Metodología y fuentes para el estudio de una arquitectura rural desaparecida: las chozas del Norte de la provincia de Córdoba

Ricardo Manuel Luque Revuelto1 | Rafael Pulido Jurado2

Recibido: 03/11/13 | Aceptado: 24/03/14

Resumen

Chozas, chozos, chozuelos, cabañas, barracas, tapichozas, albergues, casillas, casas pajizas, chamizos, cobertizos, rosqueras, torrucas, casal, hormazos, bombos, cubillos, etc. son términos que designan formas de hábitat rural hoy desaparecidas en nuestra geografía y que han recibido calificativos como son los de vivienda mínima, casa vegetal, construcciones auxiliares, arquitectura vernácula o doméstica, morada básica, etc. Se trata de unas construcciones que son el último escalón en la escala del poblamiento, que cuentan con un enorme valor geográfico, histórico y etnológico, y que nos hablan de una manera de vivir, de trabajar y de subsistir de las gentes que nos han precedido. Las dificultades que encierra su estudio han influido en el hecho de que los estudios de geografía no hayan podido atender suficientemente su investigación, Así pues, el principal objetivo de este artículo consiste en desvelar las fuentes más apropiadas, así como la metodología más eficaz para el estudio de dicha arquitectura rural popular.

Palabras clave: chozas, hábitat rural, arquitectura rural, Sierra Morena, Geografía Rural.

Abstract

Methodology and sources for to the study of one of the sample of rural architecture which has already disappeared: the huts of the North of the province of Córdoba

Chozas, chozos, chozuelos, cabañas, barracas, tapichozas, albergues, casillas, casas pajizas, chamizos, cobertizos, rosqueras, torrucas, casal, hormazos, bombos, cubillos, etc. are terms designating rural habitat forms which do not exist any more in our country today, and which have also been known as minimum housing, plant houses, auxiliary buildings, vernacular or home architecture, basic dwelling, etc. These are buildings that are considered as the last step in the scale of the settlement, but on the other hand, they have enormous geographical, historical and ethnological value. These places give us plenty of information about the way of living of the people who preceded us. The difficulties found in the study of these houses have been due to the failure in the geographical research, therefore, the main objective of this paper is to uncover the most appropriate sources as well as the most effective methodology for the study of this popular rural architecture.

Keywords: huts, rural habitat, rural architecture, Sierra Morena, Rural Geography.

Résumé

La méthodologie et les sources pour l’étude de l’architecture rurale aujourd’hui disparue: les huttes du Nord de la province de Cordoue

Chozas, chozos, chozuelos, cabañas, barracas, tapichozas, albergues, casillas, casas pajizas, chamizos, cobertizos, rosqueras, torrucas, casal, hormazos, bombos, cubillos, etc. sont des termes désignant des formes d’habitat rural disparues aujourd’hui dans notre pays et qui ont reçu des qualificatifs tels que le logement minimum, maison vegetale, bâtiments annexes, l’architecture vernaculaire ou à la maison, un logement de base, etc. Ce sont des bâtiments qui sont la dernière étape dans l’échelle de l’établissement, qui ont une énorme valeur géographique, historique et ethnologique, et ils nous parlent d’un mode de vie et la subsistance des personnes qui nous ont précédés. Les difficultés rencontrées dans l’étude ont influencé le fait que les études de géographie n’ont pas réussi à répondre adéquatement leurs recherches. Par conséquent, l’objectif principal de cet article est de découvrir les sources les plus appropriées ainsi que la méthode la plus efficace pour l’étude de l’architecture populaire rurale.

Mots-clés: huttes, l’habitat rural, l›architecture rurale, Sierra Morena, la géographie rurale.

1. Introducción

Este tipo de construcciones son una forma de hábitat rural hoy en desuso, pero hasta los años sesenta muy extendida. Las chozas -llamémoslas en adelante así, de forma genérica, a este tipo de construcciones- han estado siempre ligadas a sistemas de aprovechamientos agropecuarios, en la mayoría de los casos no encuadrados dentro de las poblaciones, sino diseminadas por el territorio, o focalizadas en el extrarradio periurbano, con connotaciones negativas y de marginalidad. Eran construcciones auxiliares de la arquitectura rural: viviendas de jornaleros, hortelanos y campesinos, albergue de canteros, refugios de pastores y resguardo para ganado durante muchas generaciones, si bien, por su propia naturaleza no han llegado prácticamente hasta nosotros.

El resultado es que esta arquitectura tradicional continua estando dentro de lo que por unos se denomina “patrimonio menor”, o por otros “patrimonio cultural prescindible”, o por terceros “arquitectura efímera”, de manera que su perdida no supondría un menoscabo importante de nuestro ya importante patrimonio cultural y arquitectónico (Torrico, 1993: 58). A nuestro entender estas apreciaciones debieran de ser completamente diferentes, y para argumentarlo podríamos utilizar algunos ejemplos cercanos, que buenamente se podrían hacer extensibles a otras geografías: la Mezquita de Córdoba o la Alhambra de Granada quedan incompletas sino se contemplase el blanco y humilde caserío que las rodea en las callejuelas de la Judería o del Albaicín, incluso seguirían incompletas sino se aprecia el trazado urbano en el que se inscriben. Así, de la misma manera, los chozos entablan una importante relación con el territorio en el que se insertan pues son el último eslabón en la cadena del hábitat, cadena que comienza en los conjuntos monumentales de los pueblos, se continúa en los blancos y apiñados caseríos y termina en los espacios agrarios, utilizando como eslabón intermedio, la red diseminada cortijos y haciendas rurales. De la misma manera que la Mezquita o la Alhambra sin sus trazados urbanos, los chozos continuarían sin sentido, si no existe la consideración de los paisajes agrarios en los que se inscriben.

La vivienda rural tiene un profundo sentido geográfico o como afirmaba Demangeon: “la casa es el elemento más vivo de los que componen el paisaje rural” (Demangeon, 1963: 157). La adaptación al medio, el uso de materiales locales, el tipo de plano, la influencia de los hechos históricos y, sobre todo, las funciones agrarias y las dimensiones de las explotaciones agrarias son los principales elementos constitutivos de la vivienda campesina como ya apuntase, no solo A. Demangeon, sino J. Tricart (1956), J. Robert (1972), M. Derruau (1974) o P. Gourou (1976),

Ciertamente, cualesquiera que sean las manifestaciones de hábitat rural, por modestas que estas sean, constituyen un hecho geográfico relacionado con el poblamiento que no conviene pasar por alto, pues nos hablan de unos usos y unas formas sostenibles de resolver los asuntos más cotidianos de la existencia entablando una relación con el territorio y sus recursos (Luque, 2012: 180). Las viviendas mínimas se fijan en ese territorio de forma casi desapercibida, utilizando solo los materiales que la naturaleza ofrece: piedra, madera y vegetales; hasta tal punto que el mimetismo con el paisaje en el que se insertan resulta asombroso. Están perfectamente imbricadas en los paisajes agrarios en los que se insertan, dotándolos a su vez de significado y riqueza, de una unidad y una particularidad que la hace perceptible, no solo para los que nos acercamos a su estudio, sino a todos aquellos que la contemplan. Precisamente, esta arquitectura: “siempre ha mostrado un admirable talento para ubicar sus edificios en el medio natural, y en vez de cambiar la naturaleza, se adaptan al clima y aceptan el desafío de la geografía con los recursos que esta misma les oferta” (Fernández Álvarez, 1991: 47).

Pero, indudablemente, también nos hablan de unos usos y unos modos sociales asociados a unos periodos históricos concretos en los que los pastores, porqueros, jornaleros u hortelanos en el último peldaño de la escala social padecieron incontables miserias y privaciones. La arquitectura tradicional constituye hoy en día uno de los referentes a tener en cuenta cuando se quieran establecer las diferencias culturales entre diferentes grupos sociales (Torrico, 2000: 279 y ss). Y como componente cultural que es el hábitat, constituye un elemento vivo y en permanente evolución y transformación, de manera que cuando sus moradores emigraron al extranjero o se marcharon a la ciudad, sucumbieron muchas de estas efímeras construcciones. Pero no solo desaparecieron sus frágiles muros y techumbres, también se derrumbaron los modos y usos sociales de las personas que cobijaban y las técnicas que hicieron posible estas formas de hábitat.

Las numerosas investigaciones referidas a marcos espaciales reducidos como los estudios de casos, o incluso muchos otros centrados en la comarca o el municipio, no siempre muestran unas pautas metodológicas claras o la suficiente atención a la consideración de las fuentes para su estudio. Hecho que se manifiesta en la dificultad de poder hacer síntesis regionales a partir de estudios localizados a un nivel comarcal o inferior. Tal vez sea conveniente replantear la investigación desde la base, e iniciar los trabajos sobre los cimientos de un estudio exhaustivo de las fuentes, apoyándose en unos criterios metodológicos adecuados, que partiendo de la catalogación de las edificaciones y el análisis e interpretación de las mismas, permita establecer una adecuada interpretación a diferentes escalas espaciales.

La necesidad de establecer una metodología y disponer de unas fuentes adecuadas para pergeñar el estudio de estos modos de hábitat surge de un proyecto conjunto de los autores sobre el Norte de la provincia de Córdoba, con el convencimiento de que en buena medida se pueden aplicar las conclusiones expuestas a las investigaciones que se puedan llevar a cabo en otros espacios de la geografía andaluza o española.

Los objetivos que se persiguen en el presente trabajo son:

• Conocidas son las grandes haciendas de olivar, las barracas valencianas, las pallozas o las molinas y lagares que salpican los diversos paisajes agrarios peninsulares, y no menos conocidas son las fuentes y la metodología para estudio, que se fundamentan en la mejor o peor conservación de bastantes ejemplares o en el estudio de los más señeros. Pero no ocurre otro tanto con los chozos y las chozas, casi totalmente desaparecidos o en vías de hacerlo irremisiblemente. Así pues, se trataría de cubrir un importante hueco que resta en el conocimiento de estos modos de hábitat –patente incluso en los diferentes inventarios de arquitectura popular andaluza- y de procurar actuar con la necesaria urgencia antes que desaparezcan totalmente.

• Facilitar el conocimiento de las posibles fuentes que aportan informaciones significativas, ponderar su utilidad, así como tratar de explicar las posibles disfuncionalidades y el posterior tratamiento de las mismas constituiría el siguiente objetivo del presente trabajo.

• Otro de los objetivos principales sería el de establecer un modelo, o al menos una serie de pautas válidas, para el estudio de dichas formas de hábitat irrepetibles, así como de dirimir la mejor forma en la presentación de los resultados obtenidos.

• Matizar el estudio de sus elementos integrantes tales como: su funcionalidad en relación con el modelo socioeconómico que los originó, el conocimiento de unas técnicas constructivas acrisoladas en el transcurso de los siglos y hoy en día desaparecidas, etc.

• Por último, se trataría de alentar a los estudiosos de los temas de hábitat a emprender las investigaciones oportunas que permitiesen potenciar el estudio, catalogación, protección y difusión del conocimiento de este conjunto arquitectónico y de esta forma ir completando el mapa de la morada básica, bien sea a escala local, comarcal, regional o sencillamente mediante la aportación de estudios de caso.

2. Metodología

El logro de los objetivos expuestos requiere del concurso de una metodología específica que es la que nos brinda la ciencia geográfica. Por una parte, la observación detallada de los hechos y de las construcciones a diferentes escalas, con el concurso de las oportunas fuentes y bibliografía, seguido del registro y del establecimiento de un modelo de poblamiento y de las tipologías constructivas que muestra este tipo de hábitat, y ultimado por las oportuna interpretación de los hechos observados, que puedan determinar la aparición, evolución, relación con el medio físico y con los paisajes agrarios, distribución espacial y características tipológicas, nos parece ser la metodología adecuada a seguir.

Pero, habida cuenta de la gran multitud y heterogeneidad de los factores que intervienen en los hechos del poblamiento y del hábitat, parece correcto mantener también un enfoque un tanto más amplio que el de los postulados de la Geografía. Más allá van los etnógrafos, antropólogos, economistas o arquitectos que relacionan la edificación con el hombre y sus estructuras mentales, económicas y sociales. La adopción de un criterio metodológico más amplio permitiría integrar las aportaciones de la Etnografía, la Economía, o incluso la Arquitectura y de otros puntos de vista culturales. Hecho que podemos apreciar en la amplitud y variedad de obras existentes, que da lugar no solo a la consideración de los aspectos relacionados en los estudios tradicionales sobre hábitat rural, particularmente con los de la escuela francesa, sino que también permite la atención hacia aspectos de orden técnico, ideológico o arquitectónico, cuestiones estas que relacionan la arquitectura con el hombre y sus estructuras mentales y sociales, y sobre las que a veces resulta difícil alcanzar una gran exhaustividad sino no es por la mejor comprensión que puedan ofrecer los hechos geográficos.

2.1. Delimitación del marco espacial: la comarca como marco privilegiado de estudio

Un primer aspecto a tener en cuenta consiste en la delimitación de un marco geográfico adecuado para el estudio. En la comarca encontramos el marco espacial acotado en donde se encierran una gran cantidad de factores y elementos ya referidos. No en balde, los geógrafos del siglo XIX insistieron en los caracteres físicos y humanos como elementos integradores de la comarca, aproximándose así al concepto de región natural. Concepción que encontramos particularmente reflejada en la obra de Dantín Cereceda (1922: pp. 2-4) y que diferencia sus elementos constitutivos de las íntimas relaciones existentes entre ellos, relaciones que pueden apreciarse a través de la arquitectura rural tradicional. Es así como la existencia de unos rasgos físicos similares (clima, geología, etc.) influirán en una unidad arquitectónica en lo concerniente a sus elementos estructurales (materiales utilizados, grosor de los muros, tipo de cubiertas, vanos, etc.) o estéticos.

Pero esa unidad viene marcada también por los factores humanos, pues es el hombre y sus actuaciones el que modifica el espacio (ibídem, p. 46 y ss.) parcelando la superficie de cultivo, trazando caminos y construyendo albergues. Tanto la comarca como las relaciones socioeconómicas actúan como elementos de cohesión interna, a la vez que actúan como elementos diferenciadores; además pueden establecer barreras con respecto a otras, aislándose del exterior y, desde luego, dotando a la comarca de una personalidad propia. Estas relaciones seculares y estos modos de vida y de hábitat únicamente se han visto desestructuradas en las últimas décadas por los procesos de terciarización y urbanización en los que se ha visto inmerso el campo español.

Con un marco territorial inferior a la comarca se muestra el municipio, como una fracción más de ella. Puede ser un espacio apropiado a nivel de catalogación, incluso de protección, puesto que son los ayuntamientos los que detentan de instrumentos suficientes en materia urbanística para hacerla posible.

Por consiguiente se ha de profundizar el estudio de la arquitectura rural tradicional a partir de la consideración de espacios comarcales. Únicamente a través de ellos podremos aspirar a unas síntesis a nivel regional donde se expliquen, desde sólidas bases, aspectos tales como la conformación o la difusión de determinadas tipologías, las características diferenciales que presentan unas construcciones de unos espacios respecto a las de otros, etc.

2.2. El trabajo de campo

Delimitado el marco espacial objeto de estudio, el siguiente paso consiste en la consideración de la recogida sistemática de información y catalogación de los edificios, hasta llegar al análisis e interpretación de los mismos. Su importancia es capital pues prácticamente solo sobre estos trabajos, que permiten salvar la presencia de las chozas, al menos de forma gráfica y fotográfica, podrá fundamentarse tanto su estudio, como una posterior valorización de las mismas.

Imagen 1. Ejemplo de una hoja del cuaderno de campo

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Fuente: elaboración propia.

El trabajo de campo requiere una importante inversión en tiempo y recursos por lo que es necesario realizarlo de forma sistemática y muy pensada. Previamente es preciso trabajar la cartografía y otras fuentes, trazar un itinerario e iniciar una búsqueda que no siempre puede concluir de forma satisfactoria, al no quedar muchas veces ni rastro de la construcción buscada. Pero otras, es la casualidad la que hace que, en el deambular por el territorio, se localicen construcciones que no han aparecido en las fuentes o en la cartografía.

El cuaderno de campo (Imagen 1), el GPS y la cámara fotográfica serán las herramientas indispensables que se utilizarán para luego ir completando las correspondientes fichas de inventario. Aunque el principal objetivo es la localización de chozas y recoger toda la información posible de ellas, habrá que aprovechar nuestra estancia en el medio rural para obtener un perfecto conocimiento del marco espacial donde se asientan, procurando despojar los paisajes rurales de aquellos elementos introducidos por los procesos de modernización recientes, de manera que podamos lograr una visión lo menos contaminada posible de lo que fueron dichos paisajes tradicionales.

El trabajo de campo resultará fundamental para conocer la distribución y las peculiaridades de estos albergues rurales; poder diferenciar tipologías, en función de las comarcas en las que se ubican o por la dedicación de las explotaciones, en las que actúan como instalaciones auxiliares, etc. El trabajo de campo permitirá la obtención inmediata de datos, la observación directa de los paisajes en los que se insertan las construcciones, la extracción de ideas generales sobre su fisonomía y el modo en que resuelven las necesidades cotidianas de la existencia, y la verificación de lo observado en la cartografía y en las fuentes documentales y estadísticas.

2.3. Recogida de información y catalogación de los edificios: el inventario

A partir del trabajo de campo ya es posible ir realizando las tareas de inventario, sin perjuicio de que este se pueda ir enriqueciendo a medida que se vayan produciendo nuevos aportes procedentes de las fuentes documentales u orales.

Conscientes del peligro de desaparición que sufre este patrimonio por el paso del tiempo y las continuas agresiones que padece, al haber perdido la funcionalidad que le caracterizaba, es preciso dedicar un gran esfuerzo a una extensa y sistemática labor de inventario que permita salvar la presencia de estas construcciones, al menos de forma escrita y gráfica, en previsión de una desaparición completa a corto plazo.

Además de este gran valor testimonial, el inventario reporta otra serie de ventajas (Cruz Orozco, 1993: 284):

• Únicamente sobre estos trabajos de catalogación podrán establecerse similitudes y diferencias tipológicas que permitan diferenciar modelos espaciales diversos a distintas escalas: municipales, comarcales o regionales.

• Superada la posible banalidad de un elemento aislado, mejor o peor conservado, y por encima de su relevancia artística, se puede trascender al significado cultural de un conjunto representativo de una época o de unas gentes con rasgos o intereses similares

• El inventario constituye una base sólida para la investigación de estas viviendas por parte de una amplia comunidad científica de estudiosos de diferentes ramas del conocimiento, base a la que se le pueden aplicar desde técnicas de análisis cuantitativas hasta modelos de análisis espacial, etc.

• Para los gestores del patrimonio supone un instrumento administrativo indispensable, que se ha convertido requisito obligatorio, figurando en los primeros artículos de las sucesivas leyes de patrimonio, tanto estatales como autonómicas. Señalemos que ya en su artículo primero la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español lo plantea como una exigencia; o, la más reciente Ley 14/2007 de 26 de noviembre del Patrimonio Histórico Andaluz crea el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, en el que se incluyen todos los bienes declarados BIC. También incorpora la figura del Lugar de interés etnológico, como aquellos parajes naturales, construcciones o instalaciones vinculados a formas de vida, cultura y actividades tradicionales del pueblo andaluz, y que merezcan ser preservados por su valor etnológico.

• Para la ciudadanía y otros actores sociales los inventarios que se publican permiten el conocimiento y el alcanzar una necesaria concienciación social de cara a su puesta en valor.

Se podría diferenciar un conjunto de facetas principales que atañen al registro de este tipo de construcciones rurales: en primer lugar, la faceta territorial que incluiría la localización geográfica, la toma de datos del paraje en donde se ubica y las características técnicas y constructivas de la edificación, tareas todas estas que puede realizar solo el investigador durante su trabajo de campo; en segundo lugar se debe recoger el contexto social y las formas de vida de sus moradores. Dicha información tiene un componente testimonial y oral, pero desaparecidos los protagonistas -ya vacíos los campos sin su paisanaje-, esta tarea resulta en la mayoría de los casos imposible, por lo que la tarea del inventario queda incompleta en bastantes casos3, aunque no en todos, como se puede apreciar en el ejemplo de ficha de inventario que presentamos (Imagen 2) y que recoge la cronología y las correspondientes fuentes orales.

El trabajo de inventario se debe verter en una base de datos que recoja toda la información posible para cada uno de los ítems o construcciones. Las correspondientes fichas sintetizarán dicha información, incluyendo aspectos visuales y gráficos que se hayan recogido en el trabajo de campo. Asimismo deben permitir la incorporación de las nuevas informaciones que vayan apareciendo en el transcurso de la investigación.

Imagen 2. Ejemplo de ficha de inventario

Catálogo de construcciones (nivel I). Chozo Botella Ficha nº00 ref. BEL 10

Coordenadas UTM: WGS84 30S x.307925 y.4268357 Alt: 510 m.

Planta y alzado

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Municipio: Belalcázar (Córdoba). Comarca: Los Pedroches (Sierra Morena).

Paraje y otros topónimos: Cerro de Los Álamos, La Atalaya, Fuente Blanca y Ermita de la Consolación.

Acceso: abierto. Propietario: privado.

Tipología: circular de cúpula. Tipo de hábitat: aislado.

Usos: ganadero (albergue de pastores y porqueros).

Cronología: se construyó en 1895.

Conservación: ruinas (peligra la estabilidad de la cúpula, donde existe un gran hueco producido después de 2008, al igual que en un tramo del zócalo).

Características y técnicas constructivas: asentamiento: en una suave elevación, dominando una amplia llanura; disposición: se encuentra integrado dentro de un conjunto de corrales y zahurdas; planta: circular; paramentos: piedra semilabrada (granito) tomada con barro; revoques: todo el interior aparece enfoscado con mortero de cal y pintado de ocre con una línea negra delimitando un zócalo. En el exterior sólo se conserva un enlucido en la bóveda; solera: no apreciable; cubierta: ejecutada con cúpula semiesférica de ladrillos macizos, trabados en horizontal; elementos: debió de disponer de una chimenea con tiro, según se aprecian sus restos en el muro. Igualmente en la cúspide de la bóveda se abre un pequeño hueco para ventilación. Aparecen tres hornacinas adinteladas a lo largo del zócalo. La entrada tiene dinteles y jambas de granito labrado de cantería; reformas: no apreciables.

Plano del conjunto

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Planimetría: planta exterior: 4.50 m. diámetro; planta interior: 3.30 m. diámetro; ancho muro: 0.60 m. alturas: exterior: 3.80 m.; interior: 3.70 m.; alero: 2.10 m. entrada: (abocinada al exterior): 0.60 – 0.65 x 1.25 m.; otros elementos: ladrillos: 0.23 x 0.12 x 0.4 m. hornacinas: 0.45 x. 0.30 x 0.50 m.; 0.40 x. 0.43 x 0.40 m.; 0.43 x. 0.45 x 0.40 m.; orientación de la entrada: E.

Fotografías

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Otras construcciones: tiene anexionado un corral de tapias muy altas y una zahurda criadera de gran tamaño.

Fuentes orales: El informador Antonio Fernández Torrero (Belalcázar 1937, agricultor-ganadero) comenta, que hace 70 años que lo conoce deshabitado y con el mismo aspecto.

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Fuentes documentales:

Observaciones: fue construido por el albañil Pedro Pineda Herrera a finales del siglo XIX, siendo este el constructor de la mayoría de los cortijos del entorno (María Pineda Tocado, conv. pers.). En las proximidades existe o existía una fuente con brocal de granito, llamada la “Fuente Blanca”, por el color de sus aguas y considerada como una de las mejores de todo el término municipal.

Reconstrucción

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Equipo de Trabajo: Rafael Pulido Jurado (2010).
Colaboradores: Luis Fernández Torrero.

Fuente: elaboración propia.

La primera indicación que debe incluir la ficha de inventario es la denominación de la choza o albergue. En el caso de que no exista un topónimo específico o un apelativo popular se puede emplear el nombre del paraje que exista en la cartografía de la época o ya en el presente.

Seguirá la localización geográfica de la construcción o conjunto de ellas. Se incluirá las coordenadas, preferentemente UTM, con indicación del datum, del correspondiente uso y de la altitud, además del paraje, el término municipal y la provincia a la que pertenecen. La inclusión de la cartografía convencional puede sernos útil para observar la red de poblamiento o comunicaciones en donde se inscriben dichas construcciones. Nos servirán las hojas del mapa topográfico editadas por el Instituto Geográfico Nacional o el Servicio Geográfico del Ejército en las escalas 1:25.000 o 1:50.000.

Junto a la escala espacial conviene reseñar la temporal, si bien este dato quedará en blanco cuando no existan referencias documentales u orales. Igualmente ocurre en el campo relativo a la propiedad, ya que la mayor parte de ellas se encuentran abandonadas o en ruinas, pudiéndose reseñar consecuentemente y de una forma cualitativa su estado de conservación.

Seguidamente debemos describir la estructura del edificio, para lo cual la inclusión de un croquis o de la planimetría a escala resulta fundamental para visualizar el conjunto de la edificación principal o de otras accesorias, si las hubiese. La orientación, superficie, altura, tipo de planta y distribución interior deberán reflejarse por escrito y ser susceptibles de medida en el plano y alzado de la edificación. No conviene olvidar ciertos aspectos como el posible aprovechamiento en la construcción de algunos accidentes del terreno (por ejemplo ciertos afloramientos rocosos, que se emplean como cimientos o a modo de muros)

Los pavimentos, cubiertas, grosor de los muros, carpintería, vanos y aberturas, materiales, acabados y otros aspectos constructivos y formales deberán reseñarse y procurar ser visibles mediante el registro fotográfico.

Una imagen del conjunto nos la proporcionaría la reconstrucción simulada del edificio mediante un dibujo en perspectiva, teniendo en cuenta los aspectos anteriores o lo que resta de ellos. Algunas chozas o conjunto de ellas (Imagen 3) bien merecen la pena recrearse, habida cuenta de su calidad constructiva o estética. Además dichas reconstrucciones resultan claves a la hora de determinar las tipologías.

Imagen 3. Reconstrucción de diferentes chozos según su tipología

Circulares y cubierta de falsa cúpula.

Acuarela Chozo Cerrejón y los Llanos (Hornachuelos)Acuarela Chozo El Baldío (Torrecampo)Acuarela Chozo de Las Pedrizas (Espejo)

Rectangulares y cubierta de bóveda de cañón.

Acuarela Casa Bóveda (Alcaracejos)Acuarela Choza II de Fuenfría (Zuheros)

Circulares y cúpula semiesférica.

Acuarela Chozo Botella (Belalcázar)Acuarela Chozo Valdedamas (Hinojosa del Duque)Acuarela Chozo de la Mina María (Fuente Obejuna)

Circulares cónicas y cubierta vegetal.

Acuarela Choza del Trapero (Belalcázar)Acuarela Chozo de la Beloña (Fuente Obejuna)Acuarela Choza I Lote de las Niñas (Hinojosa del Duque)

Fuente: acuarelas de Rafael Pulido Jurado.

La ocupación y los usos resultan en ocasiones difíciles de determinar, aunque la práctica y el trabajo de campo continuado permiten diferenciar entre un chozo que haya sido vivienda habitual de otro que fuese temporal o un refugio. Si hubiese alguna edificación auxiliar como: un establo, una zahúrda, un gallinero, un colmenar, un horno o un almacén, también es conveniente recogerlos pues nos permiten determinar la funcionalidad del hábitat.

Los usos agrarios, sistemas de cultivo o ganaderos también resultan importantes. Nos referiremos a ellos mediante la visualización del paisaje circundante y la consulta del Mapa de Cultivos y Aprovechamientos. También se anotarán las posibles variaciones ocurridas en el entorno como la introducción de cultivos modernos o la desaparición de instalaciones relacionadas con la choza o albergue. Sobre la explotación agraria conviene averiguar la propiedad así como el carácter que tradicionalmente ha tenido la gestión de la explotación: en régimen directo, en arrendamiento, aparcería, etc.

Por último se deben señalar cualquier tipo de referencia oral, bibliográfica, documental o administrativa (inclusión en algún programa de protección patrimonial, etc) existente.

Una vez finalizado el recorrido por las zonas previstas se reunirán las fichas completadas con el fin de efectuar una clasificación por municipios o comarcas estableciendo las oportunas tipologías y considerando dentro de cada una de ellas las variantes que puedan observarse. De cada tipo podemos elegir los edificios más representativos y diferenciar distintos niveles en la puesta en valor de la información, por ejemplo: edificios de nivel I, II, III, etc.

Concluida la fase de inventario y catalogación de las edificaciones se consigue una recuperación gráfica y documental de este patrimonio arquitectónico rural, así queda salvaguardado aunque desaparezca materialmente. Resulta evidente la consideración de que es prácticamente imposible rescatar cada una de las edificaciones. Pero, a partir de un exhaustivo inventario, se puede trasladar a la Administración municipal o autonómica la consideración sobre la conveniencia de preservar las construcciones más significativas de cada tipología o tipo de explotación.

El tratamiento digital del inventario implica la confección de bases de datos que permitan almacenar, manipular, consultar y relacionar toda la información disponible. El análisis cuantitativo de las series estadísticas obtenidas a partir de las bases de datos suele aparecer fragmentado y no demasiado homogéneo, por lo que resulta complicado calcular y establecer índices válidos para una época o una determinada área geográfica.

En cambio, la información estadística obtenida cobra sentido cuando se relaciona con la información espacial. El empleo de diferentes S.I.G. supone una ayuda inestimable, estos dispositivos informáticos han demostrado la capacidad de gestionar, analizar datos espaciales y combinar distintas funciones (Luque, 1999: 3). Las ventajas que reporta este entendimiento, y el traslado de un material estadístico y del inventario a un soporte informático son extraordinarias y permiten a posibilidad de disponer rápidamente y de forma accesible a un gran volumen de información procedentes de fuentes distintas y dispersas, con las ventajas propias de un sistema de gestión de bases de datos que admite consultar y actualizar su información a partir de cualquiera de sus campos o registros, y la realización de distintos tipos de estadísticas. Además, resulta ser un instrumento imprescindible para el análisis espacial pues la elaboración de la cartografía temática con información estadística georreferenciada facilita la generación de nueva información a partir de la ya incluida, al relacionar la espacial con la estadística y la representación cartográfica de los datos, en estratos o capas temáticas (Mapa 1) relacionadas con divisiones administrativas, hidrología, usos del suelo, etc.

Mapa 1. Mapa de distribución espacial de las chozas de la Sierra Morena Cordobesa
según su tipología

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Fuente: elaboración propia a partir del trabajo de campo realizado.

2.4. Las hipótesis de trabajo

La cartografía temática elaborada y el análisis de los resultados nos permitirán alcanzar conclusiones acerca de las relaciones con el medio físico y en función de los espacios rurales (dehesa, olivar de montaña o forestal-cinegético, en el caso del Norte de la provincia de Córdoba) en las que se insertan. De esta forma verificamos también si, efectivamente, el poblamiento mariánico, que actualmente se caracteriza por una elevada concentración de la población y del hábitat, ha evolucionado en el mismo sentido o si por el contrario se han producido coyunturas históricas en las que sus moradores se han asentado siguiendo otros patrones de distribución como el diseminado.

El paso siguiente sería el de cuestionarse la posibilidad de diferenciar tipologías de estas viviendas rurales, atendiendo a factores diversos como pudieran ser la orientación productiva de las unidades, los factores de orden físico, cultural, social o económico que confluyen en ella; ¿o tal vez sean las formas arquitectónicas, su tratamiento formal o los materiales empleados en la construcción, los definidores de estas posibles tipologías? En cualquier caso, la verosimilitud de estos presupuestos y la observación directa nos apunta hacia una cierta similitud en las soluciones adoptadas que nos permite establecer una primera clasificación coherente en: chozas minerales, vegetales y mixtas en cuanto a los materiales; respecto a la forma destacan las rectangulares, circulares y ovaladas. De tal suerte se mezclan materiales y formas pudiendo resultar una choza mixta bien rectangular u ovalada, etc (véase Imagen 3). Los usos no son exclusivos de cada tipología, pero si se aprecia la tendencia a construir chozas minerales los porqueros y vegetales los pastores y piconeros, por ejemplo. La razón de ello estriba en una mayor o menor permanencia en el mismo terruño, utilizándose en unos casos las que se construyen en menor tiempo, o incluso se puedan transportar, y en otros las que implican un hábitat más permanente.

Preguntarnos en qué medida este tipo de viviendas rurales se asemejan o se distancian de las chozas de las comarcas vecinas, tanto de Andalucía como de Castilla la Mancha o de Extremadura constituye otra de la hipótesis de nuestro trabajo. En este sentido vienen a colación las palabras de Milton Santos (2000) que afirma que las técnicas son universales, mientras que las culturas, en cambio, son locales y que por tanto el espacio debe ser estudiado como un sistema universal, que es el que puede explicar dichas realidades locales. En nuestro caso, la parte del espacio que nos ocupa participa de las condiciones del clima mediterráneo continentalizado como lo pueda ser la penillanura extremeña, la meseta castellana o el valle medio y alto del Guadalquivir. Es así como podemos apreciar la existencia de formas y de soluciones constructivas similares, aunque luego la litología o el tipo de vegetación existente condicionen el empleo de los materiales de construcción. En cualquier caso estas edificaciones ponen de manifiesto las distintas acciones del hombre sobre el territorio. Acciones estas, que en ninguno de los casos observados en las comarcas mariánicas ni en las adyacentes, haya generado lo que hoy se denomina un impacto paisajístico, es más están perfectamente imbricadas en los paisajes agrarios en los que se insertan, dotándolos a su vez de unidad, significado y riqueza; perceptible, no solo para los que las estudiamos, sino para todos aquellos que las observan.

Es así, como tras la presentación adecuada de los resultados mediante la inclusión de las correspondientes tablas y mapas temáticos que reflejen las características y distribución de las chozas de la Sierra Morena Cordobesa, seguidos de la consecuente interpretación en clave geográfica estaremos en disposición de exponer las conclusiones generales del estudio, que cerraran el trabajo, tratando de sintetizar los resultados más significativos alcanzados y comprobando en qué medida las hipótesis planteadas adquieren validez.

3. Las fuentes para el estudio de una arquitectura rural desaparecida

Una vez determinado el camino a seguir, mediante las pautas metodológicas enunciadas en el anterior epígrafe, el siguiente paso que es preciso dar se relaciona con la indagación y valoración de las fuentes -de las que ya se ha hecho referencia a alguna de ellas-. Las primeras aproximaciones a las fuentes tanto de carácter geográfico como histórico del tema que nos ocupa fueron ciertamente desesperanzadoras: de muy diferente naturaleza, escasas y dispersas serían los adjetivos que mejor las describen.

Para abordar el estudio de este tipo de hábitat debemos emplear todas las fuentes que se encuentren a nuestro alcance, pues a la escasez de restos materiales debemos de advertir la penuria de fuentes para su estudio. Entre ellas distinguimos las de carácter documental bibliográfico, estadístico, literario, la cartografía y los planos, la fotografía aérea, las fuentes orales, iconográficas, etc. Aun tratándose de un conjunto de recursos de naturaleza muy diversa, y generalmente dispersa, dichas fuentes requieren desde conocimientos de paleografía hasta el manejo de Sistemas de Información Geográfica. También debemos de advertir sobre su complementariedad, pues lo que no aporte una de ellas se puede obtener de otra, hasta completar el puzle que constituye este tipo de hábitat. Advertir que aporta cada una de ellas, ponderar sus posibles ventajas e inconvenientes y tratar de ejemplificarlas es el propósito de este apartado.

3.1. Las fuentes documentales bibliográficas

De vital importancia resultaría el cotejar las definiciones y las diferentes aportaciones hechas hasta el momento en el campo de la Geografía del Hábitat Rural, la Etnografía y el Patrimonio, su recopilación sería, sin duda otra interesante aportación para su estudio. La revisión bibliográfica llega a ser bastante prolija y comprende desde obras de carácter general hasta estudios monográficos sobre aspectos concretos o locales relacionados con la población o con estas edificaciones rurales. Todos ellos constituyen, además de un punto de vista de referencia valido, una fundamentación sólida desde el punto de vista teórico.

No olvidemos las grandes obras de Leopoldo Torres Balbás, Julio Caro Baroja, Carlos Flores López y Luis Feduchi, que nos acercan al conocimiento de la arquitectura popular tradicional de todo el territorio peninsular. Aparte de los trabajos llevados a cabo a nivel peninsular por los autores anteriormente mencionados, que constituyen obras de obligada consulta, es preciso recopilar en primer lugar toda la bibliografía disponible acerca de la región o de la provincia, para después aproximarse a la comarca o comarcas objeto de estudio. En caso de ser escasa o inexistente es preciso consultar los estudios centrados en áreas más pequeñas, a una escala local, o referencias a estudios de un caso. El conocer estas publicaciones es primordial, aunque no versen sobre nuestra zona objeto de estudio, pues nos ayudan plantear nuevas ideas desde un punto de vista metodológico, además ayudaran a confirmar o rebatir las tesis expuestas a medida que avance nuestro estudio.

Para la provincia de Córdoba encontramos referencias parciales, aunque no menos valiosas en diferentes textos. Destaquemos los de López Ontiveros (1973), Valle Buenestado (1985), Ramírez Laguna (1985), Pareja Cano (2004), Mendoza Yusta (2007) y Pulido Jurado (2010).

3.2. Las fuentes literarias

Las fuentes literarias suponen otro importante receptáculo de información, si bien por su propia naturaleza y al tratarse de fuentes de carácter secundario o indirectas, es preciso considerarlas con las debidas cautelas. Los textos literarios no son obras científicas por lo que su información debe ser contrastada con otro tipo de fuentes; además todos no son igual de valiosos para nuestro trabajo, así por ejemplo, la literatura de viajes o la novela, al tratar de reconstruir los paisajes resulta de mayor interés que la poesía, que se centra en las emociones que pueda despertar el paisaje en lector.

Los espacios habitados, los modos de vida campesina, las ligazones afectivas con el paisaje y el relato de los hechos vividos aportan a la Geografía un sentido humanista. Es así como dichos relatos se pueden incorporar al elenco de fuentes documentales para el estudio de la geografía (Boira y Requés, 1995: 277-295). Son un medio para profundizar en el conocimiento de lugares concretos en épocas pasadas a través de las vivencias del autor o de sus personajes, y la vivienda campesina es sin duda uno de los lugares que mejor encarna las vivencias más acusadas de muchos de los personajes. La querencia a la propia vivienda, al chozo, por muy humilde que este sea ha dejado emotivas narraciones por parte de los que las habitaron, de los tipos humanos y de los que novelaron estas formas de vida. Pero en la obra literaria podemos encontrar también narraciones del mapa mental de los personajes, de los cambios en el paisaje o en la imagen del espacio descrito, y de las funciones desempeñadas por los distintos espacios.

Valgan como ejemplo significativo estos breves fragmentos de la novela de López Andrada ambientada en Los Pedroches o las descripciones del viajero Richard Ford en sus rutas por Andalucía:

Rafael, con los dedos invisibles de la nostalgia, va modelando rincones de su memoria, y evoca, ante mí, …reviviendo la edad perdida de los chozos en el cerro del Tren…el chozo era como una casa, aunque más chico. Se empezaba a hacer –relata– por arriba. Mi padre lo iba tejiendo pieza por pieza, atándolo bien con paja, mu despacito. Después a la altura de un metro más o menos, por la parte de abajo, se solía abrigar con tierra apelmazá, pa que de esa forma tuviera más consistencia. Mi padre hacía el chozo solito en una semana…(Andrada, pp. 21-22).

…los campos de antaño estaban vivos y eran mucho más alegres que ahora. –Yo nunca, a mis años, me he sentío en el campo solo –me espeta el pastor-…cruzaba la gente a diario pa tos sitios... Había labradores, porqueros, gañanes, segaores, gentes con sus araos o con sus hoces, según fuera la época…Hoy da mucha pena salir al campo algunas veces. En algunas sitios que vas no ves ni un alma (Andrada, p.148)

Los campesinos, con capa, agrupados en torno a sus chozas de barro, parecen las estatuas mismas del silencio y la pobreza, a pesar de que la tierra es fértil en trigo y en vino. (Ford, R., p. 332)

Relatos estos, entre otros, que nos transmiten, no solo una imagen de los tipos humanos que moraron en estas construcciones, sino además de los lugares, de las técnicas y de los paisajes agrarios de épocas pretéritas.

3.3. Las fuentes archivísticas y estadísticas

El concurso de las fuentes documentales archivísticas y estadísticas resulta igualmente imprescindible para rastrear informaciones relativas a este hábitat en determinados momentos históricos.

El Catastro de Ensenada, aunque parco en informaciones sobre hábitat, ha arrojado bastante luz sobre el sistema de asentamientos a mediados del siglo XVIII. El Vecindario General de España, el Censo de Floridablanca, el Censo del Obispado de Córdoba, y el de Tomás González, junto a los Diccionarios geográficos-estadísticos de Pascual Madoz y Miñano, y la Corografías de Ramírez de Arellano y Casas-Deza han sido de inestimable utilidad para recabar informaciones sobre la población y el hábitat concentrado en los siglos Modernos y a comienzos de la etapa Contemporánea. Pero apenas encontramos noticias sobre las chozas en estas fuentes por tratarse de asientos no estables de población ni por generar ningún beneficio fiscal. Lo que si se refleja en estas obras es el número de viviendas y si eran de texa o de paxa, y resulta que una parte de los habitantes de los pueblos y cortijos habitaba en viviendas de paxa, por lo que las chozas no eran una forma de hábitat desconocida para estos, como tampoco lo serían para los pastores, arrieros y trabajadores del campo.

Ya en época estadística, los Nomenclátores recogen bastantes datos, aunque de forma desigual. Lo cierto es que se constata el intento, desde el primero de los documentos, por contabilizar y diferenciar esta forma de hábitat diseminado; pero de forma paulatina se descuida su recuento desde principios del siglo XX, lo que no quiere decir que desapareciese, todo lo contrario, otras fuentes relatan la vida en estas infraviviendas hasta bien entrada la década de los años sesenta.

La principal dificultad estriba en la falta de un correlato espacial adecuado, de forma que son escasas las coincidencias que permiten ofrecer la posibilidad de localización geográfica (Benavent, 1999: 137). Pero con esto ya contábamos, queda claro que las mayores dificultades de calificación y de descripción comprometen en lo que se refiere a las entidades diseminadas, los núcleos de población son fenómenos puntuales, claramente delimitados en la toponimia. El estudio de diseminado que consideramos requiere de forma ineludible el concurso de una cartografía que complete las informaciones estadísticas disponibles. En el mapa la toponimia nos permite identificar esos lugares. Una sin las otras adolece de un componente explicativo primordial que es el correlato espacial de los hechos estadísticos.

Con todo, el Nomenclátor del Censo de Población oculta un gran potencial, habida cuenta de la extraordinaria riqueza informativa que contiene. Podemos destacar la continuidad y periodicidad en su publicación por una misma institución estadística, la consistencia de sus datos para el estudio territorial de la población y la máxima desagregación de los datos que posibilitan el estudio a pequeña escala.

El Nomenclátor de población aparece en 1857, en la era de la estadística Moderna, como una parte más de las operaciones censales y se mantiene hasta la actualidad. En tan dilatado periodo de tiempo es lógico que se hayan producido cambios más o menos profundos que han sido motivados por causas diversas y que han modificado los métodos en la recogida de la información, su tratamiento y posterior presentación. La consideración de este hecho resulta de interés porque, en buena medida, condiciona las variables de análisisis y los marcos temporales de los estudios del poblamiento, como es el caso que nos ocupa. Podemos sintetizar estas modificaciones en la consideración de dos variables: la evolución de los conceptos que lo fundamentan y las variables que lo componen.

Respecto al asunto de los conceptos resulta de gran trascendencia pues la determinación de los mismos condiciona toda la información resultante. Los términos entidad, núcleo de población y diseminado son las referencias territoriales inferiores a la escala municipal que fundamentan la estructura del poblamiento. La denominación de entidad ha tenido significados distintos: la más reciente, a partir de 1940, hace referencia a un área, pero en fechas anteriores hizo alusión a edificios y albergues, chozas, etc., agrupados o no; y en los primeros (los de 1857 y 1860) se asimilaba a lo que hoy denominamos núcleo de población, esto es, una agrupación de edificaciones. El concepto diseminado se define, a partir de 1991, por exclusión: constituye todas aquellas edificaciones o viviendas de una entidad singular que no puedan ser incluidas en el concepto de núcleo, es decir, aquellas edificaciones que distan más de 200 metros de los límites exteriores de un núcleo de población. Este concepto también ha evolucionado, haciéndolo de forma paralela al de núcleo, y por exclusión de aquel. El concepto amplio que designa a un tipo de unidad de habitación con categoría inferior al de vivienda o edificio es el de albergue, o sea, barracas, cuevas, chozas, etc. y se asocia generalmente a construcciones de reducidas dimensiones, que emplean la cubierta vegetal, no incluyen divisiones interiores, su ocupación no suele ser permanente y son morada de una sola familia. La indefinición del término albergue, aunque pueda trasladarnos cierta incertidumbre, sobre el territorio no resulta tal, pues comprobamos que simplemente se trata de una denominación que permite englobar a ese amplio conjunto de construcciones habitado por pastores, ganaderos, jornaleros, hortelanos, piconeros, etc. y que está claramente diferenciado de los cortijos, las casas de labor o las haciendas.

Por último, es conveniente considerar las variables o ítems que comprende esta fuente estadística y que pueden resultarnos de utilidad. La variable distancia se entiende como la separación en metros de una entidad respecto a la principal o, en algunos Nomenclátores, al núcleo más poblado. Aparece en todos, excepto en el de 1857 y el de 1887. Ambos datos permiten en bastantes casos sobre la cartografía adecuada –la edición del mapa topográfico cronológicamente más próximo a la edición del respectivo Nomenclátor- localizar y extraer las coordenadas geográficas de las chozas o albergues que pretendemos localizar. La población para cada entidad de población se refleja de forma global junto al número y el tipo de edificios que la componen pero no se desglosa según estas, lo que significa que podemos conocer para una fecha el número de edificaciones principales y chozas que comprendía un caserío, un cortijo o unas casas de labor y su población total, pero no los que moraban en cada tipo de construcción. El aspecto más relevante es la referencia a la tipología de edificios y alberges, ítem que presenta múltiples variables en el transcurso de los años incluyendo la habitabilidad y el uso de los mismos. Dichas variables tampoco están disponibles para todos los años y desaparecen definitivamente en los Nomenclátores asociados al Padrón (Esteve, 2003: 105). Los albergues de cada término municipal de desglosan hasta 1930 según su número existente en núcleos de población, grupos y otras entidades, y finalmente en diseminado. Las dos primeras columnas permiten localizar fácilmente las construcciones sobre el territorio, la tercera no, pues solo nos dice el número de las que se encuentran diseminados por todo el término municipal. Pese a todo podemos advertir la evolución de los mismos, la densidad de construcciones sobre el espacio de referencia y relacionarlos con el tipo de aprovechamientos o los usos del territorio de los diferentes municipios. En 1940 los albergues no se recogen en la estadística, desde 1950 hasta 1970 lo hacen especificando solo su número en compacto y en diseminado para cada entidad singular. A partir de dicha fecha desaparecen de la estadística, aunque en dicha década nos consta que todavía no se había desvanecido toda la población residente en este tipo de viviendas.

En definitiva, y pese a las dificultades señaladas, el Nomenclátor de población constituye una fuente estadística imprescindible para conocer las características y la evolución de este tipo poblamiento, que es el que presenta una mayor disgregación espacial. Muestra de ello es el Gráfico 1, que permite hacerse una idea de la importancia que revistió este tipo de hábitat en el Norte de la provincia de Córdoba desde finales del siglo XIX y hasta bien entrada la década de los años treinta.

Gráfico 1. Número de albergues en la Sierra Morena Cordobesa
según su localización (1860-1960)

graf1_chozas.pdf

Fuente: elaboración propia a partir de los datos del Nomenclátor.

También se pueden encontrar menciones a las chozas y a su localización en las sentencias de la Audiencia Provincial de Córdoba4. Es en las primeras décadas del siglo XX (1900 – 1931) donde mayor número de expedientes aparecen con referencias a este tipo de hábitat y en el que tienen lugar hechos que originan una intervención de la Justicia. La causa de la existencia de un mayor número de referencias es coincidente con la tendencia al aumento de este número de albergues como apreciamos en el gráfico 1, pero también con la existencia de unas condiciones de vida muy duras. Así, en municipios como el Guijo, Belalcázar, o Dos Torres el paro podía llegar al 80 % en algunos momentos del año (Pérez, 1979: 270-274). Bernardo de Quirós, para el año 1930, cuantifica en nuestra provincia 15.000, los obreros agrícolas en paro (Bernardo: 1973: 106). El paro, los bajos salarios y el alza de los precios de primera necesidad tensaron la situación social y ocasionaron no solo numerosas protestas y agitaciones -que recogiese Díaz del Moral-, sino también un aumento de la delincuencia y de los hurtos en las zonas rurales.

Reproducimos a continuación algunas de ellas:

en la noche penetró en el chozo que en el sitio mina de la Chaparrera habitaba Cristóbal Hoyo y acometiendo a este con un cuchillo le provocó varias heridas en distintas partes, sano a los 24 días con médicos y sin trabajo… (Partido judicial: Montoro. Caso: 1919, 06, 28).

Se apropió de varias ropas de José Zacarías Gómez que su esposa había lavado en un sitio del pozo Retamosa, del Viso en el momento que la misma fue al chozo ... habiendo sido sustraídas la prendas se justipreciaron en 27,25 ptas. (Partido judicial: Hinojosa. Caso: 1922, 07, 17).

3.4. La cartografía

El uso de la cartografía resulta indispensable para conocer la distribución y localización de los hechos geográficos que se estudian, así como para representar los resultados obtenidos (Luque, 2011:186 y ss.). Por otro lado la cartografía, los planos y la fotografía aérea, comparados desde un punto de vista cronológico, resultarán de gran importancia para determinar el tipo de reparto, sobre una superficie concreta, de las distintas construcciones y ver su evolución.

La implementación de la cartografía con la base de bases de datos georreferenciada de las chozas resulta también del máximo interés, pues a las variables espaciales se les pueden asociar, mediante el concurso de un SIG, una serie de atributos relacionados, los usos del suelo o las características morfológicas de las identidades tratadas, resultando un análisis espacial mucho más complejo y extenso.

Son necesarios mapas a mayor escala, como el Mapa Topográfico 1:50.000 y 1:25.000, para poder localizar el hábitat diseminado: no solo los cortijos, cortijadas, casas o caseríos, se representan mediante un cuadradito de color rojo sino también las chozas en las primeras ediciones del Mapa Topográfico Nacional. A veces no se diferencia el tipo de construcción, por lo que hay que acudir a la ortofotografía aérea que si permite visualizar el tamaño, forma de la construcción y conservación, en el caso de todavía no haya desaparecido (Mapa 2).

Mapa 2. Localización de las chozas de Garci-Gómez
en el mapa topográfico de 1896 y en la ortofotografía actual

C:\Users\Papa\AppData\Local\Microsoft\Windows\Temporary Internet Files\Content.Word\509031896nnn.jpg

Fuente: detalle de la hoja 903 de la edición de 1896 del MTN.

C:\Users\Papa\Dropbox\Proyectos\p 2013 Las chozas de la Sierra Morena Cordobesa\CATALOGO DE CONSTRUCCIONES\MONTORO\Garci Gomez\Dibujo con flecha.jpg

Fuente: detalle de la imagen del visor SIGPAC en donde se visualizan las ruinas de las chozas.

Tanto el mapa topográfico como la fotografía aérea permiten observar la distribución y las características del espacio sobre el que se situaban y emplazaban dichos modos de hábitat, percibiendo el relieve, la hidrografía, la vegetación natural o los cultivos existentes, además de las comunicaciones y otras infraestructuras del territorio.

A la información contenida en cada uno de estos mapas tenemos que añadir las posibilidades que permite la superposición de aquellos que se encuentran en formato digital o que ofrecen diferentes capas de información, resultando un análisis que permite establecer relaciones de proximidad, superposición, inclusión o exclusión de los elementos geográficos considerados.

3.5. La toponimia

La toponimia es un elemento imprescindible en la representación cartográfica de un territorio por su valor identificativo y locacional. Los topónimos habitualmente identifican alguna característica física del lugar que designan y que resulta especialmente sobresaliente o relevante. Es por ello que puedan contener información referente a las edificaciones rurales, particularmente a la tipología del hábitat que contemplamos, además de a los cultivos o a los tipos de explotación que distinguen.

Otra característica no menos interesante es el hecho de que los topónimos mantienen la denominación de los diferentes lugares a lo largo del tiempo, incluso desde épocas históricas muy distantes. Muchos topónimos se ponen y se mantienen por el acervo popular. Afortunadamente, la cartografía ha contribuido a mantenerlos cuando el campo se despuebla, perdiéndose definitivamente las tradiciones orales y el tránsito que los mantenía vivos.

Las series cartográficas del IGN correspondiente a las distintas hojas de escala 1:50.000, abarcan un periodo que va desde finales del siglo XIX hasta el presente. Especialmente interesantes y detalladas son las ediciones más antiguas, donde los topógrafos de la época indicaban de forma pormenorizada todo tipo de construcciones (casas, casillas, lagares, albergues, chozos, chozas, pajares, colmenares, molinos, etc.) con su denominación específica. Un vistazo a cualquiera de las hojas del Instituto nos permite descubrir la existencia de numerosos topónimos relacionados con las chozas, chozos o albergues.

Numerosos topónimos están relacionados con nombre de personas o epónimos que designan la propiedad de las edificaciones rurales diseminadas, pero también están presentes designaciones vinculadas a tipologías de hábitats y explotaciones agropecuarias independientemente de que se particularicen esas tipologías con el nombre del orónimo, hidrónimo, etc. más próximo. Veamos algunos ejemplos:

Muchos están vinculados con el nombre de sus propietarios “Choza de María de la Cruz”, del apodo “Choza del Jarote”, “Chozas de Juan Quetepan”, “Barraca de Antona” o del gentilicio “Choza del Fuencalenteño”, “Chozas de David de Almería”. Otras, relacionadas con elementos naturales “Choza la Higuera”, “Chozo de la Beloña”, “Chozos del Tejón”, “Chozas del Ratón” u objetos “Choza del Martillo”.

Igualmente, aparecen los relacionados con hitos geográficos “Choza del Cerro del Lobo”, entidades de población “Chabarcón”, aldeas “Obatón”, barrios “Monte la Vieja” y vías pecuarias: “Choza de la Cañada de la Cierva” y “Cañada de las Chozas”.

Se alude también a chozas, al referir otros edificios y equipamientos: “Casas de las Chozas”, “Casilla de Choza Aranda”, “Casa del Chozuelo”, “Casas Pajerizas”, “Casa de las Cabañas”, “Cortijo del Chozón”, “Cortijo de Chamizas” “Calle de las Chozas”.

Aparecen topónimos con una denominación adjetivada o descriptiva: “Chozo Blanco”, “Chozo Redondo”, “Choza Redondilla”, “Choza Alta”, “Chozas Viejas”, o tipológicas: “El Chozón”, “Cabañuelas”, “Las Chozuelas”, “Los Chozones”, “La Cabaña”, “Choza de Lata”. Y alguna que representan un hecho o circunstancia: “Chozo de los Ahorcados” “Choza del Fraile” y “Choza del Mentidero”.

Son numerosas las alusiones al tipo de ganado y sus pastores, las encontradas entre los topónimos: “Majada de pastores”, “Chozas de cabreros”, “Choza de yegüeros”, “Choza de vaquero” y “Casilla del porquero”, dan idea de ello.

3.6. Las fuentes de carácter gráfico

El análisis de la arquitectura rural no puede prescindir del estudio de las miradas cotidianas, a la vez hacedoras de paisajes culturales y sustentadoras de su valoración social. Así, las representaciones gráficas como el cine o la fotografía, e iconográficas o artísticas como los cuadros, dibujos, grabados, etc. constituyen un conjunto de recursos especialmente útil para afianzar el conocimiento de las chozas, aquilatar su tamaño, apariencia, materiales y técnicas empleadas, permitiendo profundizar en todos aquellos aspectos que quedaban velados en la estadísticas o en las fuentes documentales.

Imagen 4. Choza de pastores

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Fuente: fotograma del minuto 3:41 del documental “El Valle de Los Pedroches” (1926).

Las imágenes en movimiento como películas o documentales, coetáneas sobre estas formas de hábitat, son prácticamente inexistentes, aunque hemos podido localizar algunos fotogramas de una choza en el documental “El Valle de Los Pedroches”, un reportaje publicitario realizado por Industrias Pecuarias de Los Pedroches S.A. en 1926. En el minuto tres aparecen una corta serie de fotogramas de una choza mixta circular de pastores (Imagen 4), que podría corresponder con alguna de las múltiples que existieron en la zona de Belalcázar e Hinojosa del Duque.

Más copiosas son la existencia de imágenes fijas, fotografías que de forma paulatina van apareciendo extraídas de los fondos bibliográficos, documentales y archivísticos (Imagen 5), o de los álbumes familiares (Imagen 6 y 7) que desinteresadamente las ponen a disposición de los estudiosos5. Dejando al margen la intención de las imágenes tomadas, en ocasiones retratos de familia en los que circunstancialmente aparecen chozas, o incluso como telón de fondo en la búsqueda de un cierto tipismo o exotismo que evoque los modos de vida campesinos o pastoriles, lo cierto es que constituyen un testimonio gráfico extraordinario, incluso único en el caso de ciertas tipologías ya completamente desaparecidas y de las que no queda ninguna otra evidencia, como puedan ser las chozas vegetales.

Imagen 5. Choza de carboneros en Moratalla (Hornachuelos), año 1887

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Fuente: Fundación Cajasur. Autor: Teobaldo de Saavedra y Cueto.

Imagen 6. Choza en Barranco Palomo (Pozoblanco), hacia 1950

http://2.bp.blogspot.com/-PNE-XrvxSpU/UIl8WqWVoxI/AAAAAAAACYo/TDCiVsJrZec/s400/Retocada.+Barranco+el+Palomo+%28Pozoblanco%29.jpg

Fuente: cortesía de Jesús Cangas.

Las representaciones de paisajes dibujados para apoyar textos de carácter académico o libros de viajes son infrecuentes. Pocos fueron los viajeros románticos que se aventuraban en la fragosidad de Sierra Morena y apenas conservamos recreaciónes iconográficas de épocas anteriores; no obstante, algunos existen y se analizan a continuación

De manera genérica, el antropólogo Julio Caro Baroja (1979) describe las chozas de cubierta vegetal agregadas a cortijos de las Campiñas de Córdoba y Sevilla, aportando unos dibujos de campo realizados a finales de los años 40 del pasado siglo.

Imagen 7. Choza de pastores, posiblemente en La Chimorra (Espiel) hacia 1938

C:\Users\Papa\AppData\Local\Microsoft\Windows\Temporary Internet Files\Content.Word\File0260.jpg

Fuente: cortesía de Manuel Espejo.

Miguel Castanys en 1936 realiza un dibujo a lápiz de la llamada “Choza de Jeromo”, localizada en la Sierra de Córdoba, que se ubicaba en la actual finca de “La Conejera”. En la ilustración (Imagen 8), se aprecia una choza vegetal del tipo “de horcones”, entre el espeso bosque. Igualmente, el dibujante retrató a una familia con sus quehaceres cotidianos (gallinas, corte de leña, etc.).

Imagen 8. Choza de Jeromo

http://1.bp.blogspot.com/-wsOcGM-d6R0/URF47K_HA_I/AAAAAAAADUg/lLyZkvq9h_g/s400/La+Conejera,+C%C3%B3rdoba.tif

Fuente: Quero, 2007: 154.

Otro ejemplo, lo encontramos en J.A. Hasler (1966) quien documentó de manera muy gráfica la construcción del típico chozo vegetal extremeño. También aportó un pequeño apunte sobre una choza en Palma del Río (Imagen 9), describiéndola de manera muy ilustrativa (Hasler, 1966: 396-397). Dice: “el edificio tiene dimensiones generosas, está circundado de un empedrado de unos dos palmos de ancho para defensa contra las aguas de la lluvia; las paredes están cubiertas con tela de costal, la cual, naturalmente, está impecablemente enjambelada; los extremos no forman ángulos rectos, para que el enlatado del techo pueda hacerse curvilíneo y evitarse así aristas y los consiguientes problemas técnicos”.

Imagen 9. Choza en Palma del Río

http://4.bp.blogspot.com/-n_1cJYvwN2Y/T7SMfWQFRxI/AAAAAAAABPI/ytlFvKbL5_0/s320/Dibujo+Palma+del+R%C3%ADo.JPG

Fuente: apunte de J.A. Hasler, 1966:401.

Otro investigador, en este caso el arquitecto cordobés Arturo Ramírez Laguna, analiza más recientemente, las tipologías específicas del municipio de Hinojosa del Duque, ilustrándolas con unos apuntes propios (Imagen 10), también de gran valor documental (Ortiz et al., 1985: 230).

Imagen 10. Chozas de Hinojosa del Duque

http://1.bp.blogspot.com/-BapN8a0CUY0/T7SMwzk_0MI/AAAAAAAABPQ/MSl7DVpp_Go/s1600/Chozos+Hinojosa+del+Duque+%28Arturo+Ram%C3%ADrez+Laguna%29..jpg

Fuente: esquemas de Arturo Ramírez Laguna (Ortiz et al., 1985: 230).

En definitiva este conjunto disperso y heterogéneo de percepciones creativas, obras de fotógrafos, viajeros, pintores…, no solo permite la apreciación de los detalles constructivos de las chozas sino que además acrecientan la valoración estética hacia hitos paisajísticos cotidianos como pueda ser la presencia de tan humildes formas de hábitat, enalteciendo de forma desapercibida paisajes agrarios comunes y generalmente poco valorados (Silva, 2009: 321)

3.7. Los testimonios orales

Debemos comenzar este último apartado con la consideración de que esta arquitectura tradicional, aunque en desuso, forma todavía parte de un pasado vivo y sigue formando parte de una memoria colectiva que vio desaparecer las funciones y usos que les dieron vida. Los testimonios orales son fuentes documentales que no están fijadas en un escrito. Por ello han adquirido más tarde que otras fuentes históricas y geográficas validez y categoría de documentos para investigar el pasado o el territorio. Pero, tampoco por ello, cuentan con menos validez o significación; es más, en muchas ocasiones constituyen la única fuente de información sobre ciertos aspectos primordiales de este tipo de hábitat. Señalemos algunos de ellos:

• En primer lugar, permiten conocer la localización exacta de las chozas por el testimonio directo de sus moradores. Hecho que resulta de gran relevancia, sobre todo, en el caso de las ya desaparecidas, pues si no figuran en la estadística o en la cartografía ellos son los únicos testigos de su existencia.

• Facilitan el conocimiento de las técnicas constructivas, pensemos que las chozas no son obra de arquitectos y por tanto no se encuentran en los tratados. Por ejemplo, la descripción o la demostración de elaboración de un vencejo (cuerda trenzada de hiniesta) que se empleaba para coser las pañetas de pajones del chozo solo ha sido posible obtenerla de los pastores ya jubilados que construyeron sus propios albergues.

• Nos enseñan cuales eran los materiales más apropiados, como se seleccionaban y trabajaban. Al respecto los testimonios nos indican que las formas actuales de la trilla o la poda de las encinas ya no proveerían de las pajas o de los palos largos y ahorquillados necesarios para la construcción de las cubiertas de los chozos.

• Nos aportan datos inestimables acerca de las explotaciones agrarias en las que trabajaban, de las técnicas de cultivo y de los usos ganaderos que eran su sustento.

• Ayudan a conocer los no menos importantes datos cotidianos de su existencia y de las familias enteras que los ocupaban: salarios, dieta, folklore y tradiciones específicamente locales; así como de los peligros de naturaleza diversa que les acechaban: las enfermedades, la lejanía del pueblo, los bajos salarios, los lobos o los incendios. Valga como ejemplo de la dieta de los pastores el refranillo que transcribimos a continuación y que nos recitaba un pastor de Pedroche: “Los pastores de Villaralto comen pan con leche pá almorzar, y a la noche, leche y pan pá cenar”. Otro pastor aunque recuerda la vida con los rebaños como muy austera, “en mi choza solo había palos…” nos dice, reconoce que fueron de los mejores años de su vida.

Imagen 11. Entrevista a la familia Arroyo en su casa de Pedroche (2013)

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Fuente: foto de los autores

Aunque los beneficios de los testimonios orales no son pocos, las dificultades que es preciso sortear tampoco son insignificantes, destaquemos:

• En primer lugar es preciso contar con las dificultades inherentes a este tipo de fuente documental: la elaboración del cuestionario con las preguntas que se van a enunciar y como se van a formular no resulta tarea fácil. En este sentido conviene seguir las recomendaciones de autores como Graves (1989) que enseñan cómo formular las encuestas para obtener la información que se pretende conseguir.

• Los testimonios orales son ciertamente escasos y en el lapso de unas generaciones corren el riesgo de desaparecer completamente por la edad de los que fueron sus moradores. Muchos emigraron al extranjero o a las grandes ciudades, otros ya han fallecido. Con todo, aunque sean escasos y parciales, las entrevistas ya realizadas han sido muy significativas, aportando conocimientos y experiencias inestimables (Imagen 11).

• Otra dificultad muy frecuente es que la evocación de ese pasado por sus protagonistas se hace de una forma extrapolada: por una parte se evoca de forma más o menos mitificada, o por el contrario, de otra forma nada positiva respecto a las condiciones de vida o trabajos que se desarrollaron (Agudo, 1993, p.58). Cuestiones estas que conviene aquilatar y confrontar con posterioridad por los encuestadores.

• Las preguntas cerradas, que admiten un escaso número de respuestas, parecen ser preferibles a las preguntas abiertas, pues facilitan notablemente su tabulación. Sin embargo las preguntas con múltiples respuestas posibles o las de opinión resultan particularmente significativas, no se debe interrumpir una buena historia cuando la información sea valiosa y pertinente.

• Si bien la información obtenida casi siempre es veraz -aunque somos conscientes de que a veces se exageran o magnifican algunos hechos o cifras- se deben verificar las informaciones recogidas con otras fuentes. Hay que decidir qué información adicional deseamos completar y concertar eventualmente nuevas entrevistas.

Tras la realización de diferentes entrevistas podemos afirmar que cuando se recurre a las fuentes orales, los testimonios recogidos adquieren validez y categoría de documentos para investigar tanto el pasado como el territorio. Pero además, se cede la palabra a quienes no tienen voz ni medios para rescatar del pasado la experiencia de una gran mayoría silenciosa o silenciada de pastores, jornaleros, arrieros, porqueros, gañanes u hortelanos que en los últimos peldaños de la escala social, padeciendo incontables privaciones, fueron artífices de un hábitat ya olvidado.

4. Conclusiones

Las chozas del Norte de la provincia de Córdoba localizadas en Sierra Morena y Los Pedroches son una sencilla manifestación de un hábitat rural hoy desaparecido; pero por modestas que estas sean, constituyen un hecho geográfico relacionado con el poblamiento que no conviene pasar por alto. En ellas se encuentra la clave de unos usos y aprovechamientos respetuosas con un medio caracterizado por la fragilidad de sus componentes ecológicos, con los cuales el campesino o el pastor entablaba un dialogo que permitía de forma sostenible su existencia. De la misma forma se materializan en los paisajes mariánicos de forma casi imperceptible, utilizando solamente los materiales que la naturaleza les ofrecía: piedra, madera y vegetales. Como componente cultural que son, también ha quedado demostrada su importancia, pues nos hablan de unos modos sociales asociados a unos periodos históricos concretos y a unos grupos sociales que establecen a su vez nítidas diferencias con otros marcos espaciales.

Habida cuenta de la importancia y urgencia del tema que nos ocupa no convendría dilatar más su estudio, pero no menos imperiosa resulta la necesidad de establecer una metodología y disponer de unas fuentes adecuadas para pergeñar el estudio de estos modos de hábitat. Este ha sido el principal objetivo del presente trabajo.

Desconocemos si el modelo de estudio que aquí planteamos es perfectamente válido; aunque al menos tenemos la certeza de que la sucesión de pautas que se plantean han ido produciendo sus frutos, pues han permitido, sobre una amplia base territorial y con el concurso de numerosas edificaciones catalogadas, el poder establecer una serie de tipologías y determinar el empleo de unas técnicas y materiales que en unos casos o en otros establecen claras diferencias o analogías con las comarcas vecinas.

La consideración extensa de las fuentes empleadas, pese a su naturaleza diversa, ha facilitado la reconstrucción de dicho hábitat; como si se tratase de un inmenso puzle, compuesto de numerosas y fragmentadas piezas que es preciso reunir primero y luego recomponer, aunque con bastantes huecos. Todas ellas, desde la estadística hasta las fuentes orales o la cartografía histórica aportan valiosas informaciones que conviene ir integrando para el estudio de esta arquitectura rural popular.

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Sobre los autores

Ricardo Manuel Luque Revuelto

Doctor en Geografía e Historia. Departamento de Ciencias del Territorio. Universidad de Córdoba. Líneas de investigación: Geografía Rural, Didáctica de la Geografía, Sistemas de Información Geográfica. Publicaciones recientes: Vivienda y paisajes rurales en Sierra Morena, en Investigaciones Geográficas, 2012; Conocer para valorar y proteger: la vivienda popular mariánica, en e-rph, Revista electrónica de Patrimonio Histórico, 2012; El significado de la vivienda rural andaluza como estrategia didáctica, en Didáctica Geográfica, 2012; La dinámica demográfica reciente en la Sierra Morena Cordobesa, en Revista de Estudios Regionales, 2012; El estudio de las variables demográficas en la Sierra Morena Cordobesa según las fuentes precensales, en Estudios Geográficos, 2013.

Rafael Pulido Jurado

Maestro de taller de artes plásticas y diseño en Escuela de Arte “Dionisio Ortiz” de Córdoba. Líneas de investigación: Hábitat rural, Educación Ambiental y Ornitología. Publicaciones recientes: Chozas de la provincia de Córdoba (España): Análisis de una arquitectura primitiva reciente, El Pajar: Cuaderno de Etnografía, 2010; Córdoba Naturaleza Viva, Consejería Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, 1997.

Notas

1. Departamento de Ciencias del Territorio. Universidad de Córdoba. E-mail: ch1lurer@uco.es

2. Escuela de Arte “Dionisio Ortiz” de Córdoba. E-mail: rpulidojurado@gmail.com

3. El tratamiento de los testimonios orales queda reflejado en otro apartado por lo que nos centraremos tan solo en qué aspectos espaciales y constructivos se deben recopilar en la tarea del inventario.

4. Facilitadas por Raúl Ramírez Ruiz.

5. Una buena recopilación de las mismas se localiza en el blog: http://chozasdecordobaandalucia.blogspot.com.es/p/fondo-fotografico.html [consulta: 12 de septiembre de 2013].