Notas sobre la noción de Abiayala. Genealogías gunadule, usos globales y
brechas decoloniales
Notes on the Notion of Abiayala. Gunadule Genealogies, Global Uses and Decolonial Gaps
Simone Ferrari
Università degli Studi di Milano
https://orcid.org/0000-0002-3339-5737
Recibido:
29/01/2024
Aceptado:
23/09/2024
https://doi.org/10.30827/impossibilia.282024.30017
Resumen
El ensayo
delinea un estado del arte sobre los usos académicos de la noción Abiayala (o
Abya Yala) para referirse al continente (latino)americano y sobre las
trayectorias semánticas del término entre las culturas gunadule contemporáneas.
Se propone un análisis comparado entre los significados asignados a Abiayala en
el ámbito decolonial, las lecturas críticas sobre sus usos y la elaboración
político-estética de la categoría en la producción intelectual y poética guna
contemporánea (Patricia Sue Haglund, Abadio Green Stocel, Aiban Wagua y Milton
Santacruz). En este sentido, el artículo explora algunas de las múltiples
posibilidades interpretativas, tensiones epistémicas y horizontes de
significado de la palabra, tanto en el contexto cultural de las narrativas y
epistemologías amerindias como en las trayectorias de desarrollo de los
estudios decoloniales.
Palabras clave:
Abiayala, Abya Yala, literaturas gunadule, léxico decolonial, pensamiento
indígena, culturas indígenas.
Abstract
The essay
outlines a state of the art on the academic uses of the notion Abiayala (or
Abya Yala) to refer to the (Latin)American continent and on the semantic
trajectories of the term among contemporary Gunadule cultures. A comparative
analysis is proposed between the meanings assigned to Abiayala in the
decolonial sphere, critical readings on its uses and the political-aesthetic
elaboration of the category in contemporary Guna intellectual and poetic
production (Patricia Sue Haglund, Abadio Green Stocel, Aiban Wagua and Milton
Santacruz). In this order of ideas, the article explores some of the multiple
interpretive possibilities, epistemic tensions and horizons of meaning of the
word, both in the cultural context of Amerindian narratives and epistemologies
and in the development of decolonial studies’ trajectories.
Keywords:
Abiayala, Abya Yala, Gunadule Literatures, Decolonial Lexicon, Indigenous
Thought; Indigenous Cultures.
Introducción
La difusión del
término Abiayala o Abya Yala[1] como
solución autóctona para definir el continente (latino)americano es el resultado
de un prolífico encuentro intelectual entre los movimientos indígenas
latinoamericanos y algunas tendencias de reflexión del pensamiento decolonial
(Bengoa, 2009; De la Cadena & Starn, 2020). La expresión encuentra sus
raíces en la lengua dulegaya, idioma chibchense hablado por la comunidad
gunadule. Los gunadule o guna[2]
conforman una población transfronteriza que habita la selva colombo-panameña
del Darién, las islas de San Blás (Panamá) y el Golfo de Urabá (Colombia).[3]
Generalmente
traducida como “tierra de sangre”, “tierra en plena madurez” o “tierra en
florecimiento” (López-Hernández, 2004; Porto Gonçalves, 2011; Wagua, 2011), la
palabra Abiayala encontró su primer momento de difusión extrarregional al
finalizar la Primera Conferencia Internacional de Pueblos Indígenas (27-31 de
octubre de 1975) cuando, luego de un viaje al territorio panameño de Gunayala,[4] el
activista aimara Takir Mamani propuso la integración del término en las
prácticas comunicativas de los movimientos indígenas latinoamericanos (Keme,
2018). Dos años más tarde, en 1977, el Consejo Mundial de Pueblos Indígenas
acogió la forma ‘Abya Yala’ como nuevo nombre del continente americano (CNAP,
1992), allanando el camino para su progresiva integración en el lenguaje
político de las organizaciones indígenas y su uso en foros, eventos, medios de
comunicación y proyectos editoriales como la Editorial Abya Yala[5] o la
revista Abya Yala News.[6]
Las
reflexiones en torno al quinto centenario de la Conquista brindaron una
oportunidad para la circulación del término en espacios académicos. En el
volumen de 1992 de la revista Temas de Nuestra América se hace mención,
en una nota titulada Acerca del nombre Abya Yala, a los orígenes y usos
contemporáneos de la noción. En esa misma época, la palabra es progresivamente
integrada por la creciente producción literaria indígena continental. Es el
caso de obras antológicas y de textos biográficos como Encuentros en los
senderos de Abya Yala (2004) del escritor wayuu Miguel López
Hernández, cuyos relatos en versos de sus travesías por la América indígena
reafirman la caracterización interétnica de la noción.
Con la
adopción de la expresión por parte de autores referentes de los estudios
decoloniales continentales, tales como Catherine Walsh (2013), Walter Mignolo
(2015) y Arturo Escobar (2018), en el siglo XXI el uso de la palabra se ha
estandarizado en diferentes áreas del pensamiento latinoamericano: estudios
culturales, literarios, pedagógicos, antropológicos, entre otros. En años
recientes, la difusión académica del término ha coincidido con crecientes
actitudes críticas hacia su uso por parte de pensadores de área reaccionaria y
anti-indianista. Es el caso del filósofo español Gustavo Bueno Sánchez, cuya
conferencia “La invención de Abya Yala”[7] (2023)
explora supuestas inconsistencias etimológicas, idealizaciones irenistas y
apropiaciones políticas de la palabra[8]. Tales
críticas, fundamentadas en un enfoque epistémico de evidente herencia colonial,
ocupan una posición relevante en el debate público sobre el tema, y no pueden
ser ignoradas. Por el contrario, pueden ofrecernos un ‘espejo’ intelectual para
reflexionar críticamente sobre la conceptualización de Abiayala y sobre sus
usos académicos.
En esta
dirección, propongo aquí un intento de investigar las siguientes inquietudes:
¿a qué dimensiones del conocimiento y de la sociedad nos referimos con el
término Abiayala? ¿A un proyecto cultural, a un lugar de enunciación
étnico-territorial o a una práctica de reapropiación discursiva del espacio?
¿En qué contextos circula hoy el término y bajo qué tipo de matrices
semánticas? Sin la ambición de encontrar tales respuestas, el artículo aspira a
proporcionar algunas coordenadas epistémicas útiles para orientar un estudio
del término en diálogo con las latitudes del saber gunadule. En este orden de
ideas, tras un breve recorrido por algunos de los significados atribuidos a
Abiayala en el ámbito académico, el ensayo analiza los usos de la noción en la
producción intelectual y literaria de escritores e intelectuales guna
contemporáneos.
Abiayala: usos
globales, raíces locales
En la mayoría de
los estudios críticos contemporáneos que optan por alternar o sustituir el
término ‘América Latina’/’América’ por ‘Abya Yala’/‘Abiayala’, la elección se
justifica con una breve nota, donde se resumen origen y significado de la
noción. Es el caso de algunos ensayos que contribuyeron a la canonización del
término en ámbito académico. En su volumen Cruz y Coca (2014), el
teólogo suizo Josef Estermann aclara en la segunda nota del texto que:
La noción Abya Yala, que tiene su origen en la etnia
kuna de Panamá, significa literalmente “tierra en plena madurez”, y fue
propuesta a principios de los años 1980 por el líder aimara boliviano Takir
Mamani como referencia indígena para el continente llamado por los
conquistadores “América”. La palabra “América” se deriva, como es conocido, del
navegante y cartógrafo italiano Amerigo Vespucci (2014: 11).
Con la adopción
del término, Estermann evoca su valor de contrapeso con respeto a las
implicaciones coloniales de la palabra ‘América’. La elección de utilizar
‘Abiayala’ se configura en el marco de una adhesión explícita al proyecto
promovido –entre otros– por Takir Mamani de impulsar una reapropiación
etnolingüística de las toponimias negadas por la colonización. En Feminismos
desde Abya Yala (2013), Francesca Gargallo Celentani define Abya Yala como
“uno de los nombres ancestrales del continente” (2014:9) y agrega, en una de
las primeras notas del texto:
Abya Yala es el nombre kuna […] utilizado por los y
las dirigentes y comunicadores indígenas para definir al sur y norte del
continente, siendo América un nombre colonial con el que no quieren identificar
su territorio común. El pueblo Kuna, quien vive en los archipiélagos de Panamá
y en el Darién […] puede visualizar desde su precisa geografía en la cintura
del continente, tanto el sur como el norte de América, siendo quizá por ello el
único que le ha dado un nombre común (2014: 23).
La nota de
Gargallo se enfoca en las implicaciones semánticas de la noción para el marco
sapiencial guna. La autora italiana no profundiza las trayectorias etimológicas
del término, pero ofrece una posible explicación de las causas de su
surgimiento: la ubicación del pueblo guna en la selva del Darién, frontera
natural entre América del Norte y del Sur, región de contactos e intercambios
que permitiría visualizar y concebir una noción geográfica de horizonte
continental.
En la
introducción al volumen misceláneo Pedagogías Decoloniales (2013),
Catherine Walsh presenta “estas tierras de Abya Yala” como “las que fueron
renombradas ‘América’ por los invasores como acto político, epistémico,
colonial” (25), destacando la genealogía precolombina de la palabra. En la
misma obra, la autora sitúa el renacimiento contemporáneo de Abiayala en la
etapa histórica de la “emergencia indígena” (Bengoa, 2009) de los primeros años
1990. Según Walsh, los principios ético-políticos de los movimientos indígenas
de finales del siglo XX ocuparon los vacíos ideológicos ocasionados por el
colapso de la “utopía revolucionario-marxista blanco-mestiza” (30). Tal
convergencia habría surgido en el territorio epistémico de un “continente ya
rebautizado como Abya Yala, un territorio en plena madurez” (30). La Abiayala
propuesta por Walsh entreteje el proceso decolonial de recuperación
geo-epistémica de los territorios amerindios con los fundamentos políticos de
las actuales reivindicaciones indígenas. En una misma línea, las reflexiones de
Carlos Porto-Gonçalves abordan el concepto de Abiayala en el marco de las
recientes instancias político-ambientales para repensar el continente:
La lucha por el territorio asume un carácter central,
desde una perspectiva teórico-política innovadora, al combinarse la dimensión
subjetiva, cultural, con la dimensión material –agua, biodiversidad, tierra.
[…] Abya Yala se posiciona así como un atractor […] en torno al cual es posible
configurar otro sistema. Eso es lo que proponen los pueblos originarios con
este otro léxico político. No olvidemos que dar un nombre propio es apropiar-se
(Porto-Gonçalves, 2009: 29).[9]
Según
Porto-Gonçalves, la afirmación de la idea de Abiayala es emblema de una lucha
telúrico-política planteada como forma alternativa con respeto a los modelos
extractivistas de desarrollo. En este marco, Abiayala se configuraría como
proyecto político de recuperación física y epistémica del territorio
latinoamericano.
Las
distintas perspectivas presentadas abren nuevas preguntas: ¿el término
‘Abiayala’ se configura como forma exclusiva para reemplazar la noción de
América/América Latina, o puede coexistir con ella? En el ámbito académico,
¿bajo qué patrones podemos, las y los estudiosos no indígenas y no
latinoamericanos, relacionarnos con la noción? Si algunos investigadores
invocan una práctica discursiva radical de sustitución lingüística (de Souza
Silva, 2013), otros sugieren propuestas de convivencia complementaria entre las
distintas raíces etnoculturales del continente. Es el caso de la Abya
Yala/Afro/LatinoAmérica (2018) de Arturo Escobar, de la Latinoamérica/Abya
Yala/Quilombola de Carlos Porto-Gonçalves (2015), o de la Abya Yala/La
Gran Comarca de Walter Mignolo (2015). Las tres fórmulas resaltan la matriz
afrodiaspórica del continente y –en los primeros dos casos– su carácter
blanco-mestizo. Las expresiones cuestionan el alcance exclusivo del término
Abiayala, cuya centralización de la genealogía indígena continental corre el
riesgo de silenciar otras identidades –no necesariamente hegemónicas– de la
América decolonial.
Asimismo,
al analizar algunas propuestas estéticas indígenas contemporáneas, Miguel Rocha
Vivas hace hincapié en uno de los matices etimológicos de Abiayala, la
dimensión de la ‘madurez’, para asociar a la noción un posicionamiento
ideológico fundado en “la idea de madurez telúrica/civilizatoria” (2016: 71).
Por un lado, tal perspectiva compensaría los imaginarios de
primitividad/inmadurez asociados con lo indígena; por otro, permitiría
“concitar diversidad, conversación y coexistencia desde múltiples orígenes,
sangres, huesos, raíces”, involucrando también las “prácticas interculturales
que esta posición demanda para no derivar en un nuevo tipo de radicalismo
exclusivista” (71-72). En un mismo orden de ideas, María Sarmiento Bonilla
propone una conceptualización de Abiayala en términos integrativos: al
identificar la noción como un espacio de “empoderamiento” (63) epistémico para
las culturas negadas del continente (nativas, afrodescendientes y mestizas),
Bonila afirma una idea de Abiayala como espacio de aterrizaje político para la identidad
en la diferencia latinoamericana. Una dimensión inclusiva de la palabra es
formulada por Daniel Tirso Fiorotto, quien sugiere la adopción de la noción
entre los pueblos del Cono Sur: Tirso recalca el carácter interétnico de una
expresión que, si en el tiempo se sitúa en una línea simultáneamente “antigua y
actual” (2016), en el espacio posibilita caminos compartidos entre las
distintas instancias indígenas contemporáneas.
Un
prisma de observación más amplio es ofrecido por Emilio del Valle
Escalante/Emil Keme (2018). El crítico maya kiché propone una extensión
transhemisférica de la noción de Abiayala en clave de “proyecto cultural y
civilizador” que ofrece la posibilidad de “articular un lugar colectivo de
enunciación” (2018: 28-29), no sólo en las Américas, sino también en todas las
regiones indigenizadas del mundo. Al tiempo que destaca el carácter no
excluyente de la noción, cuyo proyecto emancipador está destinado a una ruta
intercultural, Keme evoca la necesidad de un entierro simbólico de la palabra
‘América’: según el estudioso, la palabra Abiayala representaría el contenedor
adecuado dentro del cual posicionar los topónimos regionales en lenguas
indígenas no enmarcados por un carácter continental. Referentes como Pindorama,
Anáhuac, Wallmapu, Mayab, entre otros (28), quedarían incluidos en una Abiayala
imaginada como impulso a la reescritura epistémica de las geografías de
América.
Abiayala y
saber gunadule: tensiones semánticas y propuestas poéticas
Las reflexiones
resumidas en estas páginas demuestran que la acusación de una ‘invención de
Abiayala’ trae consigo una negación de la dignidad ontológica de la noción en
tanto categoría teórica de las Ciencias Humanas, y por lo tanto sujeta a cierto
dinamismo semántico, resultado de intercambios y replanteamientos. En efecto,
las críticas del filósofo Bueno Sánchez presentan, a mi parecer, dos niveles de
problematicidad. Por un lado, emerge una cuestión lingüística. Según Bueno, no
habría evidencia de que Abiayala pueda traducirse como ‘América’ en lengua
dulegaya y, por esta razón, los usos académicos de la palabra serían resultado
de coerciones ideológicas por parte de grupos culturales dominantes (los
estudios decoloniales y la cultura woke). Si bien, como es obvio, en el
siglo XV el pueblo guna posiblemente no había determinado el Estrecho de Bering
o la Tierra de Fuego como extremidades fronterizas del área terrestre que
habitaban los pueblos indígenas, la sólida escuela de lingüistas gunadules
emergida en los años 90 del siglo XX ha demostrado el carácter de abstracción
continental implicado en el término Abiayala (Orán y Wagua, 2010; Stocel et
al., 2011), evidente también en las traducciones de cantos tradicionales
guna (Wagua, 2011) y en los usos de los hablantes de la lengua dulegaya
(Hernández Campos, 2017).
Por otro
lado, en una dimensión epistémica, las consideraciones de Bueno se enfocan en
la aparente distancia entre el significado originario de la palabra en las
culturas guna y sus usos académicos. Tal lectura implica una negación de la
posibilidad de que el término Abiayala exceda endógenamente su significado
originario: cualquier revisión semántica de la palabra sería resultado de la
influencia de polos hegemónicos de la cultura global. Al no contemplar la
agencia intelectual del pueblo guna, Bueno ignora las trayectorias evolutivas
del término dentro de su universo cultural. Su postura asume una concepción ancestralizadora
de las sociedades indígenas y de sus lenguas, cristalizadas en una condición
natural y ahistórica (Cornejo Polar, 2003) que impediría su desarrollo.
Otra
vez, la lectura de Bueno nos resulta útil para explorar algunas tendencias
decoloniales que, a partir de posturas evidentemente lejanas, corren el riesgo
de caer en problemáticas exegéticas comparables. En efecto, las raíces guna de
la noción Abiayala suelen presentarse como el origen local de un concepto que
se expandió a nivel global en una trayectoria lineal e irreversible. Dicha
lectura no toma en consideración los desarrollos semánticos de la noción dentro
de la cultura guna y en las fronteras de “ida y vuelta” (Bengoa, 2009: 18)
entre comunidad y academia. Algunas preocupaciones sobre el tema son
patentizadas por la poetisa y crítica guna Sue Patricia Haglund, en una
reciente intervención en la Universidad de Harvard:
Sé que mucha gente se familiarizó con ‘Abiayala’ a
través del artículo de Emil Keme de 2018 […] el concepto de colectivismo que
surgió es hermoso. Sin embargo, aun así, me molestó como Guna, porque comencé a
pensar: ¿por qué, si estamos hablando de apropiación cultural […] no criticamos
las apropiaciones internas? Si hablamos de que Abiayala es América, sólo
tenemos una comprensión superficial de la palabra.
[…] Cuando usamos palabras que no provienen de
espacios que conocemos, tenemos que ser lo suficientemente responsables y
transparentes […] reconocer con quién trabajamos y de dónde vienen esas
palabras. […] No podemos ver Abiayala como un regionalismo geográfico de un
puente hemisférico colectivo […] Abiayala se refiere a tierras y aguas, a la
vitalidad de nuestras relaciones animales, relaciones humanas.
[…] La idea de Abiayala proviene de las narraciones de
Babigala, una red de narraciones Guna. […] Es la cuarta etapa de nuestros
mundos. […] Significa tierra de plenitud, tierra de abundancia […] Entiendo el
motivo de querer conectar, pero esto también crea tanta desconexión, mantiene a
las personas separadas […] todavía podemos ser un colectivo, pero no tiene que
ser solo Abiayala: puede ser Pachamama, Isla Tortuga, Oceanía, pueden convivir
muchos otros nombres para llamarnos […] Como Guna […] Criticaría a otros
estudiosos indígenas que usan otras palabras indígenas sin los debidos
reconocimientos sobre su lugar de origen. […] como dice mi hermano dule Dan
Neba Nelson, Abiayala representa una tierra de plena plenitud, no de madurez:
de plenitud[10]
(Haglund, 2023).
La reflexión de
Sue Patricia Haglund abre una grieta radical hacia el empleo de la palabra
Abiayala en el discurso decolonial. Según Haglund, el uso acrítico del término
des-territorializa su carga sapiencial, por medio de prácticas de apropiación
cultural no muy alejadas de ciertos mecanismos culturales propios de la
colonialidad del saber. Contrariamente a la propuesta de Keme, Haglund plantea
que, a pesar de su dimensión colectiva, la noción de Abiayala no puede
funcionar como un contenedor inclusivo de otros topónimos en lenguas indígenas:
por el contrario, sería la coexistencia no jerárquica entre distintas
expresiones transnacionales el camino adecuado para permitir un proceso de
reconexión discursiva con los saberes territoriales, sin amalgamarlos ni
homologar las culturas de referencia.
Narrativas del
Babigala, poéticas de Abiayala y tensiones de Gunayala
El núcleo de la
crítica de Haglund mueve de una reflexión identitaria: si el proyecto
decolonial de Abiayala pretende regresar a las raíces –del saber y del
lenguaje–, este proceso no puede basarse en un desarraigo del conocimiento. Una
renegociación simbólica del espacio requiere la aceptación integral de las
múltiples dimensiones onto-epistémicas de los universos lexicales de
referencia. En el caso de Abiayala, el término está simbióticamente vinculado
con las tradiciones narrativas del Babigala:[11]
cosmogonías sapienciales, transmitidas a la comunidad por los saglas[12] a
través de sus cantos rituales en las hamacas. Según Haglund, pensar en una
Abiayala apartada de dichas redes narrativas, en cuyas mallas la noción ha
surgido y se sigue reconfigurando, implica extirpar la palabra de su origen. En
otros términos, la ambición decolonial a la “globalización” de Abiayala traería
consigo el peligro de distorsiones ideológicas y jerarquizaciones académicas
del conocimiento comunitario.
Como
veremos, algunos de los argumentos de Haglund contrastan con las propuestas
exegéticas de otros pensadores guna.[13] Más
allá de estas disonancias, su reflexión convoca a la necesidad de una mirada
más atenta a las propuestas surgidas desde los territorios culturales gunadule.
En este orden de ideas, proponemos una exploración comparada entre algunos de
los significados atribuidos en la contemporaneidad a la expresión Abiayala por
escritores e intelectuales guna, teniendo en cuenta las tres dimensiones –
lingüística, telúrica y narrativa – activadas en la conceptualización de la
palabra en sus espacios de origen.[14]
La
aproximación a un corpus etnocultural heterogéneo, conformado por propuestas
poéticas y conversaciones con intelectuales guna, se fundamenta en la necesidad
de tener en cuenta la multiplicidad de códigos dentro de los cuales la red
narrativa del Babigala encuentra hoy nuevos lugares de enunciación y
resignificación. Espacios tales como la poesía, la investigación y la
producción audiovisual[15]
representan para el pueblo guna algo más que un simple teatro de circulación de
las narrativas orales tradicionales. Más bien, configuran una puesta en juego
crítica de símbolos y narraciones sapienciales, representando al mismo tiempo
una extensión ontológica (Haglund, 2024) del arte oral guna. Estos nuevos
caminos de fabulación adquieren, por medio de su doble estatus (narrativo y
metadiscursivo), una función de reafirmación de la autonomía del saber indígena
(Duchesne, 2015: 18), cuya caracterización sigue determinada por una
perspectiva de mediación sapiencial: las prácticas literarias y
autoetnográficas emergentes suelen proponer un sujeto cultural que conserva una
enunciación comunitaria y territorial antes que autorial (Espino Relucé, 2018).
En esta
perspectiva de análisis, cabe destacar que el posicionamiento de la noción de
Abiayala dentro del universo narrativo de Babigala se sitúa, al mismo tiempo,
en una línea cronológica fundacional y en una configuración espacial
identitaria. En la temporalidad cosmogónica guna, Abiayala corresponde a la
cuarta –y actual– etapa de la historia del mundo: tras las fases de Gwalagunyala
(tierra creada y destruida por ciclones), Dagargunyala (tierra llegada a
su fin por la oscuridad y las enfermedades) y Dinguayala (tierra
arrasada por los incendios), la etapa de Abiayala, sobrevivida a maremotos y
diluvios (Wagua, 2011: 347), se configura como una tierra su plena afirmación
vital, de «plenitud plena» (Haglund, 2023), salvada de la destrucción por los
héroes fundacionales Baba y Nana (Wagua, 2011: 267).
En
diálogo con la red narrativa del Babigala, Sue Haglund propone una elaboración
poética de la relación integral entre pueblo, territorio y continente
(Guna/Yala/Abiayala), en los versos finales de su poema Ser Gunadule es ser
Gunayala y ser Abiayala/Abya Yala:
Anmar di, somos agua
Anmar yala, somos tierra y montañas
Anmar ari, somos iguana
Anmar achu, somos jaguar
Anmar yaug, somos tortuga
Anmar bansus, somos colibri
Anmar Abiayala
Somos tierra de sangre
Tierra de sangre derramada, sangre
de vida
Somos tierra de plena plenitud
Y no nos falta nada
Itogua (Sue, 2022).
Los
isomorfismos entre corporalidad guna y elementos de la biosfera continental
desembocan, en una correspondencia simétrica reproducida por la alternancia
entre dulegaya y español, en una celebración de Abiayala como identidad étnica
integral. En sus equivalencias poéticas, Haglund activa la concepción gunadule
según la cual el cuerpo es fruto de una relación entre anatomía y
espiritualidad: una conexión no automatizada que permite distinguir lo humano
de la persona humana (dule) (Martínez Mauri, 2018a: 179-180). En el
poema, la consistencia ontológica de Abiayala se configura en oposición radical
a la ausencia, traduciendo la plenitud de su presencia en la correspondencia
solidaria gente/tierra: Abiayala es parte de lo que permite al guna ser dule
(Martínez Mauri, 2018). La expoliación de dicha dimensión relacional provoca
las reticencias de Haglund hacia un uso del término despojado de su conexión
con la enunciación guna. En esta dirección podría interpretarse la expresión
final del poema, Itogua: ‘escuchó/oyó/entendió’. La única palabra no
traducida de los versos de Haglund, paradójicamente, parece dirigirse a un
lector no hablante del dulegaya, apelando a la incomprensibilidad lingüística
como mecanismo de protección del saber territorial: no todo lo contenido en
Abiayala es traducible, y el proceso exegético no puede ser unidireccional.
La
tensión entre cuerpo guna, Abiayala y Babigala es elaborada en una perspectiva
étimo-cosmogónica por Abadio Green Stocel/Manibinigdiginya, teólogo y lingüista
guna.[16] En una conversación
reciente, Green me brindó su perspectiva sobre el posicionamiento de Abiayala
en el relato de origen:
Primero es la madre. En nuestra lengua hay doce formas
para referirse a la Tierra: todas están relacionadas con la maternidad.
Abiayala tiene que ver con uno de estos doce nombres: Olo Itirdili, ‘el
conocimiento de la creación de la Madre Tierra y de sus divisiones’. Según
nuestro relato de origen, la Madre Tierra fue parida por su madre: el vientre
cósmico. La tierra nació compacta. Apenas vio la luz, su raíz empezó a
borbotear agua. La fuerza del agua hizo dividir a la tierra. Así aparecieron
los continentes. Uno de los continentes que se formaron es Abiayala, el de
nosotros, donde vivimos los seres humanos indígenas.
Itirdili
significa ‘que se parte’, y en su estructura aparece la sílaba di: agua. El
nacimiento de Abiayala se debe al agua, que partió la tierra desde la raíz.
Abiayala viene de las palabras abe (sangre) y ya (orificio). ¿De dónde nació la
tierra? Del orificio del vientre cósmico. Y cuando uno nace, del vientre lo
primero que sale es la sangre, antes del ser humano. Esta es la primera
connotación que tiene la palabra: las directrices de la madre. Ya después viene
lo otro. Yala es montaña, es territorio, es todo lo que implica el continente
de América.
En tiempos recientes, muchos abuelos y abuelas
hicieron relación entre los significados de la palabra y el sufrimiento que
hubo entre los hombres y mujeres que habitan el continente. Abiayala es también
el sufrimiento de este continente, las vidas y sangres derramadas. Y así, se
han generado muchas interpretaciones, a partir de la originaria, que es el
parto: el dolor de la madre cósmica cuando estaba pariendo a su hija. El
sufrimiento de la tierra (Green Stocel en Ferrari, 2024: 50-52).
El testimonio
de Green entreteje las narraciones del Babigala con su trabajo de investigación
doctoral, centrado en una propuesta de estudio etimológico del léxico dulegaya
a partir del análisis cosmogónico de su morfología. Green sitúa la noción de
Abiayala en una dimensión cosmo-espacial antes que diacrónica.[17] Ahora
bien, los rasgos intersemióticos del arte oral amerindio permiten la
coexistencia de diferentes versiones de un mismo relato (Cornejo Polar, 2003;
Severi, 2010). En la propuesta de Green, las diferentes fases de la tierra
dejan espacio a la diversidad de las áreas continentales, separados por el
poder acuático del útero cósmico. En esta clave, si por un lado se afirma una
relación cosmogónica de pertenencia entre el espacio de Abiayala y la
indigeneidad, por otro, el relato explicita los tres niveles semánticos de la
noción: la condición materna, propia del núcleo genealógico de la lengua
dulegaya, la dimensión biológico-originaria del agua y de la sangre, y la
memoria territorial del dolor colonial. La connotación sanguínea de Abiayala se
refiere al valor relacional de la sangre de la tierra, elemento de cohesión de
los distintos elementos de la naturaleza con la humanidad (Haglund, 2023), y al
mismo tiempo expresión de la tensión fronteriza entre los límites de lo
corporal, lo humano y lo natural (Martínez Mauri, 2018a). En este tejido
relacional, según Haglund, se plasma la naturaleza continental del término
Abiayala. Una perspectiva comparable es ofrecida por el poeta y lingüista guna
Aiban Wagua (1944-2022), originario de la isla de Ustupu en Gunayala (Panamá).
Tanto en sus poemarios como en sus investigaciones etnolingüísticas (Wagua,
2009, 2011; Orán y Wagua, 2010), Wagua ha abordado las relaciones entre
tradición y modernidad implicadas en la noción de Abiayala. Su inscripción del
término en el relato de origen es explicitada en la primera de las tres
estrofas que componen su poema Abia Yala (2008), de la cual propongo una
traducción al español:[18]
En Abia Yala,
nuestros antepasados se vieron
primero:
vinieron para protegerse en la
tierra,
y llegaron a llamarla Madre,
con su sudor la produjeron,
la regaron con su sangre.
Todavía no había gente otra,
todavía la otra gente estaba
lejos...
Todavía no estaban (Wagua, 2009:
63).
La Abiayala
narrada por Wagua es fertilizada por la sangre de los ancestros, en una
conexión simbiótica con una tierra aún no contaminada por el invasor europeo.
La perspectiva del poeta ofrece una visión complementaria con respecto al
relato de Green, cuya narración evoca una renovación de la noción de Abiayala
en su vínculo con el sufrimiento de la ‘corporalidad colectiva’ guna, tanto en
la época de la Conquista como frente a las más recientes invasiones militares.
Dichas disonancias nos permiten proponer algunas reflexiones acerca de la
resemantización del término entre las dos vertientes, panameñas y colombianas,
del pueblo guna.
Abiayala
fronteriza: instancias poético-políticas entre Panamá y Colombia
A pesar de las
continuidades culturales de una población secularmente transfronteriza,[19] las
distintas circunstancias históricas enfrentadas por las comunidades guna en
Panamá y en Colombia en las últimas cinco décadas han influido en la evolución
de su pensamiento y producciones sapienciales. A pesar de las prolongadas
huellas políticas y culturales de la Revolución Guna de 1925[20],
plasmadas el imaginario de algunos poemas de Wagua (1997: 131), en época
reciente la población panameña de Gunayala ha encontrado en el turismo étnico
un sistema de desarrollo económico comunitario,[21]
facilitado por la condición de relativa paz social de la región. Al contrario,
las comunidades gunadule colombianas han sufrido la progresiva imposición en
sus territorios de la normatividad violenta del conflicto armado interno
(Molano, 1996). Esto se debe a que sus resguardos se hallan en la selva del
Darién y en el golfo del Urabá, dos regiones permeadas, a partir de los años
1970, por la actividad de grupos armados ilegales: guerrillas, paramilitares,
mafias del narcotráfico, del oro y de la migración. La imposición de una
condición bélica ha ocasionado el aislamiento social y una serie de “daños a la
integridad cultural” (Comisión de la Verdad, 2022: 278) del pueblo guna,
incluyendo el cierre de las seculares vías de comunicación con las comunidades panameñas,
la prohibición de rituales tradicionales y asesinatos selectivos de médicos
ancestrales por parte de distintos actores armados (Comisión de la Verdad,
2022).
Dicha
situación ha obligado a la población guna colombiana –compuesta hoy por
alrededor de dos mil quinientas personas– a elaborar nuevas estrategias de
resistencia, incluyendo los ámbitos ritual y cultural. En este marco, la
adaptación de las poéticas de los saglas a las urgencias contemporáneas
del conflicto ha generado una resignificación contingente de la dimensión
cosmo-espacial de Abiayala. Es este el caso de la raíz femenina del territorio.
En el poema Abia Yala del escritor panameño Aiban Wagua el baile ritual
de las mujeres gunas determina la consolidación del papel telúrico-espiritual
de Abiayala, limitando a la melancolía del presagio –“Todavía no había gente
otra […] Todavía no estaban” (2009: 63)– el desarraigo entre lo femenino y la
territorialidad continental. La interpretación de Abadio Green, desde el Darién
colombiano, es diferente. En su relato oral, la genealogía matrilineal del
continente amerindio, interrumpida por el acontecer violento y patriarcal de la
Conquista, asume un nuevo punto de inflexión con las recientes invasiones
militares en el territorio: el impacto del conflicto armado colombiano implica
la adquisición de una carga semántica mortífera por parte de la sangre
–elemento tradicionalmente femenino, vital y relacional (Martínez Mauri,
2018a).
En esta
dirección, una exégesis de la noción de Abiayala aún más anclada a la historia
de invasión colonial es ofrecida por Milton Santacruz, investigador gunadule
oriundo de Caimán Nuevo. Durante una larga conversación que compartimos en el
patio de su hogar en diciembre de 2022, unos meses antes de su doloroso e
inexplicado fallecimiento, Milton me brindó su lectura de la noción:
Más allá de la retórica, ¿qué significa que el
territorio es Madre? Primero que es una energía de fortaleza y alimento.
Segundo, que es pedagogo. Tercero, que somos parte de la tierra, porque de ella
venimos. Cuarto: es sujeto de derecho. Bueno. De esa madre nace también
Abiayala. Viene de Abe, sangre, e Yala, territorio. Lo que
podríamos traducir es que con Abiayala traducimos el territorio que recibió
derramamiento de sangre en una época determinada. Así que una posible
interpretación de la palabra viene de 1492. Es decir: el continente se volvió
tierra que sangra, Abiayala, desde la conquista. Es un término enmarcado por la
historia, que pone el continente americano en la historia (Santacruz y Ferrari,
2024).
La
interpretación de Santacruz posiciona la tradición cosmogónica guna en la
historia de la América colonizada. La trayectoria étimo-semántica de Abiayala
se inserta en un espacio cronológico distinto: no es asociado a la cuarta etapa
del mundo de Babigala (Haglund, 2023) ni a la era precolombina (Wagua, 2009),
sino al quiebre de la Conquista. Según Santacruz, Abiayala no antecede a
América: nace con ella. Al mismo tiempo, la yala continental trae
consigo los valores maternos y políticos que la episteme indígena asigna al
territorio: su impulso pedagógico, energético y jurídico. Su propuesta
–compartida por otros sabedores guna–[22] aleja a
Abiayala del relato de origen para figurar una concepción disidente del
territorio americano, donde el cronotopo de la invasión española se convierte,
en un dúplice momento de iniciación, en lugar de opresión (América) y de
enunciación de epistemes alternativas (Abiayala).
Los
enfoques de Green y Santacruz absorben las urgencias sociales contemporáneas
para reafirmar la necesidad colectiva de reapropiarse del territorio
comunitario a partir de una pedagogía de Abiayala: una forma de enseñanza que
encuentra en el canto de los saglas su origen y en la intervención de
nuevas voces narrativas (intelectuales y poetas, entre otros) una función de
mediación del conocimiento, paralela a las tradicionales actividades de
paráfrasis ritual del argar.[23] Estas
reflexiones encuentran su puesta en acto en algunas estrategias de resistencia
comunitaria guna, fundadas en una práctica performativa de los cantos telúricos
tradicionales como herramienta de amparo cultural: a lo largo de los años 1990,
los cantos en la hamaca de los saglas se convirtieron en medios de
confrontación dialéctica con algunos de los más feroces comandantes
narco-paramilitares de la región (Green Stocel en Ferrari, 2024; Santacruz y
Ferrari, 2024).[24]
Al testimoniar su participación en estos encuentros como traductores, Tanto
Green como Santacruz subrayaron la importancia de ‘performar’ su lengua y sus
hábitos rituales para generar reacciones conciliatorias por parte de los
actores armados. Menciono la memoria de Green:
Cuando nosotros fuimos a conversar con paramilitares y
guerrilleros, el cacique conversaba solo en lengua dulegaya. A mí me tocó
muchas veces conversar con Carlos Castaño, porque yo era el traductor de los
caciques. Los callábamos desde la palabra. Al traspasar del dulegaya al
castellano yo procuraba mantener la poesía. Esos guerreros no entendían la
poesía, porque todo era guerra y muerte. Yo les hablaba desde la esencia de la
vida. Les decía que estaban pisando al vientre de la madre. Les explicaba que
con lo que hacían no estaban matando a los seres, estaban matando a la misma
Madre, a la tierra... Caían sorprendidos” (Green Stocel en Ferrari, 2024:
55-56).
La intervención
de la palabra de Abiayala en la dimensión bélica condensa la afirmación
política de la tradición poética guna: Abiayala se convierte en el Urabá en
lugar de enunciación multidimensional, resultado de un diálogo permanente entre
distintos sujetos culturales del territorio. En este proceso, las narrativas
del Babigala se asoman a nuevas instancias alimentadas por las exigencias
territoriales locales, y no necesariamente asequibles. Tanto la poética de
Haglund y Wagua como los testimonios de Green y Santacruz posicionan sus
reflexiones sobre Abiayala en un espacio intermedio entre la palabra de
mediación y el silencio de la intraducibilidad, entendida como herramienta de
protección del conocimiento y mecanismo de supervivencia cultural (Price,
2023). En esta clave, las resemantizaciones contemporáneas de la noción plasman
formas de reconfiguración permanente de la historia territorial gunadule:
significados tejidos entre la mediación y lo intraducible, en epistemologías
colectivas cuyas raíces no pueden ignorarse al momento de utilizar el término
por fuera de su territorialidad sapiencial.
A modo de
conclusión: Orient-arse en las fronteras de Abiayala
Las cuestiones
destacadas por Patricia Sue Haglund evidencian algunas críticas acerca de las prácticas
discursivas decoloniales. Las innegables tendencias a la idealización del saber
indígena continental, ya de por sí “trivializadoras”, corren el riesgo de
esencializar los lenguajes de la investigación, homogeneizando las categorías
territoriales para volver más cómoda y lineal la elaboración de los aparatos
teórico-metodológicos de nuestras propuestas analíticas. Como señala Hannah
Burdette, uno de los mayores desafíos para humanistas y científicos sociales
contemporáneos es “recuperar los conocimientos subyugados sin cosificarlos y
descontextualizarlos para nuestros objetivos” (2019: 221). En este marco, las
reflexiones presentadas apuestan a reiterar la necesidad, por parte de los
estudios decoloniales, de interactuar críticamente con los saberes
territoriales y sus bibliografías. El trabajo de investigación en los espacios
culturales de Abiayala requiere asumirnos como sujetos, sin pretender una
supuesta invisibilización autorial: hacerse sujetos de pesquisa implica
enfrentar las dinámicas contradictorias y territorializadas de las nociones a
las cuales apelamos, sin temor a discutir críticamente las relaciones de
disonancia entre saberes ancestrales, intelectualidad indígena y espacios
académicos. Alternativamente, nuestra necesidad de interculturalidad puede
hacerse devoradora, contribuyendo a poner en riesgo la supervivencia de los
saberes que anhelamos defender. En este sentido, propongo un uso crítico de la
noción de Abiayala como medio de orientación hacia nuestras prácticas de
investigación fronterizas: Abiayala puede entenderse, en sus usos académicos,
como herramienta para practicar nuestros esfuerzos decoloniales en miradas que
se dirigen de Occidente a Oriente, es decir, para orient-ar nuestras
bibliografías de estudio y nuestras coordenadas epistemológicas,
problematizando nuestra adhesión incondicional a las instancias culturales que
pretendemos apoyar: en otras palabras, para restaurar la brecha autoinducida
entre decolonialidad y territorio.
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Esta obra está bajo
una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0.
[1] Aunque la grafía
Abya Yala tiene más difusión, la forma ortográfica correcta, según las
gramáticas más recientes de la lengua dulegaya, es Abiayala (ver Orán y Wagua,
2010: 14; Green Stocel et al., 2011).
[2] Desde hace algunos
años, la forma ‘gunadule’ (o ‘guna’) se ha establecido como versión estándar de
la lengua dulegaya para indicar el etnónimo de la comunidad. En el ensayo es
posible encontrar citas que contienen otras variantes del etnónimo: cuna/kuna,
tule, kuna-tule. Para profundizar las cuestiones semánticas y ortográficas
vinculadas con los dos términos, ver Green Stocel (2011) o Martínez Mauri
(2019).
[3] Nos referimos a los
territorios gunadule reconocidos como entidades de jurisdicción autónoma en
Panamá y Colombia: las comarcas Gunayala, Guna Madungandi y Guna Wargandí
(Panamá) y los resguardos de Arquía/Maggilagundiwala y Caimán
Nuevo/Ibggigundiwala (Colombia). Además, alrededor de 250 familias gunadule
viven en las localidades de Púcuro y Paya, en un área del Darién panameño que
no pertenece a comarcas. Actualmente, muchas personas gunadule han migrado a
espacios urbanos.
[4] Como en el caso de
la palabra Abiayala, a pesar de la mayor difusión de la forma ‘Guna Yala’, en
las más recientes estandarizaciones de la escritura alfabética gunadule se
sugiere la forma ‘Gunayala’ (ver Orán y Wagua, 2010: 14).
[5] Editorial quiteña
fundada en 1977 bajo el nombre de ‘Mundo Shuar’, rebautizada como Abya Yala en
1983.
[6] Medio de
comunicación del SAIIC (South and Meso American Indian Rights Center).
[7] La conferencia fue
pronunciada en la Facultad de Filosofía de Oviedo (España) en enero de 2023.
[8] Argumentos parecidos
han sido utilizados en periódicos peninsulares de orientación conservadora. En
un artículo de opinión del divulgador César Cervera, publicado en ABC, se
presenta la noción de Abya Yala como una “mentira indigenista” (Cervera, 2023).
El editorial contiene algunos errores históricos sobre los cuales funda su
argumentación. La imprecisión más evidente es la afirmación de que el pueblo
gunadule habitaría exclusivamente algunas islas del Mar Caribe.
[9] Traducción del
autor.
[10] Traducción del
autor. La intervención original y completa, en inglés, se encuentra en la
plataforma YouTube.
[11] El Babigala es un
repertorio de tratados, relatos y cantos que narran el relato de origen del
pueblo gunadule y su historia colectiva a partir de la creación del universo.
Una versión escrita de los cantos ha sido recolectada por Aiban Wagua (2011).
[12] Autoridades
tradicionales del pueblo gunadule.
[13] En su discurso,
contrariamente a lo sostenido por otros lingüistas guna (Oran y Wagua, 2010;
Wagua, 2011), Haglund posibilita una extensión del significado de ‘Abiayala’ a
otros continentes. También, la connotación de ‘madurez’, que Haglund excluye de
su conjunto de interpretaciones de la palabra (apoyándose en las reflexiones
del comunicador gunadule Dan Neba Nelson) es reivindicada por otros estudiosos
(Orán y Wagua, 2010: 115; Wagua, 2011: 315).
[14] En la presente
sección, además de una serie de fuentes bibliográficas primarias y secundarias,
utilizaré como referencias algunas de las conversaciones llevadas a cabo en
Colombia a lo largo de los años 2022 y 2023 con los pensadores Abadio Green
Stocel y Milton Santacruz Aguilar, publicadas bajo la forma de entrevistas.
[15] En este apartado
profundizaremos los ámbitos de la producción poética y de la investigación. Sin
embargo, cabe destacar el reciente fortalecimiento de la producción documental
y cinematográfica gunadule, con una marcada perspectiva auto-etnográfica. Señalamos,
entre otros, los creadores audiovisuales Duiren Wagua y Orgun Wagua (Panamá) y
Olowaili Green Santacruz (Colombia).
[16] Crecido entre
Sasartí Mulatuppu (Panamá) y el resguardo de Caimán Nuevo (Colombia), fundador
de la Licenciatura en Pedagogía de la Madre Tierra (Universidad de Antioquia),
Abadio Green Stocel es el primer indígena en obtener el título de Doctor en
Educación en Colombia.
[17] En la recolección de
los cantos del Babigala recopilada por Aiban Wagua, la existencia de otros
continentes es narrada como profecía de Ologanagungiler, nele (hombre
chamánico) de tiempos antiguos quien manejaba el lenguaje del sol y de los
astros (2011: 346). En la versión redactada por Wagua apoyándose en los relatos
de los saglas Igwanabiginya, Manidiniwiebinabbi y Inakeliginya), la
profecía incluye la predicción de la invasión europea (Wagua, 2011: 303-304).
[18] El poema en lengua
original se compone de los siguientes versos: “Abia Yalagi,/anmar dadgan inse
dakleali:/dadagan na akwenoniki,/Nanaye se gornoniki,/na e wimakedgi
osanmaksa,/na e ablisgi ognagude./Dulebaigan anba suli,/dulebaigan an ba
dikasuli.../anba sate”. La traducción ha sido realizada con el apoyo de la
traducción del poema de Wagua al italiano, realizada por Luciano Giannelli
(2009).
[19] Cabe recordar, además,
que solo en 1903 la República de Panamá declaró su independencia de Colombia.
[20] La rebelión del
pueblo gunadule panameño en el febrero de 1925 contra el gobierno panameño de
Chiari Robles condujo, en los años siguientes, al reconocimiento de la
autonomía parcial del pueblo guna mediante el establecimiento de la Comarca
Indígena de San Blas, hoy Comarca de Kuna Yala. En la misma época, la mayoría
de los indígenas guna de Colombia fueron desplazados de su territorio a raíz de
la invasión de colonos mestizos, sufriendo al mismo tiempo un proceso de
despojo cultural ocasionado por la actividad de las misiones civilizadoras
carmelitas (Díaz Baiges, 2021).
[21] Para una
profundización de las implicaciones (post)coloniales en el sistema
económico-cultural desatado por el turismo étnico en la región de Gunayala, se
remite a Mauri, 2018.
[22] Es el caso, entre
otros, de un relato oral acerca de los presagios de la conquista propuesto por
el mayor guna Édgar Ramírez Villalaz, oriundo de la comunidad gunadule de
Arquía, Colombia: “El chamán decía que en otro continente existían otras
culturas, que él había navegado en sueños. Decía que ‘Ahora la misión de ellos
es llegar a este continente’, que en esa época se llamaba Aragun Yala, que
significa: Continente Verde, después de la colonización se llamó Abya Yala, que
quiere decir Continente de Sangra” (Sarcina y Quintero, 2018: 38).
[23] En los rituales
comunitarios del pueblo guna, la figura del argar es encargada de
ofrecer a la comunidad una interpretación de las poéticas contenidas en los
cantos de los saglas.
[24] Es el caso de figuras como Carlos Castaño, el Alemán,
Salvatore Mancuso, Otoniel, entre otros (Santacruz y Ferrari, 2024; Green
Stocel, 2024).