formación se convierte en una necesidad permanente, a lo largo de la vida,
para dar respuesta a esos cambios y permanecer actualizado (Kruger, 2006).
Así mismo, un hecho clave que ha acelerado la transición a la sociedad del
conocimiento es la generalización de internet, elemento que ha revolucionado
la comunicación a nivel mundial. Si bien es cierto que aún existe una brecha en
el acceso a la información, cada vez son más las personas que, conectándose
a la red, se conectan al resto del mundo (Castell, 2006).
Actualmente, ya no es el ordenador personal la única vía de acceso a la red.
Cada vez están más extendidos los dispositivos móviles que permiten
“navegar” a los usuarios, destacamos los Smartphone y las Tablet. Se trata, sin
duda, de un mercado que crece por encima de los dispositivos tradicionales.
Aunque su usabilidad aún es mejorable y, ciertamente, no todas las tareas son
igual de factibles. Sin embargo, el alto grado de utilización de estos
dispositivos, ha redimensionado el tiempo y los espacios, de la sociedad de la
información, en una suerte de conectividad ubicua. Los Smartphone son casi
una “extensión de la mano” (Brener, 2011). En el mundo, un usuario de móvil
invierte una media de 170 minutos al día consultando su dispositivo (Ditrendia,
2017).
Por lo tanto, el sistema educativo no debe permanecer al margen de este
proceso, sino incorporarlo en su propio beneficio. Máxime cuando una de las
competencias clave que un estudiante debe haber adquirido al finalizar los
estudios de secundaria es la competencia digital y para el tratamiento de la
información. Formando individuos capaces de buscar, seleccionar, procesar y
compartir datos transformándolos en conocimiento relevante dentro de
cualquier campo (CNIIE, 2013).
De esta forma, dado el potencial que tienen las TIC, y en concreto los
dispositivos móviles para facilitar el acceso a la información y establecer
vínculos para el aprendizaje y el desarrollo profesional, se considera que existe
una estrecha relación de cara al futuro de la educación entre la competencia
digital, para aprender a aprender, así como con la iniciativa personal
(Siemmens, 2006).