Posiblemente el argumento con más restricciones es el comunitarista, donde
ser ciudadano significa “ser miembro de una ciudad determinada, formada a
partir de una historia y de una tradición cultural particular, que la específica y
diferencia frente a otras, en la cual se forma la identidad de los ciudadanos y a
la cual éstos están afectivamente vinculados” (Peña, 2003, p. 228). Es decir, se
trata de pertenecer a una comunidad con una cultura tradicional propia, la que
les identifica como miembros de esa comunidad particular, por tanto, esta
pertenencia implica la exclusión de otros ciudadanos que no comparten la etnia
dominante. Aplicar los criterios de étnias y de territorialidad a una ciudadanía
universal es un error porque ni existe Estado universal, ni nadie que vele por
los derechos de los ciudadanos, ni políticas de desarrollo y de integración de
los ciudadanos excluidos o con grave riesgo de vulnerabilidad, etc. Lo que
ocurre, según Walzer: (1997), es que quienes son miembros activos de una
polis determinada reivindican un modo particular de vida y cultura que no
puede ser compartido por cualquier recién llegado.
3. Ciudadanía, pertenencia e identidad
La ciudadanía está asociada a la pertenencia a una comunidad política, esto
implica la integración en esa comunidad con una identidad concreta que es
común a todos los miembros que pertenecen a ella. Históricamente estos
criterios de pertenencia han estado vinculados al territorio compartido, una
cultura común, rasgos étnicos, la historia, etc. Es esta identidad comunitaria,
según los nacionalistas, “la que sustenta la comunidad política, en la medida en
que es la conciencia nacional la que provee al armazón jurídico-político del
Estado de una base de legitimación, un vínculo de cohesión e incluso una base
de motivación que no puede extraerse de la política misma” (Peña, 2003, p.
231). Por el contrario, la ciudadanía democrática prioriza la voluntad política de
los ciudadanos frente a la pertenencia, que ocupa un lugar secundario.
En nuestra opinión, se debería reconocer una identidad diferenciada que
conciba la ciudadanía como una condición universal e igual para todos los
miembros de una sociedad política, ya que las diferencias enriquecen a la
sociedad. Es por ello que debemos hacer frente a los complejos problemas
étnicos y culturales, puesto que hay grupos como los constituidos por
inmigrantes, mujeres, u homosexuales, entre otros muchos, que se sienten