inclusión de medidas positivas, más allá de la ausencia de factores negativos
(Dienner, 1994). Para el estudio del bienestar, los constructos más empleados
son tres: el bienestar psicológico, el bienestar subjetivo y el bienestar social
(Freire, 2014; Díaz, citado en De Pablos, 2012; Díaz, Blanco y Durán, 2011).En
líneas generales confluyen en estos términos Actis Di Pasquale (2015); Ryff y
Singer, citados en Rosa y Quiñones (2012); Pavot y Diener, citados en
Rodríguez y Goñi (2011); Vielma y Alonso, (2010); Diener (2009); Diener y
Larsen (2009); Diener, Scollon y Lucas (2009); Van Hoorn (2007); Molina y
Méndez (2006); Keyes, citado en Blanco y Díaz (2005); García (2005); Abbe,
Tkach y Lyubomirsky (2003); y Veenhoven y Cummins, citados en García
(2002).
La calidad de vida posee, en opinión de Veenhoven (1994), un doble
significado. De un lado, la presencia de condiciones consideradas necesarias
para una buena vida, y de otro, la práctica del vivir bien como tal. La
Organización Mundial de la Salud (OMS, 1996) la describe como la
percepción que el individuo posee sobre su lugar en la existencia, en el
contexto de la cultura y del sistema de valores en que vive y en relación con
sus objetivos, expectativas, normas e inquietudes. Como añade Freire: “Se
trata de un concepto influido por la salud física del individuo, su estado
psicológico, nivel de independencia, relaciones sociales y su relación con su
entorno” (2014, p. 40). Efectivamente, constituye el resultado de la interacción
entre factores objetivos externos a la persona que facilitan u obstaculizan su
desarrollo, como las condiciones económicas, sociopolíticas, culturales,
ambientales, etc., y los factores subjetivos, determinados con la
autoevaluación realizada por el individuo sobre su propia vida, cuando toma
como referente el grado de satisfacción alcanzado (Victoria y González,
2000).
En esta línea, Galli (2006) incluye en los componentes objetivos el estado de
salud y el contexto socioeconómico del individuo (estándares de vida, nivel
educativo, empleo, condiciones de vivienda, entre otros) y la calidad de vida,
autopercibida por el individuo, en el componente subjetivo.
En estos términos se refieren a la calidad de vida los trabajos de Ahessy
(2016); Freire (2014); Berrios, Pulido, Augusto y López (2012); Vázquez,