Imágenes del Estrecho de Gibraltar desde la literatura de viajes: un paisaje dominado por el viento y la frontera
Gibraltar Strait views from the travelling literature: a landscape dominated by wind and borders

César López Gómez1

Recibido: 22-11-12 | Aceptado: 21-12-12

Resumen

Frontera entre dos continentes y límite durante varios siglos del Mundo Antiguo frente al desconocido y temido Atlántico, el Estrecho de Gibraltar constituye un enclave geoestratégico de primer orden recorrido por numerosos viajeros desde la Antigüedad. De la lectura de la literatura de viajes, especialmente prolífica desde que Gibraltar en 1704 se convierte en puerto británico y puerta de entrada en la península Ibérica para los viajeros ilustrados, se obtienen imágenes de un territorio en el que las construcciones castrenses y las diversas huellas del viento constituyen los rasgos más sobresalientes de un paisaje singular situado en el extremo sur del continente europeo.

Palabras Clave: Viajero, situación geoestratégica, arquitectura castrense, Levante, despoblación, ganadería, agreste, extremo.

Abstract

Being a frontier between two continents and for centuries the Ancient World border of the unknown and the feared Atlantic Ocean, the strait of Gibraltar constitutes a first order geostrategic spot that has been visited by numerous travelers since ancient times. Through the reading of travel literature, particularly prolific from the moment that Gibraltar became a British harbor in 1704 and thus the main entry point of erudite travelers into the Iberian Peninsula, one can devise images from a territory where the military buildings and the diverse wind footprints make up the most outstanding traits in such a singular landscape located at the southern side of the European continent.

Key Words: Travelling, geoestrategic situation, military architecture, east wind, depopulation, livestock, wild, extreme.

Résumé

Frontière entre deux continents et plusieurs limites de siècles de l’Ancien Monde et la crainte face à l’inconnu de l’Atlantique, le détroit de Gibraltar est une première tournée d’ordre géostratégique enclave de nombreux voyageurs depuis l’Antiquité. De la lecture de la littérature de voyage, particulièrement prolifique depuis Gibraltar en 1704 est devenu le port britannique et porte d’entrée de la péninsule ibérique pour les voyageurs éclairés sont obtenues des images d’un territoire où les constructions militaires et des empreintes différentes constituent les traits les plus saillants d’un paysage unique, situé à la pointe sud du continent européen.

Mots-Clés: Voyageur, situation geoestrategique, architecture militaire, vent d’est, dépeuplement, bétail, sauvage, extrême.

1. Introducción

El objetivo del presente artículo es doble. Por un lado, mostrar cómo el Estrecho de Gibraltar ha sido siempre un ámbito geográfico recorrido en su parte europea por un gran número de viajeros y cuyo paisaje se encuentra, por tanto, altamente connotado desde la literatura de viajes. Y, por otro lado, identificar y describir a partir de dichos textos literarios los principales rasgos del carácter de un paisaje singular situado entre África y Europa, entre el Mediterráneo y el Atlántico.

Numerosos estudios se han realizado sobre la literatura de viajes en general y los viajes por Andalucía en particular. Basta recordar los trabajos de ÁVILA GRANADOS, J. (2006), BERNAL RODRÍGUEZ, M. (1985 y 2004), CAPEL SÁEZ, H. (2002), FERNÁNDEZ-PALACIOS CARMONA, J. M. (2008), FREXA, C. (1993 y 1999), GARCÍA MERCADAL, J. (1999), GIMÉNEZ CRUZ, A. (1997, 2007a y 2007b), GÓMEZ DE LA SERNA, G. (1974), GÓMEZ ESPELOSÍN, F. J. (2000), GONZÁLEZ TROYANO, A. (2007), LABORDA, A. (2005 y 2011), MÉNDEZ RODRÍGUEZ, L. (2008), ORTAS DURAND, E. (2004), ORTEGA CANTERO, N. (1990 y 2003), PLAZA ORELLANA, R. (2008), RAYA RETAMERO, S. (2002), ROMERO TOBAR, L. y ALMARCEGUI ELDUAYEN, P. (2005), URIOL SALCEDO, J. I. (1988), VÁZQUEZ MEDEL, M. A. (2003). Y no podemos olvidar los trabajos del recordado LÓPEZ ONTIVEROS, A. (1989, 2001, 2003, 2006 y 2007), quizás el autor que más profundamente ha estudiado la imagen de los paisajes andaluces a través de la literatura de viajes.

Pese a la abundancia de estudios realizados sobre paisajes andaluces a través de la literatura de viajes, y al contrario de los casos de Sevilla, Granada o Ronda, no se han realizado análisis detallados sobre viajeros en el territorio europeo del Estrecho. Sólo citar los trabajos de BUENO LOZANO, M. (1988), que establece una enumeración y traduce los textos originales de los viajeros que recorrieron Algeciras, y OLMEDO LÓPEZ, J. A. (1980 y 1985), que analiza el viaje de Francis Carter por Gibraltar.

Cabe destacar también algunas aproximaciones realizadas en las revistas locales Aljaranda y Almoraima. Así, el viaje del Marqués de Custine por el Estrecho fue analizado por CANO, J. L. (1988, 1989a, 1989b); el de Francis Carter por Gibraltar ha sido tratado en CRESPO DELGADO, D. (2001) y GOZALBES CRAVIOTO, C. (1981); la travesía de Diego Cuelbis por el paso marítimo en GOZALBES BUSTO, G. (1995); el recorrido de François Bertaut en GOZALBES CRAVIOTO, C. (2010); el paso por Tarifa de Luis Bello en HERRERA MÁRQUEZ, P. (2002); el viaje de Richard Ford y Antonio Ponz por Tarifa en LIAÑO RIVERA, M. (1996a, 1996b); y las descripciones del medio natural del Campo de Gibraltar en la literatura de viajes de los siglos XVIII y XIX en RECIO ESPEJO, J. M. (2007).

Por todo ello, este artículo viene a cubrir la escasez de trabajos realizados sobre viajeros en el Estrecho de Gibraltar, analizando los textos de los que recorrieron el paso marítimo o los caminos que surcaban la parte europea de este ámbito intercontinental. Así, con el fin de realizar un estudio sobre literatura de viajes y paisajes del Estrecho, se ha seguido un proceso de trabajo basado en las siguientes fases:

• Establecimiento de los criterios para la selección de fuentes. En este sentido, se han seleccionado aquellas obras literarias que, por un lado, traten itinerarios y recorridos claramente identificables y, por otro lado, narren las experiencias y acontecimientos del viaje. Quedan así fuera de la selección textos de carácter geográfico, tratados naturalistas u obras literarias de muchos viajeros que recorrieron el Estrecho pero cuyos objetivos y producción no se encuadran dentro de los criterios establecidos anteriormente.

• Preselección y clasificación de fuentes. Una vez establecidos dichos criterios, se procedió a la búsqueda y primera lectura de las obras de viajeros para así seleccionar aquellos textos que cumplieran los requisitos establecidos. Asimismo, se estableció una clasificación de textos en función del paradigma cultural o etapa histórica.

• Selección definitiva de fuentes: relación de los textos más relevantes. Tras una profunda lectura, se identificaron aquellos textos que se consideran hitos en la descripción del Estrecho de Gibraltar, relegando a un segundo plano numerosas obras debido a su escasa atención a este ámbito geográfico o, en muchos casos, por la repetición de descripciones ya realizadas por viajeros anteriores.

• Análisis de los textos e identificación de los rasgos clave del carácter del paisaje del Estrecho. Desde una perspectiva analítica, se identificaron las imágenes más frecuentes y las claves paisajísticas que se infieren a partir de la lectura de las fuentes seleccionadas y ya clasificadas.

• Diseño de un argumento narrativo que, a través de citas textuales, trasladen al lector las claves paisajísticas extraídas a partir de la literatura de viajes. En un proceso final de interpretación, se establece un discurso que permite identificar los rasgos más sobresalientes del Estrecho a través de las impresiones de viajeros de distintas etapas históricas y paradigmas culturales. No se trata, por tanto, de analizar la imagen del Estrecho según un viajero determinado o los viajeros de una determinada etapa histórica, sino de transmitir cómo desde todas estas miradas se insisten en las mismas claves paisajísticas.

El resultado de dicho proceso de trabajo tiene tres direcciones principales: (i) determinación de las fuentes principales o textos de la literatura de viajes más relevantes para la descripción del Estrecho, (ii) análisis de las rutas y caminos seguidos por los viajeros a lo largo del tiempo en dicho ámbito, y (iii) descripción de las principales imágenes transmitidas sobre el Estrecho desde la literatura de viajes.

2. Selección de las fuentes: principales viajeros por el Estrecho de Gibraltar

Como dijimos anteriormente, los testimonios viajeros que se han utilizado en este trabajo son aquellos cuya narración relata distintas experiencias del viaje y sigue un itinerario geográfico concreto. Desde esta perspectiva, una primera clasificación de las fuentes utilizadas se ha realizado en función de la etapa histórica y, por tanto, del contexto cultural de los viajeros.

En cuanto a los viajes en la Antigüedad, numerosos navegantes procedentes del Mediterráneo oriental fueron los que cruzaron las costas del Estrecho, considerado en aquel tiempo como uno de los límites del mundo. Estos viajes quedaron recogidos en una serie de textos escritos en griego, denominados periplos, un compendio de narraciones destinadas a proporcionar información práctica a los navegantes que pudieran emprender las mismas rutas. Muestras de estas descripciones son el Periplo del Pseudo Escílax (siglo IV a. C.), el más antiguo de todos, el Periplo de Hanón (siglo II a. C.), la Descripción de la tierra habitada de Dionisio el Periegeta (siglo I) y el Periplo del Mar exterior, oriental y occidental de Marciano de Heraclea (siglo II).

Numerosos viajes se realizaron entre ambas orillas del Estrecho durante la Edad Media, tanto en la etapa andalusí como tras la conquista castellana de Tarifa, entre ellos el del geógrafo Muhammad Al-Edrisi, aunque el viajero por excelencia que destacamos en esta etapa es Ibn Batutah. Tangerino de nacimiento, es para muchos “el viajero más importante del Islam Medieval” (ÁVILA GRANADOS, 2006, 50); su paso por el Estrecho se realiza en los 1351 y 1352, encuadrado en un viaje por el Reino de Granada.

Durante el periodo de Los Austrias buena parte de los textos viajeros de la época proceden de militares y diplomáticos que recorrieron el Estrecho durante los siglos XVI y XVII, como Erich Lassota von Steblau, François Bertaut o Gazani al-Andalusi, este último embajador del reino de Marruecos ante la corte española. Diego Cuelbis, estudiante que relata desde costumbres e incidentes acaecidos en el camino, hasta descripciones de ciudades, monumentos, Raimundo de Lantery, comerciante, y Jean-Baptiste Labat, abate que perteneció a la orden de los dominicos y tuvo al viaje como forma de vida, fueron también viajeros que recorrieron el Estrecho en esta etapa de Los Austrias.

Respecto al siglo XVIII, numerosos fueron los viajeros ilustrados que recalaron en el puerto británico de Gibraltar para iniciar su viaje por la Península Ibérica, convirtiéndose el Estrecho en muchos casos en centro de atención de sus recorridos. Viajeros representativos de esta etapa son Antonio Ponz, Francis Carter, W. Dalrymple, Francisco Pérez Bayer, Joseph Townsend, Jean-François de Bourgoing, Richard Twiss, Domingo Badía Leblich (Ali-Bey), Robert Semple y Alexandre Laborde. Y a comienzos del XIX, Simón de Rojas Clemente y Rubio -un naturalista hijo de la Ilustración- recorre distintos parajes del Estrecho.

Los viajeros del XIX constituyen el mayor número de los que recorrieron las tierras del Estrecho. Los primeros viajeros románticos pasaron por estos parajes durante la Guerra de La Independencia, cuando enclaves como Gibraltar o Tarifa jugaron un papel crucial en la contienda, siendo Lord Byron, Willian Jacob o John Carr ejemplos de ello. Los viajeros de la década de los años 30 y 40 fueron los más genuinos representantes del Romanticismo, siendo los que han legado las más bellas descripciones del Estrecho. Isidore Taylor, C. Rochfort Scott, Henry D. Inglis, Alexander Slidell Machenzie, Thomas Roscoe, el Marqués de Custine, Richard Ford, George Borrow, Théophile Gautier, Francisco De Paula Mellado y Joséphine de Brinckmann son representativos de esta etapa. El tercer grupo de viajeros románticos son los que recorrieron el Estrecho después de 1850, que suelen inspirarse en los viajeros de décadas anteriores. Retratan en sus obras recorridos y experiencias muy codificadas, muchas veces con descripciones de gran belleza, pero en otras ocasiones presentando narraciones decadentes que presienten el agotamiento de un ciclo. August John Care, Augusto Jerez Perchet, el Archiduque Maximiliano de Austria, Hans Christian Andersen, Eugène Poitou, Edmondo De Amicis, Charles Davillier, Martín Andersen Nexo y Pierre Loti viajaron por el Estrecho en estas fechas.

Y en cuanto a los viajeros del siglo XX destaca especialmente Luis Bello, heredero directo del espíritu de la Generación del 98, aunque no debemos olvidar los textos de Simone de Beauvoir en su viaje por Tarifa.

En resumen, se ha consultado un total de 46 testimonios viajeros pertenecientes a diferentes perspectivas culturales. Sin embargo, sólo algunos viajeros han sido considerados como fuente principal en la identificación de los rasgos paisajísticos del Estrecho de Gibraltar. En este sentido, los viajeros cuyos textos constituyen los principales testimonios y han conformado la imagen de este ámbito son los siguientes:

• Jean-Baptiste Labat (1663-1738). Nacido cerca de París, con treinta años se embarcó para América, donde además de religioso, fue incansable explorador, botánico, matemático e ingeniero. En 1705 volvió a Europa y desde 1716 escribió las peripecias de sus viajes, un conjunto de textos editado en ocho volúmenes en París con fecha de 1730 y titulado Voyages en Espagne et en Italie. Labat recaló durante unos meses en Andalucía, llegando al Estrecho en 1705 desde el camino procedente de Vejer, donde recorre los campos de Tarifa y asiste al asedio español de Gibraltar. Dicho bloqueo obligó al francés a estar varios días por el alfoz tarifeño, recorriendo sus distintos rincones.

• Antonio Ponz (1725-1792). Nacido en Bejís (Castellón), este ilustrado recorrió Andalucía recopilando información territorial de todo tipo. Fruto de sus viajes es su gran obra de 17 volúmenes titulada Viage de España, o Cartas en que se da noticia de las cosas mas apreciables y dignas de saberse, que hay en ella, editada en Madrid con fecha de 1794. En 1755 llega al Estrecho por el camino que baja de Medina Sidonia, en el que se siente desolado al contemplar tanta tierra baldía, algo que le irritaba como a tantos otros ilustrados. Tras pasar por Tarifa, ciudad que no le merece grandes alabanzas, se dirige hacia Algeciras por un itinerario en el que lamenta la deforestación de los cerros cercanos a la ciudad tarifeña, pero en el que admira la belleza de los perfiles africanos.

• Francis Carter (17¿?-1783). Aficionado a la epigrafía, a la numismática y a la Historia Antigua, este inglés abandona el puerto de Málaga en 1773 con las anotaciones del viaje que le llevó años antes desde Gibraltar y el Estrecho hasta el puerto malagueño. De sus impresiones salió su libro A Journay from Gibraltar to Málaga, obra editada en Londres con fecha de 1777, de marcado carácter ilustrado con contenidos naturalistas e histórico-arqueológicos. Detalla muchos aspectos relativos al Estrecho, aunque con importantes errores sobre el norte de África y Ceuta según GOZALBES CRAVIOTO, C. (1981). Muestra gran sensibilidad paisajística al contemplar la roca de Gibraltar; para LÓPEZ ONTIVEROS, A. (2001) “nadie como Carter describió Gibraltar” (LÓPEZ ONTIVEROS, A., 2001, 13).

• Simón de Rojas Clemente y Rubio (1777-1827). Natural de Titaguas (Valencia), viajó por el Estrecho entre 1804 y 1809 por encargo del gobierno español en el contexto del desarrollo de las políticas de estudio de la geografía física y los recursos de los territorios metropolitanos y reinos de ultramar. Los resultados de su trabajo se plasmaron en su Historia Natural del Reino de Granada, obra escrita entre los años 1804 y 1809, que se inserta en el proyecto historia natural-botánica de los ilustrados y sienta las bases de la geobotánica española y andaluza (CAPEL SÁEZ, H., 2002).

• El Marqués de Custine (1790-1857). Conocido particularmente por el relato de su visita al Imperio Ruso y su obra La Russie de 1839, visitó nuestro país en 1831, cuyo viaje quedó recogido en L’Espagne sous Ferdinand VII, editada en París en 1838. De los cinco meses de estancia en España, cuatro de ellos estuvo de viaje por Andalucía, visitando Córdoba, Sevilla, Ronda, Granada y Málaga. Se dirige desde Cádiz a Gibraltar, recorriendo el camino que se dirige desde Tarifa a Algeciras por los puertos del Cabrito y el Bujeo. La descripción del paisaje del Estrecho desde los miradores de dicho itinerario constituye una de las páginas más bellas de la literatura viajera sobre el Estrecho.

• Richard Ford (1796-1858). Este viajero y abogado inglés colaboró como periodista y dibujante en varios periódicos de Londres, entre ellos el Quarterly Review. En 1830, se trasladó a España a causa de la precaria salud de su esposa que hacía preciso un cambio de clima, fijando su residencia en Sevilla y en Granada. Desde allí viajo por toda la península Ibérica en compañía de arrieros y vestido como un natural, tomando notas y elaborando más de 500 dibujos. Como consecuencia, en 1845 se editó en Londres su gran obra A Handbook for Travellers in Spain and Readers at Home. En 1832 partió de Cádiz con dirección al Estrecho recorriendo el camino que desde Vejer de la Frontera le llevaba a Tarifa, y llegar luego a Gibraltar desde el sendero que conducía a Algeciras. Su descripción, muy atenta y mesurada, retrata los hitos geográficos principales y transmite a la perfección las sensaciones que le provoca los distintos paisajes que recorre. Se trata de una de las principales fuentes de información viajeras para el conocimiento del Estrecho.

• Joséphine de Brinckmann (1821-1872). Pocos datos tenemos de esta viajera de origen alemán y educación francesa. Seducida por la lectura de los escritores románticos, realizó su itinerario por España entre octubre de 1849 y julio de 1850; fruto de este viaje escribe unas cartas que envía a su hermano Hugues, recopiladas en su Promenades en Espagne pendant les années 1849 et 1850. Llega al Estrecho en 1850 procedente de Lisboa, entrando desde el Atlántico y recalando varios días en Gibraltar. Con la ayuda de un arriero recorre el sendero de ida y vuelta entre Algeciras y Tarifa, describiendo de forma magistral el paisaje, para ella, áspero y extremo de Tarifa. Desde la capital algecireña se dirigirá entonces a Ronda.

• Eugène Poitou (1815-1880). Magistrado, crítico literario y viajero empedernido, este francés recorrió España y Portugal en 1864 y su relato quedó recogido en Voyage en Espagne, editada en París en 1869. En 1866 llega por mar al Estrecho procedente de Cádiz y destino Gibraltar, para posteriormente partir hacia Málaga.

• Luis Bello (1872 –1935). Escritor y periodista vinculado al 98, este salmantino de Alba de Tormes es recordado sobre todo por su Viaje por las Escuelas de España (1926-1929), importante alegato regeneracionista sobre el estado de la educación elemental de los años veinte, publicado originariamente por las páginas del diario El Sol. Llega a Tarifa en 1926 -cuyo paisaje del viento le atrapa- en el mes de julio de 1926 procedente de Vejer. Recorre el camino que serpentea por el Estrecho hacia Algeciras y, tras varios días, se dirige a Ronda como un “viajante en escuelas” (ESCOLANO BENITO, A., 2007, 21).

3. Caminos y rutas marítimas del Estrecho de Gibraltar: vías de aproximación al paisaje

Los viajeros de la Antigüedad siguieron principalmente la ruta marítima que, procedente del Mediterráneo, cruzaba el Estrecho camino de las costas occidentales. Estos viajes fueron la base para los periplos griegos y la inspiración de aquellos que imaginaron los mitos del Estrecho. La imagen de las geoformas atisbadas por aquellos marinos desde el mar dio lugar a la imagen del Estrecho flanqueado por Calpe y Abyla, es decir, las Columnas de Hércules.

En cuanto a los viajeros medievales, muchos debieron cruzar el Estrecho en dirección sur-norte, tal como hizo Ibn Batutah. Ceuta y Algeciras capitalizaron las rutas civiles, es decir, la que siguieron comerciantes y otros viajeros; por el contrario, Tarifa y Qars al-Seguir, centraron los desplazamientos militares.

Figura 1. Principales rutas de los viajeros en el Estrecho de Gibraltar
(paso marítimo y territorio europeo)

MapaViajeros.jpg

Mayor conocimiento tenemos de las rutas viajeras existentes en la Edad Moderna. El principal itinerario para viajar por el Estrecho en esa época era el marítimo, ruta no exenta de dificultades debido a las corrientes y los frecuentes temporales, pero siempre más segura que los caminos de herradura que surcaban el interior. Procedente de Italia en 1580 con destino al puerto de Cádiz, esa fue la opción tomada por Erich Lassota von Steblau. Respecto a las rutas interiores, hay que decir que pocos viajeros se aventuraron a discurrir por malos y peligrosos caminos. Entre los que se atrevieron a circular por el camino de herradura que conducía de Cádiz a Gibraltar, llegaron a Tarifa dos de ellos: Raimundo de Lantery y Jean Baptiste Labat.

La pérdida española del Peñón de Gibraltar en 1704 cambiará los itinerarios de los viajeros por España a lo largo del siglo XVIII, ya que los ingleses convertirán a lo largo de dos siglos al puerto de Gibraltar en punto de llegada a la Península de muchos ilustrados y románticos. En cuanto a los viajeros que recorrieron en ese siglo los caminos de tierra, Antonio Ponz llegaba en 1755 a Tarifa procedente de Medina Sidonia y el Barón de Bourgoing lo hacía en 1795 procedente de Vejer. El camino de herradura de Algeciras a Tarifa, en estado pésimo y casi intransitable en invierno, es recorrido en 1782 por Francisco Pérez Bayer. Y el camino de la Trocha es seguido en 1773 por Richard Twiiss, que lo recorre en dirección a Cádiz. Respecto a la travesía marítima del Estrecho, inestable en esas fechas por los frecuentes conflictos bélicos y asedios a Gibraltar, el único viajero seleccionado que hizo ese trayecto fue Joseph Towsend, que viajó en 1787 desde el Atlántico al Mediterráneo.

Durante el siglo XIX Gibraltar sigue siendo el puerto de llegada de numerosos viajeros que llegan al Estrecho. Por el aún camino de herradura Vejer-Tarifa transitaron Henry D. Inglis en 1830, el Marqués de Custine en 1831 y Richard Ford en 1832, despertando los mismos comentarios que siglo y medio antes hacía Labat sobre su mal estado y peligrosidad. Respecto al acceso a Tarifa desde la Bahía de Algeciras, Josephine Brinckmann lo recorre en 1850 al programar su pequeño viaje de ida y vuelta desde Algeciras a Tarifa. La viajera alemana decía que para comunicar estas dos ciudades “no hay camino, solamente un sendero; no se puede ir de una ciudad a otra más que a caballo o en mulo, si es que no se quiere ir por mar” (BRINCKMANN, J., 1852/2001, 238). También recorrieron el camino Algeciras-Tarifa el capitán Scott en la década de los años 20, y la pareja Doré y Davillier en 1860. Por otro lado, la conversión paulatina en carretera del camino que unían Algeciras, Tarifa y Vejer provoca a lo largo del XIX el abandono definitivo del camino de La Trocha, que se consagra como paso de espías, contrabandistas y otras gentes fuera de la ley. Fue aún recorrido por Robert Semple en 1805, William Jacob en 1809 y Machenzie en 1826.

Respecto a los trayectos marítimos, la travesía entre el puerto de Cádiz y el de Gibraltar se consolidan en el XIX; el puerto británico se había convertido en el origen de una ruta romántica que se dirigía a Granada por la serranía de Ronda, por lo que la vía marítima procedente del Atlántico se convierte en la preferida de un gran número de viajeros. Los que surcaron el Estrecho procedentes de Cádiz fueron los siguientes: Lord Byron, William Jacob y John Carr en 1809, Taylor en 1824, Borrow en 1839, Gautier en 1840, Eugene Poiteau en 1866, Augustus John Care y Edmundo de Amicis en 1872. También el Archiduque Maximiliano de Austria realiza la travesía anterior en 1851 procedente de Cádiz, aunque anteriormente la hizo en sentido inverso, al proceder desde Italia y llegar al Estrecho desde el Mediterráneo. Los viajeros que navegaron siguiendo la trayectoria de los periplos de la Antigüedad fueron Augusto Pérez Perchet en 1874, y los daneses Hans Cristian Andersen y Martín Andersen Nexo en 1862 y 1903 respectivamente, estos dos últimos surcando el mar para desplazarse de Gibraltar a Tánger. Alí-Bey también cruza el Estrecho en 1803, pero en su caso siguiendo una ruta hoy día utilizada por miles de viajeros: embarcado en una pequeña lancha, cruza el Estrecho desde Tarifa a Tánger, el único de los viajeros seleccionados que utilizó el puerto tarifeño para su viaje.

Por último, y ya en el siglo XX, Luis Bello viaja en autobús de Vejer a Tarifa en los años 20 por lo que en la actualidad es la N-340, hoy día consolidado como el principal acceso al Estrecho desde la ciudad de Cádiz.

4. Imágenes del Estrecho de Gibraltar según la literatura de viajes: un argumento interpretativo

La frontera y el viento son los dos factores que han configurado un territorio en gran medida inseguro y despoblado, jalonado de enclaves amurallados y torres almenaras, y dominado por los usos ganaderos frente a los agrícolas. Estas claves territoriales son especialmente destacadas por la literatura de viajes, que ha transmitido la imagen de un paisaje singular cuyo carácter queda definido por su aspecto agreste y montaraz, un finisterre extremo azotado por el viento y un enclave de fuerte influencia africana situado en la frontera entre dos continentes, dos culturas, dos civilizaciones.

La presencia y cercanía de África en un paisaje poblado de torres y castillos son uno de los aspectos más destacados por los viajeros. La aparición del continente africano en el paisaje llena de alborozo a viajeros como PONZ, A. (1794/1972), que evoca hechos históricos ocurridos cerca del Estrecho al “divertir la vista descubriendo a veces el Estrecho y la inmediata costa de África” (PONZ, A., 1794/1972, 72). Pero nadie como FORD, R. (1845/2008b) retrata la impresión y evocación que supone ver África desde el punto en que esto sucede cerca ya de la Torre de La Peña, a pocos kilómetros de Tarifa. El viajero inglés nos sumerge en la magia del Estrecho en el momento del avistamiento:

“En la torre de La Peña del Ciervo, la Highar Eggel de los moros, se abre la magnífica costa africana. Y aquí dejaremos que el fatigado viajero descanse un momento y contemple el magnífico panorama. África, que no es tierra de desérticas arenas, se levanta bruscamente del mar con tremendo ímpetu coronada por las nieves eternas del Atlas inferior (…)” (FORD, D., 1845/2008B, 135).

Tánger es uno de los hitos del Estrecho, la señal más evidente de que África y el Estrecho se hacen visibles para los que llegan a estas costas navegando desde el Atlántico. Es el caso de GAUTIER, T. (1843/1998):

“El mar estaba aún un poco bravío, aunque el tiempo era magnífico. El aire tenía tal transparencia que distinguíamos con bastante precisión la costa africana, el cabo Espartel y la bahía al fondo de la cual se encuentra Tánger. Esa franja de montañas que parecían nubes, de las que sólo se diferenciaban por la inmovilidad, era África (…)” (GAUTIER, 1843/1998, 368).

La costa africana es como un telón de fondo que juega con el paisaje en función del viento dominante, viéndose claramente cuando soplan los Ponientes, ocultándonos o dificultando la visión de sus perfiles si hay Levante. Si la descripción de Gautier destila viento del oeste, el paso por el Estrecho de su compatriota POITOU, E. (1869/2004) está marcado por la luz del Levante al decir que “Tánger queda a nuestra derecha, al fondo de una profunda bahía pero apenas la divisamos” (POITOU, E., 1869/2004, 130). BORROW, G. (1843/2005), en su travesía por esos mares, retrata esa luz que oculta los perfiles africanos:

“Poco después estábamos a la vista de la costa de África. El cabo Espartel se dibujaba borrosamente entre la niebla por nuestra derecha. El Levante comenzó a soplar, y el barco cabeceaba mucho; sin embargo, el gobernador y yo resistimos valientemente” (BORROW, G., 1843/2005, 551).

Pero África no sólo es un fondo paisajístico; es la puerta a otro mundo. ALI BEY (1814/2009), cruzando el Estrecho desde Tarifa a Tánger, experimenta esta ensoñación ya que el que pasa “en tan breve espacio de tiempo a un mundo absolutamente nuevo, y sin la más remota semejanza con el que se acaba de dejar, se halla realmente como transportado a otro planeta” (p.147). Sensaciones, emociones, impresiones… África seduce la mirada de BELLO, L. (1926/2007b):

“Esta presencia mágica del otro continente, con proximidad inesperada, produce una alegría que yo no me explico bien y que procuraré analizar cuando ya no lo vea. Por ahora, el espectáculo es quizá el más fuerte y el más nuevo que nos ha proporcionado el viaje” (BELLO, L., 1926/2007b, 118).

Pero el continente africano también constituye una amenaza que ha condicionado la historia no sólo del Estrecho, sino de la península Ibérica. Viajeros como FORD, R. (1845/2008b) suelen utilizar metáforas para evocar estos peligros:

“Los dos continentes, separados, se levantan altivos; fruncen severamente el ceño el uno contra el otro, con el aspecto frío y herido de la amistad terminada. En otros tiempos estaban unidos, pero un “mar horrible corre ahora entre ellos” y les separa para siempre” (FORD, R., 1845/2008b, 136).

Esta amenaza, siempre presente a lo largo de la historia, ha condicionado de forma absoluta la vocación militar de todo un territorio, que se extiende a todo el Estrecho como espacio de frontera. POITOU, E. (1869/2004) avisa de la impronta militar de toda la zona y anota la relación entre puntos conspicuos y arquitectura, insistiendo en la denominación árabe de los lugares prominentes como atalayas, cuyo significado es observatorio:

“Son los moros, en efecto, quienes primero las construyeron [torres atalayas]. Desde lo alto de estos miradores vigilaban los avances del enemigo y avisaban encendiendo grandes hogueras. Más tarde, los españoles hicieron lo mismo y así encontramos numerosas torres a lo largo de todas las costas, incluso en el interior del país” (POITOU, E., 1869/2004, 132).

Pero es la ciudad de Tarifa -tras Gibraltar y Tánger el hito más referido por los viajeros- el punto del Estrecho donde la frontera se materializa más que en ningún otro. Su origen militar - no comercial o pesquero- ha marcado su personalidad hasta tiempos recientes. Estamos ante una ciudad de fuerte carácter castrense, centro de una comarca principalmente ganadera y agraria con numerosos cortijos y aldeas. Debido a su estratégica situación, constituía un referente visual indiscutible para los que viajaban por mar y era de obligada visita para los que llegaban a la zona por tierra. Así, BELLO, L. (1926/2007d) comenta que “a lo lejos, la ciudad mora de Tarifa, blanca también, con su castillo rudo, su faro y su rudimento de puerto sin barcos” (BELLO, L., 1926/2007d, 113); además, otorga a Tarifa el indiscutible papel de ser centro del Estrecho:

“Cuando subamos a las alturas de la sierra, camino de Algeciras, hemos de ver mejor la costa africana, de Ceuta a Tánger, y admiraremos el pico de Sierra Bullones, formando parte de nuestro panorama tarifeño; pero aquí [ciudad de Tarifa] el brazo de mar nos parece un río ancho. Vemos con cuanta impropiedad se llama esto el Estrecho de Gibraltar y no el Estrecho de Tarifa” (BELLO, L., 1926/2007d, 114).

El atrevido emplazamiento de la ciudad, en un pequeño promontorio separado hasta finales del XVIII de la isla de Las Palomas, que avanza hacia África, otorga a Tarifa una privilegiada posición sobre el Estrecho. Sus miradores permiten contemplar la cercanía del continente africano y el paso de todos los barcos del Estrecho. El MARQUÉS DE CUSTINE (1838/1989b) dice que el fuerte de Santa Catalina, situado sobre uno de los padrastros cercanos a la ciudad, “marca el lugar donde el Estrecho de Gibraltar es más angosto; desde esa punta hay tres leguas en línea directa hasta la costa africana, que puede contemplarse tan nítidamente hasta poder ver terrenos cultivados” (p.16). Para BRINCKMANN, J. (1852/2001), los miradores de Tarifa superan a los de la mismísima Gibraltar:

“Subimos hasta las plataformas de algunas torres, de donde se tiene una maravillosa vista, y desde donde se distingue África mucho mejor que desde los puntos altos de Gibraltar. Tenía frente a mí las cadenas de montañas que se extienden a lo largo del estrecho desde la llamada de los Monos hasta el cabo Spartel; es poco más o menos toda su extensión (…) Es una vista imponente la de las cadenas de montañas que se elevan gradualmente hasta el horizonte terminando con el Atlas cuya cima parece sostener el cielo” (BRINCKMANN, J., 1852/2001, 241).

Estas ventajas geoestratégicas de Tarifa y su origen militar inciden en el paisaje urbano de la ciudad. Las murallas y el castillo son para los viajeros sus principales referencias. LABAT, J.B. (1730/2007) comenta sobre la fortaleza que “es la única cosa que haya de alguna consideración [donde] el gobernador es alojado en él con una compañía de soldaos casi desnudos y mal pagados” (LABAT, J.B., 1730/2007, 155-156). Y para FORD, R. (1845/2008b), el plano de la ciudad queda dominado por el fuerte de Abderramán III:

“Tarifa es casi cuadrangular; su población es de unos doce mil habitantes sus calles son angostas y tortuosas; está cercada por murallas moras. La Alameda va a lo largo de su parte sur, entre el mar y la ciudad; el Alcázar es un auténtico castillo moro, situado en el este, justo dentro de las murallas, y es ahora morada de galeotes (…)” (FORD, R., 1845/2008b, 138).

Muchos son los viajeros que hablan del influjo musulmán en Tarifa, ciudad tan cercana a Marruecos. FORD, R. (1845/2008b) dice que “Tarifa es la ciudad más mora de toda Andalucía, esa Berbería Cristiana” (p.137). La maurofilia de los viajeros románticos nos deja narraciones que retratan un paisaje urbano y humano que destila África, con un gusto por el orientalismo como el que puede verse en las palabras de DAVILLIER, C. (1874/2009) cuando dice que “las tarifeñas son famosas entre las andaluzas por su belleza, y nos parecieron dignas de su fama. Han conservado la costumbre de salir con velo, a la moda árabe, tapadas” (DAVILLIER, C., 1874/2009, 226). Un gusto por el exotismo que impregnará también a viajeros del siglo XX como BELLO, L. (1926/2007d):

“Se detiene el autobús en Tarifa fuera de murallas, pero muy cerca del arco moruno: la Puerta de Jerez. Sólo con echar pie a tierra y dejarnos envolver por este ambiente, notamos que, en efecto, hemos salido de un mundo sin entrar todavía en el otro. Tarifa está suspensa en la boca del Estrecho, sin determinarse a pasar al otro lado, siguiendo el reflujo musulmán (…)” (BELLO, L., 1926/2007d, 113-114).

Junto a la frontera, el viento es otro de los factores claves que conforman el paisaje del Estrecho. Ya dijimos anteriormente cómo según sople Levante o Poniente la costa africana se hace visible o invisible; también como el Levante dibuja el paisaje urbano de Tarifa. Sin embargo, los viajeros destacan especialmente la dureza del viento de Levante y la limitación que ha constituido históricamente para la ocupación humana. Así, en 1782 un vecino de Tarifa, Juan Muñoz, acompañó en su visita a la ciudad a Francisco Pérez Bayer en agosto de ese año, mes en el que el Levante presenta altas frecuencias y velocidades. El sacerdote valenciano tuvo que ausentarse del acompañamiento por motivos de salud:

“(…) estaba la tarde destemplada, y yo mucho más; y el viento de Levante me traspasaba; hube de decir al caballero que me perdonase, que yo no estaba en disposición aquella tarde de recibir su favor por hallarme indispuesto, y que con su licencia me volvería a mi posada” (PÉREZ BAYER, F., 1988, 73).

Por su parte, BELLO, L. (1926/2007d) dice que las negativas opiniones de su admirado Antonio Ponz sobre Tarifa están sin duda alguna “inspiradas por el Levante, viento terrible que altera los nervios y acaba por predisponer a las enfermedades mentales. Cuando sopla Levante, los barcos huyen, los árboles se doblan y se agostan, y las gentes se malhumoran de un modo incomprensible para quien no conozca el motivo” (BELLO, L., 1926/2007d, 113). El viajero explica al lector los motivos de las precauciones de los tarifeños:

“Cuando llega el Levante hay que guarecerse en cualquier parte. Viene picado el mar, arrasando los montes y mordiéndonos en los nervios. Llena el Estrecho de una niebla muy peligrosa, y yo he visto a la entrada del faro una campana que se sumerge y suena bajo el agua, sustituyendo a los destellos del foco” (BELLO, L., 1926/2007d, 115).

Por su parte, CLEMENTE Y RUBIO, S. (2002) observa el paisaje que le envuelve por los campos de Tarifa en un siglo donde aún las colinas se poblaban del cultivo de la vid y estima las dificultades para sacar adelante las cosechas cuando dice que “hay unas 12.000 aranzadas de viña, todas endebles y que dejan con cepa muy baja por los Levantes y Sudoestes sumamente recios y frecuentes que las maltratan, dejan vara a las cepas” (CLEMENTE Y RUBIO, 2002, 118). Sin duda alguna, para el naturalista ilustrado el Levante, cálido y desecante, supone un freno para el desarrollo de la comarca:

“No cogen aceite alguno, es común opinión que no prueba el olivo en esta tierra; en efecto, así se cerífica en un pequeño olivar. Los Levantes que les destruyen muchos años la cosecha de trigo, a veces en la víspera de segarla les estropean las vides y sus flores (…)” (CLEMENTE Y RUBIO, S., 2002, 118).

La inseguridad de la frontera y el azote del Levante han dibujado un territorio en el que la despoblación y la ganadería caracterizan un paisaje agreste y desolado. PONZ, A. (1794/1972) dice que “desde Medina Sidonia a Tarifa cuentan nueve leguas sin encontrar pueblo alguno” (PONZ, A., 1794/1972, 70-71) y en su narración destaca el análisis realizado por el Barón de Bourgoing, que relaciona despoblación y tierras incultas con la gran propiedad privada. El viajero francés fecha el origen de esta despoblación en la Baja Edad Media, cuando “los principales señores que acompañaban entonces a los reyes reconquistadores, se hicieron adjudicar vastísimas heredades” (BOURGOING, 1797/1999, 545).

El Romanticismo cambiará la percepción del paisaje, pero insistirá en los mismos temas. Así, FORD, R. (1845/2008b) queda sobrecogido ante unas tierras que se suceden convertidas en campos sin cultivo ni provecho; para el viajero inglés, la despoblación genera un paisaje de soledades y las sensaciones que provoca la contemplación de anchas e incultas campiñas evocan ya sentimientos y emociones de carácter melancólico:

“El paisaje se vuelve ahora sumamente solitario, desértico y sin cultivo; el suelo, rico, bajo un sol vivificante, está abandonado a las hierbas salvajes y a los insectos: la tierra y el aire vibran de vida. Hay una grandeza melancólica en estas soledades, donde la naturaleza está dedicada de lleno a su potente labor creadora, sin cuidarse de la ausencia o presencia de ese insecto de mayor tamaño que es el hombre” (FORD, R., 1845/2008b, 134).

La ganadería es muy abundante por estos montes, incluso superior a la agricultura. PONZ, A. (1794/1972) dice que “desde el cortijo continué mi marcha por tierras negruzcas, a mi parecer, excelentes para las semillas del campo, pero destinadas a pastos casi todas ellas” (PONZ, A., 1794/1972, 73). La impronta ganadera de la comarca no pasa inadvertida a viajeras románticas como BRINCKMANN, J. (1852/2001) que se acercan a Tarifa:

“(…) se ven por aquí y allá rebaños dispersos, que parecen tan melancólicos como la encantadora naturaleza que les alimenta con plantas aromáticas, como el pastor que parece inmóvil como una roca” (BRINCKMANN, J., 1852/2001, 240).

El resultado es el de un paisaje agreste y desolado. PONZ, A. (1794/1972), como buen ilustrado amante de la foresta, dice que le causa “sentimiento ver tan pelados los cerros que observé más cercanos a Tarifa” (p.81) y para un romántico como el Marqués de Custine (1838/1989b), la aridez y dureza de estos montes le provoca un sentimiento sublime de grandeza; en su narración del viaje sentencia lo siguiente:

“Hay algo de sublime en el silencio, en la desnudez, en la desolación de las costas de Tarifa” (MARQUÉS DE CUSTINE, 1838/1989b, 16).

Por su parte, BELLO, L. (1926/2007d) asocia el paisaje del Estrecho a confín del mundo, trenzando las numerosas impresiones ligadas al Levante, el carácter rudo de sus murallas y castillo, su diminuto puerto, el paisaje del campo que pisó cuando inventariaba las escuelas por las aldeas del alfoz de Tarifa:

“Al volver al continente, pasando el puente levadizo, se nos aparece Tarifa, tal cual es, dando la cara, sobria y severa, el castillo de los Guzmanes, con su cala de pescadores, su playita llena de peñascos y su pobre destino de ciudad desterrada, olvidada en la ruta de los vientos” (BELLO, L., 1926/2007d, 114).

En la segunda mitad del siglo XX, Simone de Beauvoir confirma esta percepción de finisterre. En compañía de Sartre viaja por el sur de España, disfrutando de los paisajes andaluces pero detectando el aislamiento de la ciudad de Tarifa cuando dice que “tuvimos momentos muy felices. Coincidíamos en la admiración de los pueblos blancos de Andalucía, lo alcornoques desnudados hasta la cintura, las cuestas abruptas, del descenso de las sierras a la hora del crepúsculo. A pesar del esplendor del panorama que nos descubría en la lejanía del mar, la costa africana, sentimos juntos la desolación de Tarifa” (BEAUVOIR, 1999, 782). Su breve estancia en la ciudad quedó retratada de la siguiente forma:

“(…) almorzamos allí un pescado que nadaba en un aceite horrible, y nos abordó un niño, de unos doce años, para decirnos, en un tono que nos hirió el alma: “Tienen ustedes suerte, viajan: yo no me moveré jamás de aquí”. Pensábamos que, en efecto, envejecería en aquel cabo perdido de la tierra, sin que le ocurriese nada jamás” (BEAUVOIR, 1999, 782).

Como resumen, Bello, l. (1926/2007) sintetiza el carácter del paisaje del Estrecho con el siguiente testimonio:

“Una de las extensiones más despobladas de España, por donde el autobús corre, con pocos encuentros, como si fuera ya buscando otro Finisterre, otro cabo del mundo, y le abandonara Europa a su voluntario destino” (BELLO, L., 1926/2007, 113).

5. Conclusiones

El presente artículo ha dibujado un panorama general de los testimonios viajeros sobre el Estrecho de Gibraltar desde la perspectiva europea y viene a cubrir la carencia de trabajos realizados sobre este ámbito geográfico desde la perspectiva de la literatura de viajes. Se ha demostrado, dada la cantidad de fuentes utilizadas, que el territorio europeo del Estrecho se encuentra fuertemente connotad desde la mirada viajera, constituyendo uno de los paisajes más retratados de Andalucía. Asimismo, a través de la lectura de estas fuentes ha podido establecerse un argumento interpretativo sobre el Estrecho que retrata las claves paisajísticas transmitidas por viajeros de todos los tiempos y paradigmas culturales.

Por todo ello, este artículo es un primer estudio que permite contextualizar futuros trabajos en dos direcciones. En primer lugar, desde un punto de vista metodológico, profundizar en la aportación que la literatura de viajes puede hacer de cara a la interpretación paisajística. Es más, no sólo la literatura de viajes, sino distintas representaciones culturales como las obras derivadas de la mirada del geógrafo, el naturalista, el pintor o el escritor. Vistas geográficas como las de Anton van den Wyngaerde o Joris Hoefnagel, la cartografía histórica, textos geográficos, tratados naturalistas u obras pictóricas y literarias, pueden ser herramientas muy útiles a la hora de interpretar y valorar los paisajes.

Y en segundo lugar, respecto al ámbito del Estrecho de Gibraltar, este trabajo muestra los testimonios viajeros desde la perspectiva europea. En este sentido, un nuevo estudio nos llevaría a aproximarnos a la perspectiva del otro lado del paso marítimo, esto es, desde la orilla africana. Por otro lado, diversos temas son también muy sugerentes desde la literatura de viajes; así, la identificación de los recorridos y miradores más representativos, la contemplación y descripción del peñón de Gibraltar como geoforma e icono más emblemático del Estrecho, la pervivencia de los mitos de la Antigüedad, las descripciones de los paisajes urbanos de Tarifa o Algeciras, o el papel de Trafalgar desde la órbita de los viajeros franceses o ingleses, son buenos ejemplos de estos posibles trabajos.

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Notas

1. Universidad de Sevilla. clopez1@us.es