Revista científica electrónica de Educación y Comunicación en la Sociedad del Conocimiento
Publicación en línea (Semestral) Granada (España) Época II Vol. 24 (1) Enero-Junio de 2024 ISSN: 1695-324X
https://revistaseug.ugr.es/index.php/eticanet
DOI: http://doi.org/10.30827/eticanet.v24i1.29316
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TECNOFOBIA EN LAS TIC: SUPERANDO MITOS EN EL
USO DE PANTALLAS DIGITALES PARA EL
APRENDIZAJE
Technophobia in ICTs: overcoming myths about the use of digital screens for
learning
Sergio Bonaque-González
Sergio.bonaque.gonzalez@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-7162-0368
Instituto de Astrofísica de Canarias (España)
María S. Castilla-Niebla
mshirleycastillaniebla@gmail.com
https://orcid.org/0009-0000-7537-0354
CEIP Maximiliano Gil Melián (España)
Elena García-Benito
garcia.elena14@gmail.com
https://orcid.org/0009-0006-5239-4330
Óptica Hawkers (España)
Alicia Pareja-Ríos
aparejar@gmail.com
https://orcid.org/0000-0001-5063-0412
Hospital Universitario de Canarias (España)
Recibido: 31/10/2023
Revisado: 10/01/2024
Evaluado: 25/01/2024
Aceptado: 08/02/2024
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Resumen
A medida que la tecnología redefine la educación a través de las Tecnologías
de la Información y Comunicación (TIC), el aumento en el uso de pantallas
digitales genera inquietudes sobre sus posibles efectos sobre la salud visual. Al
analizar la evidencia científica, este trabajo desmonta mitos y aclara conceptos
erróneos. No se trata del objeto observado en sí, sino factores conductuales
como la distancia, la iluminación y las pausas, además del tiempo al aire libre,
los responsables de los problemas visuales. Las pantallas como herramientas
educativas no presentan mayores riesgos que los materiales impresos cuando
se usan adecuadamente. En este panorama tecnológico en constante
evolución, es crucial fomentar la alfabetización digital y el uso equilibrado de las
TIC, empoderando a estudiantes y educadores para aprovechar al máximo los
beneficios que estas herramientas modernas pueden ofrecer.
Abstract
As technology redefines education through Information and Communication
Technologies (ICT), the increased use of digital screens raises concerns about
their possible effects on visual health. By analyzing the scientific evidence, this
paper debunks myths and clarifies misconceptions. It is not the observed object
itself, but behavioral factors such as distance, illumination and pauses, as well
as time spent outdoors, that are responsible for visual problems. Screens as
educational tools present no greater risks than printed materials when used
properly. In this constantly evolving technological landscape, it is crucial to
foster digital literacy and balanced use of ICTs, empowering students and
educators to take full advantage of the benefits that these modern tools can
offer.
Resumo
À medida que a tecnologia redefine a educação através das Tecnologias de
Informação e Comunicação (TIC), o aumento da utilização de ecrãs digitais
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levanta preocupações sobre os seus possíveis efeitos na saúde visual. Ao
analisar evidências científicas, este trabalho desmantela mitos e esclarece
equívocos. Não é o objeto observado em si, mas fatores comportamentais
como distância, iluminação e pausas, bem como o tempo ao ar livre, os
responsáveis pelos problemas visuais. As telas como ferramentas educacionais
não apresentam maiores riscos do que os materiais impressos quando usados
de forma adequada. Neste cenário tecnológico em constante evolução, é
crucial incentivar a literacia digital e a utilização equilibrada das TIC,
capacitando estudantes e educadores para tirarem pleno partido dos benefícios
que estas ferramentas modernas podem oferecer.
Palabras Clave: pantallas digitales, tecnofobia, tecnologías de la información y
comunicación, TIC, visión, miopía.
Keywords: digital screens, technophobia, information and communication
technologies, ICT, vision, myopia.
Palavras-chave: telas digitais, tecnofobia, tecnologias de informação e
comunicação, TIC, visão, myopia.
Introducción
En la era contemporánea, la tecnología ha revolucionado la forma en que
interactuamos con el mundo que nos rodea, siendo las pantallas digitales uno
de los elementos más prominentes en este cambio. La rápida y constante
evolución de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) ha
transformado los procesos educativos y formativos de manera significativa. Sin
embargo, en este panorama de innovación y progreso, surge un fenómeno que
merece especial atención: la tecnofobia. El término tecnofobia hace referencia
a la aversión o miedo irracional hacia la tecnología, con un enfoque particular
en las pantallas digitales (Brosnan, 2002). A pesar de los notables avances y
beneficios que estas tecnologías aportan al aprendizaje y al acceso al
conocimiento, una parte de la población muestra resistencia y preocupación en
relación con su uso (Rosen et al, 1995). Históricamente, este tipo de
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inquietudes no son nuevas; ya Platón advertía sobre los posibles efectos
perjudiciales de la escritura en la memoria, al considerarla una alternativa que
disminuiría la necesidad de recordar información (Cortázar y Platón, 1995). En
un contexto más actual, el periódico francés Le Monde informó que Suecia
había considerado limitar el uso de pantallas digitales en las aulas, aunque esta
medida se sustentaba en aspectos no relacionados con la visión y finalmente
no se implementó por completo (Hivert 2023).
Paralelamente al debate en torno al impacto del uso de pantallas digitales en el
desarrollo de habilidades lingüísticas y de lectoescritura (Madigan et al., 2020),
que no se tratará en el presente trabajo, han surgido diferentes creencias
infundadas sobre los posibles efectos negativos en el sistema visual debido a la
exposición a pantallas digitales en entornos educativos. El propósito
fundamental de este trabajo consiste en analizar la evidencia científica para
abordar estas preocupaciones. La intención es proporcionar a educadores y
profesionales del ámbito educativo una comprensión objetiva de su efecto real
sobre el sistema visual, facultándolos para promover una implementación
informada de las TIC.
¿La visualización de pantallas digitales a corta distancia genera miopía?
Entre las suposiciones difundidas, se ha planteado que el constante y cercano
uso de pantallas podría desencadenar miopía, aunque no se han sugerido qué
mecanismos fisiológicos diferenciarían el uso de pantallas de otras actividades
como la lectura de material impreso. A este respecto, numerosos estudios han
observado relaciones causales entre los aspectos conductuales relacionados
con actividades prolongadas en visión cercana y el aumento de la miopía
(Dutheil et al., 2023). En particular, revisiones sistemáticas han podido
establecer que el trabajo continuado a distancias excesivamente cortas
aumenta el riesgo de miopía (Huang et al., 2015). Además, esta relación se ha
observado en todo el rango de edades entre las cuales la miopía es susceptible
de crecimiento, esto es, desde la niñez hasta aproximadamente los 20-23 años
(Kinge et al., 2000). En este sentido, al analizar exclusivamente la distancia de
visualización y la naturaleza del objeto observado, pese a estudios
epidemiológicos exhaustivos no se ha logrado establecer una conexión causal
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entre la miopía y el hecho de que lo observado sea una pantalla digital y no
cualquier otro objeto (Gajjar et al., 2022).
Es importante señalar que la propensión de los niños a acercarse a las
pantallas se relaciona, en parte, con la notable capacidad de acomodación de
su sistema visual, es decir, la habilidad de enfocar objetos cercanos. Un niño
de 10 os posee una capacidad de acomodación que le permite observar con
total nitidez objetos situados a 8 cm de su ojo (Sterner et al., 2004). Esto
contrasta con la capacidad de acomodación de un adulto, la cual disminuye con
la edad de manera natural y, hasta ahora, inevitable hasta llegar a ser residual
alrededor de los 50 años, cuando la presbicia es muy evidente. Aunque el
comportamiento de acercarse a las pantallas puede considerarse como un
posible indicador de problemas visuales en potencia, también puede ser
simplemente un hábito postural debido a que para el niño no supone un
esfuerzo real. En relación con esto, establecida la relación entre una distancia
de trabajo excesivamente corta (independientemente del objeto observado) y el
posible desarrollo de la miopía, como docentes nos puede surgir la cuestión de
si deberíamos incorporar medidas preventivas en el entorno educativo. La
respuesta es afirmativa. Numerosos estudios han demostrado que medidas
preventivas en el ámbito escolar actuando con relación a la distancia de trabajo
son efectivas en la prevención de la miopía, destacando que aquellos
estudiantes con una distancia de trabajo menor de 30 cm tienen un aumento de
la miopía significativamente mayor que aquellos que utilizan una distancia
mayor y, como veremos a continuación, realizan descansos programados en la
actividad (Gajjar et al., 2022; Huang et al., 2020).
Relación entre miopía y educación
Sin adentrarnos en detalles técnicos, la miopía es un trastorno visual que causa
visión borrosa y es consecuencia de una longitud ocular excesiva. No obstante,
el problema de la miopía trasciende la simple necesidad de usar gafas, ya que
su desarrollo se asocia con un incremento significativo en el riesgo de padecer
enfermedades oculares graves, como el glaucoma o el desprendimiento de
retina, a lo largo de toda la vida. Además, este riesgo aumenta
proporcionalmente con la magnitud de la miopía (Baird et al., 2020). Ante el
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incremento alarmante de casos de miopía a nivel global, que ya ha sido
catalogada como epidemia, se han llevado a cabo investigaciones exhaustivas
para entender las posibles conexiones entre la refracción ocular y diversos
factores raciales, fisiológicos y sociales (Park et al., 2004).
Aunque en un principio se creía que la miopía era exclusivamente resultado de
la herencia genética, estudios en modelos animales y extensas investigaciones
epidemiológicas han demostrado que es un fenómeno multifactorial (Young et
al., 1969). Mientras que la influencia genética y hereditaria sigue siendo
significativa un niño tiene hasta el doble de probabilidad de ser miope si
ambos padres lo son (Cai et al., 2019), se ha revelado que otros factores
como el estilo de vida también influyen en el desarrollo de la miopía. En
particular, se ha asociado el aumento de la miopía con el tiempo pasado al aire
libre y con la forma en que se realizan tareas en visión cercana, dos factores
que, a su vez, tienen vínculos con la educación.
Un estudio realizado por Young et al. (1969) examinó la prevalencia de miopía
en una comunidad Inuit. Entre los individuos que habían vivido sin exposición a
la escolarización y en comunidades seminómadas la tasa de miopía era casi
nula (0.015%). Sin embargo, entre los descendientes de esa cohorte, que
habían accedido a la educación y vivían de manera más sedentaria, la tasa de
miopía ascendía al 58%. Otros muchos estudios similares demuestran como en
poblaciones homogéneas se producen este tipo de cambios oculares en
periodos relativamente cortos coincidentes con cambios en el estilo de vida, no
pudiendo explicarse únicamente con factores hereditarios y estableciendo una
relación sólida entre miopía y los factores ambientales (Zylbermann et al.,
1993; Wu et al., 2015). Sin embargo, como veremos a continuación, no es tanto
la educación sino la convergencia de los hábitos generados en sociedades
industrializadas lo que subyace tras este incremento de casos de miopía, no
siendo en ningún caso el uso de pantallas digitales una causa directa.
El tiempo en exteriores
Un aspecto crucial que emerge de la investigación sobre la miopía es el papel
protector que juega el pasar tiempo al aire libre. Este fenómeno ha sido
respaldado por multitud de estudios internacionales que proporcionan evidencia
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acerca de la importancia de realizar actividades al aire libre en la prevención de
la miopía, independientemente de la etnicidad o herencia genética (Wu et al.,
2015; Rose et al., 2008). Estos estudios han demostrado consistentemente que
la exposición a la luz solar y la participación en actividades al aire libre están
vinculadas a un menor riesgo de desarrollar miopía, especialmente en edades
tempranas (Wu et al., 2013). A pesar de que el efecto protector se ha
confirmado en la aparición de la miopía, aún está en debate que sea igual de
eficaz en su progresión una vez que ya se ha manifestado (Xiong et al., 2017;
Li et al., 2015).
Surge el interrogante de si existe un umbral específico para el tiempo al aire
libre que active este efecto protector. Diferentes estudios indican que existe
una relación lineal entre el tiempo en exteriores y la prevención de la
miopización, con un umbral de entre 70 y 90 minutos al día para alcanzar un
50% de tasa de prevención miópica (Rose et al., 2008; Xiong et al., 2017). No
obstante, la edad también desempeña un rol importante. Mientras que la
relación positiva entre el tiempo al aire libre y una menor prevalencia de miopía
en niños de 6 a 12 años ha sido ampliamente confirmada, no parece aparente
en estudiantes de secundaria de 13 a 17 años (Wu et al., 2015; Wu et al., 2013;
Li et al., 2015). Esta diferencia sugiere que el efecto protector del tiempo al aire
libre puede disminuir en la adolescencia, posiblemente debido a la sensibilidad
de los patrones de crecimiento ocular y visual a influencias ambientales en las
edades más tempranas (Wu et al., 2013).
En el contexto educativo, se ha demostrado como el implementar medidas en
ámbito escolar orientadas a aumentar el tiempo en exteriores para contrarrestar
la miopía es una medida preventiva de éxito. En un estudio prospectivo
encontraron que los niños que realizaban pausas al aire libre durante el horario
escolar experimentaron una reducción significativa del riesgo de miopía en un
50%, en comparación con aquellos que no participaron en estas pausas (Wu et
al., 2013). Otros estudios similares han confirmado estos hallazgos (Rose et al.,
2008; Jones et al., 2007; Wu et al., 2010). Como factor asociado a tener en
cuenta, también se ha podido relacionar una insuficientemente iluminación en
las aulas con el desarrollo de la miopía, por lo que las acciones preventivas
deberían abordar ambos aspectos (Hua et al., 2010; Cohen et al., 2022).
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A pesar de esta evidencia, aún no se ha podido determinar la causa exacta que
produce este beneficio. Algunas hipótesis apuntan a la vitamina D como posible
biomarcador de una exposición saludable y a la radiación ultravioleta como
desencadenante de la liberación de dopamina, que relajaría los músculos
oculares, frenando el crecimiento del globo ocular (pan et al., 2017;
Feldkaemper y Schaeffel, 2013).
Aspectos conductuales asociados al trabajo en visión cercana y la miopía
El cómo se realizan las actividades de visión cercana se ha destacado también
como un factor determinante en el desarrollo de la miopía. Es importante
destacar que, en cuanto a la duración de la actividad, numerosos estudios
indican que en actividades cercanas el factor tiempo en mismo no tiene
relevancia significativa en el desarrollo de la miopía (Gajjar et al., 2022). Sin
embargo, una distancia de trabajo reducida aspecto que ya se tra en un
apartado anterior y la ausencia de pausas durante la actividad, han
demostrado tener un impacto significativo (Gajjar et al., 2022; Ip et al., 2008).
En relación con las pausas, numerosos estudios han demostrado una
asociación positiva entre la realización continua de tareas de lectura y trabajo
cercano durante períodos prolongados (superiores a 30-45 minutos) sin
descansos y la propensión hacia la miopía (Gajjar et al., 2022; Wu et al., 2015;
Ip et al., 2008). Aunque no se entiende del todo la naturaleza de esta
asociación, se cree que podría estar relacionada con los cambios que ocurren
en la acomodación, los movimientos oculares sacádicos durante la lectura y la
distancia de trabajo en sí misma (Pärssinen; 2012).
Es relevante mencionar que, aunque son relativamente infrecuentes, también
se han observado fenómenos de pseudomiopía (espasmo de acomodación) o
falsa miopía temporal asociadas al trabajo prolongado en visión cercana. Estas
afecciones, que son de naturaleza transitoria, no involucran crecimiento ocular,
pueden ocurrir a cualquier edad y no están exclusivamente vinculadas al uso
de pantallas, sino más bien a actividades que requieren esfuerzo visual en
distancias cortas, como por ejemplo el estudio prolongado. A menudo, estas
pseudomiopías presentan un desarrollo rápido y efímero y son reversibles, en
comparación con las miopías reales que son permanentes, de relativo lento
desarrollo y ocasionan cambios anatómicos. Es importante comprender que
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estos infrecuentes episodios temporales de alteración visual no indican daño
ocular irreversible, sino más bien una respuesta adaptativa del sistema visual a
una demanda puntual de trabajo cercano intensivo y prolongado (García-
Montero et al., 2022).
La luz azul y los dispositivos electrónicos
La luz visible se compone de ondas electromagnéticas con longitudes de onda
entre aproximadamente 0.4 micras (azul) y 0.7 micras (rojo). La longitud de
onda está relacionada inversamente con la energía de la onda. De este modo,
por ejemplo, las ondas de radio tienen poca energía y son inocuas mientras
que los rayos X son dañinos debido a su mayor energía. Los rayos ultravioletas
emitidos por el sol son relativamente energéticos e invisibles para nosotros,
pudiendo causar quemaduras en la piel y daños oculares. Por esta razón, la
protección ocular y corporal contra la radiación ultravioleta es universalmente
aceptada. Sin embargo, en los últimos años, algunos científicos han sugerido la
necesidad de protegernos no solo de los rayos ultravioleta, sino también de la
luz azul.
En relación a esto, ya en 1979 un estudio in vitro evaluó el daño retiniano en
función de la longitud de onda, concluyendo que la luz azul más corta puede
causar un mayor daño (Ham et al., 1979). Debido a que la luz azul es más
energética, este resultado era lógico dada la metodología del estudio, ya que el
daño producido dependerá en última instancia de la energía que se recibe y su
posición con respecto al umbral de seguridad. A partir de aquí, se extendió el
mito de que la exposición acumulada a la luz azul proveniente del sol, y no a
las demás longitudes de onda, podría estar relacionada con una patología
retiniana llamada Degeneración Macular Asociada a la Edad (DMAE). Esta
hipótesis estuvo acompañada de la comercialización de lentes intraoculares
con filtros de luz azul para evitar o minimizar la exposición a esta radiación. Sin
embargo, la validez de esta hipótesis se ha debilitado enormemente ya que la
evidencia científica no ha podido demostrar ningún tipo de efecto del filtrado de
la luz azul mediante lentes intraoculares sobre la aparición o evolución de la
DMAE (Downie et al., 2018).
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En cuanto a la época actual, las pantallas digitales típicamente emiten
radiación electromagnética no ionizante en el rango visible, con un pico
característico en las longitudes de onda cortas, es decir, en la región azul del
espectro visible. Cualquier longitud de onda puede dañar la retina si supera los
umbrales de seguridad, pero es crucial señalar que los dispositivos digitales
comerciales están, por normativa, muy por debajo de estos umbrales. Además,
el ojo humano está equipado con mecanismos naturales de protección, como el
cristalino y el pigmento macular, que filtran parte de la luz azul antes de que
alcance los fotorreceptores de la retina. A pesar de esto, se ha cuestionado si
la luz azul emitida por las pantallas podría afectar negativamente la salud visual
y se ha sugerido que se debería “ayudar” al ojo en la tarea de filtrar la luz azul
mediante filtros especiales en gafas o sobre los propios dispositivos (Chamorro
et al., 2013). No obstante, es importante señalar que los experimentos que
resucitaron esta hipótesis presentaban errores metodológicos significativos, lo
que compromete la validez científica de utilizar filtros para este propósito. En
este contexto, es pertinente mencionar que la mortalidad celular también es del
88% para la luz verde, lo que plantea interrogantes sobre la falta de
cuestionamiento en torno a esta longitud de onda. Adicionalmente, la inmensa
mayoría de los estudios actuales descartan una relación entre este pico de luz
azul emitido por las pantallas y cualquier tipo de daño ocular (Downie et al.,
2019). Un ejemplo muy ilustrativo es que es demostrable que la radiación azul
emitida por un iPad es comparable a la experimentada al leer un papel en una
habitación con luz indirecta en un día nublado (Artal, 2014).
Si bien queda demostrado que la luz azul de las pantallas digitales no daña la
retina, algunos investigadores sugieren que podría estar relacionada con el
agravamiento de los síntomas del síndrome visual informático (SVI) o afectar
los ritmos circadianos debido a la sensibilidad de ciertas células ganglionares
en la retina al color azul y que por tanto el uso de filtros que podría estar
justificado. A pesar de estas hipótesis, un reciente estudio Cochrane no
encontró evidencia que respalde el uso de filtros de luz azul para aliviar los
síntomas del SVI, mejorar la calidad del sueño, proteger la salud macular o
influir en los niveles de melatonina relacionados con el uso de pantallas de
visualización (Downie et al., 2019).
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Sorprendentemente, como ya se mencionó en el apartado anterior, los avances
en la investigación han arrojado una perspectiva novedosa en relación a la luz
azul y su influencia en la prevención de la miopía. Investigaciones han revelado
una correlación positiva entre la cromaticidad de la luz ambiente, inclinándose
hacia tonalidades azules, y la reducción en la incidencia de la miopía. En este
contexto, se plantea una cuestión intrigante: si la luz azul puede tener un efecto
preventivo en la aparición de la miopía, ello implicaría que no solo la aplicación
de filtros de luz azul carece de utilidad en este sentido, sino que también podría
ser contraproducente.
El síndrome visual informático
Hasta ahora no hemos podido encontrar evidencias de que el uso de las
pantallas en el entorno educativo pueda generar problemas visuales
específicos diferentes a, por ejemplo, el uso de material impreso. Sin embargo,
es importante destacar que, a corto plazo, el trabajo prolongado de cerca con
pantallas puede inducir una serie de síntomas incómodos y transitorios
conocidos como SVI (Rosenfield, 2011). Estos síntomas abarcan fatiga visual,
dolores de cabeza, molestias oculares, ojo seco, visión doble y borrosa. En
este contexto, los ntomas asociados al SVI parecen estar más ligados al uso
de pantallas digitales que al mero hecho de llevar a cabo tareas de visión
cercana durante un periodo prolongado, aunque en estos casos también están
presentes en menor medida. Se ha demostrado como al observar contenido en
una pantalla digital, los individuos reportan un mayor grado de desenfoque en
comparación con la lectura en papel del mismo material (Chu et al., 2011).
Además de causar molestias, se ha demostrado también que el SVI puede
aumentar los errores cometidos al realizar tareas en pantallas digitales en
comparación con las mismas tareas realizadas en papel, lo cual puede tener
relevancia en el ámbito educativo (Wright y Lickorish, 1983).
Este fenómeno, que puede afectar a todas las edades, es de naturaleza
compleja y multifactorial, incluyendo características como la oculomotricidad del
individuo, ergonomía y componentes relacionados con la sequedad ocular
(Rosenfield, 2011). Un ejemplo típico es que la frecuencia normal de parpadeo,
que suele ser aproximadamente de veinte veces por minuto, puede disminuir a
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alrededor de siete veces por minuto durante actividades de visión cercana en
pantallas digitales, lo que contribuye a la sequedad ocular en particular y al
malestar visual en general (Patel et al., 1991). Es relevante destacar que, a
menos que exista una condición visual subyacente que requiera atención
oftalmológica, estos síntomas suelen atenuarse mediante la implementación de
descansos regulares y la adopción de prácticas sencillas como mejorar la
ergonomía y los hábitos visuales. Una pauta comúnmente recomendada es la
"regla del 20-20-20", que insta a las personas a desviar la mirada de la pantalla
cada 20 minutos durante 20 segundos, enfocando la vista a una distancia de
unos 20 pasos, equivalente a aproximadamente seis metros, permitiendo aliviar
los síntomas del SVI.
Conclusiones
En la era actual de la educación, donde las TIC desempeñan un papel central,
es importante abordar las preocupaciones que rodean la salud visual y el uso
de pantallas digitales. A través del análisis y la interpretación de la evidencia
científica presentada en este trabajo, se pueden extraer conclusiones
fundamentales que son relevantes para la aplicación de las TIC en el aula.
Es fundamental tener en cuenta que este estudio se centra exclusivamente en
el impacto de las TIC en el sistema visual. No se han abordado aspectos como
el análisis de enfoques pedagógicos para la integración de tecnologías en el
aula. Por ejemplo, reemplazar libros de texto impresos por sus equivalentes
digitales y utilizarlos de la misma manera no ha demostrado aportar valor
pedagógico alguno. Además, actualmente existe un debate acerca del uso de
la tecnología y el desarrollo de la lectoescritura. Por lo tanto, es esencial que
los educadores sean conscientes de cómo el uso de estas tecnologías puede
brindar un valor agregado y emplearlas de manera coherente con estrategias
metodológicas significativas. De lo contrario, corremos el riesgo de promover
una innovación carente de contenido.
Es crucial comprender que la inquietud respecto a los efectos sobre el sistema
visual de las pantallas digitales carece de respaldo científico. Un ejemplo claro
es la relación entre el uso de pantallas y la miopía. Aunque se ha planteado
que la visualización prolongada de dispositivos electrónicos pueda aumentar la
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miopía, los estudios no han establecido una conexión causal entre esta
condición y las pantallas de manera específica. En cambio, otros factores
asociados a tareas en cerca en general, independientemente del objeto
observado, como la distancia de trabajo, la ausencia de pausas en tareas
cercanas, la iluminación dentro del aula y el tiempo al aire libre influyen en la
predisposición a la miopía. También se ha demostrado que realizar cambios
apropiados en el ámbito escolar puede tener un efecto protector sobre la
miopía. Esto subraya la importancia de diseñar entornos educativos que
fomenten la interacción con el exterior y promuevan prácticas de trabajo
cercano saludables.
Asimismo, la preocupación en torno a la luz azul y su impacto en la salud visual
requiere un análisis respaldado por pruebas concretas. Aunque es cierto que
las pantallas emiten luz azul, la mayoría de los estudios indican que no hay una
relación causal entre dicha exposición y los problemas oculares. De hecho,
investigaciones recientes sugieren que la luz azul podría incluso tener un efecto
preventivo en la miopía, lo que cuestiona la necesidad de medidas extremas
para filtrarla.
Finalmente, el SVI es un fenómeno real y transitorio que puede surgir como
resultado del trabajo prolongado en pantallas. Sin embargo, los síntomas
asociados al SVI pueden mitigarse mediante prácticas ergonómicas y
descansos regulares.
En conclusión, el presente trabajo ha explorado y desmitificado las
preocupaciones en torno a la salud visual relacionadas con el uso de pantallas
en el contexto educativo. Los docentes tienen la responsabilidad de
comprender la evidencia científica y de promover prácticas saludables en el
uso de las TIC en el aula. La manera en la que se realizan las tareas de cerca
juega un papel fundamental en la salud ocular, independientemente de la
naturaleza del objeto observado, y merece una atención constante para
promover el bienestar visual a largo plazo. Al hacerlo, se contribuirá a la
creación de entornos educativos que fomenten la interacción equilibrada entre
las tecnologías y el mundo exterior, mientras que se preserva la salud visual y
el bienestar de los estudiantes.
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