La educación superior ha cobrado un papel relevante en la transformación de
la sociedad, no sólo porque a partir de ella se genera el capitán humano para la
generación e innovación del conocimiento premisa básica de la sociedad del
conocimiento (Stehr,1994), sino, ante todo, por configurarse en un nicho de
apertura hacia sectores de la población marginados, lo cual demanda la
adopción de enfoques inclusivos que promuevan prácticas de equidad,
igualdad y acceso, con calidad educativa.
A nivel internacional, el crecimiento de la matricula en educación superior se
muestra exponencial, así como las diversas opciones que integran la cartera de
oferta educativa. Esta alta demanda reclama a las instituciones de educación
superior reafirmar un profundo compromiso social y contender con una serie de
desafíos, como son: incrementar sus recursos (financieros, infraestructura,
convenios); elevar su reconocimiento y prestigio nacional e internacional;
transferir y generar conocimiento; pero sobre todo garantizar la formación de
los estudiantes, a fin de que se conviertan en vectores para el cambio y la
innovación en sectores estratégicos. Es en este contexto donde hablar de
inclusión educativa en educación superior cobra sentido.
La inclusión educativa ha tenido como punto de origen la creación de sistemas
educativos abiertos capaces de coadyuvar el desarrollo y crecimiento humano
en especial, de aquellos sectores de la población vulnerables, con altos niveles
de riesgo o que históricamente han permanecido en la sombra. Las diferencias
individuales son el marco de acción para postular que la educación debe
responder a características diversas, las cuales son la fuente del
enriquecimiento en general de las instituciones educativas y en específico de la
vida cotidiana en las aulas. Al respecto, para Torres (2011) la inclusión
educativa puede y debe ser considerada como una actitud, como un sistema
de creencias y valores que estará presente en la toma de decisiones de
aquellos que apuestan por ella.
En aras de analizar algunas implicaciones que enfoques inclusivos demandan
a la educación superior, se desarrollan dos dimensiones que actúan como
sustentos básicos de dichos enfoques. La primera dimensión tiene que ver con
una serie de principios que desde el marco legal se retoman para argumentar
la pertinencia de incorporar una visión inclusiva en la educación superior.