El valor iconográfico de la colección Catalunya Visió (1968-1974). Entre la tradición y la modernidad1
The iconographic value of Catalunya Visió collection (1968-1974). Between tradition and modernity

Joan Nogué2

Recibido: 20-11-12 | Aceptado: 13-12-12

Resumen

Catalunya Visió es una colección publicada en Barcelona entre los años 1968 y 1974 que alcanzó una gran difusión y notoriedad. A pesar de que cada volumen incluye varias comarcas, no se trata de la clásica monografía comarcal, sino de una peculiar combinación de descripción geográfica, literatura de viaje y fotografía en blanco y negro. Las logradas descripciones del paisaje de la época, realizadas por escritores muy sensibles hacia el mismo, se complementan con unas fotografías de altísima calidad artística y de gran valor iconográfico a cargo de varios fotógrafos de renombre. Texto y fotografía transmiten al unísono, aunque sirviéndose de dos lenguajes muy distintos, un doble mensaje. Por una parte, se constata que el paisaje tradicional está dando paso a un nuevo paisaje, el propio del desarrollismo de la época, el éxodo rural y la irrupción del turismo de masas. El otro mensaje es de carácter más bien político y cultural y tiene que ver con las iniciativas de reivindicación de la identidad nacional catalana que, en la década de 1960, en la fase final del franquismo, emergen de nuevo con fuerza.

Palabras Clave: Cataluña, paisaje, fotografía, tradición, modernidad, Identidad.

Abstract

Catalunya Visió is a collection published in Barcelona between 1968 and 1974 that was widely distributed and achieved much renown. Although each volume includes several counties of Catalonia, it is by no means a standard county monograph but rather an original combination of geographical description, travel literature and black-and-white photography. The accomplished descriptions of the landscape of the time, written by authors who were deeply sensitive to this subject, are complemented with images by well-known photographers, of superb artistic quality and great iconographic value. The texts and the photographs send out the same double message, despite using very different languages. On the one hand, the traditional landscape is shown to be giving way to a new landscape, that of the developmentist policies of the era, rural flight and the arrival of mass tourism. The other message, of a more political and cultural nature, is related to the claims for recognition of the Catalan national identity that re-emerge significantly in the 1960s during the final phase of the Franco regime.

Key Words: Catalonia, landscape, photography, tradition, modernity, identity.

Résumé

Publiée à Barcelone de 1968 à 1974, la collection Catalunya Visió a eu une grande diffusion et une excellente notoriété. Bien que chacun de ses volumes renferme plusieurs cantons, il ne s’agit pas d’une monographie cantonale classique, mais d’une combinaison particulière de description géographique, littérature de voyage et photographie noir et blanc. Les descriptions sont très éloquentes sous la plume d’écrivains particulièrement sensibles au paysage et les photographies qui les accompagnent, œuvres de plusieurs grands photographes, sont d’une excellente qualité artistique et iconographique. Tout en se servant de deux langages très différents, textes et photographies transmettent à l’unisson un double message. On constate tout d’abord que le paysage traditionnel est en train de s’effacer devant un nouveau paysage, fruit du développement à outrance, de l’exode rural et de l’irruption du tourisme de masses. Par ailleurs, sur un terrain plutôt politique et culturel, on reconnaît l’influence d’initiatives revendiquant l’identité nationale catalane qui émergent de nouveau avec force dans les années 1960, lors de la dernière étape du franquisme.

Mots Clés: Catalogne, paysage, photographie, tradition, modernité, identité.

1. Presentación

Catalunya Visió es una colección de 10 libros publicados en Barcelona entre los años 1968 y 1974 que alcanzó una gran difusión y notoriedad3. A pesar de que cada volumen incluye varias comarcas, no se trata de la clásica monografía comarcal, sino de una peculiar combinación de descripción geográfica, literatura de viaje y fotografía en blanco y negro. Las logradas descripciones del paisaje de la época, realizadas por escritores muy sensibles hacia el mismo, se complementan con unas fotografías de altísima calidad artística y de gran valor iconográfico a cargo de varios fotógrafos de renombre. Texto y fotografía transmiten al unísono, aunque sirviéndose de dos lenguajes muy distintos, un doble mensaje. Por una parte, se constata que el paisaje tradicional está dando paso a un nuevo paisaje, el propio del desarrollismo de la época, el éxodo rural y la irrupción del turismo de masas. La fotografía refleja con una cierta ironía el contraste entre unas formas de vida que se resisten a desaparecer y otras tantas que están penetrando con fuerza, pero que aún no se han impuesto a las primeras. El objetivo de la cámara no mira con nostalgia hacia el pasado, pero tampoco se deja deslumbrar por la modernidad, con lo que el resultado es una hibridez exquisita entre tradición y modernidad. El otro mensaje es de carácter más bien político y cultural y tiene que ver con las iniciativas de reivindicación de la identidad nacional catalana que, en la década de 1960, en la fase final del franquismo, emergen con fuerza. Como ya sucedió en los inicios del catalanismo político, en la segunda mitad del siglo XIX, ahora, de nuevo, el paisaje adquiere un renovado valor en los círculos culturales de corte nacionalista, coincidiendo todo ello, además, cronológicamente y conceptualmente, con la publicación, en el mundo académico, de obras canónicas y de referencia como la Geografia de Catalunya, de la editorial Aedos, o Cataluña en la España moderna, de Pierre Vilar, entre otras tantas.

2. Paisaje y fotografía

Desde la aparición de la fotografía tal como hoy la conocemos, hace ya cerca de dos siglos, el paisaje como tema y objeto de la mirada fotográfica ha sido una constante. Sin ir más lejos, la considerada primera fotografía de la historia, conocida como Vista desde la ventana en Le Gras, tomada en 1826 por Nicéphore Niepce, es un paisaje; un paisaje urbano, pero un paisaje en cualquier caso. La fotografía de paisaje no substituirá a la pintura, ni mucho menos, porque, aunque con ciertas similitudes, se trata de dos lenguajes distintos. La fotografía, aún siendo obra de un autor y, por tanto, estando sujeta inevitablemente a una cierta subjetividad (a pesar de su apariencia de objetividad en mayúsculas), se convierte en un instrumento de información, documentación, catalogación y difusión de la diversidad geográfica del planeta en el preciso momento en que éste es explorado a fondo; en el preciso momento en que se están formando las grandes escuelas geográficas que marcarán todo el siglo XX y en el preciso momento en que regiones y naciones de todo el mundo (y muy especialmente de Europa) están formulando y reformulando sus identidades. No es nada extraño, en este contexto, que un geógrafo de la talla de Jean Brunhes sea nombrado director científico de los Archives de la Planète, un magno proyecto financiado por Albert Kahn que pretendía capturar (nunca mejor dicho) la diversidad geográfica y cultural del planeta sirviéndose, sobre todo, de la fotografía y el documental.

Así pues, la fotografía se convertirá muy pronto en la gran aliada del paisaje, sin desbancar necesariamente al dibujo y al grabado, sino complementándose con ambos. Contribuirá a un mayor conocimiento y popularización del paisaje y se utilizará cada vez más para dejar constancia de sus transformaciones. Ahí están, sin ir más lejos, las fotografías que ilustran la construcción del Canal de Isabel II, de Charles Clifford, aparecidas entre 1855 y 1858, o el registro fotográfico pormenorizado de la transformación de la montaña de Montjuïc entre 1915 y 1923 por encargo de la Junta Directiva de la Exposición Internacional de Barcelona y que puede consultarse en el Archivo Fotográfico del Ayuntamiento de Barcelona.

No es mi intención en esta artículo profundizar en la relación entre paisaje y fotografía. Es tan ingente la documentación existente sobre dicha relación que me apartaría en exceso de mi objetivo central. Solo quiero dejar constancia de la enorme relevancia que ha tenido y sigue teniendo dicha relación y señalar que, desde mi punto de vista, los historiadores de la geografía y del pensamiento geográfico no hemos entrado a fondo en esta cuestión y menos aún en el análisis pormenorizado del uso de la fotografía por parte de las grandes escuelas geográficas de los dos últimos siglos. ¿Cuántos trabajos de investigación existen sobre el papel y el valor iconográfico de las fotografías que acompañan las grandes obras de geografía de finales del siglo XIX y todo el siglo XX?. Pocas. Y, en España, menos.

Pero volvamos ahora a la cuestión que nos ocupa. De entre los múltiples productos editoriales que la relación antes mencionada ha generado a lo largo de estos casi dos siglos de historia existe uno en el que se podría englobar a la colección Catalunya Visió. Me refiero a aquel en el que texto y fotografía tienen el mismo peso, es decir que, aún estando obviamente relacionados, los dos poseen per se tanta calidad y presencia que se equilibran; no son subsidiarios el uno del otro, sino que poseen su propio discurso. Ni el texto es una mera descripción de la fotografía, como suele ser habitual, ni la fotografía ilustra el texto, como es más habitual aún, sobre todo en el contexto académico. Tanto el fotógrafo como el escritor suelen ser autores de solvencia contrastada y verdaderos maestros en su arte, lo que les capacita para ‘leer’ el paisaje a su manera y resaltar aquellos aspectos que más les interesan. Y, a pesar de ello, existe un nexo común entre imagen y texto que el lector capta rápidamente. Este tipo de producción editorial de gran difusión se introdujo en España en la década de 1960 y un buen ejemplo de ella fue la colección Palabra e Imagen, de la editorial barcelonesa Lumen (Zelich, 2011). Y otro, ahora en catalán, fue Catalunya Visió, que poco tenía que ver con la anterior en cuanto al fondo, pero sí mucho en cuanto a la forma.

Figura 1. Portada del primer volumen

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Fuente: Archivo de la exposición ‘Catalunya Visió’.

3. La obra y sus autores

Todo empezó en 1967 a raíz del nombramiento de Oriol Vergés como director de la pequeña editorial barcelonesa Taber. Licenciado en Geografía e Historia y procedente de una familia culta, liberal y humanista (su padre fue profesor de lenguas clásicas en el conocido Instituto-Escuela de la Generalitat republicana), Vergés, nacido en 1939, tenía muy claro que había llegado el momento de una magna obra como la que es objeto de este artículo, a pesar de las cortapisas que imponía la censura.

Por su formación conocía perfectamente el legado de Pau Vila y las monografías regionales que estaban saliendo de la universidad en forma de tesis doctorales, pero su proyecto no consistía en publicar una macro geografía comarcal de Cataluña, sino otra cosa, como deja muy claro en la solapa del primer volumen: “No se trata de un reportaje. No son unos itinerarios. No son libros de divulgación. Es una visión de Cataluña”. Es verdad que sus volúmenes se organizan por comarcas, pero no son monografías regionales de ámbito comarcal. Se sirve de la división comarcal instaurada por Pau Vila antes de la Guerra Civil como una forma velada de reivindicación nacionalista, porque, como se sabe, la tradición catalanista ha rechazado siempre la división provincial trazada por el ministro Javier de Burgos en 1833.

Figura 2. Puente de Santa Linya, pantano de Camarassa, La Noguera

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Fuente: SIRERA, T., Archivo de la exposición “Catalunya Visió”.

Catalunya Visió consta de diez volúmenes, los primeros ocho publicados por la editorial Taber y los dos últimos por la editorial de la Abadía de Montserrat, quien se hizo cargo de la colección al desaparecer la primera. El primer volumen se publica en 1968 y el último, en 1974. Cada volumen corría a cargo de un escritor y de un fotógrafo, quienes debían recorrer conjuntamente el territorio y ser capaces de captar la esencia de sus paisajes y de sus gentes con total libertad, sin ceñirse a un esquema rígido y común a todos los volúmenes. Esa libertad da a la colección un aire fresco y ameno, incluso desenfadado, pero enormemente sugerente. Ocho de los diez volúmenes fueron encargados a la pareja Josep Vallverdú, el escritor, y Ton Sirera, el fotógrafo. Otro volumen (el quinto, correspondiente a las comarcas de Girona) fue a cargo de Josep Vicente y Ferran Bosch y otro más, y como excepción a la norma, recayó en una sola persona, escritor y fotógrafo a la vez, Jordi Verrié (el sexto, referido a las comarcas de la región metropolitana de Barcelona). Me parece resaltable el hecho de que ninguno de los autores era originario de Barcelona ciudad, sino que todos ellos vivían y trabajaban en comarcas.

Figura 3. Cementerio de automóviles, camino de Sispony, Andorra.

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Fuente: SIRERA, T., Archivo de la exposición ‘Catalunya Visió’.

La pareja Vallverdú-Sirera, ambos de Lleida, marca el tono de la colección, no solo porque se responsabilizaron de la mayoría de sus volúmenes, sino por su idiosincrasia y por su personalidad, en especial la del fotógrafo. Josep Vallverdú, escritor, nació en 1923 en Lleida y desde siempre ha alternado la docencia con la traducción, el ensayo, la narrativa, el teatro y la poesía. Recibió en el año 2000 el Premio de Honor de las Letras Catalanas y, a pesar de su avanzada edad, sigue escribiendo, publicando e impartiendo conferencias. Su prosa es ágil, rica y de una calidad extraordinaria.

Le acompañaba en el Citroën 2CV el fotógrafo Ton Sirera (1911-1975), un personaje realmente polifacético. Médico dentista de profesión, sus verdaderas pasiones eran la fotografía, el cine, la pintura, el alpinismo y la aviación. En los manuales de historia de la fotografía contemporánea suele aparecer como uno de los pioneros de la fotografía abstracta y, de hecho, muchas de las fotografías que realizaba desde el aire, pilotando él mismo la avioneta, muestran paisajes con unas composiciones geométricas y de contrastes lumínicos de tendencia claramente abstracta. Algunas de sus fotografías aparecieron también en La Vanguardia y en la revista Destino.

Los tres autores restantes fueron Josep Vicente (1923-2011), Ferran Bosch (1923-1994) y Jordi Verrié (1923-2001). Los tres residían en el Bajo Ampurdán (Girona). Vicente era un escritor autodidacta y un erudito exquisito que acogió en su casa de Sant Feliu de Guíxols al conocido pintor norteamericano R.B. Kitaj en la década de 1950 (de hecho, la familia Vicente aparece en un famoso cuadro de Kitaj) y que dio a conocer la obra de la geógrafa francesa Yvette Barbaza; Ferran Bosch era un reputado fotógrafo de la zona y Jordi Verrié, gran viajero, era escritor y fotógrafo (muchas de las fotografías de la Geografia de Catalunya dirigida por Lluís Solé i Sabarís son suyas).

Figura 4. Labrador de Cornudella, El Priorat.

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Fuente: SIRERA, T., Archivo de la exposición ‘Catalunya Visió’.

He ahí los protagonistas de una aventura editorial que tuvo tanto de proyecto personal como colectivo y a través de la cual se anhelaba reencontrar la identidad de un país medio anulada por la dictadura en el preciso momento en el que se asiste a unos profundos cambios económicos y sociales que transforman radicalmente la fisonomía de sus paisajes, como veremos a continuación.

4. Un país/paisaje en transformación

En efecto, Catalunya Visió aparece en plena transformación del territorio catalán. Las fuerzas inductoras de estas transformaciones ya se habían iniciado unos años antes, pero es ahora, en la década de 1960, cuando se manifiestan de manera palmaria, evidente, en el paisaje. Me refiero, por ejemplo, a la mecanización del campo, a la llegada de emigrantes procedentes de otras regiones españolas, al crecimiento exponencial de las periferias urbanas para alojar a esa nueva población, al turismo masificado de sol y playa, a los inicios del negocio inmobiliario vinculado precisamente a ese turismo, a las nuevas vías de comunicación, etc., etc. Todos esos procesos aparecen en las fotografías que ilustran la colección. No solo no se disimularon, ignoraron o escondieron, sino que, de hecho, se buscaron explícitamente. Parece como si se persiguiese un efecto contraste: lo nuevo y lo viejo, lo antiguo y lo moderno, lo que éramos y lo que seremos. Esos nuevos artefactos, esas nuevas realidades, se muestran siempre al lado de los restos del paisaje tradicional aún vivo, aunque en declive. Los paisajes que se enseñan están a caballo entre los propios de una sociedad agraria tradicional y los correspondientes a una sociedad cada vez más urbana e industrializada, como indica Josep Vallverdú: “Nos es muy grato presentar una imagen real del país, con sus oropeles y sus desconchados, el terciopelo sedoso y la pana triste, el satisfecho propietario de unas tierras y el inmigrado que viene a abrir nuevos caminos para los suyos” (Catalunya Visió, 9, 120).

Los textos de Josep Vallverdú –y quizá aún más las fotografías de Ton Sirera– dejan entrever esos dos mundos: el que se va (pero aún está presente) y el que llega (pero aún no es omnipresente). Catalunya Visió no pretende reflejar un paisaje tradicional autóctono y ancestral, teñido de una cierta nostalgia, sino más bien un paisaje híbrido, mestizo, una mezcla entre un pasado que se escapa y un futuro que se intuye. Se trata, en el fondo, de un proyecto iconográfico de captura de paisajes emergentes, de paisajes que aún no se han materializado, pero que ya despuntan. Nada más lejos de las habituales escenografías pintorescas preparadas por el ojo selectivo del fotógrafo como si se tratara de una pintura de género (Samuel, R., 2008) y en las que suele haber “más preocupación por mostrar una visión estática (supuestamente auténtica) de la sociedad rural y de montaña…. obviando todo aquello que era sinónimo de modernidad” (Puigvert i Solà, J., 2012, 71). No es el caso que nos ocupa y, precisamente por ello, no son necesarias, aquí, aquellas prevenciones de P. Burke (2006), según el cual la mayor parte de fotografías idílicas y pintorescas del mundo rural deben ser analizadas “sin la enfermedad de la literalidad interpretativa” (p.154), es decir, sin la ingenuidad propia de las técnicas historiográficas positivistas, advertencia que también se encuentra en J. Borrás (2010).

Figura 5. Pantano de Sau, Osona

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Fuente: SIRERA, T., Archivo de la exposición ‘Catalunya Visió’.

No, la mirada no es nostálgica, ni antropológica. No se esconden las transformaciones, ni la fealdad y cutrez de algunas de ellas, pero sí se quiere dejar constancia de aquello que se puede perder por el camino; de aquello auténtico y genuino que está en riesgo. En palabras de Susan Sontag (2007), “las cámaras comenzaron a duplicar el mundo en momentos en que el paisaje humano empezaba a sufrir un vertiginoso ritmo de cambios: mientras se destruye un número incalculable de formas de vida biológica y social en un breve período, se obtiene un artefacto para registrar lo que está desapareciendo” (p.32). En este sentido, Catalunya Visió actúa de notario, de registrador del paisaje autóctono, aunque siempre –eso sí- con una mirada abierta, incluso irónica, a veces con tintes neorrealistas a la italiana.  Fotógrafo y escritor recorren el país con una actitud de ‘reconocimiento’, de inventario de aquello que es propio y puede desaparecer. Y ahí sí hay una clara reivindicación de una identidad nacional materializada en un paisaje que es poco conocido por los propios catalanes debido al contexto histórico del momento. Josep Vallverdú lo expresa con meridiana claridad: “Amar al país está en relación directa con su conocimiento (Catalunya Visió, 4, 202). Y Jordi Verrié viene a decir lo mismo con otras palabras: “Un país no se puede retratar ni en veinte ni en cien imágenes, pero su alma, entera, puede residir en la rama de un almendro o en el delantal limpio de una masovera” (Catalunya Visió, 6, 4).

Figura 6. Playa Garraf

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Fuente: SIRERA, T., Archivo de la exposición ‘Catalunya Visió’.

En este sentido, Catalunya Visió engarza con una lejana tradición catalanista, presente también en otros nacionalismos (Nogué, J., 1998), que vincula el sentimiento de pertenencia a un país al conocimiento de su realidad geográfica4. El nacimiento en el último cuarto del siglo XIX del potente excursionismo catalán se explica, precisamente, de esta manera: más que la práctica de una actividad deportiva, lo que verdaderamente convirtió a ese excursionismo en un fenómeno social de extraordinaria relevancia fue su dimensión patriótica. También pesaron las motivaciones de tipo cultural y científico, así como el redescubrimiento de la montaña propiciado por el romanticismo, que tanta influencia tuvo en Cataluña, pero, sin lugar a dudas, la motivación patriótica fue hegemónica. La denominación original del Centro Excursionista de Cataluña, creado en 1876 (el mismo año, por cierto, que la Real Sociedad Geográfica), no deja lugar a dudas: Asociación Catalanista de Excursiones Científicas. Y también lo dejan claro los archivos de esta entidad, un sinfín de catálogos de masías, iglesias románicas, tradiciones populares, recopilaciones toponímicas, etc., etc., etc. El excursionismo catalán adquiere como función primordial la exploración del país y el redescubrimiento de la identidad nacional a través del conocimiento del territorio. Este espíritu –muy propio en términos generales del movimiento cultural finisecular conocido por “La Renaixença”- se mantendrá inalterable a lo largo del siglo XX, incluso bajo la dictadura franquista. Lo encontramos en un amplio abanico de iniciativas culturales y de prácticas sociales, desde el escultismo –auténtica escuela de formación de futuros dirigentes catalanistas- hasta proyectos editoriales como el que aquí se presenta, pasando por iniciativas tan interesantes y únicas en su momento como la fundación de la editorial Alpina, de Granollers (detrás de la cual se hallaba la mano del geógrafo Salvador Llobet), especializada en mapas para excursionistas que, por primera vez bajo la dictadura, recuperaban la toponimia catalana original.

Figura 7. Construcción de la autopista del Mediterráneo, Banyeres del Penedès, Baix Penedès

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Fuente: SIRERA, T., Archivo de la exposición ‘Catalunya Visió’.

Las monografías comarcales inspiradas en la escuela regional francesa encajan bien en ese contexto, independientemente del compromiso político de sus autores. En este sentido, me parece relevante señalar la coincidencia cronológica entre estas monografías y Catalunya Visió, puesto que, directa o indirectamente, comparten ese mismo anhelo. Más o menos por los mismos años en los que se gesta y se publica nuestra colección, aparece la conocida y celebrada Geografia de Catalunya, dirigida por Lluís Solé Sabarís y en la que –y no es un detalle menor- aparecen cantidad de fotografías del máximo protagonista de Catalunya Visió, Ton Sirera. Son evidentes, por tanto, las relaciones entre ambas iniciativas editoriales. Pero es que, por los mismos años, aparecen otras muchas monografías de ámbito comarcal, en algunos casos subcomarcal y en otros supracomarcal, pero aplicando siempre la misma metodología. Sin ánimo de exhaustividad, querría recordar ahora aquellas que, a su vez, fueron tesis doctorales en su origen, lo que muestra, aunque no venga a cuento, la progresiva institucionalización universitaria de la geografía. He ahí, por ejemplo, El Alto Ampurdán: Estudio de geografía regional, de Albert Compte, de 1962; La comarca de Olot. Estudio de geografia regional, de Maria de Bolòs, de 1966; Modos y formas de vida en el Delta del Llobregat durante los siglos XVI a XX, de Jaume Codina, de 1970, o, por poner un último ejemplo, El llano y la ciudad de Lérida. Estudio geográfico, de Josep Tortosa, de 1978. A estas obras–tesis habría que añadir las equivalentes escritas por geógrafos y geógrafas extranjeros, como la celebérrima Cataluña en la España moderna, de 1962, la obra magna de Pierre Vilar, o El paisaje humano de la Costa Brava, de Yvette Barbaza. Escrita originalmente en francés en 1966, es publicará en catalán unos años más tarde gracias, precisamente, a la tenacidad e impulso de Josep Vicente, autor de uno de los volúmenes de Catalunya Visió.

Así pues, las conexiones cronológicas, intelectuales e ideológicas entre Catalunya Visió y la escuela catalana de geografía del tercer cuarto del siglo XX son fáciles de detectar, aún persiguiendo cada uno de ellos –insisto- objetivos distintos. Catalunya Visió sigue a rajatabla la canónica división comarcal establecida por los geógrafos como una muestra de adhesión (más ideológica que metodológica) a una determinada forma de ver y de entender el territorio, pero no es propiamente una monografía comarcal en el sentido clásico del término. Insiste en ello el editor Oriol Vergés, cuando afirma que lo que el proyecto pretende es “presentar el país desde un ángulo gráfico, interpretado tanto por las imágenes como por los comentarios. La fórmula pretende ser novedosa, en tanto que se aleja de la fría información geográfica, pero tampoco se recrea en el terreno puramente literario”. Se trata, en definitiva, de ofrecer “una amplia y sazonada muestra de nuestras comarcas en toda su autenticidad”. Es decir, de combinar, con una admirable habilidad, impresiones estrictamente personales con descripciones precisas y concretas sobre los paisajes que contemplan y fotografían.

5. Conclusiones

La historia del pensamiento geográfico contemporáneo tiene aún un campo por explorar: el de aquellas obras no estrictamente académicas ni necesariamente escritas por geógrafos, pero que tuvieron una notable influencia en la conformación social de una mirada geográfica en un contexto histórico y geográfico determinado. Catalunya Visió es una de estas obras: una extensa colección de libros que tuvo un gran impacto en la Cataluña del tardo franquismo. Aparecieron en un contexto geopolítico excepcional y en plena transformación territorial, lo que les confirió una doble singularidad. Por una parte, la colección se impregna claramente del proceso de reconstrucción de la identidad nacional catalana después de unas cuantas décadas de dura represión franquista, entroncando en este punto con una lejana tradición catalanista que concebía el paisaje como el espejo del alma nacional. Por otra parte –y esa es quizá su mayor aportación-, los autores fueron siempre muy conscientes de que estaban recorriendo un país en el preciso momento en que su territorio y sus paisajes experimentaban una de las más importantes transformaciones de su historia, como resultado de una economía que abandonaba el campo, apostaba definitivamente por la industria y los servicios y se abría al mundo. El mérito de estos auténticos geógrafos vocacionales fue el de evitar caer en la nostalgia y el folclorismo. No solo no obviaron los nuevos artefactos con los que se encontraban, sino que fueron capaces de dirigir la cámara y la pluma hacia ellos, buscando siempre un cierto contraste con los restos de un pasado que aún persistía y siempre con una actitud más irónica que crítica.

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Notas

1. Este artículo se ha realizado dentro del Proyecto de Investigación CSO2012-38425, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad.

2. Universidad de Girona. joan.nogue@udg.edu

3. Dicha notoriedad ha sido finalmente reconocida en la exposición “Catalunya Visió”. Esta exposición itinerante pudo visitarse en varias ciudades catalanas a lo largo de los años 2011 y 2012 y fue organizada conjuntamente por el Museu d’Art Jaume Morera de Lleida y Arts Santa Mònica (Dapartament de Cultura de la Generalitat de Catalunya). Deseo agradecer a los dos comisarios de la misma (Josep Rigol y Cristina Zelich) las facilidades que me dieron para reproducir algunas de las fotografías expuestas en la misma.

4. Salvando las distancias y el contexto, eso es exactamente lo que la Generación del 98 y Azorín en concreto también creían: “La base del patriotismo –escribe Azorín- es la geografía. No amaremos nuestro país, no lo amaremos bien, si no lo conocemos. Sintamos nuestro paisaje, infiltremos nuestro espíritu en el paisaje” (Martínez de Pisón, E., 2012, 94).