“A VECES SOMOS CAPACES DE COMPLETAR UNA CARICIA”: ENTREVISTA A JORGE RIECHMANN
"SOMETIMES WE ARE CAPABLE OF COMPLETING A CARESS": AN INTERVIEW WITH JORGE RIECHMANN
« PARFOIS, NOUS SOMMES CAPABLES D'ACHEVER UNE CARESSE » : ENTRETIEN AVEC JORGE RIECHMANN
Javier Mohedano Ruano
IES Averroes (Córdoba)
Fecha de recepción: 22/12/2024
Fecha de aceptación: 22/12/2024
DOI: https://doi.org/10.30827/tn.v8i1.32679
Resumen: Jorge Riechmann (Madrid, 1962) —la voz más prestigiosa de nuestras letras en el ámbito de las ecoescrituras poéticas y reflexivas— aborda, al calor de sus últimas publicaciones, los retos más acuciantes de las literaturas de voluntad (auto)transformadora: la crisis de la veridicción, la atrofia de la conversación (con los demás y con uno/a mismo/a), la literatura como activación política de la memoria, o la urgencia de reconciliar racionalidad y espiritualidad.
Palabras clave: ecopoesía; nature writing; poesía política; crisis ecosocial; estéticas de resistencia; humanidades ambientales.
Abstract: Jorge Riechmann (Madrid, 1962) —the most renowned voice in our literary sphere regarding poetic and reflective eco-writings— addresses, in light of his latest publications, the most pressing challenges of (self-)transformative literatures: the crisis of truth-telling, the atrophy of conversation (with others and with oneself), literature as a political activation of memory, and the urgency of reconciling rationality and spirituality.
Keywords: Ecopoetry; Nature writing; Political poetry; Ecosocial crisis; Aesthetics of resistance; Environmental humanities.
Résumé : Jorge Riechmann (Madrid, 1962) —la voix la plus prestigieuse de nos lettres dans le domaine des écritures poétiques et réflexives éco-critiques— aborde, à la lumière de ses dernières publications, les défis les plus urgents des littératures de volonté (auto)transformatrice : la crise de la véridiction, l’atrophie de la conversation (avec les autres et avec soi-même), la littérature comme activation politique de la mémoire, ou l’urgence de réconcilier rationalité et spiritualité.
Mots-clés : écopoésie ; nature writing ; poésie politique ; crise écosociale ; esthétiques de la résistance ; humanités environnementales.
Pregunta- “Nos falta / lenguaje / para decir lo que viene / (¿enmudecer?)” (Riechmann, El empeño del manantial, 235). Su amplia y ambiciosa obra se caracteriza por el despliegue ubicuo de una palabra polimórfica que persevera en la labor paciente de develar, dar cuenta, celebrar y acompañar. Sin embargo, se asiste en la actualidad a una degradación y desprestigio extremos de los discursos públicos, particularmente de los ético-políticos (que forjan comunidad y vínculos) y de los científicos (que atesoran verificación y veridicción), que amenazan con reducir a la banalidad cualquier intento de interlocución. ¿Cómo afronta en este contexto una escritura confiada aún en la conversación (con el sí mismo, con los otros) y su capacidad de (auto)transformación?
Respuesta- Nos hallamos en una situación histórica extrema, incomparable, por eso hablamos de crisis de civilización, pero nuestras sociedades, sobre todo en el Norte global, rechazan hacerse cargo de ello. El término cortoplacismo se nos va quedando corto: en la era de los chutes de dopamina inducidos por smartphone y la negociación bursátil automatizada casi a la velocidad de la luz, quizá tendríamos que hablar de nanoplacismo. Un ser inteligente sabría reconocer ahí un peligro mortal.
Podíamos aún confiar en la superioridad cualitativa de la palabra inspirada (poética, profética, crítica…) cuando enfrente teníamos los mass-media convencionales del siglo XX, relativamente lentos y predecibles. Pero ¿frente a la brutalidad del algoritmo…? Las dudas se hacen abismales.
Exploré hace años, en mi libro ¿Derrotó el smartphone al movimiento ecologista? (2016), las vías por las cuales el internet distribuido oligopolizado estaba socavando nuestra civilidad y degradando nuestras perspectivas democráticas. Hay varias dimensiones importantes (la crisis de la atención, por ejemplo), pero ahora quiero mencionar dos sobre todo: la desinhibición moral, que facilita el dejarnos caer a lo peor de nosotros mismos, y la potencia multiplicadora de los algoritmos (heterodirigidos), que posibilita una “potencia de fuego” inaudita hacia públicos segmentados y perfilados (en el límite, hacia individuos concretos).
“Que haya lenguaje donde tiene que haber silencio”, pedía Alejandra Pizarnik (194). Para salir de la dicotomía “poesía como conocimiento” / “poesía como comunicación” (dimensiones ambas que ciertamente pueden ser importantes para la poesía), uno propone poesía como orientación. Según las palabras de Gerardo Moscoso, “podemos ceder sobre los hechos, no sobre las palabras. Neruda dijo al morir que el poder nunca le arrancó una palabra [...] Si perdemos el lenguaje ya no tendremos nada con qué orientarnos en el mundo”.
P- “Casandra no vende en los mercados / Casandra no crea apps / Casandra no gana elecciones” (Riechmann, El empeño del manantial 244). En Cultura profética (2022), Federico Campagna defiende una palabra lúcida “para descodificar, subvertir y vislumbrar una salida del sistema hegemónico de realidad impuesto por el imaginario capitalista contemporáneo”, que se erija en “puente imaginario que permita a un sujeto, atrapado en un estado de angustiosa impotencia (ya sea política, social o existencial), volver a abordar el proyecto de mundificación con la suficiente confianza como para poder crear un nuevo paisaje de sentido” (52-53). ¿Se reconoce en estos presupuestos? ¿Ha de ser la poesía la que acoja esa misión?
R- Cambiar de régimen político, siendo la enormidad que es, resulta relativamente fácil (el famoso umbral del 3,5% de rebeldes y desafectos); cambiar la sociedad es inmensamente difícil (ah, las ilusiones de Extinction Rebellion…). Pero ahí estamos: buscando una Ilustración ecológica (o algo que se acerque a ella) en tiempo de descuento.
¿Puede la poesía ayudar a ello? Como he dicho otras veces, la poesía no cambia la correlación de fuerzas ni transforma la sociedad, pero, mostrando nuevas formas de mirar y de estar en el mundo, puede contribuir a transformar a las personas que transformarán la sociedad. No es pequeña cosa la poesía, con sus poderes de extrañamiento…
En 1998 la editorial Mondadori lanzó una colección de poesía “de kiosco”, con una gran tirada, para empezar de cien mil ejemplares de los cuatro primeros títulos (Neruda, Bukowski, Pessoa y Safo). Lo interesante es que la editorial había ofrecido a Iberia regalar ejemplares para los viajeros del puente aéreo Madrid-Barcelona, “pero la compañía los rechazó diciendo que era una lectura demasiado arriesgada y fuerte para sus clientes”, según citó entonces la prensa (“Mondadori lanza una nueva colección de poesía”).
Hay algo interesante aquí: aquellos altos ejecutivos de Iberia manifestaban temor ante el poder desestabilizador de la poesía. ¿Qué puede pasar si de repente, en esos momentos de suspensión a los que incita el viaje aéreo, irrumpe Safo para preguntarme si de verdad estoy amando; Pessoa me hace inquirir si estoy viviendo en serio o sólo trampeando con un simulacro de vida; Neruda despliega capas de realidad sobre las que nunca, o sólo hace mucho tiempo, había pensado; Bukowski desenmascara formas diversas en que me pliego a la mentira social; o Gary Snyder me descubre como un lugar donde intersectan millones de seres componentes de la red de la vida?
P- “¿capaces de escuchar de verdad / la voz del otro? / ¿incluyendo a marmotas / cuervos tritones rebecos / y el hilo delgadísimo de voz que nos llega / de la bisnieta del tataranieto?” (Riechmann, El empeño del manantial 181). Una de las claves (y hallazgos) de su tejer verbal, sea poético, sea ensayístico, es articular los textos como resonancia, como registro y conmemoración de la palabra recibida, de las vidas y escrituras, humanas y más que humanas, que convergen en nosotros. ¿Son la escucha y la lectura, la atención y el asombro, actitudes revolucionarias y, por eso, en peligro de extinción por la cultura de la extroversión?
R- Norman Geras denunció y analizó el tácito “contrato de indiferencia mutua” que impregna la textura moral de nuestras sociedades, muy corrompidas por más de cuatro decenios de hegemonía neoliberal. Una sociedad anclada en la indiferencia es proclive al totalitarismo (y no digamos hoy, con la capacidad algorítmica de orientar decisiones y moldear subjetividades que han desarrollado un puñado de megaempresas capitalistas). Ha señalado Josep Maria Esquirol que “indiferencia significa falta de diferencia y de capacidad para verla. Cuando las diferencias desaparecen y crece la homogeneidad, surge a la vez el totalitarismo, es decir, el todo igual. Reivindico la diferencia que tan a menudo va asociada a los umbrales”. Lo contrario de la indiferencia es la atención, que probablemente deberíamos considerar la principal virtud (a la vez intelectual, moral y espiritual). El mal a gran escala sólo es posible cuando cunde la indiferencia ante la suerte de los otros.
P- “Si el día olvida que es hueso, si el árbol olvida que es águila, / si el hombre olvida que es mujer y es lobo y es paciencia, / ¿cómo reconstruiremos el panal azul del corazón?” (Riechmann, El empeño del manantial 108). Por otra parte, ¿puede esa generosidad polifónica de la que hace gala, desde una voz autorial que se declara audaz y modestamente médium, aljibe y acequia que recoge y regala, acirate o lindero que es encrucijada y confusión de paisajes y heredades, alumbrar una memoria activa y fértil en una época que se piensa y siente siempre inaugural, reseteada, sin pasado, sin deudas, sin huellas?
R- Nuestra cultura es biocida: por la aceleración social, por la tecnolatría, por la servidumbre voluntaria, por la ceguera autoinducida… Nos decimos que si no hay agua, desalaremos. ¿No hay materiales críticos? Reciclaremos más. ¿No hay suelo fértil? Fermentaremos microorganismos en grandes tanques de acero. Ah, pero para todo lo anterior hace falta mucha energía. O más bien exergía, si hemos de ser precisos. Esta es la escasez última, junto con todo lo que se refiere a la habitabilidad de la Tierra.
Hablamos de crisis de vivienda, y es real. Una injusticia desgarradora en una sociedad que fomenta la turistificación y premia el rentismo. Pero la peor crisis de vivienda apenas la vemos: es la que se refiere al oikos, nuestro hogar biosférico. Sin los cimientos de esa casa común terrestre en buen estado, las demás viviendas no servirán de nada.
P- “Luchar / con la esperanza en la vida / sin esperanza en la victoria” (Riechmann, El empeño del manantial 195). En Esperanza activa (2018), de Joanna Macy y Chris Johnstone, un hermoso libro que ha recomendado en varias ocasiones, se subraya la urgencia de abrazar un marco narrativo, llamado el Gran Giro, comprometido con la vida en la Tierra, conjurando los cantos de sirena tanto de las inercias y automatismos de un sistema atrincherado (“Todo como de costumbre”), como de la resignación intransitiva y paralizante de la sospecha de que nada puede hacerse ya (“el Gran Desmoronamiento”). Sin embargo, en el más reciente La Amazonia (2024), Eliane Brum invita a superar el binomio esperanza-desesperanza para proponer un actuar, aquí y ahora, porque es lo que corresponde. ¿Dónde arraigar entonces ese acuciante hacer sin esperar [“Cuidar / lo vivo / sin esperar / contrapartidas / No hay salvación pero eso / salva” (Riechmann, El empeño del manantial 208)] en plena crisis de relatos omnicomprensivos que nos reinserten en el flujo de la vida, habituados además como estamos a éticas y políticas basadas en la recompensa inmediata, de un lado, y a un hiperactivismo que, si bienintencionado, puede devenir sosias de la aceleración que promueve el sistema, de otro?
R– “Hay días / en que tus llagas / te reprochan / que las hayas aceptado”, escribió Guillevic (197). Me voy a permitir contestar con un poema de un poemario inédito en el que ando aún trabajando, titulado Segundo libro de los gorriones:
¿De qué hablamos cuando hablamos de esperanza?
—le pregunto al gorrión
Se lo piensa un momento y contesta:
—La esperanza, nos susurran los teólogos,
es virtud teologal. Eso quiere decir que camina
con pasitos de pájaro, pero no con alas
de avión a reacción
No pide la esperanza limosnas a los hechos,
mas cuenta con recibir
el fruto de su trabajo
Y por último: lo contrario
de la esperanza no es la desesperanza
(ni el pesimismo): es el cinismo su contrario
La esperanza, esta mañana, es
aquel poquito de pan dorado: ¿compartimos?
Gurrí gurrí gurrí…
“Gurrí gurrí” es la onomatopeya del gorrión según don Sebastián de Covarrubias (en su Tesoro de la lengua castellana o española). Los gorriones comunes, esas aves vulgares y numerosísimas, ¿no? Pero resulta que sus poblaciones están cayendo rápidamente en casi todas partes. Un desarrollo urbanístico ciego y desmesurado se relaciona con la disminución del número de gorriones en pueblos y ciudades: contaminación atmosférica, exceso de ruido, falta de lugares de nidificación, escasez de insectos (especialmente necesarios en su dieta durante la época de cría), una gestión de zonas verdes que no tiene en cuenta la biodiversidad. La hormigonación y artificialización del territorio compromete la vida de todos, no sólo la de los gorriones. Si la expresión “el canario en la mina” se convirtió en proverbial durante la era del carbón, quizá resulte oportuno parafrasearla en la fase de la Gran Aceleración: el gorrión en la zona de sacrificio.
Etimológicamente, averno significa “lugar sin pájaros”, me recordaba hace unas semanas Juan Miguel Romero. Nuestro tiempo es aquel que ha tenido que inventar la palabra omnicidio. Sólo eso ya apunta hacia una época histórica del todo excepcional. En la escabechina llamada Sexta Gran Extinción que las sociedades industriales están perpetrando, uno se imagina a seres vivos de diferentes especies reprochándonos melancólicamente algo así: “De manera que mis antepasados y yo hemos ido viviendo a lo largo de cinco, o treinta, o doscientos millones de años y llegado felizmente hasta hoy ¿sólo para que los desatinos de estos monos lampiños nos condenen a muerte, de manera irresponsable, y sin tener siquiera cabal consciencia de lo que están haciendo?”. Dos mil años y se recupera el paisaje. Veinte millones de años y se recupera la biodiversidad. Pero los plazos de la vida humana, y los de la historia humana, son otros.
P- “Creen que soy sabio / solo porque pienso / despacio / en un mundo donde nadie puede darse el lujo / de pararse a pensar (la comunicación humana / está hecha de malentendidos)” (Riechmann, El empeño del manantial 239). En uno de sus últimos trabajos, Ecologismo: pasado y presente (2024), vuelve a hacer una fundamentada defensa de una racionalidad otra, una racionalidad ecosocial que, desembarazada de la instrumentalización y aniquilación de seres y territorios que ha caracterizado el ethos occidental, visibilice y prestigie nexos e interdependencias. Sin embargo, desde algunos espacios contraculturales se apuesta por lo emocional como sustrato de la concienciación y movilización. ¿Cómo puede el poema rehabilitar la reflexión y ponderación de largo alcance, “contribuir a racionalizar el querer y el hacer”, cuando desde militancias hermanas se pone el acento en lo afectivo emancipado, olvidando racionalidades no mecanicistas?
R- En el verano pasado, releyendo viejos cuadernos de trabajo (lo hice para ayudar a la poeta Ariadna G. García en la preparación de una antología de mis poemas que está organizando para la colección Letras Hispánicas de la editorial Cátedra), encontré la respuesta que dirigí a un correo electrónico del investigador David Teira Serrano quien, en junio de 1998, sospechaba que yo confiaba en que la racionalidad ecológica se impusiera por sí sola. Le saqué de su error, precisando que ni siquiera confiaba demasiado en el “aprendizaje por catástrofe”, y sugerí la siguiente lista de mis objetos de confianza. (A) Confío en la capacidad poética —creadora— del ser humano. (B) En el fondo último de la “resistencia de materiales”, que aparece muchas veces en situaciones extremas, y consigue dar un vuelco a la situación cuando esto parecía ya imposible. (C) En el hilo rojo, que se extravía pero no se pierde del todo, del amor por la igualibertad y el proyecto de autonomía, por decirlo con Cornelius Castoriadis. (D) En que “si no se espera lo inesperado no se lo hallará” (Heráclito de Efeso). (E) En el esfuerzo por que no se cumplan las profecías que se autocumplen, por ejemplo evitando sumarse a rebaños de atontados, inconscientes o criminales. (F) En la estética de la resistencia. (G) En que a veces somos capaces de completar una caricia. (H) En el buen vino y la fruta fresca como viático para la noche oscura. (I) En el auxilio de lo que podríamos llamar la “triple B”: bacterias, bosques y bosquimanos.
“La poesía cura las heridas infligidas por la razón” (276)[1], sostenía Novalis. Pero sólo la razón cosificante, instrumental, alienante inflige heridas. Hay una racionalidad ecosocial que trata de abarcar el conjunto (con mirada sinóptica y sistémica) precisamente para no causar daño. Dentro de cada poeta espera un poeta mejor. Dentro de cada ser humano se despereza un humano más vivo.
P- “Estar vivo es un milagro. Sencillamente existir puede ser el mayor de los placeres. Antes que collige virgo rosas: deja que la rosa te ayude” (Riechmann, Ecoespiritualidad para laicos 7). En su última publicación hasta la fecha, Ecoespiritualidad para laicos. Cuaderno de apuntes (2024), rescata la experiencia religiosa desde y para lo laico como “vivencia de conexión con todo (y con el Todo)” y como “descentramiento del ego” (33). ¿Es esta actualización de lo sagrado vecino, inmanente, terrenal, un modo de acompañar y desbordar desde lo poético los marcos narrativos de la racionalidad ecosocial antes citada para, entre otras cosas, desenmascarar las promesas de trascendencia tecno-optimistas y post-humanistas?
R- Las tareas de metanoia que nos encomendaron los maestros de la Era Axial (Jesucristo, Buda, Laozi, Sócrates...) siguen estando a la orden del día. Esto no es asunto sólo para sabios, o para poetas, o para reformadores sociales, sino para cada ser humano. ¿Soy un poeta religioso, como se ha sugerido alguna vez? En el sentido etimológico de la expresión tendría que contestar que sí: religare es reunir y yo he insistido a menudo en la noción de una poesía de vínculos. Como decía un anciano sioux, “todo lo viviente está unido por un cordón umbilical. Las altas montañas y los arroyos, el maíz y el búfalo que pace, el héroe más valiente y el tramposo coyote”, recogido en la antología de poemas amerindios Colibríes encendidos, editada por René Palacios More (75).
P– “No ser un / yo / ser una inflexión de clorofila / ser la precisa danza aérea del grupo de vencejos” (Riechmann, El empeño del manantial 262). En otro texto de reciente publicación en la obra colectiva coordinada por Cristian Moyano Puentes salvajes: Una filosofía integradora para renaturalizar el Antropoceno (2024), ha reflexionado sobre los alcances ecológicos y sociales de la noción de rewilding, así como sobre el riesgo de que la carga ético-política de estos procesos incipientes de renaturalización o restauración de ecosistemas se diluya en juegos malabares del capitalismo verde. Más allá de los debates que se están produciendo en el ámbito de las ciencias ambientales sobre la mayor o menor ambición, o la mayor o menor tutela, de esta apuesta por el repliegue de lo humano, ¿cómo desde la poesía y la filosofía puede acompañarse este cambio de paradigma en el habitar y compartir el mundo, extramuros, con otro interior, intramuros, pero igualmente decisivo, que posibilite (desde Eliane Brum) reforestar conciencias?
R- Poliamor, sin duda. Amor a los árboles, amor a las nubes, amor a los libros, amor a Casandra y al Barón de Münchhausen, amor a los seres humanos que se buscan y se aman.
El consejo tópico que se da muchas veces a las y los aspirantes a poetas: “Busca, trata de encontrar tu propia voz”. Mas pronto vemos que no se trata de eso. Quizá más bien: “presta atención a las diez mil voces”. Desde el silbido del látigo del tratante de esclavos al zumbido del abejorro, desde la canción de la enamorada al fragor del torrente de montaña. Tu “voz propia” resultará, si acaso, de esa atención giróvaga y del diálogo múltiple que de ella resulte.
P- “Aprender a morir/ para aprender a vivir” (Riechmann, El empeño del manantial 249). Has prestado una creciente, serena y emocionante atención en tus escrituras últimas a la inseparabilidad y reciprocidad de existencia y acabamiento, de celebración y duelo, de presencia y ausencia, justo cuando el actual orden de cosas, desde el transhumanismo o desde la Inteligencia Artificial, no nos permite imaginar un mundo sin nosotros. ¿Qué papel juega reaprender a pensar y decir la muerte, propia y ajena, en la articulación de respuestas a la altura de la crisis ecosocial?
R- Nos importa la vida. La vida hermosa y abundante. Incluso cuando, en medio de una crisis ecosocial apocalíptica, tenemos que asumir más muerte de la que somos capaces, lo hacemos —o intentamos hacerlo— porque lo que cuenta para nosotros es la vida. Incluso cuando decimos que hemos de aprender a morir, es el valor vida el que estamos levantando en alto.
Survivre et vivre —fundado en Montreal en 1970— se llamaba uno de los grupos ecologistas pioneros hace más de medio siglo, que le gusta tanto a mi joven amigo Adrián Almazán. ¿Hasta qué punto vale la pena prolongar una vida reducida a nuda supervivencia en un planeta devastado?
Preservar el capitalismo y adaptarse, mientras se pueda, a condiciones de vida cada vez más infernales: se diría que ésas son las prioridades reales de nuestras sociedades. Nuestro gran no apenas se ve compensado por un sí muy frágil: es la apuesta herida por un futuro humano que quizá nunca existirá. En el bosque: árboles vivos, árboles muertos —y los árboles muertos son vida en el bosque. Ése debería ser el modelo para nos otros también.
“¡Cuántos muertos a mi alrededor!”, escribe Max Aub el 22 de noviembre de 1963 en su diario, pero “en el fondo sólo me importa la vida: ver lo que pasa, asombrarse del hecho fenomenal de haber nacido” (261). Asombrarse del hecho fenomenal de haber nacido; de estar vivo y básicamente con buena salud; de caminar, ver, escuchar, palpar, paladear; de probar una breva o un dulcísimo trozo de melón; de beber agua fresca; de besar a la persona amada. Gracias, gracias, gracias.
P- “Ponerse a la vida / Sea cual fuere a la postre / el desenlace: ponernos / a la vida” (Riechmann, El empeño del manantial 229). Quisiera terminar con el recuerdo de dos lecturas que me han conmovido en los últimos tiempos y que mucho tienen que ver con la conversación aquí mantenida: Desconcierto, de Richard Powers (2022), y Solo un poco aquí, de María Ospina Pizano (2024). Ambas propuestas narrativas compendian, creo, las tareas y abismos de las éticas y estéticas de vocación ecológica: la dificultad de hacer convivir la conciencia dolorosa de todas las vidas, de todos los mundos, a cuya extinción asistimos, con el ejercicio de la responsabilidad, la responsividad y la resistencia, de una parte; y, de otra, la necesidad de dar cuenta de las existencias que nos exceden desde una palabra que no suplanta, juzga o interpreta, sino que atiende y acompaña. ¿Cómo, recordando sus propios versos, reaprender la “militancia de la alegría” en mitad de la cicatriz y el duelo? ¿Cómo “dejar que se despliegue / la voz del otro” sin enmascararla ni apropiarse de ella, propiciando que aflore el entreser, o lo que Brum llama transmundos y translenguajes?
R- Dogen, el maestro zen japonés del siglo XIII, cuenta la profunda impresión que le produce el encuentro con un anciano monje cocinero que está secando al sol setas shitake, cuando él tiene 23 años. Y le interpela: pero, anciano, ¿no sería mejor que esa tarea la realizara algún monje joven, y así tú podrías consagrarte a tu búsqueda espiritual, en estos postreros años de la vida? El cocinero le da una lección profunda al contestarle: “Los demás no son yo. Yo no soy los demás” (Deshimaru 19)[2].
¿Cuál habrá sido mi tarea? Seguramente la que enuncia el título de mi blog: tratar de comprender, tratar de ayudar. Tratar de abrir los ojos y contribuir a que los demás puedan hacerlo —que podamos hacerlo en común.
En su poema EL SIGLO XXI JUBILADO —que, en realidad, se refiere al siglo XX: ¿errata del traductor?—, Adam Zagajewski representa al siglo como un anciano achacoso que debe evitar las emociones fuertes (por prescripción médica) mientras pasea por algunos escenarios de la sangrienta historia de Europa. Y los versos finales expresan la amarga sabiduría ganada: “Una cosa aprendí: / sólo existe la compasión / por las personas, animales, árboles y cuadros. // Existe sólo la compasión, / siempre con retraso” (9). Bueno, si somos conscientes de este destiempo de la compasión, y también de cómo los grandes poderes en nuestras sociedades —megacorporaciones que se imponen a los Gobiernos— también nos permiten saber la verdad sólo a destiempo (cuando ese conocimiento ya no puede tener consecuencias que amenacen al orden establecido), según nos mostraba Paco Fernández Buey. Si somos conscientes de estos destiempos del bien y la verdad, ¿qué hacemos?
Tratemos al menos de no llegar tarde nosotros, nosotras a la cita: que el desencuentro no tenga lugar por culpa nuestra. Y alegrémonos porque al menos la gran dama de la clásica terna, la belleza, ella sí que no llega tarde casi nunca a un encuentro. “Todavía quedan renglones en nuestra historia”, escribe Samih al-Qasim en “Niños del 48” (en la antología Palestina/48 que ha preparado Luz Gómez). Trataremos de seguir escribiendo renglones de prosa rectos y versos que acompañen e iluminen.
Quizá sólo se trate de trabajar cada día en el poema como el campesino cultiva su predio: así lo hicieron Joan Brossa, o Mary Oliver, o Juan Ramón Jiménez. Oponer toda la resistencia posible contra Tánatos, apoyar cuanto podamos a las fuerzas de Eros, y aportar lo que nos resulte hacedero a la belleza del mundo. Sin preguntar para qué: simplemente porque la belleza debería durar, y así ayudarnos, y nosotros a ella.
Bibliografía citada
Al-Qasim, Samih. “Niños del 48”. Palestina/48. Poesía del interior, Luz Gómez (ed. y trad.) Madrid, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2024.
Aub, Max. Nuevos diarios inéditos 1939-1972. Edición de Manuel Aznar Soler. Sevilla, Biblioteca del Exilio, Renacimiento, 2003.
Brum, Eliane. La Amazonia. Barcelona, Salamandra, 2024.
Campagna, Federico. Cultura profética. Para la imaginación que viene. Madrid, Enclave de Libros, 2022.
Covarrubias, Sebastián de. “Gorrión”. Tesoro de la lengua castellana o española. Madrid, Luis Sánchez, 1611, p. 443.
Deshimaru Taisen. Questions à un maître zen. París, Albin Michel, 1984.
Esquirol, Josep María. “Josep Maria Esquirol, filósofo: ‘Depender de los demás es un regalo, una suerte, un don’”. Entrevistado por Noelia Ramírez. El País, 8 Ago 2024, https://elpais.com/ideas/2024-08-08/josep-maria-esquirol-filosofo-depender-de-los-demas-es-un-regalo-una-suerte-un-don.html 15 Ene 2025.
Férnandez Buey, Francisco. “Una reflexión sobre el dicho gramsciano ‘decir la verdad es revolucionario’”. Associaciò d’estudis gramscians de Catalunya. 24 Jul 2020. https://gramsci.cat/una-reflexion-sobre-el-dicho-gramsciano-decir-la-verdad-es-revolucionario/ 15 Ene 2025.
Geras, Norman. The Contract of Mutual Indifference. Political Philosophy after the Holocaust. Londres, Verso, 1998.
Gómez, Luz. Palestina / 48. Poemas del interior. Madrid, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2024.
Guillevic, Eugène. Del dominio. Du domaine. Traducido por Rafael Antúnez y Juan Antonio Bernier, Córdoba, Editorial Cántico, 2022.
Macy, Joanna y Chris Johnstone. Esperanza activa. Barcelona, Ediciones La Llave, 2018.
Moyano, Cristian (ed.). Puentes salvajes: Una filosofía integradora para renaturalizar el Antropoceno. Madrid, Plaza y Valdés, 2024.
“Mondadori lanza una nueva colección de poesía”. El País, 13 Feb 1998, https://elpais.com/diario/1998/02/13/cultura/887324406_850215.html 15 Ene 2025.
Moscoso Caamaño, Gerardo. “Hay que recobrar el lenguaje primero”. Milenio, 2 Dic 2020, https://www.milenio.com/opinion/gerardo-moscoso-caamano/ventana-abierta/hay-que-recobrar-el-lenguaje-primero 15 Ene 2025.
Novalis. Gesammelte Werke. T. IV. Zúrich, Bühl, 1946.
Ospina Pizano, María. Solo un poco aquí. Barcelona, Random House, 2024.
Palacios More, René (ed.) Colibríes encendidos. Buenos Aires, Leviatán, 2013.
Pizarnik, Alejandra. “En honor de una pérdida”. 1963. Obras Completas, Cristina Piña (ed.), Buenos Aires, Corregidor, 1994, p. 194.
Powers, Richard. Desconcierto. Madrid, Alianza Editorial, 2022.
Riechmann, Jorge. ¿Derrotó el smartphone al movimiento ecologista? Madrid, Libros de la Catarata, 2016.
____. Ecologismo: pasado y presente. Madrid, Libros de la Catarata, 2024.
____. El empeño del manantial. Antología poética. Selección y edición de Alberto García-Teresa. Madrid, Lastura, 2022.
____. Ecoespiritualidad para laicos. Cuaderno de apuntes. Santander, El Desvelo Ediciones, 2024.
____. “Políticas de renaturalización. ¿Qué alianzas?”. En Moyano, Cristian (ed.). Puentes salvajes. Una filosofía integradora para renaturalizar el Antropoceno, Cristian Moyano (ed.), Madrid, Plaza y Valdés, 2024, pp. 267-293.
____. tratar de comprender, tratar de ayudar. blog de Jorge Riechmann. https://tratarde.org/ 15 Ene 2025.
Zagajewski, Adam. Verdadera vida. Traducido por Xavier Farré, Barcelona, Acantilado, 2023.
1
[1] “Die Poesie heilt die Wunden, die der Verstand schlägt” (275). Todas las traducciones son nuestras salvo que se indique lo contrario.
[2] “Je ne suis pas les autres et les autres ne sont pas moi”.