desvirtúen el objetivo original de su creación y esto es trasferible al creador del
mismo. Así pues, las responsabilidades de alguien que con una buena
intención produce resultados negativos no son aplicables, pues al actuar con
reflexión, convicción y conforme a los principios de la razón, queda eximido de
toda culpa.
Como contraparte a lo anterior, el mismo Schulz (2005) manifiesta la opinión de
los partidarios de lo que él denomina la “ciencia politizada”, quienes sostienen
que esta respuesta es falsa pues la ciencia actual no crea toda clase de
instrumentos, sino sólo aquellos que el sistema le estimula a crear (p. 125). En
este caso, si hablamos del hombre de ciencia responsable, éste habrá de hacer
un seguimiento continuo de su producto para velar por el buen uso del mismo,
partiendo de su experiencia previa y de la gran cantidad de información que
hoy día suministra el contexto social, político o educativo que rodea a la
comunidad científica. Esto se corrobora con la frase de Bertrand Russell en
1960 y citada por Rivera (2000) que reza “en el mundo moderno es imposible
para un hombre de ciencia decir con honestidad: “mi tarea es proporcionar el
conocimiento, y el uso que se haga del conocimiento no es mi responsabilidad”
(p. 72). Por su parte, Jonas (1995), es partidario de que la responsabilidad
científica va más allá, incluso a niveles donde la intencionalidad del inventor
sea la de resarcir los errores cometidos. Respecto a esto, el autor manifiesta
que
“El daño causado debe ser reparado, y esto aunque la causa no fuera un delito,
aunque la consecuencia no estuviera prevista ni siquiera intencionalmente.
Basta con que yo haya sido la causa activa. Sin embargo, eso sólo ocurre
cuando se da una estrecha conexión causal con el acto, de modo que la
atribución no se pierda en lo imprevisible” (p. 161)
De lo anterior, afirmamos entonces que la ética profesional y científica
permite regular la convivencia entre el hombre de ciencia, sus productos y la
comunidad que los recibe o aprovecha, versando sobre lo bueno y lo malo del
uso que demos a estos productos de la inventiva humana. En esto se conjugan
valores e intereses políticos, sociales, económicos e incluso personales, por lo
que no se puede hablar de ética sin un claro sentido del yo, es decir, sin
autoconciencia. Con respecto al rol de la ciencia, éste se concentra en el