Araceli Iravedra. Hacia la nueva democracia. La nueva poesía (1968-2000). Madrid: CECE, Visor, 2016. 1086 páginas. ISBN 978-84-9895-678-8

Reseña | Book Review

Alberto GARCÍA-TERESA GARCÍA

Universidad Nacional de Educación a Distancia, España

agarciateresa[at]gmail.com

Impossibilia. Revista Internacional de Estudios Literarios, Nº 13, páginas 241-247 (Mayo 2017) ISSN 2174-2464. Artículo recibido el 09/02/2017, aceptado el 24/04/2017 y publicado el 30/05/2017.

La serie de antologías críticas coordinada por Francisco Rico constituye una forma inigualable de recorrer las líneas de la poesía española desde un apoyo historiográfico riguroso y una cuidada selección de obra de creación que pone en el centro los propios textos.

El último tramo de ese trayecto corre a cargo de Araceli Iravedra, quien se ocupa del material poético publicado a finales del siglo XX. El resultado es una espléndida panorámica de los hitos de la poesía española de los últimos años, tanto a través de un lúcido estudio, comunicado con precisión expositiva y fluidez, como de una muestra de poetas relevante y significativa. La autora consigue templar la distancia y la exigencia académica a pesar de la cercanía temporal y de la dificultad de enjuiciar a un conjunto de poetas con una trayectoria aún abierta, en marcha. Se trata, por tanto, de un proyecto muy complicado que Iravedra resuelve con brillantez.

Este libro no debe tomarse como una mera actualización (o corrección incluso) de La nueva poesía (1975-1992), de Miguel García-Posada, dentro de la mencionada colección, porque ambos trabajos tienen su valía por sí mismos, también al ser ubicados en el tiempo que fueron elaborados. De hecho, esta obra (como los otros volúmenes de esta serie) posee un doble valor, que, en suma, le confieren una dimensión especial. Por un lado, el excelente estudio crítico de conjunto realizado por Iravedra, así como los certeros análisis específicos que preceden los textos de cada una/o de los poetas antologados (cerca de trescientas páginas en total), en los que, al apoyarse en las aportaciones de numerosos críticos, marca las líneas generales del trabajo poético de cada uno de ellos, además de las cien páginas de bibliografía. Por otro, el contenido de la antología en sí, que sirve para conocer de primera mano, con una atinada y amplia selección de nombres y piezas, la poesía de esta etapa. En ese sentido, a pesar de haber sido elegidos por las y los propios autores (por deseo del editor), los conjuntos de poemas mostrados son representativos y se corresponden con las líneas trazadas en esos estudios preliminares que elabora Iravedra.

Al respecto, Iravedra parte de los consensos para confeccionar el listado de poetas, que alcanza los 34 nombres. Así, construye una antología a partir de los poetas más aceptados; aquellos que han tenido mayor trascendencia e influencia. Se trata de una selección que, en palabras de la autora, “no busca arriesgar apuestas sino confirmar valores” (168). Merece la pena reproducir el conjunto de poetas recogidos: Antonio Martínez Sarrión, Juan Luis Panero, Antonio Carvajal, Pere Gimferrer, Antonio Colinas, Miguel D’Ors, Jenaro Talens, Guillermo Carnero, Leopoldo María Panero, Eloy Sánchez Rosillo, Luis Alberto de Cuenca, Olvido García Valdés, Ana Rosetti, Jon Juaristi, Jaime Siles, Luis Antonio de Villena, Andrés Sánchez Robayna, Andrés Trapiello, Fernando Beltrán, Juan Carlos Mestre, Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes, Carlos Marzal, Benjamín Prado, Aurora Luque, Jorge Riechmann, Manuel Vilas, Roger Wolfe, Vicente Gallego, Juan Antonio Gónzalez Iglesias, Ada Salas, Luis Muñoz, José Luis Piquero y Lorenzo Oliván.

La introducción general ofrece un análisis extenso, no ajeno a los debates y a las tensiones surgidos en la época y en estudios posteriores, y presenta también una visión de contexto. Así, atiende al momento histórico y rastrea los orígenes de la inflexión cultural que sirven de inicio del nuevo ciclo poético. Iravedra da cuenta de manera muy completa, ordenada y clara, a pesar de incorporar buena parte de las discrepancias, puntualizaciones y diversidad en los puntos de vista, de la poesía española del último tramo del siglo XX. Sin embargo, el libro debe entenderse como una exposición de poetas, no de movimientos, por más que algunos de esos nombres sean indesligables a dichas tendencias (por su influencia y por su presencia como inauguradores o grandes representantes).

Todavía al operar con un sistema de posiciones hegemónicas y subordinadas (hasta su descomposición a mediados de la primera década del siglo XXI), el listado de poemas y poetas que se suceden en el volumen dejan constancia y revelan la pluralidad (más allá de la visión a corto plazo y de las lógicas de representación del campo literario) de la poesía española de esa etapa, en la que persisten nombres singulares también entre las dinámicas grupales y todo el aparataje mediático y editorial que ha determinado y ha acompañado parte de la vida poética de esos escritores. De esta forma, profundiza en un período dinámico, agitado, básicamente, por los cambios políticos y sociológicos, con años de especial virulencia en los enfrentamientos entre corrientes y personalidades.

En síntesis, Araceli Iravedra realiza un estudio bien documentado, minucioso, que expone, analiza y critica (antes que dirigir) un panorama poético singular y lleno de polémicas. Tanto el prólogo como las aproximaciones específicas son textos muy fluidos, que constituyen un repaso detenido pero que ni resulta farragoso ni pretende alardear de la erudición de su autora (no en vano, emplea los apoyos bibliográficos necesarios, que de verdad enriquecen el texto, no como mera retahíla de fuentes). Iravedra lleva a cabo brillantes caracterizaciones, en las que se vale de su capacidad de síntesis para afinar y condensar la amplitud de perspectivas y elementos definitorios que entra a presentar.

Con esos recursos, Iravedra rompe de manera constante una imagen simplificadora de la homogeneidad de cualquiera de las tendencias, incluso dentro de las propias trayectorias de cada uno de los poetas: puntualiza, matiza y recoge la pluralidad, las rectificaciones y la evolución de sus escrituras. Por ello, Iravedra ayuda a complejizar la realidad, rompe los maniqueísmos de las posiciones poéticas y pone de relieve las líneas de conexión entre autores de distintas generaciones que se influyen. En definitiva, deshace la comprensión de este tramo de la Historia como un enfrentamiento entre movimientos en departamentos estancos.

El volumen comienza en 1968. Así, el lanzamiento de los “novísimos” se ubica como punto de partida de la antología. Con acierto, como sabemos, ese hecho constituye una inflexión en el concepto y práctica de la poesía, en consonancia con la transformación del franquismo y el inicio de un nuevo modelo sociopolítico. A su vez, señala 1977 como otra fecha clave para otro viraje del rumbo de la poesía española reciente. Según explica,

restablecidas en España las libertades públicas, cancelados los sueños utópicos del mayo francés y consumada la asimilación por el sistema de quienes habían protagonizado la ‘revolución de los jóvenes’, la poesía asume los recortes respecto de las pasadas esperanzas, acusa el posibilismo moral de los tiempos y sustituye los dogmas por los modelos de vida (69).

De ahí que se produzca, al citar a José Carlos Mainer, una “reprivatización de la literatura” que “promueve el regreso de la literatura del yo, con sus fuertes anclajes en una experiencia biográfica que, en un escenario relativista y adogmático, se erige en única evidencia y precario norte moral” (69).

Con un fuerte sentido crítico, explora las características, recorridos y divergencias de grupos y tendencias; de los “novísimos” o “generación del lenguaje” (o “generación de 1968”, que parece ser la opción por la cual se decanta Iravedra), de la “poesía de la experiencia” e incluso aventura las líneas que se abren en la primera década del presente siglo. Con menor detenimiento, pero con igual precisión, también atiende a las singularidades, a los poetas que han construido una obra meritoria a base de un camino propio o al margen de los movimientos o grupos dominantes, así como a otras tendencias que se han ido sucedido: los “disidentes y ocultos” (52) y “la otra vía” (101); el grupo Claraboya, la veta neosurrealista, épica, la poética del silencio, la “poesía de la conciencia crítica”… De igual forma, hace lo propio con prácticas más minoritarias, como la poesía visual o el experimentalismo. En ese recorrido, el repaso a las antologías más relevantes de esos años supone el hilo conductor de buena parte del análisis y de las conclusiones, y en especial, como punto de partida para el tramo pre-Constitucional.

En específico, Iravedra ratifica que los novísimos profundizan unas pautas renovadoras que ya se han registrado en otros autores anteriores. Apunta su eclecticismo y explica cómo su culturalismo constituye una vía para la ficcionalización, para el enmascaramiento de la confesionalidad y para (en su vertiente más esteticista) la evasión: “Así desvinculada del mundo, nutrida de sus propios saberes, la creación se cierra sobre sí, se establece como su propia realidad y referencia y niega cualquier existencia fuera del universo erigido en su interior” (39). A su vez, concreta, sin ambages, la pretensión comercial de la antología de Josep María Castellet (con una perspectiva de innovación y ruptura sobredimensionada con esos fines por su responsable, y que se superpone a la dimensión literaria del grupo). Con todo, señala la trascendencia del proyecto y cómo determinó durante años la poesía española, a pesar de la propia trayectoria de los autores antologados, “que enseguida marcharían por otros derroteros, con una evidente tendencia a borrar algunas efímeras marcas de época y a atenuar los ademanes de ruptura que precisamente Castellet se había esforzado en resaltar de cara a la comercialización de su producto” (26-27).

Por otra parte, de forma explícita, alude a la diversidad de poéticas que se agrupan bajo el marbete de “poesía de la experiencia”. Aborda el camino hacia la hegemonía de la “poesía de la experiencia” y, más allá, del realismo o la poesía figurativa. Con detenimiento, desgrana las características de este movimiento: utilización del monólogo dramático (e interpretación del poema como artefacto ficcional), uso de metros clásicos, contexto urbano, tono menor, léxico cotidiano...

Asimismo, se deben resaltar los otros dos componentes relevantes que ofrece el volumen. Por un lado, abundantes notas críticas (aclaratorias, no explicativas), que se distribuyen a lo largo de un apretado centenar y medio de páginas, y que están ubicadas al final del tomo, con lo que no entorpecen la lectura de los poemas. Y, por otro, una amplia bibliografía dividida en antologías de ese periodo, estudios generales y estudios específicos sobre cada autor (en donde también se incorporan entrevistas y ensayos propios especialmente relevantes para comprender la poesía de cada uno) que abren numerosas vías de lecturas para profundizar y para rastrear más en concreto lo que han dado de sí en materia poética esos años.

Iravedra presenta una obra para público especializado, estudioso, de explícito sesgo académico incluso, aunque el libro resulta a la par útil para los lectores atentos a la poesía contemporánea, pues no deja de ser una ambiciosa antología muy completa en todos los sentidos. Por todo ello, este volumen resulta una obra de referencia; un libro imprescindible para conocer con rigor lo más destacado de la poesía española de las últimas décadas.

...