Revista científica electrónica de Educación y Comunicación en la Sociedad del Conocimiento
Publicación en línea (Semestral) Granada (España) Época II Año XX Número 20 Vol. I Enero-Junio de 2020 ISSN: 1695-324X
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DOI: http://dx.doi.org/10.30827/eticanet.v20i1.15521
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BRECHAS DIGITALES DE GÉNERO. UNA REVISIÓN
DEL CONCEPTO
Digital gender gaps. A concept review
Susana de Andrés del Campo
delcampo@hmca.uva.es
https://orcid.org/0000-0003-3015-9971
Rocío Collado Alonso
rcollado@hmca.uva.es
https://orcid.org/0000-0003-1009-0014
José Ignacio García-Lomas Taboada
j.lomas@hmca.uva.es
https://orcid.org/0000-0001-5561-3750
Universidad de Valladolid (España)
Recibido: 13/12/2019
Revisado: 04/02/2020
Aceptado: 12/06/2020
Resumen
En este trabajo se revisa de forma crítica el concepto de brecha digital de
género, entendido, de manera general, como mero indicador de acceso y uso
tecnológico. Se cuestionan los intereses económicos y políticos de tales
indicadores y se reúnen criterios más cualitativos, desde una perspectiva de
género. Se parte de la hipótesis de que la meta de brecha cero de acceso
digital no es en misma un indicador suficiente de equidad, sino que puede
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constituir una trampa para conseguir declarar falsos logros de igualdad. Se
aportan representaciones basadas en el pensamiento visual para ayudar a
comprender los filtros androcéntricos que intervienen en la inclusión digital. Se
plantea la necesidad de encontrar criterios cualitativos de análisis con
perspectivas feministas que identifiquen verdaderos hitos de integración y
garantía de derechos.
Abstract
This work critically raises the concept of gender digital divide as a mere
indicator of access and use of ICTs. It questions the economic and political
interests of digital gap indicators, and seeks for data and qualitative criteria,
from a gender perspective, that widens the concept of the digital divide. It is
based on the hypothesis that the goal of zero digital access gap is not in itself a
sufficient indicator of equity, but it can be a trap to declare false achievements
of equality. The article includes representations based on visual thinking to help
understand the androcentric filters involved in digital inclusion. The conclusion
points to the need to find qualitative analysis criteria with feminists perspectives
that could assure true milestones of social transformation and guarantee
women’s rights.
Palabras Clave: Brecha digital; brecha de género; exclusión digital; TIC.
Keywords: Digital gap; gender gap; digital exclusión; ICT.
1. Introducción
El acceso a internet es, desde 2012, un derecho humano
1
. Pese a ello, casi la
mitad de la población mundial n no está conectada (informe Internet Trends,
Meeker, 2019) y la mayor proporción son mujeres. Se calcula que hay 200
millones menos de mujeres que de hombres online (ONU 2018). La Asamblea
de la ONU ha señalado que lo que se está produciendo no es una brecha, sino
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un abismo digital, que provocará que los excluidos digitales sean cada vez más
pobres (UNCTAD 2019).
La brecha digital de género es el concepto analítico que explica y mide el
retraso, respecto a los varones, que las mujeres sufren en la incorporación al
uso de las nuevas tecnologías. Implica barreras estructurales y culturales. Se
mide en puntos porcentuales y existe, en mayor o menor grado, en dos tercios
de los países (op.cit. 35). En España estaba situada en 1.8 puntos en 2017
(INE). Si nos ceñimos solo a esos datos, podríamos pensar que hoy
prácticamente ha desaparecido. Sin embargo, un estudio más ampliado y
atento a distintas interseccionalidades, realizado por José Varela (2019) para
UGT apunta a un estancamiento de la brecha, atravesada por las variables de
edad, género y entorno rural: el 60% de las personas desconectas en España
son mujeres, lo que deja a España en el puesto 26 en paridad de sexos en
acceso a internet, sobre 31 países europeos con datos comparables.
El concepto gender gap fue acuñado por primera vez en 1980 por la feminista
Eleanor Smeal, aplicado a la política y el voto. Hoy podemos hablar de brechas
en plural, y la digital ha venido a sumarse a las ya definidas anteriormente. Se
trata de una de las brechas de género cruciales en el siglo XXI.
Las mujeres utilizan cada vez más las TIC y eso les ha abierto muchas
posibilidades de formación y participación, así como mejoras en el trabajo. Las
TIC son fundamentales para aminorar otras brechas en otros derechos
fundamentales, como el acceso a la educación, al trabajo o a la salud, así
como herramientas de relación o TRICs (Gabelas, Marta y González, 2015)
pero, a la vez, han instaurado nuevos entornos de discriminación, que
comienzan con la carencia de tecnología, acceso a internet y la problemática
educativa del analfabetismo digital. Las desigualdades afectan a quienes están
fuera (exclusión digital, pobreza digital), a quienes están dentro (ciberacoso,
sextorsión, etc.) y a quienes lideran el entorno digital (techos de cristal, brecha
salarial, etc).
La brecha digital es un nuevo modo de exclusión social y tiene una clara
relación con los estudios, el nivel económico, la región, la edad, y está marcada
claramente por el género. Los procesos discriminatorios se comprenden con el
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concepto analítico de interseccionalidad, acuñado por la académica Kimberlé
W. Crenshaw (1991). Las identidades son intersectadas, de modo que se
cruzan las brechas económicas, sociales, políticas, culturales, étnicas,
religiosas, geográficas, de salud, de discapacidades, etc. Las oportunidades
para recibir una alfabetización digital distan mucho de unos países a otros, tal
como pone de manifiesto en sus informes la Unión Internacional de
Telecomunicaciones. En África solo el 22,6% de las mujeres utilizan internet
(UIT, 2019).
A las desigualdades ya acumuladas históricamente se suman hoy las
desigualdades en el acceso, uso, aprovechamiento y beneficio de internet. El
desarrollo hoy también se mide en términos digitales (IDI
2
), y los parias de la
digitalización son fundamentalmente mujeres de los países empobrecidos. La
tecnología y la ciencia no son neutras. El feminismo como teoría y crítica
epistemológica es capaz de cuestionarlas y demostrar que no está libre de
valores (Anguita y Alario, 2004), sino que puede estar continuando y agravando
viejos modelos sexistas, clasistas, racistas y homofóbicos.
2. Objetivos y metodología
Este estudio presenta una revisión del concepto de brecha digital de género,
desde una dimensión plural de su complejidad. El libro blanco de la tecnología
(Mateos y Gómez, 2019) lanza como una de sus principales propuestas
dimensionar el concepto de brecha digital de género, ampliando su actual
modelo de medición de usos de internet. Estudios previos han detectado que la
brecha digital de género no seguirá creciendo en el nivel de uso de la
tecnología, ya que las mujeres son usuarias de las TIC en un nivel parecido al
de los hombres dentro de los países desarrollados
3
. Se trata de un indicador
pensado en términos de beneficio económico y se relaciona s con el
cableado y la venta de dispositivos que con una garantía de derechos.
Al sistema digital le interesa tener el mayor número de usuarios posible pero,
simultáneamente, se elevan nuevas barreras de poder, que excluyen a las
mujeres, y que cabe definir como brecha compleja digital de género. Estas
brechas son múltiples y no se visibilizan en los indicadores de acceso y uso.
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Esta brecha engloba exclusiones y violencias simbólicas y estructurales de
género que actúan como filtros disuasorios del sistema digital hacia las
mujeres. En este trabajo se aportan representaciones gráficas con fines
didácticos, que puedan ayudar a comprender, con herramientas de
pensamiento visual, la suma de estas brechas plurales.
Este estudio aplica la perspectiva de género en la lectura de información y
datos sobre el entorno digital para descifrar el orden sociocultural que está
diferenciando a mujeres y hombres en sus niveles y prácticas de conectividad.
A partir de una revisión documental o metaestudio, se recogen datos
desagregados por género en el entorno digital, así como investigaciones
recientes, informes y noticias especializadas para poner en relación una base
combinada de información que permita sumar criterios y, en definitiva,
identificar los filtros de segregación y diferencias de género diseminadas que
intervienen en el entorno digital. Esta información se analiza desde una
perspectiva feminista, cuestionando sesgos androcéntricos y de falsa igualdad
en los conceptos y objetivos del proyecto digital. Con este enfoque se plantean
los objetivos siguientes:
Poner de manifiesto las principales desigualdades y discriminaciones de
género en el ámbito de las TIC.
Relacionar un conjunto de capas de discriminación para una definición
de brecha digital compleja de género.
Generar y aportar una representación gráfica que permita visibilizar y
comprender, con una metáfora visual, el concepto plural de brechas
digitales de género.
Es una cuestión de justicia que se garanticen las mismas oportunidades a
hombres y mujeres no sólo en el mundo off-line, sino también on-line. Las
nuevas estructuras sociales, políticas y económicas se trasladan hoy en día a
internet y arrastran nuevas desigualdades de género. Con el objetivo de
visibilizar y comprender estas diferencias, se identifican aquí una serie de
capas de diferenciación que permitan ampliar los indicadores de brecha de
género. Para que nuevos indicadores fueran válidos habrían de estar
consensuados (Likadi, 2006), aspecto en el que se deberá avanzar desde los
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organismos oficiales para poder contar con información cualitativa y cuantitativa
accesible que nos permita valorar la evolución de la igualdad formal y real.
3. Subdivisiones de la brecha digital de género. Desvelando los niveles de
obstáculos.
La Unesco promovió en 2010 la dimensión social de la sociedad de la
información. Las tecnologías de la información son hoy un elemento
indispensable para participar en la economía del conocimiento. Quedar fuera
de ese escenario implica un riesgo de exclusión en el nuevo modelo
económico.
Se distingue una primera brecha digital de acceso y una segunda brecha digital
de uso (UNESCO, 2017). Recientes trabajos hablan de una tercera brecha de
aprovechamiento o beneficios de la inclusión digital (Tejada, 2018). En este
trabajo recogemos esos estratos, acompañados de otros intersticios o filtros de
desigualdad digital. Estos filtros son explicados con la metáfora visual de un
embudo de filtrado (gráfico 1), así como una infografía (gráfico 2) de las
brechas de género en la inclusión digital.
Fig. nº 1. Filtros androcéntricos que actúan en la inmersión digital. Fuente: elaboración propia.
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3.1. Acceso a Internet
El acceso a internet constituía el nº8F de los objetivos del milenio. Desde
entonces, la ONU viene señalando a las TIC como una a esencial hacia la
igualdad de género (ODS 5) y su empoderamiento (ITUPP, 2018). La Unión
Internacional de Telecomunicaciones (UIT) calcula que hay más de 250
millones menos de mujeres que hombres en línea en todo el mundo. El 11%
mundial en 2013, el 12% a finales de 2016 (UIT, 2016), el 17% en 2019 (UIT,
2019). La brecha digital de género sigue agravándose en el mundo.
El acceso a internet es un derecho humano en tanto que derecho subsidiario
de otros ya que permite el desarrollo de personas y territorios. La brecha digital
empobrece la democracia y expande otras brechas, como la de educación y la
de género. El 1 de julio de 2016, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU
aclaraba que los derechos humanos han de ser protegidos también en el
entorno digital. Contradictoriamente, la población se viene manifestando a favor
de una internet sin intervenciones: una encuesta de la BBC
4
realizada en 26
países encontró que el 79% de las personas consideran que el acceso a
internet debería ser un derecho fundamental no regulado.
Pero el acceso no es un criterio suficiente para identificar brechas digitales y es
fácil de manipular políticamente. Dotar de equipamiento a escuelas no significa
que el acceso se produzca o que haya profesorado cualificado o motivado para
utilizarlo en las aulas. Un informe de Cruz Roja (2017) señala que el 61% de
las personas atendidas por esa ONGD en España no accede nunca a internet,
brecha que asciende al 67% en el caso de las mujeres.
Este indicador de brecha de acceso ha movilizado grandes estrategias de
inclusión digital, no solo por preservar un derecho fundamental, sino porque el
acceso masivo de personas a la red genera suculentos ingresos. Se ha
calculado que el acceso de otros 600 millones de mujeres y niñas a internet
podría impulsar el PIB mundial hasta 18.000 millones de dólares. El resultado
de salvar esta brecha se traduce en Big Data. El volumen de datos crece
rápidamente: un 13% en 2018 y se calcula que para 2025 habrá aumentado a
un 32% (informe Internet Trends, Meeker, 2019).
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3.2. Calidad de acceso.
El Banco Interamericano de Desarrollo lanzó en 2014 un nuevo índice de
desarrollo basado en la penetración de la banda ancha. La banda ancha o el
5G aumentan notablemente la competitividad y sitúan en ventaja a los entornos
que se favorecen de esa tecnología (pendientes quedan de reconocer los
estudios que alertan de los posibles efectos perjudiciales que pueda tener para
la salud, especialmente en población vulnerable). Sólo el 13,75% de las
personas dispone de conexión con banda ancha (informe Global Digital de
Wearesocial, 2019). En España, por ejemplo, alcanza el 71,5% de los hogares
(INE, 2018), pero deja una brecha entre las ciudades y las pequeñas
poblaciones rurales.
La calidad de acceso no es sólo tecnológica. Según los datos de la encuesta
de equipamiento y uso de las TIC en los hogares españoles (INE, 2019) diez
de cada 100 escolares entre 10 y 15 años nunca usa un ordenador. Este
estudio atiende no sólo el acceso, sino también un acceso limitado, en peores
condiciones y sin acompañamiento adecuado. Son elementos de calidad de
acceso importantes a la hora de valorar la inclusión digital.
La cantidad de consumo digital también puede indicar el nivel social. En
Estados Unidos, los adolescentes de hogares con menos ingresos pasan dos
horas y 45 minutos más al día ante las pantallas que los adolescentes que
viven en hogares con altos ingresos (Common Sense, 2019). Paradójicamente,
en Silicon Valley proliferan las niñeras sin móvil y las escuelas sin ordenadores.
No parece entonces, que la cantidad de uso sea un indicador de progreso
digital.
3.3. Nivel de uso y calidad social de uso de internet
En España, los datos sobre brecha digital de género son aportados por la
encuesta sobre Equipamiento y uso de tecnología de información y
comunicación en los hogares. Los datos del informe 2018 identificaban una
brecha del 1,8 % el nivel de uso de internet; 1,5% en el uso frecuente de
internet y 4,9% en compras por internet. Es significativo que se aporten datos
de uso y compra como indicadores de brecha digital, aspectos que indican, por
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mismos, aspectos de rentabilidad del sistema digital. El modelo de negocio
está basado hoy en día en recoger datos; por ello, el objetivo es conseguir el
mayor tiempo de conexión por parte de los usuarios. Actualmente, solo hay
brecha digital de género, según ese indicador, en los niveles de compra online.
Hay que responder a esto que, el mero uso y compra por internet, puede
simplemente sumarnos a las listas del “proletariado” del sistema digital: es lo
que aporta tráfico, datos y valor publicitario. En realidad, cada usuario/a
trabajaría gratis para el sistema, aportando Big Data, la moneda de cambio.
En la encuesta entre población urbana pobre realizada por WWWF (2015) se
encontraba que, si bien el 97% de las mujeres usuarias de internet tenía redes
sociales, sólo el 21% había utilizado internet para buscar información sobre
salud, derechos o información de transporte. Una encuesta de la World Wide
Web Foundation en comunidades urbanas pobres
5
ha encontrado que las
mujeres tienen menos probabilidad que los hombres de usar internet para su
empoderamiento personal (un 50% menos).
Ser usuaria sin una alfabetización digital previa puede someter a la mujer a
más riesgos de discriminación, vulnerabilidad económica y posibilidades de
revictimización. Sería necesario hablar de acceso digno, con niveles de
capacitación mínima en el entorno digital. Por poner un símil tecnológico: no se
trataría de poder conducir, sino de aprender a conducir para tener un acceso a
esa libertad con garantías, lo que redundaría en una calidad cívica.
La OCDE distingue tres niveles de uso: básico, avanzado y especialista.
Diversas investigaciones han observado que la brecha digital de género era
más profunda en categorías de usuarios avanzados y muy avanzados que
utilizan herramientas de software con destreza (Sebastián y Ayuso, 2011, 228).
Por eso podemos hablar de brecha gradual. También se ha encontrado que
hay diferencias en los modos de uso de internet por parte de los chicos, que
hacen un uso “menos funcional y más lúdico, más individual y menos
cooperativo” que los de las chicas (Escofet, Herrero y Rubio, 2007). Ellos
utilizan las redes de manera instrumental o de ocio, mientras ellas las utilizan
como medio expresivo y social y se exponen s: "describen sus sentimientos
y vivencias buscando establecer relaciones afectivas. Con ello también viven
más riesgo de agresiones en redes sociales" (Estebánez y Vázquez, 2013,
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103). Las chicas, por ejemplo, tienen mayor probabilidad de actuar como
defensoras de las víctimas de ciberagresiones (Donoso, Rubio y Vilà, 2017).
La conexión a internet se señalaba como una oportunidad que vendría a
resolver problemas sociales que arrastran las mujeres asociados a los roles del
cuidado que asumen (hogar, familia). Sin embargo, ha mostrado tener también
una cara perversa. Tal como ya planteaba Haraway en 1984 (s/p):"La
economía del trabajo en casa, en tanto que estructura organizativa capitalista
mundial, es la consecuencia y no la causa de las nuevas tecnologías".
El e-trabajo puede ser más tramposo para mujeres que para varones en tanto
no cambie la segregación social sobre las tareas de cuidados y del hogar. En
esta oportunidad laboral se ha encontrado también una propuesta renovada
para la vuelta a casa de las mujeres. De hecho, la conectividad en el hogar es
mayor en ellas, lo que puede apuntar una feminización del teletrabajo, un
entorno en el que intervienen otras condiciones y distracciones que no siempre
suman "calidad" a la conectividad:
Todos los tiempos y espacios de la casa suelen estar compartidos,
instrumentalizados por los otros, donados o usados para los otros habitantes de
la casa, para su cuidado crianza, alimento y afecto, de manera que el tiempo y el
espacio propios de las mujeres han sido, paradójicamente, grandes ausentes del
hogar (Zafra, 2010:50).
Teletrabajar no implica conciliar, ni garantiza corresponsabilidad en las tareas
de cuidado o domésticas. Hay que evitar que se convierta en una actividad
infravalorada (como lo es el trabajo en el hogar de las mujeres) y garantizar la
desconexión digital fuera del horario laboral (un derecho reconocido en 2018 en
España por la Ley de Protección de Datos personales y Garantía de los
Derechos Digitales).
3.4. Alfabetización digital e Infohabilidades
La llamada digital literacy -término acuñado por Paul Gilster en 1997- es
considerada la "segunda brecha digital" y se refiere al conjunto de habilidades
que permiten obtener todos los beneficios del acceso. Se denomina también
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digital fluency y constituye un tipo de brecha de conocimiento y de adaptación
al medio digital que afecta más a las mujeres. Se trata de una brecha crítica
porque favorece el éxito en la búsqueda de empleo y obtención de salarios más
altos (Castaño, 2008). Esta brecha de aprovechamiento es superior a la de
acceso y puede superar el 14% en los indicadores más negativos. En todos los
parámetros estudiados las mujeres presentan menor uso de herramientas
informáticas, sobre todo en las de mayor complejidad (datos INE recogidos por
Romero y Varela, 2017).
Es significativo que el nivel de aprovechamiento parece ser diferente en todas
las capas de especialización. Según datos de la OCDE (2019), incluso las
mujeres con alto nivel competencial en TIC usan menos la tecnología de
tratamiento de la información que sus compañeros varones. Ellas también
cuestionan más sus propias habilidades (EC, 2016).
Al menos en el caso de España, se ha observado que los jóvenes no tienen
más o menos habilidades digitales por ser chicas o chicos. No hay una
diferencia de género en ese aspecto en los estudios de primaria, secundaria y
universidad, incluso las mujeres vienen logrando resultados mejores que los
varones en la universidad (datos INE 2011). En cambio, en el nivel superior de
especialización hay un 5,5% de hombres profesionales de las ICT en los países
de la OCDE frente a 1,4% de mujeres (OECD, 2017). Estas brechas digitales
que se terminan provocando no son consecuencia de capacidades “naturales”
sino fruto de estereotipos y roles difíciles de erradicar (Sebastián y Ayuso,
2011, 236) y que intervienen a medida que los jóvenes crecen y se socializan,
además de barreras laborales. En ello interviene, entre otros aspectos, el
currículum explícito y el oculto.
3.5. Socialización y estereotipos de género
Una tarea pendiente de la inclusión y alfabetización digital de género se
encuentra en el ámbito del currículum. Existe una formación garantizada e
igualitaria pero muchos contenidos se transmiten de manera sesgada. El
currículum oculto de género (COG) se define como "el conjunto interiorizado y
no visible, oculto para el nivel consciente, de construcciones de pensamiento,
valoraciones, significados y creencias que estructuran, construyen y
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determinan las relaciones y las prácticas sociales de y entre hombres y
mujeres" (Cabello y Cabello, 2014, 18). Esta socialización cargada de
estereotipos y roles de género puede intervenir ya antes de que se produzca el
acceso digital. Afecta a las motivaciones de acceso y uso. Fruto de ello se
genera la segregación horizontal que hace que las mujeres terminen adoptando
los roles tradicionales que su sociedad espera de ellas, o que elijan los
estudios superiores de ciencias preferentemente en el ámbito sanitario y no en
el tecnológico. Diversas investigaciones recogidas en el informe del Instituto de
la Mujer (2018) encuentran relación directa de la falta de vocaciones científicas
y técnicas con los roles y estereotipos de género, que actúan a muy temprana
edad influyendo en los intereses de los y las menores. Las estudiantes de
ingeniería suelen tener un entorno familiar propicio (Sáinz y González, 2008).
El entorno educativo es clave ante la presión de los estereotipos: el
informe Women in Tech (Ashcraft, McLain & Eger, 2016) explica cómo actúa la
llamada amenaza del estereotipo (stereotype threat) que es el miedo o
ansiedad a que nuestras acciones confirmen el estereotipo de nuestra
identidad. Se ha documentado de manera suficiente cómo esos miedos
reducen la sensación de competencia y afectan al desempeño (op.cit. 23). Ello
se suma a la escasez de modelos de referencia por la infrarrepresentación
profesional y mediática de las científicas y docentes en las TIC o el olvido de
las mujeres en la historiografía y en el currículum explícito. Los avances
tecnológicos realizados por trabajos de mujeres han sido invisibilizados, a
pesar de su importancia. Nombres como Ada Byron o Hedy Lamarr son casi
desconocidos, al contrario que Tesla o Zuckerberg. Se presentan aún pocas
mujeres científicas en los libros de texto, lo que no permite que haya conocidos
referentes femeninos en los que las más jóvenes puedan proyectarse.
3.6. Contenidos sexistas. El algoritmo machista
En los años 80, el nuevo pensamiento ciberfeminista había imaginado que los
entornos virtuales de internet y las posibilidades de la biotecnología dejarían
obsoleto el concepto de género. En un escenario de avatares, donde cada
persona puede reinventarse en identidades múltiples, se acabaría con las
rémoras y discriminaciones provocadas por la predeterminación biológica y las
normas de la interacción social. Las intermediaciones tecnológicas salvarían
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las mediaciones sociales cargadas de prejuicios y normas de exclusión
histórica, tal como imaginaba Donna Haraway en su Manifiesto ciborg. Pero
internet se desarrollaba y lo que apareció fue un escenario inédito de
discriminación de género. "El algoritmo machista" demuestra que la tecnología
Big Data y los bots funcionan con sesgos implícitos. Ha ocurrido, por ejemplo,
que estos algoritmos hagan que se presente como más interesante la opinión
de un hombre que de una mujer (Salguero, 2018), y que no se traduzca el
género lingüístico o que no se corrija el lenguaje sexista.
El llamado algoritmo machista también demuestra que la tecnología reproduce
patrones negativos. Las sugerencias de Google perpetúan algoritmos
machistas, algo que ya ha sido denunciado en campañas de ONU Mujeres
6
. El
buscador de Google, a través de su sistema de "búsquedas más frecuentes"
perpetúa las narrativas hegemónicas (racismo, sexismo, etc.). Google filtra
búsquedas inadecuadas, pero encontramos que las sugerencias de
autocompletar también pueden ser sexistas. Es posible denunciarlo, pero el
hecho es sólo una muestra del poder creciente que tienen los algoritmos en
nuestra cultura y ya se han definido criterios de responsabilidad algorítmica.
(UASCM, 2017).
La socialización hoy ya se realiza también en y con el entorno digital, que está
lleno de estereotipos de género y sesgos machistas dentro de los contenidos
que distribuye. Estos estereotipos existen en la imagen de la mujer en internet
(Rovira-Collado y Contreras-Llave, 2017), en los videojuegos (Bueno y García
Castillo, 2012), en el lenguaje y las imágenes (informe CTIC) y en el discurso
posmachista de las redes sociales (Etura, Gutiérrez y Martín, 2017). En este
ámbito también ha de señalarse la pornificación del entorno digital. Se calcula
que el porno genera el 30% del tráfico de toda la web. La publicidad de
servicios pornográficos está además financiando entornos web de contenidos
gratuitos difundidos de forma fraudulenta.
3.7. Violencias digitales de género
Las formas machistas de ciberviolencia están siendo estudiadas en
investigaciones recientes (Donoso y Rebollo-Catalán, 2018; Donoso, Rubio y
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Vilá, 2017; Gavilán, 2018; Crosas y Medina, 2019). Según un informe Unicef
(2018) la mitad de las menores en España sufren acoso sexual en internet.
En general, se comprueba cómo, en las redes sociales, las chicas son más
insultadas por su físico e intimidadas sexualmente, recibiendo también más
comentarios sexistas que los chicos (Linares, Royo y Silvestre, 2019), y mo
las ciberfeministas son atacadas (Crosas y Medina, 2019; Hanash, 2018). En
las redes sociales abundan los trolls machistas, algo que ya está vigilando
Twitter con un bot que los identifica.
Particularmente agresivo es el trato hacia las jugadoras de videojuegos,
quienes, a pesar de constituir el 47% del total de gammers, según la
Asociación Española de Videojuegos, optan muchas veces por ocultar su
género para no ser objetivo de acoso
7
online. Mientras tanto, el universo digital
está provocando nuevos problemas de salud. El número de adicciones de la
tecnofilia crece y el estudio de Muñoz-Miralles et al. (2016) ha constatado que
la adicción a internet es mayor entre mujeres.
Existen indicios de que existe una posible acentuación del acoso en función del
rol y campo de actividad. En un estudio en México (Luchadoras, 2018) se
observó que las agresiones digitales lanzadas hacia mujeres políticas en la
campaña de 2018 tenían una razón de género en el 62% de los casos.
3.8. Brecha en los estudios STEM
Se han dado muchos avances en igualdad social, oportunidades y derechos de
las mujeres en los últimos años. Pero ocurre que aquellos territorios
conquistados o donde las mujeres han conseguido mayores logros y cuotas,
dejan de ser territorios de tanto poder, reconocimiento social y económico
(educación, sanidad, justicia) como cuando eran copados por varones. Los
sectores "feminizados" implican precarización de las condiciones de trabajo, así
como descrédito social:
El término ‘feminizado’ significa ser enormemente vulnerable, apto a ser
desmontado, vuelto a montar, explotado como fuerza de trabajo de reserva,
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estar considerado más como servidor que como trabajador, sujeto a horarios
intra y extrasalariales que son una burla de la jomada laboral limitada, llevar una
existencia que está siempre en los límites de lo obsceno (...) (Haraway, 1984
s/p).
El nuevo escenario de la economía del futuro y las mejores oportunidades
profesionales se sitúan en las TIC y es precisamente esa meta la que ahora
parece ser el gran entorno de segregación de las mujeres. Los estudios STEM
(Science, Technology, Engineering & Mathematics) están copados por hombres
y constituyen la clave de la economía del futuro. La demanda de este tipo de
profesionales crece un 14% anualmente en España y Europa, pero sólo el 7%
de estudiantes está cursando estas titulaciones. Considerando todos los
niveles de formación tecnológica (FP básica, grados medios y formación
superior) las mujeres no alcanzan el 27% de la rama informática (datos MEC
recogidos por Romero y Varela, 2018). Esta es considerada la tercera brecha
digital (usos tecnológicos avanzados) y provoca un alejamiento de las mujeres
respecto de la oferta formativa que ofrece más y mejores oportunidades. Se
estima que en España va a haber un déficit de 3 millones de profesionales con
conocimientos TIC/STEM en 2020 (OCDE, 2017b). En los países de la OCDE,
aunque más mujeres que hombres completan la educación terciaria, lo el
20% de los titulados en estudios de tecnologías de la información son mujeres
(OCDE, 2017, 30), porcentaje que cae al 12% en el caso de los titulados en
informática en España (datos MEC).
En un análisis sobre los MOOCs ofertados de materias STEM, el 72% de las
matrículas realizadas en España eran de hombres y el 28% de mujeres. De
ellos, terminan satisfactoriamente el curso el 9,36% de los hombres y el 21,5%
de las mujeres (Jiang, 2018). La cuestión es paradójica porque, en dos tercios
de los países analizados, las alumnas son iguales o mejores a los chicos en
ciencias, pero a mayor índice de igualdad del país, menor porcentaje de
alumnas en carreras STEM (Stoet & Geary, 2018). La siguiente paradoja se
encuentra en el dato de que el 90% de los productos tecnológicos sean
diseñados por varones, cuando el 80% del consumo está influido por mujeres
(Instituto de la Mujer, 2017
8
).
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3.9. Segregación vertical y techos de cristal. ¿Quién se beneficia?
A partir de diversas investigaciones sobre el tema, recogidas por Gil-Juárez,
Feliu y Vitores (2012:4) la brecha digital de género se está definiendo también
como un "fenómeno vinculado a la infrarrepresentación de las mujeres en los
sectores estratégicos de la educación, la investigación y el empleo
relacionados con las ingenierías y las TIC en general".
En España hay 625.000 hombres más que mujeres que realizan su trabajo en
puestos tecnológicos (dato de la Encuesta de población activa recogido por
Romero y Varela 2018). Según datos Eurostat (2017) las mujeres son el 17,2%
de las personas empleadas en las TIC en la UE. El número de hombres
especialistas en TIC aumentó en la UE un 45,2% mientras que el aumento de
las mujeres fue del 4,3%. Los datos de AMETIC (2018) apuntan más de un
30% de mujeres en el sector tech pero señalan, que pese a todos los
esfuerzos, el número de mujeres en todas las áreas y categorías profesionales
apenas ha aumentado en 20 años (AMETIC 2018). Son menos las mujeres con
cargos directivos en empresas y entornos tecnológicos. Se ha duplicado el
número de startups tecnológicas fundadas por mujeres en EU, pero sólo el
18% de las startups fueron creadas por mujeres (datos Descuentum.es, 2015)
9
.
Es importante activar planes efectivos de igualdad digital que salven no sólo la
base de acceso sino la cúspide de igualdad decisora y liderazgo digital. Incluso
las más capacitadas encuentran discriminaciones de género. La brecha salarial
en los puestos de trabajo TIC alcanza hasta el 30% en España si se tiene en
cuenta la situación fiscal (datos del Ministerio de Hacienda recogidos por
Romero y Varela, 2018). De media, las mujeres ganan un 18,9% menos que
los hombres en el sector de la información y la comunicación (datos Eurostat,
Parlamento Europeo, 2017). En Silicon Valley
10
las mujeres ganan un 16%
menos que los hombres y han añadido distintos handicaps:
En el emblemático Silicon Valley, muchas vidas de mujeres han sido
estructuradas en base a sus empleos, y sus realidades íntimas incluyen una
monogamia heterosexual en serie, la negociación de los cuidados médicos para
sus hijos, lejanía con respecto a sus parientes o a otras formas de comunidad
tradicional, un alto grado de soledad y una enorme vulnerabilidad económica
conforme envejecen. La diversidad racial y étnica de las mujeres en Silicon
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Valley da lugar a un microcosmos de conflictivas diferencias en cultura, familia,
religión, educación y lengua (Haraway, 1991, 283).
El estudio Women in the Digital Age (EC, 2018) señala que las mujeres dejan
su empleo en el sector digital mucho más que los hombres en la franja de edad
de la maternidad (30 a 44 años). Según el mismo informe, el porcentaje de
negocios del sector de la tecnología dirigidos por mujeres había decaído un
19% en 2015.
Fig. nº 2. Infografía de las brechas digitales de género. Fuente: elaboración propia
Pese a todo, se van derribando techos de cristal y en España, en 2019, hay
una mayoría de puestos de alta dirección en empresas deres de innovación
tecnológica como Google o LinkedIn
11
. Las empresas con más mujeres
aumentan la productividad, de modo que existen motivaciones económicas
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para derribar esa brecha. La Comisión Europea ha cifrado en 16.100 millones
de euros anuales la pérdida de productividad debida a la infrarrepresentación
de las mujeres en el ámbito de las TIC (Romero y Varela, 2018).
En el último nivel de apropiación de la tecnología se encontrarían los
inversores, accionistas y dueños de las corporaciones digitales, cuyo poder
está en unas pocas manos de capitalización estadounidense y china,
principalmente (UNCTAD, 2019). De nuevo, la gran mayoría son varones
12
.
4. Discusión y conclusiones
El concepto actual de brecha digital está basado en indicadores cuya
superación implica claros beneficios económicos para la industria tecnológica,
de manera que las actuales mediciones de inclusión digital parecen soportarse
en argumentos prioritarios de incremento económico.
Puede haber un error de base en pensar que la brecha digital de género ha de
medir acercamiento de las mujeres a los niveles de los varones, sobre todo en
aspectos cualitativos y graduales. Desde un feminismo de la diferencia cabe
también dar comprensión o poner en valor patrones femeninos de
comportamiento. Quedan por explorar nuevas hipótesis para explicar las
brechas paradójicas, por ejemplo, claves de resistencia femenina a patrones
androcéntricos de explotación ambiental y modelos de dominación y conquista
tecnológica. De hecho, la destecnologización se baraja como una de las
alternativas por quienes defienden el decrecimiento económico como solución
ante la crisis ecosistémica en que vivimos.
Detrás del actual proyecto de igualdad digital basado en niveles de consumo
existe además una silenciada huella de carbono con efectos perversos y una
exposición y vulnerabilidad digital no advertida ante violaciones de datos,
inminentes ciberataques y apagones. Entrar a formar parte del consumo y del
trabajo en un sistema de beneficios androcéntricos ayudará a aumentar la
riqueza digital de quienes crean y dominan el entorno electrónico. No parece
suficiente criterio para hablar de igualdad digital. El modelo inclusivo debería
priorizar parámetros éticos y ecológicos en el sistema, dieta digital, modelos de
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economía del bien común y políticas eficaces de inclusión tanto la spide
como la base de una pirámide de desigualdades que, por el momento,
constituye un cono de preferencia androcéntrica.
Por otra parte, el concepto de brecha digital puede considerarse un eufemismo
de lo que en muchos casos tendría que denominarse pobreza digital (en
términos de Barrantes, 2007) o directamente violación de derechos humanos.
De la misma manera que no se habla de derecho universal a la vivienda, sino a
la vivienda digna o acceso al agua, sino al agua potable pensamos que el
derecho al acceso digital habría de ser definido como derecho al acceso digital
de calidad y con una alfabetización digital garantizada y no solamente
tecnológica, sino también ética y con perspectiva de género. Y no sólo eso,
sino que lo deseable sería que los procesos de digitalización se orientaran
hacia el beneficio social y el menor impacto ambiental, siguiendo el eslogan
ecologista: "si contamina, no es progreso".
La inclusión digital ha de conseguir una mayor participación de las mujeres en
el ámbito de quienes se benefician del sistema digital, trascendiendo el mero
rol de usuarias. Pero en ese proceso, la acumulación de gaps digitales está
actuando como una estrategia disuasoria en la apropiación tecnológica de las
mujeres. Mientras tanto, los criterios de beneficio y empoderamiento, de calidad
de vida social y personal, los logros en derechos y libertades -verdaderos
índices de igualdad en el entorno digital- aún están por sistematizar.
La medición de la igualdad y la inclusión digital está hoy confabulada con los
beneficios de las grandes corporaciones digitales y sus actuales modelos de
explotación digital. La inclusión digital no constituye ninguna meta de mejora
social en misma, si el sistema no garantiza parámetros mínimos de
verdadera igualdad, ética, justicia social y ambiental. El modelo de medición de
igualdad digital estima en qué medida las mujeres alcanzan los niveles de uso
de los hombres. Faltan indicadores de igualdad como el respeto a la diferencia,
a la forma particular de las experiencias y alternativas con las que también
puede desarrollarse la tecnología, no como antítesis, sino como un “moverse
en otro plano” (Muraro, 2010, 47). El concepto de brecha digital puede estar
opacando los que son patrones de comportamiento en el uso digital y
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transformación social que no cabe explicar en términos de acceso, aceptación
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1. La recomendación de la UNESCO sobre el acceso universal al ciberespacio fue
aprobada por la Conferencia General en Ginebra, en 2003, con la Declaración de
Principios de la Cumbre Mundial sobre la sociedad de la información. En el año 2012,
El Consejo de Derechos Humanos de la ONU adopla resolución A/HRC/20/L sobre
la promoción, protección y disfrute de los derechos humanos en internet, reconociendo
derechos de acceso y empleo para todas las personas.
2. El Índice de desarrollo de las TIC lo aporta la International Communication Union.
3. América es la única región en la que se da un porcentaje de utilización más alto en
mujeres que en hombres. Datos UIT 2019.
4. Véase: https://cutt.ly/teuoudY
5. Véase: https://cutt.ly/Teupy0l
6. Ver: https://cutt.ly/FeuoFea
7. Véase noticia en: https://cutt.ly/TeupuMo
8. Ver https://cutt.ly/feuphwm
9. Véase artículo en https://cutt.ly/GeuphK0
10. Ver noticia en https://cutt.ly/beupjgD
11. Ver noticia en https://cutt.ly/7eupj4o
12. Ver noticia en https://cutt.ly/weupkdW