Amistad y redes culturales femeninas: el caso de Adelina Gurrea y Elena Fortún

Female Friendship and Cultural Networks: The Case of Adelina Gurrea and Elena Fortún

María Jesús FRAGA FERNÁNDEZ-CUEVAS

Universidad Complutense de Madrid, España

mjfraga23[at]gmail.com

Impossibilia. Revista Internacional de Estudios Literarios. ISSN 2174-2464. No. 23 (mayo 2022). Monográfico. Páginas 31-53. Artículo recibido 20 enero 2022, aceptado 09 mayo 2022, publicado 30 mayo 2022

Resumen: La escritora Adelina Gurrea (1896-1971) nacida en Filipinas, aunque afincada en España, nunca dejó de añorar la tierra donde creció, a la que dedicó la mayor parte de sus escritos. Ello no le impidió estar vinculada a las redes que las intelectuales madrileñas tejieron en la primera mitad del siglo xx. Como ejemplo de esta integración se revisa en este trabajo su relación de amistad con la también escritora Elena Fortún (1886-1952). Para ello se examinan inventarios de distintas instituciones, noticias de prensa y dataciones de poemas. Pero los documentos más significativos que permiten concluir que Adelina Gurrea participó de manera activa en los círculos y foros madrileños son las cartas que escribe Elena Fortún, tanto dirigiéndose a ella como a otros interlocutores.

Palabras clave: Adelina Gurrea, Elena Fortún, Victorina Durán, redes, cartas, poemas, exilio

Abstract: The writer Adelina Gurrea (1896-1971), who was born in Philippines but settled in Spain, never stopped longing for the land where she grew up, and to which she dedicated most of her writings. This did not mean that she was no longer part of the networks that Madrid’s female intellectuals wove in the first half of the 20th century. As an account of this involvement, this work reviews her friendship with the writer Elena Fortún. For this purpose, inventories from different institutions, press reports and the dating of poems were examined. However, the most significant documents that allow us to conclude that Adelina Gurrea actively participated in Madrid circles and forums are the letters written by Elena Fortún, both to herself and to other correspondents.

Keywords: Adelina Gurrea, Elena Fortún, Victorina Durán, networks, letters, poetry, exile

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Retrato de Adelina Gurrea por Alfonso

(en A lo largo del camino, 1954)



Introducción

No deja de sorprender la poca atención que quienes nos ocupamos del rescate de las mujeres creadoras y animadoras culturales de la Edad de Plata hemos prestado a la escritora hispanofilipina Adelina Gurrea (La Carlota, 1896-Madrid, 1971). Es cierto que los últimos años se ha abierto a su nombre un interesante portal en la Biblioteca Virtual Cervantes, se ha editado una antología bilingüe (Álvarez Tardío, 2009) y reeditado por el Instituto Cervantes su obra más celebrada, Cuentos de Juana (2021). Sin embargo, en la mayoría de los ensayos críticos sobre su obra y figura se ha prestado atención casi exclusiva a su condición de escritora filipina, transterrada desde muy joven a territorio español y comprometida con mantener viva la lengua española en el panorama literario filipino. En los últimos años se han publicado algunos artículos donde ya se analiza su obra de manera más integral, es decir, tomando en cuenta su circunstancia de ser una autora que vive, escribe y edita su obra en España (Villaescusa Illán, 2020, Álvarez Tardío, 2021).

Por otra parte, si se repasan los escritos, en particular las memorias y la correspondencia de algunas de las “modernas” madrileñas (Victorina Durán, Elena Fortún, Matilde Ras, María Baeza, etc.), no es posible obviar las abundantes referencias a su persona. Referencias que dan cuenta de su temprana intervención en la vida cultural madrileña a través de su participación en actos públicos1 y en los movimientos y asociaciones más reconocidas del activismo femenino de la época, en especial en el Lyceum Club del que fuera socia fundadora y tesorera por un tiempo. El Lyceum fue un lugar de encuentro que le permitió establecer relaciones de amistad firme y duradera con otras mujeres intelectuales y un centro cultural en donde poder tantear sus dotes de dramaturga.

María Adelaida Gurrea Monasterio nació en la hacienda azucarera que poseía su familia en la isla filipina de Negros, una de las más hispanizadas, el 27 de septiembre de 1896. Según informa Beatriz Álvarez Tardío (2014), la niña, crecida en un ambiente multilingüe, fue una lectora precoz con el español como lengua materna. Su alma de poeta se nutrió de los “cantares y epigramas que venían detrás de las hojas de los bloques de los calendarios, las cuales arrancaba con avidez para leerlos”, lo que casi siempre le costaba una reprimenda. A los quince años ganó un premio literario en su colegio. “Mi sueño”, de 1916 es uno de sus primeros poemas fechados, aunque no se recoge hasta muchos años después en el poemario En agraz (Gurrea Monasterio, 1968: 15-16).

Tras la muerte del padre, en 1921, el núcleo familiar se trasladó a España, forzado por la decisión de la madre de instalarse en Madrid. Gurrea, que desde muy joven trabajaba en la prensa filipina como directora de la sección femenina de La Vanguardia de Manila, continuó enviando sus colaboraciones. La añoranza de la tierra donde nació y vivió su niñez y adolescencia es una circunstancia evidente en la mayor parte de sus escritos.

Gracias a sus notas personales sabemos que trabajó como secretaria de la Escuela Plurilingüe de Madrid y desde 1926 se tiene noticia de su participación en varias iniciativas culturales femeninas. Gurrea fue, desde sus comienzos, miembro del Lyceum Club donde trabó amistad con algunas de sus afiliadas más activas, como Elena Fortún y Victorina Durán. La propia Durán la nombra en sus memorias al enumerar las mujeres con las que solía formar uno de los grupos más compactos del Lyceum.

Como es natural nos fuimos formando en grupos, ocupando siempre las mismas mesas en el salón de té. Nuestra mesa fija la ocupábamos Trudi Graa de Araquistáin, María Martos [de Baeza], Carmen de Mesa, Isabel Espada, Julia (Meabe), Matilde y yo. Victoria Kent, Clara Campoamor y Matilde Huici, por su trabajo iban muy tarde y se quedaban hasta última hora, igual que Rosario Lacy, Elena Fortún y Adelina Gurrea, que estaban siempre en la biblioteca (Durán, 2018: 219).

De su afán formativo e interés por el libro, dan cuenta sus estudios de biblioteconomía en la Residencia de Señoritas durante el curso 1930-1931, donde tuvo como compañera otra de sus amigas, la también filipina María Martos de Baeza (Melián Pérez, 2018: 621).

A raíz de la proclamación de la Segunda República, las socias más comprometidas del Lyceum se afiliaron a distintas agrupaciones feministas vinculadas o no a partidos políticos, entre las que se encontraba la Agrupación Femenina Republicana, presidida por la pedagoga María Luisa Navarro, en cuya junta directiva figuraban, junto con Gurrea, tanto Durán como Fortún y la mayoría de las liceómanas con las que compartían tertulia.2

El 13 de enero de 1936, Gurrea realizó una lectura de su obra teatral Fortalezas en el salón de Actos del Lyceum, acto que fue recogido por la prensa madrileña.3 También se tiene noticia sobre su participación en varios homenajes (como, por ejemplo, los ofrecidos a Adela Anaya y a Victoria Kent).

Pero su intervención no se limitó a lo cultural; se tiene noticia de su asistencia a otros acontecimientos más lúdicos, como, por ejemplo, el baile de carnaval del Lyceum celebrado en el Hotel Palace, con el tema “Circo y varietés”:

Rafaelita Giménez de Quesada y yo íbamos de Tontos, con trajes y pelucas exactamente iguales. Rafaelita era baja y menuda, parecía mi hijo. Adelina Gurrea formaba parte del trío, con su elegante traje de raso blanco, su cara maquillada de blanco y su cara pintada. Éramos los Pompof y Tedy (Durán, 2018: 222).

Todo ello sin contar con sus señaladas acciones relacionadas con la Asociación España-Filipinas de la cual fue cofundadora en 1934, tal como se recogen en su biografía (Álvarez Tardío, 2009) y que por su naturaleza no se tratarán aquí.

Objetivos y aspectos metodológicos

El objetivo principal de este trabajo es dar a conocer los lazos de amistad que unieron a las escritoras Adelina Gurrea y Elena Fortún entre 1939 y mayo de 1952, es decir, desde que Fortún parte al exilio y hasta su muerte, acaecida en Madrid. Un segundo objetivo es tratar de demostrar que esta amistad particular formaba parte de una red femenina de apoyo afectivo, social y profesional como tantas otras que proliferaron durante los años de la república.

Para ello se cuenta, por un lado, con la información que proporcionan las cuatro cartas inéditas que Fortún dirigió a su amiga en los últimos años de su vida (1950-1952) que aquí se transcriben.4 Por otro lado, se ha revisado la correspondencia que Fortún mantuvo con su hijo durante el exilio (1939-1948)5 y la que envió a la argentina Inés Field desde su vuelta del exilio hasta su muerte (1948-1952)6 con la finalidad de extraer y analizar los fragmentos cuyo contenido añade información sobre la relación de la autora madrileña con Gurrea.

Se ha podido contar también con un documento —que Fortún debió apreciar de manera especial ya que lo conservó consigo hasta su muerte— consistente en un folio de papel muy fino, amarilleado por el tiempo y doblado por tres veces, donde están mecanografiados, fechados y firmados por Gurrea cuatro de los poemas que más tarde recogerá en el poemario A lo largo del camino (Gurrea Monasterio, 1954: 23, 24-25, 66-67 y 68-69).7

Elena Fortún en el exilio: la ayuda de Adelina Gurrea

En el verano de 1939, Fortún se hallaba exiliada en París tratando de gestionar su salida de Francia. Allí se relacionaba con otras gentes españolas también en el exilio que contaban con unos recursos económicos tan menguados como los de ella misma. Entre ellos, dos de sus amigas se ofrecieron para traducir sus novelas con la finalidad de obtener algún dinero (Trudi Graa al inglés y Magda Donato al francés). Sin embargo, Fortún no tiene consigo los libros de los que es autora y recurre a Gurrea para que se los haga llegar. El 25 de julio de 1939 Fortún escribe a su hijo desde París:

Ya ha llegado a San Juan de Luz Adelina Gurrea con mis libros.8 […] Esto es magnífico, pues, aunque durante todo el mes de agosto todo el mundo se va de París, puedo ir preparando con Magda las traducciones (RAE, ABO-II-1-3-8-17).9

Gurrea también actuó como intermediaria al hacerle llegar a Francia el poco dinero que su editor, Manuel Aguilar, conseguía reunir para ella. En julio de 1939, le entrega a Gurrea 200 pesetas para que se las envíe a la escritora que, poco después, le comunica a su hijo: “Adelina me manda las 200 pts. convertidas en 400 francos” (RAE, ABO-II-1-3-8-17).10

Instalada ya en Buenos Aires, Fortún comparte con su hijo una emotiva reflexión acerca de la inestimable ayuda que sus amigas del Lyceum le prestaron durante su exilio francés y a su llegada a Argentina, formando a su alrededor una verdadera red de apoyo afectivo y profesional, en especial Gurrea y Durán: gracias a ellas pudo salir de Sète, de Francia, instalarse en Buenos Aires, y salvar “algo de lo que hemos perdido” (RAE, ABO-II-1-3-8-19).11

De vuelta a Madrid en 1948, algunos miembros de ese grupo se reúnen por lo general en casa de María Baeza, pero también en la de Gurrea (BRM, DMD, EF-Arc 8/3).12 En marzo de 1949, Fortún parte para Argentina con el fin de recuperar el cuerpo de su esposo, Eusebio de Gorbea, fallecido meses antes. Pese a desear que su partida pasase desapercibida, se presentan en la estación a despedirla varias amigas, entre ellas, Gurrea, quien le pronostica un pronto regreso: “¡Antes de agosto estás de vuelta! ¡Pero qué vas a hacer mujer de Dios por esos países sin tradición ni historia!” (Fortún, 2020a: 170-171). Sin embargo, Fortún, tras enviar a Madrid los restos de su esposo y recoger y abandonar su apartamento bonaerense, está indecisa y tarda en concretar su siguiente destino; a falta de un anclaje familiar, su permanencia en Buenos Aires se hace cada vez más injustificable: como tantas personas exiliadas ya nunca volverá a encontrar su lugar. Al final, parte a Orange (New Jersey) donde desde hacía tiempo la reclamaba su único hijo, allí exiliado. Al poco tiempo de llegar comprende que la decisión no fue acertada: poco a poco, la convivencia familiar se vuelve un calvario provocado por el difícil carácter del hijo y la impasibilidad de la nuera. Aislada, sin conocer el idioma y sin recursos económicos toma la firme resolución de regresar a España. El editor se retrasa en el envío de dinero que le corresponde y gracias a los dólares que le manda Gurrea puede reservar primero, y más tarde, comprar el correspondiente pasaje.

Las cartas de Elena Fortún

La primera de las cartas que Fortún escribe a Gurrea está fechada a los tres meses de su llegada a Orange y se transcribe a continuación:13

[1]
[Carta mecanografiada, con despedida y firma autógrafa]

[en tinta y a mano: “Contestada el 15 de mayo de 1950”]



Orange-New Jersey, 16 de febrero de 1950




Adelina querida: contesto a la tuya del 14 de enero, y no lo he hecho antes porque esperaba a poder contarte algo de mis proyectos y esperanzas. Todo marcha, aunque no tan ligero como hubiera deseado, pero tal vez sea mejor así.
Muy amable conmigo el nieto de doña Ramona. Me envió cien catálogos para empezar la propaganda y espero que pronto me mande otros cien y hasta si pudiera ser un piquito más me vendría de perlas pues todo es poco cuando se comienza un negocio. Le escribí enseguida dándole las gracias y para que supiera que había recibido el envío.
De tu carta tengo que decirte cuánto y cuánto te agradezco tu buena voluntad para mi hermana Elena a pesar de encontrarte en momentos tan sospechosamente difíciles. […]
El doctor Carreño me habla en su carta con mucha simpatía de ti.14 Es hombre de una honradez absoluta y puedes fiar de lo que te diga. Es amigo mío desde hace más de treinta años y me ha ayudado moralmente y hasta materialmente a pasar malos momentos de mi vida. Espero que le va a dar a mi hermana más de lo que dice pues además de la renta de la casa, va mi pensión y la colaboración. Lo malo es que se lo dará todos los meses en lugar de dárselo de una vez que es lo que yo hubiera deseado, pero el hombre no está en condiciones de adelantar nada por las circunstancias excepcionales por la que están pasando los terratenientes. Cuando yo le conocí podía llamársele rico… y ya ves. Este es el mundo de ahora. Lo único que da cierta seguridad (no absoluta) es vivir del trabajo.
Muchas veces he pensado —¿y por qué no has hecho en inglés tus “Cuentos de Juana” y los has publicado aquí?— Bien anunciado y con bonitos dibujos estoy segura de que sería un éxito. Aquí triunfa todo lo exótico, les encanta todo lo de fuera. Lo único que te haría falta es un editor y alguien que se ocupara de ello. ¡Ah, si yo hubiera vivido en Nueva York en lugar de estar en este bosque nevado! […] Con todo esto he perdido todas las ocasiones que he podido tener para la traducción de mis libros y me voy como me vine. Mi hijo es de los del perro del hortelano “que ni come las berzas ni… etc.” Porque, hija, te aseguro que si hubiera dado con gente que se ocupara de mis libros no hubiera dejado de hablar del tuyo, que hasta es muy posible que les interesara más que los míos.15
Otra cosa que se me ocurre ¿Por qué no escribes un libro autobiográfico de tu niñez en Filipinas? Siempre es interesante la vida de un niño, pero si además se desenvuelve en un ambiente extraño como debió de ser en el que tú has vivido creo que estaría descontado el éxito. Un libro corto, de treinta capítulos a lo sumo, y de unas doscientas cuartillas a máquina con los renglones de dos espacios. ¿Qué te parece? Mira, hija, lo que hay que hacer no son novelas corrientes sino lo que no hace nadie. El éxito de Pierre Loti se debió, en primer lugar al exotismo de sus novelas. Luego lo ha hecho mucha gente, pero él fue el primero. Creo que no debe de haber en toda la literatura del mundo un libro que trate de la infancia de un escritor en una isla del archipiélago filipino durante la dominación española. Casi tengo por seguro que te la publicaría Aguilar en cuanto yo le hablara de ello.
Bueno, de todas estas cosas ya hablaremos pronto, porque, aunque ya he perdido el barco del 25 de abril, he entregado a la compañía el veinticinco por ciento del pasaje y tengo camarote para el 20 de mayo. Te aseguro que estoy viviendo heroicamente, pues mi hijo se pone indignado cuando se habla del viaje y yo no tengo más remedio que romper la paz del lago y lanzarme a nadar en él todos los días produciendo una tempestad. Menos mal que mi nuera me ayuda y es ella la que ha ido a la Agencia, la que ha dado el adelanto y, en fin, la que está resolviendo el viaje.
Lo de la baratura por ser Año Santo… hija no es para mí. Resulta que, haciendo el viaje en grupo con hoteles pagados en Génova y Roma, etc., sí sale más barato, pero un viaje suelto sin retorno a Barcelona no solo no es más barato, sino que es más caro que lo corriente. Me dicen que desde los países latinos no ocurre así; pero desde New York me cuesta en segunda casi cuatrocientos dollars. ¡Imagínate lo que es eso! Espero que don Manuel [Aguilar] se hará cargo y me ayude, pues más que eso tiene mío, pero no sé si lo hará, aunque mucho se lo he pedido… Hasta ahora no rechista.
Con todo eso sigo trabajando porque parece que es mi destino. Terminé Celia se casa y la mandé a Viera [Sparza] para dibujarla.16 Ahora estoy con la segunda parte de Mila que quiero llevar concluida cuando me vaya y espero que lo conseguiré, aunque… no vale correr. También tengo una novelita histórica para niños argentinos. Es la niñez del general San Martín. Se llama El niño de Yapeyú, es bastante cursi y creo que gustará mucho en la Argentina.17 Mañana o pasado se la mando al editor para ver si se decide a lanzarla allí. Creo que daría mucho dinero.
Aquí nieva y nieva. Nieva desde el domingo y hoy es jueves. Las calles son una porquería negra y revuelta… ¡y eso es la nieve! Que solamente se conserva blanca en los tejados y sobre los árboles. Yo salgo, aunque solo sea por andar media hora, pues esta quietud me mata, pero, aunque llevo botas de goma hasta la rodilla es peligroso andar sobre la nieve helada por estas cuestas. No he vuelto a New York y espero que en cuanto mejore el tiempo me lleven pues ya he hablado con el Consulado para la renovación del pasaporte. Menos mal que hay allí una chica amiga mía que me resolverá todo enseguida.
Parece que (por tu carta) crees que me gusta viajar… ¡Pues no lo creas! ¿Qué es lo que te hace creer eso? Fui a España hace dos años porque me llamaba Elorrieta [Tomás]18 y todos los que se ocupaban de mi casa para que no la perdiera… pero una vez allí ninguna gana tenía de marcharme. Volví a la Argentina porque la policía se había apoderado de mi piso y si yo no hubiera ido aún seguiría lo mismo… pues esta es una de las cosas que allí hacen con las herencias pequeñas para quedarse con ellas el Consejo de Educación. He venido aquí cuando terminé todos mis asuntos en la Argentina y vi que no podía recibir mi dinero y, naturalmente, empezaba a estar inquieta por mi porvenir económico. He visto a mi hijo y es hora de volver a mi casa, sea la que sea y esté donde esté. Por cierto, voy a hacerte una pregunta. ¿Se hizo, al fin, aquella casa de que me hablaste con pequeños departamentos? Me acuerdo que por hablar de ella no sabiendo que no se debía de hablar, tuviste un pequeño disgusto… Bueno, pues me interesaría mucho saber si la hicieron y si habría para mí un departamento ¡Dímelo te lo ruego! Es cosa entre tú y yo nada más. Estoy completamente desorientada y si tuviera un rincón cómodo (donde fuera) daría por hecho que allí tenía mi lugar para siempre.
Saludos a tu madre y a tu tía. Nada me dices de Fernanda y pienso mucho en ella. Recibe un abrazo muy fuerte de tu
Encarna
Cariños a Amparo.


Tanto esta como las demás cartas a Gurrea están firmadas con el hipocorístico del verdadero nombre de Fortún, “Encarna” (de Encarnación Aragoneses) lo que denota una relación personal basada en una larga y estrecha amistad, lo mismo que el empleo del posesivo “tu” situado en el último lugar de la despedida.

Es interesante destacar las estrategias con las que se trata de eludir a la censura ejercida por el régimen franquista sobre la correspondencia y superar las dificultades del envío de dinero a un país extranjero: se menciona al “nieto de doña Ramona” que no es otro que el sobrino de Gurrea que se encontraba en México. La madre de Gurrea se llamaba, en efecto, Ramona Monasterio, los “catálogos” eran dólares y el “negocio” no era otro que el de comprar un pasaje de vuelta. Y para referirse a ella misma emplea su pseudónimo “mi hermana Elena”.19

El resto de la carta se comenta por sí sola: es una carta clara y escrita con el lenguaje sencillo de Fortún, en donde narra sus actividades como escritora y comenta el interés de que los libros de ambas pudieran ser traducidos para su mayor divulgación. Sin embargo, se percibe los momentos de tensión por los que estaba pasando Fortún, sobre todo si se compara con la afectividad que evidencian las cartas posteriores.

Al final de la misma, el desasosiego y la soledad de Fortún se destapa al reconocer que no tiene tener un hogar al que volver y conformarse con un “rincón cómodo” y “donde fuera”, lo que constituye un ejemplo más del desarraigo de todo ser humano exiliado.

La segunda carta está fechada en Barcelona adonde llega Fortún en mayo de 1950. Es una carta escrita en un ambiente mucho más amable, que permite expresar a la autora toda su afectividad. Asimismo, es más reactiva a la carta que ha recibido de Gurrea: después de la introducción, donde la reconoce como una persona cuya amistad no quiere perder, muestra su absoluta disponibilidad para ayudarle a conseguir editar su poemario A lo largo del camino (del que más adelante nos ocuparemos). La detallada descripción de su habitación alquilada en un piso de Barcelona confiere a la carta una calidez especial.

No se ha podido averiguar cuáles fueron las circunstancias difíciles por las que pasó Gurrea, a principios de los cincuenta, aunque parecen estar relacionadas con el cuidado de su madre, ya anciana, que moriría pocos años después.20 Las enseñanzas del aforismo que Fortún le ofrece como consuelo (“Cuando el Gran Referee nos llame a su presencia no nos preguntará si ganamos o perdimos, sino en cómo jugamos el juego”) están en sintonía con otro que la propia autora repite en sus cartas e incluso aparece con una variante en Celia en la revolución: “La labor es nuestra, el fin es de Dios” (Fortún, 2020c: 323) y resume su personal planteamiento ético que reconoce como bien la excelencia en la acción y lo integra con confianza ciega en la divinidad de un ser superior.

[2]
[Carta mecanografiada, con despedida y firma autógrafa]


Barcelona, 22 de noviembre de 1950.
Queridísima Adelina: recibí la tuya del día 9 que me alegró mucho, pues, así como no quiero amistades nuevas, en cambio el saber que las antiguas no me olvidan me hace feliz.
Lo primero voy a contestar a tu carta. “Quisiera publicar mi libro de versos” me dices. Yo no conozco otro editor que no sea Aguilar y sé muy bien que él no lo publicaría por ser poesías y por no haber publicado antes nada tuyo… Claro que una vez tiene que ser la primera, pero es mal principio de venta los libros de poesías. Sin embargo, es casi seguro que se encargaría del libro una vez editado. Creo que en estos momentos es la Editorial Aguilar S.A. la primera en cuanto a distribución de libros, así que creo que sería buena cosa que lo aceptara. Si tú quieres yo escribiré a José Aguilar, que es el Gerente de la Sociedad, hablándole de ti y de que vas a ir a verle. Es posible que él pudiera también aconsejarte sobre la imprenta que pudiera ocuparse de ello y hasta hablar con él sobre el formato y precio del libro. Sé que hay personas que publican los libros por su cuenta, y se los dan para la distribución, y que hasta ponen en la portada “Editorial Aguilar” como si fuera ella la que lo hubiera hecho. Esto hizo hace dos años cuando estaba yo en Madrid, Manuel Halcón, el director de Semana con un libro de cuentos que publicó por su cuenta. Bueno, pues ya esto aclarado, dime lo que quieres que haga y lo haré inmediatamente.
Ojalá en todo pudiera ayudarte. Me doy cuenta de las dificultades domésticas y sentimentales por las que estás pasando. El Destino, con mayúscula, que se nos ha dado… o mejor el papel que nos ha tocado en la Comedia esta que vivimos. Hija, solo puedo desearte paciencia infinita y que el tiempo vaya dando más blandura a los viejos. Me hago cargo de cómo te están haciendo fracasar estos años de producción literaria… En fin, recuerda ese aforismo inglés, que puesto en castellano es así: “Cuando el Gran Referee nos llame a su presencia no nos preguntará si ganamos o perdimos, sino en cómo jugamos el juego”. Estas palabras me han dado en muchas ocasiones ánimo para seguir llevando mi cruz… cuando la llevaba, pues ahora todas las cargas han caído de mis hombros, y camino sola por mi camino, pero voy en paz.
En estos dos meses que hace que vine de Madrid he trabajado muchísimo para instalarme a gusto en esta habitación que constituye ya toda mi casa. Parte porque era conveniente darle un poco de comodidad en el invierno y parte para vivir un poco ilusionada… porque tienes razón, sin ilusiones soy criatura al agua… Instalé la luz, compré buenas lámparas para todos los muebles… y vinieron las restricciones… Compré una hermosa alfombra, visillos de batista, forré el edredón con glassé azul-verdoso, con lo cual a la luz de la lamparilla me creo por las noches debajo de una ola marina… y fui sacando uno a uno todos los recuerdos que me llevé de la buhardilla de Chamartín y convirtiéndolos en algo vivo. Creo que en otra carta te conté la historia de los damascos que había en mi casa en mi niñez y de los que solo quedaban unos andrajos. Casándolos, como un puzle, y encuadrándolos en viejo terciopelo, conseguí un repostero que tengo en la pared sobre la cómoda panzuda. Estos damascos son los de un virrey que fue antepasado mío, pero que no sé cómo se llamaba, aunque sí que era del siglo XVI. Me parece que mi cuarto se ha llenado de suspiros y de roces tenues desde que ha colgado el repostero. Estas señoras de la casa, se asoman de cuando en cuando para ver las innovaciones y dicen en catalán: —¿i ara?— que viene a ser así como —¿y después de esto qué va a usted a colgar?— A mi baúl de camarote, que he convertido en un sofá, le llaman el baúl de los “encantes” porque de él salen cosas inesperadas y hasta feas que luego se convierten en algo bonito y hasta de valor. El Niño Jesús que fue de mi madre, aquí está sobre una ménsula y le he hecho un vestido blanco… ahora voy a hacerle otro de raso antiguo. Y ya voy a echar la llave del baúl de los encantes, porque se van acabando y lo que queda son ya encajes y bordados para largas labores en las tardes de la primavera. Las tardes son cortísimas, porque desde las cuatro y media se ve poco y ¡no dan la luz hasta las seis y media!
He empezado un libro para adolescentes. Creo que va a ser muy divertido. Tengo muchas anécdotas vividas, y muchas aventuras de chicas de doce años. La que empecé para la Argentina ha gustado mucho, parece que es viable y la iré haciendo despacio y al mismo tiempo que esta otra. Precisamente ahora que estoy metida en esto se les ocurre a unas señoras de la Editorial Gilda ofrecerme colaboración en Chicas para hacer novelitas cortas (de diez cuartillas) tipo novela rosa. He dicho que no La novela rosa es una cosa ñoña y sin psicología. Me dicen: “para chicas de 17 años”. ¡Imagínate! En pleno florecimiento de la carne, ¿qué diablos puedes decir en que la sexualidad no aparezca? Para eso hago cuentos fantásticos que me gustan más. ¡Ah! Se me ocurre una cosa. Esta Editorial Gilda, parece que va a empezar la publicación de esa revista Chicas que no creo exista todavía. Está en la Plaza del Cordón número 1. Si te interesa que te publiquen alguna poesía no dejes de ir y preguntar por “Guillén Quijano” [sic].21 Es una mujer amiga mía, y es la secretaria de esa Editorial. Si vas y les dices que vas en mi nombre, espero que ha de recibirte bien pues me parece persona simpática e inteligente. Y si no te pagan (pues las poesías rara vez las pagan) no creo que tengan inconveniente en publicarte alguna, siendo tan buenas como son. Contéstame a esto, pues inmediatamente te mandaría una tarjeta de presentación.
Me anuncian de Argentina la publicación de mi libro “San Martín niño” que ya está en la calle, pero que no veré hasta dentro de un mes por lo menos, pues es lo que tardan por correo.
Ha estado aquí en estos días Carmen Laforet, la autora de “Nada”. Ha dado una conferencia titulada “Una mujer entre los libros” en que he hablado de la pobre ama de casa que no puede leer hasta que todos duermen y entonces mira sus estantes de libros ya leídos, y va repasándolos en el pensamiento. Muy bien estuvo. Pasé un poco mal rato porque habló de mí. Menos mal que nadie me conocía. Después he estado con ella varias veces. Es muy buena de una humildad que conmueve. También ha venido a casa dos días. ¡Su ausencia me ha dejado más sola que antes! Es de esas criaturas cuya presencia ayuda a vivir.
En cambio, vinieron unas amigas de Tenerife, que pasaban por Barcelona con una peregrinación. Día y medio estuvieron. Muy buenas, pero me alegré al despedirme.
Sí, viene Victorina, pero no hasta enero. Parece que va a pasar rápidamente por todo porque traerán poco tiempo. Quisiera verla, pero no sé si se decidirán ir a Barcelona y yo…
Lo que me duele más aquí es no tener lecturas. Los libros que me interesan no se venden por la censura… El cine también es insoportable… Por las tardes me voy a Vísperas en un convento de Jesuitas de la misma calle. Los niños, vestidos de elegantes monaguillos, cantan los salamos de David en el altar mayor, y yo puedo seguirlos (in mente) porque tengo un devocionario con la música y la letra de los salmos. Luego cantan el Magníficat, y después una salve que canta todo el público, puesto de pie, y que ya no me gusta tanto. Después dan la bendición con el Santísimo. Algunas tardes, un sacerdote desde el púlpito lee unas páginas de las meditaciones de Fray Luis de Granada. Otras un cura hace un sermón, que suele ser vacío de hojas secas. No creas que estoy triste. Creo que vivo ya un poco fuera de este mundo… Te abraza con mucho ánimo tu
Encarna

En junio de 1951, Fortún es reingresada en el Sanatorio Puig d’Olena de Centelles (Barcelona) al agravarse el mal que venía padeciendo desde algún tiempo. Desde allí escribe la tercera de estas cartas, cargada de soledad, dolor e impregnada de un cierto estado depresivo que trata de superar. La carta está fechada a mediados de agosto, en cuyo sobre —que se conserva junto con las cartas en el archivo personal de María José Blas— figura la dirección madrileña de Gurrea. Fortún, a pesar de que conoce muy bien la costumbre de su amiga de veranear fuera, se la escribe aprovechando los pocos momentos de tregua que la enfermedad le concede para expresar con desgarradora sencillez su soledad, especialmente dolorosa para una persona expansiva como ella, y el gran valor que representa la amistad en los momentos difíciles.

Sin llegar a formular con claridad su petición de ayuda, le confiesa el deseo de que su amiga (y médico de profesión) Fernanda Monasterio la examine. Gurrea, en efecto recoge esta llamada de socorro y financia el viaje de su sobrina Fernanda hasta el sanatorio, que tendrá lugar en septiembre de ese mismo año (Fortún, 2020b: 242 y 245). Sin embargo, como Fortún confiesa a Field en su correspondencia “La visita de la doctora Monasterio sirvió para poco” (Fortún, 2020b: 244).

A los pocos días, la enferma recibe la vista de la propia Gurrea “Anteayer estuvo a verme Adelina Gurrea. Solo estuvo una hora, pero ya ves si es de agradecer. Por cierto, que estaba yo con un ataque de disnea y debió de irse espantada” (Fortún, 2020b: 245).



[3]


[Carta manuscrita]


Sanatorio Puig de Olena, Centelles, Barcelona, 17 de agosto de 1951
Queridísima Adelina: te escribo con la seguridad de que esta carta no te encontrará en tu casa, pero miro la fecha de la tuya que es del 7 de abril y me avergüenzo.
Por la mañana tengo unas horas sin fiebre en que estoy bastante animada y esas las aprovecho para decir a mis amigas que aún vivo y las quiero, y como no sé si podré decirlo ya mucho tiempo no puedo dejar de hacerlo. Ahí está Asita que es la única que me ha visto en el sanatorio a donde volví el 25 de junio, porque en la casa de Barcelona me moría, pero no me dejó sus señas y por eso no la he escrito.22
Sigo igual poco más o menos. Tres veces me han sacado agua del pulmón, mejor dicho, de la pleura. La pleura se ha engrosado y acartonado y me produce un dolor constante, fiebre, tos y una fatiga terrible. Ya hace cinco meses que no me levanto de la cama. El doctor (que no puede ser más bueno conmigo) dice que tengo para año y medio de Sanatorio, pero yo pienso algunas veces que no lo resistiré. Hay días que la vida se me desclava un poco y de pronto el corazón se pone duro y reacio a marchar, y el cuerpo se aplasta en la cama como plomo, y paso unas horas de absoluto agotamiento. Acabo de pasar por unos días malos y he perdido kilo y medio de peso en esos días.
Escribí a Fernanda. No sé por qué me inspira confianza como médico. Pero ¿qué puede hacer desde tan lejos?
Aquí estoy bien cuidada y atendida, en un lugar precioso de montañas y bosques. Ya creo que acabaré en estas tierras catalanas. Ojalá te hubiera hecho caso cuando aquella mañana de la Castellana me decías que me quedara a vivir en Madrid… Al fin y al cabo, el pasado está tan lejos de mí como si yo fuera otra persona. Si me hubiera quedado en Madrid seguramente no hubiera cogido esta enfermedad… En fin, tal vez Dios lo ha querido. A ratos estoy tranquila. Otros días lloro y lloro esta soledad absoluta en que se va a acabar mi vida, pero entonces toso y me viene la fatiga y acabo jadeante y con mucha fiebre.
Ayer me han traído un aparatito de radio de Barcelona. Con esto espero no sentirme tan sola y distraerme algo.
Te agradezco con toda el alma tus ofrecimientos, pero por ahora solo necesito la salud. Reza por mí y con eso harás todo lo que puedo desear.
Recibe un abrazo muy fuerte de tu
Encarna


En la última de las cartas, Fortún se encontraba entonces en un sanatorio de la ciudad para recibir un tratamiento específico. Una buena parte del texto está dedicado a explicar en detalle dolorosos síntomas y procedimientos médicos y, por respeto a su autora no ha sido transcrita en su totalidad. Tan solo se hará del fragmento de la despedida por resaltar la sinceridad y lucidez con que se expresa Fortún en momentos tan dolorosos, y el esfuerzo por seguir en contacto con las amigas que aprecia. La postdata revela hasta qué punto esa red de amistades femeninas seguía funcionando:

[4]
[Carta manuscrita (fragmento)]


Barcelona, 19 de enero 1952
En el sanatorio estoy muy bien y son muy buenos conmigo, pero es imposible continuar arrastrando esta horrible enfermedad, que cada vez presenta nuevos aspectos, en esta soledad absoluta.
Lo mejor es que no digas a nadie que te he escrito porque se creen que puedo hacerlo y no sabes con las angustias y trabajos que lo hago. Ahora me están poniendo penicilina, pero con nada cede esta hinchazón. Hace casi dos meses que vivo y duermo sentada porque no me puedo echar. Ayer intenté que me bajaran las almohadas y pensé que me daba una congestión. El doctor Sanchis me dijo luego —Está usted en pleno periodo congestivo y no puede hacer eso.— [sic]
En fin, querida. Reza por mí. Ya casi no tengo deseo de vivir sino de que me lleve Dios dulcemente, lo menos dolorosamente posible.
Te mando muchos besos. Tu
Encarna
Casi todos los días le mandamos una postal a Matilde Ras para que diga a los amigos que le pregunten como estoy. Si me escribes puedes hacerlo a “Vía Layetana 159. Edit. Aguilar. Elena Fortún”. ¿Cómo está María Baeza?

Los cuatro poemas de Adelina Gurrea

En cuanto a los cuatro poemas mecanografiados, fechados y firmados por Gurrea en el folio que guardaba con celo Fortún, no podemos saber cuál de las dos los eligió entre los que escribió la poeta. En todo caso, no hay que olvidar la positiva valoración de las dotes líricas de su Adelina que manifiesta la autora madrileña en la segunda carta de las aquí recogidas: “no creo que tengan ningún inconveniente en publicarte alguna [poesía] siendo tan buenas como son” (la cursiva es mía). En esa misma carta de 1950 se evidencia el deseo de Gurrea de publicar su “libro de versos”, lo que por fin logra con la edición del poemario al que pertenecen estos cuatro poemas, A lo largo del camino (1954).

Dejando aparte las cuestiones sentimentales, el mayor interés reside en que los cuatro poemas, lo que no sucede en el poemario, están fechados. Así, los titulados “Oración” y “Quiero llegar a tu alma” se escriben en Fuenterrabía, en “agosto de 1932” y el “20 de agosto de 1933”, respectivamente, lo que se ajusta a otros datos que sugieren que Gurrea solía pasar en esa villa los meses de verano. El tercer poema “Contigo” está datado en Madrid, el Jueves Santo del año 1934.

Por su datación (“Ávila, mayo de 1938”), la versión mecanografiada del poema “A tu jardín” —titulado en el poemario “En el jardín de ‘La Serna’” y dedicado a Luis Sierra Bermejo—23 sugiere que Adelina pasa parte de la guerra civil en esa ciudad castellana, ya que otro de sus poemas de A lo largo del camino (“Infinitamente”) está fechado en 1937 en esa misma localidad. La precisión del título y la dedicatoria remite al jardín de la finca que perteneció al hermano de santa Teresa situada en las afueras de dicha ciudad.24

A modo de conclusión

Las muestras de afecto, confianza y generosidad que contienen las cartas que envía Fortún a Gurrea documentan la estrecha amistad que las unió. Esta relación se sustenta del mismo modo en el apoyo de tipo profesional que Fortún, autora experimentada, ofrece a Gurrea en sus dos primeras cartas, lo mismo que en la ayuda material que, de manera desinteresada, le presta la propia Gurrea a la madrileña. Por otro lado, son numerosas las ocasiones en que Fortún menciona a Gurrea en las cartas a otros destinatarios y que evidencian su disponibilidad para ayudar, hacer favores y financiar las actividades de sus amistades en los momentos críticos, en particular los que se refieren al exilio republicano. Desde España, Gurrea jugó un importante papel en las trayectorias vitales de algunas de sus amigas exiliadas, facilitado por su doble nacionalidad y por sus disponibilidades dinerarias que en apariencia le proporcionaban las rentas de las propiedades familiares en las islas.25 No hay que olvidar que entre las medidas del régimen autárquico franquista se contaba el control de la salida de divisas con el fin de evitar la huida de fondos y la falta de liquidez. En definitiva, la documentación manejada da cuenta de la lealtad y la extremada generosidad de Gurrea, hacia Fortún, así como su discreción. De igual manera queda manifiesto el agradecimiento de la madrileña que valoraba en su justa medida el apoyo incondicional de su amiga.

El intercambio de noticias sobre las amigas de ambas que se manifiestan en los textos estudiados permite concluir que la díada relacional Fortún-Gurrea formaba parte de una red de sociabilidad más extensa formada en primera instancia por socias del Lyceum Club (cf. Durán, 2018: 219). La nómina que figura en la carta que escribe Fortún desde Buenos Aires tiene la misma base, aunque es más corta, dada la dispersión de las amigas tras el fin de la guerra. A su vuelta a España, la red inicial se reduce a la propia Fortún, María Baeza y Gurrea. Pronto se reincorporan Matilde Ras y otras más jóvenes: Fernanda Monasterio, Carmen Laforet y Carmen Conde. Muy indicativa de la existencia de esta red es la postdata de la carta de Fortún datada en Barcelona en 1952: “Casi todos los días le mandamos una postal a Matilde Ras para que diga a los amigos que le pregunten como estoy. […] ¿Cómo está María Baeza?”

En el mes de mayo de ese mismo año Fortún muere en Madrid. Prueba de la existencia de esta red de amistades son las gestiones del grupo para la apertura de una suscripción popular con el fin de costear un monumento en su memoria, cuya inauguración tendrá lugar en julio de 1957 en el Parque del Oeste de Madrid.26

Pero ya con anterioridad, Gurrea había organizado por su cuenta un sencillo acto que muestra hasta qué punto valoraba la amistad de la madrileña. En el archivo del Patronato Carmen Conde-Antonio Olivé se encuentra depositado un “Saluda”, fechado el 6 de mayo de 1954 que ella misma envía —como secretaria del Círculo Filipino de Madrid— a Carmen Conde junto con una invitación al acto literario que tendría lugar el día 8 de mayo. Al dorso, se encuentra el programa del acto que constaba de dos partes precedidas por la intervención de la propia Gurrea, donde dos poetas (Carmen Conde y Lope Mateo) y tres prosistas (Carmen Laforet, Matilde Ras y Alberto Insúa) glosarían la figura y la obra de su amiga, “la gentil cuentista”, Elena Fortún.

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1En la revista Mundo Gráfico (1921: 16), bajo el retrato de Adelina Gurrea, la joven “poetisa y periodista” filipina, se anuncia su próxima participación en un acto en el Ateneo de Madrid.

2El diario Ahora (1931a: 20; 1931b: 2) proporciona información sobre la fundación de la Agrupación Femenina Republicana y el aspecto de la presidencia y de la sala durante su primera asamblea, respectivamente.

3En el Heraldo de Madrid (1936: 8) se anuncia la lectura, y en El Sol (1936: 2) y Ahora (1936: 25) se recogen sendas reseñas.

4Estas misivas las conserva en su archivo personal la investigadora y librera madrileña María José Blas a quien agradezco su amabilidad al facilitármelas.

5Custodiadas en el archivo personal de Elena Fortún, legado Borau, depositado en la Biblioteca de la Real Academia Española (RAE).

6Las cartas de Fortún dirigidas a Inés Field se recogen en (Fortún, 2020a; 2020b).

7El folio a que me refiero se conserva en el archivo personal de Cristina Cerezales Laforet, el cual contiene documentos y objetos que obraban en el poder de Fortún en el momento de su muerte.

8Victorina Durán, que veraneaba en Fuenterrabía, relata en sus memorias que allí también pasaban los veranos Adelina Gurrea y familia (Duran, 2018: 234).

9Archivo personal de Elena Fortún en la RAE.

10Carta a su hijo, Luis de Gorbea, París, 28 de julio de 1939.

11Carta a su hijo, Luis de Gorbea, Buenos Aires, 2 de marzo de 1940. Elena Fortún nombra como miembros de esa red a Trudi Graa, Victoria Kent, María Baeza, Carmen Mesa y Matilde Huici.

12Según afirma Fernanda Monasterio, sobrina de Gurrea, entrevistada por Marisol Dorao (Biblioteca Regional de Madrid, colección personal de Fortún, Documentación Marisol Dorao). Tanto Adelina Gurrea como María Baeza vivían en el barrio madrileño de El Viso, a pocas manzanas de distancia.

13La cursiva es nuestra.

14Pedro Carreño, amigo de la familia Gorbea-Aragoneses, era médico en Ortigosa del Monte, un pueblo serrano de la provincia de Segovia donde Fortún acostumbraba a pasar largas temporadas con su familia.

15Respecto a la colaboración de ambas autoras en la difusión de sus respectivos textos, cabe decir que varios episodios protagonizados por Cuchifritín, publicados con anterioridad en Gente Menuda por Elena (Fraga Fernández-Cuevas, 2013), fueron publicados en el periódico La Vanguardia (Manila) durante los años 1934 y 1935. Con toda probabilidad, Gurrea, antigua colaboradora de dicho diario (Álvarez Tardío, 2009: 154) intervino en esta cooperación.

16Viera Sparza (María Dolores Esparza, Zaragoza, 1908-Madrid, 1987), ilustradora y escritora, compartió actividades culturales y amistad con ambas autoras e ilustró varios textos de Fortún.

17El libro será publicado en Buenos Aires por Aguilar en 1950 con el título San Martín niño.

18Tomás Elorrieta (Bermeo, Vizcaya, 1883-?, 1949), catedrático de derecho político, ensayista y conferenciante, fue esposo de la doctora Rosario Lacy, socia del Lyceum y amiga de ambas autoras.

19En la carta a Inés Field del 14 de febrero de 1950, y agrega: “Ya he recibido cien dólares de Adelina. Es un favor muy grande que me hace y veo por la carta de su sobrino desde México que no es cosa muy fácil ni para hacerla todos los días” (Fortún, 2020a: 232-234).

20“Adelina siempre vivió con su madre y cuidó de ella” (Álvarez Tardío, 2018: 154). A su progenitora va dirigida esta hermosa dedicatoria que figura en el poemario A lo largo del camino: “A mi madre, que supo enfrentarse valerosamente con la prosa diaria para que yo pudiese hacer poesía” (Gurrea Monasterio, 1954: 9).

21Gracián Quijano (que no Guillén) era el pseudónimo de Francisca Sainz de Tejada (Andújar, 1896-Madrid, 1974), escritora y poeta.

22Asita (Ascensión) de Madariaga (Guadalajara, 1889-Madrid, 1975), amiga de Fortún, fue una de las fundadoras del Lyceum Club y alumna del curso de Biblioteconomía de la Residencia de Señoritas. En los años cincuenta trabajaba en Barcelona con un médico especialista del pulmón (Dorao, 2001: 357).

23En 1931 Luis Sierra Bermejo compró la finca “La Serna”, rehabilitó la vivienda y realizó diversos trabajos de ampliación y recuperación de los jardines (VV. AA., 2018: 58).

24En una carta todavía inédita escrita a Matilde Ras (Buenos Aires, 16 de junio de 1947), Fortún exclama, después de confesarle cuánto le gustaban las cartas de santa Teresa: “¡Cómo y con qué amor conozco la finca que compró su hermano y que se llama ‘La Serna’!”

25Lo mismo afirma la sobrina de Gurrea, Fernanda Monasterio, en la entrevista concedida a Marisol Dorao (Biblioteca Regional, Archivo personal de Elena Fortún, EF Arc 6-8): “Esta Adelina era rica, parienta mía […]”.

26En la comisión gestora figuraban, además de Gurrea, cinco de las mujeres nombradas en este ensayo: Matilde Ras, María Baeza, Carmen Laforet, Viera Sparza e Inés Field.

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