Imágenes literarias del paisaje de España1

Nicolás Ortega Cantero

Universidad Autónoma de Madrid

Hace quince años, en 1998, publicó Eduardo Martínez de Pisón, Catedrático de Geografía física de la Universidad Autónoma de Madrid, un libro titulado Imagen del paisaje. La Generación del 98 y Ortega y Gasset, que se ha reeditado recientemente, con algunas actualizaciones, sobre todo bibliográficas, y con un prólogo de Helio Carpintero, Catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid. Algunas conferencias del autor, dedicadas al lugar de la geografía en la obra de Ortega y Gasset2 y al significado del paisaje en la generación del 98, se sitúan en el origen de este libro, que ofrece una visión inteligente y penetrante de unos modos de entender el paisaje —los de los escritores y pintores del 98 y, conectados con ellos, los de Ortega— que han sido fundamentales y sumamente influyentes en el horizonte de la cultura paisajística moderna en España. “Si no hubiera existido —escribe el autor, refiriéndose a esa imagen del paisaje español—, no sólo no tendríamos excelentes páginas o cuadros, sino que no veríamos igual”.

Eduardo Martínez de Pisón ha sido uno de los primeros geógrafos españoles que se ha ocupado de estos asuntos. A su amplia e intensa dedicación a la Geomorfología ha sumado una continua atención a las dimensiones culturales de la Geografía y, dentro de ella, a sus maneras de ver y valorar el paisaje. Ha sido sin duda uno de los geógrafos que más y mejor han contribuido en España a promover el estudio del paisaje, considerando al tiempo los componentes formales, científicos, de ese estudio, y los de índole cultural, imprescindibles para entender cabalmente lo que se tiene delante. La convergencia de esas dos vertientes del paisaje —la científica y la artística, o, si se prefiere, la racional y la sentimental—, patentes en el paisajismo geográfico moderno desde tiempos de Humboldt, han estado siempre muy presentes en la obra de Martínez de Pisón. Y ha dirigido además desde su fundación, en 1999, el Instituto del Paisaje de la Fundación Duques de Soria, organizador de unos Seminarios anuales de investigación que han dado lugar a una serie de interesantes publicaciones paisajísticas.

Hace tiempo, en 1973, publicó Eduardo Martínez de Pisón unas reflexiones precursoras sobre la caracterización geográfica de un texto de Azorín (MARTÍNEZ DE PISÓN, E., 1973), que ayudó a despertar el interés por las imágenes literarias del paisaje y a animar a su estudio. En ese trabajo advirtió el trasfondo geográfico de las imágenes de la montaña mediterránea ofrecidas por Azorín, ricas en saberes y en sentimientos, y en sus descripciones pudo encontrar “la mejor forma, aunque no la más usual, de escribir geografía”. A esas consideraciones siguieron muchas otras en las que continuó acercándose al paisaje y a las imágenes que del paisaje nos ofrecen quienes se han interesado por él en términos científicos y culturales. Entre esas aportaciones, quizá no esté de más recordar aquí una que es, por muchas razones, fundamental, en la que se resumen en buena medida sus conocimientos y sus reflexiones sobre el asunto: Miradas sobre el paisaje, publicada en 2009 (MARTÍNEZ DE PISÓN, E., 2009).

El libro que ahora comentamos, Imagen del paisaje, está dividido en dos partes. La primera se dedica a la generación del 98, y comienza con unas consideraciones interesantes y oportunas sobre el significado de su modo de ver y valorar el paisaje, sobre el sentido y la importancia de la literatura del paisaje que promovieron. “Mediante esa literatura del paisaje —escribe Martínez de Pisón— se conformó un legado de valores otorgados a los paisajes reales, como no se había hecho tan intensamente antes ni se ha vuelto a hacer después. Ese legado es, así, un hecho singular, cuya alta calidad le dota, además, de vigor cultural. La aportación del grupo del 98 en este campo lindante con lo geográfico es, más que la visión intelectual y artística por excelencia de nuestros paisajes, la creación de su misma imagen literaria, en la que desde entonces nos movemos”. Ése es el valor de la imagen del paisaje ofrecida por los del 98: una imagen que es ante todo cultural, “un cuerpo de ideas sobre un saber con sustancia geográfica”, en palabras del autor, que se apoya en todo momento en lo que también el autor denomina “la relación amistosa con el paisaje”, una relación que permite al tiempo identificar elementos y buscar significados. “Esta relación amistosa —añade— es la que permite el gusto por lo concreto, la precisión de lo observado, incrementa la profundidad de sus significados y da lugar a una expresión dotada de lirismo”.

Con esas claves, se adentra Eduardo Martínez de Pisón en el paisajismo de los del 98. Hermanando el conocimiento a fondo de lo que comenta y la sensibilidad precisa para distinguir sus cualidades retóricas y sus hallazgos estéticos y aún geográficos, habla sucesivamente de Unamuno, atendiendo, entre otras cosas, a los riquísimos significados metafóricos que adquiere el paisaje en su obra, de Antonio Machado, que supo componer una verdadera “geografía emotiva de España”, de Baroja y del “fondo de espiritualidad” de sus paisajes, y de Azorín, con sus imágenes castellanas, símbolos siempre de identidad, y siempre teñidas de sentido cultural e histórico. Y a todo esto, con ser mucho, se suma luego una parte dedicada a la pintura del paisaje, la otra dimensión paisajística y artística del 98, en la que el autor comenta lo que hicieron en esa dirección autores como Regoyos, Beruete, Sorolla, Ignacio Zuloaga o Ricardo Baroja, sin olvidar lo que algunos fotógrafos aportaron también en términos paisajísticos.

La segunda parte del libro está dedicada a las ideas geográficas y paisajísticas de Ortega. Manuel de Terán decía que en la obra de éste abundaba “la intuición geográfica”. Y, prolongando y profundizando esa reflexión, Eduardo Martínez de Pisón nos ofrece una interpretación fundada y renovadora de la dimensión geográfica y de la inclinación paisajística, ambas francamente notables, de su obra ensayística y filosófica. Nos presenta a un Ortega que conoce, y conoce bien, las tendencias geográficas foráneas más actualizadas de su tiempo, y que tiene, en relación con ellas, planteamientos y propuestas a menudo más razonables —geográficamente razonables— que las que estaban proponiendo algunos geógrafos profesionales. A propósito de la causalidad en el ámbito de la geografía humana, por ejemplo, sostuvo Ortega posturas más acordes con las que la escuela geográfica francesa, con Vidal de la Blache al frente, estaba sosteniendo, que las que procedían de los geógrafos españoles —físicos, sobre todo— de entonces: “fue en realidad Ortega —escribe Martínez de Pisón— quien hizo de geógrafo razonante en este tema, con más complejidad teórica que las posiciones escuetas y lineales de Dantín y Hernández-Pacheco”.

El autor encuentra “profundidad geográfica” en la obra de Ortega, y habla con cierto detenimiento de su ensayismo geográfico y de su acercamiento —teórico y perceptivo— al paisaje. Advierte Martínez de Pisón la importancia que la idea del paisaje adquiere en Ortega —”el medio, al convertirse para mí en circunstancia, se hizo paisaje”, decía éste—, y lo que entraña de proceso de humanización, de resultado obtenido por los hombres a lo largo de la historia. Todo paisaje es, para Ortega, expresión de hombres determinados, y, por tanto, es paisaje histórico, paisaje eminentemente cultural. Pero no sólo hay una idea del paisaje en Ortega; hay además un modo de percibirlo y valorarlo. Hay en él, como señala el autor, “un modelo de interpretación del paisaje”, que llama la atención, recogiendo en no poca medida el legado institucionista, sobre sus cualidades educadoras y morales. Y también se ocupa Martínez de Pisón de otro aspecto de la obra de Ortega de hondas resonancias geográficas: la organización regional de España, a la que dedicó, a finales de los años veinte, La Redención de las Provincias. También en este caso, comenta Martínez de Pisón, hizo Ortega de “geógrafo activo”, proponiendo una organización territorial de España en diez regiones “con peso histórico y posibilidad de funcionamiento, que hoy podemos ver como un precedente autonómico”.

De todo lo anterior habla el autor en su libro, bien escrito y bien razonado, lleno de reflexiones interesantes y sugerencias brillantes. Y nada mejor, para terminar, que incluir aquí una frase certera y elocuente escrita por Helio Carpintero en su prólogo: “Ahora —dice—, un maestro de la geografía española de hoy, Eduardo Martínez de Pisón, nos revela el enorme tesoro de intuiciones en torno al paisaje español que fue creciendo en las novelas, los poemas y hasta los ‘esperpentos’ de los escritores noventayochistas y, aún más, el acierto y la finura con que el talento de un filósofo como Ortega y Gasset exploró cuestiones esenciales entre el hombre y sus paisajes, que la ciencia geográfica contemporánea, por su parte, también ha reconocido en la mayoría de casos”. Por eso no es aventurado afirmar que éste es un libro que deberá interesar (y gustar) no sólo a los geógrafos, sino también, en igual medida, a quienes deseen conocer mejor lo que de geográfico y paisajístico había en la generación del 98 y en Ortega y Gasset.

Referencias bibliográficas

MARTÍNEZ DE PISÓN, E. (1973): “Un texto geográfico. ‘En la montaña’, de Azorín”, en ALARCOS, E. et al.: El comentario de textos, Madrid, Castalia, pp. 416-431.

MARTÍNEZ DE PISÓN, E. (1997): “Ortega y Gasset y la Geografía”, Ería, 43, pp. 169-189.

MARTÍNEZ DE PISÓN, E. (2009): Miradas sobre el paisaje, Madrid, Biblioteca Nueva.

Notas

1. MARTÍNEZ DE PISÓN, Eduardo: Imagen del paisaje. La Generación del 98 y Ortega y Gasset. Prólogo de Helio Carpintero, Madrid, Fórcola, 2012, 203 págs.

2. La primera versión de la primera de esas conferencias, que dio dentro del ciclo dedicado en 1995 en la Fundación Ortega y Gasset a “La ciencia contemporánea y el desarrollo del pensamiento de Ortega”, se publicó en la revista Ería (43, 1997, pp. 169-189) con el título de “Ortega y Gasset y la Geografía”.