Revista científica electrónica de Educación y Comunicación en la Sociedad del Conocimiento
Publicación en línea (Semestral) Granada (España) Época II Año XVI Vol. 16 (1) Enero-Junio de 2016 ISSN: 1695-324X
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LOS ESPECTADORES DE LAS PANTALLAS EN LA
CALLE DE LA FASCINACIÓN
Viewers screens in the fascination Street
José de Jesús Cordero Domínguez
jjcorderod@gmail.com
Carlota Laura Meneses Sánchez
cmeneses65@gmail.com
Universidad de Guanajuato (México)
Recibido: 07/01/2016
Aceptado: 28/04/2016
Resumen
La calle, es de nueva cuenta el espacio público, con nuevos usuarios, nuevos
símbolos, espectadores de las pequeñas pantallas táctiles, con ventanas
múltiples para mirar el mundo en sus manos a través de la Internet. Caminan
por la calle viendo un fragmento de la realidad, sin percatarse lo que ocurre a
su alrededor. El espectador es la pauta de la ciudad sin memoria, acoge a
nuevos legionarios, los nacidos en la era de hiperconectividad y otras
denominaciones. Ellos, los jóvenes reciben una nueva forma instrucción, a
partir de las conexiones vía los sentidos, vía las percepciones (Funes,
2005:105), alejada de las pautas tradicionales de la lectura del texto, la
comunicación, pensar-hablar. Los espectadores de las pantallas se están
convirtiendo en jóvenes light (Botero, 2002) superficial, sin sustancia, sin
contenidos; un joven incapaz de hacer “una opción fundamental” que le
confiera unidad, sentido y validez a su existencia; incapaz de asumir un
compromiso con realidades que trasciendan la propia esfera personal.
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Abstract
The street is new account public space, with new users, new symbols, viewers
of small touch screens, multiple windows to watch the world at your fingertips
through the Internet. They walk down the street looking at a piece of reality,
without noticing what is happening around them. The viewer is the pattern of the
city without memory, welcomes new legionnaires, those born in the era of hyper
and other denominations. They, the youth receive a new form instruction from
connections via the senses, via perceptions (Funes, 2005: 105), away from the
traditional patterns of text reading, communication, think-speak. Viewers
screens are becoming light young (Botero, 2002) surface, no substance, no
content; a young man unable to make "a fundamental option" that would give
unity, meaning and validity to its existence; unable to make a commitment to
realities that transcend the personal sphere itself.
Palabras Clave: Calle, jóvenes, espectadores, pantallas.
Keywords: Street, youngers, viewer, screens.
Introducción
Las publicaciones de investigaciones sobre las pantallas remiten al cine como
primicia, para después transitar a la pantalla de la televisión como el gran
dispositivo que “desplazó” a la pantalla del cine, sin considerar que la doble
pantalla del cine en la televisión, con otros dispositivos: videocaseteras,
reproductores de disco compacto, Blue Ray, y el internet en la televisión juega
el papel de cine en otra dimensión. La nueva dimensión de la pantalla se
encuentra en las computadoras, las tabletas y los teléfonos celulares que con
su tactilidad han sometido al espectador a una nueva visión múltiple de la
pantalla, pantallas ventanas, a disposición de un nuevo espectador.
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El artículo se compone de cuatro apartados, el primero se refiere a La
tecnología y la portabilidad, es una breve reseña histórica de la tecnología y su
influencia en los individuos por su uso instrumental y simbólico; Espectador-
espectáculo es el segundo apartado, se trata de la relación del novísimo
espectador y un nuevo espectáculo en las pantallas en un solo dispositivo, todo
en uno, otra forma de ver el mundo; La calle, se refiere a que el dispositivo
digital es eminentemente callejero, por su portabilidad, por desafiar las normas
y en el paisaje urbano que se encuentra en las calles viales y peatonales,
céntricas de las ciudades históricas, es el componente del tercer apartado. En
el cuarto se observan a los jóvenes ensimismados, embebidos por lo que
sucede en la minúscula pantalla, la intitulamos El joven espectador de las
pantallas.
El objetivo de esta ponencia es escudriñar a los jóvenes espectadores que
miran las pantallas de los dispositivos móviles en las calles de los centros
históricos de León y Guanajuato, en el Estado de Guanajuato, México.
La metodología consiste en tres pasos: el primero, es la consulta de
documentales primarias: los libros, revistas científicas y de entretenimiento,
periódicos, diarios, documentos oficiales de instituciones públicas, informes
técnicos y de investigación de instituciones públicas o privadas y secundarias
que son enciclopedias, antologías, directorios, libros o artículos que interpretan
otros trabajos o investigaciones. El segundo es el trabajo de campo, la
observación no participante de las (los) jóvenes en las calles aledañas al jardín
principal y jardín de la Unión de los centros históricos de León y Guanajuato,
Gto., en horarios matutinos, vespertinos y nocturnos. Interpretación de la
observación y por último, el borrador preliminar y documento final es el último
paso.
Las jóvenes y los jóvenes cuando caminan por las calles miran reiteradamente
las pantallas de sus dispositivos digitales, fascinados emocional y
psicológicamente produciendo un nuevo comportamiento cultural, espectadores
multipantallas-mundo, esta es la hipótesis.
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La tecnología y la portabilidad
La calle es el paisaje urbano donde se muestra que el avance la tecnología y la
influencia en la población desde las políticas públicas, la economía, lo social y
lo cultural, por mencionar algunos aspectos de su incidencia. La rueda impulsó
la movilidad de productos y personas en las calles de la ciudad y fuera de ella,
hacia otras poblaciones y lugares. La rueda fue importante componente en las
carretas por medio de animales de tracción se impulsó el comercio y la
comunicación en la historia de la humanidad. El avance industrial del siglo XIX
produjo transformaciones urbanas, industriales, sociales y económicas, a lo
cual se realiza el análisis de la movilidad urbana y desarrollo tecnológico en
Europa:
A partir de los años ochenta del siglo XIX el mundo occidental asiste a una
segunda revolución de los transportes. La movilidad urbana, acrecentada por la
disociación progresiva entre los ciudadanos y sus espacios de trabajo, fue la
beneficiaria principal del desarrollo de la tracción eléctrica aplicada a la
construcción de tranvías y del metro. Los motores eléctricos permitieron la
multiplicación de las redes de transporte colectivo y, consiguientemente, la
expansión de periferias urbanas cada vez más densas (Costa, 2006: s/p).
El tranvía fue el medio de transporte colectivo conducido primeramente por la
tracción animal a través de las vías, con el invento de la electricidad este medio
de transporte urbano se hizo más eficiente en el traslado de pasajeros, ello
también produjo otro impulso económico en los centros de las ciudades, como
lo fue el telégrafo que se introdujo en el año de 1849; la comunicación
telefónica en el año de 1878; en la ciudad de San Luis Potosí se inauguró el
primer alumbrado eléctrico en 1877. El automóvil de combustión interna se
produjo a finales del siglo XIX y en el porfiriato se importaron automóviles a
México, transitando por las calles de las ciudades del país. Estos inventos
revolucionaron las ciudades, las personas, la moda, la estética y la vida urbana.
En siglo XX fue de muchos avances técnicos de influencia en la sociedad,
como el automóvil, el avión, la electrónica, la radio y la televisión, el teléfono, la
computadora, la tarjeta de crédito entre otros. La tecnología impulsó la
portabilidad de los grandes avances en la reproducción musical, como lo fueron
la radio de transistores, la grabación en discos de 33 rpm a los casetes y el
mp3. Se introducen dos instrumentos capaces de modificar la perspectiva
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urbana: el walkman y el IPod. El primero lo analiza Boni (2008:40) al inferir que
“Con el walkman (…) la plaza adquiere una connotación completamente
individual. -la plaza que observamos caminando- sigue siendo único, se
produce, una insospechada acumulación de significados, que, al menos a nivel
cultural y cognitivo proporciona una redefinición dinámica del mismo objeto.”
El sociólogo británico Michael Bull (2008:21), realiza el análisis del iPod en sus
investigaciones, colocando a los auriculares (earphones), simbolizan el precio
que se debe pagar por ese poder: la privatización. Es un paso a comprender la
individualización colectivizada del uso del iPod es no solamente un fenómeno
social, también cultural entre muchos otros significados.
En la lógica del mercado: “el mercado manda”, los productos se publicitaron en
los medios disponibles, con gran influencia en del internet en el sistema
ideológico de los espectadores a través de la banalidad, empobrecimiento, la
negación de la vida real. (Bañuelos, 2009). Por otra vertiente, se afirma que
sucede también “en la espectacularización y la pornograficación
1
ha
desplazado, a las formas tradicionales de producción, intercambio y consumo
de bienes culturales (Cerbino, 2006:12).
De nueva cuenta con Bull considera que, aunque ambas son “tecnologías
intimas y complementarias, difieren en su manera de relacionarse con el
tiempo, el “otro” y el espacio: la experiencia de la continuidad la representa el
iPod (gracias a su capacidad de aislamiento que le proporciona los
auriculares), mientras que la del teléfono vil es la de la discontinuidad:
cualquier llamada, puede interrumpir esa intimidad en cualquier momento
(2008: 66-75).
El teléfono celular es otro invento conscripto a la movilidad, la portabilidad.
Extraído del teléfono fijo, con limitadas funciones de hablar-escuchar. El
teléfono inteligente Smartphone con múltiples funciones, realizadas a la par de
su táctil pantalla que depara una intersección con diversas actividades al
unísono de las necesidades del usuario, es el nuevo perfil del usuario
“multitarea” y multiadormecimiento.
1
Llamamos pornograficación al proceso de querer «mostrarlo todo», del afán de
«transparentarlo todo» con el fin de fascinar y evitar que el sujeto «trabaje» con lo que ve, en
contraposición a la erotización que apunta en cambio a velar y a mantener una mirada curiosa,
atenta y creativa frente a las imágenes.
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La internet es otro componente de la tecnología, indispensable para
comprender la trilogía: usuario-dispositivo-internet en la condensación de
adentrase a la pantalla-mundo, como enlace de la red global en la
intercomunicación:
ninguna de estas nuevas técnicas (ferrocarril, automóvil, avión, fotografía,
telégrafo, teléfono, el disco, la radio, la televisión) ha tenido tanto peso como la
que dio origen a un dispositivo llamado a ser una de las principales bases de la
hipermodernidad -la pantalla- y que se impuso, a caballo entre aquellos dos
siglos, como lenguaje representativo de los tiempos modernos: el cine
(Lipovetsky, 2010: 81).
Con ello damos pauta a la noción de espectador-espectáculo, misma que en el
siguiente apartado trataremos a detalle.
Espectador-espectáculo
El diccionario de la lengua española RAE (2014) define que el espectador, ra.
(Del lat. spectātor, -ōris). 1. adj. Que mira con atención un objeto. Para García
Canclini (2007:68) el espectador “mira con atención”, procede la palabra de
espectáculo de función o diversión. Hoy coexisten espectadores de
espectáculos en la calle, en los teatros, de la televisión, de las nuevas
pantallas.
El espectador desde la vertiente de las emociones que depara la pantalla digital
“es aquel sujeto cuya experiencia social se da, fundamentalmente, a partir de
las conexiones a los sentidos, vía las percepciones; y no tanto a través de la
conciencia o a través de la palabra.”(Funes, 2005:105).
Para que exista la relación de espectador y con la pantalla es prescindible
entender que el espectáculo, como cultura es:
un entorno social y cultural que se caracteriza por la puesta en escena de la
realidad, a la manera de una hiperrepresentación mediática de la vida,
construida desde la visión de un grupo hegemónico que se sirve de los medios,
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y que emplea cualquier recurso como medio de representación para erigir así
una realidad de consumo, una realidad consumible, y por ende vendible.
(Ramírez, 2010:47)
Otra visión del espectáculo es la que se expresa a continuación: Hoy, aún
dentro de un mismo arte, deporte o medio de comunicación, el lugar del
espectáculo es inestable. No están fijos los actores en la sociedad, ni las obras
que sólo se contemplaban, ni la distancia entre unos y otros (García Canclini,
2007:69).
Las pantallas ctiles y sus imágenes crean en el imaginario de los receptores
una (pseudo) realidad. Concretamente, lo que tenemos es una trampa
seductora, una ficción documental (Kossoy, 2001 en Ortega, 2009:173).
Las imágenes en también están impregnadas de punto de vista; de un doble
punto de vista, si se quiere, puesto que contienen por lo menos una mirada y
además son ellas mismas miradas indefectiblemente. Acostumbramos
asimismo a examinarlas no por lo que realmente dicen, sino por lo que ellas
dicen que dicen (Català, 2005:30).
A los jóvenes y adultos se les observa por las calles, caminando, pedaleando
en la bicicleta, conduciendo el coche, como pasajero del taxi, del transporte
urbano de pasajeros ensimismados viendo las minúsculas pantallas de su
teléfono por segundos y minutos. Nos preguntamos ¿Por qué son
espectadores? ¿Qué tipo de espectadores son? ¿qué ven los espectadores en
las pantallas digitales?
El bombardeo de colores e imágenes hace posible la consideración de cada
una de ellas absolutamente separadas, tanto en tiempo como en espacio. Esta
visión implica sumergirse en la indiferencia, la disipación, el desarraigo
continuo y la disolución de la idea de futuro, que queda suplantada por la
imagen de la transitoriedad (reforzada por modelos económicos de creciente
exclusión y por dispositivos sociales depredadores) (Educar, 2004, s/p).
La imagen, como concepto lo expresa Català (2005) debe observarse como las
imágenes de la cultura visual, una producción visual que “trata tan sólo de una
parte de la fenomenología de las imágenes contemporánea, y la cultura visual
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Las imágenes sintetizadas, comprimidas, multiplicadas, táctiles, implican una
fuerte relación entre el objeto y el sujeto, sin deparar su significado, tal vez la
espera del mensaje es más fuerte que la estética del contenido de la imagen.
Ello refiere a la música digital, sin una estética del arte de la portada de los
discos de vinil, con una calidad de grabación no superada en el CD, Mp3, ello
no importó al contener miles de canciones en dispositivo digital, sin imagen
representativa, la lista y la letra de las canciones. Lo que importa es escuchar
trazo de canciones a una velocidad que la inmediatez permite a un oyente
desesperado por aglutinar miles de canciones que jamás escuchará alguna
vez.
Se sugieren otros cuestionamentos más ¿Qué se ve en la pantalla? ¿Qué se
quiere ver? o ¿Qué quieren que veamos? ¿Qué quieren que olvidemos?, Pla
expone que ver es interpretar, pero sin olvidar que el espacio plano y limitado
de la pantalla no es más que un fragmento de una supuesta realidad. El ir
transformando los juicios intuitivos y espontáneos de nuestros alumnos en
criterios conscientes de interpretación exige un gran trabajo para separar los
elementos objetivables (descripción) de la interpretación.” (Pla, 2007: 98).
Por su lado Escudero (2001) En el nuevo entorno propiciado por las nuevas
tecnologías, y en particular aquellas en las que predomina lo audiovisual,
podría estarse cultivando una nueva forma de ordenar los sentidos, con
predominancia de la vista sobre la escucha, y de allegarse de conocimientos
hacia forma de propiciar la cultura de las emociones.
Son personas que la inmediatez de las imágenes en las pantallas, el internet
son el vínculo para estar en el mundo con comportamientos de adicción al
espacio digital en la confluencia de información y de instrumentos de música,
de datos, de juegos, películas, videos que acompañado del “espacio social
2
que tiene distintas y diferentes acepción, para este caso es la calle ese espacio
social de referencia.
2
El espacio social es el espacio socialmente construido de acuerdo a la conjunción de los
diferentes elementos que lo integran. Cada espacio se presenta como resultante de un proceso
en el que se relacionan a través del tiempo, tanto la acción de la sociedad como las
posibilidades y obstáculos que la naturaleza puedan presentar. El espacio social no solo es el
resultado del proceso de trabajo colectivo, sino también condición y medio de los procesos de
producción y reproducción social.
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Valera (2006) cita a Eco, quien expresa que las computadoras están
difundiendo una nueva forma de instrucción, pero son incapaces de satisfacer
todas aquellas necesidades intelectuales que estimulas, continúa diciendo ¿no
estaremos ante un espejo de la realidad en el que se mueven imágenes
virtuales que nosotros creemos reales? ¿No estará ocurriendo que Internet nos
pierde porque no lo controlamos y no sabemos cómo aplicar su potencia…?
Se trasmiten significados unificados por el mensaje y los caracteres o
condiciones de un grupo social se convierten en productos sociales, productos
de los procesos de recepción y consumo y de la autonomía del sujeto social
frente a las tecnologías…el mensaje son las personas (Cardoso, 2013).
El uso de la tecnología como un medio de comunicación “no es trivial, es un
conjunto de máquinas, artefactos instrumentos, herramientas (…) que afectan
lo que hacemos y pensamos y el cómo lo hacemos y lo pensamos” (Gil,
2006:49). Se comportan como seres individuales portando y usando los objetos
en la calle, a la vez vestimenta visible y llamativa para comunicar a los otros de
su existencia, un tanto diferenciada para ser vistos, en el juego del tú, yo,
nosotros.
La calle
La calle como espacio socializador y el barrio como su unidad funcional,
aparecen ahora como el nuevo territorio de expresión de un lenguaje, formas
de vestir y de movilidad para estos “marginales”; la calle se convierte no solo
en el instrumento de percepción, sino también en insumo para la producción y
consumo de una narrativa en torno a la política, la familia, la droga, las
pandillas y el parche de la esquina. (García, 2006: 62).
Bull (2004: 282) cree que la calle se convierte en un espectáculo; como un
emporio con mucho potencial visual (…) que la noción de la ausencia de
estética ha sido potencialmente un gran poder para explicar aspectos como la
experiencia urbana”.
Los escenarios callejeros son fragmentos de la ciudad en movimiento casi
siempre efímeros, aunque a veces se reiteran incluso con cierta ciclicidad. Aun
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cuando estos escenarios se arman en espacios abiertos, exteriores o outdoor,
nos resulta necesario considerar que pueden estar dominados por el sentido de
la exterioridad o la interioridad para quienes participen del mismo (Lindón,
2008:s/p). En estos escenarios se articulan dos componentes centrales: ciertos
actores y un lugar particular. Los actores pueden permanecer en el escenario
mientras este perdure, o bien, puede ocurrir que en un escenario salgan
algunos actores e ingresen otros, o ambas opciones simultáneamente. Los
lugares en los cuales se desarrollan estos escenarios son abiertos, y en
consecuencia tienen visibilidad. Al menos, siempre existe en ellos un cierto
nivel de apertura y de visibilidad, que puede ser limitada parcialmente con
barreras materiales, o por la forma misma de actuar de los partícipes, o bien
debido a que el escenario es tan visible que termina por no ser visto.
La portabilidad de los dispositivos es el fruto de sociedades en constante
movimiento, una especie de neo nomadismo, con individuos que necesitan
revestirse de los objetos que utilizan, movilizarse con ellos, tenerlos siempre
consigo, en la calle como símbolo de sus conquistas urbanas, de referencia la
visibilidad en la pasarela urbana (Quevedo, 2007:3).
La arquitectura que circunda las calles, las plazas es un medio de
comunicación de masas, espacial por la no provisionalidad, por la
permamencia en el imaginario social, como referente histórico, de pertenencia
y como escenario urbano de los sucesos culturales que se emiten todos los
días (De Fusco, 1976).
Esta reflexión la aborda al exponer que en los años 50s la televisión introdujo a
las personas a la casa, configurando la cultura de la casa, pero en los años
recientes (siglo XXI), la digitalización de los artefactos arrojó a los jóvenes a la
calle, creando para la cultura de la calle, por la portabilidad de los
dispositivos digitales (Morduchowicz, 2008).
En el libro de Los señores del aire, Echevarría (1999) nos da la pauta para
comprender qué puede entenderse como apropiación digital de la calle y de los
ciudadanos; el autor establece que el Tercer entorno (E3) es el producto de
siete instrumentos del desarrollo industrial: teléfono, radio, televisión, dinero
electrónico, redes telemáticas, multimedios e hipertexto; todo lo anterior
sujetado a la red de Internet. La expresión más desarrollada (Álvarez y
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Echeverría, 2000:79). Previamente, el primer entorno (E1) y segundo entorno
(E2), son las propiedades de la naturaleza y de la ciudad, es decir el “entorno
urbano”: las casas, “las calles”, las ciudades, las empresas y las instituciones.
El espacio del tercer entorno es el aire, las ondas. También es la ciudad global,
electrónica, digital, impregnada de tecnología, producto de la globalización,
multilingüe, trasnacional y por ende capaz de ocupar cualquier rincón del
planeta. Este texto auguró lo que vivimos hoy día, los comportamientos
sociales, emocionales, psicológicos y culturales de los usuarios de las pantallas
en sus dispositivos digitales.
Así, en las dos últimas décadas del siglo XX se mira en las calles de los
centros históricos (conglomerado de sujetos que se les observa por las calles
céntricas caminado, comprando, en el ocio y la búsqueda de nuevas opciones
de vida) las vidas andantes de jóvenes y adultos acompañados de la
digitalización, ensimismados, leyendo el mundo en una pequeña pantalla, sin
advertir el sometimiento de la adicción, la intoxicación a través de un mundo
privado en el espacio público. Bull (2009: 56) nombra esta experiencia como la
confluencia del placer, el espacio personal, el movimiento y el deseo. Además
de no advertir lo que sucede alrededor, los valores y las prioridades cambian, el
centro de la ciudad es el escenario urbano para las representaciones digitales
de sus habitantes y visitantes. De los marginados que acceden al mundo a
través de una pantalla, solamente.
El joven espectador de las pantallas
Los adolescentes y jóvenes miran más pantallas que libros. La diversidad de
opciones en los que han inmiscuidos van desde la televisión abierta, por cable,
satelital, video juegos, DVD, Ipod, Mp3, Mp4, teléfonos celulares,
computadoras, tabletas, radio digital, internet y las Apps. Ellos no perciben las
rupturas entre los medios tradicionales y los nuevos de estas transformaciones
mediático-culturales.
Los jóvenes que incorporan plenamente estas tecnologías las incorporan a su
cuerpo como un elemento más de su vestimenta, a sus deseos, anhelos y
formar parte de la multitud. (Quevedo, 2007), con respecto a la presencia de
los dispositivos digitales, ha recuperado ideas de diversos autores y considera
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que “el teléfono móvil no solo transforma y reordena las relaciones entre los
sujetos, sino también las relaciones de estos con los espacios que ocupan,
desdibujando la frontera entre lo privado y lo blico, lo personal y lo social, de
manera que, las innovaciones tecnológicas, relaciones sociales e identidades
culturales quedan íntimamente ligadas.” (Yarto (2010: 185).
Los dispositivos producen subjetividades de agrado o desagrado en el usuario,
de conformidad o rechazo. Contienen una doble función, la instrumental y/o la
simbólica, esta última atribuida por el usuario (Colina, 2005). El valor simbólico
se ciñe a las motivaciones psicológicas del usuario, al sentido de pertenencia o
distinción de un grupo sociocultural, y se fortalece a través de la propiedad, el
acceso y el empleo del artefacto que trasciende el valor de uso del mismo.
Estos dos últimos autores enfatizan el impacto social, cultural y psicológico de
los artefactos digitales, de las empresas en una sociedad interconectada, digital
que persuade a convivir en un mismo escenario a individuos diferentes y
lejanos. Este escenario es virtual y lo hemos llamado «cibercomunidad». Los
individuos se asocian para el intercambio sígnico y comparten las mismas
representaciones simbólicas de la realidad” (Contreras: 2005:16).
Empleados en la conformación del paisaje humano-digital, teléfonos celulares y
reproductores de música otorgan valor más allá de la comunicación verbal y
escrita, trascendiendo a cualquier circunstancia de la vida cotidiana. El valor
simbólico de los dispositivos digitales es representado por su consumo,
diversificación, así como la participación en el mercado, por la inserción en la
moda, la innovación tecnológica y de vanguardia, cuyo destino final se
manifiesta en la posesión de estos por parte de jóvenes y adultos. (Gil y
Samuel-Lajeunesse, 2006:41) refieren a también (Gil, 2002), quién es
contundente al comunicarnos nos vemos obligados a consumir para poder
existir como sujetos.
Se emite una señal de alerta a este respecto:
la invasión de la cultura por representaciones visuales; el control de la mente
por los medios; el voraz apetito de la sociedad moderna por las imágenes, que
en ocasiones nos animan a destruir lo real para producir simulacros; y por
último, pero no menos importante, una fascinación cultural por lo hiperreal, una
copia más real que lo real que destruye el deseo por el original. (Ryan,
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100
2001:52).
No es superflua la acotación del propio autor para redondear esta idea: En la
llamada era de la información, el bien más codiciado no es ningún objeto
manufacturado sino el conocimiento, un recurso eminentemente virtual que no
se agota con su utilización, puesto que su valor reside en su potencial de crear
riqueza (ibíd.: 59).
Se revela que los jóvenes son un colectivo homogéneo, pero no uniforme en
torno al consumo de la tecnología digital, aunque ésta ha sido la posición
dominante desde la que el binomio joven-tecnología se ha revestido de
promesas en torno a la generación digital. Miedos y preocupaciones crecen en
torno a este fenómeno, en tanto el uso de la tecnología tiene la fuerza para
imponerse a esta población como sujetos eminentemente receptores (Mominó,
2008:162).
Por otra parte, la superposición del objeto por el sujeto, (Verdú, 2005), nos
conduce a sospechar que estos jóvenes están absortos en lo que les deparan
social, psicológica y emocionalmente los dispositivos digitales, íntimamente
ligados a su valor de uso y simbólico, de tal suerte que no alcanzan a
vislumbrar y tomar conciencia del cambio paulatino del medio ambiente natural
y la intromisión de la tecnología como sujetador de conciencias, de
comportamientos, de alienación de las empresas, a partir del consumo de la
artefactos tecnológicos y otros productos de enorme adquisición diaria.
En este sentido, Bull (2010) alerta de nueva cuenta a conminar que La
privatización del espacio social es cada vez más común y, por tanto, surge la
necesidad de analizar este fenómeno; al mismo tiempo, este proceso de
apropiación es inacabado, por tal motivo surgen más dudas, una plenitud de
preguntas que no se agotan de manera inmediata.
Como Mendizábal (2002) nos propone, entender los lugares (entre ellos la
calle) es considerarlos como espacios de narración de la socialidad. Es decir,
cómo los seres humanos emplean los espacios y los constituyen en lugares o,
cómo redefinen, por ejemplo, el entorno natural en espacio habitable y
productivo a sus fines. Con ello el estudio de la calle se propone precisamente
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en indagar como se está dando esta apropiación o desapropiación por parte de
los jóvenes, esta socialización o de-socialización.
Conclusiones
La calle con los espectadores de las pantallas se convierte en el espacio,
escenificado en la paradoja de la creación de la realidad como imagen y como
realidad misma (Mendizábal 2002). En donde surge la pregunta si este espacio
es producto de simulacros de lo real o producto de nuestra imaginación
sensorial amplificada por las tecnologías.
Es la calle el medio urbano, social y cultural de las representaciones
desafiantes de los jóvenes ante lo establecido por las instituciones. La rebeldía
se encapsula ahora en una pantalla móvil que contiene múltiples ventanas
hacia y por el mundo. Los jóvenes muestran una predilección por la calle, un
espacio “liberador” de las presiones sociales y en sus manos el dispositivo que
les sujeta la mirada de espectadores de las empresas trasnacionales que les
dota de una nueva forma de ver el mundo y los aleja de las pautas tradicionales
de comportamiento y de comunicación.
El joven, presuntamente es una persona a-crítico, amigo del dejar hacer, banal,
sin compromiso, consumista, es un hombre débil, con una profunda crisis de
interioridad, se niegan, se ausentan y reniegan del otro o de los otros.
Produce con frecuencia ansiedad, enojo fácil, inmediatez, vida rápida, sin
consensos en la religión, en la preservación de la libertad, el consumo le
produce la necesidad del nuevo artefacto, en la interrupción de distintas tareas
simultaneas del uso, algo que no sucedía con el walkman y el iPod (Bull, 2010),
dispositivos que propiciaron la individualidad, el ser solitario, el alejamiento de
las masas, el escuchar música de forma continua. El celular es discontinuo en
el uso de distintas pantallas, en la recepción constante de las llamadas
telefónicas, los sonidos de los mensajes, correo electrónico, el Facebook,
WhatsApp y las otras redes sociales y del empleo permanente actividades
escolares, de búsqueda información, datos y relaciones humanas en la internet.
Es el nuevo espectador de pantallas.
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