Revista científica electrónica de Educación y Comunicación en la Sociedad del Conocimiento
Publicación en línea (Semestral) Granada (España) Época II Año XV Vol. 15 (2) Julio-Diciembre de 2015 ISSN: 1695-324X
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FORMACIÓN, ENSEÑANZA Y ACTIVIDAD
PROFESIONAL DE LA INGENIERÍA EN ESPAÑA
Training, Education and Engineering Professional Activity in Spain
Capacitação e Engenharia de Atividade Profissional em Espanhae
José Mª Cámara-Zapata
jm.camara@umh.es
Universidad Miguel Hernández (España)
Recibido: 01/09/2015
Aceptado: 03/12/2015
Resumen
La formación en ingeniería debe evolucionar para satisfacer los retos del siglo
XXI. La caída en el número de estudiantes matriculados en grados de
ingeniería es continua. Por desgracia, es frecuente considerar las asignaturas
básicas como filtros e inútiles para el desarrollo profesional de los ingenieros.
Lógicamente, las asignaturas básicas son las primeras que se estudian. Sin
duda, la mejora de la calidad de su docencia contribuye a reducir el abandono
de los alumnos.
En este trabajo, se reflexiona sobre la formación, instrucción y actividad
profesional de los graduados en ingeniería. Se propone representar la
formación en ingeniería utilizando la simbología de un árbol. De este modo, la
formación básica sería el tronco del árbol. Estos conocimientos facilitan a los
ingenieros el cambio de campo de actividad profesional, si es necesario. Del
mismo modo, el tronco de un árbol permite cambiar la parte aérea de un árbol,
si se considera conveniente.
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Por otro lado, una metodología docente que fomenta el trabajo en equipo
facilita la actividad de estos profesionales. Para favorecer el empleo de estos
titulados, es necesario mejorar el conocimiento que tiene la empresa privada
sobre la formación en ingeniería.
Abstract
Engineering education must evolve to meet the challenges of the XXI century.
The fall in the number of students enrolled in engineering degrees is
continuous. Unfortunately, it is usual to consider basic subjects such as filters
and useless for the professional development of engineers. Logically, the basic
subjects are the first to be studied. Certainly, improving the quality of its
teaching helps reduce the drop-out students.
In this paper, we examine the training, instruction and professional activity of
graduates in engineering. It is proposed to represent engineering education
using the symbolism of a tree. Thus, the basic training would be the tree trunk.
This knowledge makes it easier for engineers changing field of professional
activity, if necessary. Similarly, the trunk of a tree helps to change the aerial part
of a tree.
On the other hand, a teaching methodology that promotes teamwork facilitates
the activity of these professionals. To promote the employment of these
graduates, it is necessary to improve the knowledge that private enterprise on
engineering education.
Resumo
Educação em engenharia deve evoluir para atender os desafios do século XXI.
A queda no número de alunos matriculados em cursos de engenharia é
contínua. Infelizmente, muitas vezes eles consideram matérias básicos como
filtros e inútil para o desenvolvimento profissional de engenheiros.
Logicamente, as matérias de base são os primeiros a ser estudado.
Certamente, melhorando a qualidade do seu ensino ajuda a reduzir os
estudantes de abandono.
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Neste artigo, vamos examinar a formação, instrução e atividade profissional de
diplomadas em engenharia. Propõe-se para representar o ensino de
engenharia utilizando o simbolismo de uma árvore. Assim, a formação de base
seria o tronco da árvore. Esse conhecimento faz com que seja mais cil para
os engenheiros de campo de actividade profissional em mudança, se
necessário. Da mesma forma, o tronco de uma árvore para mudar a parte
aérea de uma árvore.
Por outro lado, uma metodologia de ensino que promove o trabalho em equipa
facilita a actividade desses profissionais. Para promover o emprego destes
diplomados, é necessário melhorar o conhecimento que a empresa privada no
ensino da engenharia.
Palabras Clave: formación en ingeniería, formación básica, trabajo en grupo,
relación universidad-empresa.
KeyWords: engineering education, basic training, teamwork, university-industry
relationship.
Palavras chave: educação em engenharia, formação básica, trabalho em
equipe, relação universidade-indústria.
1. Introducción
El extraordinario desarrollo tecnológico experimentado en las últimas décadas
afecta a numerosos aspectos de la sociedad, incluida la formación en
ingeniería. Hasta hace unas tres décadas, la actividad profesional en ingeniería
tenía lugar predominantemente de forma individual. En la actualidad, las
tecnologías de la información y comunicación favorecen la colaboración y el
trabajo en grupo. Por consiguiente, la formación en ingeniería debería cambiar
para adaptarse a este nuevo escenario.
Buena parte de los estudiantes de nuevo ingreso en titulaciones de ingeniería
presentan un fuerte desencuentro con la actividad de la ingeniería y muchos de
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ellos suelen pensar que las asignaturas básicas constituyen un filtro. El
asesoramiento académico en ingeniería constituye una herramienta muy útil
cuando es empleada correctamente. Sin embargo, Las jornadas de promoción
de titulaciones de ingeniería pueden agravar el error de concepto de las
asignaturas de primer curso. Esto ocurre cuando los profesionales participantes
no consideran útil la formación básica. Una conclusión frecuente de estas
charlas es que la incorporación a la empresa se suele hacer desde abajo, en la
escala laboral, y con el tiempo se llega a puestos de elevada responsabilidad.
Algunos estudiantes, desencantados con su formación, pueden interpretar este
tipo de afirmaciones considerando que hubiese sido más conveniente adquirir
una formación menor y más aplicada, como, por ejemplo, los estudios de
formación profesional.
En este trabajo se reflexiona sobre la formación en ingeniería y se plantea la
conveniencia de considerar su representación mediante una simbología
sencilla. También se analiza la relación entre la universidad y la empresa.
Finalmente se recomiendan iniciativas para mejorar, tanto la formación en
ingeniería, como la relación entre la universidad y la empresa.
2. Asesoramiento académico
La ingeniería responde a demandas cada vez s diversas y deslocalizadas.
Una serie de informes de la Real Academia de Ingeniería de Inglaterra (2006,
2007 y 2010) ha planteado la necesidad de cambiar la formación de los
ingenieros para asegurar su adaptación a las necesidades del siglo XXI
(Graham, 2012). Sin embargo, el funcionamiento de los departamentos y las
escuelas de ingeniería dificulta las reformas. El problema acuciante en la
formación de ingeniería ya no es cambiar, sino cómo cambiar.
El abandono en ingeniería es debido, o bien a un desencuentro sobre el campo
de acción de la ingeniería, o bien a unos estudios previos deficientes (Seymour
& Hewitt, 1997). Algunos autores sugieren que una inadecuada formación
previa puede incluir, no solo escaso nivel de matemáticas, sino también un
conocimiento deficiente del campo de la ingeniería (Tseng, Chen & Sheppard,
2011). El desencuentro de los estudiantes con la ingeniería es uno de los
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factores institucionales que más influye sobre el abandono (Seymour & Hewitt,
1997) y puede ser debido a una docencia y unas tutorías deficientes (Marra,
Rodgers, Shen, & Bogue, 2012; Nyquist et al., 1999), a un asesoramiento
inadecuado (Prieto et al., 2009; Schmidt, Hardinge, & Rokutani, 2012; Sutton, &
Sankar, 2011), o a una cultura inadecuada de los departamentos (Duncan, &
Zeng, 2005).
En relación con el asesoramiento académico, la universidad organiza
actividades para orientar a los futuros egresados sobre las posibles salidas
laborales, las nuevas fórmulas de empleabilidad, los requisitos de las empresas
del sector, etc. En estos actos, participan ingenieros en activo que exponen su
experiencia profesional a los asistentes. Es frecuente escuchar comentarios
como “un ingeniero es especial, diferente” o “se nota cuando alguien es
ingeniero”. Estas expresiones son muy comunes entre los propios ingenieros.
Sin entrar a discutir la validez de estas afirmaciones, su explicación se puede
encontrar en la formación y/o la experiencia laboral. Aunque existen diferentes
especializaciones en ingeniería, es frecuente hablar de la formación en
ingeniería (Goldberg, & Somerville, 2014).
No cabe duda de que la experiencia laboral define el perfil profesional de un
ingeniero. Sin embargo, afirmaciones como “un ingeniero es especial,
diferente” se realizan con independencia de su experiencia profesional. Si la
identidad del ingeniero fuese debida únicamente a la actividad laboral, habría
que decir que los ingenieros que trabajan en este u otro sector son especiales.
Por tanto, en principio la experiencia se podría descartar como única causante
de la originalidad del ingeniero.
La formación se puede clasificar como básica y aplicada. Tradicionalmente, la
formación universitaria comienza con el aprendizaje de conocimientos básicos.
La formación básica se suele concentrar en el primer curso. Posteriormente, se
introducen asignaturas más aplicadas. Como consecuencia de un
asesoramiento académico deficiente, es frecuente observar un error de
concepto consistente en infravalorar la utilidad de la formación básica. Los
ingenieros suelen afirmar que su formación es singular, aunque para muchos
de ellos, la formación básica no es necesaria porque no aporta conocimiento
que valga la pena retener. Esta conclusión puede originar serias dudas a los
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estudiantes. Su escasa motivación inicial por comprender y aplicar conceptos
básicos se ve reducida. En consecuencia, se fomenta la creencia de que la
formación básica en ingeniería actúa como filtro.
En relación con la experiencia, los ingenieros en activo concluyen que, en una
empresa es habitual empezar a trabajar desde abajo, y con el tiempo, seguro
que se progresa. Es un planteamiento clásico y realista que apuesta por la
formación en la empresa. Sin embargo, este procedimiento puede hacer creer
a algunos estudiantes que la formación aplicada universitaria no sirve para
trabajar en la empresa privada.
Un estudiante de ingeniería puede malinterpretar la información recibida en su
asesoramiento académico. El mensaje es que su formación es excepcional,
aunque necesitará un largo proceso de formación en la empresa. Por tanto, el
alumno puede concluir que la formación en ingeniería no es rentable, que
estudiar una titulación universitaria de ingeniería es un error, y que los estudios
de formación profesional son más interesantes porque representan menor
esfuerzo y permiten adelantar la etapa de formación en la empresa.
Esta contradicción es más evidente cuando el asesoramiento académico insiste
sobre la necesidad de la formación a lo largo de la vida y en campos diferentes
y complementarios. La formación básica permite la adquisición de una
formación adicional. Al minusvalorar la importancia de la base, se reduce la
capacidad de adaptación de un ingeniero. Así, por ejemplo, resulta muy poco
probable que un titulado de formación profesional se desenvuelva con
solvencia en campos diferentes de su especialidad.
En definitiva, se debe cuidar el asesoramiento académico para evitar transmitir
el mensaje de que un ingeniero es especial, y si es preciso, puede
reconvertirse, aunque los conocimientos básicos no son importantes. Este
planteamiento complica la difícil tarea de interesar a los alumnos de nuevo
ingreso en conceptos básicos, materias complejas, pero fundamentales
(UNESCO, 2005).
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3. Relación entre la universidad y la empresa
En 2004, la Fundación Conocimiento y Desarrollo (CYD) realizó una encuesta a
empresas españolas para evaluar la relación entre la empresa y la universidad
en España. El estudio concluyó que había una relación prácticamente nula y un
escaso reconocimiento de la empresa hacia el papel de motor de desarrollo
económico que debe ejercer la universidad. El informe se repitió en 2010 (CYD
14, 2010), en plena crisis económica. Entre las conclusiones más importantes,
destaca la importancia que adquieren los convenios para incorporar
estudiantes y/o titulados en prácticas. Además de estos convenios, la
colaboración más típica es para proyectos de I+D. El estudio también informa
sobre un gran desconocimiento de los servicios ofrecidos por la universidad
para cubrir las necesidades de formación empresarial, actividades de
consultoría o asesoría y otras acciones diferentes de la actividad de I+D.
Además, se exponen las dificultades de las PYMES para colaborar con la
universidad.
En la primera década del siglo XXI se ha conseguido una clara mejora de la
cantidad y la calidad de la investigación nacional. La Ley de la Ciencia, la
Tecnología y la Innovación, de 12 de mayo de 2011, persigue, entre otros
objetivos, promover la innovación y la transferencia de conocimiento al sector
empresarial y la sociedad. Sin embargo, la conversión del conocimiento en un
nuevo producto, servicio o tecnología con comercialización efectiva, no es la
esperada. Al considerar el número de patentes, spin-offs, start-ups, licencias
sobre derechos de explotación y otros mecanismos susceptibles de
comercialización, se concluye que el conocimiento no está llegando al mercado
en forma de innovación. La estrategia parece bien diseñada sobre el papel,
pero falta hacerla realidad.
En el informe CYD 01/2013 se exponen los conceptos y mecanismos
implicados en la transferencia de conocimiento entre la universidad y la
empresa. También se presentan mapas de mecanismos de intercambio de
conocimiento y representaciones del producto/servicio, del desarrollo de
modelos de negocio, o del conocimiento, que en todos casos, resultan de difícil
comprensión. Los ejemplos que ilustran el estudio hacen referencia a empresas
de gestión pública-privada y no se ajustan a las características de la empresa
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privada. Por consiguiente, sería muy útil simplificar los trámites administrativos
que regulan la relación entre la universidad y la empresa con el objetivo de
fortalecer y hacer más atractivo el vínculo entre ambas instituciones.
4. Características del mercado laboral
Se prevé que entre 2015 y 2025, la mayoría de las oportunidades de empleo en
la Unión Europea (UE), exijan un alto nivel de cualificaciones. La alta demanda
de sustitución conducirá a una proporción significativa de puestos de trabajo
que exijan un nivel medio de cualificación, y la mayoría de las personas de la
UE seguirán empleadas en este nivel. Se constata un envejecimiento de la
población de la UE en edad de trabajar. Los aumentos se concentran en las
personas de más de 55 años de edad, y son especialmente acusados en
España. Sin embargo, aunque la población activa de la UE aumenta en edad y
disminuye en cantidad, gana en cualificaciones (Figura 1). Así, la proporción de
la población activa con un alto nivel de cualificaciones aumentará del 31% en
2013 al 38% en 2025. El número de personas con un nivel medio de
cualificaciones también tiende a aumentar y pasará del 47% en 2013 al 48% en
2025. Sin embargo, la proporción de los que tienen un bajo nivel de
cualificaciones descenderá del 22% en 2013 al 14% en 2025. En España, la
mayoría de las oportunidades laborales exigirán cualificaciones de nivel alto,
aunque también es importante la proporción de oportunidades que exigirán un
nivel bajo de cualificación. Está previsto un aumento de puestos de trabajo en
los sectores del transporte y la distribución, y una disminución de los empleos
en los servicios no comerciales. No se espera que la tasa de empleo vuelva a
los niveles previos a la crisis hasta 2025 (CEDEFOP, 2015).
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Figura 1. Proporción de la población activa según su nivel de cualificaciones (CEDEFOP, 2015)
Tradicionalmente, las empresas españolas con escasa actividad de innovación
y desarrollo (I+D) que contratan un ingeniero suelen apostar por su formación
en la empresa. Al principio se encarga de tareas poco cualificadas, y con el
tiempo, puede ascender en la escala laboral hasta desarrollar importantes
labores técnicas o de gestión. Cuando este modelo se expone a los estudiantes
de ingeniería, puede provocar en ellos cierto desapego. Aparecen preguntas
como ¿merece la pena el esfuerzo de adquirir una formación que la empresa
parece no valorar? ¿Sería mejor estudiar formación profesional? Conviene
reflexionar con detenimiento para responder a estas inquietudes y estimular a
los estudiantes. En realidad, su formación universitaria en ingeniería sólo
ofrece ventajas.
La crisis económica actual, ha obligado a numerosos profesionales, entre ellos
ingenieros españoles, a buscar empleo en otros países de nuestro entorno. En
general, se trata de economías con mayores esfuerzos en investigación,
innovación, desarrollo o tecnología. Esta decisión es relativamente sencilla
para ingenieros recién graduados que han realizado estancias universitarias en
otros países para complementar sus los estudios. Los ingenieros españoles
que encuentran trabajo en sus sectores profesionales, desarrollan sin dificultad
actividades cualificadas junto con otros profesionales del país de acogida. Por
consiguiente, aunque la formación de los ingenieros formados en España
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pueda no ser adecuada para la mayoría de las empresas nacionales, estos
mismos ingenieros desarrollan sus competencias en empresas de otros países.
Entre las posibles salidas profesionales de las titulaciones de ingeniería, la
administración pública y el autoempleo suponen actividades cualificadas a las
que no tiene acceso otro profesional con menos competencias. Además, las
salidas profesionales de un ingeniero en la empresa privada ofrecen unas
expectativas superiores, aunque después de un proceso de formación en la
propia empresa.
Los estudiantes de grado en ingeniería no deben confundir sus expectativas
laborales con las de un estudiante de formación profesional. Sus competencias
y su formación, básica y aplicada, son muy diferentes. Así, un ingeniero con un
determinado perfil profesional tiene la capacidad de reconversión hacia otros
campos diferentes, fundamentalmente gracias a su formación básica.
Sin embargo, probablemente con buen criterio, en el mundo empresarial
predomina la concepción de que un ingeniero recién titulado requiere un
proceso de formación en la empresa. El inconveniente aparece cuando la
duración de dicho intervalo se prolonga más de lo razonable.
5. Formación en ingeniería
Es preciso preparar a los graduados en ingeniería para responder a los
desafíos del siglo XXI. Sin embargo, el sistema de formación para las nuevas
generaciones de ingenieros no puede seguir el ritmo. En los últimos 20 años, la
estructura y el contenido de las titulaciones de ingeniería han cambiado
relativamente poco (Graham, 2012).
En los últimos años, la formación parece haberse convertido en un producto de
mercado. La aplicación de las nuevas tecnologías permite desarrollar una
formación a la carta, autodidacta, que podría llegar a competir con la
enseñanza reglada. La universidad debería potenciar su papel formador para
producir profesionales capaces de dar respuesta a las necesidades de la
sociedad del siglo XXI.
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La realización de un cambio requiere establecer los estados inicial y final. Para
simplificar la descripción de ambas situaciones puede ser útil emplear una
simbología. Así, la formación universitaria en ingeniería se podría representar
como un árbol. La raíz y el tronco constituyen los conocimientos adquiridos en
las asignaturas básicas (Informática, Química, Matemáticas, Física, Empresa,
Dibujo, etc.). El resto de la parte aérea serían las materias propias de la rama y
de aplicación del grado en ingeniería concreto. Así, las titulaciones de
ingeniería se podrían representar como un vivero de árboles que es preciso
cultivar y poner en producción (incorporación al mercado laboral). La
universidad forma ingenieros, esto es, produce árboles y los ofrece a las
empresas para que éstas los aprovechen en las mejores condiciones.
Siguiendo con la analogía, la parte aérea puede dar un producto u otro, según
interese, pero el árbol siempre tiene que tener la raíz y el tronco sanos. Dicho
de otro modo, un ingeniero puede reciclarse, y cambiar de sector laboral,
aprovechando su formación básica.
Desde este punto de vista, la discusión sobre la formación universitaria se
podría enfocar desde un punto de vista relativamente sencillo. Así, hasta el
comienzo de la era de la información y la comunicación, la universidad formaba
ingenieros especialmente adaptados para desarrollarse aislados (árboles
grandes y fuertes). Esta formación era la demanda de la empresa y la sociedad
en su conjunto. Los planes de estudios de estas titulaciones hasta hace unas
tres décadas garantizaban una amplia formación, tanto básica como aplicada.
La reciente transformación tecnológica permite potenciar el trabajo en grupo
por lo que en la actualidad resulta más conveniente la producción de árboles
para su desarrollo conjunto. Así, aunque individualmente éstos sean más
pequeños, su desarrollo global presenta mayor capacidad de producción y
mejor adaptación a los cambios. En la actualidad, resulta evidente que el
trabajo en grupo ofrece mejores resultados que el modelo competitivo y el
esfuerzo individual. Sin embargo, resulta muy difícil poner en práctica este tipo
de metodología docente (Parsons et al., 2005).
Graham (2012) señala el equilibrio entre enseñanza e investigación como una
de las dificultades más comunes cuando el personal docente universitario se
plantea participar en cambios en la formación en ingeniería. En los últimos
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años, se aprecia un cambio de las prioridades de instituciones universitarias de
EEUU, Europa, Asia y Australia a favor de los resultados de las investigaciones
y en detrimento de la formación de pregrado. Estos cambios parecen debidos a
un mayor énfasis en los sistemas de rankings universitarios nacionales y
globales. El resultado es una reducción del impulso institucional hacia el
cambio de la formación. Además, aumenta la presión para que los profesores
investiguen más.
En relación con las materias básicas, es preciso mejorar su imagen. La
formación básica tiene una importancia vital porque es la primera que los
estudiantes deben afrontar. En función de su calidad y del compromiso del
profesorado se conseguirá reducir el número de estudiantes que deciden
abandonar los estudios (Meyer, & Marx, 2014).
Lattuca et al. (2014) han estudiado la influencia de varios aspectos sobre la
aplicación de metodologías docentes centradas en el alumno. Se han realizado
encuestas a 906 profesores de 31 instituciones de ingeniería. El trabajo
concluye que la actividad profesional y, en menor medida, la formación de
postgrado sobre enseñanza, se relacionan positivamente con el empleo de
dichas estrategias docentes.
Graham (2012) indica una serie de recomendaciones para departamentos y
escuelas que pretenden introducir cambios sistemáticos en la formación en
ingeniería. Por su relevancia, se pueden destacar aquéllos dirigidos a sustentar
el cambio. Es imprescindible un compromiso del director del departamento o de
la escuela con la reforma. En cualquier caso, no se debe presionar a los
profesores que rechazan estos cambios.
En las universidades públicas españolas, el tamaño de grupo de las
asignaturas de primer curso de los grados en ingeniería puede superar los 100
alumnos, con grupos de laboratorio de unos 30 alumnos. Estas cifras suelen
ser significativamente menores en las universidades privadas (entre 45 y 60
alumnos por grupo de teoría y de 15 a 20 por grupo de laboratorio). La tercera
edición del informe U-Ranking de la fundación BBVA indica que las
universidades públicas destacan en investigación, innovación y transferencia,
mientras que las privadas lo hacen en docencia (Fundación BBVA, 2015). Esta
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conclusión llama poderosamente la atención, si se tiene en cuenta que, buena
parte de los estudiantes se matriculan en una universidad privada porque su
expediente académico no les permite hacerlo en una universidad pública.
La Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA)
dispone del Programa de Apoyo a la Evaluación de la Actividad Docente del
Profesorado Universitario (DOCENTIA). Su objeto es apoyar a las
universidades en la gestión de la calidad docente. Entre los indicadores
empleados se encuentra la evaluación de la docencia que realizan los alumnos.
Es conveniente reflexionar sobre cómo se realiza esta encuesta para que los
resultados sean útiles. Así, por ejemplo, se pregunta a los alumnos si les
parece adecuado el material con el que realizan las prácticas de laboratorio. Es
difícil creer que los alumnos de primer curso de ingeniería puedan responder
motivadamente a preguntas como ésta. Por otro lado, los estudiantes de
ingeniería suelen valorar más el resultado de la calificación de la asignatura
que la calidad de la docencia y están habituados a métodos docentes
conductistas centrados en el profesor y que fomentan un aprendizaje pasivo.
Su respuesta a una metodología docente que fomente el compromiso, la
participación y el trabajo en grupo no siempre es favorable. Sin embargo, el
resultado de la evaluación de un profesor mejora si éste participa de forma
significativa en más de una asignatura, esto es, se valora el esfuerzo que
supone la coordinación docente. En cualquier caso, la evaluación de la
docencia es muy poco empleada. Por tanto, cambiar a estrategias de trabajo
en grupo no se ve favorecido.
La incorporación de profesores con iniciativas nuevas a la plantilla de docentes
de las universidades es escasa. En general, el profesorado actual tiene una
formación competitiva y basada en el esfuerzo individual (parecida a la de los
grandes árboles aislados en la simbología anterior). Por consiguiente, resulta
muy complicado implantar metodologías docentes basadas en el
constructivismo y en el trabajo en grupo, de modo que cambie la formación de
los estudiantes (para convertirlos en árboles más pequeños, pero conectados).
Habría que reflexionar sobre la conveniencia de cambiar el currículo
introduciendo asignaturas para aprender a trabajar en grupo, liderar, etc.
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6. Recomendaciones y conclusiones
En las últimas tres décadas, el desarrollo tecnológico ha propiciado cambios
con repercusiones en multitud de ámbitos, incluidas la formación en ingeniería
y su actividad profesional. El éxito en la adaptación a los nuevos requisitos
pasa por definir correctamente la formación en ingeniería y promover la
motivación de los principales actores en dicho proceso.
La formación en ingeniería se puede dividir entre básica y aplicada.
Representar la formación en ingeniería como un árbol potencia la importancia
de la formación básica. Este planteamiento es congruente con el de formación
a lo largo de toda la vida como un pilar fundamental de la actual formación
universitaria.
Para propiciar el cambio en la formación en ingeniería es imprescindible
motivar a los participantes en dicho proceso: profesores, alumnos y
responsables de gestión docente de la Universidad. Las iniciativas que
favorecen un cambio en la formación en ingeniería incluyen el desarrollo de
instrumentos de medida de la enseñanza y el aprendizaje efectivos. Su objetivo
es apoyar el proceso de promoción y recompensa del profesorado y
proporcionar información al departamento y la escuela sobre el impacto de las
reformas curriculares. Además, es conveniente establecer referentes en
instituciones de prestigio, como, por ejemplo, un estudio longitudinal de una
reforma exitosa y su impacto sobre factores como matrícula, abandono y
empleo. La financiación de estas reformas debe ser asignada al departamento
en su conjunto, liderado por su director, e ir ligada a un análisis del impacto de
la reforma a largo plazo (Graham, 2012).
Existen unas características comunes para realizar una reforma con éxito. Los
cambios deben ser amplios y radicales. Entre los motivos destacan las
indicaciones de la dirección de la escuela o la universidad acerca de la
supervivencia de la titulación o del departamento. En este proceso se debe
involucrar a varios departamentos y/o a la propia escuela. Por ejemplo, se
puede crear una nueva “marca” que aspire a ser un estándar en la formación
nacional o internacional en ingeniería. Parece que el departamento es el motor
del cambio y es necesaria la motivación y el apoyo del director del
departamento. En este sentido, los cambios perduran si son independientes del
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Publicación en línea (Semestral) Granada (España) Época II Año XV Vol. 15 (2) Julio-Diciembre de 2015 ISSN: 1695-324X
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DOI: http://dx.doi.org/10.30827/eticanet.v15i2.11958
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personal dedicado a la gestión universitaria en materia de organización
curricular y docente.
La reducción del abandono de los estudios de ingeniería requiere iniciativas
entre las que se puede incluir el trabajo en grupo de los estudiantes. Es
recomendable la organización de cursos sobre esta temática. Aunque los
alumnos de ingeniería suelen valorar más la calificación numérica que la
calidad de la docencia, es necesario concienciarles de la importancia de ésta
última. La implementación de una asesoría académica efectiva para explicar a
los estudiantes la importancia de su formación (básica y aplicada), y el campo
de actividad profesional de la ingeniería que han elegido, puede evitar
desencuentros a posteriori.
La oferta de estudios propios u oficiales (títulos de experto, másteres, etc.)
debe atender a las necesidades formativas de los egresados. Esto es, además
de la oferta docente propia de la comunidad universitaria, los egresados
proponen los que ellos estiman necesarios. La retroalimentación es muy
importante, por lo que hay que recordárselo a los alumnos mediante el envío de
correos electrónicos.
Además, la universidad debe hacer más visible y cercana la formación en
ingeniería para la empresa privada, en especial para las PYMES. Es importante
desarrollar iniciativas que acerquen la universidad y la empresa, con el objetivo
de mejorar su aportación al desarrollo social. Así, por ejemplo, sería
conveniente invitar a empresas colaboradoras de la universidad a las defensas
públicas de los trabajos fin de grado (de todos los alumnos o de los más
destacados). De esta forma, se podría conseguir una retroalimentación
inmediata que mejoraría la relación entre la universidad y la empresa.
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