El
rey Arturo y su corte en la Segunda Guerra Mundial: El rey, una alohistoria de Donald Barthelme
King Arthur and his Court in the World War II: The
King, a Donald Barthelme’s allohistory
Daniel
Blanco Fernández
Universidad de Oviedo
https://orcid.org/0000-0001-9654-0404
Recibido: 21/12/2022
Aceptado: 02/05/2023
Resumen
El rey de Donald Barthelme es una novela
que narra acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial en un Reino Unido regido
por el rey Arturo y su corte, por lo que supone la traslación de una leyenda de
la Edad Media al corazón del siglo XX.
El objetivo de este
artículo es mostrar que, a partir de las teorías sobre la ucronía, la obra
posee todas las características para ser considerada como perteneciente a este
género, y cómo los anacronismos de la obra permiten que El rey se constituya como un mundo alternativo que parodia al
nuestro a través de la inclusión de los propios personajes de leyenda y de sus
formas de entender los diferentes aspectos de la realidad.
Palabras clave: ucronía, Donald Barthelme,
El rey, Arturo, Segunda Guerra
Mundial, anacronía.
Abstract
Donald Barthelme’s The
King is a novel about the events of World War II in a United Kingdom ruled
by King Arthur and his court, thus translating a legend from the Middle Ages to
the mid-20th century.
The purpose of this article is to link the novel to
the theory of uchronia and highlight the features on
the text to be considered as part of this genre, and to show how anachronisms
on The King make an alternative world
possible. Furthermore, the novel is a parody of our reality through the
inclusion of legendary characters themselves and their ways of understanding
different aspects of reality.
Keywords: Uchronia, Donald Barthelme, The King, Arthur, World
War II, Anachronism.
Introducción
El posmodernismo es un movimiento que surge y se desarrolla a finales
del siglo XX, particularmente en las décadas de 1970 y 1980. Linda Hutcheon trata de definir el posmodernismo con las
siguientes palabras:
[…] for
me, postmodernism is a contradictory phenomenon, one that uses and abuses,
installs and then subverts, the very concepts it challenges—be it in
architecture, literature, painting, sculpture, film, video, dance, TV, music,
philosophy, aesthetic theory, psychoanalysis, linguistics, or historiography[1] (Hutcheon, 1988: 3).
Según Larry McCaffery, los artistas
posmodernos son un grupo deseoso de definirse y diferenciarse de sus
predecesores. David Foster Wallace destaca varias características propias del
posmodernismo, que acabarían por llevar a la decadencia del movimiento, cuando
la ironía, la anarquía y la autorreferencialidad se
absorbieron por la cultura comercial americana, con pésimas consecuencias para
la estética posmoderna (en McCaffery, 1993: 15).
Según Robert Rebein (2009: 7), en el posmodernismo se
fortalece el realismo, el concepto de lugar adquiere una gran importancia, las
ideas de autoría cambian y renace el cuento corto como uno de los grandes
géneros estadounidenses.
Los textos de Donald Barthelme
son un ejemplo claro del posmodernismo, particularmente por el uso de la
ironía, el chiste, el humor negro, la crítica social y el uso recurrente del
formato de cuento corto. Ejemplos de ello son Snow
White (1967), novela que realiza una parodia oscura del
cuento de hadas de los hermanos Grimm Blancanieves
(1812) y en la que Barthelme
utiliza la sátira, el absurdo y la crítica social, o The Dead
Father (1975),
obra que narra lo que ocurre cuando un hijo desafía a su padre, símbolo del
paso de los hijos a la edad adulta y su independencia del progenitor, quien no
puede detener la transición a la madurez de sus retoños.
Asimismo, El
rey también se enmarca en el posmodernismo debido a la
utilización constante del humor, la sátira y el humor negro que permiten
desarrollar la crítica social sobre el gobierno, la guerra, los derechos
laborales, los impuestos, el honor o el desarrollo de armamento de destrucción
masiva, entre otros aspectos que serán comentados más adelante.
El rey de Donald Barthelme fue terminada apenas dos meses antes de la muerte
del autor en 1989 y publicada póstumamente en 1990. En ella se narra una
historia alternativa ambientada en la Segunda Guerra Mundial, en la que el rey
Arturo y su corte lideran un Reino Unido en guerra contra el Tercer Reich. Es
decir, que El rey toma el mito
artúrico, incluyendo tanto a sus personajes como los valores éticos y morales
de los mismos, y lo sitúa en pleno siglo XX. Pero, al incluir El rey elementos de las leyendas artúricas,
¿a qué género literario debería adscribirse?
La
obra posee características de la novela histórica, como la ambientación en la
Segunda Guerra Mundial, la mención de sucesos reales como la batalla de
Dunquerque o la batalla de Inglaterra o de personajes históricos como Winston Churchil o Adolf Hitler, pero incluye elementos de la
fantasía, que no desaparecen ni siquiera en el caso de que la leyenda del rey
Arturo fuese considerada como la narración de un hecho histórico. Esto se debe
a que históricamente no podría explicarse la aparición de personajes que
deberían haber muerto hace más de un milenio, es decir, que no es una novela
histórica porque está plagada de anacronismos.
De
la misma manera El rey no puede ser
considerada como una novela de género fantástico, a pesar de que contiene
elementos propios de la leyenda. Esto es consecuencia de que los elementos
fantásticos aparecen insertados sobre una base real. Por tanto, El rey, al componerse de hechos
históricos y partes de leyenda, no puede ser considerada ni como novela
histórica ni como fantástica. Tal como afirma Aurélie Delevallée
en Donald Barthelme’s
The King: The Manifold
Guises of (an) American(’s)
Memory, la obra de Barthelme
es un encuentro entre dos nociones percibidas como antitéticas: la historia y
la memoria. Y el género que permite unir historia y fantasía es la ucronía.
Fundamentos teóricos de la ucronía
La primera obra que
puede ser catalogada como una ucronía es El
año 2440: Un sueño como no ha habido otro, escrita por Louis-Sébastien Mercier
y publicada en Francia en 1771. Con la llegada de la ucronía comienza a cambiar
la visión sobre la historia: pasa de percibirse como algo inmóvil y que no
varía a lo largo del tiempo, al igual que ocurría en la obra Utopía (1516) de Tomás Moro, a verse
como un proceso de evolución en el que la historia es un proceso de mejora
continua. Es decir, que con el inicio de las ucronías se pasa de una visión
estática de la historia a una dinámica en la que la utopía solamente es
alcanzable mediante un desarrollo continuo de la sociedad y gracias a las
acciones que cada persona realiza individualmente para lograrla. Cabe destacar
que la publicación de esta obra también lleva al traslado de la localización de
la utopía desde las islas remotas paradisíacas, como en el texto de Moro, a
diversas naciones, generalmente reconocidas, o incluso a escala universal.
En
Utopianism: A Very
Short Introduction (2010: 181), Sargent dice lo
siguiente sobre la utopía:
When a utopia is designed as a
realistic alternative, it is intended not as a society to be achieved in all
its detail, but as a vehicle for presenting an alternative to the present. In
this sense, a utopia is a mirror to the present designed to bring out flaws, a
circus or funfair mirror in reverse, to illustrate ways in which life could be
better, not necessarily the specific ways in which life should be made better[2].
Sargent destaca que
la utopía se concibe desde el presente como una crítica y una reflexión sobre
este tiempo y sus posibles vías de mejora. Además, también defiende que la
persecución de la utopía busca la ruptura de la aceptación del tiempo presente
a través del reconocimiento de que la realidad actual no es correcta y, por
tanto, necesita ser mejorada.
Por
otra parte, Levitas afirma que la utopía es una expresión del deseo de mejora
del ser humano. Sin embargo, no considera la utopía como una meta, sino como un
método propio de las ciencias sociales. De esta forma, para Levitas la utopía
no consiste en generar un modelo de sociedad y aplicarlo, sino que supone un
pensamiento holístico sobre diferentes campos como la economía, los procesos
existenciales, sociales y ecológicos, que en conjunto permiten reflexionar
sobre el presente y buscar las mejores alternativas de futuros posibles, o las
peores, en el caso de la antiutopía (Levitas, 2013:
18-19). Este método también permitiría sopesar futuros alternativos desde un
tiempo que no tendría por qué ser necesariamente el presente, lo que daría
lugar a la historia alternativa.
Las
primeras eucronías[3] surgen
en el siglo XVIII y se sitúan casi totalmente en Francia,[4] pero
con la llegada de la industrialización se extiende a otros países de su
entorno,[5]
y en especial a Reino Unido[6],
donde los textos pierden poco a poco su carácter positivo por lograr una
sociedad mejor como en las eucronías francesas y se
transforman en críticas o sátiras sobre la realidad contemporánea al momento de
escritura, situación que ocasiona que se enturbie el objetivo último de este
tipo de obras: llevar a la sociedad a un futuro utópico. Esto quiere decir que
de manera progresiva se va perdiendo el carácter constructivo de las utopías
renacentistas y se va sustituyendo por una visión destructiva del ser humano y
de la sociedad en su conjunto.
Aunque
El año 2440: Un sueño como no ha habido
otro es considerada como la primera ucronía, el
término no aparece hasta ochenta y seis años más tarde, en 1857, cuando Charles
Renouvier la acuña como título para varios artículos
que se publican en la Revue philosophique et religieuse bajo la denominación Uchronie, tableau historique
apocryphe des révolutions
de l’Empire romain et de la
formation d’une fédération européenne. Estos
artículos serían incluidos en 1876 en el libro Ucronía: La utopía en la Historia de Renouvier,
obra en la que intenta imaginar cómo se habría desarrollado la sociedad
occidental si no hubiese existido el despotismo en el Imperio Romano del siglo
III o si no se hubiese adoptado el cristianismo como la religión oficial del
imperio. Es decir, que Charles Renouvier lo que hace
en esta obra es contraponer la historia real con una realidad alternativa, y
muestra lo que él cree que puede llamarse ucronía a través del propio título Ucronía: La utopía en la Historia.
El
término ucronía se crea en oposición a la utopía para manifestar el “no tiempo”
en vez del “no lugar”, lo que quiere decir que los hechos que se narran en la
ucronía no son reales porque ocurren en una línea temporal que no existe
generada a partir de un cambio en un acontecimiento del pasado ante la pregunta
¿qué habría ocurrido si…? A partir de esta cuestión y de conjeturar con lo que
podría haber sucedido surge la ucronía, que puede apreciarse en obras como El hombre en el castillo (K. Dick, 1962)
donde se reescribe la historia partiendo de una victoria de las Potencias del
Eje en la Segunda Guerra Mundial.
Aunque los hechos que ocurren en las
ucronías no sean reales, pueden ser de gran utilidad, ya que sirven para
confrontarlas con la Historia. Esto es posible debido a que la ucronía se
cimenta en los acontecimientos ocurridos en la realidad y en sociedades que ya
existen, pero con una evolución diferente tras el punto de ruptura, lo que hace
posible analizar diferentes desarrollos de los pueblos, naciones o de la
totalidad de la humanidad. Para la ucronía, al formar su base con elementos de
la realidad, es necesaria que el autor de esta lleve a cabo una labor de
documentación sobre lo que retrata en su obra, ya sea una sociedad o un grupo
de ellas, pues es imprescindible para lograr que la historia mostrada resulte
plausible para el lector conforme, a pesar de narrar sucesos imaginados que no
son más que una posibilidad entre todo lo que podría haber ocurrido.
Las ucronías también son llamadas alohistorias, historias alternativas o historias de
universos alternativos debido a que narran una serie de sucesos que divergen
con respecto a la historia real. Además, al igual que otros géneros como la
utopía o la distopía, la ucronía está muy ligada a la ciencia ficción, al estar
los tres basados en mundos imaginarios que podrían, pueden o podrán
desarrollarse en algún tiempo concreto según las leyes naturales y, además,
todos dependen de cómo evoluciona la sociedad. También cabe destacar que la
ucronía está muy relacionada con la novela histórica, puesto que el único
elemento diferenciador es la inclusión en la ucronía de elementos ficticios
tras el punto de ruptura, es decir, que podría ser considerada como una novela
histórica ficticia, puesto que surge a partir de acontecimientos, sociedades y
localizaciones reales.
La
ucronía, tal y como ya se ha comentado, tiene lugar como consecuencia de un
cambio en algún suceso pasado. A este momento en el que ocurre la alteración se
le denomina punto Jonbar (o giro Jonbar)[7]
surgido del nombre del protagonista de La
legión del tiempo[8]
llamado John Barr, personaje que produce un cambio en la historia hacia la
utopía si agarra un imán o hacia la distopía si elige un guijarro.
Es
habitual que el punto Jonbar quede fijado en un gran
acontecimiento histórico como una guerra, un descubrimiento científico o
tecnológico o una revolución, puesto que son eventos que pueden ocasionar
fácilmente la transformación de una sociedad. Por poner algún ejemplo, existen
numerosas obras que narran un desarrollo divergente tras una guerra de España: El desfile de la victoria (Díaz-Plaja, 1976), en la que la Segunda República Española vence
en la Guerra Civil gracias a la ayuda de la Unión Soviética y Francia, aunque
la siguiente generación abraza la ideología fascista (Arjona, 2016b); Fuego sobre San Juan (García Bilbao,
Sánchez Reyes, 1999) en la que se narra una derrota estadounidense en la Guerra
de Cuba de 1898; o Britania conquistada
(Turtledove, 2002) en la que se cuenta cómo la Armada
Invencible logra invadir con éxito las islas británicas.
Existen
numerosas clasificaciones de los tipos de ucronía, aunque las de William Joseph
Collins (1990) y Karen Hellekson (2001) son dos de
las más conocidas. Collins separa la ucronía en cuatro categorías: ucronía
pura, donde lo único que existe es la realidad alternativa; la ucronía plural,
en la que existen tanto la realidad como la realidad alternativa, lo que
permite compararlas; los mundos paralelos o presentes infinitos; y la
alteración de los viajes en el tiempo, donde uno o varios personajes realizan
viajes al pasado con el objetivo de cambiar el futuro (Collins, 1990: 85-86). Por su parte,
Hellekson expone lo siguiente:
My own divisions, which point to the
moment of the break rather than the subject’s position, are as follows: (1) the
nexus story, which includes time-travel-time-policing stories and battle
stories; (2) the true alternate history, which may include alternate histories
that posit different physical laws; and (3) the parallel worlds story. Nexus
stories occur at the moment of the break. The true
alternate history occurs after the break, sometimes a long time after. And the
parallel worlds story implies that there was no break—that all events that
could have occurred did occur. I divide the alternate history into these
categories because I see the alternate history as querying historical concerns
about time, including the notion of sequence that is so integral to the concept
of time. There are so many different kinds of
alternate histories that I had to limit myself to ones I felt really queried
historicity[9] (Hellekson, 2001: 11).
La clasificación que Hellekson propone en The Alternate History:
Refiguring Historical Time (2001:
11) divide la ucronía en tres clases. En primer lugar, está la historia del
nexo que utiliza un condicional contrafáctico para
desarrollar la historia alternativa, que no tiene por qué ser especialmente
relevante en el transcurso de la historia real, pero que ocasiona grandes
variaciones en el largo plazo. Se basa en una cuestión del tipo si-entonces,[10]
es decir, que la premisa expresada tras la condición (si) conlleva una
consecuencia (entonces), en este caso falsa al basarse en un condicional contrafáctico.
En
este tipo de ucronía, la historia del nexo se desarrolla de forma similar a la
teoría del caos y al efecto mariposa, explicado por Edward Norton Lorenz en
1972 mediante el siguiente ejemplo: hay dos planetas iguales y en uno de ellos
hay una mariposa aleteando, lo que lleva a que en el mundo en el que se
encuentra la mariposa pueda ocurrir un tornado como consecuencia de una
amplificación del propio aleteo y a que en el mundo vacío no ocurriría
absolutamente nada. Esto significa que cualquier variación, aunque parezca
mínima e insignificante, desencadena un futuro impredecible que puede llevar a
una gran alteración.
Por
ello, las historias del nexo se fundamentan en que cualquier variación, por
nimia que parezca, puede ocasionar una evolución de la historia diferente. Un
ejemplo de esto sería la vida de Adolf Hitler, quien en un principio quería ser
pintor, por lo que de haber sido admitido en la Academia de Bellas Artes de
Viena puede que no se hubiese alistado en el ejército alemán, y que nunca
hubiese alcanzado el poder, sino que es probable que permaneciese en Austria y,
por tanto, su lugar al frente de Alemania podría haber sido ocupado por un
gobernante peor o mejor.
Tal
y como afirma Hellekson, las historias del nexo son
de dos clases: las historias que narran viajes en el tiempo para el
mantenimiento de la línea temporal y las historias de batalla. La primera
incluye viajes en el tiempo y la vigilancia de este a través de una policía del
tiempo, lo que hace que este tipo de historias puedan ligarse con la cronocracia, que implica que un individuo o un grupo
de ellos controlan el tiempo y se sirven de ello en su propio beneficio. Un
ejemplo de mantenimiento de la línea temporal se encuentra en la serie de TVE El Ministerio del Tiempo en la que el
Reino de España posee un ministerio dedicado a vigilar el tiempo y a evitar
cualquier variación en la historia del país. Asimismo, en el episodio trece de
la segunda temporada aparece un ejemplo de cronocracia,
al tomar Felipe II el control del ministerio, modificar la historia en favor
del Imperio Español y asumir el control como gobernante en todas las épocas.[11]
Por
otra parte, las historias de batalla son aquellas que ocurren en torno a
sucesos históricos de importancia y se centran en narrar el evento en
cuestiones clave: la estrategia militar; los descubrimientos científicos y
técnicos, muchas veces relacionados con la creación de armas; o en el conflicto
en sí. Un ejemplo de este tipo de obra es The Guns of the South del estadounidense Harry Turtledove, en la que varias personas viajan a la época de
la Guerra de Secesión de Estados Unidos para entregar armas modernas al bando
Confederado en su lucha contra la Unión, lo que ocasiona la derrota de los
estados del norte.
Karen
Hellekson también afirma que las verdaderas historias
alternativas son aquellas que suceden tras el punto de divergencia y causan
mundos totalmente opuestos al real. Además, es habitual que este tipo de
historias estén ambientadas en un presente falso contemporáneo al del autor y
los lectores, lo que ayuda a generar cercanía con el público y otorga veracidad
a la obra por incluir personas y espacios reconocidos en la realidad y
cimentarse sobre una historia similar a la real antes del punto Jonbar. El hombre en
el castillo de Philip K. Dick es un ejemplo de este tipo de historias
debido a que narra un presente alternativo al del autor basado en una victoria
del Eje en la Segunda Guerra Mundial, lo que ocasiona prácticamente la
dominación mundial del Tercer Reich y del Imperio de Japón.
En
ocasiones, las verdaderas historias alternativas van más allá y no solamente
cambian la historia, sino también las leyes naturales, es decir, que proponen
un mundo basado en teorías no demostradas o ya desacreditadas. En estas obras
pueden darse mundos basados en creencias como la Tierra plana, la Tierra hueca
o el geocentrismo, lo que implica que en el texto estos conceptos son teorías
científicas. Por ejemplo, la obra de Philip José Farmer Sail on! Sail on! (1952), en la que se propone una tierra plana en la
que Colón intenta encontrar una ruta a China navegando por el borde del mundo.
Por
último, Hellekson menciona las historias de mundos en
los que existen múltiples realidades situadas en universos paralelos e
interconectadas entre sí de una u otra manera. En este tipo de narraciones, los
protagonistas son capaces de moverse entre los diferentes mundos, y en algunos
casos, pueden recibir o enviar mensajes entre las realidades. Un ejemplo de
este tipo de obras es Lord Kalvan of Otherwhen
(1965) de Henry Beam Piper, donde un agente de policía del siglo XX se desplaza
a una realidad paralela en la que aparece como gobernante.
Cabe
destacar que en las últimas décadas el género de las ucronías ha crecido
enormemente gracias a la creación de múltiples obras literarias que abordan
estas cuestiones, así como a películas y series que han ampliado todavía más el
alcance de las historias alternativas. Es relevante lo ocurrido en los últimos
tiempos con los cómics y la cinematografía de Marvel, en los que es común
encontrarse con historias de realidades alternativas o personajes que se
desplazan entre ellas.
Además
de las clasificaciones propuestas por Collins y Hellekson,
Catherine Gallagher dice en su obra Telling It Like It
Wasn´t (2010: 1-47) que las historias
alternativas tienen que cumplir cuatro condiciones. La primera es que la
historia real debe servir de base sobre la que asentar la historia alternativa
que se desarrollará tras el evento de divergencia. La segunda es que existen
versiones de los personajes en cada una de las diferentes líneas temporales,
por lo que cuestiones como el carácter o la personalidad estarían ligados a la
evolución de cada una de las líneas. La tercera es que la ucronía se orienta
hacia el futuro y muestra una serie de opciones simultáneas, es decir, que
trata de enseñar cómo habría sido un futuro tras un evento de divergencia tras
el que podrían haber ocurrido múltiples acontecimientos que habrían llevado a
distintos desenlaces. Por ejemplo, si Napoleón hubiese decidido actuar de otra
manera a como lo hizo, habría dado lugar a un amplio abanico de opciones de
desarrollo de la historia que la ucronía debe tener en cuenta. La cuarta y
última es que la ucronía muestra habitualmente características como la no
linealidad en la trama, los personajes o el tiempo, la multiplicidad en cuanto
a narradores y a personajes y además los hechos sucedidos tras el punto de
divergencia son indeterminados al no poder ser comprobados.
Discusión
Pero ¿qué clase de
ucronía es El rey? A partir de la
clasificación de William Joseph Collins, El
rey posee características de los mundos paralelos, al narrar una serie de
acontecimientos históricos perfectamente reconocibles
pero con la introducción de nuevos actores no existentes en la realidad
original. Y también es en parte una ucronía plural, debido a que la
introducción de elementos de la leyenda artúrica, especialmente los valores
éticos y morales de los personajes y sus visiones del mundo, mediante la
comparación con los existentes en la realidad, dan pie a la reflexión sobre
diversas cuestiones de gran calado, como por ejemplo la guerra, la política o
los derechos de los trabajadores.
Por
otra parte, teniendo en cuenta la clasificación de Karen Hellekson,
El rey puede considerarse dentro de
una y otra categoría dependiendo del punto de vista desde el que se ve la obra.
Puede ser una historia del nexo sobre una batalla si se entiende que se
introducen en la Segunda Guerra Mundial elementos bélicos propios de la Edad
Media, aunque no se aprecia en la obra si esto influye en el resultado del
conflicto. También puede ser una verdadera historia alternativa si se toma la
leyenda artúrica por cierta y el punto Jonbar se
sitúa en un pasado remoto en el que el rey Arturo y su corte no mueren,
manteniéndose con vida al menos hasta el momento de los hechos. Pero, además
podría considerarse como una historia de mundo paralelo en el que no hay un
punto de ruptura con la realidad, sino que es una realidad en sí misma, y, por
lo tanto, puede tener otras leyes que permitan que el rey Arturo se mantenga
con vida a pesar del paso de los siglos.
Sin
embargo, entre todas estas opciones, la que mejor se ajusta a la obra es la de
mundo paralelo propuesta por Hellekson, ya que en El rey se carece de información para
explicar la larga vida de los personajes o su posible viaje en el tiempo, y
tampoco se conoce un punto de ruptura. Por lo tanto, el mundo paralelo es lo
que mejor encaja en base a los datos aportados en el texto, un mundo paralelo
que constituye una parodia[12]
del nuestro y cuya característica diferenciadora es la traslación del mito
artúrico a la época de la Segunda Guerra Mundial.
La
mitología posee gran relevancia tanto en la obra como en el contexto de la
Segunda Guerra Mundial, debido a que los nazis y los británicos movilizan todo
tipo de leyendas y mitos. Por una parte, la Alemania nazi moviliza varias
mitologías, especialmente la germánica, la griega y la antigua mitología solar
de Irán y Mesopotamia, y
extraen de todas ellas diferentes mitos o conceptos sobre la
creación del mundo, sobre los dioses, los héroes o diferentes símbolos, como la
esvástica, la rueda solar o las runas. Además, mediante el aparato
propagandístico del régimen, los nazis crean mitos propios que ayudan a
sostener las ideas del nazismo, como el uso de la tetralogía de ópera El
anillo del nibelungo de Wagner para comparar a los judíos con estos seres
codiciosos y destacar la superioridad de los alemanes. Mediante la propaganda,
también se vincula a Alemania, al NSDAP y a su líder como herederos de todas
estas mitologías, logrando el efecto de que el gobierno de Hitler sea percibido
como un designio divino.
Por
su parte, los británicos recurren a mitos sobre el origen legendario de las
islas británicas y de Bretaña. En El rey, el mito artúrico se utiliza
para representar a un líder sabio y justo, rodeado de nobles y valientes
caballeros, lo que en el contexto de la Segunda Guerra Mundial se podría
trasladar al liderazgo de Winston Churchill y al desempeño de las Fuerzas Armadas
Británicas en la batalla, y siendo Mordred una
alegoría de los traidores que buscaban la paz con los nazis o incluso una
representación del propio Adolf Hitler.
La
traslación del mito artúrico en El rey se
produce mediante tres vías. La primera de ellas es la aparición de los
personajes de la leyenda[13]:
el rey Arturo, Ginebra, Lanzarote, sir Keu, etc. La
segunda es a través de los valores éticos y morales de los propios personajes,
que se contraponen con los del siglo XX: ideas diferentes sobre la guerra, el
honor, las relaciones de pareja o el gobierno, entre otras. La tercera se da a
través de la aparición de algunas escenas que son referencia de otras que
aparecen en versiones anteriores del mito, como en la que Lanzarote aparece
durmiendo bajo un manzano[14]
(Barthelme, 1996: 189-191), escena que se encuentra
originalmente en los capítulos II y III del libro VI de La muerte de Arturo (1485)[15]
de Sir Thomas Malory, y que se repite en otras versiones
del mito como en la de T. H. White (1958) o en la de John Steinbeck (1976).
El
anacronismo fruto de la mezcla entre personajes medievales y tiempo histórico
moderno, ocasiona una serie de situaciones que muestran las diferencias entre
la sociedad feudal del rey Arturo y el Reino Unido de la Segunda Guerra
Mundial, tanto en valores, como en política, movimientos sociales, derechos
laborales o en la forma de hacer la guerra. Un ejemplo de ello es una de las
escenas de El rey en la que se ve
cómo Arturo trata de solucionar un conflicto sindical con los obreros del
ferrocarril mediante métodos de la política moderna (Barthelme,
1996: 32):
—Tenemos
un telegrama de la reina. Algo referente a una locomotora soldada a las vías
por el sindicato de ferrocarriles.
—Sí, sí, sí —dice Arturo—.
¿Quién es el líder de los ferroviarios ahora? Supongo que quieren más dinero.
—Como los trabajadores de
los astilleros. Hay un polaco que ha estado hablando en nombre de los dos
grupos. No me acuerdo de cómo se llama.
—Dadles un poco más de
dinero —dice Arturo—, y subid proporcionalmente el impuesto sobre la pinta de
cerveza.
Este diálogo muestra
cómo Arturo calma la huelga de ferroviarios mediante subidas salariales,
mientras que al mismo tiempo aumenta los impuestos para compensar el gasto,
algo que se aleja bastante de lo que podría haber ocurrido en la Edad Media.
Según se dice en el texto, el sueldo de los trabajadores aumenta, pero también
lo hace el coste de vida, por lo que la situación de los trabajadores no
mejora, lo que puede interpretarse como una crítica a la clase política, al
entender que las medidas de los políticos, por buenas que parezcan, tienen un
coste que tienden a pagar sus mismos beneficiarios, por lo que este tipo de
soluciones no son más que palabras bonitas y mucha labia por parte de los
dirigentes.[16]
Estos
anacronismos también se hacen patentes en otros momentos de la obra, como por
ejemplo en el siguiente, en el que se contrapone la forma de hacer la guerra de
la Edad Media con la del siglo XX (Barthelme, 1996: 33):
—Podríamos bombardear
Milán. Un ataque preventivo. Para hacerles reflexionar sobre lo que puede
suceder. Sobre lo que puede suceder en el último momento.
—Nunca le he cogido el
gusto al bombardeo de poblaciones civiles —dice el rey— Parece una violación
del contrato social. Se supone que nosotros hemos de combatir y ellos han de
pagarnos por hacerlo.
Aquí, Arturo alude a la existencia del
contrato social para rechazar el bombardeo de una población civil. La idea de contrato
social, a pesar de poseer antecedentes en la Antigua Grecia, no comienza a
desarrollarse hasta el siglo XVII con Thomas Hobbes y John Locke, y con
Jean-Jacques Rousseau en el XVIII. Por tanto, es probable que sea un juego de
palabras entre el contrato social existente en el siglo XX y la situación de
vasallaje de la Edad Media, por lo que Arturo expresa en estas palabras la
mentalidad de un señor feudal, es decir, la idea de que el señor debe proteger
a sus vasallos a cambio de mantener la relación de vasallaje.
También
puede verse reflejada en el texto la opinión de algunos personajes de las
leyendas artúricas sobre la guerra moderna. En los siguientes fragmentos se
muestra la visión de Ginebra sobre la misma (Barthelme,
1996: 25 y 68-69):
—De todas las guerras en
las que hemos participado, no es ésta precisamente mi favorita —dice Ginebra—.
Hay demasiados intereses enfrentados. Nada está claro. Excepto que nosotros
estamos del lado de Dios, por supuesto. Lo que siempre he admirado de Arturo es
que se las apaña para estar en el lado del bien. Pero ¡por Dios, qué suspense!
En el pasado, los hombres salían, se aporreaban la cabeza durante un día y medio, y
ya estaba. Ahora tenemos embajadores acá y acullá, acuerdos secretos con
codicilos aún más secretos, traiciones, cambios de bando, puñaladas traperas…
—El bombardeo ha sido
terrorífico —dice él—; hace poco pasé por Londres: hay incendios por todas
partes. Están enviando más de quinientos o seiscientos aviones de golpe.
Teniendo todo en cuenta, la gente se lo está tomando bastante bien.
—Pero ¿no los bombardeamos
nosotros también? —pregunta Ginebra.
—Sí —dice el Caballero
Negro—, estamos utilizando Wellingtons, Hampdens y Halifaxs contra sus
ciudades. Pero las pérdidas son elevadas. Alrededor del seis o el siete por
ciento en cada incursión. Lo que está muy cerca de lo inaceptable.
—¿Qué es inaceptable?
—Nunca se explícita qué es inaceptable —dice el Caballero Marrón—. Depende, sabéis, de la
situación. La situación puede requerir que un día se declare que lo que es
aceptable es más importante, ¿me seguís?, que lo que había sido previamente
inaceptable. Una trampa en la que no se quiere caer. Por esa razón utilizamos
la fórmula «muy cerca de lo inaceptable».
—Un modo espantoso de hacer
la guerra —comenta Ginebra—; prefiero sin duda el viejo estilo.
Mediante estos
fragmentos, se puede apreciar la visión de Ginebra acerca de la guerra y la
forma de hacerla. Comenta que, en la Edad Media, las contiendas tenían una
duración breve, de apenas unos días, mientras que en el siglo XX se mantienen
durante años. En su época los hombres salían a luchar durante un periodo corto
de tiempo y una vez terminada la batalla regresaban a casa, pero en la Segunda
Guerra Mundial los frentes son mucho más estáticos, lo que dificulta los
avances militares y aumenta la duración del conflicto. Además, en su charla con
el Caballero Marrón se alude a una cuestión ética: ¿cuántas bajas y cuánta
destrucción es aceptable para seguir luchando?
En
esta misma línea, cabe destacar la visión que se muestra en la obra sobre el
Santo Grial como la bomba atómica. Para muchos esta arma permitiría alcanzar la
paz debido a que la devastación que provocaría sería pedagógica para los
ciudadanos de la nación atacada, pues tal y como se plantea en la conversación
entre Ginebra y el Caballero Marrón, los daños producidos por una explosión
atómica llevaría a los ciudadanos bombardeados a plantearse si tanta
destrucción aceptable o es mejor rendirse. En cambio, el rey Arturo ve la bomba
atómica como algo monstruoso, como un falso Grial, por lo que se niega a
desarrollar y utilizar un arma semejante al ir contra los principios
caballerescos. Los valores que muestra Arturo con respecto a la creación y uso
de armamento atómico son un ejemplo claro de lo que se espera en un caballero
de la Edad Media.
Sin embargo, el paradigma de la guerra en el
siglo XX no es el mismo y, por tanto, los valores de los soldados tampoco son
iguales. En primer lugar, los combatientes modernos no siempre son
profesionales ya que en caso de conflicto armado muchos ciudadanos provenientes
de la sociedad civil son reclutados y enviados a luchar. En segundo lugar, no
siempre se rigen por valores como el honor, la nobleza o la lealtad, sino que
muchos de ellos luchan sencillamente por cuestiones como la propia
supervivencia, el cobro de un salario como soldado u odio hacia sus enemigos.
Por último, debido a los cambios de estrategias en la guerra y al desarrollo
armamentístico propio del mundo moderno, es habitual que el conflicto se
extienda a la retaguardia del frente de guerra mediante el bombardeo de
poblaciones, lo que lleva a que los ciudadanos lleguen al punto de aceptar
cualquier solución, la bomba atómica en este caso, para acabar con el
conflicto.
Además,
en la obra también se hace una parodia de la prensa rosa, a través del
personaje llamado Haw-Haw, quien además de utilizar
los medios para publicitar los éxitos del Tercer Reich se muestra como un
periodista del corazón al comentar en la radio la relación de Ginebra y
Lanzarote (Barthelme, 1996: 24-25):
—Según mis espías, Arturo
el rey ilegítimo y herético, languidece mientras tanto en Dover. Llamativamente
solo. Sin Ginebra. Creo, queridos compatriotas, que podemos preguntarnos qué
puede significar.
—Ésta debe de ser la parte
que os dedican a vos, señora.
—Eso creo.
—¿Y dónde está Lanzarote?
¿Dónde en realidad? Pues donde está Ginebra —dice Haw-Haw—.
Olvidado de la guerra. El yelmo y la cota de malla dejados a un lado, colgados
del pilar de la cama.
[…]
—¿Cómo lo sabe?
—Pero las mujeres a menudo
viven en la confusión —prosigue Haw-Haw—. Además,
está envejeciendo. Con frecuencia, cuando las mujeres envejecen se vuelven un
poco imprudentes.
—No lo bastante —dice
Ginebra, mientras termina con la manzana.
—Es un bocazas obsceno, eso
es lo que es.
—Pero ¿acaso quieren los
contribuyentes una reina que se pasa el día bebiendo ginebra de endrinas
mientras se entretiene con uno de los principales consejeros del rey? Yo creo
que no.
En este fragmento, Haw-Haw
expone en la radio la relación que mantienen Ginebra y Lanzarote, chismorreo
que rápidamente se extiende por todo el reino. Haw-Haw
tiene varios objetivos al filtrar esta información: lograr que el apoyo del
pueblo hacia la monarquía disminuya al mostrar a Arturo y a Ginebra como una
pareja disfuncional; hacer descender la moral de las tropas británicas, a
través del escarnio público del rey Arturo e intentar provocar un conflicto
interno en la nación que enfrente al monarca con Lanzarote.[17] Sin embargo, a lo largo del
relato el adulterio no va más allá de ser un chismorreo y ni siquiera el propio
Arturo le otorga demasiada importancia al asunto, más allá de un comentario en
el que afirma que ama a Ginebra, que lleva doce años sin yacer con ella por
considerarla demasiado vieja y que es consciente de la relación entre su esposa
y el caballero (Barthelme, 1996: 31).
Como
se ha visto, los personajes artúricos son los que permiten que la obra pueda
realizar una parodia de la sociedad real, al ser los que encarnan los valores
éticos y morales que se contraponen con los del siglo XX y que lleva a que
estos se planteen las situaciones modernas desde sus visiones de caballeros y
damas de la Edad Media, otorgando especial relevancia a cuestiones como el
honor o la lealtad, y logrando que los lectores reflexionen sobre su realidad
gracias a ello.
Conclusión
En base a los
fundamentos teóricos de la ucronía, El
rey puede considerarse como una obra de este género debido a que posee
características propias de las historias de mundos paralelos: una base de
sucesos real al narrar acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial y al
aparecer personas de gran relevancia histórica, como Winston Churchill; la
narración de los hechos agregando elementos que diferencian el mundo propuesto
en la obra del real, en este caso a través de los personajes de las leyendas
artúricas y sus modos de pensar y actuar; y la indeterminación en el resultado
del hecho histórico, es decir, la inclusión del rey Arturo y su corte pueden
llevar a que la historia cambie o no, y como en El rey no se llega a mostrar el desenlace del conflicto, no se
puede demostrar si el resultado es el mismo en la realidad y en la obra.
El
mundo dibujado en la obra de Barthelme constituye una
versión paródica del nuestro. Utiliza lugares y sucesos históricos de la
Segunda Guerra Mundial fácilmente reconocibles, lo que logra un acercamiento a
los lectores al narrar acontecimientos que pueden identificarse como reales o
incluso cercanos para algunos de ellos. Además, el choque producido entre los
valores modernos y medievales permite iniciar una reflexión filosófica sobre
cuestiones diversas como la guerra y lo que es aceptable o no en ella, los
engaños de la política, los derechos de los trabajadores o la moralidad de las
relaciones extramatrimoniales y el derecho a la privacidad, descrito aquí a
través de Ginebra y Lanzarote y de la filtración de su relación a lo que se
podría considerar como prensa del corazón.
Por
todo ello, El rey pretende situar al lector ante un espejo, al ofrecer
un relato que resulta verosímil por incluir elementos históricos, pero que, al
mismo tiempo, supone una parodia del ser humano a través de los personajes del
mito del rey Arturo. La obra pone de manifiesto la dualidad del comportamiento
humano al mostrar las mayores miserias del ser humano, pero también algunos
actos de gran nobleza, lo que funciona como una parodia del mundo y da lugar a
que el lector reflexione sobre su realidad.
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Esta obra está bajo una licencia
internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0.
[1] Traducido como: “[…] para mí, el posmodernismo es un
fenómeno contradictorio, uno que usa y abusa, instala y luego subvierte los
mismos conceptos que desafía, ya sea en arquitectura, literatura, pintura,
escultura, cine, vídeo, danza, televisión, música, filosofía, teoría estética,
psicoanálisis, lingüística o historiografía”. Las
traducciones que aparezcan sin referencia explícita a ningún traductor son del
autor del artículo.
[2] Traducido
como: “Cuando una utopía está diseñada como alternativa realista, no se
pretende que sea una sociedad que lograr en todos sus detalles, sino un
vehículo que muestre una alternativa al presente. En este sentido, una utopía
es un espejo del presente diseñado para resaltar los defectos, un espejo de
circo al revés que ilustra maneras en que la vida podría ser mejor, no
necesariamente las formas en que la vida debería mejorar”.
[3] La eucronía
(del griego εú, buen, y χρόνος,
tiempo) fue nombrada de esta manera como un paralelismo a la forma eutopía (del griego εú, buen y τόπος, lugar). Con el tiempo, la visión
positiva de las eucronías desaparece y pasan a denominarse
sencillamente como ucronías (del griego οὐ,no, y χρόνος, tiempo), literalmente no tiempo o el
tiempo que no existe, mientras que la forma eutopía,
el buen lugar, desaparece al confundirse con utopía (del griego οὐ,no y τόπος, lugar), el no lugar, palabra que
absorbe ambos significados y pasa a ser la definición de un buen lugar
inexistente.
[4] Con obras como El año 2440: Un sueño como no ha habido
otro (1771) de Louis-Sébastien Mercier, Napoleón
y la conquista del mundo (también publicado bajo el título Napoleón apócrifo) (1836) de Louis
Geoffroy o Ucronía: Utopía en la historia
(1876) de Charles Renouvier.
[5] Historia de la
Toscana hasta el principado
(1813) de Lorenzo Pignotti, Cuatro siglos de buen gobierno (1883) de Nilo María Fabra o Aristopia (1895) de Castello Holford.
[6] La maravillosa
historia de Alroy (1833) de Benjamin Disraeli o la
recopilación de relatos de J. C. Squire titulada Si hubiera sucedido de otra manera
(1931).
[7] También puede ser denominado por otros
nombres como punto de ruptura, evento divergente, evento de nexo o punto
divergente.
[8] La
legión del tiempo de Jack Williamson fue serializada a partir de 1938, y
publicada en un único volumen en 1952.
[9] Traducido como: “Mis propias divisiones, que señalan al
momento de ruptura en lugar de a la posición del sujeto, son los siguientes:
(1) la historia del nexo, que incluye historias de viajes en el tiempo y de su
vigilancia o de batallas; (2) la verdadera historia alternativa, que puede
incluir historias alternativas que plantean leyes físicas diferentes; y (3) la
historia de mundos paralelos. Las historias del nexo ocurren en el momento de
la ruptura. La verdadera historia alternativa sucede tras la ruptura, a veces
mucho tiempo después. Y las historias de mundos paralelos implican que no hay
ruptura, que sucedieron todos los eventos que podrían haber ocurrido. Yo divido
la historia alternativa en estas categorías porque veo la historia alternativa
como un cuestionamiento de las preocupaciones históricas sobre el tiempo,
incluyendo la noción de secuencia que es tan fundamental para el concepto de
tiempo. Hay tantos tipos diferentes de historias alternativas que he tenido que
limitarme a los que yo creo que realmente cuestionan la historicidad”.
[10] Si-entonces es una traducción de la construcción inglesa if-then, que
expresa una condición ligada a una hipotética consecuencia falsa.
[11] En este episodio Felipe II cambia
sucesos como la derrota de la Armada Invencible o el resultado de otras guerras
al ser consciente de lo que ocurre en el futuro, lo que lleva a que España no
pierda sus posesiones territoriales por todo el mundo, a que se mantengan
instituciones ya desaparecidas como la Inquisición o a que el propio Felipe II
aparezca como una especie de ser inmortal que gobierna en todas las épocas
hasta el presente.
[12] La parodia en El rey se basa en
la oposición de valores propios del mundo caballeresco y del feudalismo con los
existentes en el siglo XX, lo que combinado con el humor de la obra da lugar a
situaciones tan surrealistas como que el rey Arturo aplique tácticas de engaño
político propias del mundo moderno o que el romance entre Ginebra y Lanzarote
sea transmitido por radio al más puro estilo de la prensa rosa, convirtiéndose
en tema de conversación en todo el reino.
[13] La figura del rey Arturo y sus caballeros posee una base histórica
real, pero ha sido mitificada al igual que ha ocurrido con personajes como
Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid, quien está basado en una
persona que existió realmente, pero cuyas acciones y cualidades han sido
mitificadas.
[14] En el artículo “Donald Barthelme’s
The King: The Manifold
Guises of (an) American(’s)
Memory”, Aurélie Delevallée
afirma que esta escena, además de ser un eco de la que aparece en La muerte de Arturo de Malory, puede interpretarse como un guiño al último
discurso de Puck en Sueño de una noche de
verano. También se menciona que el autor Tracy Daugherty
habla de la posibilidad de que la escena sea una referencia a El poeta asesinado de Apollinaire, que
termina con una elegía para un héroe bajo un árbol; y que el crítico Ralph
Patrick afirma que es posible que Lanzarote bajo el manzano se relacione con
una popular canción de la Segunda Guerra Mundial llamada Don’t Sit Under The Apple Tree (with Anyone
Else But Me) de The Andrew Sisters.
[15] Titulado en su primera de edición como Le morte Darthur. En las
ediciones posteriores es común que la obra aparezca con títulos como Le morte d’Arthur o The death of Arthur.
[16] En su conjunto esto supone un cambio de
paradigma en el sistema de poder propio del rey Arturo. Desde la sociedad
feudal, con un sistema basado en la lealtad o el miedo hacia el señor se pasa
al propio de una sociedad democrática, en el que cuestiones como la ignorancia
de las masas o la retórica y carisma de los dirigentes resulta especialmente
relevante para el ejercicio del poder.
[17] En la leyenda, Arturo condena a
Ginebra a la hoguera y expulsa del reino a Lanzarote tras enterarse del
adulterio, aunque finalmente Lanzarote logra salvar a Ginebra de la muerte.