Borealismo: un enfoque estético para conceptualizar el norte

Borealism: An Aesthetics Framework for the Study of the North

Sylvain BRIENS

Sorbonne Université, Francia

sylvain.briens[at]gmail.com

Impossibilia. Revista Internacional de Estudios Literarios. ISSN 2174-2464. No. 21 (mayo 2021). Monográfico. Páginas 11-30. Artículo recibido 13 diciembre 2020, aceptado 18 febrero 2021, publicado 30 mayo 2021

Resumen: Aunque desde la Antigüedad hasta hoy día numerosos escritores, exploradores e historiadores han expresado, de diversas maneras, su fascinación por el concepto de norte, no es fácil encontrar una definición unívoca que recoja diversos mitos boreales y su imaginario, menos todavía dentro de un discurso científico. Los diversos intentos de definirlo, ya sea como territorio geográfico, como objeto de conocimiento o como conjunto de imágenes y representaciones, se frustran ante la imposibilidad de aprehenderlo. El objetivo de este artículo es desarrollar un marco teórico para poder definir el norte a través del concepto de borealismo, entendiéndolo desde el dinamismo inherente a los procesos de escritura inspirados en el norte circumpolar (europeo, americano y asiático). Se llevará a cabo un acercamiento crítico al imaginario del concepto que parte de un enfoque estético que incluye y va más allá de la referencia ilusoria de cada percepción individual.

Palabras clave: borealismo, norte, norte circumpolar, nordicidad, imaginario del norte, orientalismo, imagología

Abstract: Even though numerous writers, explorers and historians have expressed their fascination for the concept of North, from Antiquity to the present day, it is not easy to find a univocal definition that compiles the diverse boreal myths and their imaginary, even less within a scientific discourse. Various attempts to define the North as a geographical territory, as an object of knowledge or as a set of images and representations, are frustrated by the impossibility of apprehending it. The objective of this article is to develop a theoretical framework to define the North through the concept of borealism, understanding it from the inherent dynamism of the writing processes inspired by the Circumpolar North (European, American and even Asian), which allows developing a critical approach to the imaginary of the North starting from an aesthetic approach that includes and goes beyond the illusory reference of each individual perception.

Keywords: Borealism, North, Circumpolar North, Northerness, Imaginary of the North, Orientalism, Imagology

...

De las regiones de la hermosa tierra
Que mi carne y su sombra han fatigado
Eres la más remota y la más íntima,
Última Thule, Islandia de las naves,
[...]
Sé que no lo sabré, pero me esperan
Los eventuales dones de la busca,
No el fruto sabiamente inalcanzable.
Lo mismo sentirán quienes indagan
Los astros o la serie de los números...
Sólo el amor, el ignorante amor, Islandia.


Jorge Luis Borges, “A Islandia”


En estos versos en homenaje a la belleza boreal, Jorge Luis Borges ejemplifica la actitud ambivalente que suelen tener los textos que describen el norte. Aunque intenta ofrecer un discurso racional, la misma idea del norte parece indisoluble de cierto misticismo donde los interrogantes que plantea quedan sin responder. A pesar de que Borges demuestra tener cierta familiaridad con la literatura nórdica, acaba por admitir su ignorancia ante un vasto territorio sobre el que proyecta una poética del ensueño.

Al igual que el escritor argentino, quienes se interesan por lo que representa el norte, en sus dimensiones geográficas, sociales, políticas y culturales, deben enfrentarse a la dificultad inherente de aprehender una idea plural y cambiante (Davidson, 2004; Fjågesund, 2014). El norte en tanto que punto cardinal es un concepto relativo. Ni siquiera el polo norte tiene una posición fija, sino que está en continuo y lento movimiento por la deriva continental. Tampoco el norte magnético es algo fijo, puesto que se desplaza de forma gradual a una velocidad perceptible al ojo humano. De manera general, los límites de los territorios nórdicos dependen asimismo de cuestiones climáticas y culturales. En definitiva, el norte esquiva cualquier intento de ser definido o medido. Las brújulas pierden su referencia al alcanzar el norte magnético. La inaccesibilidad y continua redefinición del norte inspiran un tipo de creación basada en deseos, sueños y fantasías. El norte verdadero no es más que la superficie bajo la que se esconde un entramado de nortes inventados.

¿Es posible entonces una teoría del norte? El concepto básico de nordicidad, tal y como fue propuesto por el geógrafo canadiense Louis-Edmond Hamelin (1976) dentro del contexto de los vastos espacios de América del Norte, ha servido como base para otros enfoques interdisciplinares, entre los que el “imaginario del norte” de Daniel Chartier destaca en particular (2016). Chartier propone ideas como la blancura y el infinito, la alternancia de luz y de oscuridad, de silencio y vacío, para describir este imaginario. Estas características definen un territorio, un paisaje, un clima y maneras de habitar el mundo (Chartier, 2008).

La experiencia del norte busca ser explorada y relatada a través de ese nuevo movimiento estético que se ha dado en llamar borealismo, palabra creada a partir de la raíz “boreal”, que hace referencia a Bóreas, dios del frío viento nórdico en la mitología griega, y del sufijo “ismo” que sirve para nombrar a corrientes estéticas o filosóficas. El borealismo pretende por tanto definir y analizar aquellos procesos dinámicos que construyen el norte desde un constante movimiento estético de recreación y cambio.

El escritor noruego Kjartan Fløgstad alude al borealismo cuando dice: “en noruego, lo boreal designa a las regiones nórdicas que no son todavía árticas, mientras que en inglés o en castellano hace referencia a lo nórdico, frío e invernal” (Fløgstad, 2007: 13-14).1 El adjetivo boreal hace referencia al fenómeno atmosférico de las auroras boreales, único de las latitudes más septentrionales, e invita a una experiencia poética.

Si el concepto de nordicidad surgía a partir del imaginario asociado al norte americano, la reflexión sobre el “imaginario del norte” desarrollada por Chartier abre el enfoque a un territorio circumpolar definido por una cierta proximidad al polo norte, es decir el norte de Europa, de América y de Asia. Por esta razón el concepto de borealismo no es por necesidad una perspectiva europea. El borealismo busca comprender la forma dinámica en que se construye ese imaginario del norte circumpolar en los discursos, en especial desde la literatura, sea americana, europea o asiática. Es decir, pretende definir una poética del norte, entendida en el sentido aristotélico de poiesis o creación.

A la hora de delimitar el espacio aludido por una larga tradición escrita que versa sobre el norte nos enfrentamos a una cierta paradoja: ¿cuáles son los límites geográficos de este espacio? Aunque el punto cardinal, entendido como el máximo norte posible, sea una referencia común fácil de comprender, la extensión (y descripción) de lo nórdico depende de la perspectiva desde la que se escriba. Por eso mismo, el ámbito geográfico del borealismo no se limita a fronteras fijas. Las referencias boreales que pueden hallarse en autores tan diversos como Jorge Luis Borges, Kjartan Fløgstad y Louis-Edmond Hamelin aluden a espacios geográficos diversos que presentan, sin embargo, ciertos puntos en común.

Borealismo y orientalismo

El término borealismo ya había sido propuesto por el académico sueco Gunnar Broberg en un artículo de antropología sobre la cultura sami (Broberg, 1982) en imitación al de orientalismo. Borberg utiliza el borealismo para designar la fascinación por lo exótico y primitivo del norte y sus hielos eternos (1982: 78), en referencia a las descripciones poéticas del Atlantica, del escritor sueco Olaus Rudbeck (1679), y a la pervivencia durante siglos de este enfoque estético. El término ha sido recuperado recientemente por diversos especialistas. Desde la etnología, por la noruega Kari Aga Myklebost en 2010 (Mykelbost, 2010) y el islandés Kristinn Schram en 2011 (Schram, 2011 a), en cuyos estudios abordan la dimensión exótica de las prácticas culturales nórdicas (Schram, 2011 b: 310); por el musicólogo estadounidense Philip Bohlman, en un estudio sobre la estética boreal en la música popular nórdica (Bohlman, 2017: 34); por Sigur Rós en un artículo sobre la música popular islandesa (Rós, 2018); y por Stein R. Mathisen en un análisis de modalidades exóticas en la política turística noruega en torno a las auroras boreales (Mathisen, 2017).

El borealismo ha interesado sobre todo a investigadores escandinavos. Por esta razón se asocia el concepto en primer lugar a una perspectiva europea o por lo menos occidental. Sin embargo, el borealismo puede ser utilizado en un sentido más amplio para abordar la construcción estética de los espacios nórdicos, más allá del horizonte cultural escandinavo, incluyendo todas las zonas del globo fronterizas con el círculo polar ártico, y como tal pueden trazarse ejemplos literarios y de otro tipo, desde la Antigüedad hasta nuestros días. Existe un borealismo estadounidense, indio, ruso y japonés. Las novelas de aventuras de Jack London y la teoría boreal en los textos sánscritos (Ducœur, 2018) son dos ejemplos paradigmáticos de este borealismo extra-europeo.

Definir el borealismo por simple transposición al norte del orientalismo de Edward Said, aunque este haya sido el uso más habitual en la historiografía escandinava en los últimos años, resulta problemático por varios motivos (Götz, 2008:26).

En primer lugar, dicha analogía entre borealismo y orientalismo parece reducir el campo crítico al estudio de las imágenes y representaciones de lo nórdico, es decir, a las teorías imagológicas. Desde esta perspectiva, ya que existen los conceptos de nordicidad e “imaginario del norte”, el borealismo se haría redundante. El único aporte novedoso del borealismo frente a estos conceptos sería la dimensión exotizante, mitológica y folklórica. La cual refuerza la distancia entre el sujeto enunciado y el objeto de estudio, es decir, entre el sur y el norte.

En segundo lugar, cabe plantearse hasta qué punto las imágenes estereotipadas sobre el Oriente colonial (sujeto de estudio del orientalismo) pueden ser comparables a las representaciones culturales del norte como un territorio salvaje, en su mayoría deshabitado y propicio para la exploración y la aventura en las profundidades ignotas del Ártico. En su libro de 2007, Pyramiden,2 Kjartan Fløgstad invita de manera explícita a la comparación entre las imágenes estereotipadas orientales y nórdicas. De igual forma, el clasicista Cristopher Krebs, estudioso de la imagen de lo nórdico en la cultura latina, suele remitirse en su análisis a comparaciones con la imagología orientalista en la misma época (Krebs, 2011). El volumen colectivo Beyond Borealism: New Perspectives on the North (Giles, Chapot, Cooijmans, Foster, Tesio, 2016), centrado en el estudio de la imagología nórdica desde la cultura británica, recoge varios artículos donde se repite esta comparación.

Es cierto que el Oriente, vuelto exótico por los discursos coloniales del Occidente, tiene en común con el norte “salvaje” una situación discursiva en la cual no se le permite hablar por sí mismo ni representarse a sí mismo. Las nociones de dominio y sumisión, características del orientalismo, se encuentran también en la historia del norte. Schram define justamente el borealismo como “el significado, la práctica y la actuación de la distinción ontológica y epistemológica en el poder entre el Norte y el Sur” (Schram, 2011 a: 99).3 No obstante, cuando se trata en específico de analizar la actitud colonialista de los escandinavos frente a las culturas indígenas del norte de Europa, sería más relevante utilizar el término nordientalism, tal y como propone Hans Hauge en su libro Post-Danmark (2003) sobre el colonialismo danés en territorios árticos. La noción de borealismo invita a pensar las relaciones entre sur y norte no en referencia a estructuras jerárquicas sino más bien en términos de fascinación y sueño.

Además, la tesis de Edward Said se basa en la idea de que el Occidente está sobredimensionado en el discurso público, lo cual afianza una posición dominante al pensar el Oriente que da pábulo a las posiciones políticas colonialistas. En cambio, las referencias a lo largo de la historia al norte boreal se construyen desde y para el sur, sin interacción con el norte como sujeto. Por tanto, existen diferencias fundamentales entre ambos ámbitos culturales en lo que respecta a los mecanismos de producción del poder y la interacción de las dos perspectivas enfrentadas. Esto se resume en las palabras del político y viajero francés Albert Kœchlin-Schwartz: “A riesgo de ser acusado de repetir perogrulladas, a la moda de [Jacques de] La Palisse, aviso a mis lectores de que la Laponia no tiene nada en común con el Oriente” (Kœchlin-Schwartz, 1882: 142).4

En tercer lugar, debe plantearse la cuestión de la unidad discursiva del borealismo. ¿Hasta qué punto es posible reunir bajo una misma etiqueta textos escritos en épocas tan distintas y con significados y objetivos tan diversos? En línea con Michel Foucault, tal vez convenga desplazar la mirada de los puntos en común y fijarse en los elementos liminales, de ruptura y de discontinuidad del espacio discursivo, a la búsqueda de las unidades diversas que lo conforman (Foucault, 1969: 38-39). En otras palabras, el verdadero objetivo del borealismo como enfoque crítico reside en recoger las formas de escribir el norte en su diversidad y buscar las similitudes estructurales de este proceso.

El borealismo como movimiento estético: de la representación a la metáfora

El término borealismo tiene una fuerza particular en tanto que evoca de inmediato un campo de connotaciones poéticas que sugiere el proceso de fabricación creativa del norte a lo largo de la historia, poniendo el foco más en el proceso que en el resultado. Así, el borealismo invita a trazar analogías estructurales en la producción discursiva de los espacios nórdicos y en la forma en que estos han sido entendidos.

El estudio de los procesos sedimentarios de los enunciados sobre el norte desde la Antigüedad a nuestros días permite identificar una memoria cultural que ha producido imágenes identitarias a partir de diversos discursos, lo que Foucault considera como “los conceptos permanentes y coherentes que se encuentran en juego” (1969: 48) y que conforman la gramática del norte.5 La unidad discursiva emerge de la coherencia arquitectónica entre los diversos conceptos y de sus diferencias. Así, la arqueología del discurso sobre el norte, en sentido foucaultiano, requiere la descripción de las secuencias de enunciados y “las formas unitarias bajo las cuales se presentan” (1969: 49), así como las reglas con las que se construyen:

Se llamarán reglas de formación a las condiciones a que están sometidos los elementos de esta repartición (objetos, modalidad de enunciación, conceptos, elecciones temáticas). Las reglas de formación son condiciones de existencia (pero también de coexistencia, de conservación, de modificación y de desaparición) en una repartición discursiva determinada (Foucault, 1969: 53).6

Por ese motivo, el enfoque borealista se refiere sobre todo al estudio de las relaciones que caracterizan dichas formaciones discursivas. Se desarrolla tanto como una historia de desplazamientos y transformaciones como una invitación a entender la literatura desde un enfoque “conectado”, donde la circulación global de los textos y géneros estimula localmente la redistribución y apropiación de ideas e imágenes. Desde esa perspectiva, resultaría productivo tener en cuenta nociones teóricas como las que surgen de campos críticos como “l’histoire croisée”, la “shared history” o la “connected history”. El borealismo es, por tanto, ajeno a las limitaciones geográficas, nacionales y culturales, y se fortalece en el estudio de las conexiones existentes en los espacios transnacionales.

Como nuevo campo teórico, el borealismo busca vincular historias individuales a diversas escalas para entender la forma como éstas circulan y se transforman, así como los puntos de contacto e influencia y las redes sociales que se forman tras esa interacción. No se trata solo de compilar un inventario de las imágenes sobre el norte que se han producido por escrito a lo largo de los últimos siglos, sino más bien de comprender los procesos de producción de dichas imágenes para abrir nuevas vías en la historiografía de las identidades colectivas y de la dinámica de los contactos culturales en el espacio objeto de estudio.

Por tanto, la cuestión de cómo es creado el norte es central en la articulación del borealismo como enfoque crítico. La inestabilidad discursiva del significante flotante de este proceso remite al repertorio de imágenes (el imaginario del norte y la nordicidad) pero lo resignifica de acuerdo al contexto histórico-etnográfico. El borealismo no adquiere forma más que como identidad relacional, desde las diferencias entre unos y otros discursos sobre el norte. El estudio de esos usos diversos y de la reapropiación del imaginario es esencial para el enfoque borealista.

El encadenamiento de enunciados sobre el norte invita a analizar la construcción de significados a partir de un repertorio de imágenes y metáforas textuales. La actualización constante de esta herencia cultural da origen a un imaginario dinámico en constante interacción con las perspectivas políticas del momento. El borealismo se alimenta de la visión nostálgica que ha llegado a nuestros días sobre los pueblos hiperbóreos, vikingos o góticos, con referencias geográficas míticas como Última Thule; es decir, desde una potencial visión utópica. Esta semantización política del norte ha alimentado posturas ideológicas incluso enfrentadas. El nacionalsocialismo, por ejemplo, se apoya en mitos fundacionales nórdicos para legitimar su teorización sobre la superioridad de la raza aria. Esta ilusión boreal llegó a adjetivar el norte como nazi. Por otra parte, la construcción del modelo de estado del bienestar que conocemos hoy día surge y es ejemplificada en Escandinavia en la misma época, dando lugar a un particular paradigma político nórdico que es observado desde otras partes del mundo con cierta fascinación.

El borealismo se presenta, por tanto, no solo desde lo individual sino también como un instrumento de poder colectivo, como el producto del entrecruce entre unas expresiones en prosa, surgidas del esfuerzo colectivo racional, y unas aspiraciones poéticas individuales sobre la belleza y el arte mismo. Lo que caracteriza la longevidad de los discursos borealistas es el poder de seducción que emanan, tal vez por la coexistencia de pensamientos políticos y poéticos, que con frecuencia suelen estar disociados. Surge de la coalescencia entre deseo, espiritualidad y racionalidad, por lo que da pie a una nueva forma de entender el mundo.

El borealismo puede entonces ser leído como una práctica discursiva devenida en metáfora, en el sentido filosófico propuesto, entre otros, por Hans Blumenberg (2006). La metáfora boreal como base para la historia del concepto de norte se expresa como el intento de traducir el pensamiento sobre el norte a la par que evocar los significados simbólicos. Blumenberg afirma que se resiste a la sistematización y reducción histórica, por su “carácter absoluto”, en tanto que su “contenido determina cierta actitud” (Blumenberg, 2006: 25).7 Si la racionalidad es insuficiente para aprehender por completo la experiencia cognoscible, la metáfora precede al concepto y transmite “una verdad […] de orden pragmático [que] aporta una estructura al mundo” en la que la perspectiva histórica es necesaria para la comprensión (2006: 24-25).8 El borealismo se piensa como metáfora justamente por su inconceptuabilidad racional (Unbegrifflichkeit) (Blumenberg, 2017 b).

Lo boreal, en tanto tropo de aparición frecuente que atraviesa diversos periodos históricos, presenta características de metáfora absoluta con cierta “unidad de sentido” surgida de la combinación de enunciados sobre el norte que revela que “el orden estético procede de un sustrato metafórico y mítico” (Blumenberg, 2017 a: 30).9 La imposibilidad de conceptualizar el norte no impide expresarlo como metáfora. Esta última se construye como la relación entre el sujeto que la expresa y el objeto. A través de la variación y la apropiación, la metáfora boreal sublima el mito que a su vez había exprimido la historia, al surgir como la subjetivación de un entramado de imágenes (Barthes, 1957: 216-217). El borealismo no se reduce ni a una estructura narrativa ni a una gramática, puesto que lo que está en juego es la producción de imágenes y el proceso constante de semantización. Aunque el norte ha sido objeto de discursos esencialistas, el borealismo comparte la entidad narrativa del mito, distinta de la racionalidad, pero conserva cierta ambigüedad que surge de la interacción entre lo oral y lo escrito (Goody, 2014; Vernant, 1974: 195-250). Los mecanismos narrativos del norte van más allá de los procesos simbólicos de interpretación del mito para convertirse en modalidades de transmisión estética (Calame, 1996). La dimensión afectiva y sensible de la metáfora habilita la reformulación del mito mediante la recreación constante de asociaciones. Los mitos del norte han encontrado su expresión en los relatos de la experiencia contemporánea, pero su presencia constante en el imaginario desde la Antigüedad ha hecho posible que coexistan con una multiplicidad de discursos ideológicos, políticos, científicos y filosóficos que conforman la polisemia nórdica, entendida como una conceptualización poetizada del mundo.

El borealismo como geografía sensible del norte: la ilusión referencial

Como hemos explicado, el norte se libera de las referencias geográficas al norte circumpolar a través del poder de la metáfora construida en la escritura como una ilusión referencial. Las imágenes en las que el norte es producido y proyectado expresan la conciencia subjetiva del enunciador, donde se conjuga experiencia, memoria, imaginación y emoción. Por tanto, en su expresión escrita traduce un sentido espacial (Raumsinn) (Ratzel, 1940: 140) a la par que un genius loci (Norberg-Schulz, 1981) donde la fenomenología permite la aparición de la dimensión sensible del norte más allá de lo meramente ártico o polar.

El borealismo es un acto paisajístico (acte de paysage) según lo define Charles Avocat: el “punto de reencuentro entre dos realidades por completo diferentes”;10 tenemos por una parte las imágenes sensoriales que transcriben una visión del mundo filtrada “por nuestro imaginario”, “nuestra psicología, nuestra experiencia, nuestro sentido estético…, y por otra, la propia realidad física y objetiva, tridimensional” (Avocat, 1984: 14).11 En el desarrollo de este topos literario nutrido del sentimiento evocativo que trasluce el adjetivo de boreal, un texto sobre el norte se construye a partir de la referencia fija cartográfica que transforma la nordicidad en un acto paisajístico.

Así, el borealismo se erige como un marco referencial para una conceptualización espacial que rechaza el discurso esencialista del norte y el de la imaginación colectiva asociada a este, y subraya el dinamismo de los enunciados individuales sobre el mismo. Este proceso puede concebirse como parte de la dinámica constante de territorialización-reterritorialización-desterritorialización de la que escriben Gilles Deleuze y Felix Guattari (1980) y el geógrafo Claude Raffestin (1986). La nordicidad se inspira en un territorio concreto, el norte circumpolar, donde el clima inspira el imaginario poético que se produce. Pero en el proceso de reterritorialización este imaginario es proyectado sobre un espacio geográfico que no por necesidad corresponde con aquel donde fue imaginado, y que es reapropiado tanto semántica como ideológicamente. La proyección del imaginario nórdico en un espacio geográfico diferente significa una resemantización anclada en nuevas formas sociales (Sibertin-Blanc, 2010). Así, el esquema cartográfico propuesto por Deleuze incluye diagramas, líneas y rizomas que permite conceptualizar el borealismo como un discurso en constante dinámica de territorialización.

De esta forma, el borealismo invita al público lector a aproximarse al espacio nórdico desde donde quiera que se encuentre y traza un nuevo atlas imaginativo que va más allá de los datos cardinales y geográficos. Este atlas intenta capturar todo aquello que sugiera una atmósfera boreal. En vez de hacer referencia al norte que figura en los mapas, lo que se busca es entender de qué forma figura en la imaginación colectiva, a través de enunciados únicos y diversos, pero con puntos comunes. El borealismo supera el mero hecho geográfico y desterritorializa el norte y la nordicidad para proyectarlos hacia otros espacios, de tal forma que incluso territorios sureños pueden ser borealizados. De esta forma, el norte ya no es solo septentrional en sentido geográfico, sino que además es boreal, entendido como una geografía imaginaria en renovación constante.

El atlas conceptual que propone el borealismo sugiere trazar nuevas fronteras y nuevos territorios, representar nuevas topografías y construir nuevas relaciones, reales o imaginarias, que dependen de la perspectiva subjetiva de quien construye el discurso. De esta forma, abre la posibilidad de leer la cartografía como un “espacio sensitivo” (Poincaré, 1921: 8), producido no ya solo por quienes han experimentado el norte circumpolar, sino por quienes lo sueñan o imaginan.12

Esta geografía sensitiva del norte requiere un nuevo marco de referencia más allá del sistema euclidiano que permita “la mediación entre los horizontes subjetivos y objetivos” (Gonseth, 1975: 22).13 Tal marco referencial crea nuevas localizaciones, nuevas escalas y rutas, y arroja luz sobre las relaciones entre objeto y sujeto puesto que “es en ese proceso referencial que el sujeto interpretará sus percepciones, tomando el valor de figuración referencial definida por la misma situación” (Gonseth 1975, 143).14 Tal referencial compuesto de representaciones sociales heterogéneas influyen el sentido del enunciado, puesto que, aunque surjan de valores morales o creencias, forman parte de un contexto de producción que las semantiza.

El borealismo está determinado por su objeto, el norte, como metáfora en su potencial referencial de una experiencia o de una fantasía imaginativa. La geografía sensitiva que se forma se basa no ya en sus coordenadas espaciales, sino en el sistema de referencias semióticas que permiten la figuración del norte.

Conclusión: el borealismo como espacio de diálogo entre norte y sur

El borealismo como proceso de escritura del norte no tiene como función ni reducir los estudios nórdicos a un mero concepto ni englobar en un mismo programa la pluralidad de maneras de estudiar el norte. Al contrario, su objetivo es abrir el campo disciplinario a enfoques transversales y dinámicos que cualquiera pueda utilizar y desarrollar para trabajar sobre el concepto de norte. Al igual que Boreas, uno de los dioses del viento de la mitología griega, no pretende designar un punto cardinal en concreto sino apuntar una dirección. Por lo tanto, lo que el borealismo pretende es orientar y ofrecer indicaciones.

¿Podemos comparar el borealismo con los discursos enunciativos sobre el sur? ¿Existen referencias intertextuales entre los discursos sobre el norte y el sur? Sería fructífero poner en diálogo el llamado meridionalismo (Parga-Linares, 2012; Cazzato, 2012: 188) con el borealismo y comparar sus epistemologías (de Sousa Santos, 2016), en la línea de trabajo apuntada por Peter Stadius (Stadius 2005). Según Barry Lopez, el sur proyecta “sueños árticos” sobre el norte (López, 1986), así como una potente fascinación cultural y artística, algo que existe desde la Antigüedad.

Como hemos visto en este artículo, el borealismo no puede reducirse a una acumulación de imágenes sobre el norte, sino que se proyecta como una “forma de pensamiento” basada en la distinción ontológica y epistemológica entre el norte y el sur, en la cual el concepto de “otredad” es clave para entender cómo se construyen los discursos. Aunque en el caso del orientalismo, el Occidente es definido en contraposición al Oriente, las fronteras entre el norte y el sur son mucho más borrosas. Además, surge la pregunta de cuál es la relación del norte con el Oriente: ¿existe un Oriente dentro del norte o viceversa? ¿Y de Occidente? ¿Es el norte una extensión del sur o su opuesto? Para comprender la ambigüedad de las demarcaciones epistemológicas entre estos conceptos, basta con tomar como ejemplo la membresía de los países escandinavos en Europa, en tanto que Escandinavia geográficamente se encuentra a la vez en la frontera y en el exterior de lo que constituye Europa. ¿Dónde trazar la frontera entre el norte y el sur? ¿Se puede superar la falta de unicidad entre el sujeto enunciador y la unidad geográfica de la enunciación? En la perspectiva de ilusión referencial, cabe preguntarse si los territorios del norte también pueden ser "sureados" por un observador del sur. Habría muchos nortes, algunos podrían ser los sures de otros; habría muchos sures…

Tanto el borealismo como el meridionalismo dan cabida a una polifonía textual cuyas formas de expresión merecen ser comparadas. Es por eso que merece la pena que ambos enfoques críticos sean tomados en cuenta a la hora de pensar tanto el norte como el sur, y de las relaciones entre ambos. La poética boreal de Borges es buen ejemplo de esto: con su mezcla de representaciones legendarias del norte mítico, construyó un juego narrativo en la frontera entre realidad y sueño en la que el público lector no sabe con certeza si está reviviendo fragmentos de la literatura nórdica medieval o si está leyendo literatura hispánica del siglo xx. ¿Es posible, por ejemplo, disociar en su relato “Las ruinas circulares”, de Ficciones (Borges, 1974b), la estética propia de la reescritura de la Edda prosaica, de Snorri Sturluson (Sturluson, 2000), teniendo en cuenta además que Borges fue responsable de su traducción al castellano? ¿Cómo interpretar las citas a la Völsunga Saga en su relato “Ulrika”, del Libro de arena (Borges, 1989: 17), que luego formaron parte de su epitafio? ¿Qué lugar ocupan los kenningar islandeses en la fundación y producción creativa del movimiento poético ultraísta? Borges llegó incluso a afirmar que los orígenes de la novela moderna debían trazarse en las sagas islandesas. Su amor por lo nórdico y por el arte poético boreal es testimonio vivo de cómo el borealismo puede pensarse como el diálogo continuo entre el norte y el sur.

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1[På norsk omfattar det boreale nordlege strøk som ikkje ligg i Arktis, medan det på engelsk og spansk står for alt som er nordleg, kaldt og vinterleg] Todas las citas no escritas originalmente en castellano cuentan con traducción propia para este artículo.

2Existe versión en castellano, Pyramiden. Retrato de una utopía abandonada (Fløgstad, 2011).

3[the signification, practice and performance of the ontological and epistemological distinction in power between North and South]

4[Au risque d’être accusé de commettre une vérité à la mode de M. de La Palisse, je préviens ici mes lecteurs que la Laponie n’a rien de commun avec l’Orient]

5[le système des concepts permanents et cohérents qui s'y trouvent mis en jeu]

6[On appellera règles de formation les conditions auxquelles sont soumis les éléments de cette répartition (objets, modalité d'énonciation, concepts, choix thématiques). Les règles de formation sont des conditions d'existence (mais aussi de coexistence, de maintien, de modification et de disparition) dans une répartition discursive donnée]

7[[son] contenu détermine une attitude]

8[vérité […] d’ordre pragmatique [qui] donne une structure à un monde]

9[comment ce qui est d’ordre esthétique procède d’un substrat métaphorique et mythique]

10[le point de rencontre entre deux réalités totalement différentes]

11[[filtrée] par notre imaginaire]; [notre psychologie, nos expériences antérieures, notre esthétique.., de l’autre une réalité physique, objective, tridimensionnelle]

12[espace sensible]

13[médiation entre les horizons de la subjectivité et ceux de l’objectivité]

14[c’est par rapport à ce référentiel que [le sujet] interprétera ses perceptions, celles-ci prenant ainsi la valeur de figuration référée à un cadre lui-même figuration de la situation]

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