Introducción
Introduction
Reescrituras
y reciclajes feministas en la literatura y las artes contemporáneas
Feminist Rewritings and
Recyclings in Contemporary Literature and Artes
Isabel González Gil
Universidad
Complutense de Madrid
Julia Ori
Universidad
Complutense de Madrid
https://orcid.org/0000-0002-4349-0957
https://orcid.org/0000-0001-6588-9179
Recibido: 29/04/2024
Aceptado: 06/05/2024
10.30827/impossibilia.272024.30687
L’écrivain est comme
un danseur qui cherche à répéter avec son propre corps un texte pré-écrit, sans
que s’abolisse dans cette interprétation sa propre parole. (Hélène Maurel-Indart, 1999: 3)
La fortuna de las reescrituras en la literatura contemporánea muestra su
carácter proteico y multiforme. La nuestra es, al igual que el borgiano siglo
XX que describiera Michel Lafon (1990), todavía una época que reescribe y se reescribe. Más
allá de la ambigüedad y la polisemia que caracteriza el término, puede
convenirse que designa un tipo de prácticas de escritura en segundo grado. En español conoce dos principales acepciones: la de
“volver a escribir lo ya escrito introduciendo cambios”, y “volver a escribir
sobre algo dándole una nueva interpretación” (RAE). En una distinción similar, Anne-Claire
Gignoux (2006) ha diferenciado entre dos modalidades principales de
reescritura: la de un/a autor/a sobre un manuscrito propio anterior (de lo que
se ocupa la crítica genética) y la puramente intertextual, sobre un texto de
otro/a: es el ámbito que este monográfico aborda.
Para Gignoux, “La récriture, plus que par
la référence, se définit par la répétition, puisqu’elle reprend, d’un autre
texte [...] la lettre ou l’idée” (2005: 109). Reescribir implica siempre la
acción de un retorno, vuelta a, re-telling
/ rewriting; pero también una apertura hacia el futuro. Este doble
movimiento inscrito en la morfología misma de la palabra (“whereas
the word ‘to write’, meaning to form (letters, symbols, words) on a surface,
implies a movement forward, advancing in time and space, the prefix ‘re’,
meaning ‘again’ or ‘back’, on the contrary implies a movement backwards, of
returning, of looking back, and of repetition” [Plate, 2011: 45]) supone una necesaria relación (o tensión) entre lo antiguo
y lo nuevo, lo que se conserva y lo que cambia, así como la inserción del
material previo en un nuevo tiempo y un nuevo contexto.
Los años setenta del siglo XX,
marcados por la segunda ola del feminismo, supusieron la necesidad de reivindicar una nueva mirada sobre el
patrimonio literario y artístico, considerado patriarcal por las feministas.
Sin embargo, como recordaban autoras como
Hélène Cixous, Adrienne Rich o Mary Daly, la reescritura debe empezar por el
lenguaje mismo, que no solo refleja el sexismo
operante en la sociedad, sino que lo constituye. Ir contra la razón, escribir
“con el cuerpo”, “robar” la lengua y hacerla robar/volar[1] era la
propuesta de Cixous (1975 [2010]). Mary Daly, por su
lado, de una manera más concreta, creaba un diccionario con un vocabulario
alternativo (Websters’ First New
Intergalactic Wickedary of English Language, 1987), para “[free] words from
the cages and prisons of patriarchal pattern” (3). Finalmente, muchas autoras emprendieron la tarea de resignificar
las metáforas literarias tradicionales:
[…]
contemporary women poets employ traditional images for the female body –flower,
water, earth– retaining the gender identification of these images but
transforming their attributes so that flower means force instead of frailty,
water means safety instead of death, and earth means creative imagination
instead of passive generativeness (Ostriker, 1982: 71).
Los orígenes
de la reescritura como práctica se confunden en la cultura occidental con los
de la propia literatura, pues tanto la tradición culta como el folklore popular
se han alimentado de una continua reformulación de temas, motivos y formas, y al respecto se elaboran conceptos como
la imitatio[2]
y la aemulatio en las poéticas y
retóricas clásicas o el rescribere medieval (Forrai, 2018: 26; Frederick, 2015: 44). Precisamente, una de las manifestaciones
más frecuentes de la reescritura feminista es la revisión de los mitos y de los
cuentos.
Para Donna Haraway, reescribir los mitos
de origen es una herramienta
valiosa que permite romper no solo con el dualismo hombre/mujer, sino también con la
hegemonía de la cultura occidental: “The tools are often stories, retold
stories, versions that reverse and displace the hierarchical dualisms of
naturalized identities. In retelling origin stories, cyborg authors
subvert the central myths of origin of Western culture” (1983
[2016]: 55). Como afirma Aurora Luque (2020: 87), los mitos son a menudo
un “territorio hostil” a las protagonistas femeninas, entre “raptos,
violaciones, encierros, casamientos forzados o por sorteo”, entre otras
violencias, pero también por las figuras femeninas negativas que pueblan las
mitologías –las Pandoras, las Medusas o las Evas–. Por consiguiente, su reescritura desde un punto de vista
feminista, con cambio de roles actanciales, de sujetos del discurso (dando voz
a figuras míticas desprovistas de palabra), o alteraciones y supresiones
estructurales de mitemas, permite reexaminar los discursos subyacentes a los
mitos heredados, como puede observarse en obras paradigmáticas de las
reescrituras feministas como Kassandra
(1983) y Medea (1996), de Crista
Wolf, o la Penelopiad (2005) de
Margaret Atwood, que el artículo de Maya del Puig aborda en este monográfico.
Además,
las revisiones de mitos también pueden dar lugar a la creación de nuevas
mitologías, por ejemplo en obras de ciencia ficción que, según Joanna Russ, son
particularmente aptas para reimaginar las relaciones de género: “Perhaps one
place to look for myths that escape from the equation Culture = Male is in
those genres that already employ plots not limited to one sex – i.e., myths
that have nothing to do with our accepted gender roles” (1995: 90). Conforme a
esta idea, no solo la propia Joanna Russ, sino
muchas otras escritoras, exploraron diversas maneras de reescribir nuestra
sociedad determinada por los roles de género tradicionales, a partir de la
década de los 70, como Le Guin (y su célebre The Left Hand of Darkness, 1969) u Octavia Butler en la trilogía Xenogenesis, o Lilith's Brood (1987-1989)
y en su serie inconclusa Parable, o Earthseed (1993).
En lo que
concierne al folklore, la reescritura de los cuentos populares para un público
infantil con un fin claramente pedagógico, como por ejemplo el proyecto “Érase
dos veces” de la editorial La Caléndula, tiene como objetivo crear “un nuevo
imaginario de referencia lejos de mandatos de género y roles sexistas”[3].
Pero en las reescrituras destinadas a un público adulto, de las que el artículo
de Silviano Carrasco publicado en este número monográfico da algunos ejemplos, también existe la intención de empoderar a los
personajes femeninos y, por ende, a las mujeres. En este tipo de
reelaboraciones autoras de referencia continúan siendo sin duda Anne Sexton y
su reescritura de los cuentos de los hermanos Grimm (Transformations, 1971) Angela Carter (y su reescritura de los
cuentos de Perrault en The Bloody Chamber
and Other Stories, 1979, entre otras) o Suniti Namjoshi y sus Feminist Fables (1981). También
Pierrette Fleutiaux, Métamorphoses de la
reine, que ganó el Goncourt de la nouvelle en 1985.
Son múltiples las maneras (y actitudes)
en las que un texto se relaciona con uno precedente: versión, parodia, contrafactum, pastiche, adaptación,
traducción, emulación o incluso plagio. En la modernidad el concepto
cobra forma en los años 80 (Gignoux, 2006), como
desarrollo de las teorías de la intertextualidad. “Tout texte –dirá Kristeva en Sèméiotikè,
partiendo del dialogismo bajtiniano– se construit comme mosaïque de
citations, tout texte est absorption et transformation d’un autre texte (1969 [1978]: 85). Pero si toda reescritura es una
práctica intertextual, no todo intertexto supone una reescritura. No basta la
mera cita o alusión, sino que se implica una práctica subversiva –de
apropiación, alteración y resignificación de un material dado–. Dentro de la
clasificación de transtextualidad propuesta por Genette en Palimpsestes: la littérature au second degré, las reescrituras
entrarían dentro de la categoría de la hipertextualidad, es decir, “toute relation unissant un texte B
(que j’appellerai hypertexte) à un texte antérieur A (que j’appellerai, bien
sûr, hypotexte) sur lequel il se greffe d’une manière qui n’est pas celle du
commentaire” (1982: 11-12).
En un sentido restringido del término,
las reescrituras, como propone George Molinié (1993), establecen necesariamente
una correlación entre dos textos, o estilos, e implican la existencia de
variantes e invariantes. Considera Gignoux (2006: párr. 18) que para que exista
reescritura ha de haber un conjunto de “marques matérielles, tangibles
et probantes” (que denomina “récritures”). La extensión de la reescritura puede
ir desde lo microestructural hasta lo macroestructural. Por ejemplo, la apropiación de recursos estilísticos
que lleva a cabo Angélica Liddell del poema de Shakespeare para subvertirlos se
centra en las microestructuras, mientras que la supresión, alteración o adición
de motivos operaría en la macroestructura textual.
Pero más allá de esta definición
puramente textual de reescritura, ha sido
reivindicado también un sentido más amplio o general de esta como revisión
cultural, por ejemplo en el marco de los estudios (feministas) de traducción de “translation
as rewriting” (Castro, 2009; Bassnett y Lefevere,
1990), que ponen su atención en los procesos de transformación, más que en la
obra, y en los que incluirían, como prácticas de reescritura, además de la
traducción, la crítica literaria, la antologización o la historiografía, entre
otras. “Lefevere draws our
attention to people and/or institutions in positions of power (for instance,
universities or publishers), by analysing how professionals rewrite texts in
various ways to serve various ends” (Forrai, 2018: 30). Es el
“objeto estético”, y no la “obra-cosa”, utilizando la distinción de Mukařovský (1934 [2000]: 89), sobre lo que se realiza la operación de re-significación
y re-valoración, alterando los significados de un texto y/o su posición dentro de
los cánones literarios. Por ejemplo, en la relectura de Elvira Lindo de Tristana, que no crea una nueva obra de ficción a partir del texto
de Galdós (como sucede en el caso de Liddell con el poema de Shakespeare), sino
que reconfigura el significado de la obra, lo relata de nuevo, proporcionando
una interpretación feminista del personaje como desestabilizador del discurso
patriarcal.
No se
debe dejar fuera la dimensión de la recepción. Para Lise Gauvin, el fenómeno de
reescritura sería un efecto de lectura que
requeriría la complicidad del receptor/a en la lectura subversiva, “un effet de
lecture lié à la reconnaissance du modèle d’une part, et, d’autre part, à la
complicité créée par la double conscience, celle de l’auteur et du lecteur, de
son détournement (2004: 12). Por esta razón
consideran algunos teóricos como Anne-Claire Gignoux (2005: 122) que toda
escritura es por definición lúdica, “dans la mesure où la récriture, faisant
appel à la culture du lecteur, constitue un clin d’œil complice à ce dernier”.
La noción de “reciclaje cultural” surge
en los años 90 como una noción paradigmática y sintomática del contexto de la
postmodernidad. “The more nuanced term ‘cultural recycling’ appears to have become
something of a switch-point in scholarly discourse, purporting to tell us
something new about everything from postmodern pastiche culture” (Kendall y
Koster, 2007). Por reciclaje cultural se entiende, en un
sentido literal, el trabajo artístico con ‘objetos encontrados’, los ready-made, y, en un sentido metafórico,
todo tipo de transformación de ‘objetos’ culturales en una nueva obra: “des
matériaux de provenances diverses –souvent identifiables, parfois retravaillés
jusqu’à la méconnaissance– entrent dans une œuvre complexe comme des matériaux
constitutifs de l’acte artistique, déterminant l’esthétique des œuvres ou des
installations qui en résultent” (Klucinskas y Moser 2004: 21). Este término da
cuenta –como observan Klucinskas y Moser (2004: 14)– del nacimiento de un nuevo
paradigma en el siglo XX –el de la copia y del plagio frente al de la
autenticidad y de la originalidad– en el que podemos situar las
experimentaciones (neo)vanguardistas y abarca un gran número de prácticas que
no necesariamente implican la reescritura de un relato.
Como desarrolla en su artículo Miriam
Llamas, en la era postdigital (en la que tiene lugar una permanente
transformación del saber por la digitalización y la datificación) este término
designa prácticas de modificación, subversión y remodelación/de contenidos y
formas, radicalmente afectadas por el entorno de hiperconectividad y de
retroalimentación. En este contexto postdigital, apunta Llamas, “el
ciberfeminismo se plantea como una posibilidad de atravesar lo medial (global)
desde lo local, lo íntimo y la cotidianidad” (27). Los procesos de reciclaje que se
llevan a cabo en las redes sociales son la ocasión de reapropiaciones del
repertorio cultural desde nuevas ópticas y posiciones, de inversiones y cambios
de esquemas que rompen con los heredados, así como de su expansión narrativa en
la cultura popular, como en comunidades de fan
fiction o en productos musicales, que proporcionan nuevos relatos y formas
de leerlos.
No hay una única metodología en el estudio
de reescrituras y reciclajes literarios feministas, sino que permiten y
requieren abordajes diversos, así como interdisciplinares, en función de sus
objetos y medios: principalmente, la crítica literaria feminista, la
tematología y la mitocrítica, así como la intertextualidad e intermedialidad, o
desde una perspectiva más amplia los estudios de traducción y adaptación. La crítica literaria
feminista tiene mucho que aportar a metodologías como la tematología o la
intertextualidad, en su cuestionamiento de la neutralidad de los elementos
formales, poniendo de manifiesto los aspectos ideológicos que subyacen a
elecciones aparentemente neutras como dar voz o no a un personaje, emplear un
estereotipo o alterar un final.
Las intersecciones con otros ámbitos y
disciplinas son también habituales y necesarias (por ejemplo, con el ecofeminismo, los estudios queer,
los estudios de literatura digital o el ciberfeminismo). De
la misma manera, en las adaptaciones a otros medios (transmodalizaciones,
Genette) desde los estudios de género nos podemos interesar tanto por lo que
Laura Mulvey llama “the male gaze” (1975) en relación con el cine, es decir, la
mirada sexista con la que en una gran parte de las películas se representan las
mujeres, como por su opuesto “female gaze”: la mirada feminista con la que se
reescribe un hipotexto literario u otros hipertextos anteriores con los que se
quiere romper (por ejemplo, la adaptación de Madame Bovary por Sophie Barthes
en 2014).
Entre las
múltiples formas de reescritura feminista el punto común es lo que llama
Adrienne Rich (1972) “acto de supervivencia”. El mero hecho de coger la pluma,
el bolígrafo o el teclado se convierte en una reescritura de la escritura que,
según Hélène Cixous ha estado siempre ligada a la razón, “homogène à la
tradition phallocentrique” (44). Hay que escribir y escribirse, sigue Cixous,
porque “c’est l’invention d’une écriture neuve,
insurgée qui, dans le moment venu de sa libération, lui permettra d’effectuer
les ruptures et les transformations indispensables dans son histoire” (45).
¿Pero podemos por ello considerar toda escritura de mujeres una reescritura
feminista? No –como, para Cixous–, la escritura femenina tampoco significa
literatura escrita por mujeres. Es un acto, una escritura insurgente o, dicho
de otro modo, una “agency” o capacidad de acción.
Este concepto de “agency” es central para el
feminismo (postestructuralista) que, partiendo de las teorías de Lacan y Foucault, definió
el sujeto como producido por y sometido a las prácticas sociales y a los
discursos. En este sentido, “agency”
“is never freedom from discursive constitution of self but the capacity to
recognise that constitution and to resist, subvert and change the discourses
themselves through which one is constituted” (Davies, 1991: 51). Judith
Butler pone el acento justamente en la capacidad de acción que reside en la
repetición y la variación (de prácticas y de discursos), que a través de los
desplazamientos inevitables en estas repeticiones cambian las prácticas y los
discursos.
The subject is not determined by the rules through which it is generated because
signification is not a founding act, but
rather a regulated process of repetition that both conceals itself and
enforces its rules precisely through the production of substantializing
effects. In a sense, all signification takes place within the orbit of the
compulsion to repeat; “agency”, then, is to be located within the possibility
of a variation on that repetition (Butler, 1990 [2007]: 198).
Podemos entonces definir la reescritura
feminista como una práctica subversiva donde la repetición con variación de un
discurso reconocible tiene como objetivo cambiar el orden patriarcal. En este
monográfico queríamos ofrecer algunos ejemplos de estas prácticas y dar muestra
de la riqueza y las posibilidades que ofrecen las reescrituras. A pesar de los
numerosos artículos y trabajos que tratan esta problemática, faltaba, a nuestro
modo de ver, un estudio al respecto que abarque, más que casos específicos, sobre
la propia práctica de las reescrituras feministas.
El monográfico se abre con dos artículos que abordan
cuestiones generales, teóricas y metodológicas sobre las reescrituras y los
reciclajes literarios:
Jorge Arroita, en su artículo “Deconstruir o reconstruir el canon.
Mecanismos intertextuales e hipertextuales en las reescrituras feministas”
examina las diferentes formas que pueden adoptar las reescrituras feministas
desde las teorías de la intertextualidad e hipertextualidad, proponiendo una
nueva tipología enmarcada en la noción de “diatextualidad”, que se centra en los procesos
de transformación que operan en las reescrituras, y la aplica a continuación sobre un corpus que
incluye textos de María Ángeles Pérez López y Andrea Sofía Crespo, y las
reescrituras de personajes como Dulcinea, de Nélida Piñón, Pilar Paz
Pasamar y Angelina Muñiz-Huberman, o las Caperucitas de Angela Carter y Luisa
Valenzuela.
Por su parte, Miriam Llamas Ubieto, en su
contribución “Reciclajes literarios feministas en la era postdigital” ahonda en
la problemática conceptual de los “reciclajes culturales” en el contexto de las
transformaciones de la “condición postdigital” contemporánea, y la capacidad de
los reciclajes feministas para subvertir elementos heredados. Analiza para ello
diversas propuestas artísticas y de literatura electrónica, con potencial para
propiciar miradas feministas tecnocríticas, como las de Jenifer Becker y su
entrevista sobre literatura con el chat GPT-J,
o poemas performativos como Autorretrato
– diálogo, de Gwyneth Nava, y Bio Data Matter, de Alex Saum-Pascual,
así como nuevas formas de agencia colectiva, como los proyectos de Art al
Quadrat, la iniciativa Musea M.A.M.I. o
los talleres de co-creación de María Mencía, entre otras interesantes
propuestas transmedia..
A estas dos
aportaciones les siguen en un recorrido cuyo hilo es diacrónico diferentes
estudios sobre reescrituras feministas a partir de los años 90 hasta obras
ultracontemporáneas como Terroristas
modernos de Cristina Morales (2017). Entre los hipotextos también hay voces de diversas épocas y contextos: desde
los pastiches del Antiguo Testamento escritos por Molnár, el personaje homérico
de Penélope o el motivo de la violación de Lucrecia, hasta el clásico de la
literatura española, Benito Pérez Galdós.
El artículo titulado
“Reescritura, autobiografía y agencia en Quant
à je (kantaje) de Katalin Molnár” de Julia Ori se centra en una autora de origen húngaro y de expresión
francesa muy poco conocida. Hasta ahora la crítica se ha interesado en su obra
esencialmente por los procesos de hibridación presentes en ella (las
interferencias entre francés y húngaro, la práctica del collage o la transgresión
de los géneros literarios). En cambio, en esta contribución se propone estudiar
las prácticas de reescritura feminista en el libro quizás más conocido de la
autora: Quant à je (kantaje) de 1996.
Los análisis de las parodias y los pastiches de las grandes obras de la
literatura universal (El Antiguo
Testamento, Pantagruel, Onegin) muestran la existencia de una
agencia feminista en el sentido que le da Butler. Molnár se emancipa de los
modelos masculinos, tanto en su vida personal como en la literatura, a través
de sus textos que transgreden las convenciones literarias y las normas
lingüísticas.
La siguiente
contribución estudia la reescritura del mito homérico por Margaret Atwood en The Penelopiad (2005). Maya del Puig Zalbidea Paniagua en
“‘We had no voice’: Transport-Station of Trauma through Écriture feminine in Margaret Atwood’s The Penelopiad (2005)” propone acercarse a esta obra de la
escritora canadiense desde la crítica feminista marxista y la écriture féminine cixousiana. Según su
hipótesis, que justifica a lo largo del artículo mediante los análisis del
contenido y un estudio pormenorizado del estilo, la importancia dada al punto
de vista de las criadas de Penélope revela una perspectiva interseccional que
se manifiesta en la subjetividad y las reivindicaciones presentes en el
discurso de las criadas.
En “Victim, Seductress, or Executioner? The
Ambiguously Feminist Recycling of Little Red Riding Hood: From Charles Perrault
to Contemporary Pop Culture”, Silviano
Carrasco Yelmo propone
analizar diversos reciclajes culturales contemporáneos del cuento de Caperucita
Roja. Después
del repaso de la historia y sus posibles significados desde una perspectiva
feminista, se estudian los tres roles asociados a Caperucita -víctima,
seductora y verdugo- en diferentes manifestaciones artísticas. Estas comprenden
la novela gráfica titulada The Sandman
(Neil Gaiman, 1990), la película anime Jin-Roh
(Hiroyuki Okiura, 1999), la película de terror titulada Hard Candy (David Slade, 2005), la película animada Hoodwinked! (Cory Edwards, Todd Edwards
& Tony Leech, 2005), así como otra adaptación fílmica titulada Red Riding Hood (Catherine Hardwicke,
2011), para terminar con la canción pop “Monster” de Lady Gaga (2009). Aunque
estas transposiciones sean muy divergentes tanto en forma como en contenido,
todas empoderan a Caperucita que, como heroína de cuento, siempre parte por la
aventura.
El artículo titulado
“Paul Legault y su reescritura experimental de Emily Dickinson: exploraciones
sobre la paráfrasis en poesía” de Berta García Faet aborda el caso de la
“traducción”; si se puede llamar así la transposición del inglés al inglés de
la obra poética de Dickinson que propone el poeta canadiense-estadounidense
Paul Legault en The Emily Dickinson Reader: An English-to-English
Translation of the Complete Poems of Emily Dickinson (2012). Esta obra
actualiza y queeriza con un tono irónico la poesía consagrada de la
poeta estadounidense. Este hecho ya observado por la crítica se completa en
este artículo con el análisis del uso de la paráfrasis por Legault y sus
reflexiones sobre ella –que constituirían la apuesta principal de la obra–. La
traducción para este poeta es la transposición de una sublengua personal a
otra, del lenguaje poético a lo no poético, que no solo permite al público
penetrar en el universo dickinsoniano desde la mirada del autor contemporáneo,
sino también ofrece una lectura personal de estos poemas, que fueron para
Legault verdaderos “textos de goce”.
Ane Matres García, en su artículo “Reescritura feminista de la violación de
Lucrecia: de Shakespeare a Angélica Liddell” estudia desde la mitocrítica y la
crítica feminista esta figura romana de trágica historia, comparando la obra de
Angélica Liddell You Are My Destiny (lo
stupro di Lucrezia), de 2015, con el poema narrativo de Shakespeare (1594),
basado en Ovidio y en Tito Livio. Se examina como una reescritura subversiva
respecto de la interpretación patriarcal que revictimiza al personaje,
contraponiendo la perspectiva premoderna de la violación, basada en la noción
de propiedad, y la moderna, en la que la mujer es sujeto de derecho. Se
analizan para ello las variantes e invariantes de mitemas, concluyendo que en
la obra de Liddell estos se subvierten poniendo en el centro la noción de
agencia y criticando los discursos patriarcales sobre la virtud de las mujeres.
La aportación de Antonio Cazorla Castellón, titulada “Revisión feminista de un
clásico de la literatura española: Tristana
de Benito Pérez Galdós en la crítica literaria de Elvira Lindo”, se centra
en la relectura que lleva a cabo Elvira Lindo del clásico galdosiano en su
crítica periodística, y en la recopilación ensayística 30 maneras de quitarse el sombrero (2017), una serie de estudios de
corte biografista y centrados en la visibilización de las escritoras. Analiza
la representación del deseo y la sexualidad femenina en la obra y la propuesta
de Tristana como un personaje rupturista con respecto al modelo de “ángel del
hogar” imperante. Explora también las huellas biográficas en la vida de Galdós,
y si es posible considerarle un escritor feminista.
Finalmente, Diego Vidal Cámara en su “Terroristas modernos,
de Cristina Morales: una revisión histórico-literaria sobre el establecimiento
del estado liberal” no propone analizar la reescritura de un hipotexto
concreto, sino la del discurso histórico, más concretamente el que versa sobre
la construcción de los estados liberales y el género que lo vehicula: la novela
histórica. La propuesta de Morales se estudia desde las epistemologías
feministas (Rich, Haraway), que denuncian la ilusión del conocimiento “neutro”
postulado por las corrientes positivistas y busca una “objetividad feminista”
conscientemente situada en un contexto. En la novela analizada esta ruptura con
los discursos liberales que pretenden ser universales se manifiesta en la
puesta en duda de dicotomías como liberalismo/absolutismo o víctima/victimario
y las “alianzas insólitas” (Galindo) que se establecen entre personajes de
diferentes grupos sociales.
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[1] En francés las palabras
“robar” y “volar” son homónimas, como subraya la propia Cixous (1975 [2010]:
58): “Ce n’est pas un hasard: la femme tient de l’oiseau et du voleur comme le voleur
tient de la femme et de l’oiseau: illes passent, illes filent, illes jouissent
de brouiller l’ordre de l’espace, de le désorienter, de changer de place les
meubles, les choses, les valeurs, de faire des casses, de vider les structures,
de chambouler le propre”.
[2] No en vano, como ha señalado Alfonso
Martín, en el paradigma clásico y clasicista “la imitación de las obras de los
mejores autores, generalmente entendida con un afán de emulación o de
superación de los modelos imitados, constituyó la forma natural de composición
retórica y literaria” (2015: 59-60).