La salsa de Rubén Blades como expresión del modernismo martiano
Allen Juan Zegarra
Acevedo
Dickinson College
https://orcid.org/0009-0002-9066-4726
Recibido: 28/04/2024
Aceptado: 23/09/2024
https://doi.org/10.30827/impossibilia.282024.30683
Resumen
Una de las expresiones contemporáneas de latinidad en la esfera
cultural es la música salsa. Desde sus orígenes, allá por los años sesenta del
siglo pasado, esta mezcla de ritmos ha contado con un significativo número de
destacados representantes. Rubén Blades, cantautor nacido en Panamá, se ha
erigido en uno de sus máximos referentes gracias, en parte, al tratamiento de
temas de contenido social y político. Esta investigación plantea una analogía
entre el trabajo compositivo de Blades y el del escritor José Martí en el
ámbito social y político de Latinoamérica. Mediante un análisis de las
canciones de Blades y los escritos de Martí se establecen las coincidencias que
existen entre ambos en el ámbito ideológico, temático y creativo, al tiempo que
se relevan los nexos entre la salsa y la literatura.
Palabras clave: salsa, literatura, música, Rubén Blades, José
Martí, modernismo.
Abstract
One contemporary expression of the
cultural Latino identity is salsa music. Since its origins, back in the 1960s,
this mix of rhythms has had a good number of outstanding representatives. Rubén
Blades, singer and songwriter born in Panamá, has become one of its most
successful exponents, partly, thanks to the sociopolitical content of his
songs. This research proposes an analogy between Blades’s compositions and
Martí’s literary works in the social and political sphere of Latin America. The
coincidences that exist between Blades and Martí in terms of ideology, topics,
and creativity are established while highlighting the connections between salsa
and literature.
Keywords: Salsa, Literature, Music, Rubén
Blades, José Martí, Modernism.
Introducción
Desde sus orígenes (1960), la música salsa ha ido sumando adeptos
hasta convertirse en un elemento constitutivo de la manifestación cultural
latinoamericana (Tablante, 2014:15), especialmente en las
En El
ritmo y la palabra o para una poética de la música salsa Witton Becerra
ofrece un detallado estudio de los nexos entre la salsa y la poesía. El texto
releva la influencia que ha ejercido la décima espinela en la composición
salsera. Sin embargo, Becerra observa la falta de trabajos que aborden la salsa
desde un enfoque
La presente investigación tiene como objetivo
establecer las similitudes que existen en el trabajo compositivo de Rubén
Blades y el escritural de José Martí en el plano ideológico, temático y
creativo.
Salsa y literatura
Otro aspecto que, según Becerra, vincula la
literatura con la salsa es el uso
Al igual que la poesía, la salsa ha pasado por
diversos estadios desde sus inicios
Rubén Blades
Nacido
Aunque desde muy temprano en su carrera musical
Blades muestra interés y preocupación por temas sociales y políticos, la década
de los ochenta lo entroniza como el intelectual de la salsa por antonomasia.
César Rondón da fe de ello en El libro de
la salsa:
[…] en el caso de Blades, a diferencia de los otros compositores
populares, en especial los que se desarrollaron en y para la salsa, ese tema
social no fue visto de manera tangencial, como una simple referencia. Todo lo
contrario, en él las temáticas que afectaban la vida diaria de toda una
colectividad, fueron enfocadas con un criterio político muy específico, nada
fue fruto del azar o la simple casualidad (Rondón, 1980: 314).
Blades logra posicionarse como el intelectual de la salsa porque
pone en el centro de sus composiciones las cuestiones sociales y políticas que
afectan a los latinos que viven en sus países de origen y a aquellos de la
diáspora. La cotidianeidad de sus historias, sumada a la verosimilitud de los
personajes que las protagonizan, hace que los oyentes se identifiquen con las
letras de sus canciones. Tamara Shlykova Yanchina lo resume de esta manera:
La identidad y el hecho de pertenecer a un mismo grupo social son
dos elementos culturales que van de la mano; hacen que la unión dé paso a
emociones, conciencias y experiencias compartidas. Esa relación de carácter
fraternal es de la que se impregnan la gran mayoría de los textos que escribe
Blades, es un componente crucial en la configuración de su público ideal,
aliado en la adversidad para sentirse parte de algo más grande y transnacional.
(Shlykova, 2021: 27).
La identidad a la que se refiere Shlykova se potencia en las
canciones de Blades mediante un lenguaje que apela a la sencillez y que al
mismo tiempo se aleja de la simplicidad.
La ex-señorita no ha
decidido qué hacer / En su clase de Geografía, la maestra habla de Turquía /
Mientras que la susodicha / Solo piensa en su desdicha y en su dilema / ¡Ay,
qué problema!
En casa, el novio ensaya
qué va a decir / Seguro que va a morir cuando los padres se enteren / Y aunque
él, otra solución prefiere, no llega a esa decisión / Porque esperar es mejor,
a ver si la regla viene […] (Blades, 1984: 0:15).
De una forma muy sutil, Blades nos habla de una
mujer que se encuentra en aprietos porque existe la posibilidad que haya
quedado embarazada involuntariamente. Además, aprovecha la situación para jugar
con la ambigüedad del término “señorita” antecedido del prefijo -ex. Por otro
lado, muestra al novio irresoluto, contemplando los posibles escenarios que
tiene para resolver el asunto.
Rubén Blades, el José Martí de la salsa
Como se ha dicho antes, las composiciones de
Blades abarcan un amplio espectro temático. Asuntos referidos a los complejos
raciales —Ligia Elena—, conflictos
familiares —Amor y control—, la realidad social del pobre —Pablo Pueblo—, la criminalidad —Te están buscando— constituyen parte del
vasto repertorio compositivo del llamado
La aspiración de mejoramiento social, de influir en la sociedad a
través del arte, la conciencia de ser un escritor contemporáneo, la vocación
humanista, el interés explorador en géneros y formas, la búsqueda de una
literatura renovadora y de auténtica vinculación con su época y su contexto, la
intención de minar estructuras obsoletas y revolucionar el lenguaje y su
expresión, continúa siendo parte del proyecto modernista inaugurado por José
Martí, que cuaja desde la década de los años ochenta del siglo XIX en su prosa
y luego en la poesía (Rafael, 1999: 28-29).
Martí despliega en sus escritos —Versos sencillos y Nuestra América, por ejemplo— una vocación humanista que apela a la
sensibilización de los lectores. Las realidades del ser humano lo inquietan e
interpelan, pero busca plasmar dichas preocupaciones y visiones a través de
arquetipos. Para él, la posibilidad de abordar y encarar problemas de larga
data requiere un deslinde de los moldes y patrones de antaño, en consonancia
con la visión modernista:
En vista de la confluencia
de conceptos heterogéneos en el discurso modernista —sujeto, identidad cultural, objetos de saber— expresados en un
lenguaje innovador, no debe ser motivo de asombro que el texto modernista,
texto de renegociación cultural polifónica, reúna facetas múltiples: la
narración emancipadora, la experimentación estilística, la novedad métrica, el
proyecto de re-basar la nación, la agonía metafísica, la redefinición subjetiva
y la visión de un mundo descolonizado (Schulman, 2002: 40).
Este mismo espíritu de carácter reformista lo hallamos
en las salsas de contenido social y político de Blades. La cita anterior
coincide en señalar temas que resultan centrales en las composiciones de Blades
tales como el sujeto y la identidad cultural. En el primer caso, por ejemplo,
la canción “Adán García” relata
la historia de un hombre que, cansado de la pobreza en que vivían él y su
familia, recurre al crimen. A continuación, las primeras tres estrofas de la
canción:
El último día en la vida de
Adán García / Lo halló como todos los otros de su pasado / Soñando ganarse el
gordo en la lotería / Los hijos y la mujer durmiendo a su lado / Adán salió de
su casa al mediodía / Después de una discusión muy acalorada / Su esposa quería
pedirles plata a los suegros / Y Adán besaba a sus hijos mientras gritaba /
Esto se acabó, vida / La ilusión se fue, vieja / Y el tiempo es mi enemigo / En
vez de vivir con miedo / Mejor es morir sonriendo […] (Blades, 1992: 0:30).
La muerte de Adán García deviene en colofón de
una vida marcada por la miseria. La historia de este individuo representa la de
millones de personas que en su afán de salir de la pobreza compran
religiosamente boletos de lotería. Tras años de suerte esquiva, Adán García
opta por el crimen para lograr aquello que por las buenas nunca consiguió. En
lo que toca a la identidad cultural, la canción “Patria” caracteriza ese sentimiento de pertenencia a un grupo
con el que se comparte valores y afinidades, entre otras cosas. Aquí un
fragmento de la canción:
Flor de barrio, hermanito /
Patria son tantas cosas bellas / Como aquel viejo árbol / Que nos habla aquel
poema / Como el cariño que aún guardas / Después de muerta la abuela
Patria, son tantas cosas
bellas / Son las paredes de un barrio / Es su esperanza morena / Es lo que
lleva en el alma / Todo aquel cuando se aleja / Son los mártires que gritan
bandera / Bandera, bandera, bandera (Blades, 1988: 1:11).
Ante la pregunta qué significa patria, Blades
responde con palabras sencillas que evocan sentimientos comunes entre las
personas que comparten el terruño. El barrio se convierte en el microcosmos
vivencial que impregna a sus habitantes de significados culturales a partir de
referentes materiales —árbol, paredes, bandera— e inmateriales —cariño,
esperanza—. Desde que Blades irrumpió en la salsa, ha mostrado en sus
composiciones un marcado interés por presentar al barrio como la génesis de una
patria grande llamada América Latina.
Las crónicas de Martí eran conocidas en toda Hispanoamérica y sus
escritos sobre la experiencia norteamericana de modernización se publicaron
después en forma de libro bajo el nombre de
Martí muestra su rechazo hacia las formas
poéticas convencionales que consideraba desfasadas por estar regidas por
prescripciones que le restaban naturalidad. La libertad creativa deberá ser la
norma que dirija el derrotero de la nueva poesía:
El poeta se muestra enemigo implacable de reglas
y conceptos, porque el lenguaje es obra del hombre y el hombre no ha de ser
esclavo del lenguaje […]. El verso de Martí se aparta de la artificiosidad de
los palacios y se sumerge en la exuberancia de las selvas (Gallud, 2011: 76).
Gallud
usa el binario “palacios/selvas” para significar la relación antinómica que
existe entre la sobreelaboración y la naturaleza. Así, Martí repudia el manido
uso de figuras literarias y vocablos rebuscados que en su opinión empobrecen la
poesía. En su lugar, propugna la sencillez que proviene de las cosas llanas,
espontáneas; en consonancia con la franqueza que él piensa debe caracterizar a
todo aquel que aspire a escribir poesía
Uno de los mayores aportes
de Blades a la salsa radica en abordar asuntos que antes se reservaban para
ampulosas columnas, ensayos y tratados. Mediante breves relatos y crónicas
—rovistos de eficaces figuras literarias— consigue que el mensaje se convierta
en parte esencial de sus canciones. Este es un acierto estilístico que Becerra
destaca:
Con Blades la salsa
alcanza, en términos literarios, un estado superior en el que adquiere una
estética propia en términos musicales y literarios que no solo es popular, sino
que afecta la visión del mundo que transmite su música y que genera una ideología
a partir de la música (Becerra,
2022: 39).
Becerra señala
la singularidad que logra Blades tanto en su propuesta musical como en la de
narrador o poeta. La manera en que transmite los mensajes influye su estilo
musical de forma positiva, recordándonos la máxima de Marshall McLuhan[3], “El medio es el
mensaje”. Sin embargo, Becerra admite que el reconocimiento de Blades en el
mundo artístico se debe a la música. Blades lo plantea así: “La música es un
argumento espiritual cuyo inicio y/o efecto no entendemos aún. Lo cierto es que
el mundo entero reacciona visceralmente a la música si no entendemos la letra
por no conocer el idioma […]” (Borges, 2015: 55). Blades se comunica en el
idioma universal de la música, pero hace de la palabra un agente importante de
ese proceso comunicacional para todos aquellos que entienden el español.
Dentro de los cambios que Blades
incorpora a la salsa se encuentra la duración de las canciones. Debido a las
estrictas pautas comerciales de las estaciones radiales en la década de los
años setenta, las canciones tenían que durar un máximo de tres minutos. En
contra de esa exigencia del mercado, Blades graba Pablo Pueblo (1977) que dura aproximadamente seis minutos y medio.
En una entrevista en National Public Radio (NPR), el cantautor cuenta las
dificultades que enfrentó por componer canciones que iban a contrapelo de lo
establecido en el mundo de la radio comercial: “Ellas [las estaciones radiales]
no querían tocar mi canción. El formato radial en aquel entonces era de dos
minutos y medio, quizá tres. Si ponías una canción que duraba seis minutos y
medio, estabas destruyendo el patrón publicitario […]” (Blades en NPR, 2020:
4:12). Según Blades, la necesidad de
documentar la vida citadina hizo que algunas de sus canciones excedieran la
duración establecida por la industria discográfica. A Pablo Pueblo le siguieron las canciones del álbum Siembra. En esta producción todos los
temas rompen el patrón publicitario de entonces, llegando a durar, en el caso
de Pedro Navaja, siete minutos con
veintitrés segundos. Paradójicamente, Siembra
alcanzó un éxito tan rotundo que hasta la actualidad se le considera el álbum
de salsa más vendido de todos los tiempos.
El barrio como germen identitario
La idea de América Latina como nación constituye
un elemento transversal en la carrera compositiva de Blades. En este aspecto
coincide con el planteamiento de Martí, para quien el concepto de nación
aplicado a Hispanoamérica comprende la unidad de las repúblicas que la
conforman. Samuel Sosa identifica tres niveles de percepción sobre América
Latina en Martí:
[…] uno, el que emana del conocimiento de la situación del indio y
de las formas de gobierno en aquellas repúblicas latinoamericanas que han
preservado algunas de las viejas instituciones coloniales o su espíritu; dos,
el que imita acríticamente formas de ser procedentes de países con una
historia, una cultura y una composición social asaz diferentes de las del orbe
latinoamericano […]; y tres, el que se relaciona con la esfera de la cultura,
vista por Martí como el gran instrumento que permitiría reducir las enormes
disparidades del desarrollo cultural y educativo entre las naciones
latinoamericanas y el nivel cultural alcanzado en los países dominantes (Sosa,
2011: 45).
La idea martiana de nación sintetiza el concepto
desarrollado por Benedict Anderson[4] en Comunidades imaginadas con base en un sentimiento de pertenencia de
los miembros de un grupo. Este mismo concepto es explorado por Carracedo et
al. (2009):
Así entendida, nación (o
pueblo) y cultura vienen a ser términos coextensivos que remiten el uno al
otro: cada pueblo tiene su cultura y toda cultura se identifica con (e
identifica a) un pueblo. Por tanto, en sentido (etno)cultural, una nación
representa una comunidad humana separada, definida como el marco de vida
colectivo que engloba las vidas y actividades de sus miembros confiriéndoles
carácter y sentido […] (Carracedo et al., 2009: 185).
Esta idea de equiparar la nación con la cultura se
enmarca en la propuesta de “re-basar la nación” que Schulman atribuye a Martí.
Para el escritor cubano, los elementos cohesivos de la identidad
latinoamericana trascienden las fronteras geográficas que separan los pueblos.
Las similitudes compartidas por los hombres y mujeres de la región superan sus
diferencias; no necesariamente en número, pero sí en el peso de sus razones. De
esta forma, Martí aspira a hacer prevalecer una visión colectiva basada en
intereses y características comunes: autoctonía, un gobierno legítimo y el
desarrollo auténtico basado en la educación. Blades parece recoger el
planteamiento martiano de identidad en su canción Plástico. A continuación, se reproducen algunas líneas y parte del
coro: “Oye latino, oye hermano, oye amigo / Nunca vendas tu destino por el oro
ni la comodidad / Nunca descanses, pues nos falta andar bastante” (Blades,
1978: 2:50). En esta estrofa Blades llama al latino “hermano, amigo”. La
hermandad y la amistad se vinculan con la latinidad. Esa fraternidad fundada en
la consanguinidad y/o camaradería le permite al cantante aproximarse al oyente
como miembro de una misma comunidad. La pertenencia al grupo legitima su
invocación en tanto él —emisor— y el receptor comparten un origen común: “Vamos
todos adelante para juntos terminar / Con la ignorancia que nos trae
sugestionados / Con modelos importados que no son la solución” (Blades, 1978:
3:01). Estos versos mencionan dos males que Martí también señala como culpables
del atraso de América Latina: la ignorancia y la imitación de fórmulas
extranjeras. Blades exhorta a sus hermanos, a sus amigos a solucionar los
problemas que enfrenta América Latina de acuerdo con métodos que reconozcan las
características propias de su comunidad — región — que los sufre. Por ello, la
superación requiere la aplicación de medios y recursos genuinos, auténticos.
De igual forma, hace un
llamado a la elevación cualitativa de los latinos cuando dice: “Estudia,
trabaja, sé gente primero / Allí está la salvación” (Blades, 1978: 4:51).
Coincidentemente, la primera palabra de este verso señala un medio que Martí
considera clave para el progreso de América Latina: la educación. Blades emplea
un mandato sencillo —“estudia”— que se convierte en el iniciador de una
poderosa transformación. A la educación le sigue el trabajo —aplicación de lo
aprendido— y ambos se encargan de moldear el carácter de los latinos llamados a
enmendar el destino de su nación. Vemos aquí cómo la educación, el trabajo y el
carácter constituyen pilares de la visión progresista tanto de Martí como la de
Blades. Luego, Blades nos habla de un elemento que homogeniza a los miembros de
la nación latinoamericana: la raza. En la canción el concepto racial se
desvincula de atributos físicos —color de piel, tipo de cabello, etc.— para
entronizar el carácter y el pasado como partes de un legado unificador:
Se ven las caras de trabajo
de sudor (Se ven las caras) / De gente de carne y hueso que no se vendió (Se
ven las caras) / De gente trabajando, buscando el nuevo camino (Se ven las
caras) / Orgullosa de su herencia y de ser latino (Se ven las caras) / De una
raza unida, la que Bolívar soñó (Se ven las caras) […] (Blades, 1978: 5:37).
La estrofa anterior promueve el sentimiento de
pertenencia a la nación latinoamericana con base en la unidad de acción y
propósito de sus miembros. La búsqueda de un nuevo derrotero se posibilita
mediante el trabajo conjunto de quienes se han mantenido leales a los
principios de la gran comunidad. Estos fieles trabajadores tienen una afinidad
histórica —herencia— y sociocultural —latinidad— en cuyo nombre promoverán la
unión de los pueblos de América Latina preconizada por Bolívar. La “raza unida”
de la que nos habla Blades reproduce la nación definida en términos
etno-culturales.
En Blades la génesis de la
nación latinoamericana encuentra su correlato citadino en el barrio, del cual
la esquina forma parte esencial. Hacia el final de Plástico, tras el llamado a la unidad de Latino América, se
mencionan muchos países de habla hispana y se cierra la canción con la
invocación al “barrio” y a la “esquina”:
“El barrio (Presente) / La esquina (Presente)” (Blades, 1978: 6:32). La
inclusión de estos espacios en el conjunto de países que representan la
latinidad comporta un simbolismo especial en la obra de Blades. El barrio —
sinécdoque — y la esquina —metonimia — son los lugares donde se comparten
experiencias, se cultivan los valores, se desarrolla el sentido de pertenencia;
se construye la identidad. Sucede algo similar en la canción Maestra vida. Cuando Ramiro, el
personaje narrador de la canción, evalúa su existencia, lo hace desde esos
espacios a los que Blades les confiere poder en la formación del carácter
identitario. La introducción hablada de la canción dice: “Ramiro recorrió las
calles del barrio / La misma esquina con su mismo olor” (1980: 0:10). El
barrio, la esquina, es el lugar al que Ramiro acude para hacer las sumas y las
restas de su vida. Nótese que el barrio subsume al hogar como espacio íntimo de
auto evaluación o reflexión. La vida comunitaria desborda la convivencia
familiar como experiencia significativa en la hechura de la persona. Sin
embargo, el narrador nos dice que “Ramiro sigue en la esquina, solo como
siempre”. La soledad del protagonista en un lugar donde suelen congregarse
vecinos y amigos sugiere la fallida asimilación de Ramiro al grupo. Así, Blades
problematiza el sentido de pertenencia del individuo, la formación de su
identidad y su inclusión (a) o su (auto)exclusión de la comunidad.
El discurso anticolonial
En la década de los ochenta del siglo pasado,
Blades se erige como un predicador de la latinidad para luchar contra la
opresión y la amenaza de los poderes foráneos. Casi un siglo antes (1891),
Martí había patentizado su rol descolonizador en el ensayo Nuestra América:
La colonia continuó
viviendo en la república; y nuestra América se está salvando de sus grandes
yerros —de la soberbia de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los
campesinos desdeñados, de la importación excesiva de las ideas y fórmulas
ajenas, del desdén inicuo e impolítico de la raza aborigen— por la virtud
superior, abonada con sangre necesaria, de la república que lucha contra la
colonia. El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina.
Morirá, con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos (1891/2012: 58).
Martí señala que la independencia obtenida, para
entonces, por un gran número de países de América Latina, no significó el cese
del sistema colonial. Considera que, en la práctica, el trato desfavorable
hacia la población indígena y la prevalencia de nociones y modelos extranjeros,
entre otros, eran signos amañados de la subsistencia del sistema colonial en
las incipientes repúblicas. Además, advierte la acechanza del “tigre” —España—
que en el imaginario de Blades se convierte en “tiburón” —Los Estados Unidos–.
Así lo dice en los siguientes fragmentos de su canción de título homónimo:
Brilla el verde azul del
gran Caribe / Con la majestad que el Sol inspira / El peje guerrero va pasando / Recorriendo
el reino que domina / Pobre del que caiga prisionero / Hoy no habrá perdón para
su vida / Es el tiburón que va buscando / Es el tiburón que nunca duerme / Es
el tiburón que va asechando / Es el tiburón de mala suerte […] (Blades, 1981:
0:49).
La región caribeña muestra su belleza natural,
pero entre sus aguas se esconde una peligrosa criatura ávida de aventuras
belicosas. Gracias a las branquias que posee —poderío marítimo— se moviliza
enseñoreada a lo largo y ancho de la región. El tiburón anda al acecho todo el
tiempo, en una búsqueda implacable de víctimas. Ante el inminente ataque del
depredador, Blades lo reprende:
Tiburón que buscas en la
orilla Tiburón / Respeta mi bandera / Palo pa que aprenda que aquí si hay honor
/ Pa que vea que en el Caribe no se duerme el camarón / Si lo ven que viene
palo al Tiburón / En la unión esta la fuerza y nuestra salvación […] (1981:
2:59).
La proximidad a las costas sugiere la voluntad que
tiene el tiburón de internarse en territorios que le son ajenos. El respeto a
la bandera que invoca Blades implica reconocer la soberanía del Caribe. Si
acaso la advertencia verbal fracasa, los agredidos reaccionarán con dos
propósitos: el primero para mostrar la dignidad del pueblo ofendido y el
segundo para dejar en claro que la gente caribeña no peca de incauta. Blades
interpreta la posición de dominio que ejerce los Estados Unidos en el mar
Caribe como propia de un imperio que pretende extender su hegemonía. Martí
glosa esa percepción así:
El desdén del vecino
formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge,
porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca
pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella
la codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos
(2012: 60).
Para Martí, Estados Unidos juzga a
Hispanoamérica desde el desconocimiento. La falta de entendimiento de lo que es
y significa el conjunto de países ubicados al sur y al sureste del territorio
que ocupa entraña una amenaza latente: una pretendida intromisión a la que el
escritor cubano eufemística o irónicamente llama “visita”. Mientras que Blades
habla de una aproximación geográfica del tiburón —orilla del mar Caribe—, Martí
nos previene de la “visita” en términos temporales —“el día está próximo” —. Aunque
para él España continúa siendo una amenaza a la soberanía de América Latina, al
vecino del norte lo cataloga de “peligro mayor”. Tamara Shlykova también
encuentra semejanzas en el discurso anticolonial de Blades y Martí:
En varias canciones […],
Blades muestra su descontento ante la postura que Estados Unidos ha tenido y
tiene frente a Latinoamérica. También hay algunas canciones con las que se
remonta a la época colonizadora por parte del Imperio español, […]. De esta forma,
la memoria colectiva que se ha ido creando en Latinoamérica sigue presente en
la consciencia de su población y es otro de sus factores unificadores. Esto nos
puede recordar mucho al ensayo de José Martí titulado Nuestra América (Shlykova, 2021: 26).
Tanto el cantautor como el escritor se dirigen a
su público con un mensaje que busca promover la unidad latinoamericana para
enfrentar la amenaza de un plan colonizador. También resulta pertinente traer a
colación el lugar desde donde ambos exponentes propalan su discurso
anticolonial: Nueva York. La ciudad que simboliza el poder económico de los
Estados Unidos alberga el desarrollo de una narrativa que cuestiona, entre
otros, la imposición de modelos culturales y de producción:
La experiencia de la otredad que representan las crónicas
martianas sucede en un lejano país para los lectores latinoamericanos y,
particularmente, en una de las capitales de la modernidad: Nueva York. […] Sus
crónicas postulan una perplejidad de la mirada ante un evento extraordinario
que aparece como signo de modernización, pero al que habitualmente se
problematiza y critica. La problematización acontece, sobre todo, cuando se
consideran aspectos históricos que afectan las identidades de los individuos involucrados
en el evento (Battilana y Caresani en Martí, 2019: 17).
Martí
trabajó en Nueva York como cronista y traductor para diversos medios de prensa
hispanoamericanos entre 1880 y 1895.
Con la esperanza de
encontrar un mejor futuro, Blades se afinca en Nueva York en 1974, desde donde
contribuye a la internacionalización de la música salsa. El cantautor admite
que veía en la posibilidad de trabajar para la FANIA un trampolín al éxito. Para
aquel entonces la Gran Manzana se había convertido en el epicentro de las
movidas culturales y de las manifestaciones en torno a asuntos de política
interna —Nixon— e internacional —Vietnam—. “Todo parecía converger en ese
momento”, dice Blades (NPR, 2020:10:28).
La ciudad de grandes contrastes le ofrecía los elementos —situaciones y
personajes— para seguir contando historias pletóricas de latinidad. En Nueva
York Blades continúa en contacto con las realidades que había observado y
vivido en su natal Panamá. Los temas de sus composiciones parecían surgir como
ineludibles mandatos supremos: “Creo que esa es mi onda, tú sabes, yo canto lo
que veo, toda esa serie de personajes que son los mismos, igualitos, en toda
Latinoamérica” (Rondón, 1980: 316). Inmerso en ese contexto de mujeres y
hombres marcados por destinos similares, Blades encuentra en Ligia Elena, Pablo
Pueblo, El padre Antonio y su monaguillo Andrés, amén de muchos otros
personajes, los hilos conductores de las crónicas latinoamericanas. Al respecto
Blades afirma:
Yo siento que hay la
necesidad de escribir sobre lo que está sucediendo a nuestro alrededor, pero no
creo en las canciones de contenido político. Eso es como propaganda. Yo no creo
en eso […], pero sí creo que uno puede documentar lo que está pasando en nuestro
entorno. Y eso, de alguna manera, nos va a hacer sentir menos solos. Creo que
eso puede crear un fin y promover la solidaridad […] En vez de cantante de
protesta, me siento como cantante de propuesta […] (Blades en NPR, 2020: 3:07).
A diferencia de Martí, quien reconoce explícitamente la necesidad
del compromiso político del escritor, Blades se distancia de esa postura y
postula su trabajo compositivo como intérprete de una realidad que busca una
redefinición. Sin embargo, más allá de la discrepancia que existe en la
percepción que ambos tienen respecto de cómo funciona su trabajo, Martí y
Blades hacen del arte un instrumento promotor de cambio en América Latina a
través de un mensaje de unidad. En Nuestra
América Martí señala: “Ya no podemos ser el pueblo de hojas […] Es la hora
del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como
la plata en las raíces de los Andes” (
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[1]La décima espinela es una
estrofa de diez versos octosílabos llamada así en reconocimiento del poeta
Vicente Espinel, quien contribuyó a fijar la estructura de la rima de la décima
abbaaccddc a fines
del siglo XVI.
[2]Una jitanjáfora es un texto
que no tiene significado semántico, pero cuya sonoridad tiene la capacidad de
atraer la atención del lector u oyente para que éste le encuentre sentido. Para
una explicación detallada véase el libro Alfonso
Reyes: El libro de las jitanjáforas y otros papeles, seguidos de retruécanos,
sonetórpidos y porras deportivas.
[3]Marshall McLuhan, sociólogo
de la comunicación, acuñó la frase “El medio es el mensaje” para relievar la
manera en la que se afecta una comunicación o información debido al medio que
se usa para transmitirla.
[4]Benedict Anderson describe
la nación como una comunidad construida en términos sociales, imaginada por la
gente que se percibe como parte de un grupo.