Genericidad y cognición: los límites de la crítica de ciencia ficción
argentina
Genericity and cognition:
limits in Argentinian science fiction criticism
Nicolás García
Universidad Nacional del Sur, Argentina
https://orcid.org/0000-0001-6158-3631
Recibido: 18/03/2024
Aceptado: 23/09/2024
https://doi.org/10.30827/impossibilia.282024.30411
Resumen
El siguiente trabajo se abocará a la reconstrucción de
ciertos lugares comunes de la crítica literaria acerca de la ciencia ficción
argentina de las últimas décadas. Estos son, en concreto, el agotamiento de la
pulsión cognoscitiva y, como desprendimiento de este último, la crisis de la
genericidad. Estas dos hipótesis convertidas, por efecto del hábito crítico, en
una suerte de teoría de la ciencia ficción latinoamericana, merecen ser
confrontadas con el estado de la literatura anticipatoria escrita en Argentina
actualmente. Proponemos, para esto, un estudio de índole meta-crítico, que
organice las lecturas más destacadas en torno a la problemática genérica con
miras a establecer una controversia.
Palabras clave: genericidad,
ciencia ficción argentina, cognición
Abstract
The
following work will focus on the reconstruction of certain commonplaces of literary
criticism about Argentinian science fiction in recent years. Specifically, the
exhaustion of the cognitive impulse and, because of this crisis of genericity.
These two hypotheses, that are turned into a kind of theory of Latin American
science fiction because of the effect of a critical habit, deserve to be
confronted with the state of anticipatory literature written in Argentina
nowadays. For this purpose, we propose a meta-critical study that organizes the
most outstanding readings about the generic problem with the purpose of
establishing a controversy.
Keywords: Genericity, Argentinian Science Fiction,
Cognition
Introducción. Acerca de la supuesta
crisis de la genericidad
En las últimas dos décadas ha habido un incremento
notorio de la literatura de ciencia ficción publicada en Argentina. Como
correlato de este fenómeno, también han aumentado los estudios críticos
dedicados a esta. Una zona
de la crítica ha abordado la presencia de la ficción de anticipación en la
literatura argentina reciente a partir de la idea de debilitamiento del
componente científico constitutivo del género. Críticos como Steimberg (2012),
de Rosso (2012), Quintana (2012) y Castagnet (2015) asocian la presencia de la
ciencia ficción,[1]
en la literatura argentina y latinoamericana contemporánea, circunscripta
exclusivamente a la forma “débil” de la “evocación” (de Rosso 2012: 318). La cita o inclusión de motivos
cienciaficcionales sería correlativa a la predilección por “estructuras
flexibles” (Cano, 2017), en cuanto marcas distintivas de la modalidad
hispanoamericana. Tanto el abandono del examen de la causalidad histórica del novum
ficcional
(Steimberg, 2012, 2021) como
la transformación del saber en información o contraseña (de Rosso, 2012) serían
síntomas actuales del deterioro de la racionalidad científica del género.
Sin embargo, un consenso semejante, en el
campo literario, está dado por quienes rastrean desde los orígenes de la
ficción anticipatoria latinoamericana una particularidad en cuanto a la
heterogeneidad de su composición formal y de su marco cognoscitivo. Un grupo
importante de críticos coincide en describir como histórica la tendencia de la
literatura de anticipación latinoamericana a favorecer la hibridez tanto
narrativa como epistemológica (Cano, 2006 y 2017; Gasparini, 2010; Martinez,
2010 y 2019; Kurlat Ares, 2012; Haywood Ferreira, 2011 y Page, 2021). La
dificultad de la crítica para fijar unánimemente los límites genéricos de la CF
latinoamericana sería producto tanto de su contaminación con la literatura
fantástica como de la hegemonía histórica en América Latina del realismo mágico
(Kurlat Ares, 2012 y Maguire, 2021). El abandono paulatino del cientificismo
por parte de la tradición anglosajona hegemónica,
a partir de los años cincuenta, coincidiría con ciertas características
definitorias de la variante fantástica del género que desde los comienzos se
habría cultivado en el ámbito latinoamericano. La escasa presencia del elemento
tecnológico y el cruce de la cognición científica hegemónica con disciplinas no
legitimadas en el campo del conocimiento probarían la confluencia de un devenir
epistemológico común. El relato de anticipación vernáculo se destacaría por la
tendencia a la combinación de “la ciencia canónica con otras vías de
conocimiento de carácter esotérico” (Cano, 2006: 21). En cuanto a la “tradición
protogenérica nacional” (Martinez, 2010), la tendencia a nutrirse de paradigmas
científicos no hegemónicos la homologaría con la heterodoxia de la producción
latinoamericana del género. En la narrativa del período 1860-1930, en el cual
escriben Holmberg y Lugones, “no se consideraba a las ciencias ocultas y la
ciencia oficial como saberes enfrentados”, expone Abraham (2017: 298). En esta
misma línea de pensamiento, Gasparini (2010) destaca la combinatoria del
discurso científico acreditado y el pseudocientífico con elementos irracionales
como el procedimiento ejemplar de la ficción científica vernácula, que halla en
Holmberg su punto de partida. Por lo tanto, al tratarse de una subespecie
marcada desde el principio por la mezcla, el diagnóstico de la degradación o
debilitamiento de su garantía científica quedaría remitido a la impureza del
origen.
La opinión de la nueva crítica acerca de aquello establecido por
los teóricos clásicos de la CF es la que importa y exige ser revisada. Un
argumento sobresale entre otros. Es aquel que dictamina que la suspensión de la
identidad genérica en los relatos del presente se daría como consecuencia del
retroceso de los saberes científico–antropológicos que sostenían el impulso de
conocimiento de la CF canónica (de Rosso, 2012). Sostenemos, disintiendo con
este autor, que, de cumplirse tal cosa, no repercutiría sobre la totalidad de
la nueva narrativa de anticipación. Lo cierto es que el impulso epistemológico,
en la narrativa argentina de anticipación actual, se mantiene intacto. La
racionalidad científica es el marco epistémico dominante desde el cual se
procesa la modalidad de extrañamiento que ejercen algunas de las ficciones
especulativas más destacadas del último tiempo.[2] Por
ende, es arbitrario y poco efectivo el diagnóstico acerca de la crisis de la genericidad
para comprender esta literatura. A continuación, profundizaremos en estos
argumentos de especial circulación en el ámbito crítico y en sus limitaciones.
Genericidad y cognición: los
límites de la crítica
Si para un crítico como de Rosso (2012), en el panorama de
la literatura latinoamericana, hasta la década del 2010 eran pocos los textos
pertenecientes estrictamente al género de la CF, esta hipótesis exige una
revisión al analizar lo sucedido en la década siguiente. La “inestabilidad
constitutiva” (2012: 318) de narraciones que no terminan de asentarse en una
identidad genérica plena parece ser la hipótesis que se reitera
predominantemente de un crítico a otro de la CF argentina y latinoamericana
contemporánea. La opción de la hibridez, estado ambivalente que comporta tanto
la apropiación como la desapropiación de la norma genérica, acapara el concepto
general de la crítica acerca del fenómeno estético. Ni el rastreo de sus temas
ni del extrañamiento típico de la CF asegura la pertenencia a un sistema,
cuanto mucho su asociación con aquel. Identificar, por tanto, “estrategias de
ciencia ficción” (de Rosso, 2012: 326) no es suficiente para definir una forma,
parece indicar el titubeo constante entre la acción de convocar y retractarse
enseguida de la categoría productora del texto. Si el estatus de las obras
afines al género es la hibridez, como casi todos acuerdan, lo cual contempla
además la prescindencia del acervo científico, no tendría sentido ya preguntarse
por la existencia de una dominante genérica. Es decir, se ha tornado inoperante
la categoría por obra de un pluralismo categorial que vacía de toda identidad
el concepto “ciencia ficción”. En el caso de Córdoba (2011), este hace
extensiva la supuesta hibridez de la CF latinoamericana al esquema ideal de la
literatura escrita en Latinoamérica. En sus propios términos: “En esta hibridez
la CF latinoamericana revelaría su profunda afinidad con el resto de la
literatura producida en América Latina” (100). Con tal criterio, cabría mejor
referirnos a la literatura latinoamericana, como único objeto, y desentendernos
de subespecies inespecíficas.
A diferencia de lo que suele
aseverarse, el estatus de la relación entre las nuevas ficciones y el género
trasciende actualmente la intertextualidad en el panorama de la CF argentina.
Es decir, ya no es del orden de la referencia meramente, sino de índole más
estructurante, inherente a la ley formal. No obstante, la idea más corriente en
los planteos sobre la actualidad de
la CF es que el intertexto literario ha sustituido al intertexto científico
como garante del juego genérico que, por tal motivo, se ha independizado de la
epistemología. Sin embargo, la mención a la arqueología de los motivos
cristalizados de la CF que practican autores latinoamericanos, y conformarían
la “biblioteca” (Córdoba, 2011) de la que estos se sirven, es una paráfrasis
bastante obvia de la architextualidad. En otras palabras, la inespecificidad de
las ficciones científicas, en el estado actual del campo literario argentino, o
lo que es lo mismo, su inestabilidad formal, es una hipótesis cada vez menos
probable. La distinción que de Rosso (2012) realiza entre novelas de ciencia-ficción y novelas con ciencia-ficción, amparándose en una
cita de Rodrigo Fresán (312) para afirmar que solo la última modalidad se
ajusta al subgénero latinoamericano, es insostenible en el contexto de
publicación de obras como las de Marcelo Cohen, Carlos Chernov o Hernán Vanoli.
A diferencia del canon establecido por de Rosso en textos sucesivos, entendemos
que la literatura de Fresán no es representativa del tipo de ficción científica
que se escribió en Argentina del año 2012 en adelante.[3] La hipótesis que aquí se
defiende es que la intertextualidad, como estrategia alusiva al género de CF,
es menos significativa de lo que se cree, si por esta se entiende un
debilitamiento de la forma, a pesar de que en los relatos del período abunden
referencias a los clásicos (Dick, Ballard, Gibson, Bradbury). A diferencia de
esto, creemos que es la relación architextual una de tipo dominante.[4] El argumento a favor del valor
intertextual de la CF en la modalidad latinoamericana se complementa bien con
la tendencia a considerar la indefinición genérica como rasgo estructural de
esta. En cambio, de imponerse la architextualidad en el análisis, esto
repercutiría en la necesidad de reformulación del concepto de obra plural,
presupuesto fundamental de la crítica. La legibilidad genérica debe
comprenderse como una decisión formal que trasciende el deseo de exhibir un
saber sobre el género (de Rosso, 2012: 314), dado que remite al fundamento
composicional de estas ficciones propiamente dicho, es decir, al extrañamiento
cognoscitivo que señalara categóricamente Suvin. Por lo tanto, la CF es menos
el “sostén ideológico” (2012: 314), o el imaginario de estos textos, como opina
la crítica, que, de manera mucho más determinante, su función.
En
los argumentos de la crítica de la década pasada, se percibe cierto prurito al
momento de clasificar como pertenecientes a la CF obras tales como las de
Marcelo Cohen, Oliverio Coelho o Rafael Pinedo; tendencia que sólo va a
revertirse en los últimos años con la publicación ejemplar de las dos historias
de la CF latinoamericana a cargo de Silvia Kurlat Ares, Ezequiel de Rosso y
Teresa López-Pellisa,[5]
que hacen explícita la genericidad de estos mismos textos y de otros,
cuestionada anteriormente. Hasta estos dos hitos recientes, se optaba por
enfatizar mayoritariamente los desacuerdos genéricos antes que las
continuidades entre literaturas separadas por un marco histórico y geográfico
evidente. Se llega a considerar que novelas como Plop de Rafael Pinedo o Donde
yo no estaba de Marcelo Cohen abandonan el anhelo predictivo característico
de la anticipación, por recrear un presente eterno carente de historicidad
según la perspectiva intradiegética de los relatos. Es el caso de Alejo
Steimberg (2012) que somete estas novelas a un análisis deudor de la teoría de
Darko Suvin para destacar el desarreglo fundamental entre el architexto y sus
desviaciones. En razón de esto, elige utilizar los términos “apropiación”,
“diálogo” y “adaptación” (2012: 143) con el objeto de remarcar la relación
genérica problemática establecida entre estas obras argentinas del presente y
los textos clásicos de la CF. El deseo de mantener el estatus de singularidad
de las obras analizadas hace que las diferencias con el modelo se remarquen de
manera exagerada. En su último ensayo sobre las
ficciones de Marcelo Cohen, el citado investigador apunta:
The Panoramic
Delta’s stories are singled out by the absence of a crucial element in the
classics of the genre: the idea of evolution, of change. Cohen’s fiction shows
us a distant future that, for Argentine readers, has essentially remained the
same (2021: 217).
Sin embargo,
la teoría suviniana descarta la existencia de una otredad radical,[6]
o novum, que difiera sustancialmente del
universo de sentido de los personajes, dado que el extrañamiento
espacio-temporal se mide en función de la perspectiva extradiegética. Es decir,
en referencia al mundo empírico del lector se evalúa la cualidad distanciadora
del novum, y no del punto de vista
interno del relato. Al confundir estos dos planos de la referencia temporal,
hace parecer “aislado”, es decir, ahistórico, el cronotopo ficcional y, por
ende, también paródica la recreación del género.
Este
caso demuestra cómo la crítica actual procede con cierta obstinación a la hora
de desligar textos futuristas de temática post-apocalíptica, de un horizonte de
comprensión genérico, con el riesgo de predicar, contra sus propios argumentos,
el alejamiento de una identidad genérica improbable. ¿Cómo compatibilizar, sin
bordear el absurdo, la construcción de futuros distópicos con la supresión de
su carácter predictivo con miras a la advertencia? ¿Puede considerarse
distópica una novela que haya desertado, como cree Steimberg, de la predicción
de las consecuencias negativas originadas en comportamientos de nuestra
sociedad actual? Difícilmente el imaginario cienciaficcional pueda disociarse
de una función constructiva acorde, al menos en los casos que el crítico
estudia.
El
tabú de la genericidad no comporta grandes modificaciones en el análisis del
objeto, y por ende sus repercusiones en la comprensión del fenómeno estético
suelen ser menores. Antes que nada, señala una actitud teórica tendiente a
usufructuar un relativismo epistémico valorado en el campo. Parece menos
riesgoso decir que obras como las de Cohen “explotan imaginarios de ciencia
ficción distópica” (Steimberg 2010: 245) que reconocer explícitamente la
pertenencia genérica, cuando en verdad la descripción de los rasgos formales
tiende a confirmar lo último. La creencia subrepticia es que el género
encorseta. Cualquier recurso proveniente de la novela realista o del relato
epistolar que sea convergente con el distopismo de base interrumpe la pureza
del código primario (Steimberg 2010: 248) de tal forma que abre el texto a una
indeterminación deseable. Es una tarea compleja, entonces, la del crítico que
busca separar el texto individual de la categoría productora, poniendo en un
mismo nivel jerárquico la CF y estrategias de escritura realistas, aun
reconociendo la extrapolación como procedimiento clave, asociada a una serie de
tópicos marcadamente cyberpunk. Por
ser proclive a un tipo de cognición socio-política, el contenido de la
especulación proyectiva característica de Marcelo Cohen remite con claridad a
la CF. En cambio, Steimberg prefiere no encuadrar un texto como Donde yo no estaba dentro de una
identidad genérica concreta y opta por diseminar el sentido categorial en un
conjunto de taxonomías que enfaticen el carácter abierto o plural de esta
literatura.
Algo
similar ocurre, en cuanto a la inconsistencia del planteo, en lo relativo a la doxa del deterioro de la racionalidad
científica que sufrirían las nuevas obras de tendencia cienciaficcional. El
principal crítico que ha desarrollado en detalle la hipótesis del bloqueo del
impulso cognitivo en la literatura contemporánea, asociada aunque sea
parcialmente al género, ha sido De Rosso (2012, 2021). Es cierto que la merma
de la cienciaficcionalidad puede atribuirse a novelas como Las islas de Gamerro que el crítico estudia, sin embargo, poco
explicaría del historicismo de Mairal, Coelho, Pinedo o Cohen. El retorno a una
organización tribal, del tipo de la expuesta por Plop, en la que abundan los tabúes y los individuos viven sometidos
a una economía de la supervivencia del más apto, no puede desligarse de cierto
efecto de cognición, que Kurlat Ares no duda en llamar “antropológico” (2017:
407). Sin embargo, en los abordajes de Steimberg, así como la otredad es
relativizada, del mismo modo, la pervivencia de la lógica cognitiva, en relatos
que fantasean con el fin de la civilización o un cambio brusco de esta, es
negada o al menos se evita su tratamiento. En consecuencia, descubrimos que el
tabú –para ser fieles al “registro etnográfico” (2017: 407) del propio Pinedo–
es la propia cognición. El uso que hacen del discurso científico las ficciones
anticipatorias de este siglo, a los fines de verosimilizar la novedad extraña,
deja de ser objeto de análisis incluso para los estudios que más afinidad
demuestran tener con enfoques clásicos como el de Suvin. Esto se debe
fundamentalmente a que las categorías se evocan (distanciamiento, cognición, novum), pero empleadas heterodoxamente,
ya sea porque existe una desconfianza intuitiva, es decir pre-teórica, acerca
de una identidad imposible entre textos con orígenes diversos, o porque se
descree de la vigencia de los modelos teóricos, aun citándolos. Tal vez no sea
necesario transformar la teoría, a costa de volverla inconsistente en extremo,
para demostrar el carácter particular de textos que, si bien responden a
morales literarias disímiles, siguen haciendo ciencia ficción.
Independientemente
de que percibamos como más o menos prescriptivas las teorías de Suvin o
Capanna, sus parámetros no resultan en absoluto incompatibles con el estado de
la CF argentina contemporánea.[7]
No se trata de una serie de reglas ideales que arbitrariamente buscan imponerse
a objetos que han cambiado profundamente de naturaleza. Al contrario –y la
prueba de esto son los mismos críticos que no dejan de apelar a estas aun para
contradecirlas–, la extrapolación lógica y los procedimientos de
verosimilización del novum futurista
están más vigentes que nunca. La nueva narrativa de anticipación argentina, sin
ser un “objeto estático” (De Rosso, 2017: 269) se sigue rigiendo por un impulso
epistemológico tal que ningún enfoque, incluso el más ecléctico, puede
desatender. Sabemos que la cientificidad de un modo enunciativo que, desde su
nacimiento, fue asociado a la coherencia y la “actitud metódica” (Capanna,
2007: 46) no inspira certezas en lo referido a su permanencia en la narrativa
argentina contemporánea. De la reticencia a plantear la actualidad de un
horizonte cognoscitivo que oficie aún de sostén discursivo pasamos a lecturas
que niegan directamente el influjo del discurso científico en esta clase de
narraciones.
Esta
convicción, que asociamos con De Rosso, es refrendada por Córdoba en su
análisis sobre la práctica latinoamericana de CF. La estrategia consiste, en el
caso de Córdoba, en contraponer la teoría del extrañamiento cognitivo,
defendida por Suvin (1984) y Jameson (2009), a la del megatexto como condición
ejemplar de la CF posmoderna, que proviene de Damien Broderick (2005). Esta
última sería más adecuada al marco contemporáneo. Las cristalizaciones de la
literatura de CF canónica serían el punto de partida de las reescrituras
modernas y no el paradigma científico. El argumento es audaz. El saber sobre
las leyes que gobiernan el mundo habría sido reemplazado por el saber del
texto, dado que el material primario de estas ficciones sería la “biblioteca”
(2005: 31), o el archivo, y por lo tanto habrían ganado un nuevo estatus de
autonomía. A causa de la codificación de la maravilla científica, las nuevas
obras no precisan más de la seguridad epistémica que les proveían las ciencias
como garantes de la naturalidad de la anomalía. No es necesario delegar la
tarea de la familiarización de la novedad extraña en un discurso parasitario
cuando la textualidad genérica es autosuficiente. Lo que tenemos acá es la
vieja idea de Capanna (1985) acerca del carácter esencialmente metaliterario de
la CF argentina, adaptada al contexto latinoamericano. Dado que los materiales
de nuestra variante continental no serían las ciencias, sino “los mitos del
género” (1985: 47), es esperable la depreciación de su valor cognitivo. Este
razonamiento adolece de algunos defectos fundamentales. La principal crítica
que admiten planteos como el de Córdoba es que confunden verdad con efecto de
verdad. El estatus cognitivo diferencial de la CF no se desprende de la
trascendencia de los límites ficcionales, debido a que la revelación de las
leyes de la realidad que ésta impulsa es un efecto del discurso,[8]
y no el correlato de una evidencia extratextual. Córdoba decide negar la
importancia del verosímil científico en la literatura latinoamericana de CF
porque entiende que su relación con el saber está enteramente mediada por la
textualidad, lo cual es indiscutible, siempre y cuando incluyamos la
discursividad científica y su clase particular de cognición como parte
fundamental de ese textualismo.
En
particular, uno se pregunta si lo que De Rosso (2012) define como la
naturalización de un saber vuelto seña de identidad, y Córdoba (2011)
metaforiza bajo el concepto de “archivo”, no es la condición de cualquier
verosímil científico-tecnológico en la actualidad. En vez de pensar que las
distintas vulgatas técnicas que, a partir de la influencia del cyberpunk, ofician de verosímil técnico
atentan contra el impulso cognoscitivo de estos relatos por degradar el saber a
mera contraseña, podría considerarse este, más bien, el estado natural de la
enunciación cienciaficcional. La insistencia en el bloqueo del impulso
cognitivo por efecto de una supuesta conversión de aquel en enciclopedismo
superficial no concuerda con las preocupaciones antropológicas de Coelho y
Pinedo, ni con el sociologismo de Cohen y Vanoli, y mucho menos con la
concepción darwinista de la involución social sostenida por el par Maggiori
(2014)-Coelho (2015), tomando casos conocidos.[9]
La distinción, por consiguiente, entre saber e información es dudosa,
tratándose de dos regímenes del conocimiento que a los fines del efecto de
cognición que el género requiere para funcionar son idénticos. Lo que es clave,
más allá del binomio categorial que postula De Rosso, es que la nueva ficción
científica sigue amparándose, para crear la lógica de sus mundos posibles, en
un sentido común científico, proveniente ahora, indudablemente, de las ciencias
humanas. A los fines de deslindar la cualidad de la formación científica del
mundo anglosajón y del latinoamericano, Pestarini (2012) enfatiza: “De las dos
culturas de Snow, está claro que la dominante en la ciencia-ficción argentina
en los ochenta –y también en la actual–, es el de las humanidades” (2012: 438).
La estrategia autorizante del novum
ficcional, basada en la apelación a la citación directa e indirecta del
discurso científico, cada vez más vigente en la narrativa anticipatoria
argentina, constituye el principal motivo para no convalidar la teoría de la
ruptura epistemológica que críticos como De Rosso y Córdoba impulsan.
Conclusiones. Por una vieja (nueva) legibilidad
genérica
La idea clave de la argumentación
de Luis C. Cano (2006) es que la CF hispanoamericana pudo relajar la
cientificidad de su modo de representación, sin que esto repercutiera en el
retroceso de su interés por la “evaluación de la actividad científica” (2006:
170). Lo que queda como un interrogante abierto es si la evaluación crítica de
esos procesos derivados de la modernidad técnica se fundamenta en un marco
únicamente moral o, asimismo, científico. En el caso de La invención de
Morel, todo indica que la procedencia de ese marco es filosófica. Desligar
la axiología del relato de la apelación a una retórica, que puede ser o no
identificable con un estilo determinado de pensamiento, no exceptúa a la
narración de valerse de un sentido común crítico heredero de las ciencias
sociales, como sucede en la mayor parte de las novelas argentinas
contemporáneas. Cano no define esto con claridad porque su hipótesis acerca del
adelgazamiento del método científico en las escrituras posteriores a los años
treinta entraría en contradicción con lo que infiere, en paralelo, como la
presencia cada vez más frecuente del modelo cognoscitivo de la filosofía y la
sociología crítica. Prefiere, en cambio, insinuar que conviven la “aprensión
hacia el desarrollo tecnológico” (2006: 189) y la orientación humanística, sin
hacer de una el presupuesto de la otra.
Mucho más discordante es el punto de vista de Córdoba
(2011) que, paradójicamente, podríamos definir como textualista[10]
y a la vez sociológico. A contramano del aspecto evaluativo y cuestionador que
Cano (2006) le reconoce principalmente al género, el crítico prefiere destacar
sus efectos de superficie. El megatexto cienciaficcional, compuesto de tropos y
motivos reificados hasta la automatización, es la única referencia que admite
esta narrativa metaliteraria, aceptable en términos exclusivamente estéticos
(Córdoba, 2011: 80), concluye. Si bien uno puede coincidir en que la ciencia y
la tecnología son patrones codificados de la comunicación que entabla el género
con los lectores, esto no va en detrimento de la pretensión humanista de
intepretar el mundo con miras al desocultamiento de sus lógicas. Esto último
queda refrendado por el diagnóstico que hace el propio Córdoba de la “actitud
satírica” (2011: 111) en las novelas de Cohen. La crítica a las estructuras
socio-económicas, desde una posición que el autor asocia a la izquierda
anticapitalista, es posible gracias al marxismo gramsciano por su condición de
marco cognoscitivo dirigido al estudio de la alienación en sociedades
tardocapitalistas del futuro cercano, si tomamos por válida su propia
descripción. Posiblemente no reconozca el marxismo como una ciencia.[11]
Quizás lo considere una escritura más entre otras escrituras integradas al
archivo. Sin embargo, la axiología distópica, visible en la crítica a las
condiciones de vida en el capitalismo futuro, se basa evidentemente –si nos
guiamos por lo que Córdoba dice– en un verosímil crítico de tipo sociológico.
Podríamos discutir si esas teorías son evocadas por los mismos textos, si son
un lenguaje que participa explícitamente de la enunciación (intertexto), o un
instrumento de la reflexión que emplea el crítico sin una correspondencia
directa con la literatura de Cohen. Pero el hecho de servirse de un
metalenguaje teórico para explicar el efecto distanciador que provoca la
distopía es una muestra de que no es tan sencillo dar por muerta la cognición
en esta variedad narrativa.
Situándonos voluntariamente en una
posición marginal entonces, como la llama Córdoba (2011: 98), decidimos creer
que la especulación científica, contra todo pronóstico de su desaparición,
sigue siendo el motor del género. Se equivocan quienes opinan que la
architextualidad se basta a sí misma, independientemente de un código
autorizante de tipo extraestético, que incita aún a la familiaridad y al
sentido. O fingimos que la ciencia ya no es importante y toda especulación
ficcional sobre nuestro presente futurible se realiza de espaldas a cualquier
teoría, es decir, por la autosuficiencia misma de la biblioteca, o asumimos que
la ambición de conocimiento perdura en las obras contemporáneas, como un efecto
del discurso –si se quiere– del cual los textos no terminan de
renegar, aun los más autocríticos o autónomos. La posición irónica,
característica de la enunciación satirizante de autores como Oloixarac (2015) y
Vanoli (2015, 2017) precisa de la estabilidad que le otorga una instancia a
resguardo de la “biblioteca”. El sociologismo, el humanismo crítico y el
biologismo son discursos que, ocasionalmente, forman una malla de contención
sobre el lenguaje y los motivos específicos de la anticipación, poco permeable
a la presunta dispersión del sentido motivada por el archivo, que sería
decisiva de la actitud saliente de los nuevos narradores.
Evidentemente la crítica de la
racionalidad de dominio impulsada por la Escuela de Frankfurt deja sus huellas
en la CF sociológica de Vanoli (2015, 2017), Bruzzone (2014), Cohen (2016) y
otros contemporáneos. La clave de esto radica en que el género históricamente
ha sido proclive a seguir los pasos de teorizaciones como las de Adorno y
Horkheimer sobre la homogeneización cultural, o la hiperrealidad de Jean
Baudrillard, y su concepción contigua sobre el poder, como señala Page (2016a:
128). Creemos que además de “seguir los pasos” o “hacerse eco” de estas
teorías, de acuerdo con la terminología elegida por Page, muchas de las
distopías que se escriben en la actualidad son verdaderas internalizaciones de los principios de la crítica del poder
de cuño frankfurtiana. Reconstruir ese primer horizonte de expectativas que
contempla la recepción de planteos análogos –por no decir subsidiarios– a las teorías de la
reificación y otros flagelos, sería un paso fundamental en el camino de
restituirle a la CF su dimensión epistemológica vedada.
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obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0.
[1] En adelante CF.
[2] La
continuidad del extrañamiento cognitivo, ejemplar
de la modalidad canónica del género de CF, es la hipótesis de algunas
publicaciones recientes. Cfr. García 2020, 2021, 2022.
[3] Coincidimos
con la lectura que de Rosso (2012) hace de la novela de Fresán El fondo del cielo, pero no con el valor
representativo que le asigna en su calidad de “objeto de muestra” del estado de
la CF de este período. Para este fin, más relevantes habrían resultado las
novelas del Delta Panorámico de Marcelo Cohen, en las que sí reparan otros críticos
como Martinez (2019), Steimberg (2010), King (2013) y Page (2016b).
[4] Algo habitual en el discurso de la crítica es la confusión
entre estas dos modalidades de la presencia de la literatura, en cuanto
componente genérico reconocible, en textos posteriores. En el caso de Córdoba
(2011) claramente se yuxtaponen, en su hipótesis acerca del predominio de la
intertextualidad en la CF latinoamericana, el concepto de intertexto con el más
pertinente para su propio análisis, de architexto (el reservorio de motivos y
procedimientos reciclables), ambos genettianos.
[5] Nos referimos
a Peter Lang Companion to Latin American
Science Fiction (2021), editada en Nueva York, a cargo de los argentinos
Ezequiel de Rosso y Silvia Kurlat Ares, y a la Historia de la ciencia ficción latinoamericana en dos tomos (2020 y
2021), publicada en Madrid, a cargo de Teresa López-Pellisa y Silvia Kurlat
Ares.
[6] Vale tanto
para Plop de Rafael Pinedo, que
analiza en 2012, como para las novelas del Delta Panorámico escritas por
Marcelo Cohen (Donde yo no estaba, Gongue y Algo más), posteriormente leídas (2021).
[7] La vigencia
de Suvin y su rol de autoridad epistémica en el campo discursivo es inapelable,
también cuando se lo cita para desafiarlo. Lo prueba el uso preferencial que la
crítica actual hace de sus definiciones y categorías analíticas. Cfr. Steimberg
(2012: 129), Kurlat Ares (2017: 416), Brescia (2021: 92, 94) y tantos otros.
Incluso esta actitud reverencial se replica entre los críticos revisionistas
como Córdoba o Abraham.
[8] No vamos a
someter a discusión la existencia de leyes de la realidad ni la potencialidad
de su comprensión o totalización por parte del discurso literario. Asumimos,
sencillamente, que ambos son presupuestos del género.
[9] Los
presupuestos de la genericidad en obras recientes de estos autores y otros
afines pueden rastrearse en García 2021, 2023, 2024.
[10] Un
textualismo entendido a la manera derridiana, postestructuralista, si se
quiere: “No hay afuera del texto” (Derrida, 1986). Quizás sea una posición
antirreferencial la que Córdoba esté defendiendo, en el sentido de una apología
de la autonomía literaria, aunque tendría poco sentido tratándose de un género
satírico como la CF.
[11] Desde el
punto de vista de Page (2016a), el materialismo marxista de Oesterheld es
equivalente a una perspectiva científica para el género de CF. La prueba de
esto es que iguala marxismo a darwinismo, ambos como casos de pensamiento
materialista que estructura la visión política de los textos de Holmberg y
Oesterheld. El dominio del materialismo en la CF Argentina (cfr. 115), a
criterio de Page, podría ser una prueba de la pervivencia de la cognición
científica, aunque no lo exprese estrictamente en esos términos.