El sembrador
sembró su semilla (1923), de
Isabel Oyarzábal de Palencia: educación, cuerpo y
maternidad
El sembrador
sembró su semilla (1923), by Isabel Oyarzábal de Palencia: education, body, and maternity
María Paz Cepedello Moreno
Universidad de Córdoba
fe2cemom@uco.es
https://orcid.org/0000-0002-0480-4394
Recibido: 26/04/2023
Aceptado: 07/10/2023
DOI 10.30827/impossibilia.262023.27965
Resumen
El objetivo de este trabajo es poner de
manifiesto los elementos que la novela de Oyarzáb
Palabras clave: Isabel Oyarzábal,
novela corta, cuerpo femenino, educación, materni
Abstract
The
aim of this work is to highlight the elements that Oyarzábal's
Keywords:
Isabel Oyarzábal, Novella, Female Body, Education,
Mate
Introducción
La figura de Isabel Oyarzábal
de Palencia ha recibido una atención creciente en los últimos años, en el
contexto de esa labor necesaria de recuperación de voces de mujeres que
dedicaron su vida y parte de su obra a la explicación y reivindicación del
papel de la mujer en el devenir histórico.[1] La labor
de esta intelectual ha interesado especialmente en su dedicación periodística y
autobiográfica pero su obra no ha sido objeto de un estudio de conjunto
(Paloma, 2022: 139), entre otras razones por la dispersión de esta, y menos aún
ha interesado su escasa pero significativa obra de ficción entre la que se encuentra
el texto que abordaremos en este traba
Isabel Oyarzábal
fue una mujer polifacética que transitó por diversas ocupaciones como
consecuencia de su inquietud intelectual y de las posibilidades que se le
abrieron por su formación y posición social. Así, dedicó parte de sus esfuerzos
a la interpretación, en su deseo de ser actriz, pero pronto desecharía este
objetivo para centrarse en el periodismo, la traducción y el cultivo de
diversos géneros literarios, entre los que destaca la narrativa y el teatro.
Por otra parte, la desahogada situación económica que disfrutó desde niña y el
hecho de tener una madre escocesa, que no solo permitió
sino que impulsó intensamente el ansia de independencia de Oyarzábal,
explica que alcanzara puestos como el de inspectora de trabajo y que fuera la
primera mujer Embajadora de la República Española en Suecia junto a Alexandra Kollontay, que lo fue de Rusia (Lizarraga,
2011: 40).
Paz Torres (2009: 57)
propone una división en cuatro periodos de la biografía de la autora que nos
ocupa, a saber: 1878-1918, 1918-1931, 1931-1939 y 1939-1974, etapas que
transcurren en distintos lugares geográficos y, por tanto, diferentes contextos
históricos. El primer periodo se inicia en Málaga, donde Oyarzábal
nace y pasa sus primeros años de vida, pero antes de que finalice esta etapa,
en 1906, la escritora se traslada a Madrid donde, por esos años, está surgiendo
un importante movimiento de reivindicación feminista al amparo de sindicatos,
movimientos asociacionistas y partidos políticos como el PSOE. En el año 1918
se inicia el segundo periodo en el que, como señala Olga Paz Torres:
se admite, por el Estatuto del Funcionario, el acceso de la mujer a la función pública, y
en el que Isabel Oyarzábal empieza su militancia en
la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), de la que llega a ser
presidente. Más tarde, en 1926, es vicepresidente del Lyceum
Club, al lado de Victoria Kent y María de Maeztu. Esta institución supone un
gran avance en la cultura y liberación de las mujeres de la época, aunque
fuertemente criticado por los sectores conservadores, y especialmente por la
Iglesia (Paz, 2009: 58).
Justamente en esta etapa, que transcurre
esencialmente en Madrid, y antes de que su implicación política con el Partido Socialista
se materialice en su presentación como candidata a la Cortes Constituyentes
(1931) —hito que marca el inicio del tercer periodo de su trayectoria
biográfica—, aparece publicado el texto narrativo objeto de este estudio. Antes
de ocuparnos de él vale aclarar que estos años están marcados por una intensa
actividad de colaboración con los principios de la República que se ve truncada
en 1939, año de inicio de la cuarta y última etapa, cuando ha de marchar al
exilio donde continuará con la lucha por los derechos de la mujer, a nivel
social, y del que nunca regresará.
Amparo Hurtado, al ocuparse
de las escritoras del noventa y ocho en el quinto volumen colectivo coordinado
por Iris M. Zavala, Breve historia
feminista de la literatura española (1998), señala que en el panorama
literario español del primer tercio del siglo XX es posible reconocer dos
grupos de autoras con planteamientos ideológicos y socioculturales distintos
aunque su dedicación al mundo de las letras, en términos cronológicos, no dista
tanto.[3]
Las integrantes del primer grupo, entre las que se encuentra Isabel Oyarzábal, a juicio de Hurtado (1998: 142-144), se
caracterizan, entre otros rasgos, por comenzar a publicar antes de que
finalizara la Primera Guerra Mundial si bien el periodo más importante de su
actividad narrativa se desarrolla en la década de los veinte, cuando la mayor
parte de ellas ya había contraído matrimonio y rondaba o superaba los cuarenta
años.
Más allá de las cuestiones
ideológicas que unen, en mayor o menor medida, a las integrantes de ambos
grupos, se vislumbra una serie de conexiones en el ámbito literario entre las
que destacan,
En el marco de este
contexto histórico y literario Isabel Oyarzábal
publica El sembrador sembró su semilla
en el año 1923. Apenas dos años antes había visto la luz El alma del niño, consejos de una madre para la educación de los hijos.
Ensayos de psicología infantil, un tratado sobre la infancia que había
constituido objeto de reflexión de las primeras colaboraciones de la autora en
el diario El So
Estos primeros libros, que pertenecen a
géneros diferentes, están vinculados por el abordaje que ambos llevan a cabo de
temas políticos, científicos y culturales axiales en la década de los veinte y
que se extenderán en los años de la República. Desde distinto lugar la figura
materna emergerá como el centro del problema de la regeneración nacional y,
además, la ignorancia se contemplará como el gran obstáculo para el crecimiento
de la mujer. Así, según Capdevila-Argüelles:
La mujer se va definiendo en estos dos textos como el ente
que puede resolver el conflicto entre tradición y modernidad. […] Sus ideas
sobre la capacitación para la maternidad y vinculación de la mujer con tierra y
naturaleza apoyan para ella la no cosificación de la mujer sino su papel
decisivo en la regeneración de la patria y la creación de un nuevo Estado en el
que ambos sexos se respeten en su diferencia siendo a la vez iguales ante la
ley que garantiza su bienestar
El sembrador
sembró su semilla es uno
de los textos menos estudiados de Isabel Oyarzábal y
constituye, a nuestro modo de ver, un relato singular en el tratamiento
temático y formal de ciertas cuestiones que van a tener un extraordinario
desarrollo en la teoría literaria feminista de la segunda mitad del siglo XX.
Así, vista como una novela precursora y anticipada a su tiempo, el análisis que
llevaremos a cabo se propone demostrar esta consideración que sostenemos de la
segunda publicación de la autora malagueña y permitirá vislumbrar hacia donde
habría de dirigirse la escritura de mujeres a medida que avanza el siglo XX.
Este trabajo de
investigación se desarrollará siguiendo una metodología cuyos procesos
discurrirán en dos sentidos: un proceso hipotético-deductivo que permita
derivar reflexiones generales sobre la configuración del texto de Isabel de Oyarzábal y el abordaje de su análisis, aunque por razones
de claridad y coherencia en la argumentación, el estudio avanzará siguiendo un
orden deductivo, de modo que, desde los aspectos teórico-literarios generales
de carácter feminista aplicados al estudio del texto narrativo, se llegue al
análisis del relato que nos ocupa. Así pretendemos evitar que el proceso de
investigación caiga en un apriorismo no deseable.
Esta metodología evidencia
una zona de intersección fundamental, que constituirá la base teórica como
práctica de la investigación: El
sembrador sembró su semilla constituye un hecho literario contextualizado
en un marco espacio-temporal muy concreto que es susceptible de explicarse y
analizarse a partir de determinados presupuestos de carácter teórico-literario,
como el feminismo de la diferencia entre otras corrientes, cuyo desarrollo tuvo
lugar muchos años después del nacimiento del texto literario objeto de este
trabajo. Así pretendemos demostrar el carácter precursor de este relato y su
repercusión potencial en la representación de la maternidad, el cuerpo y la
sexualidad femeninas.
Planteamientos teóricos
Las diversas aproximaciones que hemos llevado a cabo a la
escritura de mujer (Cepedello Moreno, 2004, 2005,
2007, 2014, 2020 y Hermosilla y Cepedello, 2013,
2023) han partido de la consideración de que es posible detectar en estas
creaciones lo que se ha dado en llamar, no sin polémica, marcas de “feminidad”,
entendiendo por tales una serie de rasgos temáticos y formales que la ginocrítica, desde Virginia Woolf, se ha esforzado por
tipificar con más o menos fortuna. De esta tarea y de sus frutos dio buena
cuenta Alicia Redondo, quien destaca, entre todas las singularidades recabadas
de esta pretendida escritura de mujer —selección de asuntos, configuración de
personajes, lugar de enunciación elegido, etc.—, su capacidad para “mostrar el
mundo visto a través de un yo femenino sujeto”
El feminismo francés de la diferencia,
encabezado por la triada Cixous, Irigaray
y Kristeva, había insistido, desde distintos puntos
teóricos de partida, en la configuración binaria del discurso hegemónico donde
lo femenino se identifica con la naturaleza, el cuerpo, los afectos, la
subjetividad y lo privado, en oposición a lo masculino, donde se asienta la
cultura, lo abstracto, la razón, la objetividad y lo público (Cixous, 1995: 13-14). Acabar con este sistema de opuestos,
donde el cuerpo es un negativo especular femenino, precisaría del cultivo de
una escritura alejada de la lógica falogocéntrica,
que margina lo femenino, y donde “las mujeres deben representarse al margen del
Orden Simbólico” (Hermosilla y Cepedello, 2013: 261).
El primer paso para alcanzar este objetivo es escapar de la condición de
objeto, al que la tradición literaria ha condenado a las mujeres, para alcanzar
la de sujeto pues solo en esta posición es posible enunciar el mundo desde un
lugar diferenciado.
Los planteamientos de Rosi Braidotti (2004), herederos
del feminismo de la diferencia y especialmente de los postulados de Luce Irigaray, no abandonan el problema de la identidad y parten
de la base biológica de la diferencia de los sexos y su proyección política. La
pensadora hace hincapié en que la teoría feminista, lejos de ser un tipo
reactivo de pensamiento, expresa el deseo de
ser de las mujeres, es decir, su necesidad de postularse y construirse
discursivamente como sujetos, esto es, “no como entidades desincardinadas
sino, más bien, como seres corpóreos y por tanto sexuados” (Braidotti,
2004: 40). Para ello se hace necesario redefinir la noción del sujeto “mujer”
para lo que, a juicio de Adrienne Rich
(1976, 1985) habría que llevar a cabo una nueva evaluación de las raíces
corporales de la subjetividad que supondría el rechazo del sujeto cognoscente,
universal y neutro, lo que equivale a decir varón.[6] En el marco de esta concepción
el cuerpo se revela como eje de intersección entre lo físico, lo simbólico y lo
sociológico en el que el sujeto, femenino, se arraiga porque desde este lugar
es posible hablar con autoridad, como mujeres. El cuerpo se concibe, de este
modo, como elemento que hay que reclamar, y no trascender, para que sea posible
conectar pensamiento y lenguaje. Escribe Braidotti:
Repensar el cuerpo como nuestra situación primaria
constituye el punto de partida de la vertiente epistemológica de la política de
localización, la cual apunta a elucidar el discurso producido por las
feministas femeninas. En otras palabras, la identidad y la subjetividad son
momentos diferentes en el proceso de definir una posición de sujeto
Desde el feminismo de la diferencia, especialmente en la
segunda generación de pensadoras, el cuerpo se concibe como una estructura
compleja de la subjetividad con múltiples funciones y, del mismo modo, como la
capacidad humana de ir más allá de cualquier variable dada –clase social, raza,
sexo, nacionalidad, etc.– aunque resulte inevitable estar situado dentro de
ellas. Dice Braidotti (2004: 43) que el cuerpo ha de
entenderse como una superficie de significaciones donde se superponen la
supuesta facticidad de la anatomía con la dimensión
simbólica del lenguaje. Desde este marco conceptual se antoja útil asomarse al
texto de Isabel Oyarzábal quien, precursoramente,
ofrece un tratamiento singular del cuerpo femenino porque la protagonista
emerge como sujeto que decide sobre este.
Vinculado con esta concepción de la
subjetividad y la corporeidad van a estar el tema de la sexualidad, de manera
tangencial, y el de la maternidad, de manera rotunda, a los que apunta el
título de la novela que nos ocupa. Durante siglos el estatus de la figura
materna apenas había variado: la mujer, dependiente del varón, se veía útil y
responsable frente a los hijos a los que amaba de un modo más o menos posesivo.
No obstante, desde finales del siglo XIX, la madre, en tanto personaje
narrativo, se ha ido enriqueciendo con nuevos matices, y la figura protagonista
de El sembrador sembró su semilla
supone una significativa aportación a otras maneras de configurar la figura
materna en el espacio ficcional que es consecuencia de cambios sociales,
políticos y culturales que se suceden en las primeras décadas del siglo XX.
La creación antes que la teoría: El sembrador sembró su semilla
Dividida en dieciocho capítulos, la novela breve
que es El sembrador sembró su semilla
se articula en dos partes, claramente diferenciadas por el tono de los títulos
que
Como señala
Capdevila-Argüelles (2017: 60) los personajes femeninos de Oyarzábal
son construcciones dialógicas con la identidad de la mujer moderna, de la mujer
española y de la misma escritora y su madre. En la novela que nos ocupa este
rasgo queda claramente definido a través del personaje de Mónica, que incluye
elementos autobiográficos de la autora. Como la madre de Isabel Oyarzábal, la protagonista es huérfana y esta circunstancia
determina su personalidad tendente a la independencia. Pero también Mónica es
hija de una mujer extranjera que no encaja con la idiosincrasia española de
ámbito rural.[8]
Así vemos cómo la protagonista de la novela bien puede considerarse un
precedente de ese personaje femenino tan
La inclusión de lo personal
y de la experiencia vital es el motor creativo de buena parte de los textos de Oyarzábal, incluso de aquellos, como este, que no tienen
una dimensión autobiográfica declarada. Esto explica que la sexualidad, el
cuerpo femenino y, sobre todo, la maternidad
El avance del argumento
supone la progresiva y dolorosa toma de conciencia, por parte de Mónica
González de la Roca, de la ignorancia a la que
Como casi todas las mujeres, pasó de la
doncellez al estado marital sin experimentar más sensación que un rubor
intenso, dominado en ciertos momentos por la curiosidad. Dejóse
poseer por el hombre, no con la exaltación amorosa que fuera natural en quien,
haciendo uso de su derecho de selección, se incorpora plenamente a la general
armonía, impulsada por una obsesionante finalidad, sino con la silenciosa
aquiescencia de la que se cumple un deber, y a lo sumo, realiza un acto de cuyo
cumplimiento espera, vagamente, obtener una nueva autoridad; turbada, además,
por la idea de que tal acto es en el fondo reprobable, pues no en vano se
procura inspirarla temor y repugnancia hacia las manifestaciones carnales del
amor (Oyarzábal, 1923: 100-101).
Las inquietudes intelectuales de Mónica, que no
acepta la condición de objeto a la que está relagada,
se hacen visibles en varios fragmentos del texto y estas se ven socavadas por
su entorno, sobre todo femenino, temeroso de que las lecturas de la muchacha
aumenten su estado de nerviosismo. Solo cuando se queda embarazada, después de
varios abortos mencionados de manera metafórica, se le permitirá esta
extravagancia en la creencia de que sus ansias de saber son el extraño efecto
secundario de un cuerpo gestante:
aquel afán de su primo por cosas tan ajenas a la
vida de ella que había empezado por mortificarla, trocóse
en ansias febriles de saber. Quiso remediar la bochornosa carencia de
conocimientos que padecía […] Tanto Felipe como su madre se inquietaron
sobremanera por estas nueva aficiones de Mónica, a las
que inmediatamente pretendieron poner coto.
—No hay que dejarla, no hay que dejarla —repetía
de continuo doña Mercedes a su hijo—(Oyarzábal, 1923:
172).
El embarazo se convierte en el principal motivo
temático de la novela a partir del capítulo XIV, cuya denominación, como la de
los siguientes hasta llegar al final, conecta con el título de la obra y este
adquiere sentido. “La semilla” (cap. XIV) revela el estado de buena esperanza
en el que Mónica parece alcanzar, por fin, esa meta tan perseguida y tan poco
comprendida por el entorno, especialmente masculino: “¿Acaso es posible
interpretar todo el significado de… esto…
esto que no tiene cabida en el vocabulario humano, ni apenas en el sentir? Esto que se cobija en su cuerpo
henchido, esperando el momento de la floración, como hace la semilla” (Oyarzábal, 1923: 246). El capítulo XV, titulado “Para dar
forma a la materia”, detiene el desarrollo de la historia para dilatar el
discurso vertebrado en torno a la reflexión de Mónica sobre el parto que
irrumpe en mitad del capítulo con toda la carga de creencias y supersticiones:
Con labios secos y palabra
entrecortada, suplica a don Narciso que la [sic] dé alguna cosa que amengüe su
tortura. Pero el viejo médico, aleccionado en sistemas antiguos, firme creyente
en la virtud de la ley natural, se niega:
—Tú que tan religiosa eres,
hija mía, debes de saber que éste es el destino de la mujer. “Parirás con
dolor, dijo Dios”.
Mónica le mira espantada.
¿Será posible que toda mujer esté predestinada a sufrir de este modo? [9] (Oyarzábal,
1923: 270)
El capítulo XVI, “Por sus frutos los
conoceréis”, se inicia con la resistencia de la familia a que Mónica vea al
recién nacido con la excusa de la debilidad posparto. Esta resistencia será
vencida por la desesperada madre que contempla el horror de la criatura que ha
traído al mundo: “Apenas si tiene un solo miembro constituido normalmente. De
la nariz achatada, llena de purulentas llagas, se escapa un hilillo de líquido
sanguinolento, igual al que exprimen los puñitos cerrados y al que manan los
pies descalzos sobre la envoltura” (Oyarzábal, 1923:
281). La muerte del bebé sobreviene inmediatam
¡El niño! Y ¿dónde está? ¡Ah!, lo tiene
ella. ¿No dijeron que había muerto?, ¿Qué lo habían matado?... Sí…, allí está,
pero tiene sangre… ¿Quién dijo: Un árbol bueno no puede dar
frutos malos… ni un árbol malo darlos buenos?... José María… ¿Fue José
María?... ¿Qué hace allí? ¾Mónica
abre desmesuradamente los ojos¾.
¿Qué pasa? ¿Por qué no ve? ¿Dónde está el niño?... Sí, sí; lo tiene entre sus
brazos. Pero… ¿está muerto?... ¿Por qué dijeron que ella le había matado? ¡No
es verdad, no es verdad! Todo árbol que no da buen fruto será cortado y echado
al fuego. Qué obscuro está todo (Oyarzábal, 1923:
293).
En el capítulo XVII, titulado “Todo árbol que no
da fruto ha de ser cortado”, Mónica se revela sujeto, esto es, se presenta, por
primera vez, reflexiva y consecuente con lo que ha ocurrido y decide no volver a
tener relaciones con su marido para evitar la gestación de otra criatura como
la que acababan de perder. Frente a este personaje femenino, que rechaza su
condición de objeto, el esposo, que hasta ese momento había representado el
lado positivo de esa estructura binaria del discurso hegemónico mencionada, no
acepta la determinación de su esposa y sufre un ictus que lo dejará en estado
vegetal hasta su muerte algunos meses después. Resulta interesante observar
cómo
El pueblo y la campiña toda
están inundados de luz. Mónica levanta los brazos y
con ambas manos coge su cabeza como forzándose a mirar de frente. El movimiento
aquél agita los pliegues de su manto de viuda, y de ellos emerge, fina y
recortada, la silueta de su cuerpo.
La cabeza, echada hacia
atrás, se baña en la claridad del ambiente […] aleccionada ya por el dolor, de
cara a la luz, aunque ésta la ciegue, de frente a la verdad, cueste lo que
cueste (Oyarzábal, 1923: 326).
Conclusiones
Siguiendo a Silvia Tubert, la
maternidad se configura en este relato, en tanto hecho natural, “como una
representación ideológica que proporciona una imagen totalizadora y unificada
de la mujer-madre, una identidad sólida y coherente al servicio de las
ilusiones narcisis
En este sentido, Isabel Oyarzábal se vislumbra como una antecesora de algunos de
los más modernos postulados del feminismo de la diferencia porque su obra es
testimonio de que “la subjetividad se construye a través de un proceso de
conocimiento” (Percovich, 1996: 233) y de que la
diferencia sexual es un factor identitario. Además, el cuerpo femenino emerge
reivindicado como un marco espacial en el que el sujeto mujer se arraiga y
desde donde se puede hablar y decidir. Justamente, la decisión de Mónica
conlleva su renuncia al deseo sexual y a la maternidad por responsabilidad,
porque el planteamiento ideológico de Oyarzábal
pasaba por una toma de conciencia de las mujeres sobre una maternidad
responsable. Como nos recuerda Capdevila-Argüelles (2017: 61), en un momento
como los inicios del siglo XX, donde la diferencia sexual articulaba un debate
problemático y cosificador para la mujer, la actitud
de la autora que nos ocupa supuso un acto de valentía puesto que supo ver,
muchos años antes de que el feminismo de la diferencia se desarrollara, la
singularidad abarcadora y universalizable de la mujer
en un plano físico pero también simbólico.
Referencias bibliográficas
BADOS CIRIA,
Concepción. (2010). Isabel Oyarzábal Smith, editora y
redactora: La Dama y La Dama y la vida ilustrada (1907-1911).
En BERNARD, Margherita y ROTA, Ivana (eds.). En prensa. Escritoras y periodistas en
España (1900-1939) (15-43). Bergamo: Sestante.
BALLESTEROS GARCÍA,
Rosa María. (2002). Isabel Oyarzábal: una malagueña
en la corte del rey Gustavo. Jábega,
92, 111-122.
BRAIDOTTI, Rosi. (2004). Feminismo,
diferencia sexual y subjetividad nómade (Trads.
VENTUREIRA, Gabriela & FEMENÍAS, María Luisa). Barcelona: Gedisa.
CAPDEVILA-ARGÜELLES,
Nuria. (2017). Autoras inciertas. Voces
olvidadas de nuestro feminismo. Madrid: Sílex.
CIXOUS, Hélène. (1995). La
risa de la medusa. Ensayos sobre la escritura (Trad. MOIX, Ana María).
Barcelona: Anthropos.
CEPEDELLO MORENO,
María Paz. (2004). Dos autobiografías y una experiencia: M.ª Teresa León y
Rafael Alberti. En HERMOSILLA ÁLVAREZ, M.ª Ángeles y FERNÁNDEZ PRIETO, Celia
(eds.). Autobiografía en España: un
balance (361-372). Madrid: Visor.
CEPEDELLO MORENO,
María Paz. (2005). Esther Tusquets o la búsqueda de
una identidad. En PORRO HERRERA, M.ª José (ed.). Claves y parámetros de la narrativa en la España posmoderna (1975-2000)
(193-206). Córdoba: Prasa.
CEPEDELLO MORENO,
María Paz. (2007). El mundo narrativo de
Elena Soriano. Córdoba: UCOPress y Ayuntamiento
de Bujalance.
CEPEDELLO MORENO,
María Paz. (2014). Últimas tendencias de la narrativa breve escrita por
mujeres: la disolución de la trama. Lectora,
20, 135-148. D.O.I.: 10.1344/105.000002156
CEPEDELLO MORENO,
María Paz. (2020). El dolor como forma de protesta: a vuelta con la escritura
de mujeres. En GARCÍA RODRÍGUEZ, Javier (ed.). Intersecciones. Relaciones de la literatura y la teoría (179-198).
Oviedo: EDIUNO.
COLAIZZI, Giulia. (1990). Feminismo y Teoría del Discurso. Razones
para un debate. En COLAIZZI, Giulia (ed.). Feminismo y Teoría del Discurso (13-25).
Madrid: Cátedra.
DI FEBO, Giuliana. (2009). Isabel de Palencia: una republicana en la
Sociedad de Naciones. En NASH, Mary (coord.). Ciudadanas y protagonistas históricas. Mujeres republicanas en la II
República y la Guerra Civil (129-146). Madrid: Congreso de los Diputados.
HERMOSILLA ÁLVAREZ,
M.ª Ángeles y CEPEDELLO MORENO, María Paz. (2013). Narrativa breve y punto de
vista: la novela española reciente. Sociocriticism, XXVIII, 255-288.
HERMOSILLA ÁLVAREZ,
M.ª Ángeles y CEPEDELLO MORENO, María Paz. (2023). Perspectives
sur l’intime dans la vie d’un couple:
Espejismos d’Elena
Soriano. En BRAUD, Michel, FORERO, Sabine y MÉKOUAR-HERTZBERG, Nadia (eds.). Figures et frontières
de l’intime à l’époque contemporaine (113-124). Rennes: PUR Editions.
HURTADO, Amparo.
(1998). Biografía de una generación: las escritoras del noventa y ocho. En
ZAVALA, Iris M. (coord.). Breve historia
feminista de la literatura española (en lengua castellana). V. La literatura
escrita por mujeres (del s. XIX a la actualidad) (139-154). Barcelona: Anthropos.
IRIGARAY, Luce.
(2007). Espéculo de la otra mujer
(Trad. SÁNCHEZ CEDILLO, Raúl). Madrid: Akal.
LIZARRAGA VIZCARRA,
Isabel. (2011). Isabel Oyarzábal Smith: Autobiografía
y Memoria. Brocar. Cuadernos de investigación histórica,
35, 39-63. Doi 10.18172/brocar.1594
MAINER, José Carlos.
(1995). La novela corta. Barcelona:
Círculo de lectores.
NIEVA DE LA PAZ,
Pilar. (2011). Cambios y permanencias de la maternidad en Diálogos con el dolor (1944), de Isabel Oyarzábal
Smith. Estreno. Cuadernos de teatro
español contemporáneo, (1)37,
42-56.
ORTEGA BERENGUER,
Emilio. (2021). Isabel Oyarzábal. En CERÓN
TORREBLANCA, Cristian (coord.). Españolas:
Biografías femeninas y recursos didácticos para una Historia de España
Contemporánea (52-65). Oviedo: Trabe.
OYARZÁBAL DE
PALENCIA, Isabel. (1921). El alma del
niño. Ensayos de psicología infantil. Madrid: V. H. Sanz Calleja.
OYARZÁBAL DE
PALENCIA, Isabel. (1923). El sembrador
sembró su semilla. Madrid: Rivadeneyra.
OYARZÁBAL DE
PALENCIA, Isabel. (1940). He de tener
libertad (Trad. CAPDEVILLA-ARGÜELLES, Nuria). Madrid: Horas y Horas, 2010.
PERCOVICH, Luciana.
(1996). Posiciones amorales y relaciones éticas. En TUBERT, Silvia (ed.). Figuras de la madre (225-258). Madrid:
Cátedra.
QUILES FAZ, Amparo.
(2013). Mujer, voto y libertad: textos
periodísticos de Isabel Oyarzábal Smith. Sevilla:
Renacimiento.
QUILES FAZ, Amparo.
(2014). Mujer y prensa: artículos periodísticos de Isabel Oyarzábal
(1907-1921). En SERVÉN, Carmen y ROTA, Ivana (eds.). Escritoras españolas en los medios de prensa entre 1868 y 1936
(169-206). Sevilla: Renacimiento.
QUILES FAZ, Amparo.
(2014b). Cuerpo y mujer: el discurso feminista de Isabel Oyarzábal.
En MORALES SÁNCHEZ, M.ª Isabel, CANTOS CASENAVE, Marieta y ESPIGADO TOCINO,
Gloria (eds.). Resistir o derribar los
muros. Mujeres, discurso y poder en el siglo XIX (415-425). Alicante:
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
PALOMA ALEPUZ, Laura
Cristina. (2022). Guerra Civil y conciencia social: En mi hambre mando yo de Isabel Oyarzábal.
Artifara. Revista de lenguas y literaturas ibéricas
y latinoamericanas, (22)2,
139-157. Doi 10.13135/1594-378X/6426
PAZ TORRES, Olga. (2009).
Isabel Oyarzábal
Smith (1878-1974): Una intelectual en la Segunda República Española. Del reto
del discurso a los surcos del exilio. Sevilla: Consejo Económico y Social
de Andalucía.
REDONDO GOICOECHEA,
Alicia. (2009). Mujeres y narrativa. Otra
historia de la literatura. Madrid: Siglo XXI.
RICH, Adrienne. (1976). Of Woman Born: Motherhood as Experience and Institution. Nueva
York: W. W. Norton.
RICH, Adrienne. (1985). Blood, Bread and Poetry. London:
The Women’s Press.
RIVERA GARRETAS,
María Milagros. (1998). Nombrar el mundo
en femenino: pensamiento de las mujeres y teoría feminista. Barcelona:
Icaria.
TUBERT,
Silvia. (1991). Mujeres sin sombra.
Maternidad y tecnología. Madrid: Siglo XXI.
VIOLI, Patrizia. (1991). El
infinito singular (Trads. AJA, José Luis, BORRA,
Carmen y CAFFARATTO, Marina). Madrid:
Cátedra.
Cepedello Moreno, M. P. (2023). …El sembrador
sembró su semilla… de Isabel Oyarzábal de Palencia:
educación, cuerpo y maternidad. Impossibilia.
Revista Internacional De Estudios Literarios, (26), 09–21. https://doi.org/10.30827/impossibilia.262023.27965
Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0.
[1] La figura de Isabel
Oyarzábal ha interesado, especialmente, a los historiadores quienes han
ofrecido algunas referencias ineludibles para acercarse a la figura de la
escritora como Rosa María Ballesteros García (2002), Giuliana Di Febo (2009) o
Emilio Ortega Berenguer (2021), entre otros.
[2] Al respecto de los
trabajos biográficos de la autora, caben destacar los que Amparo Quiles Faz
(2013, 2014) y, en menor medida, Concepción Bados Ciria (2010) le han dedicado.
[3] Amparo Hurtado (1998:
142-143) incluye entre las novelistas del primer grupo, además de a Oyarzábal
Smith, a Carmen de Burgos, Concha Espina, Sofía Casanova y Gregorio Martínez Sierra (María de la O Lejárraga). El segundo grupo
estaría integrado por Margarita Nelken, Carmen Eva Nelken, María Teresa León,
Sara Insúa, Elisabeth Mulder, Zenobia Camprubí, Federica Montseny, Victoria
Kent y Rosa Chacel, entre otras.
[4] Nuria Capdevila-Argüelles
(2017: 67-70) recuerda la importancia no solo de este diario en particular sino
la que el mundo periodístico, de las revistas y las publicaciones cortas tuvo
para el desarrollo de la autoría de las mujeres a principios del siglo XX. Este
contexto unido al momento boyante de la industria editorial y cultural en
España permitió a las feministas de estos años constituirse en generación.
[5] Interesa recordar que
compartimos con Milagros Rivera (1998) la idea de que es posible Nombrar el mundo en femenino, esto es,
introducir en la escritura un nuevo punto de vista alejado de los valores
patriarcales.
[6] Esta concepción del cuerpo
ha sido postulada también por Patrizia Violi (1991) quien insiste en su
importancia en la redefinición de subjetividad que persigue ciertos sectores de
la teoría feminista.
[7] Los títulos de los
capítulos son los siguientes: I.— Mónica, II.— La conspiración, III.—
Iniciación, IV.— Compasión, V.— ¡A los toros!, VI.— En el umbral de la vida,
VII.— La última escena de una comedia, VIII.—Calumnia, que algo queda, IX.—
Gazul, X.— Germinal, XI.— Hermano Pedro, XII.— “Plus dramatis Personae”, XIII.—
“A ti suspiramos gimiendo y llorando”, XIV.— La semilla, XV.— Para dar forma a
la materia, XVI.— Por sus frutos los conoceréis, XVII.— Todo árbol que no da
buen fruto será cortado y XVIII.—Abriendo la tierra inculta a la labranza.
[8] Ejemplo de este contraste
entre la personalidad femenina tradicional que representa la tía Rosario y las
rarezas de Mónica es el siguiente fragmento del segundo capítulo de la novela:
“Tía y sobrina vivían en aparente paz y concordia, pero muy distanciadas en
realidad, sobre todo en materias del espíritu, pues no era posible íntima
avenencia entre la adocenada personalidad de doña Rosario y la compleja
sensibilidad de Mónica; mezcla de exaltación mística y de meditabunda
inclinación, de rebeldes impulsos y de sumisa aceptación para todas aquellas
enseñanzas que en su alma iban depositando cuanto lograron influir en su
desarrollo espiritual, aprovechándose de aquel su ilimitado afán de
renunciamiento” (Oyarzábal, 1923: 22).
[9] En su texto autobiográfico He de tener libertad (2010: 136-137)
puede leerse sobre el trance del parto “Me sentí arrastrada a un abismo de
dolor del que no se podía regresar. Ninguna mujer recibía ayuda contra el
dolor. […] Todo estaba resultando tan diferente a lo que yo había esperado. […]
Nadie me había dicho que me sentiría como un animal acorralado y que no
repararía en nada salvo en los punzantes dolores que retorcerían mi cuer