de la práctica institucional, creencias y valores que se concretan en las
“rutinas”, cuyo desarrollo por parte de los miembros de cada comunidad
educativa constituye su cultura organizativa (Antúnez Marcos y Gairín Sallán,
2012; González Galán, 2010). Así, el clima organizacional se define como “una
manifestación perceptual, frecuentemente implícita, que no es fácil de captar
porque no posee un carácter formal, pese a que está ligada a condiciones
concretas, a un mundo de significados intersubjetivos y a la lógica del
funcionamiento organizacional” (Antúnez Marcos et al., 2004, p.18).
Desde los años 60, los estudios sobre clima organizacional se han orientado a
demostrar la influencia del clima organizacional sobre los procesos y los
resultados que tienen lugar en el interior de las organizaciones. Entre los
aspectos claves objeto de investigación se encuentran los niveles y modos de
participación, la motivación, los flujos de comunicación, el paradigma jerárquico
de la organización, las interacciones, el valor posicional del liderazgo, la
satisfacción y la calidad del desempeño (Antúnez Marcos y Gairín Sallán, 2012;
Arancibia, 1992; Dubet y Martuccelli, 1998; Gairín Sallán y Antúnez Marcos,
2008; Hernández Hernández y Sancho Gil, 2004; Martín Bris, 2000).
Una de las temáticas que resultan esenciales al analizar la estructura de las
organizaciones educativas así como las acciones orientadas a su mejora, se
relacionan con las prácticas y creencias en relación al modo cómo sus
miembros comprenden, viven y dan forma a una estructura perceptual, que
otorga significados colectivos con los que se gestionan los procesos propios del
centro educativo (Batjin, 1965; James y Jones, 1974; Verón, 1998; Van Dijk,
1999); en concreto, las representaciones articuladas desde el discurso por
parte de los miembros de la comunidad educativa en referencia a los niveles de
satisfacción.
La satisfacción se asocia a la congruencia que existe entre lo aspirado por los
miembros de una organización (expectativas, proyección) y lo logrado
(valoración del presente). Se trata de un proceso subjetivo, pero con profundas
implicaciones sociales. No está dado sólo como una sensación individual, sino
también como desde lo que, como personas pertenecientes a grupos sociales u
organizaciones particulares, sienten de una manera o de otra desde y con el
otro (Zas Ros, López González y Calviño, 2006).