María Zambrano en el Jura. Una construcción transnacional de la ciudadanía

María Zambrano in the Jura. A Transnational Construction of Citizenship

María CARRILLO ESPINOSA

Université de Franche-Comté, Francia

mcarrillo[at]colmex.mx

Impossibilia. Revista Internacional de Estudios Literarios. ISSN 2174-2464. No. 20 (noviembre 2020). Monográfico. Páginas 110-131. Artículo recibido 15 junio 2020, aceptado 10 noviembre 2020, publicado 30 noviembre 2020

Resumen: Francia es uno de los países con los que la pensadora andaluza María Zambrano se relacionó de forma más contradictoria. Tras una estadía breve tras La Retirada en 1939, la autora volverá al país galo durante dos temporadas: estará entre 1946 y1951 en París; y entre 1964 y 1979 en La Pièce-Crozet en el departamento de Jura. Interesa este último periodo debido a su connotación de aislamiento voluntario, aunado a su proyecto de crear su propia ciudad, La Pièce, la cual se convertirá en una invención capaz de representar el tejido transnacional forjado durante más de tres décadas de exilio. Así pues, el objetivo de este estudio será dilucidar dicho lugar trasgresor situado en el Jura. Los ejes que guiarán este análisis serán la relación de la autora con los lugares habitados, por una parte, y, por la otra, sus estrategias de vinculación más allá de las fronteras.

Palabras clave: María Zambrano, transnacionalismo, exilio español republicano, itinerario del exilio, comunidades intelectuales en el exilio

Abstract: France is one of the spaces with which the Andalusian writer Maria Zambrano related to more contradictions. In addition to a brief stay after La Retirada in 1939, the author will return to France from 1946 to 1951 in Paris, and from 1964 to 1979 in La Pièce-Crozet in the Jura. This last stay is of interest due to its connotation of voluntary isolation, combined with the project of establishing a city of her own. La Pièce thus became a geographical invention capable of housing the transnational space forged during more than three decades of exile. The aim of this study will be to shed light on this transgressive space in the Jura. The axes that guide this analysis are the author’s relationship with the inhabited places, on the one hand, and, on the other, her strategies to link them beyond geographical borders.

Keywords: María Zambrano, transnationalism, Spanish Republican exile, exile itinerary, intellectual communities in exile

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1. Introducción

El exilio español republicano, cuyo origen simbólico se sitúa en el cruce de la frontera francesa en el invierno de 1939, abrirá, como bien se sabe, un amplio panorama geográfico en ocasiones difícil de descifrar debido a los periplos seguidos por los refugiados. Entre las destinaciones más recurrentes está Francia, lugar de paso obligado para todos y, para algunos, lugar de acogida; Cuba, primera parada en la ruta marítima; México, destino que contó con el apoyo gubernamental hacia el bando republicano; Argentina, con una sólida red de intelectuales que forjaron un espacio propicio para el desarrollo de la cultura española en el exilio. Ahora bien, el itinerario de las personas exiliadas se enriquece y se complejiza gracias a sus relaciones de intercambio cultural que no sólo traspasaban fronteras —de Francia, a Cuba, a México, etc.—, sino que además convergían en epicentros no siempre coincidentes con sus países de acogida. Un claro ejemplo de esto es la revista argentina Sur, cuyo interés por hacer circular la obra de los pensadores afines a la República española propició que en sus índices coincidiera una buena parte de las y los autores del exilio (Pasternac, 2005). Lo mismo sucedió con los proyectos editoriales: Losada en Argentina o el sello Tezontle —más tarde vinculado al Fondo de Cultura Económica— en México fungieron como plataforma para estos autores (Cervantes Becerril, 2020). La continuidad de la comunidad intelectual española se extiende a sus lugares de tránsito, residencia e intercambio cultural (Jato, 2020), de modo que analizar la trayectoria de estos autores exige tener presentes sus desplazamientos geográficos y, no menos importante, su red transnacional de contactos que comprende tanto a otros exiliados, residentes o no en el mismo país, como a intelectuales provenientes de los países de acogida, pues los productos culturales del exilio español son inimaginables sin figuras clave del pensamiento hispanoamericano como Alfonso Reyes o Victoria Ocampo.

¿Cómo podría situarse el transnacionalismo en relación con los y las autoras del exilio español? Tal acercamiento presupone un conflicto cronológico, puesto que este concepto cobra fuerza en los años noventa con el inicio de las comunicaciones digitales; esto es, cinco décadas después del inicio del éxodo republicano. Sin embargo, el transnacionalismo en cuanto fenómeno migratorio no es exclusivo de dicha época (Portes, Guarnizo, & Landlot, 1999). Veamos su evolución como concepto. El transnacionalismo surgió en oposición al método de estudio nacionalista que se interesaba por medir los niveles de integración de un/a migrante a su nuevo país. Ya desde 1960 había comenzado a hablarse de la especificidad étnica de las comunidades migrantes, pero no fue sino treinta años más tarde, en 1990, que el auge de las nuevas tecnologías puso en evidencia el espacio virtual transfronterizo en el que los migrantes se desenvolvían. Este fenómeno hace posible conservar la vinculación afectiva con personas del país de origen, al mismo tiempo que se construyen nuevas relaciones en el país de acogida (Schiller, Basch, & Blanc-Szanton, 1992; Green, 2019). Así pues, a esta red virtual de interacción que traspasa las fronteras nacionales se le llamó transnacionalismo. En los años siguientes tuvo lugar una discusión sobre la preexistencia del transnacionalismo. Las y los historiadores sostenían que durante los siglos xix y xx este carácter transnacional se encontraba asentado en documentos impresos. La única diferencia es que hacia el final del siglo xx este intercambio se desplazó a soportes digitales. El cambio consistió, por lo tanto, en los medios —de las cartas a las videoconferencias— y no en la voluntad de comunicación. Por lo que, si bien el transnacionalismo es un concepto reciente, el fenómeno al que hace referencia data de tiempo atrás (Green, 2019: 65). Como explica Nancy Green, en los últimos años ha tenido lugar un replanteamiento de lo transnacional que ve en los avances tecnológicos un medio favorecedor, pero no exclusivo de este tipo de interacción transfronteriza (2019: 64), lo cual invita a entender el transnacionalismo desde una perspectiva más amplia; es decir, como mecanismo de vinculación a través de espacios geográficos, políticos y culturales distantes entre sí.

Una vez hecha esta aclaración metodológica, veamos las vertientes que ofrece el transnacionalismo en el estudio de autoras/es del exilio. Este enfoque propone que las redes de interacción transfronterizas se basan en la percepción de una identidad en común, con frecuencia, basada en el lugar de origen junto con los rasgos culturales y lingüísticos asociados a este (Vortec, 2001). El rasgo unificador más evidente entre la gente española exiliada son los ideales de la España de la República: evocación histórica e ideológica que con el paso del tiempo se convertirá en una imagen atemporal capaz de reunir a los intelectuales del exilio en torno a ella. Como retrata Max Aub en La verdadera historia de la muerte de Franco (1960), los cafés de la Ciudad de México se convirtieron en centro de conversaciones repetitivas sobre la guerra de España y los proyectos del regreso:

Lo único que no variaba era el tema, ni el tono, de las discusiones:
—Cuando caiga Franco…
—Aquello no puede durar.
—Tiene que caer…
—¿Ya leíste que…
—Es cuestión de días…
De semanas, de meses —a lo sumo—. Los que dudaban acababan callando, apabullados.
El ruido, las palmadas (indicadoras de una inexistente superioridad de mal gusto), la algarabía, la barahúnda, la estridencia de las consonantes, las palabrotas, la altisonancia heridora; días, semanas, meses, años, iguales a sí mismos; al parecer, sin remedio (Aub, 1979: 20).


Este elemento identitario desembocó en una relativización del espacio; a saber, ciudades por las que no pasa el tiempo, cruces de fronteras, e incluso, diseños imaginarios de nuevas urbes.

La percepción subjetiva del espacio por parte de las personas migrantes y exiliadas ha llamado la atención de la geografía contemporánea. Para entender este fenómeno Yi-Fu Tuan propone deslindar la noción de ‘espacio’ de la de ‘lugar’. Mientras que el espacio corresponde a una dimensión abstracta y abarcadora, el lugar es una representación que se desprende de la experiencia. El lugar constituye un punto de asentamiento de cara a la indeterminación del espacio. Esto le da un carácter simbólico indispensable para toda construcción identitaria en cuanto referente de pertenencia. En el exilio se acentúa la importancia de estos lugares, puesto que o bien se han quedado en el país de origen, o bien están por ser forjados en el de acogida (Tuan, 1970: 126). Al estar alojados en la memoria, los lugares evocados por los exiliados se refieren a sitios concretos, pero dotados de significaciones propias de la experiencia de cada individuo. Esta visión subjetiva se aprecia de forma particular en la transmisión de la primera a la segunda generación del exilio: aquella que creció en el país de acogida. La segunda generación suele heredar una colección de lugares evocados que no siempre coinciden con sus delimitaciones geográficas (Santos, 1996: 61). Es este el caso de los sujetos hispano-mexicanos, conocidos como la generación Nepantla, quienes reprocharon haber crecido con una imagen anacrónica por demás alejada de la España que a ellos les tocará conocer (Muñiz-Huberman, 2002: 155-165).

2. María Zambrano y el transnacionalismo

En vista de lo anterior, este estudio propone que un enfoque transnacional, si bien a primera vista asociado con el exilio español, podría ofrecer una perspectiva enriquecedora en relación con los y las autoras cuya huella se encuentra diseminada entre los continentes europeo y americano. El acento del transnacionalismo en las conexiones que traspasan las fronteras nacionales supone una mayor soltura al acercarnos al exilio español, puesto que cuestiona la necesidad de situar a sus autores en una sola tradición, ya sea la española, excluyendo la hispanoamericana, o viceversa. Desde el transnacionalismo, por el contrario, estos escritores serían estudiados desde su complejidad geográfica. Tal es el caso de la pensadora andaluza María Zambrano (Málaga, 1904 - Madrid, 1991). Si bien la autora nació y murió en España, el itinerario de su exilio atraviesa Francia, México, Chile, Cuba, Puerto Rico, Italia y Suiza, sin contar con su presencia editorial en países como Argentina o Colombia. Entre sus múltiples desplazamientos, llama la atención su tercera estadía en Francia, de 1964 a 1979, durante la cual la escritora construyó una ciudad a su medida en la región del Jura. La Pièce, como se verá más adelante, fue una invención geográfica en la que la nación gala no figuraba como país. En este lugar el círculo de amistades creado desde el exilio dibuja un mapa transnacional por demás amplio: diferentes continentes, nacionalidades, lenguas, disciplinas y creencias religiosas. De ahí que un concepto metodológico como el transnacionalismo pueda ser relevante al analizar la trayectoria de Zambrano.

En cuanto a los estudios realizados sobre la filósofa, al abordar su visión del exilio el enfoque más recurrente se orienta hacia el concepto zambraniano de tiempo (Eguizabal, 1999; Balza, 2000; Abellán, 2006). Esto está motivado por su obra, pues muchos de sus textos plantean que en el destierro la falta de un espacio propio se sobrelleva gracias a la consagración a la dimensión temporal: aunque un exiliado no tenga tierra, puede, y debe tener, una identidad basada en el devenir temporal (Abellán, 2006: 72). Sin restar importancia a estas reflexiones de innegable relevancia filosófica y poética, en esta ocasión, con la finalidad de ampliar las posibilidades hermenéuticas en torno a la autora, proponemos centrar la atención en su relación con el espacio desde una perspectiva transnacional. Preguntas como ¿cuál fue la relación de la autora con los lugares habitados? y ¿cómo construyó y conservó su red transnacional de intercambio intelectual? guiarán este análisis. Primero comentaremos el itinerario de la andaluza y su relación con los lugares habitados; por ejemplo, si participó en el campo cultural del país de acogida, o si estuvo presente en las casas editoriales locales. Después, nos referiremos a los vínculos mantenidos a lo largo de su exilio. Nos centraremos en su tercera estadía en Francia y veremos que la autora, en este momento de madurez, decide relacionarse tanto con sus compañeros de exilio, como con los vínculos provenientes de sus estadías en otros países.

3. Itinerario del exilio

Una vez fuera de España, la elección de las personas exiliadas en relación con su nuevo lugar de residencia estuvo motivada, en buena medida, por las circunstancias: contactos e invitaciones institucionales. Sin embargo, un margen de acción implicaba permanecer en el mismo sitio hasta que fuera posible el regreso o desplazarse de un lugar a otro sin mayores intenciones de arraigo en cada país visitado. Zambrano optó por la segunda opción y teorizó sobre ella bajo el concepto de “centro móvil” según el cual una vez vetado el lugar de pertenencia inicial, el individuo exiliado puede llevar su centro consigo mismo y detenerse en cualquier parte, pues su casa está en su corazón y en su memoria (Zambrano, 1977: 59). Nos atrevemos a afirmar, sin embargo, que esta idea no proviene tan solo de una construcción poético-conceptual, visto que varios cambios de residencia de la escritora fueron dictados por la mala suerte o por situaciones claramente trágicas.

Hagamos un recuento del peso que tuvieron los países que componen el itinerario de la andaluza. México estuvo marcado por una serie de desavenencias. La autora llegó a este país en 1939 invitada por el gobierno mexicano. El motivo inicial de la invitación era integrarla como profesora en la Casa de España en México, pero este proyecto no pudo llevarse a cabo, pues llegaron otros profesores con más antigüedad y con trayectorias consolidadas para los que también era necesario encontrar un sitio de trabajo. Entonces, Zambrano fue enviada a una universidad de provincia, la Universidad Michoacana, en la que le exigieron orientar sus clases de filosofía hacia el materialismo histórico (Sánchez Díaz, 2004: 111-124). Molesta por esta imposición de cátedra, al cabo de un par de cursos viajó a Cuba para impartir unas conferencias y no volvió a México sino hasta 1949, cuando le ofrecieron la cátedra de filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México que dejaba Juan David García Bacca. La autora en un primer momento aceptó el puesto, pero renunció poco tiempo después. En Cuba, en cambio, sabemos por su obra que ahí pasó una de las temporadas más agradables de su exilio y también una de las más productivas gracias a los intercambios con el grupo Orígenes: integrado por José Lezama Lima, Virgilio Piñeira, Cintio Vitier, entre otros (Sánchez-Grey Venegas, 2011). Es en La Habana donde escribe las primeras versiones de La tumba de Antígona (Zambrano, 2012), además de sus ensayos, peculiares en el conjunto de su obra, sobre la situación de las mujeres en la época moderna. Sin embargo, la noticia de la enfermedad y muerte de su madre fue la razón por la que la autora abandonó la isla en 1946. Con Puerto Rico tuvo una relación accidentada. Las intenciones de invitarla a la universidad para ocupar un puesto de profesora de filosofía se frustraron debido a los cambios políticos que atravesaba el país en sus relaciones con Estados Unidos. No obstante, a su vinculación con el campo cultural puertorriqueño (Aviles Ortiz, 2016) se deben los ensayos Persona y democracia (Zambrano, 1958) y El freudismo, testimonio del hombre actual (Zambrano, 1940). Italia representó otra experiencia accidentada. Además de ser un periodo de notables carencias económicas, conflictos sociales y políticos hicieron abandonar el apartamento donde vivía en Roma (Bergagna, 2017). Tales vicisitudes se encuentran en la correspondencia con Elena Croce (Croce, 2015). Gracias a estas cartas sabemos que Zambrano perdió su permiso de residencia debido a denuncias anónimas que se quejaban de su imponente corte felina, pero que, en realidad, llevaban de fondo la desconfianza frente a su pasado rojo al ser una intelectual afín a la República española. Acusación por demás injusta, pues, como acabamos de mencionar, la razón por la que abandonó la academia mexicana fue precisamente por haber rechazado la imposición de una cátedra orientada hacia la ideología comunista. Con todo, durante esta estadía en Roma la autora se encontró rodeada de un cálido grupo de intelectuales del exilio español —entre ellos José Bergamín, Enrique de Rivas, Ramón Gaya— así como de figuras clave del campo cultural italiano, además de Elena Croce, están Elemire Zolla, Cristina Campo, Silvia Croce y Leonardo Cammarano, entre otros. Esta época fue de gran importancia para su obra. De ella data la versión final de su libro El hombre y lo divino (Zambrano, 1955), lo mismo que sus textos erótico-místicos y el ensayo “Para una historia del amor” (1955: 238-254). También, es en la capital italiana donde la autora se encuentra con su “amante”, forma en que se refería a la estela del adolescente en la Via Appia (Ferrucci, 2004).

La relación con estos países está documentada en sus prólogos y en sus cartas. Por el contrario, situar a Francia en su trayectoria requiere una indagación más exhaustiva. Pensemos que durante un buen tiempo, antes de que empezara a clasificarse el material que la autora fue dejando por el camino y se sistematizara su biografía, no estaba claro si Francia era uno de sus lugares de acogida en el exilio. Figuraba, más bien, como lugar de paso. Parecía que en realidad había permanecido más tiempo en Italia y luego se había mudado a Suiza. Ahora sabemos que no es así, que estuvo en Francia de 1964 a 1979 (Tejada, 2013). Al margen de la precisión de los datos biográficos, es relevante detenerse en estas confusiones geográficas. ¿A qué se debe el que no se asocie a Zambrano con el país galo? Posiblemente a los vínculos que ella estableció, o no, con esta nación. Para empezar, rara vez encontraremos referencias a Francia en su obra, a diferencia de Cuba, Italia o México. Cuando Zambrano estuvo ahí escribió sobre La Pièce y firmó cartas desde esta ‘ciudad’. Sin embargo, la Pièce no se encuentra en los mapas, pues en realidad es el nombre de una calle que está en Crozet, un pueblo en la región del Jura, situado a 17 kilómetros de Suiza. Tal vez de ahí provenga la confusión.

Zambrano había estado en Francia durante dos temporadas breves. En 1939, después de La Retirada,1 ella se desplaza junto con su familia a París, donde se quedarán su madre y su hermana. Pocas semanas después irá a México. Con todo, este primer momento en Francia marca el comienzo de su exilio. Para Zambrano la derrota no se hizo presente durante La Retirada. El verdadero sentimiento de fracaso vino al reconocerse ajena al nuevo espacio en el que se encontraba. En Deliro y destino (Zambrano, 1989) cuenta que, hospedada en un albergue en Perpignan, se sobresaltó al oír el ruido de unas personas que se acercaban. Temía que fueran agentes de la policía, pero sólo eran unos viajeros franceses. Es ahí cuando Zambrano dice sentirse vencida. Se da cuenta de que las personas de su entorno vivían en una realidad distinta y desconocían la angustia de las españolas en el sur de Francia en aquella época. De La Retirada recuerda el espíritu de grupo y la solidaridad de una comunidad. Una vez en Francia, experimenta por primera vez la soledad, y, sobre todo, la no pertenencia. Ahí comenzará su reflexión poético-filosófica sobre el exilio.

En seguida, Zambrano acepta la invitación de la Casa de España en México y al cabo de un año se instala en La Habana. En 1946 vuelve a París tras la muerte de su madre y encuentra a su hermana en una situación muy frágil. Araceli Zambrano había sido detenida por la Gestapo y su marido había sido deportado a España para ser fusilado. En Delirio y destino, este pasaje es contado como un delirio, con imágenes oscuras y desordenadas. En medio de este caos estilístico voluntario, esboza la famosa pregunta retórica “¿Habrá perdón para el que estrangula una paloma?”. Dice Zambrano:

Ella padece de su herida, mana su sangre, la sangre del amor herido, la del amor inútilmente manchada, paloma inaccesible a toda humillación y humillada, aquí por nosotros. Pedirte perdón, paloma, hasta el polvo, hasta deshacerme, pedirte perdón por España (1989: 257).

A partir de ese momento, las hermanas Zambrano se volverán inseparables. Están entre 1946 y 1947 en París en compañía de Elena Garro y Octavio Paz. Después viajan a Hispanoamérica y vuelven a Europa para instalarse en Roma. Cuando son expulsadas de su apartamento, su primo Rafael Tomero Alarcón, quien era funcionario en Ginebra, les ofreció mudarse a su casa de vacaciones en Crozet. Fue así como Zambrano llegó al Jura. Durante esta tercera estadía en Francia, el mundo intelectual francés dejó de interesarle. Hay que recordar que la segunda vez que estuvo en París estableció varios vínculos con el campo cultural de este país. Conoció a Roger Callois, Emil Cioran, Jean-Paul Sartre y Albert Camus. Entre Sartre y Camus tuvo más afinidades con el segundo. Este fue quien intercedió para intentar publicar en Francia una primera versión de El hombre y lo divino. Sin embargo, tras la muerte inesperada de Camus, la editorial Gallimard no dio seguimiento a la petición. El segundo intento de publicación de este libro fue hecho por Cioran, quien lo llevó a la editorial Plon, donde fue rechazado. La respuesta negativa argumentaba que había pasajes que tendrían serios problemas de traducción. Vemos entonces que en Francia había algunas historias en torno a Zambrano. Así, durante su estadía en el Jura, con excepción de Emil Cioran y de René Char, la autora abandonó todo vínculo con este país.

Con el paso del tiempo se hará evidente que esta determinación de aislarse en La Pièce responde al proyecto de edificar su propia ciudad (Carrillo, & Deny, 2014). La urbe como metáfora está presente en buena parte de su obra y tiene una perspectiva abiertamente personal. Más que una denominación político-geográfica, esta construcción hace referencia a la delimitación de un espacio. Se trata de un lugar habitable que ofrece protección y serenidad, en el que todos los elementos están conectados: los habitantes, el interior y el exterior son parte de un mismo sistema. Así, la ciudad zambraniana se conecta, en primer lugar, con la metáfora de la casa, lugar de lo privado, y luego, con la metáfora del corazón, centro de la vida y la medida del paso del tiempo. La cadena de metáforas ‘corazón’, ‘casa’ y ‘ciudad’ responde a una construcción que cada persona debería crear y habitar a su manera. En Claros del bosque (1977) esbozará las siguientes líneas al respecto:

Ciudad es todo lo que tiene techo. Y al tener techo, puerta. Un dintel y un techo, una habitación donde solamente su dueño y los suyos, y los que él diga pueden entrar, por escaso abrigo que proporcione. Ya ese hombre ha trazado un límite entre su vida y la del universo, una frontera (Zambrano, 1977: 107).

En el Jura la autora tuvo la ocasión de llevar a término esta idea. La Pièce, que no existe como tal, fue una ciudad ideada por ella misma y podría estar en Francia o en cualquier otro territorio. Mónica Jato plantea que la pérdida del lugar de origen en el exilio se relaciona con una negociación identitaria que habrá de condicionar la interacción con los nuevos lugares de residencia (2020: 5). Para Zambrano este proceso de negociación no descansó hasta no crear su propia localidad, aun si esta consistía en una calle. Su ciudadanía en La Pièce fue, de este modo, transnacional, pero no solo como continuidad con sus coetáneos exiliados, sino también como centro de los vínculos establecidos durante su itinerario.

4. Relaciones transnacionales en La Pièce

Las relaciones que nuestra autora cultivó en La Pièce apuntan hacia diferentes direcciones geográficas, ideológicas e incluso generacionales. Veamos algunos ejemplos. Entre sus amigos más significativos en este periodo se encuentra el escritor José Herrera Petere, coetáneo de Zambrano, quien representó para ella un vínculo sólido con el exilio republicano en Suiza. También José Ángel Valente, en esa época un joven poeta, funcionario en Ginebra, que conectó a la autora con las nuevas generaciones españolas; además de que él contribuyó enormemente al reconocimiento de la obra de la andaluza en España (Ullán, 1981). Emil Cioran, una amistad que databa de la segunda estancia de la pensadora en París y uno de sus pocos contactos con la actualidad francesa. También es importante la comunicación epistolar con el teólogo y filósofo, Agustín Andreu, que daba continuación a una amistad y una gran afinidad intelectual forjada en Italia. Por otra parte, entre su red de contactos se encuentra el escritor Julio Cortázar, quien la visitó en varias ocasiones en La Pièce. Y, por supuesto, Zambrano no deja de escribirse con José Lezama Lima, su gran cómplice intelectual en Hispanoamérica. Vemos que el espectro de estas relaciones es bastante amplio: exilio republicano, nuevas generaciones en España y coetáneos en Hispanoamérica. Es por eso por lo que, al acercarnos a esta última etapa del exilio de Zambrano, se vuelve necesario buscar una perspectiva que contemple la identidad y las relaciones del exiliado más allá de la delimitación de las naciones. Si bien ella es española por nacionalidad y exiliada por autodefinición, su filiación intelectual está dividida entre Europa e Hispanoamérica. Sus intercambios con Italia y con Hispanoamérica son tan importantes como los que estableció con su país natal. Sería un sinsentido situarla como americana, pero también lo es reclamarla sin más como una autora española ignorando sus actividades a lo largo de sus años de exilio. Por eso insistimos en la importancia de un concepto como el transnacionalismo que permite entender la trayectoria de exiliada de Zambrano en su ambigüedad geográfica, sobre todo en la etapa en el Jura francés.

En este sentido, es interesante preguntarnos por los medios de vinculación de los que nuestra autora disponía en la década de los años setenta para construir su ciudadanía transnacional. El medio de contacto por excelencia eran las cartas y los viajes. Gracias a la correspondencia epistolar y a las visitas de los amigos, Zambrano logró articular su ciudad. Dicha interacción a través de las distancias puede rastrearse en epistolarios, testimonios y revistas literarias.

Comencemos por las revistas literarias. Por su formato de entregas periódicas, las revistas encierran un complejo sistema de relaciones en el que autoras/es afines coinciden a lo largo de varios años y en diferentes naciones. Veamos algunos ejemplos en relación con la red de nuestra autora. En la publicación española Cruz y raya Zambrano coincide con José Herrera Petere por primera vez. En Revista de Occidente publica cerca de su maestro José Ortega y Gasset, quien después será su vínculo con la revista Sur en Argentina. En las publicaciones mexicanas Taller y El hijo pródigo se vincula con Octavio Paz, relación que continuará durante su segunda estadía en París. En la revista cubana Orígenes se hace patente el vínculo literario con Lezama Lima, quien después, por mediación de Zambrano, se relacionará con José Ángel Valente, alianza intelectual conocida como la triada pitagórica (Aguilar-Alvárez Bay, 2014). Valente escribe sobre la pensadora en Ínsula (Valente, 1966) y José Luis Aranguren en Revista de Occidente (Aranguren, 1966). Vendrá después el homenaje de Los cuadernos del Norte (1981), y de Anthropos (1987), publicaciones que marcarán el regreso de la autora a España (Salinero Portero, 1984).

Vamos ahora con un medio vinculación que pertenece al ámbito privado: las cartas. Al analizar este intercambio entre espacios distantes es relevante la correspondencia con José Lezama Lima. Sabemos que, salvo un breve viaje a México, Lezama nunca viajó fuera de Cuba. De modo que para él los espacios recorridos con la imaginación cobran gran importancia. Esto se demuestra en la correspondencia con Zambrano primero en Roma y después en La Pièce. En esta carta de 1970, Lezama describe la imagen que tiene del Jura y cómo percibe a la filósofa ahí. Dice Lezama:

Con frecuencia la preciso en su gran soledad, […] ¿por qué, qué fatalidad ha hecho que usted tan meridional, tan hecha para la más fina conversación y para la amistad que sabe eternizar lo cotidiano, […] haya tenido que vivir en un rincón frío y como solitaria? […] María, su soledad merece el respeto y la admiración de todos. Una soledad que forma parte de su misterio y del misterio del ángel que la cuida. Usted ha sabido asumir la suprema dignidad, allí donde no hay preguntas ni respuestas (Lezama, Zambrano, & Bautista, 2006: 146).

Lezama no entiende el porqué de la decisión de Zambrano de recluirse en esa región. Recordemos que él intentó que ella permaneciera en La Habana. Incluso hizo que Fidel Castro le enviara una invitación que ella terminó por rechazar (Moreno Sanz, 2004: 30). Zambrano le responde que su soledad es relativa; y que en la siguiente carta le enviará una postal con el paisaje y le contará más del lugar en el que vive. En esta percepción de soledad relativa se muestra la constitución transnacional de su estadía en La Pièce. La intelectual no cree estar aislada al conservar los vínculos con sus amistades.

El intercambio también se da en el sentido inverso, de La Pièce a La Habana, en la última carta que Lezama escribe a la autora:

Aprovecho la visita de Cortázar, nuestro bien querido, para mandarle estas líneas. Por él me entero que Ud. está bien de salud espiritual y corporal. Gracias a los hados, Cortázar está de nuevo entre nosotros. Un excelente amigo, que nos recuerda aquellos años dichosos en que Ud. nos visitaba. Fueron aquellos nuestros mejores años, aunque Ud. estaba desolada por las muchas cosas que había perdido (Lezama, Zambrano, & Bautista, 2006: 197).

Así pues, la correspondencia epistolar fue un medio para conectar por medio de la imaginación dos espacios tan distantes como lo son Francia y Cuba.

Los testimonios, por su parte, —escritos desde la nostalgia, la idealización o la subjetividad— nos conducen al círculo de las relaciones transnacionales forjado gracias a un contacto presencial y directo. Se trata de notas breves, en muchas ocasiones homenajes, de los escritores que frecuentaban a la autora en ese momento. Entre estos se encuentra el artículo que Valente publicó en 1991 en el diario ABC tras la muerte de Zambrano. Aquí encontramos otra descripción de La Pièce:

Ahora, desde la ventana de la habitación donde escribo, veo la bella línea misteriosa del Jura melancólico. Imagino los senderos por donde anduve un tiempo, caminos que a ninguna parte llevan. Concentración repentina de la mirada, lugar de la visión. Claros del bosque (Valente, 1991: 3).

Enseguida Valente presenta una imagen algo perturbadora de las hermanas Zambrano. Al margen de esto, es interesante ver en estas líneas los rastros de los espacios anteriores habitados por la autora y cómo todos se condensan en su casa en La Pièce:

Bramaban en los altos de la granja perdida en las faldas del Jura treinta gatos de libertad privados. […] Círculos, chales, largas boquillas de otro tiempo, imantados recuerdos de las grandes metrópolis: Roma, París, La Habana. […] Su mundo era el de la procesión frustrada. Por eso había en ellas algo amargo, patético, o terrible (1991: 3).

Por último, quisiéramos mencionar un testimonio menos conocido, “Al Jura se fue la canción. María Zambrano - José Herrera Petere”, presentado por Rose Duroux. Se trata de un relato de Emilio Herrera Soler, primogénito de Herrera Petere, que describe la vida cotidiana de los exiliados españoles entre Francia y Suiza en la década de los años setenta:

Como era costumbre, los sábados y los domingos íbamos toda la familia desde Ginebra, primero en bicicleta y después en coche, a hacer un picnic al pie del Jura con la tortilla preparada por nuestra muchacha Eduarda y con las guitarras a pasar el día en el Campo (Duroux, 2014: 162).

Emilio Herrera ,menciona a continuación a las hermanas Zambrano:

Allí, rodeada de un sinfín de gatos, por los menos unos diez sino veinte, mi padre y mi madre pasaban la tarde conversando con las dos hermanas, hablando naturalmente de España y comentando la vida de los exiliados. […] Era una forma de peregrinación ir a ver a esas dos mujeres tan humildes y sabias. Mi padre que las quería mucho, como un sobrino que va a beber los recuerdos de su triste y lejana España, salía de esas visitas lleno de nostalgia (Duroux, 2014: 162).

Esta descripción evidencia la continuidad imaginaria de un espacio lejano. Treinta años después, la identidad colectiva de los exiliados en Francia y Suiza permanece gracias a rituales cotidianos en apariencia insignificantes, como la música o la comida, pero que crean la ilusión de traer de vuelta la España que se dejo atrás.

5. Conclusiones

La Pièce es una ‘ciudad’ zambraniana que está en Francia pero que podría estar en cualquier otra parte. Adquiere dicha condición al convertirse en el centro de las experiencias y los contactos acumulados a lo largo de treinta años de exilio. Así, las relaciones que la autora establece desde su ciudad apuntan a una geografía deseada; es decir, a un lugar en el que puedan convivir tanto los y las exiliadas españolas, como las nuevas generaciones que viven en España, sin dejar de lado los vínculos con Hispanoamérica. Tal voluntad consciente en nombrar un lugar de residencia se acerca a la conceptualización de Yi-Fu Tuan a propósito del lugar y el espacio, pues los lugares son habitados de forma abiertamente subjetiva. Para Zambrano, La Pièce representa un acto fundacional. Mientras el espacio es abstracción e inmensidad, los lugares son sitios concretos que se desprenden de la experiencia de sus habitantes. Es así como un pueblo poco accesible en el Jura francés se convierte en un lugar de peregrinación y de intercambio epistolar para las y los intelectuales afines a la España republicana.

El transnacionalismo plantea la posibilidad de que los individuos migrantes vivan de forma simultánea en diversas sociedades. Para algunos teóricos esto es incluso visto como un acto de rebeldía al no dejar que el sistema del país de residencia los determine por completo (Schiller, Basch y Blanc-Szanton, 1992: 11). Nos preguntamos a propósito de esto si la decisión de Zambrano de recluirse en el Jura podría ser considerada como un acto de rebeldía. En un primer momento el viaje a este lugar estuvo motivado por el problema inmediato de tener que dejar su apartamento en Roma. Sin embargo, al estar en el Jura, la autora siguió recibiendo invitaciones para continuar con su periplo, en especial para volver a España tras la muerte Francisco Franco, pero ella no volvió sino cuando ya era muy mayor, en 1984. Su estadía en La Pièce fue, sin duda, una respuesta al no encontrar una ciudad acogedora. Si bien ella se aisló del contexto que la rodeaba, creó su propio lugar habitable. Como le decía a Lezama, su soledad en el Jura era relativa, pues estaba acompañada por las visitas y las cartas de sus amistades.

En el mismo sentido, nos atrevemos a afirmar que la especificidad de su obra se debe en buena medida a su itinerario de exiliada, puesto que favoreció diversos intercambios intelectuales que se acumularán a lo largo de su trayectoria. A esto se suma la importancia concebida por la filósofa a la forma de asumir este exilio itinerante: una desposesión que se transforma en un renacimiento. Esto representó, en su relación con el espacio, el renunciar a establecerse en un sitio hasta no lograr construir una ciudadanía a su manera. Se trata, así, de una serie de idas y vueltas que nos invitan a experimentar diferentes vías de acercamiento, capaces de respetar las desfiguraciones geográficas transitadas e ideadas por la autora.

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1La Retirada se refiere el momento histórico en que las personas exiliadas afines a la República Española atravesaron la frontera francesa entre el 28 de enero y el 13 de febrero de 1939.

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