Literatura africana en
resistencia: un análisis feminista y decolonial de El baobab loco de Ken
Bugul
African
Literature in Resistance: a Feminist and Decolonial Analysis of Ken Bugul's El Baobab Loco
Clara Bellamy
Universidad
Nacional Autónoma de México
Michelle Vázquez
Investigadora
independiente
clara.bellamy.ortiz@facmed.unam.mx
https://orcid.org/0000-0002-4071-2921
michelle.vazquez.gutierrez7@gmail.com
https://orcid.org/0009-0005-2861-0243
Recibido: 14/12/2023
Aceptado: 01/4/2024
10.30827/impossibilia.272024.29747
Resumen
El
baobab loco de Ken Bugul es una novela autobiográfica que destaca por su
enfoque introspectivo y exploración de temas fundamentales dentro de las letras
africanas. La autora, a través de su experiencia, resalta la importancia de
contar su propia historia, utilizando la escritura como un medio para preservar
y transmitir las narraciones que han sido excluidas de los relatos oficiales.
La literatura hegemónica como dispositivo colonial ha contribuido a la creación
de imaginarios desiguales al privilegiar ciertos puntos de vista en detrimento
de otros. Bugul se apropia de la escritura como
herramienta para redefinir la comprensión colectiva de la historia mediante la
identidad, desafiando así las narrativas impuestas por el colonialismo. Su
primera novela invita a una reflexión profunda sobre la importancia de la
escritura, la literatura, la oralidad y la resistencia en la construcción de
una memoria colectiva más inclusiva y auténtica.
Palabras
clave: Literatura
africana, colonialismo, identidad cultural, Senegal, resistencia a la opresión,
movimiento de liberación femenina.
Abstract
El baobab loco by Ken Bugul is an autobiographical
novel that stands out for its introspective approach and exploration of
fundamental themes within African literature. Through her experience, the
author highlights the importance of telling her own story by using writing as a means to preserve and transmit narratives that have
been excluded from official ones. Hegemonic literature as a colonial device has
contributed to the creation of unequal imaginaries by validating certain points
of view to the detriment of others. Bugul, then, appropriates writing as a tool
to redefine the collective understanding of history through identity, thus
challenging the narratives imposed by colonialism. Her first novel invites us to
a deep reflection on the importance of writing, literature, orality, and
resistance in the construction of a more inclusive and authentic collective
memory.
Keywords: African Literature, Colonialism, Cultural
Identity, Senegal, Resistance to Oppression, Women’s Liberation Movement.
La literatura como categoría colonial. Un mecanismo narrativo en la
conformación de realidades
En el actual sistema-mundo, la riqueza
de conocimientos no se distribuye de manera equitativa, a pesar de que se
precia de ser globalizado. Es decir, las experiencias que abrazan las palabras
gestadas desde el Sur-Sur no se comparten de la misma forma ni con la misma
intensidad que aquellas desarrolladas en el Norte global, las cuáles han sido
ampliamente difundidas durante siglos de historia occidental bajo la etiqueta
de literatura universal. La literatura, como campo disciplinario, al igual que
otros campos del conocimiento (ciencia, filosofía, medicina, religión, arte,
etc.), se impone como una creación occidental. De tal modo, el concepto mismo
de literatura y las abstracciones que se extraen de ella responden a
configuraciones propias de Occidente; así como generalmente pasa con “lo
occidental”, se le adjudica la característica de universalidad, utilizándola
como parámetro hegemónico.
África
es un continente demasiado grande para describirlo. Es todo un océano, un
planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria.
Sólo por una convención reduccionista, por comodidad, decimos ‘África’. En la
realidad, salvo por el continente geográfico, África no existe. (2006: 4)
La literatura tiene como anclaje la escritura. Si
confrontamos la escritura con la oralidad, la primera se explica desde lo
civilizatorio (la historia empieza con la escritura) y la oralidad con lo
prehistórico -salvaje, bárbaro, etc. Al considerar la oralidad como un estadio
previo a la escritura, entonces todos los pueblos que no tengan una tradición
escrita sino oral son, por tanto, primitivos. Lo que ha llevado a un epistemicidio de los saberes transmitidos por la oralidad. Es
por eso que la literatura como concepto es colonial.
Tal categoría hace que los
relatos testimoniales y vivenciales escritos sobre todo por minorías
racializadas, mujeres y disidentes sexuales, se perciban como ejercicios
menores dentro de los mecanismos narrativos creadores de realidades. El saber
construido desde el Norte global se nos presenta como unívoco y homogéneo,
siendo la literatura canónica escrita por hombres blancos la que se ocupa de
las grandes ideas universales y universalizadoras que
corresponden, siguiendo esta lógica, a la forma única en la que las personas
habitamos, sentimos y experimentamos el mundo, o, más bien, a la única
experiencia válida que amerita ser contada. Este mecanismo narrativo ha servido
para conformar idearios en torno a espacios, corporalidades y experiencias
dentro de los marcos de estereotipación, fetichización,
exotización y homogeneización, además de utilizarse
desde su arista más perversa, como dispositivo adoctrinador y justificante de
innumerables atrocidades y violencias ejercidas sobre esos cuerpos que
representan la otredad oprimida.
La feminista Fatma Allo (2013), fundadora de la organización Tanzania Media Women’s Association (TMWA),
afirma que desde África se necesita crear imágenes propias y difundirlas a
nivel internacional, puesto que es la única manera de cambiar el imaginario
donde se fomenta; por ejemplo, la imagen de las mujeres como objetos sexuales o
víctimas.
Los idearios que rodean la
forma en que África está configurada (desde sus paisajes, su salvajismo y su
pobreza hasta la incapacidad de concebirla como un continente diverso)
provienen de un entramado colonial complejo afianzado en la
Desde esta perspectiva, el
narrarse se vuelve un ejercicio fundamental de agenciamiento por parte de
quien, a través de la escritura,
Writing [...] has been a way of transforming because
here I am not the other but the self. Writing therefore emerges as a politic
act. In this sense, I become the absolute opposition of what the colonial
project has predeterminated. [...] bell hooks uses two concepts: subject and
object. [...] subjects are those who alone have the right to define their own
reality, establish their own identities, name their history.
Sin duda, nuestras historias
de vida y la forma de vincularnos con el mundo implican, indiscutiblemente,
perspectivas y relaciones diversas, las cuales influyen en nuestra conformación
de pensamiento y, a su vez, se ven reflejadas en el ejercicio de la escritura y
memoria que se traduce en un archivo comunitario. Así, la yuxtaposición entre
el pasado y el presente se vuelve una pugna entre una búsqueda de identidad y
el choque con la colonización, disputa que envuelve a la literatura, y que
critica las reminiscencias coloniales a través de sus plumas. Aun cuando no
pueden obviarse diversas influencias y especificidades históricas, sociales y
culturales de cada país, y mucho menos las condiciones materiales y subjetivas
de cada persona, ciertamente el pasado colonial plantea una literatura
conflictiva, de ruptura, rechazo, crítica, de enfrentamiento, resistencia y
posterior liberación.
Es fundamental aclarar que la
construcción narrativa hegemónica, racista y discriminatoria de lo negro no
sólo interviene en el campo de la literatura, sino que expande su actuar a
diversos campos clave de conformación de realidades y, por lo tanto, de opresiones.
Aimé Césaire
(2006) plantea que el colonialismo cosificó las corporalidades negras por medio
de tres sectores: el militar, el eclesiástico y el filosófico-histórico-científico.
La deshumanización de las personas africanas fue construida por la iglesia y la
ciencia blanca hegemónica y racista mediante premisas validadas desde el
conocimiento científico y las creencias religiosas imperantes que sirvieron
para perpetuar prácticas de esclavitud, explotación, violencia y
discriminación. Dichas premisas, en un principio, se confeccionaron a partir de
fundamentos teocráticos que sustentaban que los africanos no tenían alma y por
lo tanto no eran personas; incluso esta deshumanización se vio reflejada en la
forma en cómo los colonizadores se relacionaban con la otredad que representaba
lo africano, exhibiéndolos en zoológicos y en circos. Estos zoológicos humanos
servían para legitimar la superioridad blanca mediante la cosificación y
animalización de los cuerpos otros.
A partir de los paradigmas
del racismo científico y eugenésico se promovió el argumento de la falta de
razón y los bajos instintos irrefrenables que tenían las personas africanas con
énfasis en su sexualidad y fuerza física (Oluo,
2022). Mediciones de cráneos y genitales fueron prácticas comunes con las
cuales se pretendía demostrar un menor desarrollo cognitivo.
Un caso popular es el de Saartjie Baartman, conocida como la
“Venus de Hotentote”. Esta mujer, cuyo verdadero nombre es desconocido, fue
víctima de constantes abusos y violencias bajo la venia de la investigación
científica aún después de su muerte. Las características particulares de Saartjie (grandes nalgas y pubis protuberante) fueron causa
de una curiosidad malsana que derivó en exhibirla en jaulas junto con animales
exóticos y permitir que los hombres la tocaran sin su consentimiento. Las
representaciones que se realizaron en la época de esta mujer africana
reforzaron el imaginario basado en ideologías racistas y sexistas que aún hoy
justifican la opresión.
Por esto es fundamental leer
a quienes se les ha negado una voz y, sobre todo, escribir desde
cuerpos-territorios cuya experiencia y conocimiento ha sido invisibilizada en
la narrativa hegemónica universal, cuya creación teórica ha sido denostada
sistemáticamente, para empezar a formarnos una imagen amplia y real de los
sistema-mundo existentes, así como para construir un archivo que visibilice la
verdad histórica; una contranarrativa como antídoto
para la desmemoria que perpetúa prácticas racistas hoy en día.
Ken Bugul, autobiografía y
apropiación de las palabras en cuerpos sin territorio
Desde este lugar es donde la autora
senegalesa Ken Bugul, ‘
La educación implementada por
la colonia en estos países formó una generación de personas sin lazos ni
vínculos con la generación anterior, hecho que la autora deposita bella, pero
dolorosamente, en la separación de la madre con el padre ciego. El ser una tubab en el
pueblo la apartó del enraizamiento que brinda tener un origen compartido; sin
embargo, la Bélgica de “sus antepasados los galos”, que le prometía un vínculo
que conformaría su identidad, se constituye a lo largo del relato como el no
lugar metonímico que la niega al diferenciarla.
¿Cómo
podía pertenecerme ese rostro? Comprendí por qué la vendedora me había dicho
que no podía ayudarme. Sí, yo era una negra, una extranjera. Me toqué la
barbilla, las mejillas para percatarme mejor de que ese color era el mío.
Sí,
era una extranjera y por primera vez me daba cuenta de ello. (Bugul, 2018: 44)
Además del desarraigo, la colonización
planteó formas desiguales en las relaciones sociales. Tales relaciones
transitan por los cuerpos-territorios como en un oxímoron, entre la
subjetividad/objetividad de un ser colonizado/libre.
James Baldwin (2018) retrata
dos formas de ser negros en países como Estados Unidos y Francia. Apuntala el
peligro de ser “esquizofrénico”, en el caso de los afroamericanos, por tener el
deseo de ser blancos, y la diferencia, dependiendo la cartografía, del estatus
del negro africano como un ser colonial, destacando la precariedad de la vida
de las personas que fueron abruptamente desarraigadas, con un idioma en común y
la dependencia de su sustento por parte, en este caso particular, de los
parisienses. Por esta razón, la relación que tienen los africanos con personas
provenientes de las culturas colonizadoras no es indolente con el (mal)trato que reciben cuando cambia su estatus de ciudadano a
migrante, es decir, a un cuerpo sin territorio. La condición migrante supone un
grado más de
Muchas son las formas en las
que Ken Bugul
Grada Kilomba (2010: 19) apoyándose en Toni Morrison y Frantz Fanon, menciona que “Blackness
serves as the primary form of Otherness by which whiteness is constructed”.
¡Cómo,
los africanos no debéis temer al guepardo, viene de vuestro país! –Se
sorprendió el patrón. Así eran vistos los africanos. Los músicos se negaron a
tocar mientras el guepardo siguiera allí, los otros no querían sacar al
guepardo porque era algo que estaba previsto. Era una velada para peleteros,
con orquesta africana, guardarropa africana y guepardo. A veces los
occidentales tienen ideas extrañas. (Bugul, 2018:
111)
La hipersexualización de los cuerpos,
como objetos y no como sujetos, ha sido analizada por múltiples autores como Frantz Fanon (1973), Angela Davis
(2005) y bell hooks (2020),
entre otros. Si bien tanto los cuerpos masculinizados como los feminizados han
sido hipersexualidados, es decir, cosificados y
rebajados a objetos sexuales, dentro de la conformación de esta sexualización
existen diferencias históricas particulares. Dos son los mitos bajo los que se
disponen las corporalidades dependiendo sus genitales y la construcción de
género en torno a estos: el del violador y la libertina.
Ángela Davis expone la
incongruencia del mecanismo narrativo que permitió y justificó los
linchamientos públicos de hombres negros por considerarlos potenciales
violadores, al mismo tiempo que absolvió las agresiones sexuales llevadas a
cabo por hombres blancos sobre mujeres negras; también argumenta que la
violación no respondía a la satisfacción del deseo carnal sino a un método de
terrorismo institucionalizado cuyo objetivo principal era la desmoralización y
deshumanización de las mujeres negras (hooks, 2020).
Estas construcciones reforzaban la idea de un ser cuyos instintos sexuales
salvajes reducían su condición humana.
Lamentablemente estos mitos
siguen existiendo dentro del ideario popular, siendo así que Ken Bugul, durante su residencia en Bélgica, experimentó en
carne propia este imaginario que representaba a la mujer negra como permisiva,
disponible, depravada, ligera y salvaje sexual; sin embargo, la autora utiliza
este estereotipo en una suerte de juego astuto en el que se ofrece, se exhibe y
se ofrenda
No
paraba de elogiar mi piel, su belleza y su color. Estos blancos son todos
iguales. El entusiasmo por el negro. Desde que, en la exposición colonial,
África, para imponerse, había empezado por desplegar su trasero y su piel por
todo el mundo. (Bugul, 2018: 77)
A lo largo del libro se nos presentan
estas situaciones donde Ken es alabada por su cuerpo, reduciéndola a un símbolo
que la aleja más de esa autoidentificación y que, al mismo tiempo, revela la
necesidad del colonizador blanco por poseerla completamente, poseer su
folclore, poseer su alegoría para utilizarla como un ornamento más en una mezcla
de superioridad y condescendencia. La autora se da cuenta del lugar que ocupan
ella y sus coetáneos. Una moda u otra forma de seguir dominándolos:
Esa
gente rica era libre de hacer lo que quisiera, absorbía la diáspora por su
originalidad. -Tenemos una amiga negra, una africana- era la frase más in en esos medios. La negra después de
los cachorros de león y los monos, con las máscaras dogon o de Ife. Yo era esa negra, esa en “vuestra tierra”, esa “tú, como negra,
deberías […]”, ese ser suplementario, inútil,
desplazado, incoherente. (Bugul, 2018: 95)
El reconocimiento, por parte de la
misma autora, de su otredad extranjera se manifiesta como un desamparo
compartido junto con otras corpoterritorialidades
oprimidas (africanas, latinoamericanas y asiáticas) que, ante la mirada
europea, pierden singularidad convirtiéndose en un amasijo indiferenciado.
Los ambientes como el de la
oficina de reclutamiento, la sala de espera clandestina, el comedor de la
posada estudiantil, Bruselas en general, amplifican la atmósfera de soledad y
desamparo persistente a lo largo de la novela. Un no lugar en el que no hay
espacio ni tiempo para conocer/re-conocer las historias de las otras mujeres,
historias que sólo se intuyen a través de las miradas y los gestos compartidos
que se tejen en un escenario de tragedia común y en la cual están sujetas a un
destino que no está en sus manos. “Parecíamos todas de la misma edad. Unas más
altas, otras más bajas. De todo tipo, pero con el mismo estilo. [...] Constaté
que éramos todas extranjeras y que nos trataban por igual. [...] A ese personal
les parecíamos todas iguales” (Bugul, 2018: 39).
La escritura testimonial como un ejercicio
emancipatorio y de agenciamiento
Escribir supone lenguaje. Dicho de otro
modo, la lengua es el medio por el cual la escritura adquiere materialidad. Uno
de los dispositivos que se utilizaron para colonizar fue la imposición de una
lengua oficial, la lengua del colonizador.
Fanon
(1973: 14) plantea que “hablar es existir absolutamente para otro” esto supone
que la configuración de la identidad se da desde la potencialidad de la
comunicación. En Piel negra, máscaras
blancas examina la función del discurso en la afirmación de la identidad en
un mundo marcado por jerarquías raciales. “Existir absolutamente para el otro”
sugiere que el reconocimiento se construye colectivamente. Cuando una lengua es
impuesta una realidad es implantada; en el caso de la colonización, las
personas subyugadas se ven obligadas a adoptar formas distintas de ser y
relacionarse. No obstante, el acto de hablar y ser escuchado se convierte en un
medio de resistencia y afirmación de la propia humanidad ante aquellos que los
niegan.
En su poema Trahison, Leon Laleau, plasma la reivindicación
de la negritud en contra de la imposición y dominación del idioma francés, el
cual no encaja con las costumbres y sentimientos de otras geografías no
europeas.[4]
En El
baobab loco existen, tanto a nivel narrativo como a nivel formal, elementos
de agenciamiento; herramientas subversivas, desestabilizadoras e incendiarias
utilizadas para
Los
baobabs fueron testigos de la llegada de la escuela francesa. Testigos
silenciosos que tuvieron cosas que contar más adelante.
[...]
Al principio me tomé la cosa como un juego más entre los mil juegos que me
ofrecía la maleza que cubría mi pueblo. Pero todo acabó con el sonido de la
primera letra francesa que el maestro pronunció y escribió en la pizarra negra “i”.
Al
pronunciar ese sonido breve y tan repentino, lo gritaba con las mejillas casi
cortadas. Sentía la sangre circular por todo mi cuerpo y regresar a la cabeza.
El sonido de la “i”
había asustado a los pájaros que llevaban todo el día cantando en el follaje de
los árboles. Las termitas decidieron construir sus termiteras en otro lugar.
La clase entera repitió tras el maestro esa primera letra de la escuela
francesa en el pueblo de Ndoucoumane. La escuela
francesa que iba a trastornar mil mundos y mil creencias que se escondían tras
los baobabs asombrados y que tomaban formas humanas. (Bugul,
2018: 109)
La lengua como instrumento de
resistencia cultural (Sales Salvador, 2003), en este caso, el uso del francés
como medio de expresión literaria, pretende llevar el mensaje a una audiencia más
grande. Es una forma de mostrar, mediante otra lengua, fragmentos de realidad
que se interpretan y perciben mediante la lengua materna.
Para Dora Sales (2003) esta
traducción simultánea es una forma de r
Si bien la imposición de la
lengua colonizadora ha sido un dispositivo epistemicida
sumamente efectivo (puesto que el conocimiento tradicional, las cosmovisiones y
ancestralidades sostenidas y heredadas por las personas que habitan o habitaban
la lengua de menor poder fueron eliminadas o reducidas a folclore) el
plurilingüismo orgánico es utilizado, siguiendo a Jhumpa
Lahiri (2002: 5) para “create
and illuminate a nonexistent
[world]”.[6]
La escritora declara que, para ella, “Fiction is the foreign land of my choosing, the
place where I strive to convey and preserve the meaningful. [...] One thing remains constant:
I translate, therefore I am
Es así como el ejercicio
autobiográfico y testimonial se convierte en una herramienta poderosa para
desafiar y transgredir estereotipos anclados en la representación de ciertas
corporalidades y visiones hegemónicas del mundo. Al compartir narrativas
personales, los cuerpos marginales encuentran una voz que desafía las
narrativas predominantes, no sólo en temáticas sino también estructuralmente,
proporcionando una perspectiva diferente y subversiva que cuestiona las
estructuras sociales y culturales preexistentes. El contar la propia historia
permite desafiar las representaciones simplificadas y sesgadas, así como
desmantelar estereotipos arraigados sobre, para el caso que aquí exponemos, la
experiencia de una mujer negra.
Lo testimonial de la
autobiografía se presenta, de esta forma, como una resistencia que desafía la
“historia única”, una contranarrativa que busca hacer
tambalear las estructuras de poder establecidas. Es así como Ken Bugul deja de ser esa “angustiada a perpetuidad” (Bugul, 2018: 95) para convertirse en agente de su propia
historia.
La oralidad y la cosmovisión senegalesa como
arraigamiento identitario
El
agua vertida había llegado hasta una semilla que recubrió vacilante. Era la
pipa del fruto del baobab que Fodé había escupido al
ir a contestar a la madre, la mañana del primer día de la concepción por parte
de los dioses de una generación nueva que iba a conmocionar los tiempos. (Bugul, 2018: 14-15)
La forma en la que está narrada esta
primera parte convierte a la autora en griot, casta del África occidental dedicada a narrar y
cantar las hazañas, la historia de los reyes y los grandes personajes. Esta
tradición de narrar ejerce un rol en la memoria comunitaria y familiar, ya que
está presente en los eventos fundacionales de los integrantes de cada familia.
Los griots
son esa fuente de conocimiento ancestral que brinda identidad, conecta con el
territorio y teje una red comunitaria mediante historias heredadas (incluso,
todavía se casan entre la misma casta).
Cette utilisation
de l’oralité n’est pas du tout un jeu décoratif, un moyen de créer une certaine couleur locale. Dans certains cas, elle est une stratégie narrative, un dispositif structurel. […] Alors, cette forme de récit peut être
considérée comme la reproduction structurelle en littérature d’un élément important d’oralité – à savoir une généalogie
– qui situe l’individu dans le temps et dans l’espace et par rapport aux ancêtres
ainsi que la communauté actuelle.[8]
El baobab como
elemento central y de origen, dada su ancestralidad e importancia dentro de la
vida de Ndoucoumane, aparece en diversas partes de la
narración. No es gratuito que la autora lo haya elegido parte del título de su
primer libro autobiográfico. Podría decirse que el baobab se recrea en un papel
doble, por un lado, es un referente espiritual y, por el otro, un elemento de
la cotidianidad del pueblo. La majestuosidad de su circunferencia, su
longevidad y los diversos usos que se hacen de todas sus partes, ha constituido
su conformación como presencia inmanente en el imaginario senegalés. Un árbol
tan místico que en sus amplias entrañas ha acogido el descanso de los griots y con
ellos el encanto de sus narraciones orales.
En El baobab loco, el árbol no sólo forma parte del paisaje, está en
el crecimiento, la alimentación, la curación de la enfermedad, el descanso y el
consuelo en la vida.
Aquí sólo había sol, estaba omnipresente. Y el
Baobab a cuya sombra la realidad sustituye al sueño y se convertía en sueño […]
Aquí los humanos no hablaban. Sólo hablaba el sol […] en el país del sol. Había
nacimientos, muertes; el sol seguía estando ahí y el baobab parecía haber
dejado de crecer. Daba sus mejores frutos. Se hacía con ellos el zumo para
regar el puré de mi hijo; se curaba el sarampión haciéndoselo beber al enfermo
y dejando caer en sus ojos unas gotas; se trataba con ellos la diarrea. Sus hojas
puestas a secar servían para preparar el polvo que amalgamaba el cuscús,
dándole un sabor de leche fresca; amasadas recién cogidas, constituían el mejor
remedio contra el cansancio. Su corteza servía para tejer las célebres hamacas
del país del sol. El país del baobab. (Bugul, 2018:
21)
Así, la presencia no objetivada del
baobab trasciende en la vida de la autora y reitera su importancia en los
anhelos de verlo y sentirlo. Ken desea, desde la lejana Bélgica, poder llorar
bajo el cobijo del baobab, sollozar bajo su sombra en una especie de depuración
del ofrecimiento enajenante.
Las estrategias narrativas
utilizadas para describir la cercanía que experimentaba en el pueblo viajan de
la centralidad del baobab, de la calabaza común que sirve de plato, de los
muslos cálidos de su madre, de las noches acogedoras de la sabana africana.
Todos estos elementos contrastan con la soledad que experimenta, a pesar de
siempre estar rodeada de personas, en el norte que ha dejado de ser una
referencia, porque ahora la referencia vuelve al Senegal de su infancia. Incluso
en el cierre de la novela, la autora retoma su relación con el baobab en una
suerte de trasminación de sus seres. El baobab loco es ella. Siempre lo ha
llevado en el ámbar de su oreja.
La escrevivencia y el recrearse
Es así como, en este primer texto, la
autora senegalesa se inserta dentro del ejercicio de autonarrarse
para recrearse. Una suerte de contramemoria desde la
resistencia a los actos de violencia perpetrados a través de la narración
hegemónica. Un grito de agenciamiento desde el saber que supone el conocer tu
origen.
La escritora brasileña Conceição Evaristo estableció el concepto de escrevivencia
para “nombrar la íntima relación entre las experiencias de vida y la producción
literaria [que es] concebida como una práctica narrativa afrodiaspórica,
cuyos vasos comunicantes se encuentran entre el quilombolismo,
el saber Sankofa y la filosofía africana
El quilombismo
es un término acuñado por Adbias Do Nascimento como
una alternativa política de reapropiación de la narrativa. Es una resistencia
contra la desmemoria perpetrada por la clase dominante brasileña que busca
identificar y asumir activamente las raíces étnicas, históricas y culturales
que fueron arrancadas del árbol genealógico africano.
Por su parte Sankofa (que significa literalmente “vuelve y tómalo”) es
un concepto originario de la tribu Adinkra en la
cultura Akan, presente en la diáspora africana, que
se focaliza en extraer lo que era valioso del pasado y readaptar para el
presente (Dabiri, 2020). Es decir, utilizar el
conocimiento o memoria histórica para sanar el presente y cambiar el futuro. Es
regresar a las raíces para preservarlas y perpetuarlas.
La filosofía Ubuntu, que
significa “ser humano para con los otros” (Kakozi,
2015), es una concepción generalizada en las sociedades africanas. Las diversas
interpretaciones de Ubuntu revelan una perspectiva centrada en la comunidad que
posiciona a la colectividad humana como el fundamento esencial del ser, la
existencia y el desarrollo de todos los seres humanos.
De esta manera, la escrevivencia
como práctica de escritura y reapropiación del relato se establece como medio
fundamental para preservar y transmitir aquellas historias que han sido
sistemáticamente excluidas de los relatos oficiales, constituyendo no sólo un
acto político sino una recomprensión colectiva de la
historia y la identidad. En este sentido, a través de su novela, El baobab loco, Ken Bugul
no sólo se apropia de la palabra, sino que regresa a las raíces compartidas
para crearse ahí, donde antes no existía.
Conclusiones
Desde una perspectiva crítica y
literaria, en la primera novela autobiográfica de Ken Bugul
se nos presenta la complejidad de la construcción identitaria africana como
totalidad y, al mismo tiempo, desde la particularidad que brinda cada cultura
mediante cuatro puntos clave. En primer lugar, se examina la literatura como
una categoría colonial; un mecanismo narrativo que ha jugado un papel
significativo en la conformación de las realidades africanas. La obra revela
cómo los idearios que rodean la configuración de África tienen sus raíces en un
entramado colonial arraigado que, a su vez, se sustenta en mecanismos de
desacreditación de la otredad, relegando a las corporalidades de esa geografía
a la condición de objeto. La persistencia del proceso colonizador en las letras
africanas crea una literatura marcada por el conflicto, el enfrentamiento, la
resistencia y, finalmente, la liberación.
En segundo lugar, la obra
resalta el ejercicio de emancipación y agenciamiento que se encuentra en la
escritura testimonial. Se argumenta que dar voz a aquellos a quienes se les ha
negado es esencial para construir una imagen amplia y real de los sistemas-mundo
existentes. La escritura desde cuerpos-territorios, cuya experiencia ha sido
invisibilizada, se convierte en una herramienta poderosa para desafiar y
trascender estereotipos arraigados en la narrativa hegemónica universal. El
ejercicio metaficcional de narrar la propia vida se
presenta como un mecanismo de conformación que rechaza el imaginario blanco,
ofreciendo una perspectiva subversiva que cuestiona las estructuras sociales y
culturales de Occidente.
En tercer lugar, se destaca
la preeminencia de la oralidad como parte fundamental del arraigamiento
identitario en la cosmovisión senegalesa. La oralidad no es simplemente un tema
en el libro de la escritora senegalesa, sino que se utiliza estilísticamente
para reforzar la idea de volver a las raíces. Esta tradición de narrar no sólo
cumple un papel en la memoria comunitaria y familiar, sino que también se
presenta como un acto de resistencia cultural, preservando las historias
fundamentales de cada familia.
En cuarto lugar, se introduce
el concepto de escrevivencia de la escritora de Minas Gerais, Conceição Evaristo, que establece una conexión profunda
entre las experiencias de vida y la producción literaria, particularmente en la
narrativa afrodiaspórica. Aquí, Ken Bugul no se recrea exclusivamente a través de la
apropiación de palabras, sino que retorna a las raíces compartidas en la
historia colectiva, enriqueciendo su obra con las complejidades de la
experiencia afrodiaspórica.
En conclusión, la lectura de Bugul no sólo desentraña la complejidad de la identidad
africana, sino que también se revela como un acto de resistencia cultural. La
literatura, lejos de ser sólo un medio de expresión individual, se convierte en
un terreno de confrontación constante, desafiando no sólo las estructuras de
poder sino también transgrediéndolas.
La escritura testimonial y la
narración de la propia vida se erigen como actos políticos que desmantelan
estereotipos y reconstruyen la identidad en el contexto de una historia
colectiva marcada por la colonización y la lucha por la autonomía cultural. La
oralidad y la escrevivencia se anclan en experiencias comunes a las
corporalidades negras y agregan capas de complejidad, enriqueciendo la obra con
la profundidad de la experiencia africana y afrodiaspórica.
En definitiva, la obra de Ken
Bugul no sólo narra historias, sino que teje una
narrativa que resuena con la riqueza y la diversidad de la experiencia africana
y afrodiaspórica, desafiando paradigmas y
construyendo puentes hacia una comprensión más profunda y auténtica de las
realidades del continente y la diáspora.
Referencias
bibliográficas
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La langue littéraire.
Paris: L’Harmattan.
BALDWIN, James; LORDE, Audre, GOLDSTEIN, Richard;
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BÁRAKA
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[1] Significado del seudónimo elegido por
la autora Mariétou Biléoma Mbaye.
[2] Remei Sipi examina la producción
literaria de mujeres africanas, destacando su enfoque en temas como el
compromiso político, la autoconciencia y la liberación de la opresión
masculina. Señala los desafíos que enfrentan estas autoras en su proceso creativo,
así como la limitada traducción de sus obras al castellano, realizada hasta
1992, en contraste con la literatura masculina. Sipi clasifica la obra de estas
mujeres en dos categorías: aquellas que escriben desde África y las que lo
hacen desde fuera del continente, denominada literatura del mestizaje o del
exilio. Enfatiza la importancia de estas obras al abordar la situación de las
mujeres y sus luchas por los derechos, atribuyendo la marginación de las
escritoras africanas a la subestimación de su papel asignado tradicionalmente a
las mujeres en obras escritas por hombres reconocidos en el ámbito literario.
En este contexto, Ken Bugul es identificada como una escritora prominente de
África Occidental dentro del grupo de autoras que producen sus obras desde el
continente africano.
[3] “La negrura es la principal forma de
otredad con la que se construye la blancura” (traducción de las autoras).
[4] “Este corazón obsesivo que no
concuerda
Ni con mi lengua ni con mis ropas,
Y sobre el que muerden como un arpón
Sentimientos prestados y costumbres
De Europa, ¿Sentís este sufrimiento
Y este desasosiego a ningún otro igual
De domesticar con palabras de Francia
Este corazón que me vino de Senegal? “(Cortés,
R., 2005).
[5] La frase original es “Las herramientas
del amo nunca desmontarán la casa del amo”; este enunciado fue utilizado por
Lorde en un congreso organizado por el Instituto de Humanidades de la
Universidad de Nueva York para señalar cómo, desde espacios académicos se
omiten diversas experiencias sobre todo las contribuciones de mujeres pobres,
negras, del tercer mundo y lesbianas, por lo tanto, el que Bugul utilice, en
palabras de Adrienne Rich, el lenguaje del opresor por ser el único que se
tiene, para no sólo insertarse dentro de la Academia sino para difundir su
experiencia de mundo, hace que estas herramientas sirvan, efectivamente para
desmontar la casa del amo.
[6] “crear e iluminar un [mundo]
inexistente”. (Traducción de las autoras)
[7] “La ficción es la tierra extranjera de
mi elección, el lugar donde me esfuerzo por transmitir y preservar lo
significativo. [...] una cosa permanece constante: traduzco, luego existo”.
(Traducción de las autoras)
[8] “Este uso de la oralidad no es en
absoluto un juego decorativo ni un medio de crear cierto color local. En
algunos casos, es una estrategia narrativa, un dispositivo estructural. [...]
Así, esta forma de narración puede considerarse como la reproducción
estructural en la literatura de un elemento importante de la oralidad –a saber,
una genealogía– que sitúa al individuo en el tiempo, en el espacio y en
relación con los antepasados y la comunidad actual” (traducción de las autoras).