Esther LÁZARO
Universitat Autònoma de Barcelona, España
es_la_sa[at]hotmail.com
Impossibilia. Revista Internacional de Estudios Literarios. ISSN 2174-2464. No. 20 (noviembre 2020). Monográfico. Páginas 78-109. Artículo recibido 25 junio 2020, aceptado 24 septiembre 2020, publicado 30 noviembre 2020
Resumen: En este trabajo se presenta una selección de cartas, en su mayoría inéditas, entre Anna Murià y su hija menor, Eli Bartra Murià, donde se puede apreciar la percepción de la exiliada y su hija frente al fenómeno que marcó sus vidas. Se han elegido tres momentos significativos que motivaron la correspondencia entre ambas: el primer viaje a Europa de la pareja Bartra Murià desde que abandonara Francia, el primer viaje de Eli Bartra a la tierra de sus padres en busca de sus raíces y la vuelta a España de Anna Murià y Agustí Bartra. Con la presentación de estos documentos y la paráfrasis de sus contextos familiares se busca señalar cómo los exiliados transmitieron valores republicanos a sus descendientes directos en consonancia con la cultura que tuvieron que dejar atrás, en un claro ejemplo de transnacionalismo. Finalmente, se añade una coda sobre el feminismo de ambas autoras.
Palabras clave: Anna Murià, Eli Bartra Murià, cartas, mujeres escritoras, exilio republicano, feminismo
Abstract: This paper presents a selection of letters, mostly unpublished, between Anna Murià and her daughter, Eli Bartra Murià, where we can appreciate their perception, regarding the phenomenon that marked their lives. Three specific moments that motivated the correspondence between they have been chosen: the first trip to Europe of the couple Bartra Murià since they left France, the first trip of Eli Bartra to the land of their parents in search of her roots, and the return from exile, the return to Spain, by Anna Murià and Agustí Bartra. With the presentation of these documents and the paraphrasing of their family contexts, the aim is to point out how the exiles transmitted republican values to their direct descendants in line with the culture they had to leave behind, in a clear example of transnationalism. Finally, a coda on the feminism of both authors is added.
Keywords: Anna Murià, Eli Bartra Murià, letters, women writers, republican exile, feminism
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Si seguimos los estudios culturales insertos en la teoría transnacional asentados por Nina Glick Schiller, Linda Basch y Cristina Blanc-Szanton (1992), resulta evidente que el fenómeno del exilio republicano es paradigmático de esa migración que se mantiene vinculada no sólo a la cultura de los países de origen y de acogida, sino también a la cultura de la Segunda República, una cultura extinta en España a partir de 1939, cuyos vestigios represalió con dureza el franquismo.
La labor transnacional del exilio republicano —estudiada desde esta perspectiva transcontinental que nos interesa para el presente trabajo en Elena Díaz Silva, Aribert Reimann y Randal Sheppard (2018)— va más allá del vínculo entre la comunidad exiliada y la comunidad de acogida, incluso entre la primera y los insiliados, es decir, los que se quedaron en España a pesar de sus ideas o simpatías republicanas y sufrieron la represión del régimen y/o el ostracismo de la sociedad franquista. Fue también tarea de las exiliadas y exiliados preservar la memoria y los valores republicanos y transmitirlos a la denominada “segunda generación”. Como señaló Peggy Levitt, “those who live within transnational social fields are exposed to a set of social expectations, cultural values, and patterns of human interaction” (2001: 197).2 En este trabajo señalaremos, a través del ejemplo de Anna Murià y su hija Eli Bartra Murià, esta “exposición transnacional” a la que la segunda generación estuvo, a nuestro parecer, más sometida.
Las características de esta segunda generación del exilio republicano quedan reflejadas en trabajos como el de Santiago Muñoz Bastide (2019), los que se recogen en el volumen colectivo editado por Manuel Aznar Soler y José-Ramón López García (2011) o en el monográfico coordinado por Juan Rodríguez y José-Ramón López García (2017), entre otros. También contamos con estudios que atienden a las características transnacionales de las segundas generaciones de otros movimientos migratorios españoles, como sería el caso de la migración económica en Francia en la segunda mitad del siglo xx, señaladas en el libro colectivo coordinado por Laura Oso (2008).
Más significativo si cabe para el trabajo que presentamos es el marco teórico de los estudios epistolares en la diáspora republicana, dado que es justamente desde esta modalidad de las escrituras del yo que conoceremos el intercambio de impresiones relativas al exilio que comparten madre e hija en su correspondencia durante tres momentos señalados. Los epistolarios son, sin duda, una de las fuentes más ricas para incidir en esa construcción cultural y nacional que proponen las y los refugiados republicanos desde sus distintos lugares de acogida, porque es “a través de la correspondencia [que] los exiliados iniciaron la construcción de una artificiosa patria de papel” (Montiel Rayo, 2018: 194).
El caso que nos ocupa, el de las cartas entre Anna Murià y su hija Eli, difiere de las correspondencias paradigmáticas —estudiadas en su generalidad por Francisca Montiel Rayo (2018, 2017a y 2017b)— por tratarse de misivas entre miembros del mismo núcleo familiar. Si bien dicho intercambio epistolar está motivado por la necesidad de mantener el contacto entre madre e hija en momentos de separación, no se trata de un alejamiento forzoso, como sí se infiere de la mayoría de epistolarios característicos escritos entre exiliadas/os y entre el exilio y España.
En las siguientes páginas, pues, se ofrece una muestra del trasvase cultural intergeneracional y transnacional. Con la presentación de estas cartas intercambiadas entre madre e hija, en su mayoría inéditas, y la paráfrasis de sus contextos familiares, se busca señalar cómo los y las exiliadas republicanas transmitieron una serie de valores a sus descendientes directos en consonancia con la cultura republicana y, en este caso, catalana que tuvieron que dejar atrás.
Anna Murià, nacida en 1904 en Barcelona, inició su exilio en Francia a finales de enero de 1939 junto a sus padres y sus hermanos. A sus treinta y cinco años había publicado ya varios relatos, dos novelas y dos ensayos, además de contar con una presencia significativa en la prensa catalana de aquellos años. Durante los últimos meses de la guerra civil llegó a dirigir el Diari de Catalunya, siendo la primera mujer en dirigir un periódico en catalán. Había ocupado también cargos significativos en instituciones feministas y republicanas como la secretaría de la Junta Directiva del Club Femení i d’Esports, o la dirección de la sección femenina de Acció Catalana Republicana.
Su estancia en Francia, aunque breve, fue crucial en su trayectoria vital e intelectual. Gracias a su condición de mujer de letras, fue acogida en un château en Roissy-en-Brie, habilitado como albergue, en el que vivió junto con otros exiliados catalanes, la mayoría de ellos impulsores de la Institució de les Lletres Catalanes, donde Murià trabajó como secretaria y encargada del archivo de prensa durante la guerra. Aquella residencia francesa suponía todo un lujo, dadas las condiciones en las que habían vivido en España en los últimos meses, y si tenemos en cuenta también la suerte que corrieron la mayoría de las personas que tuvieron que cruzar la frontera en el invierno de 1939. En el château compartió habitación con Mercè Rodoreda, uno de los nombres más destacados del exilio catalán, con quien forjaría una buena amistad.
Y allí conoció también a Agustí Bartra —cuando este llegó en agosto de 1939 de los campos de concentración—, quien se convertiría al cabo de unos meses en su pareja. Desde principios de noviembre de 1939 y hasta finales de enero de 1940, ambos realizaron bastantes viajes a París con el fin de tramitar sus solicitudes para embarcar hacia América.3 Finalmente, emprendieron juntos su exilio, recalando primero en República Dominicana, donde llegaron el 22 de febrero de 1940. Unos meses después viajaron a La Habana, donde estuvieron sólo durante medio año, ya que su país de acogida definitivo sería México, el gran receptor hispanoamericano de refugiados republicanos, el cual siempre había sido su primera opción, y al que Anna Murià y Agustí Bartra llegaron a mediados de 1941.4 En el país mexica nacieron sus dos hijos: Roger (Ciudad de México, 1942) y Eli (Ciudad de México, 1947). Ambos se convertirían en figuras destacadas en sus respectivos campos: él como antropólogo; ella como filósofa, socióloga y una de las voces feministas mexicanas más relevantes del país.5
Roger y Eli Bartra Murià son representativos de la segunda generación del exilio republicano de 1939. Ambos nacieron en el país de acogida en los primeros años de destierro de sus padres. Ambos asistieron a las escuelas creadas con apoyo de la Junta de Ayuda a los Refugiados Españoles (JARE) y destinadas a la educación en valores republicanos. En el caso de Eli, estudió en el Instituto Luis Vives, que, junto con el Colegio Madrid —al que acudió Roger— y la Academia Hispano Mexicana fueron las tres instituciones de enseñanza promovidas por el exilio español en México.6
Su educación, además, se vio condicionada por sus estancias en Estados Unidos, donde permanecieron algunos años debido al trabajo de Agustí Bartra, a quien se le concedió hasta en tres ocasiones, en 1949, 1950 y 1961, una beca Guggenheim. Durante los cerca de dos años que duró la primera estancia, prolongada por la concesión de la renovación de la beca en 1950, Anna Murià se dedicó casi en exclusiva a la escritura de Crònica de la vida d’Agustí Bartra y, como constata Montserrat Bacardí, “havia destinat el seu talent, la inqüestionable facilitat que tenia per escriure, a engrandir l’obra del marit” (2004: 109). 7 Esos años no fueron fáciles para Muriá en un sentido emocional. La prolongada estancia de 1961 supuso también la primera separación de la familia, una coyuntura ardua para la escritora, ya que “mentre l’Eli acudia a una escola de la vora, Roger, amb divuit anys, havia de tornar a Mèxic per prosseguir els estudis” (Barcardí, 2004: 124).8 El matrimonio, ya sin los hijos, regresaría otra temporada larga, en 1969, a la costa Este, dado que Bartra fue invitado para ocupar la cátedra Juan Ramón Jiménez durante un semestre en la universidad de Maryland.
Eli Bartra Murià, por su parte, estudió a principios de los setenta Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México y Sociología y una especialización en Estética en la Sorbona de París, para finalmente doctorarse en Filosofía por la UNAM. Sin embargo, lo más destacado de su trayectoria es su posicionamiento como feminista radical y sus estudios pioneros sobrre las mujeres y el arte en América Latina, en especial, en México, que le valdrán un lugar destacado en el ámbito académico de los estudios feministas, como señalaremos al final de este trabajo.
Entre los más de mil ochocientos documentos textuales que se conservan en el fondo Bartra-Murià, custodiado en el Arxiu Comarcal del Vallès Occidental,9 al que fueron donados por la propia Anna Murià en 2001, varios cientos son cartas que la escritora y su marido se intercambiaron con amigos y familiares a lo largo de su vida. De hecho, dos de los epistolarios más estrechamente vinculados a la condición de exiliada de Murià son los que mantuvo con otras dos autoras que compartieron su misma situación: Mercè Rodoreda y Aurora Bertrana. Del primero sólo se conservan, y así fueron publicadas (cf. Rodoreda, 1985), las cartas de Rodoreda a Murià, pero no las respuestas de esta, salvo en el caso de una de las cartas que, extraviada, terminó de nuevo en manos de quien la escribió. En cuanto a Bertrana, se conservan epístolas por ambas partes, aunque la correspondencia se desarrolla a lo largo de un solo año, 1957, después de que las dos mujeres hubiesen perdido el contacto. Ambos epistolarios han sido estudiados, desde el prisma de testimonios del exilio, por Maria Lluïsa Lozano Campello (2010) y por Catalina Bonnín i Socias (2002 y 2004) en el caso del segundo.
Entre la correspondencia conservada se encuentra también la que Anna Murià y Agustí Bartra mantuvieron con su hija Eli. A través de ella pueden rastrearse los viajes de la pareja, tanto los que realizaron a Estados Unidos en la década de los sesenta y ya referidos, como su vuelta del exilio en 1970, pasando por su viaje a Europa en 1961. Y puede trazarse también el itinerario de los desplazamientos de Eli que la mantuvieron lejos de su madre y su padre el tiempo suficiente como para que les escribiera o les mandara alguna postal.
Con todo, no es la información geográfica lo más valioso que aporta esta correspondencia, sino que —como ocurre en el caso de las cartas entre los progenitores y el hijo mayor, Roger— muestran también un recorrido vital, porque en ellas pueden reconstruirse desde las anécdotas más cotidianas hasta los momentos más trascendentales, como los logros profesionales de los hijos (y de los padres), sus relaciones personales y sentimentales, la llegada de los nietos y nietas, etcétera. Es por tal motivo que parte del contenido de esta documentación podría clasificarse como sensible, en tanto que contempla referencias íntimas sobre personas que todavía viven, por lo que no todo el fondo personal nos parece susceptible de ser reseñado.
Para este trabajo se han seleccionado una serie de cartas entre Anna Murià y Eli Bartra que nos parecen significativas en tanto que muestran la percepción que ambas tenían del exilio. Así como por la evidencia del importante componente transnacional en una familia catalana exiliada en un país hispanoparlante y que pasó también varias épocas en Estados Unidos.
Las epístolas que se intercambiaron madre e hija tienen una serie de características formales en común. La primera es la lengua: siempre se escribieron en catalán. Las únicas excepciones las encontramos en aquellas cartas que no van solamente dirigidas a Eli, sino también a su primer marido, Julián Meza. Este detalle nos parece significativo, en tanto rasgo transnacional distintivo en la joven nacida y educada en México, sobre todo porque la paulatina adquisición de sus competencias lingüísticas en catalán se ve reflejada en su escritura. En muchas de las cartas, sobre todo las que escribe cuando todavía es una muchacha, Eli indica entre paréntesis la palabra en castellano tras la palabra en catalán, por si no lo hubiera hecho de forma correcta y quisiera asegurarse de que sus padres la entienden. Además, expresa en varias ocasiones sus inseguridades respecto a su habilidad con su lengua materna, convencida de que escribe un dialecto propio: “no sé si entendreu aquest català fabricat per mi” (ACVOC90-213-T2-66).10 A pesar de sus temores, la redacción de la joven es perfectamente legible y comprensible.
Hay que tener en cuenta que tanto Eli como su hermano recibieron sus conocimientos de catalán en casa, donde su madre reforzaba su educación (Bacardi, 2004: 96). Su vinculación con agrupaciones catalanas en el exilio, como el Orfeó Català de Mèxic, propiciaba también la inclusión en la cultura autóctona de sus padres, que los hermanos Bartra Murià conocían solamente de un modo heredado. Por tanto, la cultura y la lengua catalanas representan, en su caso, el trasvase generacional de valores como parte fundamental de una identidad transnacional.
Otras características formales del intercambio epistolar entre Anna y Eli son, por un lado, el hecho de que la mayoría de las cartas están manuscritas y no mecanuscritas, cosa que nos permite apreciar la letra de ambas y, en el caso de Eli, su evolución caligráfica. Por otro lado, en muchas también encontramos la presencia paterna. Aunque las cartas las escriba generalmente Murià,11 Bartra suele añadir algunas líneas propias al final, con todo no vamos a incidir en ellas en este trabajo. Llama también la atención que los dos progenitores firman siempre las cartas a sus hijos como “la mare” o “el pare”, e inciden así en su rol familiar, en su vínculo emocional.
Los primeros intercambios epistolares entre madre e hija se dan a principios de los sesenta, cuando se encuentran separadas por viajes o estancias. No nos referimos sólo a separaciones de miles de kilómetros, como en los momentos en que se encuentran en países o incluso continentes distintos, sino también a distancias geográficas relativamente pequeñas. Una de las primeras cartas, por ejemplo, Anna escribe a Eli desde Ciudad de México en enero de 1961, cuando su hija, quien tiene poco más de trece años en ese momento, se encuentra en Cuernavaca con unos amigos de la familia, en la que supuso para ella su primera estancia lejos del núcleo familiar (cf. ACVOC90-213-T2-530). Anna Murià mantiene siempre, a lo largo de los años, un tono muy cercano y cotidiano en la correspondencia con su hija. Le contará desde sus quehaceres diarios hasta los momentos en los que piensa en ella y la echa de menos, al tiempo que le expresa de manera clara y abierta sus sentimientos amorosos y maternales.
Esa cotidianidad que Murià necesita compartir con Eli queda especialmente señalada en cartas como la que le escribe el 27 de agosto de 1961, a bordo del barco Liberté, en el que ella y Agustí Bartra viajaron desde Estados Unidos a Europa, en su primer viaje al viejo continente desde que emprendieran el camino del exilio americano desde Francia en 1940. La carta es una suerte de diario en el que irá contándole a su “Eli, estimada nineta meva”12 las actividades diarias en el barco a lo largo de la travesía, e indicará igualmente los días a manera de subtítulos: “28 d’agost, dilluns […] 29 d’agost, dimarts […] 30 d’agost, dimecres […] 31 d’agost, dijous” (ACVOC90-213-T2-531).13 Así conocemos los detalles de ese viaje, las películas que veían en el cine del barco, lo poco que les gustaba estar en el salón de baile y su preferencia por encerrarse en su cabina o en la biblioteca a escribir, los remedios contra el mareo e, incluso, la climatología.
Esta primera vuelta del matrimonio a Europa (que no a España) constituye un hito significativo en sus biografías al reencontrarse con los paisajes que abandonaron más de veinte años atrás. Y así se lo relatan también a su hija en las postales que, durante esos meses de 1961, le envían a Nueva York. El 3 de septiembre, por ejemplo, le mandan —siempre por correo aéreo— una tarjeta en la que se ve el castillo de Roissy-en-Brie en el que se conoció la pareja en 1939. Puede apreciarse cómo ese escenario forma parte del imaginario familiar, incluso aunque Eli no haya estado nunca allí, porque las palabras de Murià hacen patente que los recuerdos forjados en Francia han sido transmitidos a la segunda generación, en un intento por preservar la memoria de ese primer momento de su exilio:
Aquí tens aqull Château del que ens has sentit parlar tant, que hem trobat, pobret!, fet una llàstima, sense el parc meravellós on passejàvem, convertit ara en un terreny ple d’escombraries amb cases en construcción. Però moltes coses, a Roissy, són igual que fa vintidós anys i ens hem emocionat. T’escrivim des del café del Cheval Blanc on en aquells temps anàvem a jugar al billar (ACVOC90-213-T2-533).14
Como señala Bacardí, “el retrobament amb els llocs mitificats, com sol ocórrer, resultà més aviat decebedor” (2004: 125). Sin embargo, la naturalidad con la que la madre comparte con la hija ese encuentro con su pasado pone de manifiesto, a nuestro parecer, la importancia que daba al legado de su historia personal en tanto historia colectiva, en tanto testimonio de quienes perdieron la guerra, y lo relevante de su transmisión a la segunda generación. Además, Eli está en todo momento en los pensamientos de sus padres, como Murià le admite en otra postal, en esta ocasión escrita desde Bélgica el 8 de septiembre, en la que le reconoce que “tot el que veiem ens fa pensar en tu, diem: ‘Com li agradaría a l’Eli veure això!’ Algun dia ho veuràs” (ACVOC90-213-T2-534).15
Eli, durante los dos meses que duró el viaje de sus padres, se queda en Nueva York con la familia Baron, y en esos días de septiembre cumple sus catorce años. También ella comparte con sus progenitores las aventuras diarias en la casa de campo donde veranea la familia con la que está y luego en la ciudad, y los tranquiliza al asegurarles que “em diverteixo (divierto) molt, no anyoro (extraño) a ningo, al contrari[,] estic molt contenta de que ja sigueu a Europa realitzan el somni sumiat de vint anys [sic]” (ACVOC90-213-T2-18) 16 17. No obstante, Murià empieza a inquietarse al no recibir noticias de su hija durante más de veinte días, y en las varias tarjetas que le manda desde Italia y Grecia no deja de pedirle que les escriba y de preguntarle si está bien (cf. ACVOC90-213-T2-537, ACVOC90-213-T2-538 y ACVOC60-213-T2-539). Eli, en realidad, les escribe durante todo el mes de septiembre, como prueban las cartas conservadas en el archivo (cf. ACVOC90-213-T2-21, ACVOC90-213-T2-22, ACVOC90-213-T2-27, ACVOC90-213-T2-28, ACVOC90-213-T2-29, ACVOC90-213-T2-30 y ACVOC90-213-T2-31), pero el cambio constante de ciudades hará que sus padres las reciban a principios de octubre en Atenas, todas de golpe.
Murià aprovecha entonces para redactar a su hija una larga carta en la que da cuenta de todo el viaje18 y se disculpa por las noticias escuetas que ha dado hasta el momento, ya que “tenim molta feina a veure coses, per això només escrivim postals; caminem durant hores i quan arribem a l’hotel, al vespre, estem cansats i ens posem a dormir, i això a tots els llocs on hem estat” (ACVOC90-213-T2-541).19 En esta misiva más extensa y detallada, fechada el 6 de octubre de 1961 en la capital griega, la escritora comparte con su hija la emoción de volver a ver Francia y el reencuentro con su hermano Eladi, quien se quedó en España:
El tren que ens hi duia [a Perpiñán] va aturar-se a Agde, a la mateixa estació on l’any 1939 el pare (sortint del camp de concentració on havia viscut tres mesos […]) va agafar el tren per anar a Roissy. Poc després vam veure per primera vegada el Mediterrani, el nostre mar! Perpinyà, ciutat catalana, encara que afrancesada: gent que parla català, les quatre barres20 per tot arreu, autocars que arriben de Barcelona, de la Costa Brava… El dia 16 al migdia va arribar l’oncle Eladi […]. Veure el meu germà, ja pots imaginar-t’ho… Però no vaig plorar. […] Aleshores vam agafar el tren cap a Argelès […]. El dia següent al migdia van marxar l’Eladi (aleshores sí que vaig plorar, quan el tren se l’enduia) i tots els altres, menys els Ribera. Amb aquests vam anar a la platja, vam trepitjar la mateixa sorra on hi havia el camp de concentració! Ara està vorejada de xalets, hotels i restaurants. Ens vam banyar en aquell mar, de cara al Pirineu! (ACVOC90-213-T2-541).21
En los años sucesivos, la correspondencia entre Anna y Eli se reanuda a causa de los viajes de Eli por el interior de México y las estancias de los padres en Estados Unidos. Pero no es hasta 1966 que encontramos otro viaje significativo en sus vidas: la visita de Eli a España. Si en el regreso a Europa Murià se reencontraba con las geografías de su primer exilio y se las refería a Eli, sin esconder la emoción que le producía, en 1966 es la chica quien se encuentra, a sus diecinueve años, con los lugares de la península de los que tanto había oído hablar a lo largo de su vida, con un conocimiento heredado de sus padres, en cierto modo abstracto. Como hija de catalanes republicanos, miembro de la segunda generación del exilio y parte activa de esa cultura transnacional, visita lugares que le son propios al tiempo que, como mexicana, le son tan ajenos.
El conjunto de epístolas que la hija y los padres se mandan durante este viaje se inicia con una carta del 24 de noviembre de 1966, escrita en su mayor parte por Agustí Bartra. A pesar de que no sean las misivas del padre nuestro objeto de estudio, consideramos que merece la pena reproducir sus palabras en esta ocasión, porque justamente le recuerda a Eli la importancia del viaje que ha emprendido:
Fa un dia just que vares emprendre la volada. Ara són les set de la tarda a Madrid i m’imagino que deus estar passejant pels carrers de la capital, o potser estàs enraonant amb Vicente Aleixandre, a casa seva. O potser has agafat ja un altre avió i estàs volant cap a Barcelona. […] Ja saps com ens emociona saber-te a la nostra terra! Aquí, a Catalunya, tens els teus origens i les teves arrels. D’aquí véns, estimada Eli. Estima-la, en la mesura que puguis. Et trobes a la terra dels teus pares; aquí vàrem nèixer, somniar, treballar i lluitar. Després, la nostra patria se’ns convertí en un dolor al qual ens haguérem d’acostumar. Cal que vegis el camp, la muntanya i la Mediterrània divina… El que viuràs durant aquestes poques setmanes será per a tota la teva vida… (ACVOC90-213-T2-65).22
En la misma carta Murià le confiesa su excitación, lo que le provoca que “em costa escriure perquè em tremola la mà” (ACVOC90-213-T2-65).23 Sin embargo, Eli no se encuentra en Madrid, dado que algunos imprevistos con su vuelo de ida hacen que no llegue a la capital española hasta el 25 de noviembre. Una vez ahí, se apresura a contestarles para contarles los pormenores de la incidencia y, sobre todo, su encuentro con la ciudad:
He arribat al aeriport histerica, tremolant com una gelatina. […] he agafat un taxi i he anat a casa la familia del Victor. […] He anat a passejar per Madrid, al Retiro; estic feliç però m’aig (tengo) de estarme aguantant el plorar tot el temps, tantes emocions!, ara mateix estic gairebe plorant. […] Es tot un somni, cada cosa que dic i faig em recorda a nosaltres […]- Mare i Pare us anyoro molt, estic tant lluny, a la vostre terre, encara que no ho es ben be encara. Tantes tantes emocions. Estic plorant com una magdalena [sic]. (ACVOC90-213-T2-66).24
La carta tarda en llegar a México cuatro días, y el 29 de noviembre Anna se apresura a responderla, y reprende un poco a su hija sobre algunos aspectos, aquellos que tienen que ver con su configuración como mujer:
Això de posar-te histèrica perquè viatges no està gens bé. No hi ha dret, una noia experimentada com tu, que ha viscut sola en una ciutat tan monstruosa com Nova York! I encara està menys bé que tinguis por. Tu ets i has de ser una dona valenta per totes les coses de la vida i no t’has d’espantar per una cosa tan senzilla com és avui el viatge en avió […]. Pensa que la por no serveix per res de bo, només destorba. I un bon remei per a la por és fer veure que no en tens. A part d’això, tota la teva carta m’ha agradat molt, sóc feliç de saber que tu ho ets. I he plorat, d’alegria, quan he llegit que tu ploraves… (ACVOC90-213-T2-543).25
En este fragmento se aprecia la complicidad que había entre madre e hija. La confianza entre ellas se percibe en gran parte del epistolario, y Murià nunca escondió los sentimientos que Eli le despertaba y que la movieron a, cuando su hija tenía dos años, emprender la escritura de una obra que recogiera esas sensaciones y experiencia (Güell, 2015: 127), El llibre d’Eli, a medio camino entre la ficción y la literatura testimonial (Espinós, 2004: 163).
Volviendo a este segundo viaje y a las cartas entre México y España, Eli no llegó a esperar la respuesta de sus progenitores antes de escribirles una segunda misiva breve en cuanto estuvo en Barcelona, que compartió con su tío Eladi, para anunciar ambos su llegada a la casa familiar. Al día siguiente, 30 de noviembre, Eli sí que se toma el tiempo para redactar una carta más extensa en la que informa a sus padres acerca de toda la gente a la que ha visto y conocido, en muchos casos por indicación de ellos mismos; del ambiente familiar con sus tíos y su abuela materna y lo contentos que están todos; de lo que le produce estar en Barcelona, que “son emocions que no les puc expresar i quand ho tracto m’aig d’aguantar el plorar [sic]” (ACVOC90-213-T2-68); 26 y del sinfín de cosas que lleva a cabo, a pesar de que no entra en muchos detalles porque promete contárselos todo mejor a su vuelta. Dos días más tarde, el 2 de diciembre, Eli manda a sus padres otra carta, en la que, además de comentarles algunas visitas literarias que ellos le habían encargado (entrevistas con escritores y editores), les confiesa cuánto le gusta la ciudad que los vio nacer:
Em falta molt per veure, no he anat encara a cap museu, pero[,] aixo si[,] em faig uns tips de caminar i em clabo cada perduda que si vull anar a casa no se com arribo fins al moll. Sabeu què? Que aig (tengo) de anar molt en compte per no enamorarme masa de Barcelona perque si no em quedo a viuri. Trobo masa vanal dir que Barcelona es maravallos, es formidable, es unica, es… es… bueno dons tot aixo no puc diro perque no seria prou, no tinc paraules per expresarla. […] Mare[,] vaig veure el carrer a on vas neixe i també [l]a casa en V[icenç]. Ferrer. […] Quin barri gotic!!! M’hi passo el dia [sic] (ACVOC90-213-T2-70).27
Aunque en esta misma carta encontramos las ligeras trampas de los recuerdos que los exiliados guardaban de su ciudad, la que dejaron en 1939, y que no podía ser la misma en 1966: “Pare acabo de anar a veure la casa 71 de l’avinguda Gaudí, digali al Carles […] que per favor per una altra vagade es posi mes al corrent perque la meitat dels llocs que m’ha dit que anes ja no existeixen [sic]” (ACVOC90-213-T2-70).28
La madre responde las cartas de inmediato, deseosa de saber más sobre su hija, feliz por saberla igualmente feliz, y dispuesta a recomendarle sus lugares favoritos de la provincia, como hace en la misiva del 6 de diciembre:
No saps quina alegría ens dóna saber que ets tan feliç i que tot, la ciutat i la gent, et resulta tan magnífic. Quan tornis hauràs d’estar una setmana explicant coses sense parar. Estic contenta! […] Una de les coses que em donen més satisfacció del teu viatge és que l’àvia pugui tenir aquest goig de tenir-te prop d’ella. […] Està bé que t’enamoris de Barcelona… però no t’hi quedis. Aquí et necessitem. El carrer on vaig néixer, el carrer Regomir? Em penso que jo no l’he vist més de dues vegades a la meva vida. La Rambla de Santa Mònica, on va néixer el pare, no cal dir que l’has vist, oi? Aniràs –o has anat– a Sabadell? I a Montserrat? No hauries de perdre’t Montserrat (ACVOC90-213-T2-72).29
Se desprende de las palabras de Murià el deseo de volver a ver su tierra a través de los ojos de su hija, de experimentar un retorno virtual cuyos primeros signos se manifiestan a través del papel, de manera epistolar. En una de las últimas cartas de Eli desde España, la joven parece tomar conciencia de la excepcionalidad de su experiencia: “Quand un es aquí pensa que ja vindrá cada any. Semble molt fácil […], pero… qui m’asegura que hi tornarné, pot ser si, però pot ser no ho veuré mai mes [sic]” (ACVOC90-213-T2-77).30 Las muestras de especial afecto hacia su madre (y su padre) también son constantes: “L’avia s’asembla tan amb tu[,], mare!! Encara que com tu no hi ha ningú més al mon [sic]” (ACVOC90-213-T2-77).31
Eli volvió a México los primeros días de enero de 1967, y la correspondencia entre madre e hija no volvió a darse hasta 1969, año en el que el matrimonio Bartra Murià se trasladó de nuevo a Estados Unidos, ya que el escritor fue a ocupar la cátedra Juan Ramón Jiménez en la universidad de Maryland. Con todo, hay una diferencia significativa en las cartas a partir de ese momento, y es el doble destinatario: ya no escriben sólo a Eli, sino que incluyen también, de manera más o menos sistemática, a Julián, con quien la joven se había casado en 1968, y, en ocasiones, como ya se ha comentado, eso motivó que escribieran las cartas en castellano, si no en su totalidad, sí algunos párrafos. En las que se intercambian esos meses, Murià se explaya —“el pare me pregunta si estoy escribiendo mis obras completas” (ACVOC90-213-T2-88), bromea ella misma al final de alguna carta— sobre la vida universitaria estadounidense, las anécdotas, las alegrías y disgustos de su día a día, las nuevas amistades, la nostalgia que siente por México y sus hijos, etcétera. En estos meses hay también cartas que se cruzan de manera exclusiva madre e hija, cargadas de complicidad femenina y de orgullo materno (cf. ACVOC90-213-T2-545, ACVOC90-213-T2-548, ACVOC90-213-T2-549).
No obstante, el tercer grupo de cartas que nos parecen más significativas por mostrar otra condición del exilio —el regreso— son las que se intercambiaron a partir de enero de 1970, cuando en el que el matrimonio decide regresar a Cataluña, directamente desde Estados Unidos. Desde noviembre del año anterior notificaron a sus hijos la decisión del retorno, planearon el viaje para aprovechar las ofertas de vuelos, y proyectaron volver a México en primavera (cf. ACVOC90-213-T2-551). En cuanto llegaron a Barcelona, el 14 de enero de 1970, mandaron a Eli y Julián una postal con una imagen de la Sagrada Familia:
Encara estem en plena commoció. A l’aeroport ens esperaven més de dues centes [sic] persones. Ja us escriurem llargament i us enviarem retalls de premsa. És meravellós. Tenim un pis esplèndid, amb una Terrassa de cara al Tibidabo i la plaça de la Sagrada Família. […] Tothom ens pregunta per l’Eli. […] Feliços, us enviem milions d’abraçades i petons (ACVOC90-213-T2-553).32
En efecto, el recibimiento de Bartra y Murià a su vuelta del exilio supuso todo un acontecimiento cultural del que la prensa se hizo eco. Como cuenta Montserrat Barcadí en su biografía de la escritora exiliada:
el diumenge 11 de gener de 1970, a la una de la matinada, Agustí Bartra i Anna Murià arribaven a l’aeroport de Barcelona des de Washington, havent fet escala a Nova York i a Lisboa, amb un parell de bitllets d’anada i tornada a la butxaca. Van ser rebuts per un grup d’amics i familiars molt nombrosos (‘doscientas personas –ni una menos–’), segons el Diario de Barcelona del dia 20; ‘potser mes de cent persones’, aventurava Serra d’Or al número de febrer; o ‘més de tres-centes persones’, segons Bartra mateix declarava a Oriflama pel mes de febrer). […] L’acte va convertir-se en un homenatge improvisat i efusiu, del qual la premsa de l’època, amb les limitacions de rigor, va donar notícia (2004: 139-140).33
De hecho, la pareja mandó un telegrama a Eli el 11 de enero en el que sólo pusieron: “recibimiento emocionante besos” (ACVOC90-213-T2-97). La propia Anna les narró de nuevo la emotiva bienvenida en la carta que les escriben el 15 de enero y en la que, al estar en castellano, pueden percibirse algunos mexicanismos en el modo de expresarse de Murià:
¡Cómo quisiéramos tenerlos aquí para que vieran lo que gozamos! Apenas hoy empezamos a calmarnos un poco. Hemos vivido estos primeros días dentro de un torbellino. Nuestra presencia tiene una resonancia que no nos imaginábamos. La primera sorpresa fue en el aeropuerto, donde nos esperaban unas doscientas personas, o quizá más: había aparecido en la prensa la noticia de nuestra llegada. Y desde aquel momento no cesamos de recibir el asedio de toda clase de gente, periodistas, parientes, amigos, fotógrafos, entrevistadores con grabadoras, amantes de la literatura, bartrianos, grupos de jóvenes… Se nos hace evidente que la Cataluña sana necesita a Bartra, el poeta vital, que tiene fe en el futuro, que no gime ni lo ve todo jodido como los viejos de aquí. Los jóvenes se sienten eufóricos cuando este poeta les dice que cree en ellos y que el futuro será lo que ellos quieran que sea. No tenemos tiempo para explicar más detalles ahora. Sólo uno que nos arrancó lágrimas (a los dos): vinieron unos jóvenes de Manresa que forman un grupo cantante y literario, de izquierda, uno de los cuales había puesto música a dos poemas de guerra de este papacito de ustedes y los cantó acompañado a la guitarra (ACVOC90-213-T2-98).
De modo que si la vuelta a Barcelona fue algo que decidieron de manera más o menos imprevista durante su estancia en Estados Unidos, y contemplaban regresar al continente americano al cabo de unos meses, la acogida con que se encontraron en la España franquista hizo que apostaran por asentarse definitivamente en su tierra natal, como declaró Bartra en una de las varias entrevistas concedidas esos días: “estamos decididos a quedarnos. Si alguna duda había ha quedado dirimida con el recibimiento que me han hecho. No esperaba tanto” (R. H., 1970: 13). Sin embargo, Murià, le confiesa a su hija el 29 de ese mismo mes de enero que “Catalunya ens captiva, però pensem molt en vosaltres i us enyorem. El nostre futur ja estaria decidit si no el lliguessim amb el vostre” (ACVOC90-213-T2-554).34
No obstante, las cartas de Eli donde al parecer —ya que no se conservan en el fondo familiar— les dice que ella y Julián viajarán a Europa, hacen que el matrimonio tome una decisión definitiva, como se aprecia en la epístola del 2 de febrero:
amb el que ens dieu sobre la situación a Mèxic i la vostra vinguda a Europa heu aclarit definitivament els nostres dubtes: ara ja està decidit, ens quedem a Barcelona.
Sobre les vostres observaciones de sentit polític, contestarà el pare. Jo només us diré que el simple fet de la presencia ja té una significació clara, i per això la gent ens esperaba i ens volta. […] No us podeu imaginar tot el que ha passat des que som aquí. Jo, que mentre vam ser a Maryland ho explicava tot en detall, aquí m’he sentit desboradada, no he pogut. Tot just ara començo a asserenar-me una mica. El pare potser podrá donar-vos una idea del que s’ha acumulat damunt de nosaltres i dins de nosaltres i a l’entorn de nosaltres, jo en sóc incapaç.
En aquesta carta, em limitaré a les qüestions d’ordre pràctic relacionades amb la decisió que hem pres, que considerem ben presa, malgrat el sistema repressiu que encara subsisteix. Creiem, com la Glòria Artís diu al seu pare parlant de les ganes que té de tornar, que val més viure sota una dictadura que s’acaba que sota una que comença (Murià, 2012: 34).35
La justificación que da, pues, Anna Murià de su regreso del exilio no puede ser más nítida. Con el paso de los días, recuperará, como ella misma dice, su figura de “cronista epistolar” (ACVOC90-213-T2-103) y llenará las cartas de anécdotas curiosas, tiernas, divertidas, emocionadas de su cotidianeidad en su regreso del exilio. A pesar de ello, no todo lo que comportó su retorno fue positivo. En una carta fechada el 18 de octubre —pocos días antes de volver a ver a Eli y Julián, casi un año después de haberse despedido de ellos en Nueva York—, Murià reconocía a su hija que Agustí Bartra sufrió durante el primer verano en Cataluña una suerte de depresión:
l’estat de depressió del pare […] em va donar moltes hores de tristesa durant el mes d’agost i bona part del de setembre. Vaig parlar-ne una mica al Roger i la Cèlia, però només els vaig dir que no podía fer-lo moure’s ni sortir de casa; hi havia més, tenia una desgana tan absoluta que menjava com un ocellet i encara amb fàstic, i va perdre alguns kilos. Ara està completament refet i normal, per això us en parlo. Tot era psíquic, n’estic segura (ACVOC90-213-T2-559).36
La correspondencia entre madre e hija siguió durante varias décadas más, aunque los motivos de conversación no estuvieran ya tan estrechamente ligados al exilio. A pesar de ello, el epistolario entre ambas no deja de estar plagado de cartas de gran interés. Uno de los temas recurrentes, como no puede ser de otro modo al tratarse de estas dos autoras, es la cuestión feminista. Murià, en una carta que escribe a su hija el 25 de octubre de 1971 desde Terrassa —municipio de la provincia de Barcelona al que el matrimonio se trasladó y en el que vivieron ya hasta el final de sus días—, le comenta su opinión sobre el movimiento a raíz de los trabajos feministas que Eli empezaba a publicar:
Em sembla molt bé que treballis per la meitat femenina de la humanitat. És una lluita noble, sempre que no hi hagi agror envers l’altra meitat, és a dir, que no sigui contra l’home, sinó contra la injustícia, la incomprensió i la tirania del sexe que sigui.
Ara et diré tot el que això em recorda, ja que m’ho preguntes.
Fa quaranta anys el moviment feminista encara era viu i violent. Jo n’era contrària. Creia que en l’època moderna, quan en els païssos civilitzats ja les dones tenien tots els drets d’estudiar, de treballar i de fer política –a nosaltres ens els va donar la República–, el feminisme no tenia sentit. Si les dones no treien prou profit d’aquests drets, la culpa era d’elles i no dels homes.
En el món hi havia milions d’homes que eren esclavitzats, explotats i perseguits, i que servien de carn de canó. Pensar només en les injustícies que sofrien les dones era tenir una visió parcial i limitada dels mals de la humanitat.
Allà on no hi ha llibertat, no en tenen ni les dones ni els homes. […]
Jo, quan feia política, m’oposava a les seccions femenines dels partits. Creia que les dones havien de treballar com a ciutadans, no com a dones. Això, ben mirat, era un feminisme que anava més enllà, era la igualtat absoluta en l’ordre social. La diferència és i será sempre en l’ordre íntim i familiar.
Tot això crec que és encara més veritat ara que fa quaranta anys.
T’has fixat en una cosa que sembla paradoxal? Les dones feministes són –al menys ho eren en aquells temps– poc femenines. Trobo que al món no li convenen els éssers assexuats. L’unisex està bé en les modes dels vestits, però en la realitat de la vida seria un desastre.
No et dic tot això per descoratjar-te d’aquesta acció que has emprès. Sergurament aquest Moviment té uns objectius vàlids. Només et demano que en el que facis pensis en termes d’humanitat, que siguis humana abans que feminista (ACVOC90-213-T2-565).37
Esta visión de su propio feminismo difiere, en realidad, de la actividad política de Murià en su juventud, cuando, desde su implicación en instituciones como el Club Femení i d’Esports, abogaba por “la utilitat social del feminisme que s’hi desenvolupava” (Real, 2006: 224),38 y de ello dan muestra también sus artículos editoriales en la publicación del Club, estudiados por Neus Real (1998: 71-74). Al final de su vida, la autora exiliada reconocía en sus Reflexions de la vellesa que “mai no he estat militant feminista i, tot i això, la meva vida exterior, molts dels meus actes i les meves inclinacions han estat en bona part de caràcter feminista” (Murià, 2003: 703).39 Porque su implicación en este ámbito es indudable, como dejan claras también sus declaraciones acerca del tema en las entrevistas que mantuvo entre 1989 y 1991 con Quirze Grifell (1992: 81-95).
A nuestro parecer, es cierto que durante su exilio republicano mantuvo un perfil más acorde con el rol patriarcal asignado a las mujeres, como madre entregada y esposa abnegada, que relega incluso su propia obra a un segundo plano para favorecer la del marido, como se ha señalado ya en este trabajo. Pero si comparamos el activismo feminista de Murià durante los años de la República, manifiesto en las publicaciones y declaraciones de la autora mencionadas en este mismo párrafo, nos parece evidente que su postura iba mucho más allá de un feminismo conservador como podría ser, por ejemplo, el de María Luz Morales, por mencionar otra personalidad relevante en aquellos años y en el mismo ámbito barcelonés.40
Eli Bartra, por su parte, destacó cada vez más durante la década de los setenta dentro de la filosofía feminista radical en el contexto latinoamericano, para convertirse, sobre todo a partir del Tercer Coloquio Nacional de Filosofía en 1979, en una de las principales voces del feminismo en México (cf. Gargallo, 2006: 52-57). Anna Murià asistió a la consolidación de su hija como referente dentro del feminismo militante a la vez que académico, aunque no coincidiera de manera plena con esa faceta de Eli. De ahí que, en una carta del 28 de mayo de 1978, le comente:
Veig que estàs completament donada al feminisme. Em sembla bé, perquè estic segura que tu ho fas d’una manera seriosa, intel·ligent i humana. Suposo que aquestes conferències i taules rodones són així, serioses, intel·ligents i humanes. Quan es defensa un ideal no es pot fer el ridícul com una que en un míting feminista a Barcelona va cridar “reivindiquem el clítoris!” i va fer riure tothom qui tenia un dit de seny. Potser ho deia amb bona intenció, pobreta. És clar que aquestes audàcies (per bé que antiestètiques) potser donen algun resultat… (ACVOC90-213-T2-598).41
Con todo, parece que el tiempo hizo que aceptara cada vez más el parecer de su hija, como la propia Murià le reconocía en una carta fechada el 24 de junio de 1981, de la que se desprende también el respeto por el trabajo de Eli:
Abans que res et parlarem del teu artícle [“Notas sobre arte y feminismo”], que ens ha agradat molt. És ben estructurat, ben escrit, ben pensat. Ara has començat a entrar a la maduresa. El pare diu que ets veritablement una escriptora, una assagista. Segueix per aquest camí, ves profunditzant i ampliant les idees.
Encara que et pugui semblar estrany, la mare està d’acord amb totes les idees que exposes. Potser et faria objecció, només, en allò que “el feminisme no pot ésser un humanisme”. ¿Vols dir que el feminisme no és una part de l’humanisme, com ho és l’obrerisme, el tercermundisme, la pedagogía, etc. etc. etc.? Tu deus tenir les teves raons. Cert que no existeix l’home en general, però quan es diu l’Home en majúscula significa una altra cosa, quelcom així com la quinta essència de tots els homes i dones (ACVOC90-213-T2-615).42
Por esas fechas, Eli Bartra Murià era ya una figura consolidada en su ámbito de estudios. Desde 1977 trabajaba como profesora e investigadora en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en Ciudad de México, donde en 1982 cofundó el área de Mujer, Identidad y Poder en el Departamento de Política y Cultura; y en la que ha coordinado en las últimas décadas tanto el Máster en Estudios de la Mujer como el Doctorado en Estudios Feministas, de reciente creación. Su relevancia en dicha institución le valió en 2017 su nombramiento como Profesora Distinguida de la UAM. De entre sus vastos trabajos, además de su incidencia ya señalada en feminismo y arte, destaca también su posicionamiento frente al desarrollo de una metodología feminista aplicable a su geografía, alejada de los influjos eurocentristas o estadounidenses y de herramientas ajenas a las idiosincrasias del contexto mexicano y su subjetividad (Bartra, 2002).
Vemos, pues, en el caso de Eli Bartra, que su feminismo combativo, tanto desde el activismo como desde la academia, sí se aleja del que defendió su madre, al menos en la teoría. Aun así, la propia filósofa reconoce el valor de esa huella transcultural legada por su madre y su padre, en tanto descendiente del exilio republicano, y cómo esa herencia la configuró como mujer y como feminista:
Como “integrante de una clase media ilustrada y muy politizada” e hija de padres exiliados de la Guerra Civil Española tuve una posición privilegiada, no económicamente, pero sí en términos de capital cultural y ‘a opresión, en tanto mujer, no me llegó en carne propia, directamente, sino por la vía intelectual, racional y de conciencia política. (“El feminicidio…”, 2017: 4).
Durante los años sucesivos, madre e hija se escribieron acerca de un amplio abanico de temas: las vicisitudes sentimentales y laborales de Eli o de su hermano; las apreciaciones políticas de la pareja sobre la Transición o el fallido golpe de estado de Tejero; las publicaciones de la hija por las que la felicitarán, como hemos visto en la última cita, y sus logros vitales… Remarcarían en numerosas ocasiones lo mucho que extrañaba Anna tener cerca a su hija y ésta a su madre, así como el relato de Murià sobre la dura enfermedad de Agustí Bartra y el posterior duelo por su muerte. En definitiva, la comunicación epistolar entre ambas se mantuvo en el tiempo —la última carta del fondo personal de Anna a Eli está fechada en 1991—, e incluso se adaptó a la era digital y pasó a realizarse por correo electrónico hasta el final de la vida de Murià (Güell, 2015: 180). El volumen y la riqueza de estas cartas aportan una visión interesante e insuficientemente estudiada dentro del campo de los trabajos dedicados a los epistolarios de exilio como es la correspondencia en el ámbito doméstico entre miembros de un mismo núcleo familiar. Que se trate, además, de dos mujeres de distintas generaciones permite apreciar, por un lado, el trasvase de esta herencia republicana que los padres legaron a sus hijas e hijos en sus experiencias vitales transculturales; y, por otro, la configuración identitaria como mujer, en este caso, de Eli Bartra. Cuestiones que pone de relieve este intercambio epistolar, como la importancia de la lengua y la cultura catalanas, el valor de la memoria de las experiencias del exilio antes del nacimiento de los hijos, el compromiso ético y político de Anna Murià y su marido… nos parecen imprescindibles para la configuración transnacional de esa segunda generación.
Por estos motivos consideramos que estas correspondencias pueden dar lugar a estudios muy variados, tanto históricos como literarios, acerca del ámbito intergeneracional, la herencia del exilio, las identidades transnacionales… Y, en el caso concreto del archivo que nos ocupa, también a trabajos específicos sobre la recepción de las obras de los distintos miembros de la familia Bartra Murià, de las gestiones editoriales de las mismas, de los contactos y redes de comunicación en el éxodo o entre este y la España del interior. El fondo Bartra Murià constituye sin duda —y no solo en lo epistolar— uno de los archivos más destacados del exilio catalán y de la diáspora republicana de 1939 que todavía cuenta con numerosos materiales inéditos a los que merece la pena prestar atención, sobre todo en el caso de Anna Murià.
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1Este artículo se ha realizado en el marco del Grupo de Estudios del Exilio Literario y del Centre d’Estudis sobre Dictadures i Democràcies
2“Quienes viven en campos sociales transnacionales están expuestos a un conjunto de expectativas sociales, valores culturales, y patrones de interacción humana” [traducción nuestra].
3Para conocer con más detalle el exilio francés de Murià, cf. (Bacardí, 2004: 61-83).
4Para un relato más detallado del primer año de exilio americano, cf. (Grifell, 1992: 38-55).
5Para una biografía y cronología más extensas y detalladas sobre Anna Murià, cf. (Bacardí, 2004).
6Para más información acerca de estos centros, así como de una cuarta institución, el Colegio Hispano-Mexicano Ruiz de Alarcón, que sólo estuvo en funcionamiento de 1939 a 1943, cf. (García de Fez, 2011).
7“Destinó su talento, la incuestionable facilidad que tenía para escribir, a engrandecer la obra del marido.”
8“Mientras Eli acudía a una escuela cercana, Roger, con dieciocho años, tenía que volver a México para proseguir con sus estudios” [todas las traducciones del catalán son nuestras].
9En adelante, la referencia al fondo y al archivo en el que se custodia aparecerán con la abreviatura usada para su catalogación: ACVOC90-213, seguida de la signatura topográfica asignada en el archivo.
10“No sé si entenderéis este catalán fabricado por mí.”
11Ella misma lo reconoce en una carta que escribe a su hija el 6 de octubre de 1978 desde Terrassa (Barcelona): “Si gairebé sempre escric jo, és perquè ell té moltes coses a fer i vull estalviar-li la feina ‘mecànica’” [Si casi siempre escribo yo es porque él tiene muchas cosas que hacer y quiero ahorrarle el trabajo ‘mecánico’] (Murià, 2012: 47).
12“Eli, querida muñequita mía.”
13“20 de agosto, lunes […] 29 de agosto, martes […] 30 de agosto, miércoles […] 31 de agosto, jueves.”
14“Aquí tienes aquel Château del que nos has oído hablar tanto, que hemos encontrado, ¡pobrecito!, hecho una pena, sin el parque maravilloso donde paseábamos, convertido ahora en un terreno lleno de basura con casas en construcción. Pero muchas cosas, en Roissy, son igual que hace veintidós años y nos hemos emocionado. Te escribimos desde el café del Cheval Blanc donde en aquellos tiempos íbamos a jugar al billar.”
15“todo lo que vemos nos hace pensar en ti, decimos: ‘¡Cómo le gustaría a Eli ver esto!’. Algún día lo verás.”
16Se respeta la ortografía original en todas las cartas.
17“me divierto mucho, no extraño a nadie, al contrario[,] estoy muy contenta de que ya estés en Europa realizando el sueño soñado de veinte años [sic]”.
18En este sentido, merece la pena conocer también la carta que escribe a bordo del Liberté, en el viaje de vuelta a América en noviembre de ese 1961, dirigida en esta ocasión a Roger, y escrita en el mismo estilo de diario que hemos señalado en la carta a Eli desde el barco. En la dirigida al hijo mayor compara ese segundo viaje de Francia a América con el primero, realizado veinte años atrás (cf. Murià, 2012: 32-33).
19“Tenemos mucho trabajo viendo cosas, por eso sólo escribimos postales; caminamos durante horas y cuando llegamos al hotel, por la noche, estamos cansados y nos ponemos a dormir, y esto en todos los sitios donde hemos estado”.
20Alusión a la bandera catalana, formada por cuatro barras rojas sobre fondo amarillo.
21“El tren que nos llevaba [a Perpiñán] se paró en Agde, en la misma estación donde en el año 1939 tu padre (saliendo del campo de concentración donde había vivido tres meses […]) cogió el tren para ir a Roissy. Poco después vimos por primera vez el Mediterráneo, ¡nuestro mar! Perpiñán, ciudad catalana, aunque afrancesada: gente que habla catalán, las cuatro barras por todas partes, autocares que llegan de Barcelona, de la Costa Brava… El día 16 a mediodía llegó el tío Eladi […]. Ver a mi hermano, ya puedes imaginártelo… Pero no lloré. […] Entonces cogimos el tren hasta Argelès. […] Al día siguiente a mediodía se fueron Eladi (entonces sí que lloré, cuando el tren se lo llevaba) y todos los otros, menos los Ribera. Con éstos fuimos a la playa, ¡pisamos la misma arena donde estaba el campo de concentración! Ahora está rodeada de chalets, hoteles y restaurantes. Nos bañamos en aquel mar, ¡de cara al Pirineo!”
22“Hace un día justo que emprendiste el vuelo. Ahora son las siete de la tarde en Madrid y me imagino que debes estar paseando por las calles de la capital, o tal vez estás charlando con Vicente Aleixandre, en su casa. O tal vez has cogido ya otro avión y estás volando hacia Barcelona. […] ¡Ya sabes cómo nos emociona saberte en nuestra tierra! Aquí, en Cataluña, tienes tus orígenes y tus raíces. De aquí vienes, querida Eli. Quiérela, en la medida que puedas. Te encuentras en la tierra de tus padres; aquí nacimos, soñamos, trabajamos y luchamos. Luego, nuestra patria se nos convirtió en un dolor al cual nos tuvimos que acostumbrar. Hace falta que veas el campo, la montaña y la Mediterránea divina… Lo que vivirás durante estas pocas semanas será para toda tu vida…”
23“Me cuesta escribir porque me tiembla la mano.”
24“He llegado al aeropuerto histérica, temblando como una gelatina, tenía un miedo que me moría. […] he cogido un taxi y he ido a casa de la familia de Víctor. […] He ido a pasear por Madrid, al Retiro, estoy feliz, pero me tengo que estar aguantando el llanto todo el tiempo, ¡tantas emociones!, ahora mismo estoy casi llorando. […] Es todo un sueño. Cada cosa que digo y hago me recuerda a nosotros. […] Madre y padre[,] os extraño mucho, estoy tan lejos, en vuestra tierra, aunque bien bien no lo es todavía. Tantas tantas emociones. Estoy llorando como una Magdalena”.
25“Esto de ponerte histérica porque viajas no está nada bien. ¡No hay derecho, una chica experimentada como tú, que ha vivido sola en una ciudad tan monstruosa como Nueva York! Y todavía está peor que tengas miedo. Tú eres y debes ser una mujer valiente para todas las cosas de la vida y no tienes que asustarte por una cosa tan sencilla como es hoy el viaje en avión […]. Piensa que el miedo no sirve para nada bueno, solo estorba. Y un buen remedio para el miedo es fingir que no se tiene. A parte de esto, toda tu carta me ha gustado mucho, soy muy feliz de saber que tú lo eres. Y he llorado, de alegría, cuando he leído que tú llorabas…”
26“Son emociones que no las puedo expresar y cuando lo intento tengo que aguantarme el llanto.”
27“Me falta mucho por ver, no he ido todavía a ningún museo, pero[,] eso sí[,] me doy unos hartones de caminar y me clavo cada perdida que si quiero ir a casa no sé cómo llego hasta el muelle. ¿Sabéis qué? Que tengo que ir con mucho cuidado para no enamorarme demasiado de Barcelona porque si no me quedo a vivir. Encuentro demasiado banal decir que Barcelona es maravillosa, es formidable, es única, es… es… bueno, pues todo esto no puedo decirlo porque no sería suficiente, no tengo palabras para expresarla. […] Madre[,] vi la calle donde naciste y también la casa de V[icenç] Ferrer. […] ¡¡¡Qué barrio gótico!!! Me paso el día allí.”
28“Padre, acabo de ir a ver la casa 71 de la avenida Gaudí, dile a Carles […] que por favor para otra vez se ponga más al corriente porque la mitad de los sitios a los que me dijo que fuera ya no existen.”
29No sabes qué alegría nos da saber que eres tan feliz y que todo, la ciudad y la gente, te resulta tan magnífico. Cuando vuelvas tendrás que estar una semana explicando cosas sin parar. ¡Estoy contenta! […] Una de las cosas que me da más satisfacción de tu viaje es que la abuela pueda tener el goce de tenerte cerca de ella. […] Está bien que te enamores de Barcelona… pero no te quedes. Aquí te necesitamos. La calle donde yo nací, ¿la calle Regomir? Creo que yo no la he visto más de dos veces en mi vida. La Rambla de Santa Mònica, donde nació tu padre, no es necesario decir que la has visto, ¿verdad? ¿Irás –o has ido– a Sabadell? ¿Y a Montserrat? No deberías perderte Montserrat.”
30“Cuando uno está aquí piensa que ya volverá cada año. Parece muy fácil, […] pero… quién me asegura que volveré. Puede que sí, pero puede que no lo [sic] vea nunca más.”
31“¡¡La abuela se parece tanto a ti, madre!! Aunque como tú no hay nadie más en el mundo.”
32“Todavía estamos en plena conmoción. En el aeropuerto nos esperaban más de doscientas personas. Ya os escribiremos largamente y os mandaremos recortes de prensa. Es maravilloso. Tenemos un piso espléndido, con una terraza de cara al Tibidabo y la plaza de la Sagrada Familia. […] Todo el mundo nos pregunta por Eli. […] Felices, os mandamos millones de abrazos y besos.”
33“El domingo 11 de enero de 1970, a la una de la madrugada, Agustí Bartra y Anna Murià llegaban al aeropuerto de Barcelona desde Washington, habiendo hecho escala en Nueva York y en Lisboa, con un par de billetes de ida y vuelta en el bolsillo. Fueron recibidos por un grupo de amigos y familiares muy numeroso (‘doscientas personas —ni una menos—’, según el Diario de Barcelona del día 20; ‘tal vez más de cien personas’, aventuraba Serra d’Or en el número de febrero; o ‘más de trescientas personas’, según el mismo Bartra declaraba a Oriflama en el mes de febrero). […] El acto se convirtió en un homenaje improvisado y efusivo, del cual la prensa de la época, con las limitaciones de rigor, dio noticia.”
34“Cataluña nos cautiva, pero pensamos mucho en vosotros y os extrañamos. Nuestro futuro ya estaría decidido si no lo atáramos con el vuestro.”
35“Con lo que nos decís sobre la situación en México y vuestra venida a Europa habéis esclarecido definitivamente nuestras dudas: ahora ya está decidido, nos quedamos en Barcelona. Sobre vuestras observaciones de sentido político, responderá tu padre. Yo sólo os diré que el simple hecho de la presencia ya tiene una significación clara, y por eso la gente nos espera y nos rodea. […] No os podéis imaginar todo lo que ha pasado desde que estamos aquí. Yo, que mientras estuvimos en Maryland lo explicaba todo en detalle, aquí me he sentido desbordada, no he podido. Justo ahora empiezo a serenarme un poco. Tu padre quizás podrá daros una idea de lo que se ha acumulado encima de nosotros y dentro de nosotros y a nuestro alrededor, yo no soy capaz. En esta carta, me limitaré a las cuestiones de orden práctico relacionadas con la decisión que hemos tomado, que consideramos bien tomada, a pesar del sistema represivo que todavía subsiste. Creemos, como Glòria Artís le dice a su padre hablando de las ganas que tiene de volver, que vale más vivir bajo una dictadura que se acaba que bajo una que comienza.”
36“El estado de depresión de tu padre […] me dio muchas horas de tristeza durante el mes de agosto y buena parte del de septiembre. Lo hablé un poco con Roger y Celia, pero sólo les dije que no podía hacerle mover ni salir de casa; había más, tenía una desgana tan absoluta que comía como un pajarillo e incluso con asco, y perdió algunos kilos. Ahora está completamente rehecho y normal, por eso os lo cuento. Todo era psíquico, estoy segura.”
37“Me parece muy bien que trabajes para la mitad femenina de la humanidad. Es una lucha noble, siempre que no haya acritud hacia la otra mitad, es decir, que no sea contra el hombre, sino contra la injusticia, la incomprensión y la tiranía del sexo que sea. Ahora te diré todo lo que esto me recuerda, ya que me lo preguntas. Hace cuarenta años el movimiento feminista todavía estaba vivo y era violento. Yo era contraria a él. Creía que en la época moderna, cuando en los países civilizados ya las mujeres tenían todos los derechos de estudiar, de trabajar y de hacer política –a nosotras nos los dio la República–, el feminismo no tenía sentido. Si las mujeres no sacaban suficiente provecho de estos derechos, la culpa era suya y no de los hombres. En el mundo había millones de hombres que eran esclavizados, explotados y perseguidos, y que servían de carne de cañón. Pensar solo en las injusticias que sufrían las mujeres era tener una visión parcial y limitada de los males de la humanidad. Allí donde no hay libertad, no la tienen ni las mujeres ni los hombres. […]. Yo, cuando hacía política, me oponía a las secciones femeninas de los partidos. Creía que las mujeres debían trabajar como ciudadanas, no como mujeres. Esto, si lo miramos bien, era un feminismo que iba más allá, era la igualdad absoluta en el orden social. La diferencia es y será siempre en el orden íntimo y familiar. Todo esto creo que es todavía más verdad ahora que hace cuarenta años. ¿Te has fijado en algo que parece paradójico? Las mujeres feministas son —al menos lo eran en aquellos tiempos— poco femeninas. Creo que al mundo no le convienen los seres asexuados. El unisex está bien en las modas de los vestidos, pero en la realidad de la vida sería un desastre. No te digo todo esto para desalentarte de esta acción que has emprendido. Seguramente este Movimiento tiene unos objetivos válidos. Solo te pido que en lo que hagas pienses en términos de humanidad, que seas humana antes que feminista.”
38“La utilidad social del feminismo que allí se desarrollaba.”
39“Nunca he sido militante feminista y, aun así, mi vida exterior, muchos de mis actos y mis inclinaciones han sido en buena parte de carácter feminista.”
40Para un estudio del feminismo de Morales, cf. (Salgado de Dios y Lázaro, 2019).
41“Veo que estás completamente dada al feminismo. Me parece bien, porque estoy segura de que tú lo haces de una forma seria, inteligente y humana. Supongo que estas conferencias y mesas redondas son así, serias, inteligentes y humanas. Cuando se defiende un ideal no se puede hacer el ridículo como una que en un mitin feminista en Barcelona gritó “¡reivindiquemos el clítoris!” e hizo reír a todos los que tenían un poco de sentido común. Tal vez lo dijera con buena intención, pobrecita. Claro que estas audacias (aunque antiestéticas) tal vez den algún resultado…”
42“Antes que nada te hablaremos de tu artículo [“Notas sobre arte y feminismo”], que nos ha gustado mucho. Está bien estructurado, bien escrito, bien pensado. Ahora has empezado a entrar en la madurez. Tu padre dice que eres verdaderamente una escritora, una ensayista. Sigue por este camino, ve profundizando y ampliando las ideas. Aunque pueda parecerte extraño, tu madre está de acuerdo con todas las ideas que exponen. Quizás te haría objeción, solo, en lo de que “el feminismo no puede ser un humanismo”. ¿No te parece que el feminismo es una parte del humanismo, como lo es el obrerismo, el tercermundismo, la pedagogía, etc. etc. etc.? Tú debes tener tus razones. Cierto que no existe el hombre en general, pero cuando se dice el Hombre en mayúscula significa otra cosa, algo así como la quintaesencia de todos los hombres y mujeres.”