Introducción
La violencia puede tener muchas caras. Una violencia que incluye un abuso,
constituye una situación muy compleja con factores relevantes y negativos para
la salud física y psíquica de personas que son víctimas de ella, con importantes
implicaciones socioeconómicas, no solo para las víctimas y sus familias,
también para la sociedad en general. Estos fenómenos se encuentran muy
extendidos y, mediante un proceso integral de educación, pueden ser resueltos
de manera efectiva, siendo la escuela un lugar idóneo para educar a los
individuos en un comportamiento digno.
Los valores son necesarios e indispensables en la vida y el desarrollo de los
seres humanos, ya que permiten relaciones de amistad y trabajo. Por ello, la
escuela, constituye un ente fundamental para erradicar estas conductas y para
el desarrollo integral de los alumnos, así como para su educación. El profesor,
encargado de la formación intelectual del alumnado, debe asumir también
funciones de dinamizador de las relaciones sociales de los individuos de su
clase, servido de actividades y situaciones de desenvolvimiento personal.
(Carita e Fernandes, 2012, P.23).
El profesor, ente fundamental de esta convivencia, debe enfrentar los conflictos
en el aula desde todas las perspectivas, ya sea en situaciones entre iguales o
conflictos entre alumnos y profesores. Es por ello que, el docente, debe ser el
eje fundamental capaz de liderar los conflictos, siendo un modelo ejemplar en
la forma de lidiar con los conflictos, respetando todas las partes que se puedan
ver envueltas en el mismo. (Ballenato, 2011, p.p. 138-139). Por ello, el docente
debe tener las habilidades necesarias para la gestión de los mismos, así como
poseer cierta formación específica en el tratamiento de los conflictos que
puedan surgirle durante su carrera profesional.
Para evitar los conflictos sin violencia, es necesario que haya privilegios y
recompensas efectivas para todos. Invertir en erradicar este tipo de conductas,
puede suponer un acierto para erradicar y resolver los conflictos. (Millán e
Goméz, 2006, p.p. 27-31). Por ello, además, el docente debe tener los recursos