Revista científica electrónica de Educación y Comunicación en la Sociedad del Conocimiento
Publicación en línea (Semestral) Granada (España) Época II Vol. 22 (2) Julio-Diciembre de 2022 ISSN: 1695-324X
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DOI: http://doi.org/10.30827/eticanet.v22i2.23791
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ACOSO ESCOLAR EN LA RED: CIBERACOSO
Datos, prevención e intervención
Bullying Online: Cyberbullying
Data, Prevention, and Intervention
Sara Bolognesi
sabolo01@ucm.es
https://orcid.org/0000-0001-6121-0923
Alena Bukhalovskaya
alenbukh@ucm.es
https://orcid.org/0000-0003-4270-5546
Universidad Complutense de Madrid (España)
Recibido: 23/01/2022
Evaluado: 09/11/2022
Revisado: 08/12/2022
Aceptado: 16/12/2022
Resumen
La presente investigación propone ahondar en las causas y consecuencia del
acoso y, en particular, el ciberacoso, el cual representa un fenómeno que se ha
expandido rápidamente en los últimos años dentro del entorno escolar. Por ello,
se considera necesario este acercamiento para la prevención e intervención en
casos de agresión en la red dentro de las aulas de la Educación Secundaria
Obligatoria, con el propósito de que dicho problema no solo se abarque desde
la acción tutorial y la materia de Tecnología, sino también desde todas las
asignaturas que hagan uso de las TIC. Así pues, se llevará a cabo un recorrido
por las características principales del acoso y el ciberacoso, subrayando sus
similitudes y diferencias, se proporcionarán datos que subrayen el aumento
preocupante de este fenómeno y, finalmente, se intentará sensibilizar a los
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miembros de la comunidad educativa y no solo en torno a la urgencia de
una prevención efectiva, continua e integral.
Abstract
This research proposes to delve into the causes and consequences of bullying
and especially cyberbullying, which represents a phenomenon that has
expanded rapidly in recent years in the school environment. For this reason,
this approach is considered necessary for the prevention and intervention in
cases of aggression on the Internet within the classrooms of Compulsory
Secondary Education, with the aim of covering this problem not only from
tutorial action and the subject of Technology, but also from all subjects that
make use of ICT. Thus, the main characteristics of bullying and cyberbullying
will be reviewed, highlighting their similarities and differences, data will be
provided to underline the worrying increase of this phenomenon and, finally, we
will try to raise awareness among members of the educational community
and not only about the urgency of an effective, continuous, and
comprehensive prevention.
Palabras Clave: Ciberacoso, Prevención, Intervención.
Keywords: Cyberbullying, Prevention, Intervention.
1. Introducción
El tema del acoso escolar y, especialmente, el ciberacoso es una cuestión
preocupante, porque actualmente pertenece a la realidad de un gran número
de adolescentes. Si bien es cierto que el bullying presencial es altamente
dañino, por su posible carga sica, además, de la psicológica, el acoso en la
red se hace un asunto aún más delicado, dado que es más sutil, pero más
perjudicial para la salud física y mental de los jóvenes que son víctimas de
este. Estas consecuencias hunden sus raíces especialmente en la reputación
dañada de la víctima, la cual, en la mayoría de las situaciones de ciberacoso,
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se ve humillada por su agresor ante un público virtual muy amplio. Además,
una vez publicados esos contenidos mensajes, imágenes, vídeos, audios,
etcétera que pretenden perjudicar a la víctima, pueden ser guardados,
fotografiados y colgados nuevamente en otra plataforma digital, por el mismo
agresor u otros usuarios, así que detener su difusión se presenta como una
tarea complicada, que requiere la intervención inmediata de las Fuerzas del
Orden.
El ciberacoso se configura como un peligro que corre toda la comunidad digital,
pero especialmente los usuarios adolescentes que nacieron a partir del año
2000, cuya relación con las TIC no solo es cotidiana, sino también muy íntima.
El teléfono móvil y el ordenador, en particular, se han convertido en
herramientas indispensables para los jóvenes, quienes gozan de las
oportunidades que ofrece la web para estudiar, ver películas y series, leer
libros, jugar a los videojuegos y juegos online, descubrir nuevos sitios y
lugares, pero, sobre todo, interactuar con otros usuarios digitales, bien
conocidos, bien desconocidos. Muchos jóvenes, sin tener consciencia del
peligro, comparten en plataformas como WhatsApp, Instragram, Facebook,
Twitter, YouTube, TikTok y Snapchat, entre numerosas otras, todo tipo de
datos e imágenes personales que pueden terminar en manos de algún
individuo mal intencionado.
Para minimizar las violencias digitales es necesaria una profunda educación
sobre el uso de las plataformas de Internet, que no deben provenir solo de los
entornos escolares, sino también familiares y, en suma, cotidianos de los
jóvenes. A causa de la gran proliferación de este fenómeno, cada vez surgen
más asociaciones encargadas de la sensibilización, la prevención y la
intervención en los entornos educativos ante los casos de acoso escolar y
ciberacoso. En conclusión, se considera esencial realizar numerosos estudios,
talleres, seminarios, congresos, cursos, clases o cualquier otra forma o medio
que visibilice la existencia del acoso escolar, en general, y del ciberacoso, en
particular, con el fin de enfrentarlos y prevenirlos. Para ello, es fundamental
educar a los jóvenes en el uso responsable y adecuado de las redes sociales y
de Internet, a como a los padres y los profesores, con el fin de que estos
puedan identificar e intervenir en las situaciones de acoso escolar.
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2. Propósito
El objetivo del presente trabajo consiste en ahondar en las estrategias de
prevención del ciberbullying, con el propósito de llevar a cabo una
sensibilización en torno a un fenómeno que ha aumentado de manera
exponencial durante los últimos años y brota siempre más tempranamente
entre los jóvenes. A lo largo de las siguientes páginas, por lo tanto, se abordará
cómo asegurar el correcto uso de las Tecnologías de la Información y
Comunicación (TIC) en el aula, puesto que no solo representa aquel medio a
través del cual el profesorado enseña y el alumnado aprende, sino que también
se erige como un universo plagado de violencia, en el que el estudiantado,
debido a su ingenuidad e ignorancia, corre el riesgo de sufrir ciberacoso y
enfrentarse a otros peligros diariamente. Ante este fenómeno, como cita el
célebre refrán, “mejor es prevenir que curar”, la presente investigación va a
tratar de proponer un breve acercamiento al concepto de ciberacoso, haciendo
hincapié en sus características, consecuencia y datos y asumiendo una postura
comprometida desde todas las asignaturas impartidas en la Educación
Secundaria Obligatoria, no solo desde la acción tutorial y la materia de
Tecnología.
3. Fundamentación
3.1. El acoso escolar
Según los expertos, la violencia lleva desatándose en el contexto educativo
desde la antigüedad, aunque la primera investigación en torno a sus causas,
características y consecuencias fue llevada a cabo solamente en la segunda
mitad del pasado siglo, concretamente, en el año 1978, cuando el psicólogo
escandinavo Dan Olweus publicó el ensayo La agresión en las escuelas: los
bullyies y niños agresivos (Lugones Botell y Ramírez Bermúdez, 2017). Olweus
(1993) abre su estudio afirmando precisamente que el bullying se erige como
un fenómeno indudablemente antiguo, puesto que dentro del universo literario
se recopilan casos de infantes acosado y agredidos y, por otro lado, varios
adultos cuentan con experiencias de acoso escolar (p. 1). Este fenómeno no
solo existe desde los orígenes del sistema educativo, sino que también
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presenta un carácter mundial, así pues, no se desarrolla en un lugar concreto,
sino que protagoniza todos los países y comunidades globales, mostrando
índices de frecuencia muy variables, relacionados con los propios índices de
violencia general de cada país, sus valores culturales y recursos económicos,
entre otros.
Este concepto se configura como un término paraguas, dentro del cual se
desatan numerosas dinámicas de violencia, relacionadas con los miembros de
la comunidad educativa y/o el ambiente escolar. Entre otras, destacan aquellas
ejercidas por cualquier miembro de la comunidad educativa hacia otro
componente de la misma, la cual puede ser entre desiguales violencia del
personal docente hacia el alumnado, del personal docente hacia el personal no
docente, del alumnado hacia el personal no docente, y viceversa o iguales
violencia de un miembro del personal docente hacia un colega, de un alumno
hacia otro estudiante, del personal no docente hacia un componente del mismo
grupo, así como el vandalismo que atenta contra la estructura del centro
(Hernández Prados y Solano Fernández, 2007, p. 20). La naturaleza de la
violencia se presenta como un caleidoscopio de posibilidades: puede ser física,
verbal, psicológica o social, en la mayoría de los casos, pero también cabe la
posibilidad de que aborde una razón o finalidad de carácter económico o
sexual. Asimismo, puede llevarse a cabo presencial o telemáticamente y
mostrarse como directa, propiciada por el agresor sobre la víctima, o indirecta,
en la que se ven implicadas más personas lideradas por un victimario que no
necesariamente es quien lleva a cabo la agresión (Álvarez-García et al., 2011,
p. 64).
La violencia entre iguales, también denominada bullying
1
, se caracteriza por la
intervención de al menos dos individuos, un agresor y una víctima, quienes
respectivamente se corresponden al sujeto y el objeto de la violencia, entre los
cuales se instaura una relación asimétrica de control y poder, protagonizada
por una agresión voluntaria y reiterada (Olweus, 1993, p. 9). No obstante, las
dinámicas pueden complicarse por la presencia de un número mayor de
participantes, de tal forma que cabe la posibilidad de que los agresores sean
1
Este término procede del inglés bull, que significa toro”, de manera que el concepto de
bullying está vinculado a la actitud de actuar como un toro enfurecido, sin frenos ni
contemplaciones por el otro (Lugones Botell y Ramírez Bermúdez 2017).
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múltiples y su actuación se realice bien simultáneamente, bien en distintos
momentos del día. Otro posible participante, cuya presencia no resulta
indispensable para que se cumpla el acoso, es el testigo de la violencia.
Aunque no directamente, este se encuentra implicado en la agresión, ante la
cual puede adoptar un comportamiento activo o pasivo: puede intervenir
tomando partido como defensor de la víctima o, por el contrario, incitar al
agresor al acoso, así como ser un mero espectador de lo que ocurre y actuar
como si no estuviera al tanto de la situación, aunque, en este caso, llegaría a
posicionarse más bien al lado del agresor (Hernández Prados y Solano
Fernández, 2007, p. 21).
El acoso se desarrolla cuando, durante una temporada más o menos larga, la
víctima sufre de forma repetida toda una serie de manifestaciones violentas
como insultos, humillaciones, chantajes, bromas pesadas, apelativos crueles,
robos, golpes y molestias, entre otras llevadas a cabo por su victimario. Las
razones que empujan a ejercer la violencia son versátiles, ya que pueden estar
vinculadas con la personalidad y los intereses de la víctima, su condición
económica, social, familiar, genérica y sexual, sus discapacidades físicas y/o
mentales, etcétera. Estas dinámicas de agresión-victimización conllevan
efectos negativos tanto en el agresor como la víctima: el primero llega a
considerar la violencia como la mejor herramienta para obtener lo que quiere y
normaliza la rebeldía y el abuso de poder; en cambio, la víctima es la que carga
con las peores consecuencias, por lo que puede presentar dificultades en el
aprendizaje, desinterés, fobia escolar, estrés, depresión, angustia, miedo, rabia
reprimida, ansiedad, desarrollar pensamientos suicidas e incluso llegar a
quitarse la vida (Hernández Prados y Solano Fernández, 2007, p. 21).
3.2. El ciberacoso
Al contrario del bullying, el ciberbullying es una forma de acoso bastante
reciente, que ha ido evolucionando conforme al avance de las nuevas
tecnologías y los medios de comunicación y, por tanto, accesible solo a los
usuarios digitales. De esta manera, hoy día, la violencia no se desata
exclusivamente en el seno de una realidad tangible, sino también a través de
una comunidad virtual. “Cyberbullying victimization is associated with a host of
negative problems similar to those of traditional bullying” (Tokunaga, 2009, p.
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277): al igual que el bullying, en efecto, el ciberbullying se manifiesta a través
de insultos, ofensas, amenazas y chantajes intencionados a infligir daño al otro,
es decir, abarca conductas agresivas, intencionales y premeditadas, pero, a
diferencia de la agresión presencial, cuenta con algunas características
propias.
El ciberbullying se alimenta de las TIC, como el correo electrónico, la
mensajería instantánea mediante teléfono móvil y las redes sociales, para
instituir un espacio digital donde compartir contenidos violentos,
discriminatorios, humillantes e intimidatorios. Algunos ejemplos de este
fenómeno, aparte del hostigamiento, es decir, el envío de mensajes que
buscan lastimar al otro, espantarlo mediante amenazas y someterlo por medio
de chantajes, son la difusión de mentiras (troleo), la publicación de fotografías y
vídeos vergonzosos o íntimos, el robo de identidad y el envío de mensajes de
contenido inapropiado en nombre de dicho usuario (fraping), la creación de un
perfil falso con el fin de atraer a la víctima (catfishing), la difusión de
información, mensajes y datos personales de esta (outing o doxing), acomo
de rumores, fotos, vídeos o capturas de pantalla humillantes (dissing) (Latto,
2020).
El INCIBE menciona cuatro razones por las cuales se produce el ciberacoso: el
agresor considera que se trata de una broma sin importancia; existe un deseo
de vengar una disputa previa con el sujeto acosado; el victimario presenta una
gran falta de autoestima, de manera que, a través de la violencia digital
camuflada, busca sentirse superior; o por presión de grupo, cuyos miembros
desean alcanzar un mejor estatus social (Escudero, 2021). Los sujetos más
vulnerables a sufrir el ciberacoso son alumnos que poseen alguna diferencia
racial, cultural, sexual, física, mental, etcétera, que cuentan con una baja
autoestima, se muestran inseguros, no están predispuestos al conflicto y
tampoco están rodeados de muchos amigos, de manera que se configuran
como sujetos indefensos y que puedan agredirse con facilidad.
El ciberacoso se diferencia del bullying en que se desarrolla de una manera
indirecta, puesto que entre el victimario y la víctima no se lleva a cabo un
encuentro presencial, a no ser que el ciberacoso sea un acto de violencia
sumativa y se desate una agresión física previa. En este caso, el victimario
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resulta reconocible, pero, en la mayoría de las situaciones de ciberacoso, la
violencia se ejerce de una manera camuflada, ya que el agresor se esconde
tras el anonimato. Por el contrario, la revelación del acosador puede producirse
tras un periodo de tiempo en el cual se ha llevado a cabo el ciberacoso, de
modo que la violencia virtual puede transformarse en una agresión física y/o
psicológica presencial a posteriori (Hernández Prados y Solano Fernández
2007, p. 24).
Al ser distinto el alcance de los agresores, es a su vez diverso el eco de su
violencia: estos, en efecto, son capaces de extender el ataque más allá del
ambiente escolar, persiguiendo a los objetivos de la violencia hasta sus
hogares (Tokunaga, 2009, p. 278). Por esta razón, el ciberacoso invade todos
los ámbitos de privacidad y aparente seguridad de la víctima, conllevando su
completo desamparo legal: esta se ve obligada a presenciar cómo la
humillación y la agresión que sufre se expanden a un público virtual más amplio
que el real. Además, aunque denuncie y se logre cerrar la web del agresor,
este último puede abrir otra con el fin de volver a acosarla o, en el caso en que
se hayan compartido imágenes, cabe la posibilidad de que hayan sido
guardadas por más usuarios y colgadas en otras webs.
Por todo esto, si bien los efectos del ciberbullying son semejantes a los del
acoso presencial, resultan más intensos y perjudiciales, porque el ciberagresor
puede gozar del anonimato, así que su víctima no tiene la posibilidad de
defenderse ni responder a la violencia, ante lo cual desarrolla un sentimiento de
total impotencia y desprotección. Por otra parte, el agresor no puede empatizar
con la víctima y sentir compasión hacia ella, puesto que los dos sujetos no se
miran a los ojos ni se tocan durante la agresión, sino que quedan separados
por una pantalla, de modo que sensibilizar al victimario se hace más
complicado. No obstante, el ciberagresor suele experimentar cierto miedo al
descubrimiento de sus actos y la modalidad encubierta del ciberacoso permite
que los roles de víctima y acosador se inviertan repentinamente, debido a que
el agresor puede convertirse en la víctima de otro usuario, posiblemente amigo
de la víctima de partida, a quien busca vengar.
Por lo tanto, las consecuencias del ciberbullying se expanden a un círculo de
personas más extenso, que comprende no solo a la víctima, su victimario, las
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familias y los amigos de ambas partes, sino también al amplísimo público de
Internet. Entre las secuelas más inmediatas que presenta el sujeto agredido
destacan un repentino cambio de humor, un rápido declive de la autoestima y,
en cambio, un ascenso de la depresión y la ansiedad, a los cuales pueden
sumarse la autoexclusión, provocada por el abandono de la vida escolar y
social, el impulso de autolesión, la aparición de pensamientos relacionados con
el suicidio y su intento (Tokunaga, 2009, p. 277). Sin embargo, estas mismas
respuestas pueden ser experimentadas por el acosador, especialmente si se
convierte a su vez en una víctima de ciberacoso o en caso de que finalmente
sienta compasión hacia la víctima y empatice con su sufrimiento, ya que, en la
mayor parte de los casos, el agresor pertenece al entorno cotidiano de la
víctima. Asimismo, pueden desarrollar secuelas los amigos de ambos y los
coetáneos que han presenciado las agresiones o tienen consciencia de que se
está produciendo un acto de violencia, pues los testigos, aunque no estén
participando directamente en el ataque, sienten que en un futuro más o menos
cercano pueden encontrarse en la misma situación que la víctima (Ferrero,
2019).
3.3. Un fenómeno en aumento: datos
De acuerdo con Unicef, el ciberacoso se configura como un fenómeno difícil de
cuantificar, porque los meros varían mucho en función del rango de edad de
los acosadores y los sujetos acosados y por lo que se considera o no una
agresión en la red. Save the Children, por su parte, en el año 2016, afirmaba
que un 6.9% de los alumnos reconoce haber sufrido una situación de
ciberbullying, especialmente las chicas, cuyo porcentaje se eleva hasta el
8.5%; a su vez, un 3.3% reconoce que ha formado parte del grupo de los
ciberagresores. Sin embargo, al año siguiente estos datos se multiplicaron por
dos, es decir, un 12% de los estudiantes encuestados reconocía haber sufrido
ciberacoso, llegando a un 15% en el caso de los adolescentes entre los 15 y 16
años. En España, en concreto, se señala que un 42.6% de las chicas había
experimentado violencia o acoso sexual online, mientras que un 35.9% de los
chicos reconocía lo mismo (Europa Press Data, 2021).
Los datos actuales, en cambio, se presentan como mucho más alarmantes,
dado que la pandemia de la COVID-19 y el consecuente aislamiento
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domiciliario, si bien han comportado que se reduzca la violencia en el aula, han
conllevado un incremento del acoso por las redes sociales y las plataformas
digitales. Según los estudios realizados por la Fundación ANAR y la Fundación
Mutua Madrileña, en efecto, los casos de ciberbullying entre jóvenes han
aumentado hasta en un 65%, contrarrestando el declive del 44.5% que se
produjo en los comienzos de la pandemia, en concreto, cuando el Gobierno de
España implantó el confinamiento, en marzo del 2020 (RTVE, 2021). Por
consiguiente, hoy en día, el ciberbullying se erige como la forma de acoso más
presente en el ámbito educativo español, donde uno de cada cuatro
estudiantes asegura que conoce a alguien de su entorno educativo que ha sido
víctima de este problema y tan solo el 15% se atreve a contarlo, de acuerdo
con los datos de la Asociación NACE (Pinedo, 2021).
Actualmente, el medio principal a través del cual se desata el ciberacoso
coincide con WhatsApp (53.9%), la red de mensajería instantánea más
utilizada a nivel mundial, aunque también se desarrolla por Instagram (44.4%) y
TikTok (38.5%), las redes sociales actualmente más célebres entre los
adolescentes, y Facebook (8.9%), una plataforma social ya “anticuada”, puesto
que se ha visto sustituida por estas dos anteriores. Asimismo, un 37.7% del
ciberacoso se lleva a cabo en las plataformas dedicadas a los juegos online,
mientras que el restante 9% se corresponde a otras redes minoritarias, como
Snapchat y YouTube, entre otras. Las razones más frecuentes del ciberacoso
coinciden con agresiones relacionadas con el aspecto físico de la víctima
(52.8%), por su imposibilidad de encajar en el grupo por alguna diferencia
(46.4%); por su conducta y pensamiento (39.1%); sus aficiones, gustos e
intereses (30.4%); por su etnia, cultura o religión (26.2%); por ser el alumno
nuevo de la clase (20.1%); por su orientación sexual (15.2%); o por contar con
escasos recursos económicos (14.2%) (RTVE, 2021).
Si bien la violencia en las aulas se redujo durante el aislamiento domiciliario, el
regreso a las aulas ha supuesto, en cambio, una vuelta al bullying presencial,
mientras el ciberacoso sigue en auge, por lo que la exposición de los
estudiantes a las agresiones se ha visto incrementada con la “nueva
normalidad” (Europa Press Madrid, 2021). Entre los años 2020 y 2021, en
efecto, se han registrado 6.229 casos de bullying, lo que supone un 22% de
aumento con respecto al año anterior, donde las regiones especialmente
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afectadas son Andalucía (con un 11%), Murcia (con un 11%), Cataluña (con un
10%), la Comunidad de Madrid (con un 9%) y las Baleares (con un 8%)
(Miglino, 2021). Asimismo, la ONG Bullying Sin Fronteras informa que el acoso
escolar ha crecido y se ha agravado en la mayoría de las escuelas de España
y, en el caso concreto del ciberbullying, constituye un problema especialmente
grave, por su invasión ilimitada del tiempo y espacio de los jóvenes: “El
ciberbullying vino con fuerza en la pandemia y se ha quedado como escenario
alternativo”, afirma Diana Díaz, la psicóloga y directora de las líneas de ayuda
de la Fundación ANAR (Europa Press Madrid, 2021).
Debido al incremento exponencial tanto del bullying como del ciberbullying es
necesaria una mayor sensibilización y visibilización de la violencia escolar, por
las que jóvenes y adultos sean concienciados en torno a la gravedad y los
riesgos de las agresiones y a que, como explica Carmen Cabestany, profesora
de Secundaria y presidenta de la Asociación No al Acoso Escolar (NACE),
el acoso no mejora, sino que empeora, debido a factores como el uso
inadecuado de las nuevas tecnologías, el aumento de la violencia en
videojuegos o la impunidad de los acosadores, en la mayoría de los
casos. Por ello, son necesarias iniciativas que visibilicen el problema
y contribuyan a concienciar a la sociedad y a quienes tienen la
responsabilidad de actuar, como Hispania Suma contra el bullying,
que pretende aglutinar a personas y entidades de España, Portugal y
los países latinoamericanos, que asumen el compromiso de decir
basta ya a esta lacra social en la sombra (Europa Press Madrid,
2021).
3.4. Metodología transversal para la prevención del ciberacoso
Ante esta situación de emergencia, “es importante que la comunidad defina y
asuma este subtipo de violencia como algo propio y responsable de la
comunidad escolar” (Castro Santander, 2013, p. 67) y se convierta en la
iniciadora de un cambio social y cultural, marcado por un proceso de
enseñanza-aprendizaje dirigido hacia la convivencia pacífica entre sus
miembros. Por consiguiente, resulta imprescindible que no solo el Plan de
Acción Tutorial, el Plan de Convivencia y el Reglamento de Régimen Interno
del centro incorporen un proyecto de prevención ante las conductas violentas
que se desatan en la red, así como un protocolo general de actuación, sino
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también las programaciones didácticas de todas las asignaturas, dado que, de
acuerdo con la Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se
modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOMLOE),
todas deben favorecer la competencia digital.
Así pues, desde todos los ámbitos educativos, es necesario abordar
integralmente el impacto personal y social de las TIC y llevar a cabo una
reflexión ética en torno a las relaciones entre tecnologías, seres humanos,
sociedad, cultura, medioambiente y economía, ofreciendo un enfoque de la
competencia digital moderno y amplio, que proporcione una respuesta a la
realidad digital contemporánea y los cambios en su comprensión y participación
(LOMLOE, 2020, p. 122871). Por lo tanto, si bien es cierto que estos objetivos
son abordados en mayor medida por la acción tutorial, la prevención del
ciberbullying y la educación en el correcto uso de los medios digitales deben
ser impulsadas mediante todas las materias, puesto que las habilidades
digitales forman parte de las competencias clave de la educación y del currículo
transversal del alumnado.
Si la educación institucional pretende ser integral, debe atender a las
necesidades de los jóvenes de hoy en día, de manera que los colegios e
institutos tienen que encontrar la manera de minimizar el riesgo al que se
exponen los jóvenes adolescentes en la red, que no solo contemplan el
ciberacoso, como ya se ha apuntado con anterioridad. Para ello, todo el Equipo
Docente y Directivo del centro deberá encargarse de asistir a seminarios de
formación, con el fin de aprender a detectar el ciberacoso y saber cómo
detenerlo, y realizar reuniones anti-acoso de manera asidua, en la que el
profesorado y el alumnado se informen de cómo es posible denunciar el
bullying cibernético. Asimismo, es útil que los centros formen grupos de apoyo
para ayudar a aquellos que se encuentran sufriendo situaciones de
ciberbullying, recurran a instituciones externas para el apoyo de las víctimas y
de los docentes y emprendan acciones legales por parte del instituto hacia
aquellos que sean agentes de dicha violencia (Brebner, 2020).
Para su implementación correcta y responsable, son absolutamente
indispensables el esfuerzo y la formación continua de toda la Comunidad
Educativa, sin excepción, en el adecuado uso de la red, ya que el avance
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tecnológico no se detiene, a pesar de los peligros que crea a su paso, de forma
que es el usuario quien debe aprender a convivir con y en los nuevos medios
digitales. Por ello, en primer lugar, es oportuno que sea el profesorado quien se
forme en el empleo de la tecnología, dado que numerosos docentes no son
capaces de manejarla, por lo que mucho menos podrán enseñar sobre ella. Es
más, existen otras medidas para prevenir el ciberacoso en los centros
escolares como, por ejemplo, limitar el contenido al que los usuarios pueden
acceder desde la red institucional y usar programas de rastreo para detectar el
origen del acoso.
Sin embargo, estas medidas más privativas e invasivas no serían necesarias, si
se llevara a cabo una educación digital integral y efectiva. Además, muchas de
las tareas asignadas por el profesorado y que comportan el uso de las TIC no
se realizan en el aula, sino en el domicilio de los alumnos, por lo que limitar el
acceso a la red institucional no protege los completamente. En consecuencia,
se hace fundamental sensibilizar a los jóvenes en torno a las responsabilidades
que tienen como usuarios digitales, enseñándoles que, si bien navegan con
extrema facilidad y soltura en la red, nunca deben olvidar que tienden a hacerlo
desde la ingenuidad y la inexperiencia, sin tener pleno conocimiento de los
peligros que se esconden en ella. Por consiguiente, todo docente que maneje
las TIC en su aula y pretenda que sus alumnos realicen las tareas de su
asignatura a través de las mismas, debe recordarles constantemente que
reflexionen en torno al contenido que ven, descargan y comparten, de manera
que sepan distinguir qué materiales no perjudican a ningún usuario y cuáles, en
cambio, son inapropiados, violentos y/o peligrosos. A su vez, el cuerpo docente
debe impulsar un pensamiento crítico hacia la información que aparece colgada
en la web, de tal forma que el estudiantado sepa cuestionar sus razones y las
consecuencias que puede acarrear para los usuarios.
En definitiva, la labor de la Comunidad Educativa no consiste en evitar y
prohibir el uso de las nuevas tecnologías, sino en desarrollar un programa de
formación de usuarios digitales responsables a 360 grados. En efecto, el
desglose de las “competencias digitales”, según el Marco Común de la
Competencia Digital Docente (INTEF, 2017), es el siguiente: competencia de
información, esto es, el alumnado debe ser capaz de navegar por Internet en
busca de información, aplicando un criterio de filtrado y comparando diferentes
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fuentes; competencia en comunicación, es decir, el estudiantado tiene que
poder interactuar mediante los diversos dispositivos y aplicaciones digitales con
sus compañeros; y, por última, la competencia en seguridad, la más importante
para el presente trabajo, que permite que el estudiantado sepa llevar a cabo un
uso y gestión responsable de la red, de modo que tendría que ser capaz de
protegerse ante los riesgos de Internet, relacionados con la protección de la
información, la difusión de los datos personales, el cuidado de su identidad
digital, el establecimiento de medidas de seguridad y el desarrollo de
estrategias para identificar las conductas inadecuadas, entre muchísimas otras
(Red.es, 2020c, p. 6).
En consecuencia, en todas las asignaturas impartidas en las instituciones
educativas, de manera transversal es necesario concienciar y sensibilizar a los
jóvenes de que deben evitar ciertas actitudes en la red, mediante las siguientes
indicaciones:
1. Mantener la información sensible en privado.
2. No responder a las provocaciones para romper la dinámica del
acoso.
3. Confiar en la web, pero permanecer alerta. Ante cualquier duda, se
debe contrastar la información en otras webs y no compartir material
delicado.
4. Acceder a contenidos aptos para la edad del alumnado, guiados por
sus padres, tutores o docentes.
5. Bloquear a los usuarios que tengan comportamientos inapropiados y
denunciar el contenido abusivo.
6. Pedir ayuda si existe cualquier tipo de problema.
7. Definir reglas de uso de Internet (Red.es, 2020c, pp. 12-13).
Además, Red.es proporciona una serie de indicaciones no solo para los
docentes, sino también para el centro educativo al completo. Estas son:
1. Organizar el centro escolar contra el ciberbullying, mediante un grupo de
profesionales creado especialmente contra el acoso en la red, ya sea
para prevenirlo o para intervenirlo.
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2. Contar en el profesorado con expertos que puedan facilitar información
sobre el funcionamiento técnico de los mecanismos y los dispositivos de
actuación y denuncia ante el ciberacoso.
3. Disponer de sistemas anónimos y seguros para que el estudiantado
pueda comunicar los casos de violencia cibernética.
4. Establecer estructuras estables entre el propio alumnado que se ocupe
de ayudar y apoyar a las víctimas en caso de ciberacoso (Red.es,
2020b, p. 21).
De esta forma, la seguridad digital y el ciberbullying devienen temas de interés
no solo para la acción tutorial y la materia de Tecnología, sino para toda la
Comunidad Educativa y, en particular, todo docente que maneje las TIC. Por
consiguiente, la prevención ante el ciberacoso forma parte del currículo en
tanto que es necesario tratar este tema en las aulas y, además, es necesario
adoptar metodologías de análisis y transmisión de la información, con el fin de
facilitar dicha inserción en el currículo académico (Red.es, 2020b, p. 22).
Puesto que la prevención ante el ciberacoso es una tarea ardua, para la cual
los docentes necesitan estar preparados mediante una formación continua, la
Junta de Castilla y León preparó una breve guía donde proporciona diversas
herramientas digitales para fomentar el uso adecuado de las TIC (Junta de
Castilla y León, 2019). En ella, se apunta muy acertadamente que no solo los
jóvenes deben recibir acciones informativas y formativas sobre el correcto uso
de Internet sino que toda la Comunidad Educativa y toda la sociedad, en
general debe hacerlo, porque los propios adultos tienen un escaso
conocimiento del peligro al que se exponen con el uso inadecuado de la red.
“Lo que más les preocupa es el riesgo de dependencia o uso abusivo, por
delante del resto de situaciones: virus, acoso sexual, interacción con
desconocidos, acceso a contenidos inadecuados, etc.” (Junta de Castilla y
León, 2019).
Por consiguiente, la formación en la prevención y la sensibilización ante los
riesgos de la red, en general, y el ciberacoso escolar, en concreto, debe ser
continua y rigurosa. Por ello, es fundamental reforzar la información que
reciben los usuarios sobre las medidas de respuesta efectivas ante la
incidencia de un problema de seguridad, que son, además, responsabilidad de
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las propias Administraciones Públicas, dado que ponen a los ciudadanos en un
peligro real, por lo cual las soluciones deben ir más allá de las medidas
técnicas rudimentarias, como apagar o formatear el equipo. Además, es
necesario también visibilizar las vías de denuncia del ciberacoso, como, por
ejemplo, la plataforma Protégeles o, más concretamente, la web infoacoso.es,
que proporciona un teléfono de atención, entre muchísimas otras plataformas,
tanto generales como concretas:
- ACPI: Acción contra la Pornografía Infantil. Web:
http://www.asociacion-acpi.org;
- AGPD. Agencia Española de Protección de Datos. Web:
http://www.agpd.es;
- Grupo de delitos informáticos de la Guardia Civil. Web:
www.gdt.guardiacivil.es.
Asimismo, existen programas de intervención y prevención de situaciones de
acoso y ciberacoso escolar, entre los cuales destaca el Cyberprograma 2.0,
desarrollado por Garaigordobil y Martínez-Valderrey en el año 2014. Este
pretende que los jóvenes aprendan a identificar y actuar ante situaciones de
bullying a través de cuatro objetivos generales que consisten en:
1. Identificar y conceptualizar el bullying/ciberbullying y los tres roles
implicados en el problema (agresor, víctima y espectadores);
2. Analizar las consecuencias en las víctimas, agresores y observadores,
promoviendo la capacidad de pensamiento crítico y de denunciar las
situaciones de acosos si se detectan;
3. Desarrollar estrategias de afrontamiento para prevenir y reducir el acoso
escolar;
4. Desarrollar habilidades positivas, como la empatía, la capacidad de
escucha, las habilidades sociales, el control de impulsos y la tolerancia a
la diversidad, entre otras.
Este programa concreto se considera como uno de los más efectivos a la hora
de reducir las situaciones de acoso y violencia escolar, mediante el incremento
de las conductas sociales positivas, como la empatía y la autoestima. Por ello,
se convierte en una de las mejores estrategias para aprender a resolver
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conflictos, mediante el uso del diálogo y la cooperación, los cuales pueden ser
trabajados en todas las materias escolares (Estévez et al., 2019, p. 218).
En esta misma línea, otro programa de prevención e intervención ante el
ciberacoso es ConRed (Conocer, construir y convivir en la red), desarrollado
por Rosario Del Rey, José A. Casas y Rosario Ortega-Ruiz, que trata de
mejorar los sistemas relacionales de convivencia escolar y ciber-convivencia
mediante la comunicación y la actividad mediada a través de los dispositivos
digitales. En este caso concreto, a diferencia del anterior, se concentra
específicamente en conductas de acoso cibernético, sustentado sobre tres
claves:
1. Mostrar la legalidad y las acciones perjudiciales del mal comportamiento
en los entornos digitales;
2. Conocer la existencia de acciones ligadas a los riesgos de la red y no a
su beneficio;
3. Exponer cómo ciertas conductas no son un reflejo de grupos concretos
ni mejoran la aceptación social.
Es decir, la iniciativa ConRed se focaliza en torno a la formación de toda la
Comunidad Educativa sobre aquellas conductas peligrosas y perjudiciales en
las cuales se puede incurrir mediante el uso indebido de Internet y las redes
sociales. Al mismo tiempo, pretende sensibilizar a los usuarios en un uso
seguro, positivo y beneficioso de los medios digitales. De esta manera,
combina tanto la enseñanza de lo perjudicial como lo beneficioso del manejo de
los entornos de la red, convirtiéndose en un programa útil y eficaz para formar
usuarios responsables y conscientes de sus acciones en el mundo virtual
(Estévez et al., 2019, p. 218).
Otro programa centrado concretamente en la intervención es el desarrollado,
en el año 2008, por el Departamento de Educación, Universidad e Investigación
del Gobierno Vasco, el cual tiene como propósito general el fomento del
respeto por los derechos humanos para prevenir la violencia entre escolares.
Este modelo, en concreto, basa sus actividades en una perspectiva cognitivo-
conductual con el fin de promover el análisis moral de los pensamientos, para
fomentar aquellas ideas que fortalecen la empatía y la responsabilidad. Otro de
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los programas de prevención de la violencia, en general, es, por ejemplo, el
elaborado por Carpio y Tejero, en el 2012, destinado a la población
adolescente con la intención de disminuir la violencia presente entre iguales,
que se basa en el cambio de actitudes y en la mejora del clima escolar. El
Programa CIE (Convivencia e Inteligencia Emocional), desarrollado por
Carbonell en 2017, pretende, a su vez, prevenir el acoso escolar mediante el
fomento de la inteligencia emocional.
En conclusión, la intervención y la prevención impulsadas por la Comunidad
Educativa deben ocuparse necesariamente tanto de la educación social de los
jóvenes como de la enseñanza del correcto y responsable uso de las
herramientas digitales. La convivencia en la realidad tangible se refleja en la
convivencia dentro del entorno online, es decir, si las relaciones sociales de los
niños y adolescentes (y, por supuesto, adultos) son sanas en su día a día, lo
serán también en Internet. Sin embargo, si dichas interacciones se producen
mediante una conducta indebida, agresiva y tóxica en la cotidianeidad serán
adaptadas, asimismo, en las relaciones virtuales. Por consiguiente, es
necesario aprender a resolver conflictos, con el fin no solo de prevenir el acoso
escolar y la violencia, sino también de enseñar cómo enfrentar dichas
situaciones mediante estrategias no violentas de mediación, el cambio de
actitudes, las habilidades comunicativas, el pensamiento crítico y las
habilidades emocionales (para ello, existen programas como ARCO, Aprender
a Resolver Conflictos). Al mismo tiempo, es esencial adquirir hábitos de uso
responsable y seguro de la red, para lo cual se debe recibir cierta formación
como usuarios activos de los entornos digitales, es decir, los jóvenes y adultos
deben aprender a controlar la información que comparten en las redes,
mediante el conocimiento de estas.
Así, el proyecto Conectados
2
, llevado a cabo por Google España, BBVA y la
Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, comprende las necesidades de
que todos estemos formados en el uso seguro y adecuado de Internet, por lo
que se dirige no solo a los adolescentes, sino también a sus profesores
(Sempere, 2018). Este proyecto se desarrolla a través de tres vías: la primera
pretende estudiar el impacto real de las TIC en la vida de los jóvenes; la
segunda se dirige a la educación de los adultos, tanto en materia de uso de la
2
https://www.campusfad.org/proyecto-conectados/
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red como en la educación que estos deben proporcionar, a su vez, a sus
alumnos dentro del entorno digital; por último, se ha creado un juego dirigido a
adolescentes, quienes deben encontrar a una coetánea virtual, por
supuesto que se ha escondido voluntariamente, mediante su huella en el
teléfono móvil y las redes sociales. En consecuencia, mediante una
metodología de gamificación lúdica, los jóvenes aprenden lo mucho que se
exponen en las plataformas digitales y sobre cómo navegar en Internet de una
manera más segura. De la siguiente forma lo explican los creadores del
proyecto:
los jóvenes se familiarizan con ideas como la importancia de
saber manejar los ajustes de privacidad, no facilitar datos
personales a desconocidos, no contribuir a difundir contenidos
vejatorios, la netiqueta o código de conducta que hay que
seguir en internet, el valor de la propiedad intelectual en la red,
el respeto a la privacidad e intimidad de terceros o la reflexión
sobre la supuesta veracidad de todo lo que uno se encuentra
(Sempere, 2018).
Esta iniciativa de concienciación sobre las amenazas de una gestión
inadecuada de la red podría ser muy útil para los centros educativos, dado que
aprovecha un medio muy utilizado por los jóvenes, los videojuegos, para
transmitir un mensaje sumamente importante (Fundación de Ayuda contra la
Drogadicción s.f.).
3.5. Intervención en caso de acoso
Finalmente, ante indicios de que se esté dando un caso de ciberacoso, como
docentes, es necesario intervenir siguiendo cuatro pasos. En primer lugar, el
profesor, tutor u orientador que detecta la agresión virtual debe obtener
información preliminar, esto es, analizar las pruebas y determinar quiénes son
las víctimas y los victimarios implicados. En segundo lugar, deben indagarse
las razones y consecuencias del acto, mediante entrevistas con el agresor, la
víctima y los compañeros testigos; asimismo, se pide la colaboración de las
familias o tutores legales de ambos y del entorno próximo de los estudiantes
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implicados, como los compañeros y, especialmente, los profesores y
orientadores. A partir de la información recopilada, se redacta un informe en el
que se recopilan la naturaleza, la intensidad y la gravedad del ciberacoso, los
nombres de los alumnos implicados, la duración de la agresión, los efectos
producidos en ambas partes, en particular, en la víctima, los dispositivos
digitales que se han empleados, las conclusiones que se han sacado a raíz de
la información recibida y las entrevistas realizadas y se toma en cuenta la
posible solicitud de asesoramiento a servicios externos al centro, como la
Agencia de Protección de Datos de la Comunidad de Madrid, la Agencia
Española de Protección de Datos, Defensor del Menor, la Policía Nacional y la
Guardia Civil, entre otros.
Enseguida debe redactarse un plan de actuación, haciendo hincapié en las
medidas de atención y apoyo a la víctima, de modo que el tutor, orientador o
PTSC realice un seguimiento de su condición personal, rendimiento escolar y
sus relaciones sociales. Asimismo, se tiene que desarrollar un plan de ayuda
personal y social para el agresor, (volver a) informar y sensibilizar a todo el
grupo de estudiantes desde todas las materias impartidas e introducir procesos
de mediación entre la víctima y el agresor, para alcanzar una reconciliación de
las dos partes, resolver el conflicto y establecer una nueva configuración
relacional. De la misma manera, el docente-tutor debe orientar a las familias de
estos, indicando pautas de atención, apoyo y control de las conductas,
seguimiento del caso e informar sobre posibles apoyos externos al centro.
4. Conclusiones
En definitiva, el presente trabajo ha pretendido proporcionar un acercamiento a
las características del acoso escolar y, en particular, a una de sus formas más
recientes y extendidas tanto dentro como fuera de las aulas: el ciberacoso.
Tras haber destacado sus rasgos, participantes, posibles causas e irreversibles
consecuencias, se ha concluido que este fenómeno invade todos los territorios
de la vida de la joven víctima con acceso ilimitado a las redes sociales, no solo
porque impregna sus lugares más íntimos y privados, como el hogar,
sometiéndola a una continua sensación de inseguridad, sino también porque
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sus efectos se propagan a una velocidad vertiginosa, debido a que la víctima
puede estar sufriendo las agresiones de su victimario las 24 horas del día.
Las consecuencias de esta situación de violencia pueden ser tanto a corto
como a largo plazo, ya que causan una profunda desconfianza del entorno, y,
en consecuencia, aún más conflictos con este. Es más, debido a que, en la
mayoría de los casos, la víctima recibe mensajes anónimos enviados por
cuentas creadas especialmente para hacerle daño, comienza a desconfiar de
todas y cada una de las personas que la rodean, porque es imposible para ella
averiguar quiénes son las personas implicadas en los ataques que padece. Por
consiguiente, el miedo y la desconfianza deterioran las relaciones sociales y
afectivas de los jóvenes agredidos, como consecuencia del pánico que sientes
a ser agredidos anónimamente por cualquiera en Internet.
El anonimato y la impunidad existente en las redes sociales son una de las
principales causas del aumento de este fenómeno de violencia, pues los
agresores se sienten protegidos por un nombre de usuario que,
aparentemente, esconde su identidad real y, asimismo, protege a los
observadores, quienes también desconocen quién ejerce la violencia. Esta
situación, sin embargo, no beneficia en ningún contexto a la víctima, quien solo
puede ver incrementada su sensación de desprotección, inseguridad y
desconfianza. Algunas de las formas del ciberacoso son compartir imágenes
comprometidas, editar fotografías de la víctima, crear perfiles falsos para
acosar o de la propia persona afectada para ridiculizarla, hacer comentarios
denigrantes en los chats o en perfiles de redes de la víctima, crear rumores y
ponerlos en circulación, enviar amenazas por mensaje, entre muchísimas otras,
cuyo límite es tan solo la imaginación del agresor y la innovación tecnológica
de las herramientas que utiliza.
Por todo ello, es esencial prevenir y, sobre todo, detectar tempranamente las
posibles situaciones de ciberbullying, ya que una persona sometida a esa
constante situación de terror, tensión y estrés puede padecer graves lesiones
psicológicas, como ansiedad, ataques de pánico, agorafobia, depresión, entre
muchos otros; sin olvidar otros fenómenos, como el absentismo escolar, la
ingesta de sustancias, como el alcohol o las drogas y las conductas agresivas.
Además, la víctima puede incluso llegar a culpabilizarse a misma por el
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acoso que recibe (en caso de sextorsión, especialmente) y ver que no existe
una salida de la situación en la que se encuentra, lo cual puede desembocar en
un intento de suicidio. Así pues, es esencial que los adultos sepan escuchar y
reconocer las peticiones de ayuda de los menores, desde el respeto y
tomándolas en serio, sabiendo cómo se debe actuar en estos casos o, a su
vez, pedir ayuda a otros profesionales más cualificados para resolver los
conflictos de ciberacoso entre niños y adolescentes.
Por todo ello, se hace indispensable abordar el cambio digital que está
protagonizando la sociedad contemporánea dentro de las aulas y desde todas
las materias impartidas, especialmente las que utilizan las TIC, con el fin de
mostrar al alumnado que ese nuevo hábitat en el que viven no se configura
solo como un universo de intercambio comunicativo, diversión y ocio, sino
también como un espacio en el que se albergan peligros que son capaces de
traspasar las fronteras digitales y devenir reales. Si bien toda la Comunidad
Educativa debe impulsar el correcto uso de las herramientas digitales, a través
de planes donde se recopilan actividades de prevención, como el Plan de
Acción Tutorial, y normas de actuación ante el ciberacoso, como el Plan de
Convivencia, es sobre todo el cuerpo docente el encargado de fomentar
diariamente el uso consciente de la web. Por consiguiente, antes de enseñar al
alumnado a navegar con seguridad por la red, el profesorado debe conocer en
profundidad sus características y riesgos y ofrecer respuestas ante situaciones
de peligro, de tal forma que, para hacer frente a unos progresos digitales tan
frenéticos como los que protagonizan el presente siglo, necesita una formación
continua a través de seminarios, cursos y charlas que le proporcionen las
herramientas adecuadas.
De esta manera, de acuerdo con la LOMLOE, es oportuno que el sistema
educativo adopte el lugar que le corresponde en el cambio digital”, incluyendo
el desarrollo de la competencia digital en todas las etapas educativas, “tanto a
través de contenidos específicos como en una perspectiva transversal” (p.
122871), puesto que, solamente a través del diálogo con el estudiantado, su
sensibilización e información en torno a los riesgos que se ocultan en la red,
puede llevarse a cabo un proceso de enseñanza-aprendizaje que disfruta de
las TIC con serenidad y seguridad.
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