Genericidad y cognición: los límites de la crítica de ciencia ficción argentina

Genericity and cognition: limits in Argentinian science fiction criticism

 

Nicolás García

Universidad Nacional del Sur, Argentina

 

 

gnicolas.88@gmail.com

https://orcid.org/0000-0001-6158-3631

Recibido: 18/03/2024

Aceptado: 23/09/2024

https://doi.org/10.30827/impossibilia.282024.30411

 

Resumen

El siguiente trabajo se abocará a la reconstrucción de ciertos lugares comunes de la crítica literaria acerca de la ciencia ficción argentina de las últimas décadas. Estos son, en concreto, el agotamiento de la pulsión cognoscitiva y, como desprendimiento de este último, la crisis de la genericidad. Estas dos hipótesis convertidas, por efecto del hábito crítico, en una suerte de teoría de la ciencia ficción latinoamericana, merecen ser confrontadas con el estado de la literatura anticipatoria escrita en Argentina actualmente. Proponemos, para esto, un estudio de índole meta-crítico, que organice las lecturas más destacadas en torno a la problemática genérica con miras a establecer una controversia.

 

Palabras clave: genericidad, ciencia ficción argentina, cognición

 

Abstract

The following work will focus on the reconstruction of certain commonplaces of literary criticism about Argentinian science fiction in recent years. Specifically, the exhaustion of the cognitive impulse and, because of this crisis of genericity. These two hypotheses, that are turned into a kind of theory of Latin American science fiction because of the effect of a critical habit, deserve to be confronted with the state of anticipatory literature written in Argentina nowadays. For this purpose, we propose a meta-critical study that organizes the most outstanding readings about the generic problem with the purpose of establishing a controversy.

 

Keywords: Genericity, Argentinian Science Fiction, Cognition

 

 

Introducción. Acerca de la supuesta crisis de la genericidad

En las últimas dos décadas ha habido un incremento notorio de la literatura de ciencia ficción publicada en Argentina. Como correlato de este fenómeno, también han aumentado los estudios críticos dedicados a esta. Una zona de la crítica ha abordado la presencia de la ficción de anticipación en la literatura argentina reciente a partir de la idea de debilitamiento del componente científico constitutivo del género. Críticos como Steimberg (2012), de Rosso (2012), Quintana (2012) y Castagnet (2015) asocian la presencia de la ciencia ficción,[1] en la literatura argentina y latinoamericana contemporánea, circunscripta exclusivamente a la forma “débil” de la “evocación” (de Rosso 2012: 318). La cita o inclusión de motivos cienciaficcionales sería correlativa a la predilección por “estructuras flexibles” (Cano, 2017), en cuanto marcas distintivas de la modalidad hispanoamericana. Tanto el abandono del examen de la causalidad histórica del novum ficcional (Steimberg, 2012, 2021) como la transformación del saber en información o contraseña (de Rosso, 2012) serían síntomas actuales del deterioro de la racionalidad científica del género.

Sin embargo, un consenso semejante, en el campo literario, está dado por quienes rastrean desde los orígenes de la ficción anticipatoria latinoamericana una particularidad en cuanto a la heterogeneidad de su composición formal y de su marco cognoscitivo. Un grupo importante de críticos coincide en describir como histórica la tendencia de la literatura de anticipación latinoamericana a favorecer la hibridez tanto narrativa como epistemológica (Cano, 2006 y 2017; Gasparini, 2010; Martinez, 2010 y 2019; Kurlat Ares, 2012; Haywood Ferreira, 2011 y Page, 2021). La dificultad de la crítica para fijar unánimemente los límites genéricos de la CF latinoamericana sería producto tanto de su contaminación con la literatura fantástica como de la hegemonía histórica en América Latina del realismo mágico (Kurlat Ares, 2012 y Maguire, 2021). El abandono paulatino del cientificismo por parte de la tradición anglosajona hegemónica, a partir de los años cincuenta, coincidiría con ciertas características definitorias de la variante fantástica del género que desde los comienzos se habría cultivado en el ámbito latinoamericano. La escasa presencia del elemento tecnológico y el cruce de la cognición científica hegemónica con disciplinas no legitimadas en el campo del conocimiento probarían la confluencia de un devenir epistemológico común. El relato de anticipación vernáculo se destacaría por la tendencia a la combinación de “la ciencia canónica con otras vías de conocimiento de carácter esotérico” (Cano, 2006: 21). En cuanto a la “tradición protogenérica nacional” (Martinez, 2010), la tendencia a nutrirse de paradigmas científicos no hegemónicos la homologaría con la heterodoxia de la producción latinoamericana del género. En la narrativa del período 1860-1930, en el cual escriben Holmberg y Lugones, “no se consideraba a las ciencias ocultas y la ciencia oficial como saberes enfrentados”, expone Abraham (2017: 298). En esta misma línea de pensamiento, Gasparini (2010) destaca la combinatoria del discurso científico acreditado y el pseudocientífico con elementos irracionales como el procedimiento ejemplar de la ficción científica vernácula, que halla en Holmberg su punto de partida. Por lo tanto, al tratarse de una subespecie marcada desde el principio por la mezcla, el diagnóstico de la degradación o debilitamiento de su garantía científica quedaría remitido a la impureza del origen.

La opinión de la nueva crítica acerca de aquello establecido por los teóricos clásicos de la CF es la que importa y exige ser revisada. Un argumento sobresale entre otros. Es aquel que dictamina que la suspensión de la identidad genérica en los relatos del presente se daría como consecuencia del retroceso de los saberes científico–antropológicos que sostenían el impulso de conocimiento de la CF canónica (de Rosso, 2012). Sostenemos, disintiendo con este autor, que, de cumplirse tal cosa, no repercutiría sobre la totalidad de la nueva narrativa de anticipación. Lo cierto es que el impulso epistemológico, en la narrativa argentina de anticipación actual, se mantiene intacto. La racionalidad científica es el marco epistémico dominante desde el cual se procesa la modalidad de extrañamiento que ejercen algunas de las ficciones especulativas más destacadas del último tiempo.[2] Por ende, es arbitrario y poco efectivo el diagnóstico acerca de la crisis de la genericidad para comprender esta literatura. A continuación, profundizaremos en estos argumentos de especial circulación en el ámbito crítico y en sus limitaciones.

 

Genericidad y cognición: los límites de la crítica

Si para un crítico como de Rosso (2012), en el panorama de la literatura latinoamericana, hasta la década del 2010 eran pocos los textos pertenecientes estrictamente al género de la CF, esta hipótesis exige una revisión al analizar lo sucedido en la década siguiente. La “inestabilidad constitutiva” (2012: 318) de narraciones que no terminan de asentarse en una identidad genérica plena parece ser la hipótesis que se reitera predominantemente de un crítico a otro de la CF argentina y latinoamericana contemporánea. La opción de la hibridez, estado ambivalente que comporta tanto la apropiación como la desapropiación de la norma genérica, acapara el concepto general de la crítica acerca del fenómeno estético. Ni el rastreo de sus temas ni del extrañamiento típico de la CF asegura la pertenencia a un sistema, cuanto mucho su asociación con aquel. Identificar, por tanto, “estrategias de ciencia ficción” (de Rosso, 2012: 326) no es suficiente para definir una forma, parece indicar el titubeo constante entre la acción de convocar y retractarse enseguida de la categoría productora del texto. Si el estatus de las obras afines al género es la hibridez, como casi todos acuerdan, lo cual contempla además la prescindencia del acervo científico, no tendría sentido ya preguntarse por la existencia de una dominante genérica. Es decir, se ha tornado inoperante la categoría por obra de un pluralismo categorial que vacía de toda identidad el concepto “ciencia ficción”. En el caso de Córdoba (2011), este hace extensiva la supuesta hibridez de la CF latinoamericana al esquema ideal de la literatura escrita en Latinoamérica. En sus propios términos: “En esta hibridez la CF latinoamericana revelaría su profunda afinidad con el resto de la literatura producida en América Latina” (100). Con tal criterio, cabría mejor referirnos a la literatura latinoamericana, como único objeto, y desentendernos de subespecies inespecíficas.

A diferencia de lo que suele aseverarse, el estatus de la relación entre las nuevas ficciones y el género trasciende actualmente la intertextualidad en el panorama de la CF argentina. Es decir, ya no es del orden de la referencia meramente, sino de índole más estructurante, inherente a la ley formal. No obstante, la idea más corriente en los planteos sobre la actualidad de la CF es que el intertexto literario ha sustituido al intertexto científico como garante del juego genérico que, por tal motivo, se ha independizado de la epistemología. Sin embargo, la mención a la arqueología de los motivos cristalizados de la CF que practican autores latinoamericanos, y conformarían la “biblioteca” (Córdoba, 2011) de la que estos se sirven, es una paráfrasis bastante obvia de la architextualidad. En otras palabras, la inespecificidad de las ficciones científicas, en el estado actual del campo literario argentino, o lo que es lo mismo, su inestabilidad formal, es una hipótesis cada vez menos probable. La distinción que de Rosso (2012) realiza entre novelas de ciencia-ficción y novelas con ciencia-ficción, amparándose en una cita de Rodrigo Fresán (312) para afirmar que solo la última modalidad se ajusta al subgénero latinoamericano, es insostenible en el contexto de publicación de obras como las de Marcelo Cohen, Carlos Chernov o Hernán Vanoli. A diferencia del canon establecido por de Rosso en textos sucesivos, entendemos que la literatura de Fresán no es representativa del tipo de ficción científica que se escribió en Argentina del año 2012 en adelante.[3] La hipótesis que aquí se defiende es que la intertextualidad, como estrategia alusiva al género de CF, es menos significativa de lo que se cree, si por esta se entiende un debilitamiento de la forma, a pesar de que en los relatos del período abunden referencias a los clásicos (Dick, Ballard, Gibson, Bradbury). A diferencia de esto, creemos que es la relación architextual una de tipo dominante.[4] El argumento a favor del valor intertextual de la CF en la modalidad latinoamericana se complementa bien con la tendencia a considerar la indefinición genérica como rasgo estructural de esta. En cambio, de imponerse la architextualidad en el análisis, esto repercutiría en la necesidad de reformulación del concepto de obra plural, presupuesto fundamental de la crítica. La legibilidad genérica debe comprenderse como una decisión formal que trasciende el deseo de exhibir un saber sobre el género (de Rosso, 2012: 314), dado que remite al fundamento composicional de estas ficciones propiamente dicho, es decir, al extrañamiento cognoscitivo que señalara categóricamente Suvin. Por lo tanto, la CF es menos el “sostén ideológico” (2012: 314), o el imaginario de estos textos, como opina la crítica, que, de manera mucho más determinante, su función.

En los argumentos de la crítica de la década pasada, se percibe cierto prurito al momento de clasificar como pertenecientes a la CF obras tales como las de Marcelo Cohen, Oliverio Coelho o Rafael Pinedo; tendencia que sólo va a revertirse en los últimos años con la publicación ejemplar de las dos historias de la CF latinoamericana a cargo de Silvia Kurlat Ares, Ezequiel de Rosso y Teresa López-Pellisa,[5] que hacen explícita la genericidad de estos mismos textos y de otros, cuestionada anteriormente. Hasta estos dos hitos recientes, se optaba por enfatizar mayoritariamente los desacuerdos genéricos antes que las continuidades entre literaturas separadas por un marco histórico y geográfico evidente. Se llega a considerar que novelas como Plop de Rafael Pinedo o Donde yo no estaba de Marcelo Cohen abandonan el anhelo predictivo característico de la anticipación, por recrear un presente eterno carente de historicidad según la perspectiva intradiegética de los relatos. Es el caso de Alejo Steimberg (2012) que somete estas novelas a un análisis deudor de la teoría de Darko Suvin para destacar el desarreglo fundamental entre el architexto y sus desviaciones. En razón de esto, elige utilizar los términos “apropiación”, “diálogo” y “adaptación” (2012: 143) con el objeto de remarcar la relación genérica problemática establecida entre estas obras argentinas del presente y los textos clásicos de la CF. El deseo de mantener el estatus de singularidad de las obras analizadas hace que las diferencias con el modelo se remarquen de manera exagerada. En su último ensayo sobre las ficciones de Marcelo Cohen, el citado investigador apunta:

 

The Panoramic Delta’s stories are singled out by the absence of a crucial element in the classics of the genre: the idea of evolution, of change. Cohen’s fiction shows us a distant future that, for Argentine readers, has essentially remained the same (2021: 217).

 

Sin embargo, la teoría suviniana descarta la existencia de una otredad radical,[6] o novum, que difiera sustancialmente del universo de sentido de los personajes, dado que el extrañamiento espacio-temporal se mide en función de la perspectiva extradiegética. Es decir, en referencia al mundo empírico del lector se evalúa la cualidad distanciadora del novum, y no del punto de vista interno del relato. Al confundir estos dos planos de la referencia temporal, hace parecer “aislado”, es decir, ahistórico, el cronotopo ficcional y, por ende, también paródica la recreación del género.

Este caso demuestra cómo la crítica actual procede con cierta obstinación a la hora de desligar textos futuristas de temática post-apocalíptica, de un horizonte de comprensión genérico, con el riesgo de predicar, contra sus propios argumentos, el alejamiento de una identidad genérica improbable. ¿Cómo compatibilizar, sin bordear el absurdo, la construcción de futuros distópicos con la supresión de su carácter predictivo con miras a la advertencia? ¿Puede considerarse distópica una novela que haya desertado, como cree Steimberg, de la predicción de las consecuencias negativas originadas en comportamientos de nuestra sociedad actual? Difícilmente el imaginario cienciaficcional pueda disociarse de una función constructiva acorde, al menos en los casos que el crítico estudia.

El tabú de la genericidad no comporta grandes modificaciones en el análisis del objeto, y por ende sus repercusiones en la comprensión del fenómeno estético suelen ser menores. Antes que nada, señala una actitud teórica tendiente a usufructuar un relativismo epistémico valorado en el campo. Parece menos riesgoso decir que obras como las de Cohen “explotan imaginarios de ciencia ficción distópica” (Steimberg 2010: 245) que reconocer explícitamente la pertenencia genérica, cuando en verdad la descripción de los rasgos formales tiende a confirmar lo último. La creencia subrepticia es que el género encorseta. Cualquier recurso proveniente de la novela realista o del relato epistolar que sea convergente con el distopismo de base interrumpe la pureza del código primario (Steimberg 2010: 248) de tal forma que abre el texto a una indeterminación deseable. Es una tarea compleja, entonces, la del crítico que busca separar el texto individual de la categoría productora, poniendo en un mismo nivel jerárquico la CF y estrategias de escritura realistas, aun reconociendo la extrapolación como procedimiento clave, asociada a una serie de tópicos marcadamente cyberpunk. Por ser proclive a un tipo de cognición socio-política, el contenido de la especulación proyectiva característica de Marcelo Cohen remite con claridad a la CF. En cambio, Steimberg prefiere no encuadrar un texto como Donde yo no estaba dentro de una identidad genérica concreta y opta por diseminar el sentido categorial en un conjunto de taxonomías que enfaticen el carácter abierto o plural de esta literatura. 

Algo similar ocurre, en cuanto a la inconsistencia del planteo, en lo relativo a la doxa del deterioro de la racionalidad científica que sufrirían las nuevas obras de tendencia cienciaficcional. El principal crítico que ha desarrollado en detalle la hipótesis del bloqueo del impulso cognitivo en la literatura contemporánea, asociada aunque sea parcialmente al género, ha sido De Rosso (2012, 2021). Es cierto que la merma de la cienciaficcionalidad puede atribuirse a novelas como Las islas de Gamerro que el crítico estudia, sin embargo, poco explicaría del historicismo de Mairal, Coelho, Pinedo o Cohen. El retorno a una organización tribal, del tipo de la expuesta por Plop, en la que abundan los tabúes y los individuos viven sometidos a una economía de la supervivencia del más apto, no puede desligarse de cierto efecto de cognición, que Kurlat Ares no duda en llamar “antropológico” (2017: 407). Sin embargo, en los abordajes de Steimberg, así como la otredad es relativizada, del mismo modo, la pervivencia de la lógica cognitiva, en relatos que fantasean con el fin de la civilización o un cambio brusco de esta, es negada o al menos se evita su tratamiento. En consecuencia, descubrimos que el tabú –para ser fieles al “registro etnográfico” (2017: 407) del propio Pinedo– es la propia cognición. El uso que hacen del discurso científico las ficciones anticipatorias de este siglo, a los fines de verosimilizar la novedad extraña, deja de ser objeto de análisis incluso para los estudios que más afinidad demuestran tener con enfoques clásicos como el de Suvin. Esto se debe fundamentalmente a que las categorías se evocan (distanciamiento, cognición, novum), pero empleadas heterodoxamente, ya sea porque existe una desconfianza intuitiva, es decir pre-teórica, acerca de una identidad imposible entre textos con orígenes diversos, o porque se descree de la vigencia de los modelos teóricos, aun citándolos. Tal vez no sea necesario transformar la teoría, a costa de volverla inconsistente en extremo, para demostrar el carácter particular de textos que, si bien responden a morales literarias disímiles, siguen haciendo ciencia ficción.

Independientemente de que percibamos como más o menos prescriptivas las teorías de Suvin o Capanna, sus parámetros no resultan en absoluto incompatibles con el estado de la CF argentina contemporánea.[7] No se trata de una serie de reglas ideales que arbitrariamente buscan imponerse a objetos que han cambiado profundamente de naturaleza. Al contrario –y la prueba de esto son los mismos críticos que no dejan de apelar a estas aun para contradecirlas–, la extrapolación lógica y los procedimientos de verosimilización del novum futurista están más vigentes que nunca. La nueva narrativa de anticipación argentina, sin ser un “objeto estático” (De Rosso, 2017: 269) se sigue rigiendo por un impulso epistemológico tal que ningún enfoque, incluso el más ecléctico, puede desatender. Sabemos que la cientificidad de un modo enunciativo que, desde su nacimiento, fue asociado a la coherencia y la “actitud metódica” (Capanna, 2007: 46) no inspira certezas en lo referido a su permanencia en la narrativa argentina contemporánea. De la reticencia a plantear la actualidad de un horizonte cognoscitivo que oficie aún de sostén discursivo pasamos a lecturas que niegan directamente el influjo del discurso científico en esta clase de narraciones.

Esta convicción, que asociamos con De Rosso, es refrendada por Córdoba en su análisis sobre la práctica latinoamericana de CF. La estrategia consiste, en el caso de Córdoba, en contraponer la teoría del extrañamiento cognitivo, defendida por Suvin (1984) y Jameson (2009), a la del megatexto como condición ejemplar de la CF posmoderna, que proviene de Damien Broderick (2005). Esta última sería más adecuada al marco contemporáneo. Las cristalizaciones de la literatura de CF canónica serían el punto de partida de las reescrituras modernas y no el paradigma científico. El argumento es audaz. El saber sobre las leyes que gobiernan el mundo habría sido reemplazado por el saber del texto, dado que el material primario de estas ficciones sería la “biblioteca” (2005: 31), o el archivo, y por lo tanto habrían ganado un nuevo estatus de autonomía. A causa de la codificación de la maravilla científica, las nuevas obras no precisan más de la seguridad epistémica que les proveían las ciencias como garantes de la naturalidad de la anomalía. No es necesario delegar la tarea de la familiarización de la novedad extraña en un discurso parasitario cuando la textualidad genérica es autosuficiente. Lo que tenemos acá es la vieja idea de Capanna (1985) acerca del carácter esencialmente metaliterario de la CF argentina, adaptada al contexto latinoamericano. Dado que los materiales de nuestra variante continental no serían las ciencias, sino “los mitos del género” (1985: 47), es esperable la depreciación de su valor cognitivo. Este razonamiento adolece de algunos defectos fundamentales. La principal crítica que admiten planteos como el de Córdoba es que confunden verdad con efecto de verdad. El estatus cognitivo diferencial de la CF no se desprende de la trascendencia de los límites ficcionales, debido a que la revelación de las leyes de la realidad que ésta impulsa es un efecto del discurso,[8] y no el correlato de una evidencia extratextual. Córdoba decide negar la importancia del verosímil científico en la literatura latinoamericana de CF porque entiende que su relación con el saber está enteramente mediada por la textualidad, lo cual es indiscutible, siempre y cuando incluyamos la discursividad científica y su clase particular de cognición como parte fundamental de ese textualismo.

En particular, uno se pregunta si lo que De Rosso (2012) define como la naturalización de un saber vuelto seña de identidad, y Córdoba (2011) metaforiza bajo el concepto de “archivo”, no es la condición de cualquier verosímil científico-tecnológico en la actualidad. En vez de pensar que las distintas vulgatas técnicas que, a partir de la influencia del cyberpunk, ofician de verosímil técnico atentan contra el impulso cognoscitivo de estos relatos por degradar el saber a mera contraseña, podría considerarse este, más bien, el estado natural de la enunciación cienciaficcional. La insistencia en el bloqueo del impulso cognitivo por efecto de una supuesta conversión de aquel en enciclopedismo superficial no concuerda con las preocupaciones antropológicas de Coelho y Pinedo, ni con el sociologismo de Cohen y Vanoli, y mucho menos con la concepción darwinista de la involución social sostenida por el par Maggiori (2014)-Coelho (2015), tomando casos conocidos.[9] La distinción, por consiguiente, entre saber e información es dudosa, tratándose de dos regímenes del conocimiento que a los fines del efecto de cognición que el género requiere para funcionar son idénticos. Lo que es clave, más allá del binomio categorial que postula De Rosso, es que la nueva ficción científica sigue amparándose, para crear la lógica de sus mundos posibles, en un sentido común científico, proveniente ahora, indudablemente, de las ciencias humanas. A los fines de deslindar la cualidad de la formación científica del mundo anglosajón y del latinoamericano, Pestarini (2012) enfatiza: “De las dos culturas de Snow, está claro que la dominante en la ciencia-ficción argentina en los ochenta –y también en la actual–, es el de las humanidades” (2012: 438). La estrategia autorizante del novum ficcional, basada en la apelación a la citación directa e indirecta del discurso científico, cada vez más vigente en la narrativa anticipatoria argentina, constituye el principal motivo para no convalidar la teoría de la ruptura epistemológica que críticos como De Rosso y Córdoba impulsan.

 

Conclusiones. Por una vieja (nueva) legibilidad genérica

La idea clave de la argumentación de Luis C. Cano (2006) es que la CF hispanoamericana pudo relajar la cientificidad de su modo de representación, sin que esto repercutiera en el retroceso de su interés por la “evaluación de la actividad científica” (2006: 170). Lo que queda como un interrogante abierto es si la evaluación crítica de esos procesos derivados de la modernidad técnica se fundamenta en un marco únicamente moral o, asimismo, científico. En el caso de La invención de Morel, todo indica que la procedencia de ese marco es filosófica. Desligar la axiología del relato de la apelación a una retórica, que puede ser o no identificable con un estilo determinado de pensamiento, no exceptúa a la narración de valerse de un sentido común crítico heredero de las ciencias sociales, como sucede en la mayor parte de las novelas argentinas contemporáneas. Cano no define esto con claridad porque su hipótesis acerca del adelgazamiento del método científico en las escrituras posteriores a los años treinta entraría en contradicción con lo que infiere, en paralelo, como la presencia cada vez más frecuente del modelo cognoscitivo de la filosofía y la sociología crítica. Prefiere, en cambio, insinuar que conviven la “aprensión hacia el desarrollo tecnológico” (2006: 189) y la orientación humanística, sin hacer de una el presupuesto de la otra.

            Mucho más discordante es el punto de vista de Córdoba (2011) que, paradójicamente, podríamos definir como textualista[10] y a la vez sociológico. A contramano del aspecto evaluativo y cuestionador que Cano (2006) le reconoce principalmente al género, el crítico prefiere destacar sus efectos de superficie. El megatexto cienciaficcional, compuesto de tropos y motivos reificados hasta la automatización, es la única referencia que admite esta narrativa metaliteraria, aceptable en términos exclusivamente estéticos (Córdoba, 2011: 80), concluye. Si bien uno puede coincidir en que la ciencia y la tecnología son patrones codificados de la comunicación que entabla el género con los lectores, esto no va en detrimento de la pretensión humanista de intepretar el mundo con miras al desocultamiento de sus lógicas. Esto último queda refrendado por el diagnóstico que hace el propio Córdoba de la “actitud satírica” (2011: 111) en las novelas de Cohen. La crítica a las estructuras socio-económicas, desde una posición que el autor asocia a la izquierda anticapitalista, es posible gracias al marxismo gramsciano por su condición de marco cognoscitivo dirigido al estudio de la alienación en sociedades tardocapitalistas del futuro cercano, si tomamos por válida su propia descripción. Posiblemente no reconozca el marxismo como una ciencia.[11] Quizás lo considere una escritura más entre otras escrituras integradas al archivo. Sin embargo, la axiología distópica, visible en la crítica a las condiciones de vida en el capitalismo futuro, se basa evidentemente –si nos guiamos por lo que Córdoba dice­– en un verosímil crítico de tipo sociológico. Podríamos discutir si esas teorías son evocadas por los mismos textos, si son un lenguaje que participa explícitamente de la enunciación (intertexto), o un instrumento de la reflexión que emplea el crítico sin una correspondencia directa con la literatura de Cohen. Pero el hecho de servirse de un metalenguaje teórico para explicar el efecto distanciador que provoca la distopía es una muestra de que no es tan sencillo dar por muerta la cognición en esta variedad narrativa.

Situándonos voluntariamente en una posición marginal entonces, como la llama Córdoba (2011: 98), decidimos creer que la especulación científica, contra todo pronóstico de su desaparición, sigue siendo el motor del género. Se equivocan quienes opinan que la architextualidad se basta a sí misma, independientemente de un código autorizante de tipo extraestético, que incita aún a la familiaridad y al sentido. O fingimos que la ciencia ya no es importante y toda especulación ficcional sobre nuestro presente futurible se realiza de espaldas a cualquier teoría, es decir, por la autosuficiencia misma de la biblioteca, o asumimos que la ambición de conocimiento perdura en las obras contemporáneas, como un efecto del discurso si se quiere­ del cual los textos no terminan de renegar, aun los más autocríticos o autónomos. La posición irónica, característica de la enunciación satirizante de autores como Oloixarac (2015) y Vanoli (2015, 2017) precisa de la estabilidad que le otorga una instancia a resguardo de la “biblioteca”. El sociologismo, el humanismo crítico y el biologismo son discursos que, ocasionalmente, forman una malla de contención sobre el lenguaje y los motivos específicos de la anticipación, poco permeable a la presunta dispersión del sentido motivada por el archivo, que sería decisiva de la actitud saliente de los nuevos narradores.

Evidentemente la crítica de la racionalidad de dominio impulsada por la Escuela de Frankfurt deja sus huellas en la CF sociológica de Vanoli (2015, 2017), Bruzzone (2014), Cohen (2016) y otros contemporáneos. La clave de esto radica en que el género históricamente ha sido proclive a seguir los pasos de teorizaciones como las de Adorno y Horkheimer sobre la homogeneización cultural, o la hiperrealidad de Jean Baudrillard, y su concepción contigua sobre el poder, como señala Page (2016a: 128). Creemos que además de “seguir los pasos” o “hacerse eco” de estas teorías, de acuerdo con la terminología elegida por Page, muchas de las distopías que se escriben en la actualidad son verdaderas internalizaciones de los principios de la crítica del poder de cuño frankfurtiana. Reconstruir ese primer horizonte de expectativas que contempla la recepción de planteos análogos ­por no decir subsidiarios a las teorías de la reificación y otros flagelos, sería un paso fundamental en el camino de restituirle a la CF su dimensión epistemológica vedada.

 

 

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[1] En adelante CF.

[2] La continuidad del extrañamiento cognitivo, ejemplar de la modalidad canónica del género de CF, es la hipótesis de algunas publicaciones recientes. Cfr. García 2020, 2021, 2022.

[3] Coincidimos con la lectura que de Rosso (2012) hace de la novela de Fresán El fondo del cielo, pero no con el valor representativo que le asigna en su calidad de “objeto de muestra” del estado de la CF de este período. Para este fin, más relevantes habrían resultado las novelas del Delta Panorámico de Marcelo Cohen, en las que sí reparan otros críticos como Martinez (2019), Steimberg (2010), King (2013) y Page (2016b).

[4] Algo habitual en el discurso de la crítica es la confusión entre estas dos modalidades de la presencia de la literatura, en cuanto componente genérico reconocible, en textos posteriores. En el caso de Córdoba (2011) claramente se yuxtaponen, en su hipótesis acerca del predominio de la intertextualidad en la CF latinoamericana, el concepto de intertexto con el más pertinente para su propio análisis, de architexto (el reservorio de motivos y procedimientos reciclables), ambos genettianos.

[5] Nos referimos a Peter Lang Companion to Latin American Science Fiction (2021), editada en Nueva York, a cargo de los argentinos Ezequiel de Rosso y Silvia Kurlat Ares, y a la Historia de la ciencia ficción latinoamericana en dos tomos (2020 y 2021), publicada en Madrid, a cargo de Teresa López-Pellisa y Silvia Kurlat Ares.

[6] Vale tanto para Plop de Rafael Pinedo, que analiza en 2012, como para las novelas del Delta Panorámico escritas por Marcelo Cohen (Donde yo no estaba, Gongue y Algo más), posteriormente leídas (2021).

[7] La vigencia de Suvin y su rol de autoridad epistémica en el campo discursivo es inapelable, también cuando se lo cita para desafiarlo. Lo prueba el uso preferencial que la crítica actual hace de sus definiciones y categorías analíticas. Cfr. Steimberg (2012: 129), Kurlat Ares (2017: 416), Brescia (2021: 92, 94) y tantos otros. Incluso esta actitud reverencial se replica entre los críticos revisionistas como Córdoba o Abraham.

 

[8] No vamos a someter a discusión la existencia de leyes de la realidad ni la potencialidad de su comprensión o totalización por parte del discurso literario. Asumimos, sencillamente, que ambos son presupuestos del género.

[9] Los presupuestos de la genericidad en obras recientes de estos autores y otros afines pueden rastrearse en García 2021, 2023, 2024.

[10] Un textualismo entendido a la manera derridiana, postestructuralista, si se quiere: “No hay afuera del texto” (Derrida, 1986). Quizás sea una posición antirreferencial la que Córdoba esté defendiendo, en el sentido de una apología de la autonomía literaria, aunque tendría poco sentido tratándose de un género satírico como la CF.

[11] Desde el punto de vista de Page (2016a), el materialismo marxista de Oesterheld es equivalente a una perspectiva científica para el género de CF. La prueba de esto es que iguala marxismo a darwinismo, ambos como casos de pensamiento materialista que estructura la visión política de los textos de Holmberg y Oesterheld. El dominio del materialismo en la CF Argentina (cfr. 115), a criterio de Page, podría ser una prueba de la pervivencia de la cognición científica, aunque no lo exprese estrictamente en esos términos.