Centenario de la Asamblea Forestal
de Granada

Eduardo Araque Jiménez

Área de Análisis Geográfico Regional. Universidad de Jaén

Entre el 12 y 17 de mayo de 1913 se celebró en Granada la sexta Asamblea forestal, organizada por el Cuerpo de Ingenieros de montes con el objeto de dar a conocer los avances más relevantes en los trabajos que la Administración tenía encomendados a estos profesionales. Este tipo de reuniones científicas, habituales en otros países europeos donde la ciencia forestal se hallaba más adelantada, se consideraban especialmente importantes por lo que suponían de puesta en común e intercambio de datos y protocolos de actuación entre Ingenieros que llevaban a cabo experiencias similares, pero que muy pocas veces tenían oportunidad de contrastarlas. El aislamiento físico en el que desempeñaban su labor muchos de ellos así como la enorme carga de trabajo que soportaban, apenas les permitían abandonar sus destinos para compartir con otros compañeros sus inquietudes profesionales, o para tratar de buscar soluciones a los problemas más acuciantes a los que se enfrentaban en su quehacer diario.

Desde 1907, momento en que tuvo lugar la primera Asamblea en la Escuela especial de Ingenieros de montes de San Lorenzo del Escorial, venían sucediéndose esta clase de eventos, que antes de recalar en Granada ya habían tenido como escenario las ciudades de Murcia (1908), Valencia (1909), Madrid (1910), Zaragoza (1911) y Lérida (1912)1. Las primeras reuniones se centraron de forma casi monográfica en la repoblación forestal, cuyo auge había sido espectacular desde los años postreros del siglo XIX, una vez que el Estado decidió afrontar el grave problema que se presentaba en las regiones de cabecera de las principales cuencas hidrográficas del país. Con el paso de los años la temática se fue diversificando y comenzaron a cobrar importancia otro tipo de cuestiones forestales de similar relevancia a la repoblación de los montes, tales como aprovechamientos, ordenaciones, gestión forestal, etc.

Habitualmente las Asambleas constaban de dos partes bien diferenciadas. En la primera de ellas, tras la conferencia inaugural impartida por algún insigne profesional del Cuerpo de montes, o por cualquier otra personalidad de reconocido prestigio relacionada con la política forestal del momento, los participantes presentes exponían los trabajos elaborados para la ocasión, en los cuales daban cuenta exhaustiva de los métodos y técnicas que venían aplicando en sus respectivas demarcaciones territoriales. Acto seguido se abría un turno de intervenciones en el que cada asambleísta podía preguntar sobre los aspectos generales planteados, o bien requerir datos más precisos sobre la experiencia expuesta. En caso de que el autor no hubiera podido asistir a la Asamblea, situación harto frecuente por las dificultades para obtener licencia y ausentarse de los Distritos forestales, un compañero se encargaba de leer el trabajo redactado, pero igualmente podía entablarse un debate sobre las ideas vertidas en la comunicación expuesta.

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Como complemento a la exposición de comunicaciones, en todas las Asambleas se dedicaba un día a la celebración de excursiones en las que los participantes conocían sobre el terreno aquellos trabajos forestales más singulares y destacados que se estaban desarrollando en el Distrito forestal que los acogía. Habitualmente el Ingeniero encargado de dirigir esos trabajos se ocupaba de explicar a sus compañeros de forma pormenorizada las características más relevantes de las actuaciones emprendidas, en tanto los asistentes solían hacer toda clase de observaciones acerca de las técnicas y métodos empleados, teniendo siempre en cuenta los resultados alcanzados en otros trabajos similares ejecutados en aquellas provincias de las que procedían.

La elección de la ciudad de Granada como sede de la Asamblea, no fue en modo alguno casual. Al margen de su crecida fama como ciudad eminentemente universitaria, donde enseñaban algunos de los científicos más prestigiosos del país, la provincia granadina venía siendo objeto desde comienzos de siglo de algunas actuaciones forestales que presentaban un gran atractivo para los profesionales de la ingeniería de montes tanto por su complejidad técnica como por los beneficios sociales que se esperaban de ellas.

Aunque sólo sea de una forma telegráfica, conviene recordar, puesto que apenas se le ha prestado atención hasta el momento, que en 1905, tras la reorganización de las divisiones hidrológico-forestales, habían dado comienzo los trabajos de repoblación forestal y corrección hidrológica de algunos de los afluentes del Guadalfeo que venían a desembocar en la vega de Órgiva. Los frecuentes desbordamientos de esta arteria, origen de la ruina de miles de agricultores asentados en sus inmediaciones (recuérdense, a título de ejemplo, las frecuentes cuestaciones públicas para socorrer a los damnificados de Motril y Salobreña), eran tan temibles como los tremendos deslizamientos que habían tenido lugar en la cara sur de Sierra Nevada. En uno de éstos, ocurrido a comienzos del siglo XIX, desapareció por completo el pequeño núcleo de Barja, perteneciente al municipio de Cáñar, mientras que las localidades de Soportújar y Carataunas habían estado a punto de correr la misma suerte tras algunos de los fuertes temporales acaecidos durante la segunda mitad de esa misma centuria.

Por otro lado, con el fin de defender las feraces vegas granadinas de las continuas crecidas del Genil, en los primeros años del siglo XX se habían puesto en marcha los trabajos preparatorios para la repoblación forestal de la cabecera de la cuenca de este río. En un primer momento se procedió a la división de la sección en cinco perímetros de repoblación, dos de los cuales afectaban por completo a montes de propiedad privada, mientras que los tres restantes se extendían por distintos montes pertenecientes a los municipios de Quéntar, Víznar y Alfacar. Puesto que no se contaba con consignaciones presupuestarias para abordar la expropiación de los degradados montes particulares, los trabajos en la sección se habían concentrado en el perímetro del que formaban parte la Dehesa Alfaguara, perteneciente a los propios de Alfacar, y el monte Sierra de Víznar. En los dos casos se había creado una pequeña infraestructura de apoyo a la repoblación forestal y se habían empezado a ejecutar algunas plantaciones de pinos y robles con cierto éxito, de manera que en pocos años se esperaba corregir por completo la torrencialidad del Genil.

La Asamblea granadina dio comienzo el 12 de mayo con la lectura de los trabajos aportados por los Ingenieros asistentes, interviniendo en primer lugar Manuel Fernández de Castro para explicar las labores realizadas en la sección del Genil entre 1910 y 1912, momento en el que el autor había estado al frente de ellos. Ese mismo día y el siguiente, así como el 16 y 17 de mayo, se leyeron el resto de las comunicaciones presentadas a la Asamblea, consagradas mayoritariamente a la descripción de los trabajos de repoblación forestal efectuados en distintos montes y cuencas hidrográficas españolas. Junto a ellos, se dieron a conocer otros trabajos de temática muy variada, como el que presentaba Enrique de las Cuevas relativo a la segunda brigada de ordenaciones de la provincia de Cuenca, o el de José Prieto sobre policía de pesca en aguas dulces. Así mismo se presentaron algunas comunicaciones que contenían propuestas sumamente novedosas, producto de los estudios y observaciones realizadas por sus autores en distintos países europeos. En este sentido son dignas de reseñar las dos aportaciones efectuadas por Ricardo García Cañada relativas, la primera de ellas, a la instalación de una sección de crustacicultura en la piscifactoría del Monasterio de Piedra, y la segunda a la creación de un laboratorio ictiogénico en el municipio de Albarracín.

Tras la exposición de los primeros trabajos presentados, el 14 de mayo se efectuaron las dos salidas de campo programadas. Para ello los excursionistas se dividieron en dos grupos, uno de los cuales se dirigió a la cuenca del Guadalfeo mientras que en el otro, acompañado del Gobernador civil, lo hacía a la cabecera del Genil.

Los participantes en la primera de estas excursiones se dirigieron en dos vehículos hasta la localidad de Órgiva, donde el Ingeniero José Almagro, encargado de los trabajos, ofreció las explicaciones pertinentes acerca de la actuación forestal que venía llevándose a cabo en las vertientes del Guadalfeo. A caballo, los excursionistas ascendieron hasta la casa forestal de Órgiva (1223 m.), pudiendo comprobar a lo largo del río Chico la cantidad y el volumen de los arrastres evacuados, así como el carácter deleznable de los terrenos que atravesaban. Después de almorzar continuaron la ascensión hasta el cerro de La Atalaya (1653 m.), donde Pedro de Avila explicó la constitución geológica y las características botánicas de Sierra Nevada, que había recorrido con Máximo Laguna. Visitaron después el famoso “rehundido” de Soportujar, un profundo deslizamiento en la ladera sobre la que se asentaba esta pequeña localidad alpujarreña que se originó tras la fuerte tormenta del 26 de julio de 1860. Como consecuencia de este desastre, los arrastres que se encauzaron a través del río Chico arrasaron por completo la vega de Órgiva, además de provocar la destrucción de la carretera que comunicaba a esta localidad con Granada. Para evitar estas perniciosas consecuencias se había puesto en marcha un plan de corrección hidrológica y repoblación forestal que los excursionistas conocieron con detenimiento.

La excursión a la cabecera del Genil estuvo dirigida por los Ingenieros Faustino Pérez Cirera, que en aquel momento tenía a su cargo esta sección, y por Manuel Fernández de Castro que, como ya hemos dicho, había trabajado en ella con anterioridad. Los asambleístas se dirigieron a Alfacar con el fin de visitar la Dehesa de la Alfaguara, donde contemplaron las primeras repoblaciones de Pinus pinaster y Pinus sylvestris que se habían efectuado en 1910. Posteriormente se dirigieron al vivero construido en el monte desde el cual no sólo se atendía al suministro de plantones para reforestación de la sección sino también a otros eventos como la fiesta del árbol, muy popular en aquellos años en las localidades próximas a la Dehesa. De ahí que no sólo se cultivaran pinos sino también otras muchas especies exóticas que luego se introducían en los parques y jardines urbanos. Tras visitar la casa forestal existente en el monte, recolectaron algunas plantas silvestres, finalizando la excursión con la visita a una posada de colmenas en la que el Ayudante de la sección realizaba distintos experimentos para mejorar la capacidad de producción de miel, una actividad embrionaria en aquel momento pero a la que se auguraba un gran porvenir.

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El acto de clausura de la Asamblea se celebró el 17 de mayo en el Paraninfo de la Universidad, donde Ricardo Codorniu y Stárico, Inspector jefe del servicio de repoblaciones forestales y verdadero animador de estas reuniones forestales desde que se pusieron en marcha, dictó una conferencia magistral sobre repoblaciones forestales y piscícolas. A la disertación de Codorniu asistieron las máximas autoridades eclesiásticas, civiles y militares de la provincia, así como un numeroso grupo de profesores universitarios, señal inequívoca de la enorme expectación que había suscitado en la ciudad este evento científico y, desde luego, la presencia de uno de los mayores expertos nacionales en la técnica de la repoblación forestal.

En su intervención, Codorniu comenzaba diferenciando las competencias de cada uno de los grandes servicios que componían la Administración forestal, a saber, distritos forestales, ordenaciones y divisiones hidrológico-forestales, para centrarse con minuciosidad en la explicación de los cometidos de este último, que conocía a la perfección por el cargo que desempeñaba. Las funciones de las divisiones no eran otras que la fijación y repoblación de aquellas porciones del territorio cuya deforestación era causa de innumerables perjuicios tanto a las infraestructuras como a los campos de cultivo. En sus manifestaciones extremas, las consecuencias de la desprotección de los suelos por ausencia de cubierta vegetal también podían ser aciagas para el hombre, como reiteradamente los demostraban las crecidas de algunos ríos, y no sólo en la vertiente mediterránea.

Para demostrar sus afirmaciones, Codorniu acompañaba sus palabras con algunas diapositivas elaboradas por su compañero José Almagro, en las que podían comprobarse los efectos de la erosión en la cuenca del Guadalfeo. Particularmente ilustrativas resultaban las imágenes correspondientes a la cuenca del río Chico, donde se demostraba como la parte deforestada de la ladera había sido objeto de los profundos ataques de la erosión mientras que los robledales del montes de Cañar apenas se habían visto afectados por la fuerza destructora del agua. Otras diapositivas proyectadas mostraban el favorable efecto de los trabajos de corrección hidrológica, a base de diques de contención, y de las repoblaciones forestales con pinos negral y silvestre, todo lo cual había impedido, entre otras cosas, la desaparición del núcleo urbano de Bayacas.

La segunda parte de la conferencia la dedicó Codorniu a exponer los avances registrados en el campo de la piscicultura. Desde 1867, cuando se iniciaron los primeros trabajos sobre el particular en el Monasterio de Piedra, hasta 1912, se había asistido en España a un continuo progreso en la cría de truchas y salmones en piscifactorías, cuyo objetivo final no era otro que utilizar esos ejemplares en la repoblación natural de aquellos ríos en los que por diferentes causas, imputables las más de las veces a la mano del hombre, las poblaciones habían comenzado a escasear. Esta acción de restauración de la riqueza natural se había visto favorecida, además, por la eliminación de algunas técnicas de captura altamente perniciosas, y por el establecimiento de períodos de veda de pesca en los ríos.

El interés concitado por la reunión de Granada quedó patente a través del número de contribuciones de los asistentes, uno de los más abultados de esta clase de eventos. Una parte de esos textos se publicaron en el libro correspondiente a la Asamblea2 mientras que casi todos los restantes vieron la luz en la Revista de Montes, órgano de expresión del Cuerpo de montes desde mediados del siglo XIX.

1. Cada una de estas Asambleas dio origen a un libro en el que se recogían la totalidad o una parte de las comunicaciones aportadas por los participantes, así como los discursos de las personalidades invitadas

2. Cuerpo Nacional de Ingenieros de Montes (1913): Asamblea forestal celebrada en Granada del 12 al 17 de mayo de 1913. Crónica y trabajos presentados. Madrid. Imprenta Alemana.