Deconstruct or Reconstruct the
Canon. Intertextual and Hypertextual Mechanisms in Feminist Rewritings
Jorge Arroita
Universidad de
Salamanca
https://orcid.org/0000-0002-4131-8803
Recibido: 28/12/2023
Aceptado: 04/05/2024
10.30827/impossibilia.272024.29754
Resumen
Este artículo busca exponer y tipificar
diferentes formas según las cuales pueden actuar las reescrituras feministas
con respecto al canon patriarcal, ofreciendo una perspectiva teórica desde la intertextualidad
e hipertextualidad. Ambos conceptos serán reestructurados mediante
su subdivisión en otros dos mecanismos complementarios, cada uno de los cuales
operará acorde a una intención deconstructiva o reconstructiva, según prime la
revisión del modelo previo o la génesis de prácticas discursivas novedosas. La intertextualidad
será entendida como relaciones puntuales y extensivas, distinguiendo entre
transformaciones explícitas (transducciones) e implícitas (transposiciones).
La hipertextualidad, como relaciones intensivas que generan una
retro-afectación estructural en el hipotexto, distinguiendo entre
débil/retrospectiva (oposiciones) y fuerte/retroactiva (síntesis).
La metodología y conceptos propuestos serán aplicados sobre determinados textos
feministas, incluyendo revisiones deconstructivas de los versos de Neruda y reescrituras
sobre Dulcinea y Caperucita Roja.
Palabras clave: Feminismo,
intertextualidad, hipertextualidad, reescrituras, subversión, deconstrucción,
reconstrucción, identidad, canon.
Abstract
This article seeks to display and typify different forms in which
feminist rewritings may perform against the patriarchal canon, offering a
theoretical perspective derived from intertextuality and hypertextuality.
These two concepts will be reconstructed by subdividing them into two
complementary mechanisms. Each of them operates according to a deconstructive
or reconstructive purpose, depending on whether the revision of previous models
or the genesis of novel discursive practices prevails. Intertextuality
will be understood as punctual and extensive relations, making a distinction
between explicit (transductions) and implicit (transpositions)
transformations. Hypertextuality, as intensive relations that generate a
structural retro-affectation in the hypotext, distinguishing between
weak/retrospective (oppositions) and strong/retroactive (synthesis).
The methodology and concepts proposed will be applied upon certain feminist
texts, including deconstructive revisions of Neruda’s verses and rewritings of
Dulcinea and Little Red Riding Hood.
Keywords: Feminism, Intertextuality, Hypertextuality,
Rewritings, Subversion, Deconstruction, Reconstruction, Identity, Canon.
Canon patriarcal y reescrituras feministas: la intertextualidad
como mecanismo transformador
El
canon nunca es una noción unívoca, sino reticular e interrelacional,
como ya postuló Even-Zohar con su teoría de los polisistemas, mediante
una concepción multilateral y dinámica de los cánones literarios entre estratos
canonizados y no-canonizados[1],
los cuales pueden inter-afectarse y cambiar su posición jerárquica según
determinaciones contextuales. No obstante, el canon literario no opera
como un sistema cerrado, estando siempre afectado por otros campos mediante inter-relaciones
e interferencias (Even-Zohar, 1979). El concepto de canon patriarcal,
especialmente proyectado por la crítica feminista desde la segunda ola (cuando
empezó a primar la deconstrucción de las visiones hegemónicas), se centra en el
sustrato machista estratificado por medio de transdiscursividades
(Foucault, 1969) que instauran ideas o modelos discursivos canonizados que se
imitan y replican, moldeando los marcos dialécticos epocales. En consecuencia,
este artículo busca estudiar, a través de los mecanismos intertextuales e
hipertextuales, cómo determinados textos feministas son capaces de transformar
elementos textuales previos bajo el orden discursivo patriarcal:
Las estrategias de la escritura y de la lectura son formas
de resistencia cultural. No solo pueden volver del revés los discursos
dominantes […] para desenterrar las estratificaciones arqueológicas sobre las
que han sido levantados […] Tan bien establecidas que, paradójicamente, la
única manera de situarse fuera de ese discurso es desplazarse uno mismo dentro
de él –rechazar las preguntas tal y como vienen formuladas, o responder
taimadamente, o incluso citar (pero en contra del sentido literal) (Lauretis, 1984:
17-18).
En
este sentido, señala Tiphaine Samoyault que la intertextualidad “es la
memoria que la literatura tiene de sí misma” (2008: 10), mecanismo base tanto
para perpetuar como transformar los discursos hegemónicos, generando a
posteriori géneros, convenciones y transdiscursividades. Por ello, la intertextualidad
(aquí formulada en sentido amplio) es un mecanismo esencial para los
dispositivos textuales críticos con los cánones establecidos, gracias a su
capacidad de recoger discursos previos e imprimir sobre ellos una “alteración
por efecto de desacralización” (2008: 119) a través de mecanismos
transformativos varios, donde la crítica feminista se centra en “reescribir
para subvertir, superar o abolir” (2008: 97) discursos y nociones previas
fosilizadas en el canon patriarcal. Con este objetivo, una vez presentado el
marco teórico por emplear, serán estudiadas determinadas reescrituras
feministas que, mediante distintos mecanismos intertextuales e hipertextuales,
buscan deconstruir modelos discursivos previos o reconstruirlos de acuerdo a
configuraciones textuales novedosas. Este corpus incluirá las siguientes obras:
Interferencias (2019) de María Ángeles Pérez López, Ayes del
destierro (2021) de Andrea Sofía Crespo, Dulcinea encantada (1992)
de Angelina Muñiz-Huberman, “Aldonza se casa” (2013) de Pilar Paz Pasamar,
“Dulcinea” (2014) de Nélida Piñón, “En compañía de lobos” (1979) de Angela
Carter y “Si esto es la vida, yo soy Caperucita Roja” (1993) de Luisa
Valenzuela.
Partiendo de estas premisas, se debe preguntar qué es
exactamente la intertextualidad y de qué formas puede ser ejecutada.
Esta pregunta es esencial, pues dicho concepto, tras su éxito y prolífico uso
dentro de la teoría literaria contemporánea, ha quedado en un limbo de
inconcreción técnica e inoperancia práctica, en muchos casos degenerando en un
término proformático[2]
que parece señalar cualquier tipo de relación entre textos. Esta inconcreción
se encuentra ya en el propio concepto de Julia Kristeva (1967), quien la
considera en sentido amplio, como todo fenómeno de relación entre un texto y
otro/s, sin profundizar en sus variantes y mecanismos internos. A esta
concepción se oponen Firmat (1978) y otros autores, pero tan solo estrechando
su conceptualización en torno a la cita o alusión. Lo mismo hace Genette
(1989), pero creando otra categoría complementaria para superar la mera
inclusión citacional: la hipertextualidad. Este concepto es primordial,
pues supone una relación que “se injerta de una manera que no es la del
comentario […] pero que no podría existir sin [el texto] A […] y al que, en
consecuencia, evoca más o menos explícitamente, sin necesariamente hablar de él
y citarlo” (1989: 14). Por tanto, la hipertextualidad funciona mediante
una inserción estructural, generando una necesidad existencial del hipertexto
con respecto al hipotexto. Sin embargo, existen ciertos problemas: que un texto
se relacione con otro al completo (pues lo hacen con elementos textuales
concretos, aunque sea entre varios a la vez y de diferentes formas), y que esa estructuralidad-necesidad
sean siempre del mismo grado, tengan la misma intencionalidad o funcionen de la
misma forma.
Según estos dos conceptos genéricos, expondremos aquí
determinados mecanismos relativos a las transformaciones de estructura
profunda[3]
(Plett, 1991): unas intertextuales, especificando sus variantes
transformativas, pero manteniendo el margen fenoménico amplio; y otras
hipertextuales, concibiendo sus características esenciales de estructuralidad
y necesidad, pero diferenciando su intencionalidad y procesos internos.
Desde esta premisa, será considerada una intertextualidad genérica (aquí
denominada diatextualidad), dentro de la cual se incluirá una intertextualidad
más puntual o extensiva, y una hipertextualidad más estructural o
intensiva. Desde ellas, se estudiará cómo las reescrituras feministas buscan
modificar aspectos textuales previos de acuerdo a intenciones deconstructivas o
reconstructivas, en paralelo a lo que Sharon Ugalde denomina subversión y reversión: respectivamente,
“desarmar la simbolización verbal existente que históricamente ha subyugado a
la mujer” y “estrategia constructiva que permite a la mujer descubrir y
expresar con más precisión y textura su propia identidad” (1990: 118-119). Esta
dualidad fue también observada por Luisa Martín Rojo sobre las interdiscursividades (Segre, 1984)
feministas en diálogos cotidianos, donde distingue entre:
1) A discourse
of deconstruction, which reproduces and then challenges dominant discourses, and
by this action explores new ways of understanding.
2) A discourse
of liberation or reconstruction, which often ignores dominant discourses, and
focusses on achieving forms of personal autonomy, self-mastery and
self-transformation (1998: 86).
La diatextualidad: readecuación
intertextual-hipertextual
La
teoría que en este artículo será aplicada, denominada como diatextualidad
(‘aquello que atraviesa los textos’), aparte de incluir una readecuación
interna de intertextualidad e hipertextualidad, le otorga una
primacía especial a los procesos transformativos que actúan sobre distintos
elementos textuales, a los cuales denomino como interlexías, partiendo
del concepto narratológico de Barthes en S/Z (1970), que toma del
lingüista Bernard Pottier (1969). Con este prefijo, se amplía el concepto
barthesiano a elementos textuales que adquieren una doble territorialidad
mediante un proceso extensivo que los escinde entre sus dos (o más)
contenedores textuales, entre los cuales actúan los procesos transformativos. Según la diatextualidad, estas interlexías pueden
ser de ocho tipos, pero en este artículo me centraré en las citacionales
y de personajes, dada su relevancia para el tema a tratar.
Procesos intertextuales: transposición y transducción
La subdivisión relativa a los procesos transformativos
dentro del margen intertextual (rechazando que este se defina por la inclusión
citacional) se corresponde con su transformatividad implícita-explícita,
generando dos categorías: transposición y transducción[4]. Las transposiciones
intertextuales (‘cambio de espacio/contenedor’) son transformaciones
implícitas en las cuales la superestructura explícita y característica de la interlexía
no es modificada sustancialmente, pero sus sentidos o valores asociados son
afectados de forma interrelacional, adaptándose al cotexto[5] cercano y al
nuevo sistema semiótico del texto. Este proceso conlleva un fenómeno de silepsis
intertextual[6], permitiendo
una interpretación dual gracias a la transformación implícita ejecutada, de
forma que “cada palabra mantiene una relación de tensión al mismo tiempo con el
conjunto del cual toma su origen […] y con el conjunto en el cual es incluido
sin ser enteramente integrado en él” (Topia, 1976: 355). Este mecanismo
siléptico es fundamental para la deconstrucción feminista, pues al no modificar
explícitamente sino adaptar sus sentidos por interrelación semiótica, permite
deconstruir implícitamente el discurso previo mediante el contraste cotextual
entre el elemento originario y el transpuesto.
Por su parte, las transducciones
intertextuales (‘cambio en el signo/mensaje’) son el modo de transformación
más básico, modificando tanto la superestructura explícita del elemento como su
estructura profunda, y estableciendo así un contraste patente entre ambas
territorialidades: por ello, estaríamos ante una tmesis intertextual que
origina una ruptura explícita e identificable, desvelando la intención
transformativa en superficie. Este mecanismo, por tanto, se dirige más hacia la
integridad del nuevo texto, produciendo una diferencia explícita con el
anterior mediante una actitud reconstructiva (aunque meramente extensiva y
puntual). El caso más básico sería la modificación de significantes
lingüísticos en una cita, pero lo mismo aplicaría para la transformación
explícita de un personaje al cambiar sus rasgos de personalidad, físicos o
incluso nomenclatura; mientras que
una transposición recogería estos aspectos (sin transformarlos
explícitamente) para adaptarlos y reentenderlos de acuerdo con nuevas necesidades
contextuales o praxis discursivas.
Procesos hipertextuales: oposición y síntesis
Estas dos categorías se conciben, respectivamente, como una hipertextualidad
débil-fuerte (sustantivamente) o retrospectiva-retroactiva
(procesualmente). El motivo de esta nueva escisión recae
en la contraposición genettiana entre regímenes serio-satírico, según
los cuales distingue y caracteriza imitaciones y transposiciones
(sus dos conceptos más generales): no obstante, la actitud más o menos seria de
un texto no determina (o no solo mediante esta característica) sus mecanismos
transformativos ni su actitud axiológica (al menos de forma específica y
operante) con respecto al hipotexto. La diatextualidad busca definir
los procesos hipertextuales, manteniendo las cualidades de estructuralidad
y necesidad pero diferenciándolas entre fuerte-débil, en función de los procesos internos e intenciones
concretas llevadas a cabo bajo estos condicionantes. Se acota así el
concepto de hipertextualidad a una noción más estricta y específica, que
solo englobaría procesos intensivos de tipo retrospectivo o retroactivo.
Las oposiciones
hipertextuales son transformaciones de grado máximo, tanto explícitas como
implícitas, que devienen en oposiciones: están relacionadas con la parodia y
otros mecanismos irónico-satíricos, pero no se limitan solo a ellos. Este
proceso es ya hipertextual, pues siguiendo los parámetros expuestos por
Genette, aquí encontramos un carácter de proveniencia, integración y necesidad
estructural del hipertexto con respecto al hipotexto a través de la interlexía:
solo que la intención autoral sería retrospectiva, en tanto que se busca
una retro-afectación opositiva, más que una heurística original dirigida hacia
la integridad del nuevo texto, por lo cual debiéramos hablar de una hipertextualidad
débil. Este proceso encajaría (al igual que la transposición) con la
intención deconstructiva que Pavao Pavličić asocia a la intertextualidad posmoderna, aunque
separándola de sus connotaciones idiosincráticas para ampliarla a fenómenos más
amplios: “el objetivo del establecimiento postmodernista de tales vínculos es
la adición de un nuevo texto a los significados ya existentes”, frente a la intertextualidad
moderna, que buscaría “la adición de nuevos significados a un nuevo texto”
(2006: 94), mecanismo más acorde a la reconstrucción propia de transducciones
y síntesis.
En consecuencia, este proceso
retrospectivo provoca una implicatura (Reyes, 1984: 154) con respecto al
elemento hipotextual, tal y como señala también Baños Saldaña con su transreferencialidad
(2022). Para Reyes, lo implicado es el dispositivo irónico
que media entre el significado literal y sus implícitos desarrollables. Para
Saldaña, este mecanismo irónico toma un papel clave en su segundo nivel
transreferencial, las modalidades (parodia y sátira paródica), muy
relacionadas con las oposiciones aquí presentadas, pero únicamente
dentro del régimen paródico-satírico. Para la oposición hipertextual,
sería el mecanismo doblemente transformativo: transformando la interlexía mediante
mecanismos discursivos de tipo explícito, pero ocasionando también una retro-afectación opositiva de tipo implícito y pragmático que
altera la relectura e interpretación del hipotexto y sus escalas de valores.
Podríamos, por tanto, distinguir entre la vertiente transformativa explícita
del mecanismo y la implícita de la intencionalidad,
subdividiéndolas respectivamente en: a) Hipertrofia, subversión/reversión
y reescritura/remodelación, b) Ridiculización, invectiva y
revisión/reinterpretación. Mediante estos procedimientos (no excluyentes
entre ellos), la versión original de la interlexía se ve afectada,
modificando su percepción de forma retrospectiva y en un sentido estructural
que, mediante un proceso correlativo de generalización, puede afectar a
otros textos equivalentes en su aspecto genérico-discursivo y escalas de
valores asociadas a los mismos (siempre que la implicatura sea
decodificada por el lector, extrayendo del mecanismo explícito la
intencionalidad implícita contenida bajo él).
Con la creación de este concepto
se busca romper con la contraposición genettiana entre regímenes
serio-satírico, considerando que las oposiciones, sin distinguir
entre serias-paródicas, pueden tanto ocasionar fenómenos revisionistas que
producen valor agregado sobre el hipotexto (algo solo contemplado en sus
transposiciones serias), como ridiculizar pero tener también una
motivación discursiva innovadora (junto a las síntesis, que también
pueden tener una actitud paródico-satírica aun siendo mecanismos reconstructores,
como ocurre con el texto de Valenzuela). Resalta Saldaña, en este sentido:
“toda obra paródica remite a un modelo previo […] la hipertrofia opera sobre
una hoja de ruta preexistente, pero le añade desvíos, encrucijadas y caminos
independientes” (2022: 283), tomando así un papel capital en la (re)formulación
de nuevos sentidos sobre los modelos discursivos precedentes. El fenómeno
consecuente de esta interacción es una interferencia hipertextual, donde
el elemento hipertextual retro-afecta en el hipotextual, generando una
perturbación superposicional y de-constructiva, aun con capacidad de producir
sentidos novedosos gracias a su potencial, no solo hipertrófico sino también
revisionista. Este mecanismo, dada su intencionalidad retrospectiva, su potencial subversivo más estructural y su afectación
en las escalas de valores contenidos en los textos, es una herramienta
primordial para las reescrituras feministas y su deconstrucción del canon
patriarcal.
Por último, con las síntesis tenemos
ya una hipertextualidad fuerte, dado que responde a una
retroalimentación con el elemento hipotextual que constituye
una re-ontologización del mismo. En este caso, el carácter de
proveniencia y necesidad es plenamente estructural en ambas vías, produciendo
con ello una doble diferencia. Una diferencia extensiva producto
de la propia transformación explícita y direccional (por lo que siempre
englobaría una transducción intertextual interna), mas también una metadiferencia
intensiva producto de dicha retroalimentación, la cual permite a la diferencia
extensiva diferenciarse procesualmente de sí misma y generar una
sofisticación evolutiva emergente[7] que torna la identidad simple del elemento originario en una identidad
sofisticada, que no podría existir sin la anterior y que se nutre de ella
para llevar a cabo este proceso, integrando el elemento hipotextual previo como
parte compositiva de su sofisticación ontológica (según el concepto hegeliano
de concreto[8], como unidad
sintética a través de esa doble diferencia).
Mediante este
procedimiento, se cumple del todo la condición genettiana de necesidad y
estructuralidad, lo cual permite el asentamiento epocal de estas
transformaciones sintéticas, siendo el mecanismo perfecto para, en lugar de
deconstruir el canon retrospectivamente, re-construirlo de forma retroactiva y
asentar unas bases transdiscursivas propias. Con ello,
se pretende postular más en concreto aquello que propuso Pozuelo Yvancos con su
interdiscursividad germinativa:
La pregunta que plantea la interdiscursividad que
propongo llamar germinativa es si resulta posible aislar en los autores
ideas-clave o fuerzas motrices que hayan nacido de unos discursos y/o textos
anteriores […] El discurso o texto origen actúa por tanto como fuente
generativa, pero se comporta ya como estímulo de una creatividad nueva, que aun
siendo deudataria del discurso o texto base (no necesariamente desde su
literalidad o cita), se halla transformada y sobre todo evolucionada hacia
lugares no previstos (2019: 674).
Ampliando las consideraciones de
Yvancos, cuando una síntesis es gestada, no solo produce una
emergencia generativa novedosa y sofisticada, sino también una retro-afectación
en la interpretación de sus embriones germinativos, que ya no pueden leerse de
la misma forma: pero además, gracias al movimiento retroactivo, se origina una
marca epocal consistente, afectando en toda creación del mismo tipo en la que
compute su lectura, cuya condición semiótica y estructural se ve hasta cierto
punto predeterminada por la suya. Una síntesis generaría un fenómeno de entrelazamiento
hipertextual, donde los estados y características de ambas
territorialidades interléxicas se encuentran superpuestos en favor del
hipertextual, que subsume bajo sí al anterior.
En conclusión, estos últimos mecanismos son los más potentes
para afectar en un aspecto textual o canon discursivo precedente, gracias a su
intensividad deconstructiva o reconstructiva, la cual no alcanzan los
mecanismos intertextuales. En el desarrollo del discurso feminista, primero
viene la deconstrucción y luego un estadio opositivo que media entre
ambos pero que finalmente, en los modelos más canonizadores y sofisticados,
termina transitando de la vindicación a la reivindicación,
buscando crear nuevos códigos y paradigmas:
Once this
deconstruction has been done, conversations are developed around women's values
and the revindication of new models of behavior and identity […] With regard to
female identity, new characteristics seem to be established by opposition […]
the presentation of a self, as an agent who has achieved a degree of personal
autonomy, self-mastery and self-transformation (Martín Rojo, 1998: 90-91, 95).
Aplicación
empírica de los conceptos presentados
Transformaciones sobre interlexías citacionales
Un texto esencial para entender las transposiciones
citacionales es Interferencias de María Ángeles Pérez López, donde
se engranan otros poemas con noticias periodísticas. En “Amor, esa palabra”
toma el “Soneto II” de Neruda para transposicionarlo (sin variación explícita
de sus versos) junto a un nuevo cotexto, nota de prensa sobre estadísticas de
violencia machista. Mediante este mecanismo, se contraponen los enunciados
amorosos del poeta con la realidad machista que los circunda (siendo el aspecto
extratextual un factor esencial, dadas sus conocidas actitudes misóginas), de
forma que el discurso del poeta-amante, delicado en superficie, pasa a ser
deconstruido por interrelación semiótica con su cotexto, mostrando los
entresijos de la sórdida realidad que se esconde tras el discurso hegemónico
del canon patriarcal con respecto al amor y la posesión femenina, mediante una silepsis
que permite entender los versos nerudianos en doble sentido: “33814 denuncias
de violencia de género / Pero tú y yo, amor mío, estamos juntos, / 27972
delitos de lesiones / hasta ser solo tú, solo yo juntos” (2019: 53).
Paralelamente, tendríamos la oposición
citacional desarrollada por Andrea Sofía Crespo en Ayes del destierro,
donde referencia también a Neruda para transformar opositivamente toda la
semántica fraseológica de su famoso verso del “Poema XX” (manteniendo así la
referencialidad) mediante un mecanismo reversivo de intencionalidad
revisionista. Desde el “Puedo escribir los versos más tristes esta noche” al
“Hoy escribo las parábolas más alegres” (2021: 30), donde podemos observar tanto la transformación explícita de
sus significantes (semánticamente opuestos, casi en su totalidad) como la
intencionalidad implícita por ser decodificada, la autora
establece una deconstrucción retrospectiva y opositiva para hacer reentender
que existe otro amor posible al presentado en los textos patriarcales: lésbico
(le sigue el verso “por ella puedo palpar el cielo con las manos”), gozoso y
presentista; distinto al del poeta taciturno cantando a una mujer amada como
objeto de posesión e imponiendo su voz sobre la historia pasada y el desamor
presente. En la interferencia producida entre ambos se encuentra la
perturbación de-constructiva con respecto al hipotexto, estableciendo una
generalización retrospectiva (hacia todo texto que comparta este aspecto
discursivo) contenida en la implicatura, que el lector debe decodificar desde el mecanismo
reversivo para extraer la intencionalidad y su contenido feminista implícito.
Transformaciones sobre interlexías de personajes
Con la transposición, tendríamos la interlexía de Dulcinea en “Aldonza se
casa” de Pilar Paz Pasamar (bajo su nombre real fuera de la idealización
quijotesca, la cual se busca romper en el texto). En este poema, Pasamar
presenta, mediante una narración superpuesta a la voz de Aldonza (con la que
dialoga), la situación especulativa de su casamiento, diseminándose su figura
para representar a cualquier mujer campesina e inocente que piensa que su
futuro es casarse y gestar hijos en el hogar, sufriendo el ostracismo machista
y los desmanes de su esposo (nunca explicitado, pero relacionado con la figura
quijotesca que la idealiza y busca desesperadamente). En este caso, Aldonza no
cambia en superficie (al menos la Aldonza real), pero el cotexto que circunda su figura afecta en su percepción implícita. Mediante
este mecanismo, Aldonza deja de ser vista como una versión tosca y mundana de
la mujer idealizada por Don Quijote para convertirse en víctima de los
designios sociales impuestos por la sociedad patriarcal en su vertiente más
rural y conservadora. No estamos ante una transducción porque no hay
transformación superestructural e identitaria del personaje; tampoco ante un
proceso hipertextual, pues no hay intencionalidad retrospectiva o retroactiva
que modifique la interlexía en su estructuralidad característica. Sí
cambiaría, por el contraste discursivo, cómo es comprendida desde una nueva
perspectiva epocal y sociopolítica, gracias a la silepsis sucedida entre
la Aldonza cervantina y la de Pasamar. El propósito textual aquí es implícito y
deconstructivo: “Tú no sabes qué es eso, pobre Aldonza […] ¿Qué por qué te
pregunto esto? Pues porque quiero. / Porque quiero salvarte, Aldonza, porque
quiero / llorar por las que ignoran, por todas las robustas, / por todas las
Aldonzas, por las que nunca sueñan” (2017: 179-181).
Sobre esta misma interlexía, tendríamos una transducción
en “Dulcinea” de Nélida Piñón, donde el personaje es transformado
explícitamente, tornándolo en una campesina asturiana llamada Maritornes[9] en
la que Don Quijote observa a Dulcinea, y en la cual se termina convirtiendo
(esta dualidad realidad-irrealidad, ya cervantina, no implica que Maritornes no
sea, inter-textual y ficcionalmente, Dulcinea[10]).
La principal transformación, fuera de su identidad nominal, es que la nueva
Dulcinea no es una campesina tosca e ilusa sino férrea y contestataria, por
haber sido sometida a opresiones machistas durante toda su vida: “Pobre
desdichado, se cree importante solo porque sirve a un caballero. Están los dos
amancebados por la mentira” (2015: 59). No obstante, al final del relato
termina aceptando la idealización quijotesca, al preferir la sublimación
masculina que la vejación constante (sutil crítica hacia el margen operatorio
que la sociedad patriarcal deja a las mujeres):
¿Acaso le convenía esa suerte de ilusión, que haría de
aquella mujer una princesa entregada a la tutela del hidalgo? […] Sin embargo,
aferrada a la ilusoria verdad que el hidalgo le susurraba al oído, Maritornes
escogió la ilusión en detrimento de la realidad […] Nada podría ser peor que lo
vivido hasta entonces, con el añadido de que el hidalgo la llamaba Dulcinea del
Toboso con una delicadeza desconocida para ella hasta entonces (2015: 70-71).
Además,
con el cambio de perspectiva instaurado (según la nueva lógica discursiva y sus
escalas de valores), Piñón realiza también una transposición sobre las interlexías
de Don Quijote y Sancho: transformándolas implícitamente (al no cambiar sus
actitudes explícitas o superficiales, pues realizan acciones similares,
perfectamente coherentes con los originales cervantinos)) en un idealizador
machista y un hombre que entiende a la mujer, pero que termina cediendo por
respeto de autoridad ante los designios de su amo. Podemos notar la diferencia
entre las transposiciones y la actual transducción de Dulcinea en
el cambio identitario del personaje: Pasamar deconstruye, mientras que Piñón
reconstruye, aunque sin llevar a cabo ninguna de ellas un proceso hipertextual
que afecte en la estructuralidad previa de la interlexía.
Otra transformación sobre este personaje es la ocurrida en Dulcinea
encantada de Angelina Muñiz-Huberman: en este caso tenemos una
transformación explícita del personaje mediante una transducción interna,
pero que deviene en una síntesis hipertextual. En lugar de situar una
misma Dulcinea observada desde otra óptica discursiva o transformarla en una
nueva versión extensiva, la Dulcinea de Huberman responde a una nueva
caracterización epocal con un movimiento retroactivo, superponiéndose sobre el
personaje hipotextual y permitiendo su relectura en otros códigos con potencial
de opacar los anteriores. Esta Dulcinea se convierte, con una personalidad
sumamente diferente y como representación de todas las mujeres calladas en la
historia literaria, en la ensoñadora[11],
sustituyendo la función narrativa de Don Quijote y pudiendo hasta interpretarse
que es ella quien crea la historia quijotesca desde su imaginación: “Yo no soy
yo. Yo soy Penélope. Yo soy Orlando. Yo soy Rodrigo Díaz de Vivar (no doña
Jimena, muy aburrida dama), soy Dulcinea, soy Santa Teresa, soy una de las
hermanas Brontë” (2005: 22). Tras este movimiento retroactivo se
encuentra la re-ontologización que le permite, no solo transformar
explícita y extensivamente al personaje, sino además establecer una metadiferencia intensiva sobre esa diferencia extensiva y superponerse
estructuralmente a su versión hipotextual (entrelazamiento),
pudiendo reinterpretar la Dulcinea cervantina desde la de Huberman, con una identidad
sofisticada mucho más compleja:
Dulcinea posee un tesoro interno. Nadie más lo sabe.
Dulcinea es todo su mundo. Se abarca en sí y abarca a los demás. Es tan
silenciosa y, sin embargo, ama tanto. Ama como nadie sabe amar y sin que nadie
lo sepa. Se desvive de tanto amor. Sin nunca manifestarlo […] Me afianzo en mi
nombre (Dulcinea, Dulcinea) y soy mi propia progenitora. Me siento como la
primera o la iniciadora (177, 179).
Otros
dos casos paradigmáticos son los desarrollados sobre la interlexía de Caperucita Roja (de génesis oral, pero asentada por
Perrault o los Grimm): “En compañía de lobos” de Angela Carter y “Si esto es la
vida, yo soy Caperucita Roja” de Luisa Valenzuela. El primer texto lleva a cabo
una transducción sobre Caperucita,
tornándola en una figura contestataria que, tras la horrible violación de su
abuela por parte del cazador, con su risa y desparpajo le doma y desarma: “Son
para comerte mejor. / La muchacha rompió a reír; sabía que ella no era la carne
de nadie. Se rió de él en su cara, le arrancó la camisa y la tiró al fuego”
(2014: 170). Recogiendo el personaje de los Grimm, también se lleva a cabo una oposición hipertextual sobre la figura
del cazador que lo convierte en el verdadero lobo, hombre ordenado, apuesto y
carismático que engaña a la mujer con sus argucias (correlato simbólico del
propio orden patriarcal): “él rió [sic] con un destello de dientes blancos y le
dedicó una cómica aunque respetuosa reverencia. Ella nunca había visto a un
sujeto tan elegante […] Él se volvió a reír, y babas brillantes colgaban de sus
dientes” (165-166). Este proceso, de mecanismo subversivo e intencionalidad
revisionista, genera una implicatura a decodificar por el lector, con
una interferencia deconstructiva que
hace reinterpretar al cazador como figura masculina salvadora (transdiscursividad),
pudiendo expandirse esta perspectiva vía generalización
a toda historia en la que esto suceda.
El segundo, en cambio, acomete una síntesis hipertextual con respecto a Caperucita bastante similar a
la realizada por Huberman (integradora y metaliteraria), pues sofistica su
personalidad y función narrativa hasta generar una superposición retroactiva
donde Caperucita se convierte en un personaje más complejo, representante del
resto desde una perspectiva metaliteraria, al ser tanto la abuela como la madre
(figura materna que asienta en ella el discurso patriarcal) e incluso el lobo,
como su parte animal, libertaria pero también feroz y sexual, que ella termina
aceptando para empoderarse y ser por fin un sujeto completo y constituido:
Yo soy Caperucita. Soy mi propia madre, avanzo hacia la
abuela, me acecha el lobo […] Feroz era mi lobo, el que se me ha
escapado. Las caperucitas de hoy tienen lobos benignos, incapaces. Ineptos. No
como el mío, reflexiono, y creo recordar el final de la historia […] La
reconozco, lo reconozco, me reconozco. Y la boca traga y por fin somos
una (2003: 62, 70).
El
texto de Valenzuela sofistica el relato tradicional de Perrault (sin cazador) y
permite releerlo bajo una nueva perspectiva a través de la metadiferencia presentada por su Caperucita, generando una marca
intensiva y epocal: no una transducción
extensiva u oposición retrospectiva
(por ejemplo, convirtiéndola en la antagonista, como sucede en “Lobo rojo y
caperucita feroz” de Elsa Bornemann), sino sofisticando su identidad en una re-ontologización evolutiva más
enriquecida, que afecta retroactivamente en la estructuralidad de la Caperucita
original mediante su entrelazamiento, reentendiéndola como un sujeto
narrativo más complejo que integra al resto de personajes.
Estos procesos de síntesis
sobre personajes femeninos son esenciales para, frente a la genealogía
discursiva patriarcal, que el feminismo pueda crear una genealogía propia a partir de re-construir el canon
y re-definir identidades de forma
prospectiva[12].
Como
señala Martín Rojo: mientras que en los mecanismos deconstructivos “the
reproduction of male discourse means that it is still acting as a point of
reference, and it is still considered dominant”, en los reconstructivos “women
assume the agent role […] connected with the position of domination […] the
construction of new patterns of subjectivity” (1998: 95, 98).
Como
ha podido observarse a través de los conceptos propuestos y textos presentados,
no todas las reescrituras feministas operan de la misma forma, y estas
diferencias en sus mecanismos transformativos determinan no solo el método
empleado, sino también los resultados textuales obtenidos, necesitando de una
interpretación crítica que los desglose desde un plano teórico establecido. La diatextualidad
propone, con su readecuación conceptual, un nuevo marco para comprender las
distintas transformaciones posibles en estas reescrituras, pues tales
diferencias procesuales son fundamentales. No solo para identificar y
categorizar estos mecanismos, sino también para entender su funcionamiento
profundo, y en consecuencia repensar las intenciones y praxis discursivas de los
textos estudiados: exponiendo tanto las herramientas
transformativas empleadas, como la correlación de los contenidos transformados con los
paradigmas extratextuales que los determinan. En este sentido, la intertextualidad
no es únicamente un aspecto formal, sino también un potente mecanismo generador
de ideas y valores, como “desvío cultural, como reactivación del sentido o como
memoria de los sujetos” (Samoyault, 2008: 40): afilada arma y herramienta
diversa para perpetuar o transformar los modelos discursivos asentados por los
cánones precedentes.
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[1] Debiera ampliarse
esta apreciación a un sentido gradual.
[2] En tanto que ‘proforma’: palabra que carece de contenido
léxico propio.
[3] Significados
o sentidos contenidos en el texto; frente a la superficie, relativa a
los significantes lingüísticos y/o carácter superestructural del elemento.
[4] No se deben
confundir estos términos con los conceptos de transposición de Kristeva,
Genette o Doležel; ni con los de transducción de Doležel, Jesús Maestro
o Bobes Naves.
[5] Término lingüístico que señala el texto cercano al
que está siendo considerado para el análisis, y del cual dependen sus
significados, sentidos o valores.
[6] Concepto de
la retórica clásica (con dos acepciones: aquí se destaca la del uso de una
palabra en dos sentidos al mismo tiempo, uno literal y otro figurado), luego
recogido por Riffaterre dentro del margen intertextual en su artículo
“Syllepsis” (1980), aunque este autor lo emplea desde una óptica receptiva, a
diferencia del uso señalado en este artículo.
[7] Cabe
destacar aquí que sofisticación no implica que la formulación novedosa
sea mejor que la anterior, sino que se estructura desde y sobre ella,
haciéndola más compleja.
[8] Denominado luego como síntesis por la crítica
fichteana y marxista.
[9] Haciendo
referencia a otro personaje secundario cervantino: moza de compañía asturiana
con el mismo nombre que, para cierta parte de la crítica, es la antítesis de
Dulcinea. Esta segunda relación aumenta la sutileza de Piñón en su tratamiento
del personaje.
[10] De hecho,
así se la denomina en varias partes del relato.
[11] Recordemos
aquí, como contraste, a Pasamar mentando a “las que no sueñan” (antítesis de
Don Quijote), frente a la mujer ensoñadora de Huberman, que posee también la
facultad de crear mundos ficticios y moldear la realidad desde su pensamiento.
[12] Si las dos síntesis
aquí estudiadas no generan una marca epocal más canonizada, no es por no
tener el potencial para hacerlo, sino por ser textos de un repertorio
periférico (Even-Zohar, 1979).