiménez, quien ha compuesto varias coplas flamencas, y cuyos
poemas están entonados en clave flamenca, entre otros, por Rocío Márquez. Así,
se homenajea a varios personajes representativos tanto del andalucismo como del
cante, tal y como los refleja Infante. La siguiente imagen de que “el campo
tiene el romero/ con ganas de florecer”
(Heredia Maya, 2013: 273), siendo el romero
un elemento omnipresente en las coplas flamencas tradicionales, conecta de
nuevo la primavera con el despertar de las ideas políticas, arraigadas en la
tierra andaluza, con el cante de las letras, repletas de alusiones
intertextuales, para introducir el remate del romance. La expresión final “Que
lo digo yo/ como si lo manda/ el gobernador” (Heredia Maya, 2013: 273) se basa
también en una conocida fórmula del cante que suele ligarse a los romances
flamencos: como explícita referencia intertextual, remite al remate tradicional
con que, por ejemplo, el cantaor gitano consagrado José de los Reyes Santos El
Negro del Puerto solía concluir sus célebres versiones del “Romance de Bernardo
del Carpio” y que usó también Antonio Mairena al resumir “que lo mando yo/ como
si lo mandara/ el gobernador” (Gelardo y Belade, 1985: 62). Esta alusión
incluso al mítico Bernardo medieval, famoso en el flamenco por el cante de sus
hazañas en diversos romances y venerado en la cultura gitana por haberse
rebelado contra su propio tío, el rey, para liberar a su padre, crea también
una dimensión mítica más para Blas Infante en su veneración como figura
fundacional del andalucismo y liberador
rebelde. Así, el texto de Heredia Maya
subraya la autoridad de la voz que transmite estas palabras, no solo a nivel de
un dirigente político, sino como si procedieran de un experto en los rituales
de la tradición oral flamenca, para reforzar la función de homenaje –en doble
sentido– del romance.
En definitiva, el “Romance de la primavera” cumple como nuevo texto
coherente también a nivel textual con las características del género literario
y realmente narra con su tono comprometido sobre un héroe político, Blas
Infante, a semejanza de las baladas medievales con múltiples fórmulas
intertextuales incrustadas de los romances antiguos, que asimismo se entonan en
clave flamenca en las bodas gitanas. Al mismo tiempo, el alto grado de
intertextualidad con los textos tradicionales, unido a los aspectos musicales,
propicia una mejor acogida del texto en el mundo flamenco, al continuar la
tradición, con lo que también se consigue un mayor efecto en cuanto a la
mitificación del protagonista, conmemorado como héroe en
la memoria cultural de Andalucía y toda España.
Los cantes flamencos, indisolublemente ligados a una
propia memoria cultural, se ponen en escena con letras, habitualmente
tradicionales, que están casi siempre vinculadas a actos de homenaje, lo que a
su vez repercute en las nuevas letras que rinden tributo a las antiguas. Al ser
el romancero una fuente excepcional de las letras tradicionales, varios romances compuestos
por poetas como nuevos soportes literarios del cante sirven para homenajear a
quienes fueron asesinados a manos de falangistas. Como el mundo del flamenco
está tan orientado hacia los aspectos rituales y la transmisión de mitos, esto
conduce a la heroificación de los personajes y los convierte en míticos
luchadores antifranquistas. Así, el cante sigue cumpliendo hoy una importante
función en la conmemoración de la lucha contra la dictadura. El primero en
escribir un romance nuevo para entonarlo por martinetes y tonás fue
Moreno Galván: gracias a su protagonista Juan García, representando al
colectivo del pueblo que no se sometió a la dictadura, incluso los personajes
cotidianos adquieren un estatus heroico y mítico en la memoria cultural, tanto
del flamenco como de España. Sin embargo, el héroe ficticio también comparte
apellido con Lorca, en alusión a uno de los intelectuales más honrados y
conmemorados en el flamenco por su actividad cultural y su arte, pero también
por su muerte a manos de los sublevados. Debido a la censura y las
prohibiciones de representar sus obras durante la dictadura se ha convertido el
legado de Lorca, como una voz silenciada por el franquismo, en un símbolo de
resistencia antifranquista. Un proceso semejante ocurrió con el ensayista y
político andalucista Blas Infante, honrado por el cante de El Piki.
Los romances analizados
transmiten la heroificación de estas figuras a través de un estilo textual
específico. Por un lado, siguen en la medida de lo posible los patrones de la
lírica flamenca tradicional, sin autoría conocida, que se adapta a los requerimientos
musicales del cante, disfrazando estas letras con una máscara popular. En otras
palabras, la influencia de los patrones musicales, la memoria y la tradición
del cante es más que considerable en la composición de todas las letras
flamencas, incluidas las que tratan aspectos políticos: las letras
tradicionales, que suelen consistir en breves coplas líricas, proporcionan un
marco ideal para transmitir emociones intensas, ventajosas en la mitificación
de los personajes. Por otro lado, los nuevos textos a cantar están compuestos
tendencialmente en forma de auténticos romances, es decir, a nivel literario
sobresale la narratividad que contienen, contradiciendo el estereotipo de que
solo se cantasen letras de cuatro versos aisladas y sin coherencia temática en
el cante. Esto resulta especialmente relevante para la producción de letras por
el poeta gitano granadino Heredia Maya, quien
sigue, en cuanto a forma y estilo, la línea tradicional, por lo que destaca
también la medida alta de intertextualidad en sus composiciones.
Así, Moreno Galván formula
una primera retórica concreta de resistencia basada en la tradición flamenca,
que tanto Heredia Maya como otros poetas y cantaores contemporáneos siguen tras
la muerte de Franco para actualizar esta tradición sin romper con su canon,
pero vinculando el cante con narraciones y reivindicaciones políticas antes
impensables, mitificando ahora a los intelectuales asesinados por falangistas.
Heredia Maya traslada la transmisión del mensaje político al molde romancístico
de los corridos, ampliando así sus
funciones comunicativas más allá de las bodas, de lo ceremonioso a lo
comprometido. Particularmente el “Romance de la primavera”, cantado por El Piki
de manera corrida con la música característica del palo flamenco acompañado por
guitarra, refleja el extraordinario grado en que la memoria del cante influye
en la producción de nuevas letras, dando la impresión de proceder de la misma
tradición oral flamenca gracias a la multitud de fórmulas intertextuales
incrustadas.
Con
respecto a la memoria cultural, puede concluirse que esto facilita la acogida de las ideas transmitidas por la
comunidad receptora, ya que se pueden identificar con estas como parte de un
colectivo amplio, en vez de un solo autor individual. Surge una relación
dialéctica entre las referencias intertextuales, que, en su relación con la
tradición y la memoria flamenca, rinden homenaje a los cantaores anteriores, y
la narratividad de las letras y el compromiso político andalucista con una
marcada resistencia frente al franquismo, conmemorando a una figura emblemática
como Blas Infante.
Hasta hoy, Heredia Maya se ha convertido en uno de los
poetas más reconocidos de la cultura flamenca, lo que se debe, entre otras
razones, a esta forma específica de componer nuevas letras y contribuir con
estas a homenajear tanto a la tradición gitana como a la resistencia
antifranquista.[6]
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Esta obra está
bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0.
[1] Este artículo es un resultado de PoeMAS, “MÁS
POEsía para MÁS gente. La poesía en la música popular contemporánea”, proyecto
de investigación con financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación
(PID2021-125022NB-I00), coordinado en la UNED por Clara I. Martínez Cantón y
Guillermo Laín Corona, entre septiembre de 2022 y agosto de 2025.
[2] Para este
evento, las letras, cantadas por el mismo cantaor, El Piki, fueron escritas por
Juan de Loxa.
[3] El episodio
95 de la serie televisiva Rito y
Geografía del Cante, titulado “García Lorca y el flamenco” y emitido
en 1973, manifiesta la conexión profunda entre el artista y el cante. El reconocimiento de sus romances como tesoro de la
memoria cultural flamenca se inicia con los proyectos de Manzanita y Camarón en
los tardíos años 70.
[4] Esta performance
en vivo se recupera gracias a un video disponible en YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=-fEtXGuTDuA (26/4/2024).
[5] Además de
Lorca, Miguel Hernández constituye la figura más
homenajeada, siendo Enrique Morente el pionero en cantar romances del poeta
de Orihuela.
[6] Las variadas
formas de conmemorar a figuras paradigmáticas del antifranquismo como Blas
Infante son retomadas en el siglo XXI por el cantaor granadino Juan Pinilla,
quien entona en el álbum Canta a Blas
Infante, como séptimo tema, el romance “La tumba del forastero” con un
texto nuevo de Juan José Téllez, lo que ofrece perspectivas para futuras
investigaciones.