de calidad, que sea un derecho y un deber ejercido por todos. Claro que hacer
un uso significativo de estas tecnologías, tanto por los docentes como por los
estudiantes que habitan nuestras escuelas, no resulta una tarea sencilla, pero
es posible, aún más, es indispensable para el logro del derecho a la educación
de todas las personas con discapacidad, en un marco de igualdad, inclusión y
no-discriminación.
La educación inclusiva constituye un proceso en construcción porque
requiere, por un lado, de una legislación y políticas educativas claras y
coherentes, y por otro, de un cambio de prácticas y de actitudes de quienes
están directamente involucrados en ella, y de esta manera llegar a modificar
experiencias educativas, que con el trascurso del tiempo se han demostrados
totalmente ineficaces. En este sentido, la utilización de las TIC abre nuevos
caminos para la comunicación y el aprendizaje, promoviendo el respeto por las
diferencias y la construcción de una sociedad más justa y solidaria.
En la actualidad, la brecha digital es una de las formas de construcción
de la desigualdad y ejercicio de la exclusión social y educativa. Para lograr una
inclusión más plena, es necesario generar espacios para conocer y dominar las
nuevas tecnologías –digitales- y los nuevos lenguajes. Reducir esta brecha
implicará la posibilidad de acceder a esos lenguajes y a hacer un uso más
significativo de las herramientas tecnológicas.
Un ejemplo claro puede ser el ordenador. Éste puede ayudar a satisfacer
necesidades de comunicación tanto en la educación como en la recreación y la
vida cotidiana, además de propiciar nuevos espacios laborales accesibles a las
personas con discapacidad. Dentro de la escuela, se convirtió en una
herramienta que fortaleció el camino hacia la inclusión de una diversidad de
estudiantes, pues supuso la oportunidad para que los alumnos lograsen
desarrollar habilidades y competencias, acceder al currículum, comunicarse,
alcanzar una mayor autonomía y avanzar hacia la inclusión pedagógica, social
y laboral.
El avance de esta digitalización tecnológica coincide con el tránsito de la
educación especial desde un modelo centrado en el déficit –caracterizado por
el establecimiento de categorías y por etiquetar, destacando las causas de las
dificultades de aprendizaje y obviando otros factores (Ainscow, 2001)– hasta la
atención a la diversidad centrada en el modelo curricular, caracterizado por una
escuela comprensiva, con carácter integrador, no etiquetador, que asumió la