Transoceanic Cultural and Literary
Interactions Promoted by Blanca de los Ríos in the Fin-de-Siècle Era
Blas Sánchez Dueñas
Universidad de Córdoba
https://orcid.org/0000-0002-7085-6045
Recibido: 09/06/2023
Aceptado: 29/09/2023
DOI 10.30827/impossibilia.262023.27912
Resumen: En el contexto histórico finisecular se comenzaron
a tender puentes y a
Palabras Clave: Blanca de los Ríos, americanismo,
entrelazamientos culturales y literarios, fin de siglo.
Abstract: In the fin-de-siècle era
bridges began to be built and movements
Keywords: Blanca de los Ríos, Americanism, Cultural and
literary connections, Fin-de-siècle.
Introducción
En el contexto de la Edad de Plata, investigaciones
enfocadas a la recuperación de las aportaciones de las escritoras de ese tiempo
han conseguido el rescate y reconocimiento de una extensa producción literaria
femenina que ha rehabilitado agrupamientos o iniciativas literarias como las de
“Las sinsombrero”, escritoras individualizadas como Carmen de Burgos o aspectos
como los de la presencia femenina en la prensa, entre otros. En el caso de
Blanca de los Ríos (Sevilla 1859-Madrid 1956) se aprecia un significativo
desequilibrio entre su extensa producción y la parca atención crítica, aunque
se cuenta con trabajos sobre su arte narrativo en general (González López,
2001a); sus relatos (Ezama, 2001; Lázaro, 2000); su epistolario (Freire 2018;
Freire y Thion, 2016); y sus actividades hemerográficas (González López, 2001b;
Sánchez Dueñas, 2014).
Con objeto
de abrir nuevas vías de estudio sobre la labor literaria y cultural desplegada
por de los Ríos y de revelar aspectos significativos aún poco examinados de su
trayectoria, la presente investigación se centra en el análisis de las
iniciativas hispanoamericanistas encabezadas por esta escritora partiendo de
los postulados de las teorías feministas de la mujer como objeto de discurso,
de exégesis críticas de textos y de relaciones transtextuales, con el fin de
escrutar las acciones, propuestas y misiones alentadas por la escritora con la
pretensión de entretejer e impulsar lazos interartísticos y culturales en el
mundo hispánico de las dos orillas del Atlántico.
La cuestión hispanoamericana en la coyuntura finisecular
La pérdida de los últimos enclaves coloniales en 1898
conllevó profundas crisis en España. Herederos de un país en parálisis
progresiva, según Maeztu (Hacia otra
España, 1899), los intelectuales del 98 abordaron un profundo análisis de
conciencia y un sagaz proceso de reflexión, cuya finalidad última codiciaba
diagnosticar los “males de la patria” para acometer proyectos de regeneración.
En medio de un amplio muestrario de planteamientos críticos y de propuestas
reformistas, la cuestión hispanoamericana se erigió en uno más de los nudos
gordianos desde los que forjar el impulso de un tiempo nuevo. Las discrepancias
derivadas del problema colonial emergieron como otra más de las lacras patrias
para cuyo restablecimiento se hacía necesario desplegar diálogos tendentes a la
reconciliación y a fraguar estímulos de entrelazamiento.
Las dos
primeras décadas del siglo XX fueron decisivas en el establecimiento de bases
desde las que articular una nueva imagen y consideración de España en América.
Los cimientos sobre los que se construyeron los discursos panamericanistas
fueron tan extensos como heterogéneos. Por un lado, “la hispanofilia y los
sentimientos de la ‘raza común’ fueron la base fundamental para la reflexión
sobre la identidad” (Valero, 2017: 30). Por otro, se volvió la mirada hacia
temas, personajes e instituciones de singular relevancia del pasado o para el
progreso y desarrollo de los vínculos transatlánticos sin olvidar los valores
sociales, culturales y comerciales estrechados entre los distintos países. Los
periódicos sevillanos finiseculares (Ruiz, 1996: 80-81) centraron sus
dialécticas sobre cinco puntos: las relaciones políticas entre las excolonias y
la antigua metrópoli; la presencia e intereses comerciales y políticos de EEUU
en Hispanoamérica; consideraciones sobre la emigración concebida en un doble
plano antagónico: como salvación de los problemas socio-económicos peninsulares
y estímulo para el establecimiento de lazos sentimentales; o, al contrario,
como pérdida de mano de obra joven y merma de población que podría ser
relevante para las reformas nacionales; el balance de los vínculos comerciales
y de las inversiones de España en el nuevo continente frente a sus intereses
con las economías europeas; y el fortalecimiento de una “unión espiritual”
mediante la comunión de ideas, la consolidación de la identidad hispana, de la
lengua y de la cultura como elementos de vertebración y el impulso de un clima
socio-cultural fraternal reflejado en la creación de centros, sociedades,
publicaciones y congresos que fomentasen alianzas entre España y el Nuevo
Mundo.
En medio de
las controversias y de los entramados tendidos para establecer las aproximaciones
entre las dos orillas del Atlántico, Blanca de los Ríos, por sus escritos,
iniciativas y acción, se erigió en una de las figuras más relevantes en el
establecimiento de entrelazamientos hispanoamericanos al lado de nombres como
los de Blasco Ibáñez, Rafael Altamira, Jerónimo Bécker o González Posada. Como
subrayó Gómez Restrepo (1927: 95): “Doña Blanca ha sido uno de los más
constantes sostenedores de la unión iberoamericana, no en forma de vacías
declamaciones, ni con fines utilitarios, sino como cruzada nobilísima en pro de
los grandes ideales y providencial destino de nuestra raza”.
No obstante, a pesar de los
reconocimientos en vida y de su activismo, el paso del tiempo ha ido
desatendiendo, cuando no omitiendo, su ingente labor objeto de análisis de este
trabajo.
La labor hispanoamericanista de Blanca de los Ríos
En 1927 se publicó un Catálogo
de las obras de Blanca de los Ríos de Lampérez y algunos juicios de la crítica
acerca de ellas con un doble propósito: ofrecer el inventario de su
producción y rendir un elogioso homenaje a su trayectoria. En este (1927: 22)
se apuntaba que su
Su principal contribución al
hispanoamericanismo fue la dirección de la revista Raza Española (1919-1930). Rebasaría el margen de este trabajo
glosar los extensos pliegues de su trabajo en ella
Aunque las
preocupaciones sobre los males patrios y la configuración del ser y de la
identidad nacional habían estado presentes en su obra narrativa y en sus
cuentos (Ezama, 2001: 175),
con motivo del
Antes, en 1905, al lado de Gimeno de
Flaquer, Carmen de Burgos y Eva Canel, había mostrado su activismo en la Junta
de Damas de la Unión Ibero Americana, creada dentro de la Unión Ibero-Americana
con el propósito de fomentar relaciones con las antiguas colonias y de
intensificar la enseñanza, el intercambio de ideas científicas y modelos
educativos, la firma de convenios y de tratados de propiedad literaria y la
intervención de las mujeres (Simón, 2013: 271). Desde allí promovieron la
creación del Centro Iberoamericano de Cultura Popular Femenina y la Escuela de
Madres de Familia (1906-1926), “institución educativa laica encaminada a dotar
a la mujer de clase media de instrumentos para obtener una formación
intelectual y cualificarse para el desempeño de un oficio” (Ezama, 2015: 217).
En 1920 fue nombrada, por Real Decreto,
vocal de la Junta para el Fomento de las Relaciones Artísticas
Hispanoamericanas, donde ostentó la presidencia de la sección de Literatura y
Música. En 1925 encabezó la Sección Hispanoamericana de Acción Católica de la
Mujer, bajo cuya presidencia varias integrantes viajaron a Buenos Aires,
Montevideo y Santiago de Chile con el fin de forjar lazos entre los colectivos
femeninos católicos, fomentar vínculos fraternales entre los países y abordar
soluciones a los problemas que acuciaban a las mujeres hispanoamericanas.
Con sus discursos, fue protagonista en
las asambleas americanistas españolas y en la celebración de la Exposición
Iberoamericana de Sevilla de 1929, y fue nombrada académica de número de la
Real Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes de Madrid, académica de
honor de la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes de Cádiz y
vicepresidenta del Centro de Cultura Hispanoamericana. En definitiva, “todos
los proyectos americanistas de los años veinte contaron con su presencia”
(Ezama, 2015: 237).
Los discursos de Blanca de los Ríos: ideario y promoción de
redes hispanoamericanas.
Su empresa americanista tuvo en sus discursos los más
Por el contenido de sus discursos y su
acérrima defensa de una nacionalidad de raza, De los Ríos se fue erigiendo en
una de las promotoras más activas del hispanoamericanismo reaccionario y
conservador impregnado de catolicismo tradicionalista, nutriente de un
imaginario patrio que perseguía “restaurar la confianza y orgullo de los
españoles en el proceso de construcción histórica de su país como condición
para hacerlo resurgir” y “propiciar la definitiva reconciliación con las
repúblicas hispanoamericanas, mediante un programa de ‘reconquista espiritual’
del continente que suponía atacarse a la raíz de la hispanofobia que se había
desarrollado allí con las independencias” (Marcilhacy, 2016: 153-154).
Como se constata en los encabezamientos
de sus discursos y en el título de su revista, el concepto vertebral desde el que se enraíza
su fundamentación ideológica es el de la afirmación de la raza hispánica. Sus
doctrinas sobre este motivo se cimentaron como mitologema desde el que
estimular el espejismo imperialista en la reconstrucción de la identidad
española definitivamente hundida tras el desastre del 98 y en la revivificación
de alianzas de la “Madre España” con las repúblicas hispanoamericanas.
Siguiendo la estela del pannacionalismo
de filiación imperial y del imaginario hispánico intercontinental, sostuvo un
concepto de raza como
Sobre el basamento del concepto de raza,
sus discursos extienden sus referentes sobre una panoplia de razonamientos en
consonancia con los sustentadores de las principales dialécticas sobre la
cuestión hispanoamericana y sobre el problema de la tragedia nacional
finisecular. Siguiendo el espíritu de denuncia y el engranaje de
diagnóstico-reparación propio de la concienciación crítica sobre la
nacionalidad en el contexto finisecular, De los Ríos incita a “combatir los
aterradores síntomas de anquilosis, depresión y parálisis progresiva que acusan
la mortal dolencia de que espíritus medrosos y entecos han enfermado la robusta
voluntad española, que era la salud y el nervio de bronce de nuestra casta”
(Ríos, 1910: 4).
En la estela regeneracionista de Costa
o Altamira, defendió que solo desde el conocimiento de la identidad, de la
psicología del pueblo, del diagnóstico de las dolencias y de las virtudes
particulares es desde donde debería iniciarse la rehabilitación. Además de
críticas a la indiferencia, la generalizada parálisis o la desestimación
interna, completan su lienzo de defensa nacionalista alegatos basados sobre la
reconciliación con la conciencia nacional, la consolidación moral
transoceánica, la recuperación de la estimación y confianza propias y la
afirmación como estado en comunión con el Nuevo Mundo para volver a recuperar
el pulso perdido.
Para
resurgir de nosotros mismos y para empalmar nuestra historia, nos importa ante
todo conocernos, y después de conocidos estimarnos y afirmarnos enérgicamente
ante el mundo, como nación y como raza. Urge curar la incipiente abulia que
empieza a descartarnos, a desespañolizarnos y a expatriarnos dentro de nuestra
patria, dentro de nosotros mismos; urge que recobremos la propia estimación
para mejorarnos, nunca para demolernos, ni siquiera con propósito de
reedificarnos mejor y más á la moderna […]; las razas tienen instintos
perdurables, herencia inmortal, elementos eternos que no pueden destruirse,
pero que importa encauzar, dirigir (Ríos, 1910: 8).
El impulso debería venir desde arriba, azuzado por los
poderes políticos y educativos sublimados como fortalezas necesarias para el
impulso vivificador. Como argumentos de fuerza se detallan evidencias
relacionadas con “hacer patria”, entendido como acción e impulso colectivo
elevado sobre lances bélicos en la estela de las grandes gestas heroicas
nacionales, como las de la Guerra de Independencia, la del Rif, la de Numancia
o la de Guzmán el Bueno.
A ello se enlazaba, como raíz común, la
geografía intangible del espíritu de la lengua como vínculo indisoluble
Conocedora de los traumas internos y de
la postración del país, Blanca de los Ríos planteó argumentos garantes y
revivificadores de un ideario rehabilitador. Es consciente de la paradoja
existente entre las pasiones independentistas de las jóvenes repúblicas aleadas
a su autonomía y soberanías propias y al desgarro de la escisión con el ser y
la nacionalidad espiritual
Contra el cúmulo de agravios tendentes
a debilitar el espíritu nacional, confrontarlo con las nuevas repúblicas y
desestabilizar la raza hispánica, De los Ríos se alineó con las tesis de
Menéndez Pelayo, defensor de la relevancia española en el progreso del
pensamiento humano y en el concierto de la civilización devolviendo la
conciencia de las energías espirituales y la rehabilitación del genio de la
estirpe. Frente a la leyenda negra divulgada por anglosajones y germanos para
acentuar la decadencia, el salvajismo y la postración nacional, Blanca de los
Ríos realzó el significado de las hazañas castellanas y portuguesas en el nuevo
continente, la acción y valor de los descubrimientos y de las conquistas, la
sangre del martirio de sus misioneros y, en definitiva, la magna epopeya
nacional escrita sobre las tierras vírgenes americanas, sobre su naturaleza
inhóspita y la ignorancia antes de los descubrimientos.
Renegar de los orígenes y del tronco
orgánico y espiritual colectivo, en su opinión, sería suicidarse moralmente
máxime en un contexto en el que el bloque anglosajón, después de la toma de
Cuba, aspiraba a extender su dominio lingüístico, capitalista y comercial por
el resto del continente. Según De los Ríos, las hostilidades bélicas no se
dirimirían en un campo de batalla bélico sino en una lucha de razas contra
razas, de idioma contra idioma, puesto que, según ella, las lenguas eran “el
alma viviente de las razas” (Ríos, 1911).
Progresivamente se fue intensificando
su compromiso hispanófilo, lo que favoreció una mayor visibilidad y
participación pública y un mayor activismo militante en actos, publicaciones
periódicas y acciones de difusión y consolidación del mito de la hispanidad en
discursos como los pronunciados con ocasión de la Fiesta de la Raza celebrado
en el paraninfo de la Universidad Central (12/10/1923); el de la sesión de
clausura del primer Congreso nacional de educación católica (26/2/1924)
publicado con el título España, educadora
de pueblos; el elevado en el acto del descubrimiento de la placa de
desagravio al sabio neo-granadino Francisco José de Caldas el 14 de marzo de
1925 bajo la presidencia de Alfonso XIII; el del homenaje que en 1926 el
Círculo de Bellas Artes de Madrid ofreció al arquitecto Martín Noel, una de las
figuras más representativas de la cultura y la arquitectura argentina de
tendencias hispanófilas; o el del acto de inauguración del Centro
Hispanoamericano de la Acción Católica de la Mujer en París
Su discurso para la Fiesta de la raza
de 1923 corrobora fundamentos
raza
amasada con la fuerte e incorruptible levadura hispana en la hora de nuestra
mayor grandeza histórica, es decir, amasada con nuestra fe, con nuestro
heroísmo, con nuestra abnegación sin ejemplo, con nuestra proverbial hidalguía,
con nuestro magnánimo redentorismo, que se hizo altísima realidad en nuestros reyes,
en nuestros misioneros, en nuestras Leyes de Indias, y se cuajó, por obra del
genio de Cervantes, en el eterno símbolo de la estirpe: el inmortal Hidalgo de
la Mancha (Ríos, 1924: 14)
Abogó por condonar prejuicios e impulsar la
confraternización frente a la dispersión y el fragmentarismo que abocarían a
los incipientes países sudamericanos a ser absorbidos por el emergente imperio
anglosajón, aún más alejado del ser hispánico enraizado en suelo americano.
Contra la leyenda negra registró que no fueron las guerras ni los exterminios
los forjadores del imperio español sino la extensión de la religión,
simbolizada en la cruz, y la labor misionera. Según De los Ríos, se efectuó una
conquista espiritual, una obra de amor, más que materialista
Al lado de discursos generalistas, su
participación se concretó en actos y alocuciones particulares. Como muestra
reveladora se ofrece el discurso del acto del descubrimiento de la placa de
desagravio al sabio neo-granadino Fco. José de Caldas (14/3/1925), científico
criollo, prócer de la independencia colombiana y difusor de la ciencia y de la
cultura favorecedoras de una defensa americanista y nacionalista. Su labor,
decisiva en el afianzamiento de la identidad colombiana, fue sesgada cuando fue
apresado en la batalla de la Cuchilla del Tambo, juzgado sumariamente por un
consejo de guerra y asesinado el 28 de octubre de 1816. Blanca de los Ríos
enaltece sus revolucionarios trabajos esenciales en el desarrollo de campos
como la ingeniería militar, la astronomía, la cartografía y las ciencias
naturales; y lo ensalza como exponente de los avances científicos impulsados
desde el Nuevo Mundo como los de Alonso de Santa Cruz, autor de las primeras
cartas esféricas; Andrés de Morales, ascendente de la teoría de las corrientes
pelágicas; el padre Acosta, fundador de la física del globo; o García de
Céspedes, autor del lslario general,
primer atlas de América (Ríos, 1925: 267).
La empresa de Caldas es ponderada como
uno más de los muchos ministerios forjados en
Cabe ser subrayado que la mayor parte de
sus discursos mantuvieron unas mismas isotopías referenciales, aunque los ejes
argumentales sobre los que giró su credo ideológico se fueron sustituyendo por
crónicas más particularizadas focalizadas sobre figuras, obras o episodios de
singular transcendencia para las relaciones trasatlánticas.
Del libro Pro Patria
a la Exposición Universal de Sevilla
De entre las publicaciones promovidas por la escritora
sevillana habría que acentuar el libro Pro
Patria. Por la patria y el turismo (1913), número extraordinario de la
revista Cultura española. La obra,
organizada en cinco bloques de desigual extensión, contenido y jerarquía,
recopila ciento dos breves artículos, de dos o tres páginas de extensión cada
uno, ilustrados con un ponderable catálogo fotográfico y escritos por figuras
representativas de la alta burguesía conservadora y tradicionista[3].
La pieza se caracteriza por un singular hibridismo cuya pretensión radicaba en
dar a conocer la historia, la geografía y las regiones españolas para
promocionar y atraer el turismo del Nuevo Mundo hacia la madre España.
Sus siete primeros textos actúan como
frontispicio ensalzador de las magnas empresas españolas. Se acreditan los
frutos esparcidos en toda la geografía por sus generosas siembras y los lazos
históricos, mercantiles y culturales enhebrados con el viejo continente,
América y África gracias a su hegemónica situación geográfica en una vital
encrucijada comunicativa intercontinental; y se acreditan los beneficios del
turismo y del potencial económico que podrían generarse en España si colectivos
americanos viajaran para conocer las tierras y la cultura nacionales y se
gestasen intercambios provechosos para la circulación turística y comercial.
Con particular atención a las proezas
de la Guerra de Independencia, las diez piezas de la segunda sección sintetizan
algunas de las heroicas gestas históricas cargadas de simbología por las que
España alcanzó grandeza y fue ejemplo de admiración universal, como la
heroicidad numantina contra el poderoso Imperio romano; Covadonga, cuna de la
Reconquista; el simbolismo de Guernica, emblema de libertad y ciudadanía;
Palos, puerto de descubrimiento, de hazañas, de héroes y glorias pasadas;
Madrid, villa de proezas inmortales efectuadas por héroes anónimos que se
sublevaron contra la ocupación francesa en 1808, como atestiguó para la
historia el arte de Goya…, acabando en la epopeya de Cádiz, reserva sublime de
la raza, último jirón inmortal e inconquistable de la patria y ejemplo de la
confianza en el triunfo final de una nación grande.
“De las regiones”, bloque más extenso
con ochenta y dos artículos, concentra un heterogéneo catálogo de espacios
culturales, paisajísticos, atractivos turísticos, artes industriales o bienes
artísticos característicos de toda la geografía
El conjunto se completa con “La primera
página de la Historia de España”, por el Marqués de Cerralbo, “El Archivo
General de Indias”, por Rodríguez Marín, y “América en la Real Biblioteca”, por
el Conde de las Navas. Los dos últimos resultan de particular interés:
Rodríguez Marín elogia la importancia del acopio documental alojado en el
Archivo General de Indias como fuente de conocimiento pretérito y futuro
tocante al descubrimiento y la civilización del nuevo continente, mientras que
el Conde las Navas brinda un impresionista recorrido bibliográfico por algunas
de las señeras obras sobre América depositadas en la Real biblioteca
patrimonial de los monarcas españoles con un itinerario que desglosa
gramáticas, diccionarios, facsímiles y amplios legajos de manuscritos y obras
de amena literatura.
Esta obra permitió a De los Ríos
perseverar en el ensalzamiento de la grandeza de España como eje geográfico y
alma de tres continentes, cuyos basamentos habían edificado la historia de las
antiguas colonias. Su propuesta sublima la incomparable variedad geográfica,
belleza orográfica y diversidad paisajística, artística y arquitectónica
españolas y el carácter augusto de una nación que arrancó a los nuevos
territorios de ultramar de la noche, ofrendando sustancias nutrientes para el
impulso de las artes, la formación y las sendas del progreso propias al
ensamblar lo porvenir con lo pasado. En palabras de su recopiladora:
«Pro
patria» […] va a rogaros que no paséis de largo hacia Europa sin deteneros á respirar
de los labios de España el beso confortador de lo pasado. Va á pediros que
completéis la geografía espiritual de nuestro grande imperio hispano-americano
uniéndoos á la Patria madre en un eterno abrazo de amor (Ríos, 1913: 4).
Con el título Nuestra
raza es española (no latina ni ibera) (1926) se editó un breve volumen de
cuatro trabajos firmados por De los Ríos, Bonilla y San Martín, A. M. Espinosa
y de Juan C. Cebrián en cuyo texto inicial Cebrián fraguaba un entusiasta
alegato en favor del hispanoamericanismo como factor hegemónico para el
progreso de España y de sus hermanas americanas potenciado por epopeyas
cercanas como las del exitoso vuelo del Plus Ultra.
La empresa fundamental de este opúsculo
radicó en sublimar una defensa etimológica, histórica y comercial del nombre
final de la Exposición de Sevilla. Sus autores apostaron por su primitiva y más
simbólica cualificación adjetiva “Hispanoamericana” frente al término
“Iberoamericana” con un eficaz argumentario que pretendía aclarar conceptos a
través de la distinción genealógica entre lo hispano, lo latino y lo ibérico,
no sin detenerse en una efectiva crítica a las calumniosas acusaciones vertidas
en torno a la leyenda negra española propagada con el oscuro fin de
“desespañolizar a las repúblicas americanas hispano parlantes; proponiéndose
primero achicar el nombre español, para luego borrarlo por completo en el
Continente americano” (Cebrián, 1926: 9) hasta concluir:
No
hay que olvidar que América fué descubierta y poblada por españoles y
portugueses […]; es decir, que ha sido poblada por HISPANOS, no por latinos, y
mucho menos por incivilizados iberos, incapaces de semejantes empresas. […]
Abajo,
pues, con el «Iberoamericanismo», y ¡Viva España y el HISPANOAMERICANISMO!
(Cebrián, 1926: 13)
En esta línea, la aportación de Blanca de los Ríos titulada
“Hispanismo” no hace sino corroborar las tesis de Cebrián. Siguiendo un amplio
muestrario de argumentos defendidos desde sus ensayos iniciales como los de la
raza, vuelve a glosar el magisterio edificador, civilizador y misionero
ejecutado, así como la transmisión indisoluble de un extenso caudal de bienes
religiosos, artísticos, culturales, lingüísticos, comerciales o legislativos.
El sostén de su alegato gira sobre la noción de “Hispanidad” en relación con
otros significantes –Iberoamérica,
Latinoamérica, América española, América hispana, América Latina
Conclusiones
En medio de un progresivo esfuerzo colectivo por intentar
acercar las dos orillas atlánticas como símbolos de unidad y de fuerza y de
conciencia colectiva, en el contexto de los años veinte, Blanca de los Ríos
incrementó su compromiso hispanoamericanista y su acción con el fin de reforzar
una visión positiva de España en las nuevas repúblicas, de regenerar los lazos
atávicos y la geografía espiritual común y de abrir cauces para el intercambio
comercial, artístico, histórico y cultural. Los valores sustentados por la
escritora sevillana reincidían en unos fundamentos ideológicos tradicionalistas
mantenidos y propugnados desde sus inicios, lo que demuestra una coherencia
ideológica, ética y moral ejemplificadores de su profundo patriotismo y de su
acción en pos de la confraternización entre todos los países hispanoamericanos.
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https://doi.org/10.30827/impossibilia.262023.27912
Esta obra está bajo una licencia internacional Creative
Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0.
[1] Entre otros publicó en El Universo, El Nuevo Mundo,
El Correo de la Moda, La Ilustración Española y Americana, Revista Nacional de Educación, La Esfera, La España Moderna, Revista
Crítica Hispanoamericana, Cultura
española, La Rábida, Cultura hispanoamericana, Hispania, Acción Española, El Álbum
Ibero-Americano…
[2] Blanca de los Ríos fue quien más artículos
aportó a su propia revista,
[3] Entre los colaboradores aparecen Vicente
Lampérez, Amós Salvador y Carreras, Manuel Vega y March, Alberto de Segovia,
Vicente Vera, José Ramón Mélida, Isabel María del Carmen de Castellví y Gordón
–Condesa del Castellá–, Roberto de G. y Goldaracena, J. Marchena Colombo, José
Gartner, Antonio de Zayas, Eugenio Sellés –Marqués de Gerona–, Francisco
Rodríguez Marín…